No obstante su reciente experiencia, incluyendo la
terrible derrota en la Puerta, Bolívar
mantiene que el esclavo "ama y respeta" a su amo y que fue
incorporado en las guerrillas realistas sólo por la
fuerza y el
terror. Nosotros sin embargo creemos que los esclavos, libertos y
mulatos tenían motivos propios para combatir a los blancos
que eran sus amos en actualidad o en potencia.
En general, las expresiones de Bolívar respecto
al pueblo en las cartas de Jamaica
son más paternales que despectivas. Pero deja claro en
ellas que la libertad no es
para entregársela a un pueblo que no sabrá
manejarla.
Como Bolívar ha observado en estas cartas, los
libertos y esclavos ahora "se han vuelto al partido de los
independientes". Bajo el liderazgo de
Manuel Piar, arrasan las fuerzas realistas en las grandes
extensiones de la Guayana, que será donde Bolívar
establecerá su nueva base de operaciones.
Cuando éste hace ajusticiar a Piar, acusado de
traición y deserción, elimina a un potente rival y
asegura que la suya será la voz que interprete la libertad
y las necesidades del pueblo. Entonces en 1819 dicta su discurso en
Angostura.
Hablando de la terrible violencia de
los últimos años, Bolívar dice que "no he
sido mas que un vil juguete del huracán revolucionario que
me arrebataba como una débil paja. Pero si es cierto que
no podrá suprimir la fuerza popular, tratará de
encauzarla en contra de sus enemigos los españoles. El
problema es que simultáneamente tiene que atender a las
exigencias de los criollos blancos, en quienes pretende confiar
el. gobierno. Esta
contradicción da lugar a ambivalencias e inconstancias en
su acción
política.
En el discurso, su concepto del
pueblo es sumamente despectivo, y su gran preocupación
parece ser crear instituciones
para controlarlo, incluyendo un Senado hereditario compuesto de
los 'Libertadores', o sea, sus generales. Sin embargo,
Bolívar quiere elecciones populares. ¿Por
qué? Posiblemente porque considera que le darán
más libertad a é1 cuando quiera refrenar a alguno
de esos Libertadores en el Senado. Desde luego, la frase
más extraña y más llamativa sobre la
relación entre pueblo y libertad es: "Y si el pueblo de
Venezuela no
aplaude la elevación de sus bienhechores, es indigno de
ser libre, y no lo será jamás." Para el pueblo,
entonces, la libertad es para estar de acuerdo con sus
dirigentes.
Seis años más tarde, después de la
victoria decisiva de Ayacucho y cuando ya no hay más
españoles para combatir, Bolívar crea una constitución para el país que
llevará su nombre, y la presenta en su discurso ante el
Congreso Constituyente de Bolivia. Su
ambivalencia respecto a la ingerencia del pueblo en el ejercicio
de su propia libertad está expresada claramente:
"¡Legisladores! Vuestro deber os llama a resistir el choque
de dos monstruosos enemigos que recíprocamente se
combaten, y ambos as atacarán a la vez: la
tiranía y la anarquía..." Entre las dos,
é1 parece considerar más peligrosa la
anarquía, que es la que imagina será el producto de
las olas y huracanes populares. Así que la
constitución de Bolivia puede ser vista como un proyecto para
contener la fuerza del pueblo.
Está claro que "libertad" para el Libertador
nunca conllevaba la idea de la soberanía popular real.
Funcionaba como un grito de guerra, y
después de la guerra significaba nada mas que et recuerdo
de, y la expectativa de gratitud por, la liberación. 0 sea
la victoria sobre los españoles. No era un concepto que
pudiera servir como premisa de un moderno estado
democrático. Éste tendría que fundarse sobre
un concepto muy distinto, de una libertad que permitiese su
continua redefinición por el pueblo.
Otro elemento fundamental del pensamiento de
Bolívar es su esfuerzo por hacer posible la democracia en
Hispanoamérica; es decir… por construir sistemas
políticos nuevos y a la vez estables en las nacientes
repúblicas. En realidad a esto dedicó su vida
el Libertador. Pero el esfuerzo puede ser considerado y
medido desde varios ángulos.
Bolívar creyó que una garantía
esencial de la supervivencia de la democracia, era la vigencia
del régimen unitario. Consideraba que el federalismo
podía ser perfecto, pero era absolutamente
inconveniente para Hispanoamérica. Con ello
trató de superar una lucha feroz que desangró al
Continente por casi cincuenta años. Pero pese
a la lucidez de sus pensamientos, es evidente que las fuerzas
centrifugas locales y regionales pudieron más que la
voluntad unitaria. De allí que la derrota
política del Libertador, fuese también el triunfo
de las posturas federalistas y separatistas, entre los diferentes
discursos,
cartas y decretos de Bolívar vamos a resaltar El Juramento
de Roma, El
Discurso de Bolívar en la Sociedad
Patriótica, Decreto de Guerra a Muerte, Acta
de la Independencia,
Manifiesto de Cartagena, Carta de Jamaica,
Ley de la
Abolición de la Esclavitud, donde
se demuestra el pensamiento de nuestro
Libertador.
JURAMENTO DE ROMA
JURAMENTO EN EL MONTE
SACRO
15 DE AGOSTO DE 1805
¿Conque éste es el pueblo de
Rómulo y Numa, de los Gracos y los Horacios, de Augusto
y de Nerón, de César y de Bruto, de Tiberio y de
Trajano? Aquí todas las grandezas han tenido su tipo y
todas las miserias su cuna. Octavio se disfraza con el manto de
la piedad pública para ocultar la suspicacia de su
carácter y sus arrebatos sanguinarios;
Bruto clava el puñal en el corazón
de su protector para reemplazar la tiranía de
César con la suya propia; Antonio renuncia los derechos de su gloria para
embarcarse en las galeras de una meretriz; sin proyectos de
reforma, Sila degüella a sus compatriotas, y Tiberio,
sombrío como la noche y depravado como el crimen, divide
su tiempo entre
la concupiscencia y la matanza. Por un Cincinato hubo cien
Caracallas, por un Trajano cien Caligüelas y por un
Vespasiano cien Claudios.
Este pueblo ha dado para todo; severidad
para los viejos tiempos; austeridad para la República;
depravación para los Emperadores; catacumbas para los
cristianos; valor para
conquistar el mundo entero; ambición para convertir
todos los Estados de la tierra en
arrabales tributarios; mujeres para hacer pasar las ruedas
sacrílegas de su carruaje sobre el tronco destrozado de
sus padres; oradores para conmover, como Cicerón; poetas
para seducir con su canto, como Virgilio; satíricos,
como Juvenal y Lucrecio; filósofos débiles, como
Séneca; y ciudadanos enteros, como
Catón.
Este pueblo ha dado para todo, menos para la causa
de la humanidad: Mesalinas corrompidas, Agripinas sin
entrañas, grandes historiadores, naturalistas insignes,
guerreros ilustres, procónsules rapaces, sibaritas
desenfrenados, aquilatadas virtudes y crímenes groseros;
pero para la emancipación del espíritu, para la
extirpación de las preocupaciones, para el
enaltecimiento del hombre y
para la perfectibilidad definitiva de su razón, bien
poco, por no decir nada. La civilización que ha
soplado del Oriente, ha mostrado aquí todas sus fases,
han hecho ver todos sus elementos; mas en cuanto a resolver el
gran problema del hombre en libertad, parece que el asunto ha
sido desconocido y que el despejo de esa misteriosa
incógnita no ha de verificarse sino en el Nuevo
Mundo.
¡Juro delante de usted; juro por el Dios de
mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi
Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi
alma, hasta
que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del
poder
español!
Simón
Bolívar
Juramento hecho por Simón Bolívar en Roma
el 15 de agosto de 1805, cuando era un joven de 22 años de
edad. Con él estaban sus amigos Simón
Rodríguez, quien contaba entonces unos 36 años y
había sido su maestro en Caracas, y Fernando
Rodríguez del Toro, de 32. Habían salido de
París el 6 de abril anterior, y por la vía de Lyon,
Chambéry, Turín, Milán, donde vieron a
Napoleón coronarse como Rey de Italia,
Montichiari, Venecia y Florencia, llegaron hacia el mes de julio
a Roma. Ahí, según la tradición, se alojaron
en una posada de la plaza España,
cerca de la imponente escalinata que conduce al templo de Santa
Trinitá dei Monti. Durante varias semanas recorrieron la
ciudad, visitando sus monumentos y sus ruinas llenas de
evocaciones históricas, testimonios de la grandeza y la
decadencia de los imperios.
El 15 de agosto se dirigieron los 3 al llamado Monte
Sacro, situado entonces fuera del recinto de la ciudad, a orilla
del río Anio. Ese lugar era célebre en la historia de la antigua Roma,
que los 3 venezolanos conocían bien, porque allí se
habían retirado los plebeyos en sus desavenencias con los
patricios en la época de la República. Es muy
probable, como lo insinuó el mismo Bolívar
años más tarde, que al dirigirse al Monte Sacro
tanto él como sus compañeros tuvieran el
propósito de realizar un gesto simbólico, como
venezolanos que deseaban la independencia de la patria nativa y
de toda la América
entonces dominada por España. Ascienden por las laderas de
la colina, y en la cima conversan sobre la sucesión de las
civilizaciones, su apogeo y su declinación a través
de los siglos. Son hombres penetrados por el espíritu de
la
Ilustración racionalista, que creen en el progreso
indefinido del género
humano, influenciados también por el nacionalismo y
el romanticismo
presentes ya en la Europa de
aquellos años. Simón Bolívar es un joven
madurado por el infortunio: la aún reciente muerte de su
esposa; la presencia de su antiguo maestro, convertido ahora en
consejero y amigo, es un poderoso estímulo intelectual.
Simón Rodríguez Bolívar llamará
más tarde «El Sócrates
de Caracas», usa un método
similar al de este filósofo de la Grecia
antigua, basado en preguntas que poco a poco conducen a su
interlocutor a descubrir las realidades.
Aquella tarde, mientras el sol se dirige
a su ocaso, hablan largamente de las sociedades
humanas del pasado, de las luces y las sombras de la historia, de
la lucha contra la tiranía y del anhelo de libertad que ya
tenían los plebeyos de Roma, 5 siglos antes de Cristo,
cuando se reunieron y fortificaron en el Monte Sacro para luchar
contra la injusticia; «la civilización que ha
soplado del Oriente, exclama Bolívar, ha mostrado
aquí (en Roma) todas sus fases, ha hecho ver todos sus
elementos; mas en cuanto a resolver el gran problema del hombre
en libertad, parece que el asunto ha sido desconocido, y que el
despejo de esa misteriosa incógnita no ha de verificarse
sino en el Nuevo Mundo?» Luego, poniéndose de pie,
con un gesto firme y tono solemne, hace su juramento con la
mirada fija en Simón Rodríguez: «Juro delante
de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro
por mi honor y juro por mi patria que no daré descanso a
mi brazo ni reposo a mi alma hasta que haya roto las cadenas que
nos oprimen por voluntad del poder
español».
Unas semanas más tarde viajaron a París.
Simón Rodríguez se quedó en Europa.
Bolívar y Rodríguez del Toro regresaron por
separado a Venezuela y juntos combatieron en 1811 contra la
Insurrección de Valencia, donde Bolívar
recibió su bautismo de fuego y su amigo fue gravemente
herido y quedó inválido. Bolívar
cumplió su juramento y se convirtió en el
Libertador a partir de 1813. Simón Rodríguez
volvió a América en 1823; cuando lo supo, el
Libertador, le escribió desde Pativilca (Perú), el
19 de enero de 1824, una carta en la cual, dándole la
bienvenida, le decía entre otras cosas: « ¿Se
acuerda usted cuando fuimos juntos al Monte Sacro en Roma a jurar
sobre aquella tierra santa la libertad de la Patria? Ciertamente
no habrá usted olvidado aquel día de eterna gloria
para nosotros». Entre los historiadores existe total
acuerdo en cuanto a la fecha, el contenido y el significado del
juramento de Bolívar en Roma; pero ha habido discrepancias
en cuanto al lugar exacto. Destacados estudiosos como Caracciolo
Parra Pérez, entre otros no menos notables, han sostenido
que las palabras de Bolívar fueron pronunciadas en el
Monte Aventino, una de las 7 colinas romanas; otros se inclinan
por el Monte Palatino, que es también una de esas
célebres colinas. El investigador que más
profundamente ha analizado el tema, Joaquín Díaz
González, sostiene que se trata del Monte Sacro, situado a
orillas del Anio. Esta tesis, que es
la más firme y segura, se basa en las propias palabras de
Bolívar escritas en 1824: «fuimos juntos al Monte
Sacro en Roma a jurar» Por esto se habla del juramento del
Monte Sacro o, en términos más generales, del
juramento de Roma.
DISCURSO DE BOLÍVAR ANTE LA SOCIEDAD
PATRIÓTICA 4 DE JULIO DE 1811
"No es que hay dos Congresos. ¿Cómo
fomentarán el cisma los que conocen más la
necesidad de la unión? Lo que queremos es que esa
unión sea efectiva y para animarnos a la gloriosa
empresa de
nuestra libertad; unirnos para reposar, para dormir en los
brazos de la apatía, ayer fue una mengua, hoy es una
traición. Se discute en el Congreso Nacional lo que
debiera estar decidido. ¿Y qué dicen? que debemos
comenzar por una confederación, como si todos no
estuviésemos confederados contra la tiranía
extranjera. Que debemos atender a los resultados de la
política de España. ¿Qué nos
importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que
los conserve, si estamos resultados a ser libres? Esas dudas
son tristes efectos de las antiguas cadenas. ¡Que los
grandes proyectos deben prepararse con calma! Trescientos
años de calma ¿no basta?. La Junta
Patriótica respeta, como debe, al Congreso de la
nación, pero el Congreso debe oír
a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los
intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra
fundamental de la libertad suramericana: vacilar es
perdernos.
Que una comisión del seno de este cuerpo
lleve al soberano Congreso estos sentimientos".
Con el nombre de Sociedad Patriótica se conoce a
la
organización revolucionaria pro independentista que
realizó importantes actividades en Caracas y otras
poblaciones venezolanas, durante la Primera República
(1810-1812). La idea de la creación de la Sociedad
Patriótica o Club Patriótico, como lo llamó
luego Manuel Palacio Fajardo, ha debido ser de Miranda y
Bolívar que conocieron el valor de la propagación
de las ideas a través de este tipo de sociedades;
sobretodo gracias a las experiencias de Miranda en el
París de la Convención y del Directorio. Esto
explica que un francés de apellido Leleux halla venido al
país en diciembre de 1810 en para contribuir a la
creación de la Sociedad Patriótica. En esta
organización de carácter
revolucionario figuraron como miembros (además de Miranda,
Bolívar y Leleux), Antonio Muñoz, Vicente
Salías, Francisco Espejo, Pedro Pellín, Casiano de
Medranda, Miguel Peña, Lorenzo Burros, Francisco Antonio
Paúl (llamado Coto Paúl), Pedro Pablo Díaz,
José Antonio Pelgrón, Pedro Salias, Rafael
Castillo, Carlos Núñez, José María
Núñez, Carlos Soublette, Ramón
García Cádiz, entre muchos otros. La presidencia de
la Sociedad Patriótica se turnaba, y en diversos momentos
se sabe que la ejercieron Francisco de Miranda, Antonio
Muñoz Tébar y Francisco Espejo.
Las sesiones de la Sociedad Patriótica se
llevaban a cabo durante la noche a partir de las 6 PM y a veces
se extendían hasta la madrugada, participando en los
mismos miembros de todas las clases
sociales e incluso algunas mujeres representativas de
diversos estamentos. Para mantener cierto orden en las reuniones,
existía un reglamento de debates. En términos
generales, los objetivos de
la Sociedad consistían fundamentalmente en lograr la
declaración de la Independencia de Venezuela y el
establecimiento de un régimen republicano y
democrático. Su órgano de difusión era El
Patriota de Venezuela, cuyo primer ejemplar apareció a
fines de 1810, siendo sus redactores Vicente Salias y Antonio
Muñoz Tébar Durante el año de 1811 y los
primeres meses de 1812 circularon 7 números. El 19 de
abril de 1811, al celebrarse el primer aniversario del movimiento de
1810, los miembros de la Sociedad conmemoraron la fecha
levantando un "Árbol de la Libertad" y exponiendo en la
fachada de su sede, ubicada en la esquina de las Ibarras (donde
antes había vivido el gobernador y capitán general
Vicente Emparan) retratos de Manuel Gual y José
María España, lo que identificaba a dicha
organización con las ideas igualitarias de los promotores
del movimiento revolucionario de 1797.
Cuando aún no se habían iniciado en el
Congreso Constituyente de 1811 los debates relativos a la
declaración de la Independencia de Venezuela, ya el tema
había sido ampliamente discutido en la Sociedad
Patriótica, por lo menos desde fines de mayo de 1811. En
tal sentido, cuando algunas personas expresaron su
preocupación de que la Independencia abriese la puerta
Anarquía, uno de sus miembros, Francisco Antonio
Paúl, manifestó que la emancipación absoluta
era la única salida. Por estas razones a fines de junio de
1811, se comentaba en Caracas que existían dos congresos:
el Congreso Constituyente y la Sociedad Patriótica, que
supuestamente quería suplantarlo. Un hecho
histórico ocurrido en el seno de la Sociedad, fue el
pronunciamiento en la noche del 3 al 4 de julio, del primer
discurso político conocido de Simón Bolívar,
en el que se rechazaba la tesis de los 2 congresos y reafirmaba
el respeto de la
Sociedad patriótica hacia el Poder
Legislativo, planteando además la necesidad de que
éste declarase sin demora la Independencia. El 5 de julio
de 1811, cuando el Congreso declaró la Independencia de
Venezuela, un grupo de
miembros de la Sociedad que estaban en la barra prorrumpieron en
aclamaciones y encabezaron una manifestación que dirigida
por Francisco de Miranda (quien también era diputado) y
Francisco de Miranda, recorrió las calles y plazas de
Caracas y entró al palacio arzobispal para pedirle al
arzobispo Narciso Coll y Pratt que jurase la Independencia. A
pocos días de declarada la Independencia, estalló
una insurrección en Valencia por parte fuerzas realistas,
para sofocarla fue conformada un ejército integrado por
varios miembros de la Sociedad y comandada por Miranda. Uno de
los miembros de la organización que marchó a
Valencia, fue Lorenzo Burros, quien murió en agosto
combatiendo a los insurrectos.
El 25 de agosto de 1811, fue fundada en Valencia una
Sociedad Patriótica, filial de la de Caracas. Casiano de
Medranda, miembro de la organización de Caracas,
pronunció un discurso en el acto de instalación de
la Sociedad valenciana. Sus primeros presidente y vicepresidente,
fueron los presbíteros Francisco j. Narvarte y José
Félix Blanco, respectivamente. Otra filial de la Sociedad
se instaló en Puerto Cabello, el 26 de septiembre de 1811,
siendo su presidente el coronel Manuel Ruiz. Posteriormente,
siguió el 10 de octubre la de Barcelona, donde
pronunció el discurso inaugural Francisco Espejo;
tocándoles a los sacerdotes Manuel Antonio Pérez y
Ramón Godoy, desempeñar la presidencia y la
vicepresidencia. Una última Sociedad de la que se tiene
testimonio de su existencia fue la de Barinas. Durante los meses
finales del año 1811 y los comienzos de 1812 El Patriota
de Venezuela, asumió una actitud
más radical con relación a las virtudes que
republicanas que debían existir para el establecimiento de
un verdadero gobierno democrático. No se tienen datos precisos
acerca de las actividades de la Sociedad Patriótica
después del terremoto de marzo de 1812 Sin embargo, es
probable que muchos de sus miembros se alistasen en el
ejército de Miranda. Asimismo, cuando se acercaba el fin
de la Primera República, el capitán Pedro
Pellín intentó salvar los archivos de la
organización, llevándolos a una hacienda de Cacao
que poseía Francisco Espejo en Barlovento;
desconociéndose en el presente el paradero de dichos
documentos. En
definitiva, la Sociedad Patriótica dejó de
funcionar a mediados de 1812.
DECRETO DE GUERRA A MUERTE
SIMÓN BOLÍVAR,
Brigadier de la Unión, General en Jefe del
Ejercito del Norte,
Libertador de Venezuela
A sus conciudadanos
"Venezolanos: Un ejército de hermanos,
enviado por el soberano Congreso de la Nueva Granada, ha venido
a libertaros, y ya lo tenéis en medio de vosotros,
después de haber expulsado a los opresores de las
provincias de Mérida y Trujillo.
Nosotros somos enviados a destruir a los
españoles, a proteger a los americanos, y a restablecer
los gobiernos republicanos que formaban la Confederación
de Venezuela. Los Estados que cubren nuestras armas,
están regidos nuevamente por sus antiguas constituciones
y magistrados, gozando plenamente de su libertad e
independencia; porque nuestra misión
sólo se dirige a romper las cadenas de la servidumbre,
que agobian todavía a algunos de nuestros pueblos, sin
pretender dar leyes, ni
ejercer actos de dominio, a que
el derecho de la guerra podría
autorizarnos.
Tocado de vuestros infortunios, no hemos podido
ver con indiferencia las aflicciones que os hacían
experimentar los bárbaros españoles, que os han
aniquilado con la rapiña, y os han destruido con
la muerte;
que han violado los derechos sagrados de las gentes; que han
infringido las capitulaciones y los tratados
más solemnes; y, en fin, han cometido todos los
crímenes, reduciendo la República de Venezuela a
la más espantosa desolación. Así pues, la
justicia
exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que
desaparezcan para siempre del suelo
colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de
sangre; que su
escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar
de este modo la mancha de nuestra ignominia, y mostrar a las
naciones del universo, que
no se ofende impunemente a los hijos de
América.
Todo español que no conspire contra la
tiranía en favor de la justa causa, por los medios
más activos y
eficaces, será tenido por enemigo, y castigado como
traidor a la patria y, por consecuencia, será
irremisiblemente pasado por las armas. Por el contrario, se
concede un indulto general y absoluto a los que pasen a nuestro
ejército con sus armas o sin ellas; a los que presten
sus auxilios a los buenos ciudadanos que se están
esforzando por sacudir el yugo de la tiranía. Se
conservarán en sus empleos y destinos a los oficiales de
guerra, y magistrados civiles que proclamen el Gobierno de
Venezuela, y se unan a nosotros; en una palabra, los
españoles que hagan señalados servicios al
Estado, serán reputados y tratados como
americanos.
Y vosotros, americanos, que el error o la perfidia
os ha extraviado de las sendas de la justicia, sabed que
vuestros hermanos os perdonan y lamentan sinceramente vuestros
descarríos, en la íntima persuasión de que
vosotros no podéis ser culpables, y que sólo la
ceguedad e ignorancia en que os han tenido hasta el presente
los autores de vuestros crímenes, han podido induciros a
ellos. No temáis la espada que viene a vengaros y a
cortar los lazos ignominiosos con que os ligan a su suerte
vuestros verdugos. Contad con una inmunidad absoluta en vuestro
honor, vida y propiedades; el solo título de americanos
será vuestra garantía y salvaguardia. Nuestras
armas han venido a protegeros, y no se emplearán
jamás contra uno solo de nuestros
hermanos.
Esta amnistía se extiende hasta a los
mismos traidores que más recientemente hayan cometido
actos de felonía; y será tan religiosamente
cumplida, que ninguna razón, causa, o pretexto
será suficiente para obligarnos a quebrantar nuestra
oferta, por
grandes y extraordinarios que sean los motivos que nos deis
pare excitar nuestra animadversión. Españoles y
Canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no
obráis activamente en obsequio de la libertad de
América. Americanos, contad con la vida, aun cuando
seáis culpables."
Cuartel General de Trujillo, 15 de junio de
1813.
Simón
Bolívar.
Célebre documento dictado por Simón
Bolívar y dado a conocer en la ciudad de Trujillo, el 15
de junio de 1813. La Proclama de guerra a muerte, fue la
respuesta de Bolívar ante los numerosos crímenes
perpetrados por Domingo de Monteverde, Francisco Cervériz,
Antonio Zuazola, Pascual Martínez, Lorenzo
Fernández de la Hoz, José Yánez, Francisco
Rosete y otros jefes realistas luego de la caída de la
Primera República. La matanza de los republicanos por
parte de los jefes españoles llegó a extremos tales
de provocar el rechazo de personajes adictos a la causa
monárquica. Uno de ellos fue el abogado fue el abogado
Francisco de Heredia, oidor y regente de la Real Audiencia de
Caracas, quien pidió en distintas formas que cesaran las
ejecuciones, lo cual no sucedió. Según el
testimonio del propio Heredia relatado en sus Memorias, un
fraile capuchino de las misiones de Apure que actuaba como uno de
los partidarios de Monteverde, exhortó en una
ocasión «… en alta voz a los soldados, de siete
años arriba, no dejasen vivo a nadie…»
Bolívar en su Campaña Libertadora de 1813
recibió información de la consumación de
hechos como el relatado por Heredia, lo que le llevó a
expresar el 8 de junio en Mérida: «Nuestro odio
será implacable y la guerra será a
muerte».
Al pronunciamiento de Bolívar del 8 de junio
siguió la proclama el 15 de junio en Trujillo del
Decreto a muerte el cual termina de la manera siguiente:
«…Españoles y canarios, contad con la muerte, aun
siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio
de la libertad de Venezuela. Americanos, contad con la vida, aun
cuando seáis culpables». En una primera instancia
esta manifestación fue considerada por Bolívar como
ley fundamental de la República, que luego
ampliaría y ratificaría en el cuartel general de
Puerto Cabello, mediante una proclama del 6 de septiembre del
mismo año 1813, acto que según algunos
historiadores puede ser considerado como un «Segundo
Decreto de Guerra a Muerte». Posteriormente, cuando en el
segundo semestre de 1813 aparecen en escena José
Tomás Boves y Francisco Tomás Morales, la matanza
se hace más intensa por parte de los realistas y la
respuesta de los republicanos es radicalizar la aplicación
de la «guerra a muerte». Derivado de esto se produjo
la ejecución de los presos españoles y canarios de
Caracas y La Guaira ordenada por Bolívar en febrero de
1814. En este último año la «guerra a
muerte» se recrudece, perdiéndose numerosas vidas de
ambos bandos. Asimismo, es en este contexto de destrucción
en el que cae la Segunda República.
Entre los años 1815, 1816 y 1817 la «guerra
a muerte» se extiende a la Nueva Granada, en donde el
general Pablo Morillo la ejecuta con la mayor crueldad. Entre las
numerosas víctimas de Morillo se pueden destacar el
científico Francisco José de Caldas, los estadistas
neogranadinos Camilo Torres y Manuel Rodríguez Torices y
los patriotas venezolanos Andrés Linares y Francisco
José García de Hevia. A pesar de haber sido
Bolívar el autor del decreto de guerra sin cuartel, en
varias ocasiones consideró la posibilidad de la
derogación de dicho instrumento. En tal sentido, en su
proclama de Ocumare del 6 de julio de 1816, expresó que:
«…La guerra a muerte que nos han hecho nuestros enemigos
cesará por nuestra parte: perdonamos a los que se rindan,
aunque sean españoles. Ningún español
sufrirá la muerte fuera del campo de batalla»; lo
cual obviamente buscaba humanizar la contienda militar.
Finalmente, el 26 de noviembre de 1820 se celebró en
Trujillo, en el mismo lugar donde se proclamó la
«guerra a muerte», el Tratado de
Regularización de la Guerra, el cual derogaba el decreto
de 1813.
ACTA DE
AL INDEPENDENCIA
"En el nombre de Dios Todopoderoso, nosotros, los
representantes de las Provincias Unidas de Caracas,
Cumaná, Barinas, Margarita, Barcelona, Mérida y
Trujillo, que forman la Confederación americana de
Venezuela en el continente meridional, reunidos en Congreso, y
considerando la plena y absoluta posesión de nuestros
derechos, que recobramos justa y legítimamente desde el
19 de abril de 1810, en consecuencia de la jornada de Bayona y
la ocupación del trono español por la conquista y
sucesión de otra nueva dinastía constituida sin
nuestro consentimiento, queremos, antes de usar de los derechos
de que nos tuvo privados la fuerza, por más de tres
siglos, y nos ha restituido el orden político de los
acontecimientos humanos, patentizar al universo las razones que
han emanado de estos mismos acontecimientos y autorizan el
libre uso que vamos a hacer de nuestra
soberanía.
No queremos, sin embargo, empezar alegando los
derechos que tiene todo país conquistado, para recuperar
su estado de propiedad e
independencia; olvidamos generosamente la larga serie de males,
agravios y privaciones que el derecho funesto de conquista ha
causado indistintamente a todos los descendientes de los
descubridores, conquistadores y pobladores de estos
países, hechos de peor condición, por la misma
razón que debía favorecerlos; y corriendo un velo
sobre los trescientos años de dominación
española en América, sólo presentaremos
los hechos auténticos y notorios que han debido
desprender y han desprendido de derecho a un mundo de otro, en
el trastorno, desorden y conquista que tiene ya disuelta la
nación española.
Este desorden ha aumentado los males de la
América, inutilizándole los recursos y
reclamaciones, y autorizando la impunidad de
los gobernantes de España para insultar y oprimir esta
parte de la nación, dejándola sin el amparo y
garantía de las leyes.
Es contrario al orden, imposible al gobierno de
España, y funesto a la América, el que, teniendo
ésta un territorio infinitamente más extenso, y
una población incomparablemente más
numerosa, dependa y este sujeta a un ángulo peninsular
del continente europeo.
Las sesiones y abdicaciones de Bayona, las
jornadas del Escorial y de Aranjuez, y las órdenes del
lugarteniente duque de Berg, a la América, debieron
poner en uso los derechos que hasta entonces habían
sacrificado los americanos a la unidad e integridad de la
nación española.
Venezuela, antes que nadie, reconoció y
conservó generosamente esta integridad por no abandonar
la causa de sus hermanos, mientras tuvo la menor apariencia de
salvación.
América volvió a existir de nuevo,
desde que pudo y debió tomar a su cargo su suerte y
conservación; como España pudo reconocer, o no,
los derechos de un rey que había apreciado más su
existencia que la dignidad de
la nación que gobernaba.
Cuantos Borbones concurrieron a las
inválidas estipulaciones de Bayona, abandonando el
territorio español, contra la voluntad de los pueblos,
faltaron, despreciaron y hollaron el deber sagrado que
contrajeron con los españoles de ambos mundos, cuando,
con su sangre y sus tesoros, los colocaron en el trono a
despecho de la Casa de Austria; por esta conducta
quedaron inhábiles e incapaces de gobernar a un pueblo
libre, a quien entregaron como un rebaño de
esclavos.
Los intrusos gobiernos que se abrogaron la
representación nacional aprovecharon pérfidamente
las disposiciones que la buena fe, la distancia, la
opresión y la ignorancia daban a los americanos contra
la nueva dinastía que se introdujo en España por
la fuerza; y contra sus mismos principios,
sostuvieron entre nosotros la ilusión a favor de
Fernando, para devorarnos y vejarnos impunemente cuando
más nos prometían la libertad, la igualdad y
la fraternidad, en discursos pomposos y frases estudiadas, para
encubrir el lazo de una representación amañada,
inútil y degradante.
Luego que se disolvieron, sustituyeron y
destruyeron entre sí las varias formas de
gobierno de España, y que la ley imperiosa de la
necesidad dictó a Venezuela el conservarse a sí
misma para ventilar y conservar los derechos de su rey y
ofrecer un asilo a sus hermanos de Europa contra los males que
les amenazaban, se desconoció toda su anterior conducta,
se variaron los principios, y se llamó
insurrección, perfidia e ingratitud, a lo mismo que
sirvió de norma a los gobiernos de España, porque
ya se les cerraba la puerta al monopolio de
administración que querían
perpetuar a nombre de un rey
imaginario……….."
Lo que comenzó el 19 de abril de 1810 como un
movimiento autonomista por parte del Cabildo de Caracas, pero que
guardaba fidelidad al rey Fernando VII; en 1811 no sólo
superó el ámbito de la Provincia de Caracas al
sumarse otras provincias, sino que implicó la ruptura
definitiva con el nexo colonial español. Con esta
finalidad se instaló en Caracas el 2 de marzo de 1811, el
primer Congreso de Venezuela, con la representación de las
Provincias de Caracas, Cumaná, Barinas, Margarita,
Mérida, Barcelona y Trujillo. Estas siete provincias que
formaban la "Confederación Americana de Venezuela en el
Continente Meridional", quedaron simbolizadas en las siete
estrellas de la bandera nacional venezolana. Es importante
destacar que las provincias de Coro, Maracaibo y Guayana,
quedaron excluidas del Congreso por estar dominadas por los
españoles.
La instalación del Congreso se llevó a
cabo el 2 de marzo de 1811 en la casa del Conde San Javier (hoy
esquina de El Conde) en Caracas, con asistencia de la Junta
Suprema. Acto seguido se eligió un Presidente provisional
del Congreso y pasaron, precedidos por los miembros de la Junta a
la catedral de Caracas, donde el arzobispo Narciso Coll y Pratt
ofició la misa y después del evangelio los
diputados prestaron juramento, bajo estos términos:
"¿Juráis a Dios por los Santos Evangelios que vais
a tocar, y prometéis a la Patria conservar y defender sus
derechos y los del Señor Don Fernando VII, sin la menor
relación o influjo con la Francia;
independientes de toda forma de gobierno de la península
de España; y sin otra representación que la que
reside en el Congreso General de Venezuela; oponeros a toda
dominación que pretendiera ejercer soberanía en
estos países, o impedir su absoluta y legítima
independencia cuando la Confederación de sus Provincias la
juzgue conveniente…?". Dicho juramento expresa tres aspectos
que son importantes destacar. El primero, es el rechazo por parte
de la iglesia a la
influencia de la Revolución
Francesa en el proceso
independentista venezolano (y en toda Hispanoamérica) dado
su marcado carácter anticlerical. Segundo, la
mención a la forma federativa (Confederación) de la
Constitución Política, lo cual formará parte
del intenso debate
centralismo-federalismo que se llevará a
cabo durante el Congreso, y que dominará todo el siglo
XIX. Tercero, la declaración de la Independencia absoluta
de Venezuela, la cual además había que proteger no
sólo de España sino de las demás potencias
europeas.
A medida que se fueron desarrollando las sesiones del
Congreso, la idea de la Independencia fue ganando adeptos en el
seno del mismo. Muchos diputados la apoyaron con apasionados
alegatos, otros con argumentos históricos. Entre los
diputados que se oponían a la ruptura definitiva con la
corona española, se encontraba el sacerdote de La Grita,
Manuel Vicente Maya, quien pronto se vio abrumado por los
discursos de Fernando Peñalver, Juan Germán Roscio,
Francisco de Miranda, Francisco Javier Yanez y muchos más,
favorables a la idea de la Independencia absoluta. Mientras
tanto, los ánimos de los jóvenes radicales se
caldeaban en las reuniones de la Sociedad Patriótica,
hasta llegar el momento en que Simón Bolívar
lanzó—ante las dudas sobre la Independencia—su
famosa pregunta: "¿Trescientos años de calma, no
bastan?".
En la mañana del 5 de julio continúo el
debate en el Congreso, y a comienzos de la tarde se procede a la
votación; hecho el recuento de los votos, el presidente
del Congreso Juan Antonio Rodríguez Domínguez,
anunció solemnemente a las tres de la tarde, que quedaba
proclamada la Independencia absoluta de Venezuela. De acuerdo con
los testimonios de la época, luego de la
proclamación se vivieron momentos de intensa
emoción. Una manifestación espontánea, a la
cabeza de la cual figuraba Francisco de Miranda,
acompañado por miembros de la Sociedad Patriótica y
del pueblo, recorrió las calles de la ciudad, ondeando
banderas y gritando consignas acerca de la libertad. En la misma
tarde del 5 de julio el Congreso celebró otra
sesión, en la que se acordó redactar un documento,
cuya elaboración fue encomendada al diputado Juan
Germán Roscio y al secretario del Congreso, Francisco
Isnardi. En este documento debían aparecer los motivos y
causas que produjeron la Declaración de la Independencia,
para que sometido a la revisión del Congreso, sirviese de
Acta y pasara al Poder
Ejecutivo.
Finalmente, debemos aclarar que el texto antes
mencionado, el cual se conoce como el Acta de la Independencia,
aunque está fechado en Caracas el 5 de julio de 1811
(porque ese día fue declarada) en realidad fue redactada
en la noche del día 5 al 6 o en el transcurso del
día 6, aprobado el 7 por el Congreso y presentada el 8 al
Poder Ejecutivo. Las circunstancias de la guerra de
emancipación, hicieron que se perdiera el manuscrito
original del Acta de la Independencia, el que llevaba al pie las
firmas autógrafas de 41 diputados y el sello del Congreso.
Hasta el presente este documento fundamental para nuestra
historia, no ha sido localizado. Sin embargo, el texto
auténtico del Acta de la Independencia se conoce
perfectamente gracias a su reproducción en El Publicista de Venezuela
y la Gaceta de Caracas del 16 de ese mes.
MANIFIESTO DE CARTAGENA
"Libertar a la Nueva Granada de la suerte de
Venezuela y redimir a ésta de la que padece, son los
objetos que me he propuesto en esta memoria.
Dignaos, oh mis conciudadanos, de aceptarla con indulgencia en
obsequio de miras tan laudables.
Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas,
escapado prodigiosamente de en medio de sus ruinas
físicas y políticas, que siempre fiel al sistema liberal
y justo que proclamó mi patria, he venido a seguir los
estandartes de la independencia, que tan gloriosamente tremolan
en estos Estados.
Permitidme que animado de un celo patriótico
me atreva a dirigirme a vosotros, para indicaros ligeramente
las causas que condujeron a Venezuela a su destrucción,
lisonjiándome que las terribles y ejemplares lecciones
que ha dado aquella extinguida República, persuadan a la
América a mejorar su conducta, corrigiendo los vicios de
unidad, solidez y energía que se notan en sus
gobiernos
El más consecuente error que cometió
Venezuela al presentarse en el teatro
político fue, sin contradicción, la fatal
adopción que hizo del sistema tolerante;
sistema improbado como débil y ineficaz, desde entonces,
por todo el mundo sensato, y tenazmente sostenido hasta los
últimos períodos, con una ceguedad sin
ejemplo.
Las primeras pruebas que
dio nuestro gobierno de su insensata debilidad, las
manifestó con la ciudad subalterna de Coro, que
denegándose a reconocer su legitimidad, la
declaró insurgente, y la hostilizó como enemigo.
La Junta Suprema en lugar de subyugar aquella indefensa ciudad,
que estaba rendida con presentar nuestras fuerzas
marítimas delante de su puerto, la dejó
fortificar y tomar una actitud tan respetable que dejó
subyugar después la confederación entera, con
casi igual facilidad que la que teníamos nosotros
anteriormente para vencerla, fundando la Junta su
política en los principios de humanidad mal entendida
que no autorizan a ningún gobierno para ser por la
fuerza libres a los pueblos estúpidos que desconocen el
valor de sus derechos."
Cartagena de Indias, diciembre 15 de
1812.
Simón Bolívar
En este manifiesto, Bolívar expone sus
consideraciones sobre la situación actual de la guerra de
independencia, en especial las causas que llevaron al fracaso la
primera república.
Así, Bolívar destaca la adopción de
un gobierno que adoptó un sistema federal con sus
consecuencias fatales para los intereses de unificación de
la república; por otra parte la orientación que
tuvieron los magistrados para procurar el orden social quienes
consideraron que el mismo se conformaba y construía con la
promulgación de leyes. De manera tal, que tuvimos
filósofos por gobernantes y filantropía por
legislación, lo que contribuyó a la
disolución total de la primera
república.
Por ello, a cada conspiración y acto de corrupción
y desobediencia sucedía el perdón que no
hacía más que mandar a hacer el crimen, más
aún cuando la república se encontraba en construcción social y
política.
Contrarios a levantar tropas disciplinadas y fuertes, el
gobierno procuró la instalación de soldados y
demás burócratas que contrarios a defender los
intereses de una república que perseguía su
fortificación, contribuyeron al agotamiento del erario
público.
El sistema federal adoptado por el gobierno
exacerbó el caudillismo que
terminó dando como resultado la rivalidad entre las
provincias y ciudades de Venezuela, más aún cuando
la unificación de la patria se encontraba en
gestación.
Por otra parte, la adopción de una nueva y
desconocida moneda que pretendía mediar la relaciones
comerciales generó una gran incertidumbre que aún
la población no se encontraba en capacidad de comprender
como la expresión abstracta del valor de los bienes y
servicios. De manera tal que, la población percibía
que con la moneda se les estaba despojando del valor
intrínseco (valor de uso) que poseían los bienes y
servicios, aumentando así el descontento de la
población ante el nuevo sistema
político independiente de la corona
española.
Además de todo ello, lo que más
debilitó a la república fue el sistema federal que
adoptó , que siguiendo las máximas exageradas de
los derechos del hombre promovió la anarquía.
Debido que a pesar de las bondades del sistema federal, es el
más inadecuado para nuestros pueblos, dado su
oposición a los intereses de unificación de una
república que recién nacía.
En síntesis,
Bolívar resume las causas principales que dieron al traste
con la primera república expresando que en primer lugar
debe colocarse la constitución federal que era tan
contraria a los intereses de la república como favorable a
las intenciones de los enemigos. En segundo lugar, el
espíritu de misantropía que se apoderó de
nuestros gobernantes. Tercero, la oposición de conformar
un cuerpo de soldados con cuya fuerza pudieran replegar los
ataques de los enemigos y por último, el terremoto que fue
explotado por el fanatismos de la iglesia católica la cual
lo utilizó para infundir miedos a la población
difundiendo la creencia de que el mismo era la respuesta de dios
ante los intentos de independencia de la corona
española.
En este discurso Bolívar dirige sus apreciaciones
y sugerencias humildes a los nuevos magistrados a quienes les
transfiere el poder político. Durante el mismo,
Bolívar acepta y reconoce que fuerzas irresistibles han
dirigido tanto los fracasos como los aciertos de sus actos por
cual sería injusto atribuírselos a
él.
En este discurso, en Bolívar se evidencia la
influencia del pensamiento de Aristóteles en su visión
política y social, por cuanto efectúa un conjunto
de apreciaciones sociológica, históricas y
antropológicas sobre la conformación de esta nueva
raza de hombres que constituyen las naciones americanas.
Así Bolívar, expone su visión situacional
que los gobiernos deben considerar al momento de decidir sus
formas e instituciones políticas.
Los pueblos bolivarianos poseen características
étnicas y climáticas que los diferencian en su
carácter de otros pueblos, así como otras razones
históricas, invitando a los legisladores a que estas sean
tomadas en cuenta al construir la forma de gobierno que procure
la mayor suma de felicidad posible. "… no somos europeos,
no somos indios, sino una especie media entre los
aborígenes y españoles".
Así, quiere evidenciar que es inapropiado
pretender imponer sistemas políticos a pueblos que ni
siquiera han sido soberanos para instaurar su tiranía, la
cual habiendo quedado en manos de la colonia española, nos
ha imposibilitado el
conocimiento sobre el negocio y manejo de los asuntos
públicos. De manera tal que, mal podríamos
pretender que un pueblo en tales condiciones signadas
históricamente por la usurpación de sus más
básicos derechos, pudiera alcanzar la capacidad de
procurarse las instituciones y su instauración en las
mejores condiciones favorables para él. Así
Bolívar expresa que "…un pueblo ignorante es
instrumento ciego de su propia destrucción", aunado al
pensamiento de que "…un pueblo uncido al triple yugo de la
ignorancia, de la tiranía, y del vicio, no ha podido
adquirir, ni saber, ni poder, ni virtud"
Por último, en este discurso Bolívar
denuncia lo pernicioso de que los legisladores se hayan
preocupado más por tomar modelos
políticos foráneos que por promover la
unificación de la república, lo que contribuyen a
su disolución, por cuanto los legisladores olvidan las
consideraciones sociológicas, históricas y
antropológicas de nuestros pueblos. De esta manera, se
evidencia una vez más el carácter situacional de la
visión política y social de
Bolívar.
Por último, Bolívar expresa que no crean
los legisladores que las repúblicas se construyen con
leyes e instituciones que nada pudieran parecerse a la
idiosincrasia de los pueblos y por ende representar los
sentimientos de la nación y la visión sólida
política sobre la unificación del
república.
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