El aporte cultural de los inmigrantes en Río Cuarto desde fines del siglo XIX y principios del siglo XX (1890 ? 1920)
- Patrimonio, Cultura e
Identidad - El
Aporte Cultural de los Inmigrantes
Italianos - Los
Inmigrantes Españoles - Los
Inmigrantes Franceses - Reflexiones
Finales - Referencias
Bibliográficas
Introducción
Muchos ideólogos piensan que la identidad
cultural es un mito
completamente ilusorio o una realidad mediocre e indefendible,
quizás tengan razón, quizás no si se analiza
desde un sentido antropológico, pero lo que sí es
seguro que la
identidad cultural es uno de los elementos que nos permite saber
quienes fuimos y quienes somos realmente.
Está claro que identidad y cultura son el
fruto de ideas, experiencias diversas, tradiciones,
prácticas sociales, de permanencias y rupturas, en donde
la naturaleza no
es un telón de fondo, sino el ambiente
espacio-temporal en el cual el patrimonio y
la experiencia humana histórica acumulada y condensada en
prácticas, tradiciones y testimonios
físicos-espaciales operan como atractivo para el
conocimiento y el disfrute de una experiencia culturalmente
desarrollada en un contexto local, pero valorada como integrante
de la identidad cultural regional.
Desde este punto de vista, el patrimonio como
expresión de la identidad no puede considerarse como algo
cristalizado, congelado, intocable, sino como una referencia
dinámica con un valor de uso
agregado que debe ser apropiado y reformulado en función de
las experiencias de un pasado aún vital en el presente y,
a su vez, fundamento de un futuro que se quiere construir desde
el hoy.
Fueron muchos los inmigrantes llegados a Río
Cuarto, inmigrantes que venían desde Italia, España y
Francia
mayoritariamente. Fueron muchas las huellas que dejaron, huellas
que con el tiempo
terminaron construyendo nuestra identidad regional y nuestra
identidad como riocuartenses.
Recuperar ese aporte, difundirlo y exponerlo en un
ordenamiento que exprese de la mejor manera tanta presencia de
creadores inmigrantes famosos o anónimos que dejaron el
testimonio de su esfuerzo y su constancia en edificios
públicos y particulares, esculturas, pinturas,
fotografías, actividades productivas y culturales y en
la memoria de
su proyección cultural, constituye además del
objetivo de
este trabajo, una
verdadera imagen expresiva
de progreso técnico, institucional y privado, de la
honradez en la ejecución, y de la confianza en el futuro
de esta nueva nación,
de la que se sintieron formando parte.
Patrimonio, Cultura e Identidad
El patrimonio cultural debe ser, esencialmente, una obra
colectiva, producida por el conjunto de la sociedad. De
acuerdo a José Linares el patrimonio cultural comprende
"aquellos bienes muebles
e inmuebles que son la expresión o el testimonio de la
creación humana o de la evolución de la naturaleza y que tiene
especial relevancia en relación con la arqueología,
la prehistoria, la
historia, la
literatura,
la
educación, el arte, las
ciencias y la
cultura en general […] que nos documentan de forma excepcional,
tanto de la cultura material, espiritual,
científico-histórica y artística de las
distintas épocas que nos precedieron, como del presente y
que por su carácter ejemplar y representativo del
desarrollo de
la cultura, todos estamos en la obligación de conservar y
mostrar a la actual generación y a las
futuras".
Pero en las sociedades muy
diferenciadas, la contribución en su construcción y el acceso de las clases
sociales a ese patrimonio, es diferencial. Por eso, se
considera que el concepto
legítimo de "patrimonio cultural" debe reconocer "[…]
las fracturas y el conflicto
tanto en su proceso de
definición, en las políticas
de conservación y en la relación de sus habitantes
con él."
Partiendo de esta definición, se rompe aquella
que concibe al patrimonio cultural desde una posición
elitista y se abre paso a un concepto más amplio, que
refiere a una concepción antropológica de la
cultura, de identidad y por ende del patrimonio cultural. Tal
visión induce el concepto de otredad, es decir, se da la
aceptación de la existencia de producciones o
manifestaciones culturales propias de una diversidad de sectores
sociales, conviviendo en un mismo espacio. En nuestra ciudad este
concepto incluiría a los diferentes actores sociales con
sus correspondientes valores,
normas, ideas,
creencias, intereses, costumbres, mentalidad como expresiones de
una realidad en un momento determinado y proyectado en el
tiempo.
Lo que se pretende con lo anteriormente explicitado es
obviar las diferencias en las producciones culturales, de modo
que "el arte no prime sobre las artesanías, la medicina
científica sobre lo popular, la cultura escrita sobre la
transmitida oralmente" sino que todas ellas cuenten en igual
rango de importancia como bienes culturales que han de ser
tenidos en cuenta para la constitución del patrimonio
cultural.
De allí se entiende que no se debe consagrar como
legítimo lo representativo de ciertos barrios, objetos y
saberes por el simple hecho de haber sido generados por los
sectores hegemónicos, sino que son igualmente importante
las manifestaciones de las capas populares o sectores
subalternos.
De esta manera, "el patrimonio cultural no se presenta
como un conjunto de bienes estables y neutros, con sentido y
valores fijados de una vez y para siempre, propios de un solo
sector de la ciudad, sino como un proceso social que se acumula,
se transforma, produce rendimientos y es apropiado en forma
desigual por diversos sectores de la comunidad".
Esta reflexión permite entender al patrimonio
como dinámico, en donde se reconoce el pasado, se vive el
presente y se proyecta hacia el futuro. Para ello se debe tener
como objetivo alcanzar la conciencia
social, que motorice y haga partícipe a la comunidad toda
de la necesidad de defender el patrimonio natural y cultural de
nuestra ciudad.
Una de las formas de crear conciencia social, respecto
de lo que es el patrimonio cultural, a quién pertenece y
por ende a quién corresponde su preservación, es
decir, que grado de responsabilidad nos cabe a cada uno de nosotros,
miembros de una comunidad y herederos del legado patrimonial,
pasa por la educación de tipo
formal e informal y una buena política proyectada
desde las esferas del Estado,
quién debe garantizar su protección, pese a que
ella debe ser asumida por todos en igualdad de
oportunidades.
En cuanto a lo que debemos preservar, su
determinación se debe realizar a través de un
proceso democrático, en el que intervenga toda la
comunidad tomando en cuenta sus hábitos y opiniones "[…]
debe incluir los edificios monumentales, como la arquitectura
habitacional (de las zonas pudientes, populares y marginales en
la historia) los grandes espacios ceremoniales o públicos
del pasado del mismo modo que los parques y plazas de hoy, los
bienes visibles junto a las costumbres y creencias."
A tal efecto, la política cultural respecto del
patrimonio que debe seguir el Estado, los
medios de
difusión y la comunidad misma, tiene que rescatar las
manifestaciones culturalmente representativas en su conjunto y
"[…] no sólo debe importar los objetos en sí,
sino también los procesos,
porque representan ciertos modos de concebir y vivir el mundo y
la vida propios de ciertos grupos
sociales, es decir, revivir en fin la verosimilitud
histórica".
El patrimonio cultural como se ha expuesto
posibilitará la construcción de la identidad de la
ciudad, no como algo abstracto, superfluo, sino como algo que nos
une, nos identifica, teniendo en cuenta que son el resultado de
un proceso de conflictividad, de cambiantes contextos
inteligibles, que le otorgan una variedad de representaciones,
valores y que su apreciación va desde lo material a lo
simbólico.
Es sabido que nuestra historia reconoce diversos
momentos, una primera etapa en la que la ciudad y la
región se encontraban poblada por diferentes culturas
aborígenes con sus particularismos, costumbres, viviendas,
modos de apropiarse de los recursos
naturales, decoración, representaciones y demás
características de cada uno de ellas, sus relaciones de
solidaridad y
conflictividad, se deben por igual comenzar a sumar en la
constitución de los que es nuestro patrimonio regional y
urbano.
Con la aparición de los primeros españoles
en la región y el choque cultural que ello supuso, con el
posterior establecimiento del poblado del Río Cuarto hacia
1786 y la consecuente creación de una línea de
fortines "defensivos-ofensivos" a lo largo del cauce de su
río, se debe incorporar las manifestaciones culturales a
que dieron lugar a una nueva conflictividad, expresada en dos
caras: la de los pueblos originarios-nuevos pobladores,
siempre entendida en los marcos de la política nacional en
pro de la formación del Estado-nación
y sus requerimientos.
Superada esta etapa, comienza otra, con la llegada del
ferrocarril y la expansión de la traza urbana de la ciudad
y por consiguiente la formación del actual Boulevard
General Roca. Desde allí, como en todo los demás
momentos descriptos, se torna indispensable una ardua investigación acerca de los modos de vida
en el espacio urbano y la campaña, determinando las
diferencias sociales y culturales de sus pobladores, sus
relaciones en torno a la
apropiación de los recursos, el
grado de conflicto y solidaridad entre ellos. Claro está
que por cuestiones de delimitación de objeto de estudio,
en esta propuesta solo se trabajara sobre el aporte cultural que
dejaron los inmigrantes en nuestra ciudad.
Desde allí en adelante la ciudad y la sociedad
riocuartense se encuentran en un proceso de continua
transformación, por eso se torna difícil determinar
qué debemos y no conservar de ella. Estamos convencidos
que este paso será resuelto no solo a través de la
búsqueda de un conocimiento
específico brindado por diferentes disciplinas e instituciones
encargadas de dicha cuestión, sino también por la
participación en suma de la comunidad que, a través
de ello, decidirá qué es lo que debe conservar como
legado a las futuras generaciones, contando tanto la
conservación de lo material como por ejemplo la
monumentalidad de los edificios neoclásicos del siglo XIX
y XX, como las construcciones habitacionales de una de las villa
de la ciudad, hoy ya erradicada, los nuevos descubrimientos
arqueológicos de la zona rural y urbana, las
manifestaciones de los centros culturales en las zonas barriales,
como lo son las actividades de las vecinales en cada barrio,
así como las producciones de las Academias reconocidas de
la ciudad y sus diversos artistas, las fiestas populares y las
nuevas relaciones sociales en espacios determinados.
Básicamente, lo que se requiere es la
preservación del pasado-presente, buscando que las
diferentes manifestaciones que conforman el patrimonio cultural
funcionen como aglutinadores del sentimiento de la
comunidad, y en una función de tipo pedagógica
hacia el futuro, sirvan para el accionar de los individuos y el
colectivo social. Así solo así, creemos que la
verdadera identificación de la sociedad con lo que es su
patrimonio, provocara la necesidad urgente por conservarlo.
Porque, precisamente, la conservación del patrimonio hace
a la memoria y a la
identidad de un pueblo en la búsqueda permanente de sus
raíces y en la necesidad de tener un pasado común
como respaldo al presente y al futuro. Y es la memoria del pasado
que da continuidad y coherencia a cada uno de nuestros
actos.
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