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La metaforización de la Filosofía (página 2)




Enviado por Rigoberto Pupo



Partes: 1, 2

Abordar la realidad subjetivamente- como aconsejaba
Marx, en sus
Tesis sobre
Feuerbach- es imaginar, descubrir, develar algo nuevo, trasuntado
en novedades que dejan el reino de la posibilidad para encarnar
realidades concretas, que al mismo tiempo son
fuentes de
nuevas aprehensiones. Fundarse en la imagen creadora,
es prolongar los fines humanos y realizarlos en bien del hombre.

Crear es imaginar con plena libertad y
poner los fines para satisfacer necesidades e intereses humanos
.No es sencillamente dar cauces a la ficción y a las
quimeras de la razón .Es sentir al mismo tiempo que nos
alejamos de lo inmediato con vocación trascendente hacia
lo maravilloso que enaltece y da fuerzas en dirección a la verdad que siempre buscamos,
al saber integrador que altera la realidad para descubrirla.
Sencillamente,"(…)lo maravilloso comienza a serlo de
manera inequívoca cuando surge de una inesperada
alteración de la realidad (el milagro),de una
revelación privilegiada de la realidad, de una iluminación inhabitual o singularmente
favorecedora de las inadvertidas riquezas de la realidad ,de una
ampliación de las escalas y categorías de la
realidad, percibidas con particular intensidad en virtud de una
exaltación del espíritus que lo conduce a un modo
de "estado
límite ".Para empezar, la sensación de lo
maravilloso presupone una fe. Los que no creen en santos no
pueden curarse con milagros de santos, ni los que no son Quijotes
pueden meterse, en cuerpo y en alma y
bienes, en el
mundo de Amadís de Gaula o Tirante el Blanco"

Alejo Carpentier, nuestro Premio Cervantes, con
imaginación creadora, revela la gran verdad, que toda
Nuestra América, no es más que una
crónica de lo real maravilloso. Esta concepción, o
método, si
se quiere, le abrió amplias perspectivas para revelar la
verdad del hombre en relación con el mundo, mediado por la
praxis y sus
circunstancias tropicales y otros contextos que tan sabiamente
revela nuestro novelista mayor.

Sin artificios gnoseológicos, pero siguiendo la
lógica
especial del hombre y su espiritualidad, Carpentier
construyó muchas verdades; creó verdades que hoy la
historia y la
cultura
enriquecen y amplían con nuevos sujetos
creadores.

Tanto la metáfora como la imagen propiamente
dicha, son modos reveladores del cosmos humano en relación
con el Universo.
Ambas dan cuenta de la riqueza expresiva del pensamiento y
el lenguaje y
sus amplias posibilidades creadoras. Son en sí mismas
realidades teñidas de subjetividad sustantiva. Expresan
conocimiento
valor, praxis
y comunicación en su despliegue progresivo y
develador de esencias. "En mi sistema
poético del mundo, la metáfora y la imagen tienen
tanto de carnalidad, (…) como de eficacia
filosófica, mundo exterior o razón en sí. Es
uno de los misterios de la poesía
la relación que hay entre el análogo, o fuerza
conectiva de la metáfora, que avanza creando lo que
pudiéramos llamar el territorio sustantivo de la
poesía,- enfatiza Lezama -con el final de este avance, a
través de infinitas analogías, hasta donde se
encuentra la imagen, que tiene una poderosa fuerza regresiva,
capaz de cubrir esa sustantividad ¨"La imagen y la
metáfora, independientemente de su carga subjetiva, no son
simples representaciones formales carentes de contenido. "La
relación entre la metáfora y la imagen
–escribe Lezama Lima- se puede establecer con un caballo
tan alado como nadante que persiste en una sustancia resistente
que en definitiva podemos considerar como imagen. La imagen
–continúa el pensador y poeta cubano- es la realidad
del mundo invisible", que la filosofía busca, en la medida
que hace tangible lo abstracto o es capaz de anticipar lo que en
el presente es sólo deseo, sueño, utopía, es
decir, sólo posibilidad, no realidad concreta

Como la metáfora es un cambio de una
palabra o grupo de ellas
al sentido figurado, fundado en la asociación por
semejanza, y la imagen, una representación "concreto
sensible" de estados difusos o ideas abstractas, ambas, en su
unidad integran la traslación de sentido (la
metáfora) y la nueva creación por la reunión
de atributos cualificadores sensibles (imagen). Metáfora e
imagen en el discurso
contemporáneo (no sólo el eminentemente
poético) aparecen indisolublemente unidos. Esto favorece
"el sintetitismo" ensayístico que tanto impera y se
impone. Este poder
sintetista de ambas, además de vigorizar el estilo y hacer
más sugestivo y suscitador el discurso, le imprime belleza
sensorial y racional a las palabras y a sus significaciones.
Porque a la filosofía, en toda su historia, le ha
interesado más del sentido del origen y devenir de la
realidad, que la Cosa en sí" misma.

Es difícil encontrar un texto,
incluyendo el ensayo
estrictamente científico que no opere con imágenes y
metáforas, pues necesariamente trabaja con palabras, con
sus respectivos significados y significantes que no pueden
reducirse a lo inmediatamente dado. Requieren de mediaciones y a
éstas le son inherentes por antonomasia. "Platero
bebía cristales ensangrentados." Juan Ramón
Jiménez expresa así como el hocico de su asno
perturba la serenidad del agua
enrojecida por el reflejo del sol. La literatura es
metáfora. La poesía es, por excelencia,
metáfora. El arte es
metáfora. Mahler no quería que sus amigos miraran
el paisaje que rodeaba su gabinete de trabajo.
Quería que escuchasen su música. Porque
ahí se encontraba el paisaje, filtrado y embellecido por
la creación estética. El Guernica de Picasso es una
metáfora de la guerra. Las
catedrales góticas son metáforas de la gloria
divina. La piedad de Miguel Ángel es una metáfora
del dolor".

La filosofía con todo el arsenal lógico
cosmovisivo y metodológico que le es propio y que la
tradición ha impuesto desde
antaño, resulta inconcebible sin el empleo de las
imágenes y las metáforas: "La filosofía,
aparentemente tan alejada del arte, también constituye una
búsqueda de metáforas (…) Un filósofo
realista podría decir que no es así, que la
realidad es como él la expresa. Sin embargo, en la medida
en que expresa la realidad con signos, con
palabras, con algo que media, que intercede entre la realidad y
nosotros, está construyendo una
metáfora".

Para Ortega y Gasset, gran ensayista
contemporáneo español,
es la metáfora un instrumento mental imprescindible y una
forma del pensamiento científico. Marcel Proust considera
que sólo la metáfora puede eternizar el estilo
literario, y en general todo estilo de excelencia, incluyendo al
filosófico.

El logicismo cientificista al hiperbolizar el lenguaje
científico y sus cadenas categoriales sólo ve en
las metáforas figuras ornamentales y decoración
estilística, carentes de información y saber. Su ceguera
epistemologista y abstracta le impide comprender que no se trata,
"(…) tan solo de un tropo intuitivo que maneja la teoría
de la sustitución, no es una simple analogía, no es
una palabra sustituta que sólo da belleza al lenguaje. La
metáfora es una frase que construye una imagen no-
idéntica, la cual implica una traslación,
múltiples desvíos que generan
plurisignificaciones".

La naturaleza del
lenguaje metafórico está permeada de complejidad,
incertidumbre y de ficción heurística. Por eso
puede red-escribir la
realidad y posibilitar nuevas imágenes creativas de lo
real existente. Su capacidad heurística le permite partir
de lo conocido hacia el descubrimiento de lo desconocido,
infranqueable para el sentido recto del lenguaje. La
metáfora funda relaciones contradictorias que traspasan el
umbral de los signos ordinarios para transitar al mundo
abstracto, a la esfera de los símbolos y nuevas profundidades de las
esencias.

Es que la metáfora relaciona
dialécticamente el signo y el símbolo en una unidad
contradictoria, capaz de subvertir la lógica común
para vincular en síntesis
lo concreto sensible del lenguaje cotidiano (signos) y lo
abstracto del lenguaje de la ciencia
(símbolo). Simplemente es la unidad contradictoria de
conceptos diferentes, para generar un movimiento
dialéctico suscitador de varias motivaciones aprehensivas
que incita al pensamiento creador y con ello, también al
lenguaje y a sus actos productivos que generan acciones,
praxis y viceversa.

El siglo XXI, caracterizado por la
globalización, la complejidad y la incertidumbre,
plantea nuevos retos al hombre, a la ciencia y a la
cultura en general. La filosofía tiene que repensarse
toda, y particularmente, admitir como propios los caminos
poéticos del lenguaje, sin minusvalorar los otros. Los
resultados tecnocientíficos, concretados entre otros, en
las revoluciones en las tecnologías de la
comunicación, la genética
etc., si bien son valores
útiles al hombre, también pueden enajenar su ser
esencial, despersonalizar las relaciones
humanas, matar las utopías, en fin globalizar la
inhumanidad a través de los centros que poseen la fuerza
de poder. Ante esta situación se requiere mucho sentido de
humanidad y sentido cultural para lograr revertirla y hacer que
prevalezca la globalización de un humanismo que
integre en unidad inseparable, verdad, belleza, bondad y
garantice justicia y
libertad.

Ante esta realidad, la dimensión lingüística del hombre, el lenguaje,
en tanto mediación central entre el pensamiento, la
conciencia y la
realidad, puede contribuir con eficacia al impulso de la cultura.
Hay que desarrollar la sensibilidad en los marcos de los procesos
intersubjetivos de la comunicación, pues en la cultura el
contenido cognoscitivo "puro" no es suficiente. La sensibilidad
cualifica por excelencia a la cultura y la filosofía la
impregna de sentido cósmico.

El lenguaje, si bien es desacertado su
ontologización, es decir, concebirlo como única
realidad existente, con atribuciones de poderes "mágicos",
resulta importante como medio de comunicación humana y si
es empleado en función
del hombre y su creciente humanidad. La belleza expresiva,
sugestiva, utópica, subjetiva del lenguaje
metafórico, no está reñida con la ciencia,
con la verdad. Por eso Martí
dice de W. Whitman:"(…) él es un cosmos (…).
Pinta a la verdad como una amante frenética, que invade su
cuerpo y, ansiosa de poseerle, lo liberta de sus ropas. Pero
cuando en la clara medianoche, libre el alma de ocupaciones y de
libros, emerge
entera, silenciosa y contemplativa del día noblemente
empleado, medita en los temas que más la complacen: en la
noche, el sueño y la muerte; en
el canto de lo universal, para beneficio del hombre común
(…)"

El lenguaje metafórico no cierra el discurso.
Abre, enriquece y activa al pensamiento. Su perenne
vocación de complejidad, su sentido contradictorio,
discontinuo ambiguo, propicia la diferencia y las
interpretaciones diversas que generan significaciones
nuevas,"pues no se trata de opinar sino de hacer suposiciones
valederas, relaciones significativas, apelando a la
imaginación, al sentimiento, a la cognición y a la
sensibilidad. Allí donde habita todo acto de pensamiento,
fruto de la experimentación mental, que permite concebir
signos nuevos como un elemento discursivo, abre el camino a las
acciones creativas "y trascendentes.

Al mismo tiempo, la creación humana es
trascendente cuando se funda en totalidades, cuando rebasa lo
inmediato, sin desecharlo, y se dirige a lo mediato, cuando se
mueve a lo absoluto y aprehende el cosmos humano en
relación con el Universo. El
lenguaje metafórico, por sus especificidades
hermenéuticas, semióticas heurísticas, etc.,
es un medio imprescindible por excelencia del espíritu
humano."El espíritu presiente; las creencias ratifican. El
espíritu, -enfatiza Martí
sumergido en lo abstracto, ve el conjunto; la ciencia,
insecteando por lo concreto, no ve más que el detalle. Que
el Universo haya sido formado por procedimientos
lentos, metódicos y análogos, ni anuncian el fin de
la naturaleza, ni contradice la existencia de los hechos
espirituales".

Hoy día, repensar la filosofía, con fines
enriquecedores, es asumirla en su discurso plural, libre de
reduccionismos estériles que simplifican,
descontextualizan y matan la vocación utópica que
le es inmanente. Por eso no debe soslayar por prejuicios
infundados, la metaforización, la narratividad, el buen
ensayismo como búsqueda y creación, la
poesía como madre de la belleza expresiva, la tecnociencia
como fuerza generadora de conocimiento y aplicaciones
prácticas, en fin, hacer suyas todas las formas
aprehensivas de la realidad que posee el
hombre.

La gran obra no se cualifica por la dimensión
cuantitativa de conocimientos e información, sino ante
todo por lo que dice y suscita para el presente y la posteridad.
Precisamente el ensayismo Marinelliano hizo mucho y dijo
más…

Se trata de un ensayismo ansioso de humanidad, que no da
la espalda al drama humano, porque está consciente que la
cultura es por antonomasia sensibilidad humana y rica
espiritualidad para bien del hombre.

La concepción de la cultura como ser esencial del
hombre y medida de su ascensión humana, acompaña
como "duende"inquieto los ensayos de
Marinello. Son en sí mismos vuelos cogitativos en perenne
búsqueda de bondad, verdad y belleza, Relámpagos
iluminadores desplegados con fuerza en el espacio para captar
horizontes que esperan, desesperan y guían lo porvenir que
queremos y preludiamos.

El ensayo, como
literatura de ideas, es en Marinello, su oficio vital como
escritor, coloreado por una misión
redentora que lo convierte en letra con filo. Un ejercicio
meditador que fluye sin cesar por cauces insospechados y
tortuosos en pos de alumbrar, más que cerrar.

Es un discurso buscador, abierto, que con infinita
fidelidad al género, no
dispone, no impone, sino propone para poner, agregar,
añadir y decir, siendo. Por eso, más que el
tratamiento sistemático del tema, el contenido se impregna
de subjetividad y sello personal.

Pensar la subjetividad, dando riendas sueltas al
espíritu, es constante vocación del ensayismo de
Marinello. Por eso pensó bien a Martí y con hondura
accedió a su "selva" de ideas y premoniciones.

La ensayística marinelliana es amplia, vasta y
exuberante, pero donde más frutos aporta, en mi criterio,
es en la revelación de Martí como totalidad
trascendente. Totalidad donde la metaforización del saber,
en correspondencia con el discurso martiano, le abren nuevas
aprehensiones hermenéuticas.

"Martí, escritor americano"", la obra cumbre de
Marinello, según José A. Portuondo, consagra a su
autor como el martiano mayor. Al ensayista de profundo
pensamiento y sensibilidad, que con miraje de hondura y alto
vuelo revelador, descubre en la "selva" del Maestro una trinchera
de ideas para todos los tiempos. "Frente a las magnas tareas
presentes cobra suprema actualidad aquella estampa en que
Martí dibuja al escritor cabal que ha de nacerle a sus
pueblos: "Así digno y libre, independiente y sabio,
conocedor de los demás y de sí mismo, a la par
instruido de inspirado, así ha de ser el que en nuestros
días quiera robar una estrella más al cielo para
dejarla en la tierra
perpetuamente unida a su nombre". Admitamos la sentencia, de
lindo romanticismo
martiense, y fijemos los ojos en los fundamentos de su mandato.
Sigámoslo en su advertencia dialéctica que ordenaba
seguir los rumores del tiempo, superando los rumores
vencidos".

Un discurso proteico, expresado en imágenes
conceptuales o en conceptos ansiosos de vuelo, presente en la
totalidad de la ensayística de Marinello, cobra relieve
destacado en "Martí, escritor americano". Ensayo de
ensayos, capaz de pensar la subjetividad del Maestro en su
profunda intimidad, y revelar en ella, todo un universo
pletórico de bondad, verdad y belleza, y al mismo tiempo,
al hombre de pensamiento y acción.

En "Martí, escritor americano", la crítica
literaria y el ensayo, a veces marchan unidos- no olvidar que
los límites
genéricos son relativos-, pero se impone con soberana
autonomía el segundo.

El tema central es Martí, y el Modernismo,
una mediación esencial que le sirve de base para revelar
las esencias martianas. Un discernimiento de aprehensiones
varias, cuya primera parte descubre la relación de
Martí con las literaturas europeas, particularmente la
española y la francesa, incluyendo las influencias
francesas en los escritores de América. También su
agudo análisis se detiene en la búsqueda
de un camino propio americano, la especificidad de la
poesía lírica del Apóstol y con acento
especial, lo que diferencia a Martí del
Modernismo.

En la segunda parte, la
personalidad de Martí, en sus dimensiones varias, es
objeto central de la ensayística marinelliana.
Énfasis especial adquiere la dilucidación de las
causas principales que distinguen a Martí del esteticismo
abstracto del Modernismo o de algunos modernistas, porque
Marinello también establece diferencias. Aborda a
Martí como un creador de inusitada genialidad
filosófico – literaria, comprometido con el destino del
hombre, y las consecuencias que se derivan de dicho proceder
revolucionario para su magna obra con ansia de altura.

Sin embargo, mi propósito no es adentrarme en la
polémica Martí- Modernismo, pues aunque no acabada,
mucho se ha dicho y hecho después de escribirse
"Martí, escritor americano", incluyendo al propio autor.
El objetivo es
otro: revelar la grandeza ensayística en esta obra,
haciendo hincapié en las especificidades que lo cualifican
como un ensayo de
ensayos, donde el género literario brilla con propia
luz, tanto por
la forma como por el contenido aprehensivo, permeado de
metáforas estrelladas..

Es un discurso, como en la gran mayoría de sus
ensayos, de entraña martiana. Tanto penetró en sus
exégesis martianas, que a veces las similitudes
estilísticas son empíricamente registrables, sin
menoscabar lo propio suyo y su consagrada autonomía como
escritor.

"Martí, escritor americano", es una joya
ensayística literaria, con excepcional vuelo
filosófico- cultural. En él están presentes
las características más pronunciadas del ensayo
como género de búsqueda y creación:, cuya
complejidad asume con fuerza expresiva, tanto al concepto, como a
la metáfora que dice, sugiere y vitaliza el
discurso.

 

Dr. Rigoberto Pupo

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