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Cien años de soledad (página 2)




Enviado por adriana_mlv



Partes: 1, 2

 

  1. Nació el hijo de Pilar y de José
    Arcadio: Arcadio. Pilar Ternera se lo hace conocer a
    Úrsula y desde ese momento el niño se va a
    vivir a su casa aunque no fue acogido con mucho gusto.
    Arcadio quedó al cuidado de Visitación, una
    india que
    llegó con su hermano huyendo de la peste de insomnio
    que azotó su pueblo. Amaranta y Arcadio aprendieron
    primero el dialecto de los indios, que ya eran como de
    la
    familia, que el español.

    Con los extranjeros llega el progreso a Macondo.
    José Arcadio Buendía tuvo tanto qué
    hacer que volvió a ser el hombre
    activo que era antes, se encargó de toda la
    organización del pueblo designando tierras a los
    recién llegados y poniendo orden a todo. Todo el
    pueblo estaba en estado de
    agitación y siempre había muchas cosas
    qué hacer.

    Aureliano retoma el gusto por la alquimia y se queda
    ajeno a todo. Ni siquiera notó la llegada de Rebeca,
    una supuesta prima en segundo grado de Úrsula que
    llegó un día con una bolsa con los huesos de sus
    padres. La niña era muy seria y nunca hablaba,
    sólo comía tierra y
    cal de las paredes, además nunca dormía. Al
    principio a nadie le pareció raro que ya no tuvieran
    sueño ni estuvieran cansados ya que siempre
    había algo para hacer. Al paso del tiempo ya
    la gente empieza a notar que el insomnio no era normal y
    Visitación les advierte que es la peste del insomnio
    de la cuál había escapado en su pueblo. Los
    habitantes de Macondo no lo toman como algo grave y en
    cambio
    buscan maneras de entretenerse, como juegos y
    pláticas interminables.

    La peste del insomnio no era tan inofensiva como
    parecía y de pronto hizo que todas las personas
    empezaran a olvidar. Primero fueron las cosas básicas,
    como los nombres de las cosas, y lo intentaron remediar
    poniendo letreros en cada cosa, pero después se les
    empezó a olvidar para qué servían esas
    cosas, hasta que olvidaron quienes eran y sus
    responsabilidades.

    Un día los Buendía recibieron una
    sorpresa. Melquíades había regresado de
    la muerte
    porque no soportaba estar solo y con él trajo una
    pócima que fue la cura para el insomnio del pueblo.
    Como José Arcadio Buendía lo apreciaba mucho lo
    invitó a vivir en su casa, y ahí se
    quedaría para siempre, como parte de la familia.

    Aureliano era muy dedicado a su trabajo.
    Como había estado mucho tiempo en el laboratorio conocía muy bien
    cómo manejar los metales, lo
    que le ganó una fama en los alrededores de orfebre,
    ganando cada vez más dinero.
    Fue cuando llegó Francisco el Hombre,
    cantando las noticias,
    cuando Aureliano fue a la carpa de Catarino a escucharlo y se
    encontró con una mujer,
    pero no pasó nada por lo que él se
    frustró y se resignó a vivir sin mujer y a
    dedicarse a su trabajo.

    Úrsula al ver que la casa se llenaba de gente
    dispuso una remodelación total, haciéndola la
    más bella de Macondo. Para esos tiempos llegó
    un corregidor al pueblo, mandado por el gobierno,
    junto con su familia, lo que no les gustó a nadie por
    considerarse un pueblo que se regía
    sólo.

  2. Capítulo
    III
  3. Capítulo IV
  4. Captítulo
    V
  5. Capítulo VI

    En Macondo recibieron la noticia de que la guerra
    había acabado. Al principio la familia lo
    acogió con alegría, pero fue pronto sustituida
    por la incertidumbre sobre qué le había
    sucedido a Aureliano Buendía. Fue cuando recibieron
    noticias de que había sido capturado y sería
    fusilado en Macondo, que esa incertidumbre se
    convirtió por un momento en esperanza.

    Cuando Úrsula fue a visitarlo al cuartel en
    donde lo tenían preso encontró a su hijo
    totalmente cambiado. Aureliano Buendía estaba
    conciente de su muerte y
    se sentía más sólo que nunca. Buscaba en
    todos lados la posible manera en que la muerte se
    anunciaría, sin embargo, los días pasaban y
    pasaban, y su voluntad de ser ejecutado en Macondo no
    parecía tener una fecha, por lo menos cercana, para
    ser cumplida.

    Lo que Aureliano no sabía era que
    había una especie de mito
    circulando en el pueblo. Se decía que el que se
    atreviera a matar a Aureliano Buendía moriría
    también, así como el pelotón que lo
    fusilara, por lo que nadie quería cargar con ese peso.
    A final de cuentas no
    lo ejecutaron porque ya estando en la pared de fusilamiento
    su hermano, José Arcadio, lo rescató en el
    último momento y provocando que todos los soldados que
    estaban ahí se dispersaran.

    Los mismos soldados que lo iban a ejecutar, junto
    con los generales, se presentaron tiempo después a la
    disposición de Aureliano Buendía. Todos ellos
    juntos emprendieron un viaje de vuelta a la guerra en busca
    de otro general, Victorio Medina, que se encontraba
    también condenado a muerte en algún lugar del
    país. Los mismos rumores de antes, sobre la muerte y
    vida de Aureliano, comenzaron a circular de nuevo.

    Ya la familia había crecido mucho. Cuando
    murió Arcadio, Úrsula se llevo a Santa
    Sofía de la Piedad a vivir a la casa junto con sus
    hijos: Remedios, la bella, y los gemelos José Arcadio
    II y Aureliano II. Amaranta se hizo cargo de cuidarlos a
    todos. Nadie recordaba, o no querían recordar, a
    Rebeca y José Aureliano, que se habían ido a
    vivir a la casa que era de Arcadio, sólo los
    veían de lejos todos los días, muy felices al
    parecer.

    Un día sin esperarlo, José Arcadio es
    asesinado en su casa. La noticia de su muerte llegó
    hasta Úrsula llevada por un hilo de sangre que
    penetró hasta la cocina. Rebeca estaba tan triste y
    totalmente inconsolable que decidió encerrarse en su
    casa y en su sufrimiento y no salir nunca más. Nadie
    supo nunca quién lo había matado, ni
    encontraron alguna herida ni arma, lo único que
    prevaleció fue un penetrante olor a pólvora que
    quedó en el cadáver y en el cementerio para
    siempre.

    Aureliano estaba en una lucha que no consideraba
    propia. Se había dado cuenta, poco a poco de que no
    luchaba por el partido liberal sino por orgullo y por
    encontrar algo que ni él sabía qué era,
    su mano derecha Gerineldo Márquez pasaba tiempo en la
    casa, con un amor
    secreto por Amaranta. Murió José Arcadio
    Buendía, ese día llovieron flores en
    Macondo.

  6. Capítulo
    VII
  7. Capítulo VIII

    Ya con toda la familia viviendo en la misma casa,
    muchas cosas empezaron a suceder. Aureliano José
    empieza a ver en Amaranta algo más que a una
    tía y la busca como mujer. Al principio ella lo
    permitió y lo vio como algo inocente pero con el paso
    del tiempo pensó que y había sido suficiente y
    lo empezó a alejar.

    Mientras tanto Aureliano Buendía estaba
    todavía tratando de reconstruir el antiguo partido
    liberal, aunque era casi imposible porque cada vez
    había menos gente dispuesta a seguir una causa
    perdida. Fue para estos mismos tiempos que Macondo se
    convierte en municipio y se creó un ambiente
    de confianza que por poco hace que todos se olviden de la
    guerra, se abrieron teatros y se reinstauró la
    escuela.

    Aureliano José estaba totalmente despechado
    por lo que decidió irse con su padre a la batalla.
    Esta situación no duró mucho porque un
    día regreso porque no podía estar lejos de
    Amaranta pero al verla igual de firme que antes
    decidió consolarse en los brazos de otras mujeres. Al
    enterarse de que era hijo de Pilar, Aureliano José la
    busca y juntos comparten su soledad, ese día muere
    asesinado, como lo había visto su madre en las
    cartas.

    La economía de la familia Buendía
    empezaba a prosperar otra vez. Con el negocio de dulces de
    Úrsula la casa volvió a ser la de antes, hasta
    que llegaron los diecisiete hijos de Aureliano para buscar a
    su padre, presentarse con todos y para ser bautizados. Todo
    se anotó en una libreta para sentar registro de
    los nombres y direcciones de los niños y de sus madres.

    El gobierno federal anunciaba que la guerra
    había terminado y que habían recuperado el
    control
    del país, sin embargo las noticias de nuevos y
    constantes levantamientos armados no permitían que la
    gente estuviera tranquila. Aureliano Buendía
    Regresó a Macondo, ajeno como siempre, malo como
    nunca. No permitía que la gente se le acercara a menos
    de tres metros, ni siquiera su propia madre, por lo que
    hacía dibujar un círculo en el piso al que
    nadie debía entrar.

    Aureliano Buendía estaba siempre en estado de
    alerta, no descansaba ni un momento. Llegó al pueblo
    haciendo "justicia"
    y tratando de eliminar todo lo que pudiera estar en contra de
    sus intereses, entre ellos a su alguna vez amigo y rival de
    ideologías el general José Raquel Moncada. A
    pesar de los reclamos de Úrsula y de todas las madres
    del pueblo, esa noche, en consejo de guerra, el general
    Moncada fue condenado a muerte.

    Aureliano Buendía y el general Moncada
    tuvieron una última conversación. Hasta ese
    momento no se había visto con el corazón pero al hacerlo se dieron
    cuenta de cuánto habían envejecido. El General
    Moncada le dio a Aureliano sus pertenencias para que se las
    llevara a su mujer y le dijo que lo más triste,
    más aún que su muerte, era que Aureliano se
    estaba convirtiendo en lo que más aborrecía: en
    un militar. Aureliano se fue otra vez.

    Gerineldo Márquez fue el primero en sentir
    los estragos de la guerra. Lo que al principio lo llenaba de
    emoción y de gusto, ahora le parecía lejano e
    indiferente, por lo que decidió invertir su tiempo en
    Amaranta. Comía en su casa casi todos los días
    y después la acompañaba a tejer en el
    jardín donde platicaban de todo. La buscaba siempre
    que podía y procuraba que ella no olvidara su
    existencia.

    Cuando Aureliano Buendía regresó a
    Macondo parecía aún más lejano y ajeno a
    todo lo que podría beneficiar al pueblo. Se hizo cruel
    con la gente y parecía poseer una intranquilidad
    permanente que se apaciguaba solamente si veía y
    sentía el sufrimiento de sus enemigos, por lo que
    buscaba siempre con quién desquitarse. El poder que
    él poseía lo estaba consumiendo lentamente por
    dentro.

    El día en que Aureliano Buendía
    sintió un frío que lo invadía hasta los
    huesos supo que era momento de detenerse. Se cansó de
    la guerra y lo demostraba no respondiendo a los telegramas
    que le llegaban de sus oficiales, siendo indiferente ante las
    noticias que le llevaban sobre las situaciones en el frente y
    en general ante todo lo que pasaba a su alrededor y en el
    pueblo, se refugió en él mismo.

    Aureliano Buendía mandó fusilar a su
    amigo y mano derecha Gerineldo Márquez por supuesta
    traición, siendo que lo que en realidad había
    sucedido era que lo había contradicho en alguna de sus
    decisiones. Úrsula le expresó a su hijo su
    desacuerdo ante este hecho y le dijo que ella misma lo
    mataría en el momento en que viera el cuerpo de
    Márquez.

    Aureliano decidió no fusilarlo, pero esto
    siempre dejaría en el recuerdo de Gerineldo
    Márquez un amargo sabor. Aureliano ahora se dedicaba a
    unir fuerzas para ponerle fin, de una vez por todas, al
    conflicto
    que algún día él mismo había
    apoyado. Buscaba establecer acuerdos para que todos quedaran
    contentos, buscando al mismo tiempo la paz y la libertad,
    más que del país, la de él.

    Cuando estaba en su casa, Aureliano trataba de poner
    orden a sus memorias.
    No conseguía hilar recuerdos ni sentimientos de
    ninguna índole, y todo lo que fue su vida
    perecía de repente una visión borrosa de lo que
    había sido. Él trataba de recordar y siempre se
    preguntaba cuál hubiera sido su destino si no hubiera
    decidido hacer lo que hizo, si todo hubiera sido diferente,
    sin embargo, ya no albergaba ninguna esperanza.

    El pueblo lo veía más que como una
    persona
    reflexiva, como un traidor. El día en que se
    firmó un tratado para poner fin a la guerra, dejando a
    los liberales en desventaja, él trató de
    suicidarse porque no podía con su vida ni con lo que
    acababa de hacer pero no lo logró. Este hecho le
    devolvió el cariño que la gente sentía
    por él y lo vieron a partir de ese momento como el
    mártir que prefería morir a estar en un lugar
    dónde no existía la justicia.

  8. Capítulo IX

    Los gemelos Aureliano II y José Arcadio II
    eran iguales en apariencia. En la escuela los
    confundían y ellos jugaban a hacerles bromas a las
    personas diciendo que eran el otro, siempre estaban muy
    unidos. Úrsula pensaba que en alguno de sus juegos
    ellos mismos se habían confundido y se habían
    quedado con el nombre del otro ya que estos no
    correspondían con sus personalidades.

    José Arcadio II era muy diferente a los otros
    que habían llevado su nombre. Al principio se
    interesó por las prácticas militares, hasta el
    día en que vio una ejecución y se
    convenció de que a los fusilados los enterraban vivos,
    lo que fue su obsesión hasta el día en que
    murió. Empezó a buscar al cura del pueblo, y
    junto a él aprendió el catecismo e hizo su
    primera comunión. Junto al párroco se
    inició en las peleas de gallos y pronto
    descubrió que era muy bueno en eso.

    Por otra parte Aureliano II empezó a
    interesarse por la
    ciencia, la alquimia y los manuscritos de su abuelo y de
    Melquíades. Pasaba mucho tiempo en el viejo cuartito
    en el que sus antepasados se habían refugiado tiempo
    atrás. Un día se encontró ahí con
    Melquíades y juntos se ponían a platicar por
    mucho tiempo. Tiempo después empezó a tocar el
    acordeón en fiestas y reuniones, por lo que
    Úrsula estaba preocupada por el destino de los dos
    hermanos.

    Aureliano II empezó a tener mucho dinero con
    su negocio de animales.
    Esto sucedió más por un golpe de suerte que por
    esfuerzo propio ya que su ganado se reproducía de una
    manera increíble, lo que él le atribuía
    a su concubina Petra Cotes. Al principio los dos
    vivían pobremente y sólo buscaban la manera de
    estar juntos y Aureliano II quiso aprender de Aureliano
    Buendía el arte de hacer
    pececitos de oro para
    mantener a Petra pero no lo consiguió.

    El dinero en la familia no faltaba, al contrario
    parece que hasta sobraba. Con el negocio de los dulces,
    Úrsula ganaba mucho y cuando decidía que ya no
    quería más, las oportunidades seguían
    apareciendo. Aureliano II, en el auge de sus negocios
    hacía fiestas a diario, derrochando comida y vino, y a
    las que invitaba a todo el mundo. Llenó su vida de las
    más frívolas excentricidades, como tapizar la
    casa con billetes y los baños con oro, a lo que su
    abuela le aconsejaba que guardara para los tiempos de
    escasez,
    pero él no hizo caso.

    Remedios, la bella, había crecido y su
    belleza era el secreto mejor guardado de la familia.
    Úrsula trataba de evitar que los hombres la conocieran
    sin embargo los que lo hicieron jamás se recuperaron.
    Muchos extranjeros iban a Macondo sólo para ver a
    Remedios cuya fama había rebasado los límites de la región pero ella
    no aceptaba ninguno, hasta parecía que se trataba de
    una persona fuera de este mundo.

    Remedios era una persona ajena a los
    convencionalismos de la gente y no entendía ni las
    más mínimas reglas, como la de usar ropa. Se
    creó entonces la creencia de que los hombres que la
    veían se enamoraban de ella y como si fuera una
    maldición morían después. Aureliano II
    conoce a la que sería su esposa, Fernanda, en el
    carnaval de Macondo.

  9. Capítulo X

    Aureliano II había ido a buscar a Fernanda
    hasta el lugar donde vivido guiado únicamente por
    pistas y recomendaciones, ya que hasta ese momento
    desconocía su nombre. Él le declara sus deseos
    de casarse con ella y ella lo acepta, vuelven juntos a
    Macondo. Aunque Aureliano II ya estaba casado no dejaba de
    visitar a Petra incluso pasaba algunas noches en su casa, a
    pesar de que intentaba controlar esa situación en
    repetidas ocasiones.

    Fernanda del Carpio era de una ciudad lejana. En ese
    lugar ella no tenía acceso a las noticias del mundo y
    vivía encerrada en un mundo lúgubre y gris. Su
    familia en algún momento tuvo mucho dinero pero lo
    gastó todo en la
    educación de su única hija en las mejores
    escuelas de la ciudad con la esperanza, más bien la
    determinación, de que algún día se
    convertiría en reina. Su padre era lejano y no
    tenía amistades cercanas, por lo que Fernanda
    creció en un mundo regido por las reglas
    sociales.

    En esa misma fiesta llegaron de nuevo los 17 hijos
    de Aureliano Buendía para conocerlo. La familia los
    invitó a que se quedaran en el pueblo pero sólo
    uno aceptó: Aureliano Triste y nada más porque
    no tenía a dónde ir. Aureliano triste se
    encargó de la exitosa fábrica de hielo de
    Aureliano II junto con su hermano Aureliano Centeno, que
    llegó a vivir al pueblo tiempo
    después.

    Fernanda tuvo problemas
    con la familia desde que llegó. Con Amaranta se
    peleó porque se burlaba de ella y hablaba siempre en
    una forma en que no entendía, nunca más se
    dirigieron la palabra y trataban de evitarse a toda costa.
    Fernanda trató de imponer en la casa sus costumbres
    muy formales que nadie obedecía y hasta su marido se
    burlaba de ella diciendo que se había casado con una
    hermana de la caridad.

    Nació su primer hijo: José Arcadio y
    desde el principio Úrsula se encargó de su
    crianza. Trató de inculcarle valores y
    respeto y
    estaba convencida de que el niño no sería como
    los demás hombres de la familia, es más, que
    algún día se convertiría en Papa. Tiempo
    después nació su segundo hijo, una niña
    que se llamó Renata Remedios, pero todos la
    conocían con Meme.

    Aparte de alegría, el carnaval de Macondo
    trajo a la familia recuerdos amargos. Con el pretexto de
    aprovechar la fecha en que habría mucha gente, el
    gobierno decidió hacer un jubileo en honor a Aureliano
    Buendía, del cuál él no quiso saber nada
    por considerarlo una gran burla e incluso una ofensa por
    parte de quienes habían sido sus compañeros de
    batalla alguna vez.

    En alguna ocasión la familia trató de
    entrar en la antigua casa de Rebeca y José Arcadio
    Buendía para poder ocuparla. Se llevaron una gran
    sorpresa al ver que Rebeca estaba viva y trataron de
    reincorporarla al mundo y de llevarla de regreso a vivir con
    la familia, sin embargo ella se negó y los
    corrió, se quedó en su casa solamente con una
    criada que la había acompañado durante todo el
    tiempo que había durado su encierro.

    Aureliano triste llevó a Macondo la ruta del
    ferrocarril.

  10. Capítulo XI

    Con la llegada a Macondo del ferrocarril el progreso
    dio un salto más cerca al pueblo. Muchas personas
    llegaron llevando consigo los avances más
    maravillosos, como la luz
    eléctrica, el teléfono y el cine,
    entre muchas otras cosas, que dieron al lugar un nuevo
    aire de
    juventud.
    También llegaron extranjeros atraídos por los
    misterios de Macondo.

    Entre estos extranjeros llegó uno llamado Mr.
    Herbert quien fue recibido con hospitalidad por la familia.
    En todas sus visitas comía con los Buendía,
    hasta un día en que probó un plátano y
    le pareció el mejor que había comido en toda su
    vida. Tiempo después llegó con muchos aparatos
    y después de hacer muchos estudios a la tierra
    y al ambiente trajo consigo a muchas más personas y se
    establecieron allí indefinidamente.

    Otros dos hijos de Aureliano Buendía,
    Aureliano Serrador y Aureliano Arcaya, llegaron a vivir a
    Macondo por la simple razón de que todo el mundo
    estaba yendo para allá. Úrsula no dejaba que se
    acercaran a Remedios, la bella, por temor a que se enamoraran
    de ella y tuvieran el mismo trágico final que todos
    aquellos que lo habían hecho, por lo que se fueron a
    vivir a otra casa.

    Los forasteros que llegaban en el tren siempre
    encontraban en la casa de los Buendía un buen refugio
    para descansar de sus viajes.
    Siempre eran bien atendidos y la casa se veía
    más feliz que nunca, la familia los atendía
    como a reyes y les daban de comer y beber a cuanto se
    apareciera por ahí, incluso tenían que hacer
    turnos para poder darse abasto con las pocas mesas y sillas
    que tenían. Muchos de ellos cayeron en el hechizo de
    Remedios, la bella, y por esto muchos más perdieron la
    vida, reafirmando así lo que se decía de que el
    hechizo de Remedios la bella no era de amor sino de muerte.
    La familia optó por desatenderse de ella, ya que nunca
    hacía caso ni parecía entender nada, la dejaron
    libre.

    Pronto los extranjeros de la compañía
    de plátanos empezaron a hacer su propia justicia. Se
    habían establecido a las afueras de Macondo en casas
    con techos blancos y demostraban unas costumbres que
    escandalizaban y al mismo tiempo fascinaban a todos en el
    pueblo. Ellos dictaron sus leyes y
    pusieron varios policías afuera de sus terrenos y
    castigaban con mano propia a los que desobedecían sus
    reglas.

    Aureliano Buendía se proclamó contra
    la situación de los extranjeros. El gobierno federal
    tuvo miedo a que considerara la posibilidad de en
    algún momento encabezar más movimientos
    armados, por lo que mandaron matar todos sus hijos,
    pudiéndolos identificar fácilmente por una cruz
    que llevaban en la frente desde el miércoles de ceniza
    y que nunca desapareció. Todos murieron excepto
    Aureliano Amador que vivía en las montañas y
    había logrado escapar antes de que lo
    encontraran.

    Aureliano Buendía al saber de esta
    situación se sintió muy enojado. Sus ansias del
    pasado por la lucha revivieron y solamente buscaba la manera
    de juntar dinero para lanzarse en contra de quienes
    habían asesinado a sus hijos.

  11. Capítulo XII

    Úrsula ya estaba vieja. Parecía ser
    que ya estorbaba por todos lados más de lo que
    podía ayudar y se estaba quedando cada vez más
    ciega. De una forma u otra esto no fue un impedimento para su
    vida diaria al contrario, con sus otros cuatro sentidos pudo
    captar y comprender muchas cosas que por algún tiempo
    había pasado por alto.

    Úrsula se pudo dar cuenta que los
    sentimientos que alguna vez había percibido en sus
    hijos y en la familia no eran nada parecido a la realidad.
    Aureliano Buendía, en vez de triste y desilusionado,
    era una persona soberbia. Por otra parte Amaranta, que a
    simple vista parecía una persona vengativa y llena de
    rencor, lo único que hacía era luchar contra el
    miedo de vivir.

    José Arcadio por fin emprendió su
    viaje al seminario.
    Con grandes esfuerzos y después de muchos
    aplazamientos, la familia veía cumplirse su
    sueño más inalcanzable. Meme había sido
    enviada a una escuela para monjas donde aprendería a
    tocar el clavicordio pero por su carácter alegre y despreocupado, la
    familia temía que no lo lograra. Ella trataba de
    darles gusto sólo para no tener sobre ella a su
    madre.

    Aureliano II seguía haciendo fiestas que
    terminaban en parrandas todos los días de la semana. A
    todos en la casa los cansaba ese estilo de
    vida y se lo reprochaban, por lo que él
    decidió irse a vivir permanentemente a casa de Petra
    Cotes, abandonando a Fernanda. Fue un día en una de
    sus fiestas cuando por exceso de comida sintió la
    cercanía de la muerte y decidió regresar a
    morir al lado de su esposa, como lo había prometido,
    sin embargo al estar fuera de peligro, regresaba una y otra
    vez a casa de Petra.

    Fernanda estaba conciente de esta situación
    pero parecía no importarle mucho. Cuando Meme
    venía de vacaciones, los dos se las arreglaban para
    parecer un matrimonio
    feliz y brindarle los mejores recuerdos de su juventud,
    aunque en realidad casi no se hablaban. Cuando estaba sola,
    Fernanda se dio cuenta de que viví en una casa
    habitada por sombras de las personas que parecían ya
    no estar ahí

    Todos en la casa parecían ser ajenos a lo que
    ocurría en el mundo. Aureliano Buendía nunca
    abandonaba su taller, ni siquiera para comer; Amaranta por su
    parte pasaba días y días tejiendo su propia
    mortaja, alistándose para el día de su muerte.
    José Arcadio II nunca estaba en la casa, en realidad
    nadie sabía lo que pasaba en su vida.

    Sólo José Arcadio II podía
    hablar con Aureliano Buendía. Los días en que
    estaba en la casa se los pasaba hablando con él y
    discutiendo los textos de Melquíades. A pesar de que
    era un rostro familiar y cercan a Aureliano, ni siquiera
    José Arcadio II pudo sacarlo de su rutina de hacer
    pesaditos de oro y de nunca abandonar el pequeño
    taller.

    Un día muere Aureliano Buendía. Lo
    hizo en silencio apoyado en el árbol en el que en
    algún tiempo viviera su padre los últimos
    días de su vida.

  12. Capítulo XIII

    Meme terminó sus estudios en la escuela de
    monjas y regresó a Macondo. Ella quería vivir
    con su familia y encontró con sorpresa a una nueva
    hermanita: Amaranta Úrsula. Por su aparente docilidad
    y obediencia, Fernanda nunca le negó la oportunidad de
    divertirse. Meme era feliz en el lugar que fuera, siempre y
    cuando su madre no estuviera ahí y ella pudiera
    reír y hacer cosas divertidas. Su padre pensó
    que no le prestaba suficiente atención y decidió pasar
    más tiempo con ella.

    La muerte de Amaranta trae nuevas precipitaciones a
    la casa de los Buendía que parecía haber gozado
    por mucho tiempo de una paz increíble. Amaranta
    había vivido siempre aparte, atormentada por sus
    propios recuerdos y privaciones, tratando siempre de huir de
    ellos. Ella ya estaba lista para la muerte, años
    atrás se le había aparecido y le había
    dicho que moriría el día en que acabara de
    tejer su mortaja, así sucedió.

    Úrsula, después de la tristeza por la
    muerte de su hija no pudo levantarse. Solamente Santa
    Sofía de la Piedad la ayudaba para que pudiera comer y
    bañarse, gracias a ella se enteraba de lo que
    sucedía en el pueblo y nadie sospechaba de que ya
    estaba completamente ciega. Con este tiempo libre que
    tenía fue cuando se dio cuenta de que Meme andaba en
    algo raro y siempre actuaba de una manera
    sospechosa.

    Lo que en realidad sucedía era que Meme se
    veía a escondidas con un muchacho del pueblo. Mauricio
    Babilonia trabajaba en la compañía platanera y
    fue ahí donde la conoció porque él era
    el mecánico de una de las amigas de Meme y en una de
    sus múltiples visitas al lugar dónde
    vivían los extranjeros él les sirvió de
    chofer. Mauricio siempre estaba rodeado por mariposas
    amarillas.

    Meme se enamoró perdidamente de él y
    él lo sabía. Mauricio Babilonia contaba con una
    altanería natural que encantaba y al mismo tiempo
    molestaba mucho a Meme porque parecía que él
    adivinaba sus pensamientos y siempre hacía comentarios
    sobre lo que no debía. No tenía los mismos
    modales que ella pero lo compensaba con una simpatía
    inigualable. Casi sin darse cuenta iniciaron una
    relación pero el día en que Fernanda los
    descubrió dejaron de verse, pero sólo por unos
    días.

    Con el consentimiento de Aureliano II, Meme iba al
    cine sola. Ellos dos fingían que iban juntos, pero al
    salir de la casa Aureliano II se iba a hacer fiestas a casa
    de Petra y Meme se encontraba en el cine con Mauricio. En una
    ocasión, cansada de no ser obedecida, cuando Fernanda
    se da cuenta de que Mauricio está en el baño de
    Meme llama a la policía. Los policías disparan
    en contra de lo que según la acusación Fernanda
    era un vil ladrón de gallinas.

    Mauricio Babilonia murió de viejo.
    Había quedado paralítico a raíz de la
    bala que le dispararon los policías, Meme había
    sido obligada a no visitarlo. Hasta el último
    día de su vida tuvo que llevar a cuestas la fama de
    ser un ladrón y a las mariposas amarillas que nunca lo
    dejaron sólo.

  13. Capítulo XIV
  14. Capítulo
    XV
  15. Capítulo XVI

    Después de que la lluvia cesó
    Úrsula se sintió muy bien. Parecía que
    la lluvia se había llevado también lo malo y
    experimentaba muchos periodos de lucidez por lo que le estaba
    costando mucho trabajo cumplir su palabra de que iba a
    morirse cuando pasara la lluvia. Úrsula vio su casa
    deshecha por la lluvia, todo se estaba deshaciendo y
    trató de emprender una misión
    de rescate. Empezó a limpiar todo pero cuando le
    llegó el turno al cuarto de Melquíades
    encontró ahí a José Arcadio II sucio y
    más viejo que nunca.

    José Arcadio iba a ir de visita antes de
    tomar los votos perpetuos para ser sacerdote. Por esta
    razón Fernanda decidió ayudar a Úrsula a
    arreglar la casa para que su hijo pudiera encontrarla
    presentable. Ella tuvo que vender lo poco de valor que
    le quedaba para comprar más cosas aunque de menor
    calidad y
    decoró el jardín con plantas de
    todo tipo. Por más que lo intentó,
    Úrsula no pudo convencer a Fernanda para que reabriera
    las puertas de las casa.

    Petra Cotes había logrado conseguir algo de
    dinero con el dinero
    de las rifas. Con esto ella mantenía a Fernanda y a la
    familia de Aureliano II, sacrificando muchas veces su propio
    bienestar para que ocasionalmente Fernanda pudiera comprar un
    mantel. Incluso era ella quien vestía a Santa
    Sofía de la Piedad, de la que todos en la casa
    parecían haberse olvidado. Poco a poco, Aureliano II y
    Petra se estaban enamorando, esta vez era amor de verdad, no
    sólo la pasión que experimentaban
    antes.

    Úrsula vuelve a perder su lucidez y estaba
    alucinando más que nunca. Santa Sofía de la
    Piedad estaba segura de que moriría de un momento a
    otro. Úrsula falleció un jueves santo, con 120
    años de edad, en medio de un calor
    infernal. El padre atribuía este calor a la
    aparición del judío errante, una mezcla entre
    macho cabrío y hembra hereje que traía
    desgracias al pueblo. Nadie creía la teoría del padre hasta que lo
    capturaron pero parecía más un ángel que
    demonio. Lo quemaron en el centro del pueblo.

    Rebeca murió a fines de ese año.
    Macondo se había acabado, había envejecido y
    era como al principio, seco y solo. Amaranta Úrsula
    parecía estar creciendo bien. La niña se
    dedicaba arduamente a sus estudios y su padre, Aureliano II,
    estaba feliz. Por otra parte Aureliano nunca había
    visto el mundo exterior a la casa y parecía no
    interesarse por eso. Inició una amistad
    con José Arcadio II y de él escuchó la
    verdad de la masacre y adquirió una madurez
    impresionante.

    Aureliano II despertaba todos los días con
    una especie de nudo en la garganta. Pilar Ternera lo
    interpretó como un signo de brujería por lo que
    mató una gallina para desaparecer el mal,
    desapareciendo el dolor momentáneamente. Aureliano II
    empezó a sentirse mal otra vez, se da cuenta de que se
    estaba muriendo poco a poco, por lo que decide trabajar
    más que nunca para poder mandar a Amaranta
    Úrsula a Bruselas como se lo había
    prometido.

    Aureliano II murió. José Arcadio II
    cayó muerto también. Los enterraron
    juntos.

  16. Capítulo
    XVII

    Aureliano pasaba mucho tiempo en el cuarto de
    Melquíades. Siempre estaba leyendo o platicando con
    él, que apareció poco después de la
    muerte de José Arcadio II y Aureliano II. Mientras
    más avanzaba Aureliano en sus estudios,
    Melquíades parecía estar más y
    más ausente, hasta el día en que
    despareció totalmente, dejando por primera vez su
    cuarto vulnerable al polvo y a las inclemencias del
    tiempo.

    Después de la muerte de Aureliano II, Petra
    Cotes seguía manteniendo a la familia, obviamente
    desde el anonimato. Santa Sofía de la Piedad no paraba
    de trabajar tratando de arreglar las cosas y de recuperar la
    antigua casa, sin embargo la muerte de Úrsula la
    había quebrantado. Tiempo después se fue para
    siempre diciendo que ya no podía más con todo,
    fue la primera muestra de
    determinación que mostró desde que
    degolló el cadáver de José Arcadio II
    para asegurarse de que no lo enterraran vivo.

    Aureliano y Fernanda no compartían ni
    siquiera la soledad. Fernanda estaba por fin tranquila, se
    sentía como antes vivía en la casa de sus
    padres y poco a poco fue perdiendo la noción del
    tiempo. Aureliano había traducido parte de los
    pergaminos de Melquíades, cosa que no habían
    logrado su predecesores, pero no pudo descifrarlos por lo que
    le pidió permiso a Fernanda de salir a buscar libros que
    lo ayudaran, ella se lo negó.

    Fernanda se había hundido tanto en su soledad
    que Aureliano no había sabido nada de ella hasta el
    día en que la encontró muerta. Cuatro meses
    después llegó José Arcadio vestido con
    sus túnicas de sacerdote pero no quiso saber nada de
    Aureliano. Tiempo después este se enteró de que
    nunca había ido al seminario y que había
    abandonado los estudios poco tiempo después de
    iniciarlos y que ocultó la verdad porque pensó
    que iba a recibir una gran herencia.

    José Arcadio también cargaba con sus
    propios fantasmas.
    Aún después de tantos años seguía
    evocando a Amaranta y la veía como lo único
    bueno que había tenido. Desde que tenía
    memoria
    siempre había tenido miedo a todo, a lo pasaba, a lo
    que no y a lo que podía o tenía que pasar. Su
    único pasatiempo era invitar niños a jugar a la
    casa para poder sentir un poco de alegría. Los
    niños se ocupaban de su cuidado personal pero
    hicieron muchos desastres, hasta que un día ya no
    volvieron.

    Aureliano finalmente se decidió a salir a
    buscar sus libros. Un día José Arcadio
    encontró el San José de yeso lleno de monedas y
    mandó restaurar la casa. Esto fue hecho en vano, ya
    que cada vez estaba más y más acabada, igual
    que ellos. José Arcadio y Aureliano se hablaban cada
    vez más y juntos lograban sobrellevar mejor su
    soledad.

    Llegó a la casa Aureliano Amador, el
    último hijo vivo de Aureliano Buendía. El joven
    estaba pidiendo asilo pero como ellos no lo conocían
    se lo negaron, por lo que fue asesinado por dos
    policías que llevaban años tras su pista. El
    día en que José Arcadio murió, Aureliano
    se dio cuenta de cuanto lo quería.

  17. Capítulo XVIII

    Después de muchos años en Bruselas,
    Amaranta Úrsula llega a Macondo con su esposo. Estando
    en su casa ella se pudo dar cuenta de cómo
    había pasado el tiempo y casi inmediatamente se puso a
    arreglar la casa. Apareció con ropa llamativa y
    hablando en un tono de voz muy alto que no era lo
    acostumbrado en Macondo. Ella poseía una gran
    alegría y un gran espíritu, por lo que se
    notaba que no había estado en el pueblo durante gran
    parte de su vida.

    Gastón su esposo pensó que la visita a
    Macondo era algo temporal, por lo que accedió a
    acompañarla. Al principio ni siquiera
    desempacó, se limitó a ayudar a Amaranta
    Úrsula a arreglar los desperfectos de la casa y a
    limpiar un poco. Gastón era por lo menos quince
    años mayor que su esposa pero su aire juvenil y
    desenfadado recompensaban esto. Los dos se amaban mucho y
    eran cómplices en sus locuras.

    Gastón y Amaranta Úrsula se
    habían conocido tres años antes de casarse.
    Él la recogía en la escuela y juntos pasaban
    mucho tiempo en el club y enfrascados en múltiples
    aventuras. Su esposa le había hablado de Macondo como
    el lugar más maravilloso de la tierra, y donde ellos
    pasarían toda la vida con sus hijos. Por esta
    razón el aceptó el viaje pero al paso de los
    años él empezó a preocuparse y
    desesperarse porque ya no había nada qué
    hacer.

    Aureliano disfrutaba mucho su recién
    adquirida libertad. Pasaba mucho tiempo en la librería
    donde había hecho varios amigos, que serían lo
    únicos que tendría por el resto de su vida.
    Juntos hablaban y discutían de muchos temas, y se
    pasaban tardes enteras estudiando a los autores más
    reconocidos de la época, incluso hacían varias
    competencias
    para probarse unos a otros. Gabriel era el más cercano
    a Aureliano, este lo apreciaba mucho por ser el único
    que parecía recordar a Aureliano Buendía y
    conocer su historia.

    Aureliano empezó a sentir una
    atracción por Amaranta Úrsula. Al ver que no
    podía expresar sus sentimientos, trató de
    distraerse con una prostituta del pueblo, Nigromanta, pero lo
    único que conseguía era pensar más y
    más en Amaranta Úrsula. Aureliano se
    mantenía de vender las últimas cosas de valor
    que quedaban en la casa y cuando ya no tenía dinero
    iba pedir cabezas de pollo para hacer caldos.

    Aureliano poco a poco fue integrándose a las
    comidas familiares. A Gastón esto le gustó y se
    quejaba con él de que sus socios tal vez lo estaban
    engañando porque había pasado mucho tiempo y no
    había recibido el paquete que les encargó.
    Aureliano al principio pensaba que Gastón era tonto,
    pero con el paso del tiempo se dio convenció de que
    era manipulador y perverso.

    Cuando Amaranta Úrsula supo de boca de
    Aureliano lo que sentía por ella, se
    escandalizó. Le dijo que se iría a
    Bélgica lo más pronto posible y Aureliano se
    refugió en el cariño de Pilar Ternera, quien
    había pasado por el pueblo y lo había
    confundido con Aureliano Buendía. Sin embargo Amaranta
    no se fue y al contrario, sucumbió ante las propuestas
    de Aureliano

  18. Capítulo XIX

    Pilar Ternera murió y su última
    voluntad fue que la enterraran sin ataúd, solamente
    sentada en su mecedora. Después de esto, las
    prostitutas que llegaron al pueblo con ella se dispersaron
    como parte de un rito luctuoso. En Macondo la vida
    parecía cada vez más difícil. El pueblo
    estaba prácticamente abandonado y hasta costaba
    trabajo respirar. Parecía estar destinado al
    olvido.

    El dueño de la librería se
    regresó a Cartagena. Antes de su partida él se
    encargó de dejar como "herencia" sus libros a
    Aureliano y sus amigos, y se ocupa de escribirles cada vez
    que podía. En su viaje perdió la noción
    de la realidad y se dio cuenta de que su pasado en Macondo no
    había sido más que un recuerdo efímero y
    les recomendó se fueran de ahí lo más
    pronto posible. Alfonso, Álvaro y Germán lo
    hicieron, sólo se quedaron Gabriel y
    Aureliano.

    Gastón había vuelto a Bruselas con el
    pretexto de recuperar el aeroplano que había encargado
    a sus socios, desconociendo totalmente el
    amorío de Amaranta Úrsula y Aureliano.
    Ellos estaban muy felices. Parecían absortos en su
    pasión que por poco destruyen toda la casa. No les
    importaba nada, ni siquiera que se estuviera cayendo por
    culpa de las hormigas que se habían apoderado de
    ella.

    Poco tiempo después Amaranta Úrsula se
    embarazó y Gastón nunca más
    regresó. Aureliano quería saber de dónde
    procedía para estar seguro que no
    era hermano de Amaranta Úrsula. Al no encontrar
    ninguna pista sobre su origen, decidieron apegarse a la
    versión de que lo había encontrado Fernanda
    flotando en una canastilla.

    Eran los únicos sobrevivientes de la familia
    Buendía. Ellos se amaban y se hacían
    compañía tratando de luchar en contra de la
    soledad y los recuerdos que parecían estar destruyendo
    la casa.

    Llegó el día en que nació su
    hijo. Tenía los mismos ojos tristes de los
    Buendía y sus otras características,
    sólo que en él se cumplió la peor
    pesadilla de Úrsula, había nacido con una cola
    de cerdo. Al principio nadie se preocupó por pensar en
    eso que consideraban desaparecería con el paso del
    tiempo. Por el parto,
    Amaranta Úrsula empezó a desangrarse y los
    intentos de Aureliano por controlar la hemorragia fueron en
    vano porque perdió tanta sangre que se
    murió.

    Aureliano vagaba con su hijo buscando una manera de
    regresar al pasado. Se desesperó tanto y cayó
    en la tristeza que se olvidó por completo del
    bebé. Cuando recobró la conciencia
    lo buscó pero no lo encontró, hasta que se dio
    cuenta de que se lo estaban llevando las hormigas y la verdad
    de los textos de Melquíades se le reveló como
    por arte de magia: "El primero de la estirpe está
    amarrado en un árbol y al último se lo
    están comiendo las hormigas".

    Aureliano entonces se dio cuenta de que los textos
    de Melquíades eran en verdad la historia de su
    familia, contada con 100 años de anticipación y
    encontró su destino. Leyó
    lo que estaba haciendo y diciendo en ese instante y se vio
    atrapado por un viento que lo atrapó en una casa de
    espejos y que lo borraría de la memoria
    de los hombres.

    La historia que había sucedido, la de su
    familia, era irrepetible:"Porque las estirpes condenadas a
    100 años de soledad no tienen una segunda oportunidad
    sobre la tierra" (1).

  19. Capítulo XX

    García Márquez, Gabriel. "Cien
    Años de Soledad". Editorial Diana. México, 2002.

  20. Bibliografía:
  21. Cita:

(1) García
Márquez, Gabriel. "Cien Años de
Soledad". Editorial Diana. México, 2002. pg.
432.

 

Adriana M. López V.

México

Junio 2007

Partes: 1, 2
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