Unos muchachos negritos que estaban jugando a la pelota, se
acercaron a ver aquel hombre blanco que estaba sentado
allá en el suelo. Se situaron en forma de arco alrededor
de éste y se quedaron mirándole. Carl les vio, se
quedó pensativo por unos momentos, sacó un par de
dólares de unos de sus bolsillos
enseñándolos a continuación a los muchachos,
estos a la vista del dinero se
acercaron un poco más, le hablaban a gritos, pero Carl era
incapaz de entender nada, se expresaban en uno de los
múltiples dialectos de las diversas etnias de Liberia.
Carl les habló en inglés, le dijo que avisaran
al dueño del Restaurante "L´Eoile de la Nuit", por
su situación pensó que el restaurante no
debía andar demasiado lejos del lugar de donde se hallaba.
Uno de los muchachos le cogió al vuelo el dinero que
tenía en su mano y echó a correr como una centella,
cosa que descorazonó a Bergman.
Unos minutos después vio acercarse el muchacho
acompañado por un hombre alto que llevaba un paso bastante
ligero. Era Preudomme, el propietario del restaurante del puerto,
-Monsieur Bergman, ¿qué le ha ocurrido?-
preguntó éste estando todavía a más
de treinta metros de distancia.
-Amigo Preudomme, tampoco se yo en verdad lo que me ha
ocurrido, solo recuerdo que cuando estábamos en su
restaurante, me levante de la mesa para ir a la toilette, luego
me sentí inmovilizado y a continuación perdí
el conocimiento,
unas horas después desperté en un lugar oscuro, sin
nada de luz, era un lugar reducido y metálico,
después de varias horas pude escapar del lugar donde fui
encerrado, me he torcido el tobillo al saltar desde una ventana
que daba a la calle y casi no puedo andar-.
Preudomme se agachó para ayudar a Carl a incorporarse,
-Apóyese en mi monsieur, yo le ayudaré a ir hasta
el restaurante, está apenas doscientos metros de
aquí-. Carl le alargó una mano, este la
cogió y tiró hacia arriba levantándole,
Preudomme se dirigió al muchacho que le había
avisado diciéndole que fuera al restaurante a decirle a su
hija que le enviase uno de los camareros para ayudarles. Unos
minutos después un fornido muchacho llegó corriendo
al lugar, situaron a Carl entre los dos y echaron andar hasta el
restaurante. Desde allí Carl llamó por
teléfono al hotel, le pidió a la telefonista que le
pasaran con la señorita Rijens, -Señor Bergman, he
insistido varias veces y la señorita no se halla en su
habitación-.
-Búsquenla por el lobby o la cafetería, unos
minutos después se puso al aparato uno de los empleados de
recepción, -Señor Bergman, la señorita
Rijens salió del hotel hace como una hora
acompañada de dos caballeros-.
-¿Sabe qué caballeros eran?-
-No lo sé con certeza, pero ellos iban en un auto
oficial, del gobierno creo,
llevaba un banderín plegado, la señorita Rijens iba
en el taxi del hotel-.
-Bien gracias, le agradeceré que si regresa le diga que
no se vaya, que me llame al restaurante del puerto
"L´Etoile de la Nuit", no obstante yo voy a venir pronto al
hotel-.
-Pero amigo Bergaman, ¿qué le ha ocurrido
realmente?-, preguntó Preudomme.
Sentaron a Carl en una butaquita de mimbre en la terraza del
restaurante, casi en el mismo lugar de donde estuvo cenando con
Eva la noche anterior, Carl después de haber contactado
con el empleado del hotel, quedó algo más tranquilo
respecto a la situación de la muchacha. Le contó a
Preudomme con todo lujo de detalles todo cuanto le había
acontecido durante su forzoso encierro. El restaurador le
preguntó si sabía dónde se hallaba el lugar
dónde había estado encerrado. –No se con
certeza, pero salí por una ventana que daba a un
callejón estrecho y maloliente que finalizaba en la
esquina de la calle donde usted me halló-, dijo Carl.
Preudomme mandó llamar a un doctor para que examinara
el inflamado tobillo de Bergman, luego le dijo a éste :
-Voy a echar un vistazo al lugar donde le encontré y los
alrededores, veremos si puedo averiguar a quien pertenece el
local y, por aquí quizás podamos devanar esta
madeja-.
-Gracias amigo pero le sugiero tenga usted sumo cuidado, no
vaya a meterse sin desearlo en algún lío-.
Este se marchó y al poco rato llegó el doctor
que Preudomme había llamado. Era un viejecito de raza
blanca, algo encorvado y pelo sumamente blanco, llevaba un
maletín de cuero
marrón con un asa en lo alto, el clásico
maletín de galeno, se dirigió a Carl en idioma
francés, este le solicitó que le hablara en
inglés, puesto que no era demasiado diestro con el
francés, -No se preocupe señor, podemos entendernos
en inglés, ahora veamos sus males-, le dijo a Carl con una
sonrisa.
-Me torcí un tobillo y me duele muchísimo-,
apuntó Bergman levantando la pierna a la que
pertenecía el tobillo maltratado.
-Quítese el zapato y el calcetín- dijo el
doctor.
Carl asintió con la cabeza y procedió a cumplir
con las instrucciones que el galeno le estaba indicado. Realmente
su tobillo estaba muy inflamado y comenzaba a tomar un color
amoratado, producto del algún derrame
sanguíneo.
El doctor examinó minuciosamente éste y como
primera prevención pidió a la hija de Preudomme que
le trajera una bolsa llena de trocitos de hielo –Por el
momento le puedo diagnosticar un derrame sanguíneo
producido posiblemente por un desgarro muscular, vamos a intentar
frenar su desarrollo
mediante la aplicación de frío, hasta que no haya
bajado la inflamación no nos será posible
tomar algunas placas para ver si tiene alguna rotura ósea,
cosa que dudo, ahora le aplicaré un vendaje compresivo que
deberá llevar algunos días, se tomará unas
pastillas que le daré para aliviar el dolor y no deje de
aplicarse hielo todo el tiempo que pueda resistirlo-.
–Tenga le doy mi teléfono por si me precisa, pero en
tres o cuatro días venga a visitarme-, le dijo
entregándole al mismo tiempo una tarjeta de visita.
-Gracias doctor, ¿qué debo darle?-, dijo
Carl.
-No, nada por el momento, ya le daré mi minuta cuando
esté usted sanado-. –Hasta luego señor-.
Había pasado una hora desde que pudo salir de su
encierro, no tenía noticias de Eva, al poco regresó
Preudomme, con semblante preocupado. –Señor Bergman,
he podido averiguar el lugar donde usted estuvo retenido, es un
local que estaba hasta hace pocos días por alquilar, con
anterioridad había sido un garaje-taller particular,
pertenece a un individuo de conducta algo
sombría, es un nativo llamado Thomas, un ex presidiario,
domina las brigadas de los descargadores de los muelles, una
especie de sindicato cuyo
presidente es éste individuo, le obedecen en todo lo que
les ordena, por las buenas o por las malas, ha estado en varias
ocasiones detenido, pero a los pocos días le han soltado,
los obreros del puerto se solidarizan con él haciendo
huelga de
descarga hasta que le sueltan-. -¿Le dice a usted algo
cuanto le digo?, ¿piensa en que puede haber alguna
relación con su secuestro?-.
-No, la verdad que no, es la primera vez que oigo hablar de
este sujeto-, dijo Carl.
-Señor Bergman, le llama a usted por teléfono un
hombre-, le dijo uno de los camareros.
-¿Puede usted acercarme al aparato?-.
-Voy a intentarlo, veremos si nos llega el cable-.
El cable no llegaba, pero Preudomme y dos camareros más
cogieron a Carl con la silla y levantándolo en volandas le
llevaron hasta donde llegaba el aparato.
-Dígame, ¿con quien hablo?-.
-Señor Bergman, soy Canuté, el chófer del
taxi de su hotel, ¿me recuerda?-.
-Oh si, dígame-, repuso Carl.
-Oiga, en la recepción del hotel me han informado de
donde se halla usted, le llamo para informarle que la
señorita Rijens, me ha pedido esta mañana que la
llevara a la Misión de
Gbanga que ustedes visitaron, se ha quedado allí bastante
preocupada por su desaparición, ¿quiere usted que
le de algún recado?-.
-Si por favor amigo, dígale que estoy bien, un poco
lesionado en un pie, pero sin importancia, que voy a pasar por el
hotel para recoger mi equipaje y usted me lleva para allá.
¿Puede venir a recogerme por el restaurante
"L´Etoile de la Nuit?-.
-Si con sumo gusto, a la señorita Rijens la
avisaré por radio, pues en el
convento no disponen de teléfono, sin embargo tienen una
emisora de onda corta, ahora mismo les aviso y vengo a por
usted-.
-Gracias, se lo agradezco mucho amigo Canuté, hasta
ahora mismo-.
-Señor Preudomme, le agradezco en el alma todo cuanto
ha hecho usted por mi, pero le agradeceré no
efectúe más gestiones que puedan complicarle, me
sentiría responsable de cualquier cosa que a usted o a su
familia
pudiera ocurrirle, yo voy a contactar con las autoridades locales
y con mi embajada para intentar esclarecer este suceso, una vez
más le quedo muy reconocido-.
Unos minutos después llegaba Canuté a
recogerle.
CAPÍTULO XXVIIIº
Kieh, llamó de nuevo a Eva, -Señorita Rijens,
¿la han contactado mis hombres?-.
-Si, si, y le estoy muy agradecida, me siento ahora más
tranquila, de todos modos quisiera marcharme del hotel, temo que
este hombre vuelva y pueda hacerme algún daño, no
estaré del todo tranquila hasta que no hayamos podido
encontrar al señor Bergman.-
-Me parece oportuno, pero procure mantenerse en contacto
conmigo, ¿dónde estará usted?-.
-Voy a tratar de que me acojan en un convento franciscano de
la población de Gbanga, allá hay unos
sacerdotes amigos nuestros, ellos me darán refugio por
unos días, el inconveniente está en que no disponen
de teléfono, solo pueden comunicarse con el exterior
mediante la emisora de radio que disponen-.
-No importa, podremos contactar igualmente con usted a
través de éste medio, ¿necesita que la
pongamos a su disposición un automóvil
oficial?-.
-Muchas gracias señor Kieh, pero el hotel dispone de un
chofer de confianza, se llama Canuté, precisamente el fue
quien nos llevó hace un par de días a Margibi para
mostrarnos el convento-.
-Si lo precisa no dude en contactarme, anote la frecuencia de
la emisora del Ministerio-, a continuación le
facilitó los datos que le
había ofrecido y colgó.
Luego Eva llamó a recepción y pidió que
le facilitaran el taxi con el conductor Canuté, –Le
llamamos ahora mismo señorita- le dijo alguien de
recepción, ésta cogió algunas ropas y el
neceser con los productos de
cosmética habituales, los metió en una maleta de
mano, metió también los documentos que Karoli
había traído consigo pertenecientes, a la AMC Co. y
que éste intentó "colarlos" suplantando los de
Bergman, recogió también el ordenador
portátil y bajó al mostrador de recepción,
les dijo que se ausentaba por unos días y dejó una
nota escrita dentro de un sobre, dirigida a Carl, en la que le
informaba que por seguridad se trasladaba al convento franciscano
de Gbanga.
Unos minutos después Canuté estaba en la puerta
con su automóvil, cargó con el maletín y el
ordenador, los puso en el maletero del auto mientras Eva
subía al mismo.
-¿Cómo está señorita
Rijens-,preguntó amablemente el chofer.
-Ahora un poco mejor, pero lo estoy pasando muy mal-, dijo
ésta.
-Pero ¿qué ocurre?, ¿ y el señor
Bergman?-, preguntó Canuté.
-El señor Bergman ha sido secuestrado por un
extranjero, éste se ha marchado y no ha dicho dónde
la había dejado encerrado, estoy asustada , no se puede
usted imaginar cual es mi angustia-.
-¿Ha avisado usted del hecho a las autoridades?-.
-Si, el señor subsecretario del Ministerio es conocido
del señor Bergma, le he puesto al corriente de lo sucedido
y ha puesto en marcha un dispositivo para dar caza a este
individuo-.
-¿Dónde quiere usted que la lleve?-.
-Lléveme por favor al convento franciscano de Gbanga,
espero que los hermanos me den cobijo por unos días, no me
siento segura en el hotel, a pesar de que el ministerio ha tenido
la gentileza de enviarme a dos funcionarios a mi
disposición para protección personal, hasta que no
encuentre al señor Bergman y prendan a este individuo, no
voy a estar tranquila-.
Eva llamó a uno de los agentes que le habían
confinado para informarle dónde se iba, le dijo
también que ya había informado de ello al
señor Kieh, que por el momento no necesitaba de sus
servicios. -No
obstante les estoy muy agradecida por su interés,
no lo olvidaré, pero por favor encuentren al señor
Bergman-.
-Haremos todo lo posible, no lo dude, tenga usted un buen
viaje-.
El taxi arrancó en dirección a Gbanga, pero un
automóvil de la policía les fue escoltando
discretamente durante todo el camino.
Kieh, informó al subsecretario Mouwé de lo
ocurrido, este quedó algo extrañado, no
sabía qué podía haber ocurrido, Kieh le
contó algo de lo que Eva le había informado, del
cambio de documentos, etcétera. -Mande usted prender a
este hombre, movilice todos los agentes disponibles-, dijo el
subsecretario.
-Ya he movilizado a la gente, hemos puesto controles en
carreteras, aeropuerto y estación de ferrocarril, en el
hotel tenemos también personal apostado pensando en la
posibilidad que regresara, un agente estará siempre al
cuidado de la señorita Rijens y una patrulla especialista
busca el rastro de Bergman-.
-Bien, mantengame informado, pero hagamos todo sin ruido y con
discreción, bajo ningún concepto podemos llamar la
atención del pueblo y menos la del Primer Ministro. A
poder ser cojamos vivo a éste sujeto para averiguar
quién le ha enviado y cómo ha sido posible de que
conociese nuestros planes-.
-Así se ha ordenado a nuestra gente de confianza-
añadió Kieh.
En el aeropuerto una pareja de agentes de paisano estaban en
el control de
pasaportes con un retrato robot de Karoli, otros efectivos de la
policía patrullaban por la Terminal, en los mostradores de
facturación y en el estacionamiento de
automóviles.
En los altavoces de ambiente se anunciaba la próxima
salida del vuelo a París, el embarque debía
efectuarse en los próximos cuarenta y cinco minutos.
En el área de control de seguridad un fornido individuo
dejaba los enseres personales en una bandeja para pasar por
debajo del arco magnético que detectaba los objetos
metálicos, después de retirar los mismos, se
dirigió al control de pasaportes. Uno de los agentes
especiales, le vio acercarse a la cola de pasajeros, puso en
sobre-aviso a través del walkman al resto de sus
compañeros, recordó que su jefe inmediato
había recomendado gran discreción, cuando el
individuo entregó el pasaporte al policía de la
cabina, el agente se acercó por un lado a Karoli y en voz
suave y aproximándose a su oído le
conminó a que le acompañara, Karoli puso cara de
sorprendido pero pensó que se trataba de una rutina,
siguió al funcionario que llevaba su pasaporte en la mano,
entraron a una pequeña sala que tenía una mesa,
tres sillas y un teléfono.
-Siéntese por favor-, le dijo el funcionario en tono
seco.
Karoli se sentó, el agente cogió el
teléfono, marcó un número local, -Hola,
¿el señor Kieh?-.
Karoli al oír el nombre de Kieh se alarmó, de
inmediato pensó que la muchacha se había ido de la
lengua, se
puso en tensión.
-Le llamo del aeropuerto, tenemos al individuo-, -si, lo he
comprobado personalmente, corresponde a la descripción que se nos hizo llegar, tengo
su pasaporte en la mano-.
-Espóselo y llévelo donde usted ya sabe, pero
utilice la máxima discreción posible, trate de ser
discreto al máximo-.
De repente al agente le pareció que la cabeza le
estallaba y se hacía añicos, cayó tendido
cuan largo era en el suelo con los oídos sangrando. Karoli
a la menor distracción saltó sobre él y le
golpeó contundentemente la cabeza contra el muro de la
cámara, fue un golpe certero que acabó con la vida
del agente.
Karoli se agachó, cogió la pistola del agente y
se la colocó en uno de los bolsillos de su
pantalón, abrió la ventana que se hallaba en la
parte posterior de la salita, se asomó y vio que daba a
una especie de explanada en la que estacionaban los carritos que
transportaban los equipajes a los aviones, fue a cerrar la puerta
de la salita por dentro, luego saltó al exterior a
través de la ventana, marchó ligeramente agachado
en dirección a los edificios de la Terminal, de entre uno
de los carritos salió un empleado que cuidaba de
distribuir los mismos, -Oiga ¿Dónde va usted?- le
gritó, el ruido de las turbinas de los aviones que estaban
en la zona de estacionamiento era casi ensordecedor, no tuvo
oportunidad de decir nada más, un certero golpe de
kárate en la tráquea le costo la
vida.
Karoli se puso la chaqueta y la gorra del uniforme de aquel
individuo, la primera le iba algo estrecha, pero visto de lejos
aparentaba ser un empleado del aeropuerto, pudo llegar hasta el
estacionamiento de taxis de la Terminal sin ser importunado,
entró en uno de ellos y le pidió que le llevara a
la ciudad. Por el camino tiró la gorra y la chaqueta del
empleado.
Pensó en cómo habría sido posible que
aquel "chimpancé" de Kieh supiera algo respecto a la
suplantación, probablemente la maldita zorra holandesa se
habría ido de la lengua. Sacó su teléfono
móvil y llamó a Millar. Este atendió de
inmediato.
-Dígame, Karoli, ¿cómo va todo?-.
-Verá al principio todo fue muy bien, los documentos
fueron entregados correctamente y no dudaron en creer que yo era
el socio del tal Bergman, hasta aquí todo perfecto, yo
había dejado encerrado en un container dentro de un
almacén
al alemán, le prometí a la Rijens que
después de la ceremonia le daría la llave del lugar
de donde se hallaba Bergman y la dirección, así lo
hice, pero sorprendentemente al llegar al aeropuerto la
policía me ha detenido-.
-¡¡¿Cómooo dice?!!- le interrumpio
Millar.
-No debe usted preocuparse, he podido evadirme, ahora estoy en
un taxi retornando a la ciudad, veré como salgo del
país, pero le repito, no debe preocuparse, la
misión se ha cumplido, cabe la posibilidad de que la
muchacha se haya ido de la lengua, venía observando que
estaba encaprichándose del alemán, ya se lo
advertí a usted en anteriores ocasiones…
Millar no le dejó acabar, histérico le grito :
-¡¡¡ Te dije que hicieras las cosas con tacto,
estoy seguro que la has tratado como si fuera una cualquiera y
tus veladas amenazas de hacer desaparecer al alemán
posiblemente hayan hecho que a ella le entrara pánico, no
está habituada a este tipo de trato…!!!-
-Pero señor Millar no he hecho otra…..-
-¡¡¡ No me interrumpas!!!, arregla eso como
puedas o no regreses a Hong Kong-, Millar colgó indignado
soltando el aparato del teléfono con fuerza sobre la mesa,
ahora le preocupaba que la muchacha fuera a contarlo todo a las
autoridades.
Volvió a coger su teléfono celular y
llamó a Karoli.
-Dígame señor Millar-, dijo este algo
macilento.
-No tienes más remedio que eliminarla, y al
alemán también, son testigos personales de los
hechos, ello nos involucraría en un gigantesco
escándalo de dimensiones y repercusiones incalculables
para ti, para mi y consecuentemente a la
compañía-.
-Voy a tratar de localizarles, el alemán será
más fácil, ella si sigue en el hotel también
lo será y, de todas maneras una muchacha rubia en medio de
un país de negros no será difícil de
encontrar-.
-¡¡ Soluciónalo!!- dijo Millar
enérgicamente antes de colgar el aparato.
Karoli se hizo dejar por el taxista unas dos calles
después del hotel, pagó en dólares y
marchó caminando en dirección a éste.
Buscó por la parte trasera del hotel para ver si
había una puerta de servicio, no
había tal, encontró una ventana que daba a la
lavandería, permanecía abierta, se coló por
ella, cruzó la habitación llena de sábanas y
estanterías hasta la puerta que se veía al otro
extremo, la abrió con cuidado, justo daba al inicio de las
escaleras que subían a las plantas piso,
aprovechó un instante en que los empleados de
recepción estaban ocupados atendiendo a clientes para
subir por ellas, no quería llamar la atención, con
toda probabilidad
la policía ya habría ido a husmear por allí
y estarían en sobreaviso.
Llegó a la puerta de la habitación de Eva y
llamó con los nudillos, no obtuvo respuesta, giró
el pomo de la cerradura y ésta se abrió, no
había nadie, cruzó la habitación hasta
llegar a la puerta del baño, estaba vacío, no
había ninguno de los frascos de cosmética que
suelen tener las mujeres, se dirigió al armario, parte de
la ropa no estaba, había una maleta vacía pero la
otra de mano más pequeña no estaba, tampoco su
ordenador portátil estaba allí.
-Esta zorra se ha marchado, pero seguramente regresará,
de lo contrario no habría dejado el resto del equipaje
aquí- dijo por sus adentros. Salió de la
habitación no sin antes haber comprobado que no
había nadie en el pasillo, nada a la vista, luego se
marchó a la habitación de Carl, todo estaba
intacto, hurgó entre las ropas de éste,
cogió una de sus camisas y se la puso, dejó la que
llevaba empapada de sudor en el respaldo de una silla, en un
compartimiento de la maleta halló un fajo de
dólares y euros, cogió unos cuantos dejando el
resto en el mismo lugar, pensó que necesitaría
bastante dinero en efectivo para salir del país
después de terminar el "trabajo".
Un estruendo de tambores y maracas llamó su
atención, provenía de la calle, se acercó a
la ventana y vio una especie de desfile musical con cientos de
gente vestida con ropas de colores
llamativos y bailando al son de la música que
producían aquellos instrumentos de percusión,
parecía una especie de carnaval.
Dado a que sabía que la policía le andaba
buscando, debía extremar la precaución en dejarse
ver, bajó por la escalera y salió a la calle por el
mismo lugar por el que había entrado, se mezcló con
el gentío pero vio que todos le miraban de un modo un poco
especial, toda aquella gente eran nativos, de raza negra, el era
un blanco y además su altura destacaba sobre los
demás, decidió salir de aquel río humano
para no llamar la atención. Se metió por una calle
adyacente menos transitada, en una especie de librería
adquirió una guía de planos del país, luego
se encaminó en dirección al puerto, iba a comprobar
si aquella "zorra", como el la llamaba, había podido
localizar el lugar donde había encerrado a Bergman.
Paralelamente el chófer Canuté llegó a la
puerta del restaurante donde se hallaba Carl, éste
estacionó el auto y entró en el recinto.
–Mister Bergman, ¿qué le ha ocurrido?,
¿cómo se encuentra?- decía mientras se
acercaba donde estaba el alemán.
-Ya le contaré, ahora dígame ¿cómo
está la señorita Eva?-
-Bien, algo asustada y preocupada por usted, pero en una hora
estará usted junto a ella, acabo de dejarla con nuestros
amigos de la Misión la han acogido con gran afabilidad-.
–Desconocen que usted esté libre, pero voy a llamar
ahora mismo a la estación de policía de Gbanga,
ellos sí disponen de teléfono y les avisarán
de que vamos para allá-.
-Bien, pues vayámonos, antes necesitaría pasar
por el hotel para coger mis efectos personales-,
añadió Bergman.
Carl agradeció a Preudomme la desinteresada ayuda
prestada, -No lo olvidaré mientras viva-, -volveremos a
vernos querido amigo-, añadió Carl.
Canuté y el propietario del "L´Etoile de la Nuit"
ayudaron a Bergman a introducirse en el taxi, el chofer se puso
al volante y arrancó suavemente.
En la puerta del hotel uno de los agentes que Kieh
había destinado para la protección de Eva, estaba
de pié leyendo un periódico del día, al ver
a Bergman, acudió a ayudarle a bajar del auto y se
presentó como tal, le informó que estaba a su
disposición de parte del señor Kieh.
Subió en el ascensor, con anterioridad un empleado del
hotel, le había facilitado unas muletas de aluminio que
tenían en el almacén. La puerta de su
habitación estaba entornada, le dijo al agente que la
abriera y que tuviera cuidado, éste sacó un
pistolón de grueso calibre que llevaba en su sobaquera y
entró en la habitación con cautela, sabían
que el fugitivo era hombre peligroso y posiblemente estaba
armado.
No había nadie, luego avisó a Bergman para que
junto a Canuté entraran.
-Pase señor, no hay nadie- dijo el agente.
Carl entró apoyándose en las muletas, le
pidió a Canuté que le acercara una maleta Sansonite
verde musgo que se hallaba en un rincón de la pieza, la
fue llenando con la ropa que había en el armario,
repentinamente observó el respaldo de una de las sillas,
había allí una camisa que él no había
dejado, se acercó a la silla la cogió y la
encontró algo húmeda al tacto, olía a un
sudor fuerte, en especial en la zona del sobaco.
Llamó al agente de policía –Agente,
acérquese por favor, ésta camisa estaba en el
respaldo de aquella silla, no es mía, seguro-.
El policía la tocó : -Evidentemente es de
alguien que no hace demasiado tiempo ha estado en esta
habitación, con el calor
ambiental reinante debería estar seca si llevara mucho
tiempo aquí, puede que haga no más de una media
hora que haya sido dejada aquí, por la etiqueta que lleva
fue comprada en Hong Kong-, dijo el policía.
Carl siguió llenando su maleta, pero ahora revisaba con
más atención sus pertenencias, encontró el
fajo de billetes que estaba dentro de un sobre blanco, a simple
vista le pareció que no tenía el grosor de cuando
lo dejó por última vez. Se lo comunicó
también al agente.
Cerró la maleta que cogió Canuté, bajaron
al Lobby y entraron al automóvil, Canuté lo puso en
marcha y arrancó. El agente siguiendo las instrucciones de
Kieh, subió también al automóvil, el chofer
enfiló la salida Norte de la ciudad, camino de
Gebanga.
CAPÍTULO XXXIVº
La primera noche en la selva, los múltiples y
variopintos ruidos que la misma genera no permitieron que Karoli
pudiera pegar ojo en toda la noche, la solitaria y húmeda
cabaña fue para él un infierno, no había
tenido jamás la oportunidad de moverse en un medio natural
y selvático como aquel, en su etapa de soldado de alquiler
se desenvolvió siempre en medios urbanos en escenarios
sumamente difíciles y peligrosos en los que cada
acción su vida pendía de un hilo, pero sabía
en cada caso anticiparse a la situación, pero aquí
y en este nuevo medio que le era desconocido, le
desconcertaba.
Le despertó un lejano ruido como si de tambores se
tratasen, era un contumaz, tum, tum. Algunos minutos
después su oído se había habituado a ello
dejando de prestarle atención automáticamente,
cogió un cubo de plástico que haló en el
interior de la cabaña y se acercó al río con
cautela, no deseaba tener un encuentro inesperado como el
día anterior, la imagen del cocodrilo saltando al aguaba
el estruendo que provocó al chocar con el líquido
elemento le impresionó vivamente dándole la medida
de la peligrosidad del medio, cogió agua y regresó
a la cabaña de nuevo.
Efectuó sus abluciones matutinas, pero no pudo
afeitarse ya que no disponía de lo necesario,
preparó el desayuno con los alimentos que habían en
la despensa y salió a reconocer los alrededores.
Procuró en principio no alejarse demasiado de la
cabaña, debía familiarizarse poco a poco con el
lugar por dónde debía moverse y no extraviarse.
Caminó formando círculos alrededor de la casita,
cada vez éstos iban siendo de mayor diámetro, vio
alguna serpiente y un enorme termitero que procuró evitar
su proximidad. Aquel tum, tum, seguía sonando sin
descanso, ahora le parecía estar algo más cerca de
el, pensó si podrían ser de algún poblado no
lejano en el que estuvieran celebrando algún ritual.
Más allá se tropezó con una especie de
pista forestal sin pavimentar, de tierra sumamente rojiza, como
era característica en aquella zona, en ella habían
quedado bien marcadas las rodaduras de unos neumáticos de
algún vehículo pesado que pasaría por
allí pocas horas antes, estaban muy marcadas. Para no
perderse, con la orientación de la cabaña,
recogió unas cuantas piedras y las alineó en
dirección a donde se hallaba la choza en la que
había dormido, con la referencia de la pista forestal y la
alineación de las piedras no le sería
difícil hallarla desde aquel punto.
Decidió nadar algunos kilómetros siguiendo la
pista con el fin de intentar averiguar dónde se hallaba o
que había en sus alrededores. En el cinto llevaba la
pistola cargada y dispuesta.
Llevaba caminando algo más de una hora, calculó
que habría recorrido algo más de seis
kilómetros, súbitamente se acalló toda la
algarabía que reinaba en aquel rincón de la selva,
los pájaros y algunos simios dejaron de chillar, se hizo
un silencio casi sepulcral, el serbio se quedó sorprendido
e intrigado, hasta el monótono tum, tum, dejó de
sonar, Karoli se detuvo y aguzó todos sus sentidos, en
especial el del oído. Le pareció captar en la
lejanía el monótono ruido de un motor de
explosión de un vehículo a motor. Se quedó
casi como una estatua para poder determinar con mayor certeza el
origen y lugar de procedencia de aquel monótono run, run,
efectivamente, unos minutos después sonaba más
cercano y con seguridad algún vehículo motorizado
se acercaba por la pista que estaba pisando. Precavidamente se
apartó de la pista yendo a refugiarse detrás del
grueso tronco de un árbol cercano a ella. El serbio
tomó ésta precaución por si el
vehículo pudiera pertenecer al ejército o la
policía que andaban en su búsqueda.
Tuvo que aguardar poco tiempo, a los pocos minutos
aparecía tras un recodo de la pista un automóvil de
color negro salpicado de barro rojizo por los dos costados,
andaba a muy poca velocidad, el lamentable estado de la pista no
permitía hacer abusivo uso del acelerador, so pena de
correr el riesgo de dejar la parte inferior del vehículo
esparcido por los suelos. Karoli no abandonó su escondite,
aguardó a que el auto estuviera a su altura para poder ver
su interior.
Unos segundos después lo tenía a su mismo nivel,
le pareció distinguir al mismo conductor que le
había dejado el día anterior en la
cabaña.
Salió de su escondrijo yendo a situarse en mitad de la
pista, gritó con fuerza para que el conductor pudiera
advertir su presencia, pero el ruido que producía el tubo
de escape roto del vehículo cubría sus voces. Se
agachó para coger algunas piedras y las lanzó al
coche, la primera dio de lleno sobre el techo del mismo, el ruido
alertó al conductor que se detuvo de inmediato y
bajó del vehículo, vio en mitad de la calzada al
hombre que le habían ordenado dejar en la choza de la
selva. Dado al impedimento oral que el hombre tenía, hizo
gestos para que este se acercara, así lo entendió,
al llegar junto al individuo, éste le entregó un
papel que llevaba doblado en el bolsillo de su sucia camisa.
Karoli desdobló el mensaje y vio garabateado en el
papel un mensaje en inglés que venía a decirle
"regrese a Monrovia con el mensajero, he localizado a la gente
que usted busca", nada más decía, ni tan siquiera
estaba firmado.
El serbio ya imaginó quién era el autor,
subió al automóvil en los asientos posteriores, el
conductor puso el motor en marcha y buscó un
pequeño claro en la espesura para poder efectuar la
maniobra de regreso.
El viaje de retorno se le hizo eterno, solo cuando se
incorporaron a la carretera principal el conductor pudo alcanzar
mayor velocidad y recuperar parte del tiempo perdido en la pista
forestal, cerca de las primera viviendas de la ciudad de
Monrovia, divisaron una patrulla de policía controlando el
paso de vehículos, el conductor se apercibió con
tiempo suficiente para salirse discretamente de la calzada y se
metió por las irregulares callejuelas del suburbio hasta
llegar a la casona donde estaba Thomas.
Se detuvo en ante la puerta y con dos toques cortos del claxon
le abrieron las puertas para que pudiera entrar el auto.
El serbio se apeó del auto y le acompañaron
hasta el piso superior donde se hallaba Thomas. Sin tan siquiera
cruzarse saludo alguno, éste le dijo : – He podido hacer
bastantes averiguaciones respecto a lo que usted me pidió,
muchas más de las solicitadas-.
Karoli se acercó algo más a su interlocutor para
decirle : -Cuénteme, cuénteme-.
-Mi información es tan confidencial , importante y
costosa, que deberá usted invertir algún dinero
más para conocerla-.
El serbio estuvo en un tris de saltar al cuello de aquel negro
chantajista y darle su merecido, después de todo el dinero
que ya le había entregado con anterioridad y ahora
insinuaba que le iba a pedir más.
-¿Cuánto me va a pedir ahora?-, dijo Karoli de
mal talante.
Thomas sin tan siquiera inmutarse le dijo : -Unos mil
dólares señor, pero le puedo informar dónde
se halla la persona que usted con tanto anhelo busca y la
compañera de éste, están muy bien protegidos
y fuera de la ciudad-.
Karoli sacó del bolsillo de su chaqueta, contó
diez de cien dólares, los dobló por la mitad y los
entregó a su interlocutor tirándolos
despectivamente sobre la mesa que había entre ambos, el
negro los cogió sin contarlos metiéndolos en uno de
los bolsillos de su mugriento pantalón, a
continuación cogió un pedazo de papel y
lápiz escribiendo en el una dirección y un nombre,
entregándolo a continuación al serbio.
Karoli cogió éste echándole un vistazo
dirigiéndose a continuación a su interlocutor :
-¿Qué es esto de Gbamga y de una
Misión?-.
-Gbamga es una ciudad del Norte del país, y la
Misión es un antiguo convento de frailes misioneros,
éste es el lugar donde se hallan refugiadas las personas
que usted anda buscando-.
-Bien y ¿ cómo llegar hasta allí sin
llamar demasiado la atención?-.
-Ya he pensado en ésta eventualidad, en el local que me
tiene usted todavía arrendado, le he dejado preparada una
vieja motocicleta que funciona a la perfección, tiene el
depósito lleno de carburante, con el puede hacer
más de doscientas millas y en una de sus bolsas laterales
para portaobjetos le he puesto un plano y le he marcado una ruta
a seguir en lápiz rojo para que no tenga problemas con la
policía, son calles secundarias y caminos muy poco
transitados que le llevarán hasta el lugar-.
-¿Está usted totalmente seguro de la
información recibida?-. Insistió Karoli.
-Absolutamente señor, la obtengo de la mismísima
policía-.
-Bien, pues dígale a su coger que me acompañe
hasta el local, no quisiera deambular por las calles y correr
riesgos inútiles-.
-Le acompañará, pero le aconsejo que no salga
usted de allí hasta que inicie el ocaso, deberá
aguardar todavía unas horas, el chofer le
acompañará hasta la salida de la ciudad, a partir
de allí podrá continuar solo hasta hallar la
cabaña en la que se refugió, pase la noche
allí y al día siguiente prosiga, si lo desea, hasta
Gbamga, toda la ruta la tiene perfectamente marcada en el plano,
ah también le he puesto una brújula para que se
pueda orientar mejor-. Thomas sin decir más se dio la
vuelta sin mediar ninguna palabra y se marchó de la
pieza.
Karoli se puso el papel en el bolsillo y salió de la
habitación en dirección a donde estaba el coger y
el automóvil que le trajo hasta allí.
Abrieron el portón saliendo a continuación hasta
la calle, en un par de minutos estuvieron frente a la puerta del
local, el conductor le dijo, por medio de signos, que iría
a por el en un par de horas.
Karoli le hizo un gesto con la mano cerrada y el pulgar
extendido hacia arriba en señal de asentimiento,
aguardó a que se marchara el empleado de Thomas
cerró con llave la puerta del lugar y cogió el
teléfono celular que le había entregado Millar, a
continuación marcó el número que tenia
introducido en la memoria de éste y que
correspondía a la AMR Co..
-¿Señor Millar?-.
-Dime Karoli, se breve, estoy para entrar a una del Consejo-,
dijo en tono algo áspero.
-Señor, he localizado dónde se han refugiado
estos dos, mañana me acercaré al lugar,
están en una misión de frailes misioneros a
bastantes millas de la capital-, informó.
-Bien, elimina como sea a estos dos, luego acércate sus
contactos e intenta que se avengan a proseguir el negocio con
nuestra sociedad, en el caso de que se negasen,
¡¡elimínalos también!!, no nos conviene
en modo alguno, dejar rastros ni testigos, sería un
escándalo mundiales se descubriera la trama-, a
continuación, sin más dilación
colgó.
El sicario se metió el teléfono en el bolsillo y
fue a comprobar la motocicleta, halló los planos y la
brújula, comprobó el contenido de carburante del
depósito y se dispuso a poner en marcha a la misma,
cebó el carburador con el pulsador apropósito para
ello, apoyó el pie sobre el quick-start y de un golpe seco
con el pie, el motor se puso en marcha inmediatamente, la
motocicleta era un modelo japonés de los años
ochenta, pero que mecánicamente había sido muy bien
conservada.
Cerró el contacto para apagar el motor y se
concentró en estudiar el plano que le habían
preparado. Había sido efectuado concienzudamente, en
lápiz rojo habían señalado todas las rutas a
seguir y los poblados que por el camino iría encontrando,
también el lugar en el que se hallaba la cabaña que
ya conocía, todo perfectamente indicado, no había
pérdida posible.
Algo después de una hora el automóvil que le iba
a guiar hasta la salida de la ciudad, estaba en la puerta,
sonó el claxon una sola vez a modo de aviso, Karoli se
asomó e indicó al conductor que estaba dispuesto
para salir, puso en marcha la motocicleta y salió con
ella, cerró el portón del local, montó en
ella y siguió al automóvil, que a un paso bastante
lento se por un interminable número de callejas muy poco
transitadas por vehículos, casi unos cuarenta minutos
después dejaban atrás las últimas casas de
la ciudad, comenzaba anochecer, en el cenit podía
divisarse el disco solar enorme y muy rojo que llenaba de este
color todo el cielo, y que lentamente se iba escondiendo
más allá del mar.
El automóvil se detuvo justo al acceso de una pista
forestal de tierra rojiza, se trataba de la que conducía a
la cabaña, pudo identificarla con facilidad en el plano,
el coger dio la vuelta al vehículo y regresó de
nuevo a la ciudad. Karoli le dio al acelerador de la motocicleta
y siguió camino por la pista, al poco tiempo de andar tuvo
que encender la iluminación autónoma del
vehículo, pudo comprobar que el faro de ésta daba
la luz suficiente y ver el camino siempre que se fuera a una
velocidad moderada. Consultó de nuevo el plano en un par
de ocasiones hasta que halló el lugar donde estaba la
cabaña, le sorprendió la minuciosidad con que se
había detallado el mapa, tal y como lo hubiese efectuado
un profesional de cartografía o un militar.
Abandonó la pista e inició un corto recorrido
campo a través por el espeso follaje del lugar hasta
llegar a la cabaña, paró el motor del
vehículo y lo dejó aparcado junto a una de las
paredes de la choza.
Al entrar en el habitáculo prendió la
lámpara de petróleo que había dejado sobre
la mesa para iluminar el interior, echó un vistazo a su
alrededor y le pareció observar que el camastro donde
había dormido la noche anterior y le pareció que
hubiese sido removido, una de las sábanas estaba tirada en
el suelo a un par de metros de distancia del lecho, estaba seguro
de no haberla dejado allí, la almohada estaba sobre una de
las sillas y en la despensa faltaba una buena parte de la comida
que había contenido.
Estaba convencido de que alguien había estado
allí, no sabía que pensar, tenía
sueño y deseaba descansar, cogió una de las sillas
y atrancó la puerta con ella, algunas latas de conserva
que había vaciado el día anterior, estaban
todavía sobre uno de los estantes de la cocina, las
cogió y las puso sobre el postigo entornado de la ventana,
con el fin de que si alguien intentaba entrar por ella, la lata
cayera al suelo y el ruido que ésta produjera le
despertara, luego rehizo la cama, apagó la lámpara
y se hechó sobre el camastro vestido y con la culata de la
pistola asida con una de sus manos.
CAPÍTULO XXXVº
Uno de los empleados de Thomas le avisó de que
tenía la visita de la policía, éste con un
gesto indicó a su empleado que permitiera la entrada al
agente.
-Gnobo, ¿qué noticias me traes?-, le dijo sin
tan siquiera saludarle.
-Me he informado muy bien, a pesar de que hay órdenes
de que se lleve todo con extremada discreción, las
órdenes proceden de muy arriba, quiero decirte Thomas que
personalmente me estoy jugando el cargo y hasta quizás la
vida-.
-Puede, pero éste es tu problema, vamos ahora a la
información-, dijo con aspereza.
Gnobo encajó el directo, pero se guardó de
replicar, sabía como las gastaba su paisano tribal Thomas,
por otra parte consideraba que era para él una fuente de
ingresos extraordinaria.
-Te explico, en la Comisaría Central, hay
órdenes de buscar a un individuo extranjero del que ya te
dije, el individuo entró legalmente al país, pero
ha cometido ha cometido en nuestro territorio varios delitos ;
secuestro y asesinato, la justicia le persigue, a pesar de no
existir denuncia oficial por parte de la persona
secuestrada-.
-Ésta versión ya me la diste la vez anterior,
nada nuevo me das por ahora- dijo con voz ronca denotando que la
paciencia se le estaba agotando.
-Permíteme que sigua, solo trataba de fijar los
antecedentes. Al parecer un individuo llegó al país
con una misión determinada , se le ha visto en
compañía de un tal Kieh, éste es el hombre
de absoluta confianza del subsecretario de Estado. Corre la voz
de que éste aprovecha el cargo para hacer sus propios
negocios y quizás también los del Presidente de la
República, esto último es una conjetura mía.
La pregunta es : ¿El extranjero secuestrado a que vino a
Liberia?, segunda cuestión : ¿qué negocios
se traen el tal Kieh y el subsecretario?. Por simple
deducción solo pueden tratarse de dos tipos de negocios :
armas o diamantes.
De todas maneras debe de tratarse de alguna transacción
importante y de mucho interés para que alguien haya
enviado a un profesional del crimen.
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