"…si usted considera que el trabajo de
los revolucionarios consiste en arrancar ciertas concesiones
definidas del gobierno,
entonces la secta secreta y el cuchillo le deben parecer las
mejores armas, porque no
hay otra cosa que teman tanto todos los gobiernos. Pero si piensa
usted, como pienso yo, que forzar la mano del gobierno no es un
fin en sí mismo, sino solamente un medio para un fin y que
lo que nosotros necesitamos realmente reforzar es la
relación entre hombre y
hombre, entonces debe usted ir a la obra de manera
diferente."
- "El Tábano" Ethel L. Voynich, Editorial
Arte y
Literatura,
2005, Pág. 175
Introducción
Ha sido recurrente durante las últimas
décadas analizar, desde cada ciencia en
específico, el impacto que va teniendo la forma en que se
está construyendo (destruyendo) el mundo moderno, tratando
de aportar cada una de ellas un respiradero para sofocar la
actual situación y prevenirnos de las consecuencias de su
mal manejo, puesto que nos afecta a todos como miembros de una
sociedad sin
fronteras que la
globalización nos ha regalado para extender
desgracias; pero también para una suerte que debemos
aprovechar y merecer.
Si desde el derecho se pretende incidir favorablemente
para coadyuvar a este cambio vital
que se necesita, la transformación en cuestión
deberá ir dirigida a abrir las vías a las
mayorías para que puedan tomar el timón de sus
(nuestros) destinos, e implementar a través del poder un
cambio de rumbo que no solo incida sobre los males sociales, ya
suficientemente conocidos por lo padecido, sino sobre sus causas,
trazando políticas
preventivas, rescatando, de inicio y por necesidad, la fuerza
imprescindible de todos y cada uno de nosotros, hombres y
mujeres, anónimos pero indispensables, que en vista de los
retos que enfrentamos debemos hacer de cada uno el mejor ser
humano que podamos.
Así lo demuestra de mejor manera algo tan simple
como un cuento que por
lo extraordinario es más que suficiente y por tanto
quisiera compartir: "Dicen que un sabio estaba trabajando para
intentar aportar a la solución de los problemas de
la humanidad y su hijo, de seis años, fue a verlo. Le
dice: "Papá, vengo a ayudarte." Y el padre dice: ¡Un
niño de seis años qué me va a ayudar con
todo esto!" Pero no se lo pudo sacar de encima, buscó con
qué entretenerlo, y encontró un revista. En la
revista había un mapa del mundo. Arrancó la hoja,
agarró una tijera, lo cortó en pedacitos y le dijo:
"Como a ti te gusta armar rompecabezas, trata de armar el mundo."
Se dijo: "Bueno, con esto tengo entretenido diez días a mi
hijo." Y se fue a sus investigaciones,
a sus notas. Pero a las dos horas el niño le dice:
"Papá, ya está listo; ya lo arreglé." Le
había dado una cinta para que lo fuera pegando. El hombre
pensó: "Esto es cosa de chicos, vaya a saber qué
hizo." Fue a ver y efectivamente, estaba el mapa del mundo
arreglado. Le dice: "¿Pero cómo hiciste esto si no
conoces el mundo?" "!Ah!,-responde el chico- lo que pasa es que
cuando arrancaste la hoja yo vi que del otro lado había un
hombre, y como yo conozco al hombre, di vuelta a todo y
pegué al hombre. Cuando arreglé al hombre,
arreglé el mundo."
- Capítulo I
"…la cultura de la
resistencia no se
puede reducir a la protesta,
sino que debe ser transformada en una
voluntad de participación,
de formular propuestas."
Manuel Vázquez
Montalbán
Página siguiente |