El nivel de educación superior del sistema educativo venezolano (página 2)
Es importante resaltar que desde sus comienzos, las
instituciones
de educación
venían implicadas con unas determinadas funciones o
misiones que variaban según los intereses particulares de
las personas e instituciones desde las que la promovían.
En tal sentido Marín y González (2000)
señalan que lo normal en aquella época era que las
universidades estuviesen promovidas por los reyes o por la
Iglesia, y
raras veces por particulares que quisieran crear una universidad por
el mero interés
humanístico y científico de conocer y
aprender.
Refiriéndose a las funciones o misiones que
ejercían las universidades en la edad media
Marín y González (2000) destacan las
siguientes:
- Sedes de enseñanza, estudio y conocimiento
de diversas materias como leyes, medicina,
teología. - Servir de intereses eclesiásticos y
políticos. - Fortalecer los poderes centrales del papado contra
las exigencias y aspiraciones de los poderes terrenales y de
los intereses feudales. - Servir como centros de reclutamiento de personas que pudieran servir de
personal al
servicio de
la Iglesia. - Defender los intereses colectivos de los estudiosos y
maestros contra las autoridades municipales y los ciudadanos
mediante privilegios. - Proporcionar juristas que pudieran resolver problemas
legales desconocidos para la ley
común. - Preparar empleados civiles que pudieran competir con
las autoridades principescas.
A finales de la Edad Media la educación
académica, gracias a las universidades, se
convirtió en un sello de distinción social. El
doctorado se emparejaba con el título de nobleza en cuanto
a la deferencia que exigía, incluso, señalan
Marín y González (2000) que fuera de la universidad
los grados académicos no daban derecho a la
práctica de ninguna profesión en particular.
Igualmente señala que en el siglo XV, el grado
académico era reconocido como evidencia de la
cualificación siendo importante a la hora de competir para
conseguir los puestos eclesiásticos y
seculares.
La creación de las universidades provocó
un cambio en la
realidad social de la época, entrando a formar parte la
escuela de un
nuevo estrato social que modificó la estructura de
la sociedad
desarrollándola y haciéndola más compleja.
Marín y González (2000) resumiendo las
particularidades de las universidades medievales señala
que estas poseían tres características
constitutivas: el universalismo, la autonomía, y la
búsqueda espontánea del saber y de la
verdad.
Las Universidades del Nuevo Mundo
Luego del descubrimiento de
América en 1492, llegaron al nuevo mundo
españoles de todos los niveles culturales, incluyendo
sacerdotes y laicos con formación universitaria. Las
primeras universidades fundadas entonces son la Universidad de
Santo Domingo en La República Dominicana (1538), la
Universidad de San Marcos en Lima (1551) y la Universidad de
México en
(1551), Universidad Santo Tomas Bogotá 1580.
La Universidad en Venezuela
La Etapa Colonial
A diferencia de Perú y México, naciones
que antes del siglo XV tuvieron culturas indígenas de gran
desarrollo y
en las cuales, si se profundiza conceptualmente, podrían
identificarse elementos de lo que hoy denominamos educación
superior, el territorio que hoy es Venezuela
estuvo habitado por un grupo numeroso
de pequeñas tribus bastante primitivas, cuyos mayores
adelantos estuvieron vinculados al cultivo de maíz y
yuca, la alfarería y la construcción de terrazas para la defensa
contra inundaciones.
Por esta razón se debe considerar que la historia de la
educación superior en este país comienza
después de la llegada de los europeos a nuestro
continente, más concretamente en 1592, cuando un grupo de
españoles residenciados en Caracas, ciudad fundada en 1567
y hoy capital del
país, solicitó al rey de España la
creación de una Cátedra de Gramática y un Colegio Seminario que
sirvieran para la instrucción de sus hijos. Sin embargo,
debido a que esta ciudad fue pronto azotada por pestes, piratas,
gran precariedad económica y conflictos
internos, sus habitantes no pudieron ocuparse mucho de
desarrollar esta idea. A ello se agregó el hecho de que en
1641 un terrible terremoto destruyó gran parte de la
ciudad y con ella lo poco que ya se había levantado del
Colegio Seminario. La desolación fue tal que por casi tres
décadas este asunto permaneció diferido ante la
necesidad de atender prioridades de supervivencia.
Por todo lo anterior, y debido al pequeño
número de habitantes de Caracas, durante mucho tiempo
sólo funcionó la Cátedra de Gramática
(educación secundaria de esa época), como
expresión de la educación más alta. El
Seminario, como inicio de la formación teológica,
cuya creación fue autorizada por el Rey Felipe II en 1592,
fue inaugurado y comenzó a funcionar 104 años
después, el 29 de Agosto de 1696, con el nombre de
"Magnífico y Real Seminario Colegio de Santa Rosa de
Lima", siendo su rector el obispo peruano fray Antonio
González de Acuña. Pero este establecimiento
sólo sirvió por muchos años a una
pequeña parte de los aspirantes, puesto que quienes
deseaban una formación universitaria tenían que
viajar a Santo Domingo, Bogotá o México.
Lo costoso de hacer los estudios en lugares tan lejanos
hacía que la enseñanza superior quedara reservada
para los hijos de las familias más acomodadas de los
españoles y de los blancos criollos. Después de
innumerables diligencias ante la Corona española, el Rey
Felipe V, mediante real cédula fechada en Lerma el 22 de
diciembre de 1721, decretó la creación de una
universidad a la cual un año más tarde el Papa
Inocencio XIII le concedió el carácter de Pontificia. Y así, en el
antiguo Seminario de Santa Rosa se instaló ese año
la "Real y Pontificia Universidad de Caracas", que, a manera
similar a otras de Hispanoamérica, no tenía otra
misión
que defender los intereses de la corona y velar por la pureza de
la religión
católica, de cuya Iglesia dependía. En ella se
enseñaba teología, leyes, medicina y artes, pero la
formación eclesiástica era la misión
más importante.
Para ingresar como alumno en esta casa de estudios se
requería presentar un testimonio "de vida y costumbres",
con documentos y
testigos, para probar que se era blanco, hijo de legítimo
matrimonio,
descendiente de cristianos "limpios de toda mala raza" y de buena
posición económica. Todo lo cual implicaba que no
podía ingresar a ella sino un sector muy restringido de la
comunidad.
Los estatutos coloniales de esta universidad comenzaron
a regir en 1727, pero fueron modificados por disposición
real en 1784. Los nuevos estatutos establecieron la
elección del Rector por parte del Claustro (compuesto por
los profesores de la universidad y los doctores residentes en la
ciudad) en lugar de ser designado directamente por el Obispo,
como era lo acostumbrado. Se autoriza a la Universidad para
otorgar los títulos de Bachiller, Licenciado, Maestro y
Doctor en diferentes campos del conocimiento y, como en otras
partes del mundo de esa época, se dispone que el
título de Doctor en Teología sea el grado
académico más alto y exigente. El primer
título de Doctor fue otorgado el 17 de abril de 1785 y se
hizo en el campo de la medicina, al médico venezolano
Francisco Molina. Este título (que todavía hoy es
el grado más elevado que concede la mayoría de las
universidades) se otorgaba en esa época sin el requisito
de trabajo
académico sistemático, extenso y supervisado como
sucede con los estudios de postgrado en la actualidad.
En efecto, como en todas las universidades, medievales o
coloniales, la única exigencia académica, adicional
a la Licenciatura, para obtener dicho grado era la lectura
pública de una "tesis", la
cual consistía generalmente en la exposición
y defensa, ante un Jurado designado por el Rector, de un tema
controversial o novedoso escogido por el candidato, lo cual
culminaba con un acto académico en la capilla
universitaria, un colorido desfile por las calles de la ciudad y
una fiesta pomposa pagada por el doctorando (Leal, 1981). En los
últimos años del siglo XVIII y primeros del XIX, en
esta Universidad comienzan a penetrar las ideas racionalistas de
la
Ilustración europea gracias al Dr. Baltasar de los
Reyes Marrero, profesor de
matemáticas, quien introduce el estudio de
la filosofía racionalista de Locke, Newton,
Spinoza, Leibnitz,
Descartes y
otros pensadores europeos y, bajo el influjo de las nuevas ideas,
se rechazan las que predominaban en el modelo de
universidad colonial, particularmente las de Santo Tomás,
Aristóteles y Justiniano. Estas ideas,
junto con la invasión de España por Napoleón y las contradicciones existentes
entre blancos criollos y españoles, entre pardos y blancos
y entre propietarios y esclavos, dan lugar a fines del siglo
XVIII y comienzos del XIX a numerosos levantamientos y rebeliones
que condujeron, como en otras regiones de América
Latina, a la Guerra de
Independencia
que se inicia formalmente en Venezuela el 5 de julio de 1811 y
termina diez años después.
La Construcción de la
República
Venezuela logró su independencia de España
en 1821 con la Batalla de Carabobo, después de muchos
movimientos revolucionarios y de batallas dirigidas por
Simón Bolívar.
Pero lo hizo formando parte de la Gran Colombia,
proyecto
bolivariano aprobado en el Congreso de Angostura (en 1819), que
se disolvió en 1830 por rivalidades entre varios de
quienes fueron héroes de la independencia. El proyecto
grancolombiano incluía, además de Venezuela, a los
departamentos de Nueva Granada (hoy Colombia y Panamá) y
Quito (hoy
Ecuador), pero
una vez desintegrado, en Venezuela se inicia una larga serie de
guerras
civiles que impidieron durante el siglo XIX su desarrollo
económico y social, y por lo tanto,
educativo.
Una vez lograda la independencia, en la Universidad de
Caracas se iniciaron cambios que fueron reemplazando el modelo
elitesco y eclesiástico, por la llamada universidad
republicana, más dinámica, tolerante y científica. En
1827, Bolívar, como Presidente de la Gran Colombia designa
Rector de la Universidad al médico y Doctor José
María Vargas y con su asesoramiento y el del letrado
José Rafael Ravenga, realiza una gran reforma de la
universidad mediante un Decreto emitido el 24 de junio, con lo
cual la vieja casa de estudios, ahora denominada Universidad
Central de Venezuela (UCV), se convierte en una
institución con gran autonomía organizativa y
académica, reforzada por el hecho de que se le
otorgó en patrimonio la
propiedad de
varias haciendas.
El Estatuto bolivariano de 1827 incorporó nuevas
cátedras y laboratorios, sobre todo en las áreas de
Matemáticas, Física y Ciencias
Naturales; se redujeron o eliminaron las restricciones
raciales, económicas y de tipo religioso para el ingreso a
la universidad y se eliminó el latín como lengua oficial
de enseñanza.
Las reformas posteriores fueron lentas el resto del
siglo XIX debido a la inestabilidad política. En 1856 la
sede de la Universidad Central fue trasladada de su edificio
original (hoy Palacio Municipal) al edificio del antiguo Convento
de San Francisco (hoy Palacio de las Academias), y
permaneció allí hasta 1953, cuando fue mudada a la
moderna sede de la Ciudad Universitaria de Caracas situada cerca
del centro de la ciudad y declarada por la UNESCO, en el 2.001,
patrimonio cultural de la humanidad. Para mediados del siglo XIX
la estructura académica de la Universidad Central se
asemejaba bastante al modelo napoleónico, esto es, se
había sustituido la estructura unitaria de la universidad
colonial y la formación general que se daba en las
Facultades de Artes, por un conjunto de escuelas aisladas, cuya
función
primordial era la formación profesional
especializada.
Es así como al ser reorganizada en 1858, la UCV
estaba constituida por las facultades de Ciencias
Eclesiásticas; Ciencias Políticas;
Ciencias Médicas; Ciencias Naturales; Ciencias
Físicas, Matemáticas y Filosóficas; y
Humanidades (Barrios, 1984). En 1870 el Presidente Antonio
Guzmán Blanco, un autócrata progresista, le elimina
la autonomía argumentando que la Universidad existente era
"un nidal de godos y oligarcas". Con el modelo napoleónico
de universidad se afirma en Venezuela, desde el último
cuarto del siglo XIX, el pensamiento
positivista y evolucionista. Lamentablemente, hasta 1935 este
proceso no
contó con un marco político favorable, pues las
largas autocracias de los generales Cipriano Castro (1902-1904 y
1905-1908) y Juan V. Gómez (1910-1935) sometieron al
país a un silencio y aislamiento que, pese a los
movimientos de protesta estudiantil como los ocurridos en 1928,
atrofiaron el desarrollo institucional, hasta el punto de que la
Universidad Central estuvo cerrada por 10 años, entre 1912
y 1922 (Navas, 2001). La segunda universidad creada en Venezuela
fue la de Mérida (hoy Universidad de los Andes), la cual
nació a partir del Seminario de San Buenaventura, fundado
en 1785 por el obispo Juan Ramos de Lora.
Este seminario fue elevado al rango de Universidad por
el gobierno español en
1808 pero, debido a la guerra de independencia, no pudo iniciar
su funcionamiento sino en 1832, y lo hizo muy irregularmente, al
constituirse el país como república soberana. La
tercera universidad fue la de la Maracaibo, fundada en 1891 y la
cuarta la de Valencia en 1892 (refundada como de Carabobo en
1958), pero estas dos últimas, como la de Mérida,
tampoco lograron funcionar por mucho tiempo.
Durante la segunda mitad del siglo XIX la universidad
venezolana vivió algunas etapas de cierto esplendor, pero
predominaron las de decadencia debido a la inestabilidad
política, las crisis
financieras y al intervencionismo oficial que eliminó su
autonomía. Fueron largos años de luchas
caudillescas por el control del
poder
político de la nación,
lo cual afectó la evolución del sistema
educativo en su totalidad. Un hecho de gran importancia, sin
embargo, fue la promulgación, el 27 de Junio de 1870, del
Decreto de Instrucción Pública, Gratuita y
Obligatoria, ratificado en el Código
de Instrucción Pública de 1897, mediante los cuales
se establece el principio de la gratuidad de la enseñanza
en universidades, colegios y demás institutos
nacionales.
En el siglo XX, Venezuela vivió dos largas y
cruentas dictaduras que pacificaron el país (la de Juan
Vicente Gómez, por 26 años desde 1909 y la de
Marcos Pérez Jiménez, por 10 años desde
1948), pero estos regímenes poco hicieron por la
educación, hasta el punto de sólo dos universidades
(la Universidad Central y la de Los Andes) funcionaron con cierta
regularidad, aunque ellas continuaron siendo instituciones
elitescas, hechas a la medida y gusto de los sectores sociales
dominantes.
En 1918 se produce en Argentina el llamado Movimiento de
Córdoba –el primer gran cuestionamiento de la universidad
latinoamericana– cuyos efectos se tradujeron principalmente en
fortalecer las luchas por la autonomía y el cogobierno
universitarios dando poder electoral a los estudiantes. Sus ideas
se extendieron a casi todos los países de la
región, entre ellos a Venezuela, aunque en este caso
tardíamente debido a los largos períodos
dictatoriales que finalizaron en 1958. En todo caso, este
movimiento influyó muy poco en lo
académico.
Para la primera mitad del siglo XX, Venezuela se
caracterizó por ser un país de población eminentemente rural, con agricultura de
subsistencia y una industria
incipiente concentrada en la zona central. En este lapso no hubo
crecimiento significativo de la matrícula escolar y por
ende no se crearon nuevas instituciones de educación
superior. Durante el período 1899 a 1935 las universidades
continuaron su función de capacitar, fundamentalmente,
para las profesiones liberales y clásicas: Derecho,
Medicina e Ingeniería. En 1916 se incorporaron a la
Universidad Central de Venezuela los estudios de Farmacia y en
1922 los de Odontología, carreras que a partir de 1928 se
ofrecieron también en la Universidad de
Mérida.
En 1935 muere el dictador Juan Vicente Gómez y en
los diez años siguientes, con los gobiernos de los
generales Eleazar López Contreras (1936-1941) e
Isaías Medina Angarita (1941-1945), se inicia un proceso
de apertura política y de cambios sociales y
económicos. Se realizaron inversiones en
la agricultura y se tomaron medidas para comenzar el proceso de
industrialización del país. En materia
educativa se adelantaron decisiones de importancia que
contribuyeron a la expansión y mejoramiento cualitativo
del sector. Se crearon Escuelas Normales para la formación
de maestros de educación primaria y el Instituto
Pedagógico Nacional en 1.936, para capacitar profesores
para la educación media. En las universidades se hacen los
primeros intentos por salir del modelo exclusivista de las
profesiones liberales y por articular más su misión
con necesidades socioeconómicas del país. Y
así, en este período, en la Universidad Central se
crearon Facultades de Agronomía, Veterinaria
(1.937), Economía, Arquitectura,
Ciencias y Humanidades y Educación. Las Facultades
más antiguas de Ciencias
Jurídicas y Políticas, Ingeniería y
Medicina, fueron modernizadas y se crearon los primeros
institutos de investigación. En 1940 se dicta una Ley de
Universidades que otorga cierta autonomía a estas
instituciones. En 1945 una coalición cívico-militar
produce un golpe de estado,
derriba al General Medina Angarita y establece un gobierno
populista que dura tres años pero que, en ese lapso,
establece el sufragio
directo para la elección del Presidente de la
República, concede a la mujer y a los
analfabetas el derecho al voto y dicta un "Estatuto
Orgánico de las Universidades Nacionales" que elimina la
poca autonomía universitaria existente "para contrarrestar
el carácter reaccionario del Claustro". En 1946, se
reabre, con el nombre de Universidad del Zulia, la Universidad
creada en Maracaibo en 1891. Sin embargo, la esperada
transformación y expansión del subsistema de
educación superior se vieron frenadas con el derrocamiento
del Presidente electo, el escritor Rómulo Gallegos, y la
implantación de un nuevo régimen dictatorial de un
triunvirato.
Las décadas de los años 40 y 50 se
caracterizan por el inicio de la explotación a gran
escala de
yacimientos petroleros y la conversión de país
rural y agrícola en país urbano dependiente casi
exclusivamente de ese recurso natural. Los ingresos por el
"oro negro"
permiten al gobierno de la Junta de Gobierno de 1945-48 y del
General Pérez Jiménez (1948-58) ejecutar una
política de desarrollo económico basada en la
construcción masiva de obras de infraestructura y de
industria pesada. Las necesidades de personal capacitado fueron
solucionadas a través de la inmigración de obreros, técnicos y
profesionales europeos. Para 1950, Venezuela, con cinco millones
de habitantes, sólo tenía funcionando tres
universidades (Central, de Los Andes y del Zulia) y un instituto
superior de formación
docente (el Instituto Pedagógico) en los cuales
cursaban estudios unos 6.900 estudiantes. La dictadura
imperante en este periodo no fortaleció la
educación superior y, por el contrario, los universitarios
fueron abanderados de resistencia
contra el régimen. Las actividades académicas
sufrieron varias interrupciones, fueron sometidas a estricto
control oficial y en 1953, el Ejecutivo Nacional junto con dictar
una Ley de Universidades antiautonómica autorizó,
por primera vez, la apertura de universidades privadas, la
Universidad (laica) Santa María y la Universidad
Católica Andrés
Bello, ambas en Caracas.
Durante este periodo las universidades se limitaron a
establecer nuevas carreras, pero mantuvieron intacta su
estructura académico-organizativa tradicional, el plan de estudios
rígido, el carácter elitesco, la enseñanza
magistral y el casi nulo desarrollo de las actividades de
postgrado y de investigación. Las oportunidades de
estudios superiores eran bastante escasas en cuanto a
número y opciones profesionales y las clases populares
tenían pocas posibilidades de ingresar a este nivel
educativo.
En lo que se refiere a los estudios de postgrado, en
cuanto actividades formales de educación avanzada, ellos
se inician en 1936, cuando se crea en Maracay la Escuela de
Malariología, dependiente del Ministerio de Sanidad, y en
1937 se dicta en ella sobre paludismo
(enfermedad que azotaba a gran parte de la población) el
primer curso de postgrado en el país. Cuatro años
después, en 1941, la Universidad Central de Venezuela
adscribe a su seno y norma los cursos de Tisiología e
Higiene que el
Ministerio de Sanidad venía dictando desde 1937, con lo
cual da inicio a los estudios sistemáticos y permanentes
de postgrado en Venezuela.
La Etapa Democrática
El régimen dictatorial del Gral.
Pérez Jiménez es depuesto en enero de 1958 por
una amplia coalición cívico-militar que decreta
en diciembre de ese mismo año una Ley de Universidades
bastante progresista. En ella se establece la plena
autonomía universitaria y el principio de plena
inviolabilidad de su recinto por parte de las fuerzas
públicas. Pero a los pocos meses el poder quedó
en manos de los principales partidos
políticos del país, Acción Democrática y Unión
Republicana Democrática (socialdemócratas) y
COPEI (socialcristiano), los cuales firman el 31 de octubre un
acuerdo (el Pacto de Punto Fijo), mediante el cual se instaura
un sistema de
democracia
formal, o de la IV República, que permite a esos
partidos alternarse en el poder por 40 años y aislar y
reducir las fuerzas políticas de izquierda. Todo esto
condujo, en la década de los 60, al surgimiento de
movimientos guerrilleros, cuyos dirigentes más
importantes eran estudiantes y profesores universitarios. En
1969, a partir de este antecedente y por influencia del
movimiento estudiantil francés de Mayo de 1968 y de la
ideología marxista predominante en el
sector universitario, se produce el llamado Movimiento de
Renovación Universitaria, el cual, al ser reprimido,
condujo al cierre de la Universidad Central por más un
año pero también a reformas curriculares de
cierta importancia, como fueron los intentos de organizar las
universidades por departamentos y la implantación del
estudio por semestres, en lugar de años; la
creación de Licenciaturas con varias opciones y el
régimen de unidades-crédito, prelaciones y materias
electivas, con lo cual se logró dar mayor flexibilidad a
los estudios.
En 1970 el Congreso Nacional reforma la Ley de
Universidades con el propósito de lograr mayor control
político sobre las universidades. En ella se redefine el
concepto de
autonomía fijándole límites en
los aspectos organizativo, académico, administrativo y
financiero. Se ratifica el principio de inviolabilidad del
recinto universitario, pero deja a 1as autoridades nacionales y
locales la vigilancia de las áreas de acceso y
circulación, así como la seguridad de
personas y bienes y la
salvaguardia del orden público. Así mismo, la nueva
Ley otorga mayores poderes al Consejo Nacional de Universidades
(CNU), definiéndolo como organismo coordinador de las
instituciones universitarias y asignándole nuevas y
más amplias funciones en lo referente a responsabilidades
normativas y distribución del presupuesto de
las universidades públicas. En ella se introduce la idea
de planificación nacional, por lo cual se crea
la Oficina de
Planificación del Sector Universitario (OPSU), como
organismo de asesoría técnica del CNU en la
materia. La Ley reformada introduce el concepto de universidad
experimental, como alternativa frente a la
tradicional-autónoma, con la idea de ensayar nuevas
estrategias de
enseñanza y autoriza al Ejecutivo Nacional para crear
institutos y colegios universitarios estrictamente controlados
por el gobierno. Con esto se refuerza la tutela del
Estado sobre
la educación superior y se crean dos sistemas
paralelos: el de las universidades, por un lado, y el de los
institutos y colegios universitarios, por el otro. El gobierno
argumentó, desde luego, que la aparición de nuevas
instituciones de educación superior, diferentes de las
universidades, era una necesidad histórica, puesto que las
casas de estudio superior tradicionales han sido, y son, muy
resistentes a las transformaciones y porque su crecimiento
matricular y la multiplicación de sus funciones y programas,
hacían cada vez más difícil su productividad y
eficiencia.
Además de restringir la autonomía institucional, la
reformada Ley de Universidades, conforma un conjunto
heterogéneo y doblemente binario de educación
superior: universidades vs. Institutos de educación
superior (que no son universidades), por un lado, y sector
oficial vs. sector privado, por el otro. Con esto, la
educación superior se diversifica en muchas clases de
instituciones, en varios niveles y modalidades de estudio y cubre
casi toda la geografía nacional.
Pero todo esto se hace de manera sumamente improvisada, por lo
cual ha sido casi imposible la estructuración de un
verdadero sistema nacional de educación
superior.
En la década de los 60 las universidades
autónomas nacionales de entonces (UCV, LUZ, ULA)
despliegan una gran potencialidad dando apoyo a las actividades
científicas y de postgrado; crean nuevos organismos como
los Consejos de Desarrollo Científico y Humanístico
(CDCH), los Consejos de Estudios de Postgrado, institutos y
centros de investigación, y Organizaciones de
Bienestar Estudiantil (OBE). Se crean universidades
experimentales (Universidad Simón Bolívar,
Universidad Simón Rodríguez y Universidad de
Oriente), para competir con las autónomas, pero que son
experimentales sólo de nombre, puesto que nunca han sido
evaluadas para conocer su pertinencia, eficiencia o calidad.
En 1970 se crean programas de Estudios Universitarios
Supervisados en la UCV y en 1974 inicia sus actividades la
Fundación Gran Mariscal de Ayacucho (FUNDAYACUCHO), como
un gran programa de becas
para estudios en el exterior, con la particularidad de que
progresivamente ha ido destinando más recursos a
créditos educativos (en lugar de becas) a
programas de postgrado y a estudios en el país, en lugar
del exterior.
En 1980 el Congreso Nacional aprueba una avanzada Ley
Orgánica de Educación, la cual contribuye
grandemente a orientar el desarrollo educacional e introduce
elementos, que todavía no han sido instrumentados, para
sistematizar la gran heterogeneidad institucional que se
había ido conformando en los últimos
años.
Conviene precisar que el sistema
democrático-liberal de gobierno que se establece en el
país en 1958, se fundamentó en la existencia de
partidos políticos como principales instrumentos de poder
ciudadano y en la elección de los poderes centrales
(ejecutivo y legislativo) cada cinco años. Este
régimen se caracterizó por otorgar gran prioridad a
la educación, sector al cual vio como la mejor vía
de movilidad social y económica, conformadora de una
clase media
profesional numerosa e influyente. Por eso, la educación
primaria y media crecen substancialmente en esta época y
esto presionó enormemente el crecimiento de la
educación superior. Se conceden mayores facilidades para
el estudio al eliminar o reducir considerablemente los pagos por
matrícula y se abren numerosas carreras y cursos
nocturnos.
Lamentablemente, al comenzar la década de los 80,
los ingresos petroleros cayeron abruptamente como consecuencia de
la Guerra del Golfo Pérsico y otras circunstancias
internacionales. El gobierno se vio en dificultades financieras y
comienza un período de restricciones para el
funcionamiento de la educación superior. Esto
obligó a las universidades a destinar sus recursos
principalmente a la docencia de
pregrado y a limitar el desarrollo de las actividades de
investigación, postgrado, extensión, bibliotecas,
equipamiento y desarrollo de planta física.
Pero lo cierto es que entre 1958 y 1998 la
matrícula estudiantil en educación superior se
incrementó notablemente, hasta el punto de que la
matrícula que en 1950 era de apenas 6.900 estudiantes, en
el 58 era de 11.000 y subió, treinta años
después, en 1981, a 331.100 alumnos (esto es, se
multiplicó por 48), en 1990 era de 513.000 (se
había multiplicado por 74) y para el 2001 es de unos
770.000 estudiantes (o sea, es 114 veces mayor).
La diversificación institucional y el crecimiento
de la educación superior en esta etapa se ilustran
todavía más si se observa que para 1957
existían funcionando sólo 6 instituciones de
educación superior: 3 universidades nacionales, 2
universidades privadas y un instituto pedagógico. Para
1980 el conjunto estaba conformado por 91
instituciones.
Para el año 2001 se tiene un conjunto de 145
instituciones de una impresionante heterogeneidad,
destacándose el hecho de que el número de
instituciones privadas ha superado al de las oficiales o
públicas. Un dato interesante es que entre 1958, inicio de
la etapa democrática, y el 2001, no fue creada ninguna
universidad autónoma.
En lo que se refiere a la actividad de postgrado, ella
comienza a institucionalizarse plenamente a partir de 1972,
cuando el Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Tecnológicas (CONICIT), designa una
comisión nacional que realiza varios estudios que
condujeron a la creación en su seno de un programa de
financiamiento
de dicha actividad y, más concretamente, cuando en 1983 el
Consejo Nacional de Universidades aprueba las "Normas para la
Acreditación de los Estudios para Graduados", a
imitación de las practicas evaluativas utilizadas en
Estados
Unidos, como mecanismo para controlar el crecimiento
incontrolado de dichas actividades educacionales. Con estas
normas se establecen criterios mínimos para optar
voluntariamente a la acreditación de programas por parte
del CNU y se crea el Consejo Consultivo Nacional de Estudios para
Graduados, organismo que en 1987 inicia el proceso de
acreditación de programas de postgrado que aún
pervive.
En 1992 el CNU crea el Núcleo de Autoridades de
Postgrado (NAP) conformado por los directivos de esta actividad
en todas las instituciones del país, el cual comparte en
paralelo con el Consejo Consultivo la coordinación de todo lo relativo a estudios
postgraduales y asume como su tarea principal la
organización de talleres nacionales de
reflexión sobre la materia de su competencia.
En 1993 el Consejo Nacional de Universidades aprueba la
primera política nacional sobre la materia, mediante una
resolución en a cual se "declara como relevante la
actividad de postgrado, dada su importancia para el desarrollo
nacional" y se establecen condiciones institucionales
mínimas para la creación de programas de este
nivel. Y en 1996 el Consejo Nacional de Universidades dicta la
"Normativa General de Estudios de Postgrado", vigente desde el 9
de octubre de ese año, en la cual se establece como
obligatoria para los programas de postgrado tanto la
acreditación como la autorización para iniciar su
funcionamiento.
Los desarrollos de la educación superior,
efectuados durante las dos primeras décadas del
período democrático-liberal, fueron posibles
gracias a la bonanza de los precios
petroleros que produjo la llamada la "Venezuela Saudita",
ilusión que se desplomó con el pronto derrumbe de
esos precios, obra de hábiles políticas de las
grandes naciones consumidoras de hidrocarburos.
Este fenómeno ocasionó en la década de los
80 y los 90 la reducción de las posibilidades de
desarrollo del país al producirse una gran devaluación de la moneda local, un gran
malestar en la población y una caída estruendosa de
los presupuestos
para el sector social, entre ellos el educativo. En 1989 entra en
crisis el sistema
político, lo cual se refleja en grandes
manifestaciones antigubernamentales y aumento de la
represión policial. Esto da lugar en 1992 a dos intentos
fallidos de golpe de estado (uno de los cuales, el del 4 de
febrero, estuvo encabezado por el Teniente Coronel Hugo
Chávez Frías, actual Presidente de la
República), y a que los gobiernos de turno tuvieran que
recurrir primero a un gran endeudamiento externo y luego a la
aplicación de programas de ajustes económicos
neoliberales, que fueron profundizando la crisis nacional. Esta
situación se resuelve con la destitución, por
malversación de fondos públicos, del Presidente
Carlos Andrés Pérez en 1993 y la realización
de una Asamblea Nacional Constituyente en 1998, la cual produjo
una nueva Constitución Nacional, que dio lugar a un
Estado de nuevo tipo: la República Bolivariana de
Venezuela, como sociedad federal, democrática y
participativa, un intento inédito de revolución
pacífica. En síntesis,
en lo que se refiere a educación superior la etapa de
democracia representativa se caracterizó por
masificación de este nivel educativo,
diversificación de las instituciones, fortalecimiento del
sector privado, multiplicación de las carreras,
consolidación de los estudios de postgrado y de la
investigación, burocratización de las
instituciones, clientelismo político e incapacidad de los
gobiernos para convertir la educación superior en un
verdadero sistema y en factor relevante para el desarrollo
nacional.
El 20 de diciembre de 1999 la Asamblea Nacional
Constituyente electa por el voto popular aprueba la Carta Magna
que sustituye a la de 1961. La nueva Constitución es
legitimada por referéndum popular y en ella se establecen
transformaciones substanciales en la estructura política
nacional. Entre tales cambios sobresale la
reestructuración del Estado (integrado ahora por cinco
poderes públicos independientes: legislativo, ejecutivo,
judicial, electoral y ciudadano), la consagración de los
derechos
humanos de todo tipo (políticos, económicos y
sociales) y el poder revocatorio otorgado al pueblo sobre todos
los poderes públicos electos.
En ella se establece que: "Ya no es sólo el Estado el
que debe ser democrático sino también la sociedad.
Siendo democrática la sociedad, todos los elementos que la
integran deben estar signados por los principios
democráticos y someterse a ellos" (Exposición de
Motivos). Y, con respecto a la educación superior la nueva
Constitución fortalece el Estado docente, la
autonomía universitaria y la gratuidad total de la
educación en todos los institutos oficiales. Esto hace que
el Ejecutivo Nacional se vea en la obligación y necesidad
de aumentar significativamente el presupuesto de la
educación, particularmente el del nivel superior (que en
todas partes del mundo es el más costoso), y de crear dos
nuevos Ministerios,
el de Ciencia y
Tecnología (año 2000) y el de Educación
Superior (año 2001), con lo cual se fortalece
jurídicamente este sector.
Misión y Finalidad de la
Universidad
Al analizar los fines de la educación superior
nos encontramos con diferentes puntos de vistas, que
varían según circunstancias y contextos. Sobre este
aspecto, De Juan (1996) comenta dos posiciones: por una parte
aquellos que defienden la posición de que la universidad
no debe sólo formar especialistas o profesionales, sino
también y sobre todo hombres cultos. Entre ellos destaca
las opiniones de Ortega y Gasset quienes respaldaban una clara
división entre la docencia y la investigación,
debido a que ésta estaba reservada a una minoría
selecta de estudiantes y a que, en muchas ocasiones, la capacidad
docente e investigadora no marchaban a la par. Esta
posición sostiene que la enseñanza
universitaria debería ser económica, en el
sentido de enseñar justamente lo necesario, dada la
limitada capacidad del individuo para
aprender y la escasa participación del estudiante en las
tareas de dirección universitaria.
Por otra parte De Juan (1996) señala la
posición de otros pensadores que sustentan que la
misión fundamental de las universidades debería ser
la creación de ciencia e
investigaciones puras. Entre ellos destaca las opiniones de La
Torre y Jaspers; estos consideran que la universidad sólo
puede dar una formación científica, quedando todo
lo demás fuera de su ámbito.
De las opiniones mencionadas, De Juan (1996) extrae
cuatro grandes misiones atribuibles a las universidades: docente,
cultural, investigadora y social; sostiene que las universidades
deberían asumir todas esas misiones sin menospreciar
ninguna de ellas, tomando conciencia que no
es más que un reflejo de la sociedad en la que se
asienta.
Junto al término misión, particularmente
cuando éste es referido a las
Organizaciones, entre ellas las universitarias; se
vincula el término visión. La misión se
refiere a la definición explicita de lo que hay que hacer
para alcanzar la visión, y ésta es la
definición de lo que se aspira cumplir como función
en el seno de la sociedad con el conjunto de actividades y
recursos puestos en operación de manera que la organización subsista. En palabras de
Dávila (2001), la visión es la definición de
un futuro realista, creíble y atractivo para las
organizaciones.
En este sentido cabe mencionar los planteamientos de
Marín y González (2000) relacionados con la
misión de la universidad, el cual la vincula con una nueva
visión. Sobre la misión considera que la
universidad se concibe como una entidad colectiva al servicio de
la sociedad que debe educar, formar e investigar con
autonomía, ética y
responsabilidad; ha de ser un instrumento
crítico que ayude a la sociedad a delinear y prever su
futuro para el desarrollo
social, productivo y económico, además, debe
constituirse en una red en expansión
con una organización flexible, dinámica y
versátil.
En cuanto a la visión, Marín y
González (2000) considera que las universidades deben
definir una nueva visión que contemple las siguientes
finalidades: permitir la igualdad en el
acceso, mejorar la participación, avanzar en el
conocimiento, tener orientaciones a largo plazo basadas en su
pertinencia, reforzar la cooperación con el mundo laboral y el
análisis y previsión de las
necesidades sociales, diversificar para mejorar la igualdad de
oportunidades, desarrollar el pensamiento crítico y la
creatividad, y
hacer del personal y de los estudiantes los protagonistas
principales de su acción.
Por otra parte, la UNESCO (1998) abordando los
principales aspectos de la educación superior ha
reafirmado la necesidad de perseverar, reforzar y fomentar su
misión y valores
fundamentales, en particular la misión de contribuir al
desarrollo
sostenible y el mejoramiento de la sociedad; en tal sentido
señala las universidades deben orientar su misión
a:
- Formar diplomados altamente cualificados y ciudadanos
responsables,
capaces de atender a las necesidades de todos los
aspectos de la actividad humana.
- Constituir un espacio abierto para la
formación superior que propicie el
aprendizaje permanente, brindando una óptima gama
de opciones y la posibilidad de entrar y salir fácilmente
del sistema, así como oportunidades de realización
individual y movilidad social con el fin de formar ciudadanos que
participen activamente en la sociedad.
- Promover, generar y difundir conocimientos por medio
de la investigación y, proporcionar las competencias
técnicas adecuadas para contribuir al
desarrollo cultural, social y económico de las sociedades,
fomentando y desarrollando la investigación científica y
tecnológica a la par que la investigación en el
campo de las ciencias
sociales, las humanidades y las artes
creativas. - Contribuir a comprender, interpretar, preservar,
reforzar, fomentar y difundir las culturas nacionales,
regionales e internacionales. - Contribuir a proteger y consolidar los valores
de la sociedad. - Contribuir al desarrollo y la mejora de la
educación en todos los niveles, en particular mediante
la capacitación del personal
docente.
Por las anteriores razones y frente a los cambios que
están ocurriendo, la UNESCO resume así el
desafío de la Universidad de cara al siglo XXI:
- Su modernización, tanto estructural como
curricular. - La adaptación de la enseñanza a las
exigencias de las sociedades
latinoamericanas, asumiendo nuevas concepciones del
aprendizaje
y la necesidad de estrategias prioritarias para los estratos de
población más carente.
- El apoyo al desarrollo de un sistema que ofrezca
educación a lo largo de toda la vida, teniendo un rol
más protagónico y activo en la retroalimentación y la
transformación del conjunto del sistema educativo para
mejorar su actual calidad y equidad.
Algunos Modelos de
Universidad
Basándonos en Corredor (1999) se pueden
establecer varios modelos de universidad, según la
corriente filosófica que la sustente. El autor considera
que las universidades se han orientado en general hacia dos
corrientes: una sustentada en el idealismo y
otra en el pragmatismo.
Sin embargo, la selección
de estas dos corrientes no indica la limitada influencia de otras
en la educación, sino que el autor las considera como
determinantes e integradoras en el proceso.
El idealismo es una posición filosófica
cuyo argumento se basa en que el ser verdadero no es lo que
conocemos por los sentidos,
sino lo que intuimos por la razón contemplativa. Corredor
(1999) señala que el propósito educativo de esta
corriente se ubica más en los valores de la humanidad y
menos en la experiencia y en los hechos.
Este enfoque concibe a la universidad como un medio para
producir ideas y promover el progreso a través de la
formación y la investigación. Por su parte el
pragmatismo es un pensamiento crítico que hace
énfasis en el empirismo y en
el cambio. Los postulados de este enfoque se centran en la
eficiencia de la universidad y la adaptación de sus fines
y estructura a los requerimientos de la sociedad y el
Estado.
En resumen, las metas implícitas en estos
enfoques son: servicio público del Estado, factor de
producción, agente de cambio
político, eficiencia administrativa y formación
profesional.
Funciones de la
Universidad
Existe una serie de funciones que le son propias a las
instituciones de educación superior. Estas funciones
aparecen reflejadas en la Ley de Universidades. En su
artículo 3° expresa que las Universidades deben
realizar una función rectora en la educación, la
cultura y
la ciencia.
Para cumplirla, sus actividades se dirigirán a crear,
asimilar y difundir el saber mediante la investigación y
la enseñanza; a completar la formación integral
iniciada en los ciclos educacionales anteriores; y a formar los
equipos profesionales y técnicos que necesita la Nación
para su desarrollo y progreso.
Por otra parte, Marín y González (2000)
señalan que las funciones de la están
íntimamente relacionadas con las diferentes concepciones
de la misión que se le atribuye, sin embargo, resume una
serie de funciones que considera deben cumplir todas las
universidades:
- Preparar y formar profesionales cualificados e
investigadores atendiendo a las necesidades de la
sociedad. - Transmisión de la cultura universitaria,
entendida ésta como la transmisión de un conjunto
de valores democráticos y universales que permitan a la
persona actuar
de una forma crítica ante los hechos que ocurren en la
sociedad. - Desarrollo y transformación de la
sociedad. - Creación, desarrollo e innovación de la ciencia.
Composición de la
Universidad
La universidad esta compuesta por los siguientes actores
quienes hacen vida en la misma y desarrollan sus procesos,
estos son los estudiantes, el personal académico, el
personal técnico y de apoyo y los egresados.
Los Estudiantes
Para el año 2001, Venezuela, con 24 millones de
habitantes tenía una población en educación
superior (pregrado) de 687.700 estudiantes de los cuales
más del 55% eran del sexo femenino
y 405.000 (59%) estudiaban en instituciones oficiales.
En lo que se refiere a las especialidades que cursan, el
número de carreras que se ofrecen es bastante grande. En
Venezuela, por ejemplo, para el año 2001 se pueden
estudiar a nivel de educación superior 370 carreras o
disciplinas profesionales distintas: 163 largas (de 5 o 6
años de estudios), y 207 cortas (o de 3 años),
además de unas 200 especialidades de postgrado y
más de 160 "menciones" u orientaciones profesionales. Pero
si se agrupan las especialidades de pregrado en áreas
amplias encontramos que las que tiene mayor número de
estudiantes son: Ciencias Sociales (que incluye carreras que van
desde antropología y economía hasta
comunicación social, derecho, comercio
internacional, turismo y publicidad) con
107.119 estudiantes (un 38,28 % del total general) y le siguen,
en orden descendente, las Ingenierías y la
Educación, con 33,24% y 12,07 % respectivamente. En
contraste, las áreas con menor volumen de
estudiantes son: Ciencias Básicas, Humanidades y,
lógicamente, el sector militar.
En relación con la distribución de
estudiantes según el tipo de institución,
encontramos que el mayor volumen de estudiantes (un 52%)
está en las universidades oficiales, 12% en universidades
privadas y el resto (36%) en colegios e institutos universitarios
oficiales y privados.
Por otra parte, los datos de la
preinscripción nacional revelan que el empeño
femenino en participar en la educación superior ha ido
creciendo paulatinamente, hasta superar hoy al sexo opuesto con
un 57% del total de aspirantes, aunque, desde luego hay carreras
(ingeniería, por ejemplo) en las cuales todavía
predominan el sexo masculino.
El Personal Académico
Para enfatizar el hecho de que los docentes del
sistema de educación superior no deben ser solamente
transmisores sino también creadores de conocimientos, en
la Ley de Universidades venezolana se denomina personal docente y
de investigación al profesorado o personal
académico de las universidades y, por extensión, a
los de las demás instituciones de educación
superior. Al respecto se puede decir que para el año 2001,
los institutos de educación superior contaban con 47.900
profesores que atendían una población de 720.000
estudiantes de pregrado, esto es 15 estudiantes por profesor,
mientras que en 1990 la proporción era de 10 estudiantes
por profesor.
Desde luego, esta proporción varía mucho
con el tipo de carrera y de institución, por lo cual se
puede afirmar que mientras en algunos planteles y carreras esta
proporción es de 17 a 1 en otras es de sólo 7 a 1.
Por otra parte, se puede decir que el crecimiento del personal
docente se acelera a partir del año 1972 a consecuencia de
la violenta expansión matricular de la educación
básica a partir de 1958, pero este movimiento pierde su
impulso en la década de los 80 como consecuencia de la
disminución de los precios del petróleo y los procesos de privatización y, por lo tanto, de las
restricciones presupuestarias que les fueron impuestas a las
universidades.
Los mayores índices de crecimiento con
relación al personal docente ordinario y de
investigación se producen en el sector de las
universidades privadas y los institutos universitarios
tecnológicos privados, los cuales en la década
90-2000 incrementaron la nómina
de este tipo de personal en un 221,4% y 154,3%
respectivamente.
Para el año 2000 había un total de 49.700
profesores, de los cuales el 57% prestaba servicios en
las instituciones del sector
público y 43% lo hacía en el sector
privado.
El personal docente, según el tiempo dedicado y
tipo de compromiso adquirido se divide en cuatro grupos:
a) A dedicación exclusiva: que se supone dedican
entre 36 y 40 horas semanales a labores académicas y no
ejercen ninguna otra actividad remunerada fuera de la
institución en la cual prestan servicios.
b) A tiempo completo: quienes tienen una
dedicación de 30 a 36 horas semanales, pero pueden ejercer
actividades remuneradas en las horas no comprometidas con la
institución educativa.
c) A medio tiempo: quienes dedican entre 18 y 20 horas a
actividades por lo general de tipo docente y
administrativa.
d) A tiempo convencional: que trabajan pocas horas bien
definidas, casi siempre en actividades docentes.
El Personal Técnico y de Apoyo
El personal técnico, administrativo y de
servicios de los institutos oficiales de educación
superior era de 30.960 en 1990 y subió a 51.600 el
año 2001. Estas cifras permiten identificar un grave
problema burocrático en nuestras instituciones
públicas puesto que hay casi dos empleados por profesor,
mientras en el sector privado la proporción es de casi
tres profesores por cada empleado.
Por otro lado es de destacar que la relación
empleado-estudiante para el año 2001 en las universidades
oficiales era de 10 estudiantes por empleado, mientras en las
privadas es de un empleado por cada 30 estudiantes.
Los institutos universitarios de tecnología oficiales
mantienen un número relativo de personal de apoyo superior
al de las universidades privadas entre 1990 y 1997, solo
disminuyendo en los años 1998 y 1999, pero atendiendo una
matricula inferior a la de las universidades.
En las instituciones de educación superior
funcionan gremios que agrupan a los empleados, que en la
mayoría de las universidades nacionales se constituyen en
Asociaciones de Empleados. El sector de los obreros se agrupa en
los Sindicatos
Unidos de Trabajadores. Ambas formas de asociación tienen
sus representantes nacionales en las Federación Nacional
de Trabajadores de la Educación Superior
(FENATESV).
La mayoría de las instituciones de
educación superior poseen programas de mejoramiento de sus
trabajadores en las áreas relacionadas con los servicios
que prestan a la universidad, además de que algunos
gremios promueven iniciativas de mejoramiento de sus
afiliados.
Los Egresados
En Venezuela, como en la mayoría de los
países no desarrollados, hay grandes problemas de
eficiencia interna y externa de la educación superior. Con
respecto a la primera no sólo es baja la tasa de
graduación y alta la de deserción sino
también muy baja la relación entre el numero de
estudiantes y profesores y la relativa a empleado-estudiante y
empleado-profesor.
En cuanto a la eficiencia externa acerca de la cual los
mejores indicadores
son la tasa de empleo de los
egresados y la fuga de talentos al exterior, lo cierto es que en
las dos ultimas década tal fenómeno se ha agravado.
En efecto, la proporción de universitarios sin empleo se
elevó de 4% en 1981 a 10% en 1990 (Banco Mundial,
1995) y se estima que para el 2000 la tasa fue de 13,5% y va en
aumento, como en aumento va la fuga de cerebros no sólo
hacia el exterior sino hacia oficios no relacionados con los de
graduación.
Sistema Educativo Venezolano
Es un conjunto orgánico integrador de
políticas y servicios que garanticen la unidad del proceso
educativo tanto escolar como extra-escolar y su continuidad a lo
largo de la vida de la persona, mediante un proceso de
educación permanente.
La educación debe formar para la vida. La
educación burguesa forma para la vida a su aire, con sus
modos y de acuerdo a sus necesidades. El sistema educativo
venezolano es brutal y groseramente burgués. Mientras lo
medular del sistema educativo continúe respondiendo a los
valores propios del sistema capitalista: competitividad, individualismo, logros personales,
etc., difícilmente alcanzaremos el objetivo de
tener hombres solidarios y comprometidos con objetivos
sociales. Mientras lo social no sea lo preeminente sino lo
individual jamás alcanzaremos siquiera rozar al hombre
nuevo.
Nuestro sistema educativo está diseñado,
en el mejor de los casos, de acuerdo con la reflexión que
al respecto hicieron los padres de la revolución burguesa
en su momento, es decir, que en el más avanzado de los
conceptos, la razón pensante, cultivada en cada miembro de
la sociedad por sí misma sería suficiente para
superar la situación inhumana que producía
la
formación social feudalita. No será
suficiente el esfuerzo que el gobierno revolucionario haga por
llevar la educación hasta todos los venezolanos, de suyo
un esfuerzo heroico, si no se cambia radicalmente la
filosofía intrínseca del sistema. No es suficiente
la enseñanza politécnica para todos, es necesaria
la formación moral y
estética para una nueva sociedad.
Niveles Educativos
Se muestran en el siguiente diagrama que
se presenta a continuación:
- Educación Preescolar:
constituye el primer nivel obligatorio del sistema educativo y
la atención pedagógica durará
un año escolar. Los niños
ingresan a estos establecimientos educativos preferiblemente a
los cinco años. - La Educación Básica: es el
segundo nivel obligatorio del sistema educativo; comprende tres
etapas con duración de tres años cada una y se
cursa preferentemente a partir de los seis años de edad.
Es la que asegura la correcta alfabetización, es decir,
que enseña a leer, escribir, cálculo
básico y algunos de los conceptos culturales
considerados imprescindibles. Su finalidad es
proporcionar a todos los alumnos una formación
común que haga posible el desarrollo de las capacidades
individuales motrices, de equilibrio
personal; de relación y de actuación social con
la adquisición de los elementos básicos
culturales. La primera etapa es de primero a tercer grado, la
segunda etapa de cuarto a sexto grado y la tercera etapa de
séptimo a noveno grado. - La Educación Media Diversificada y
Profesional: es el tercer nivel del sistema educativo;
constituye el nivel siguiente al de Educación
Básica y previo al de Educación Superior, con los
cuales esta articulado curricular y administrativamente. Es la
que tiene como objetivo capacitar al alumno para proseguir
estudios superiores o bien para incorporarse al mundo laboral.
Al terminar la educación secundaria se pretende que el
alumno desarrolle las suficientes habilidades, valores y
actitudes
para lograr un buen desenvolvimiento en la sociedad. En
particular, la enseñanza secundaria debe brindar
formación básica para responder al
fenómeno de la universalización de la
matrícula; preparar para la universidad pensando en
quienes aspiran y pueden continuar sus estudios; preparar para
el mundo del trabajo a los que no siguen estudiando y desean o
necesitan incorporarse a la vida laboral; y formar la
personalidad integral de los jóvenes, con especial
atención en los aspectos relacionados con el desempeño ciudadano. - Educación Especial: Es aquella
destinada a alumnos con necesidades educativas especiales
debidas a sobre dotación intelectual o discapacidades
psíquicas, físicas o sensoriales. La Educación
Especial en sentido amplio comprende todas aquellas
actuaciones encaminadas a compensar dichas necesidades, ya sea
en centros ordinarios o específicos.Aunque la
atención educativa a deficientes sensoriales
(generalmente auditivos y visuales) se viene prestando en
España desde el s. XVI la adopción
legal del término Educación Especial es
reciente viniendo a sustituir a otros aun vigentes en ciertos
países de Hispanoamérica como Defectología
que tienen evidentes connotaciones negativas. En los
últimos años del siglo XX se ha propuesto en
España y otros países la sustitución del
término Educación Especial por el de necesidades
educativas especiales siguiendo las recomendaciones del
informe
Warnock, publicado en 1978 y difundido a lo largo de la
década siguiente. Esta nueva definición supone
hacer énfasis en la concepción de la
educación básica como un servicio que se presta a
la ciudadanía para que alcance sus
máximas potencialidades y por tanto en la
obligación del sistema de proporcionar apoyos y medios
técnicos y humanos para compensar los déficits
del alumnado en el acceso a los aprendizajes básicos
imprescindibles para afrontar la vida adulta. - Educación para Adultos: Llamamos
educación para Adultos a la que se brinda a un
sector de la sociedad que concurre a las llamadas Escuelas para
Adultos y Centros, con el objeto de continuar, especializar, su
proceso de desarrollo o persiguiendo múltiples fines u
objetivos; desde una capacitación profesional hasta un
aprovechamiento inteligente del tiempo libre. En la misma forma
que consideramos que el niño no es un adulto
pequeño, sino que es un ser con naturaleza,
estructura, intereses y características propias, la
educación para adultos no puede entenderse como un
traslado de la educación brindada en las escuelas a
otros centros de realización sistemática. La
educación para Adultos está destinada a una
población realmente singular, con
características, estructuras
e intereses propios. - Educación Preuniversitaria: El fin de
la Educación Preuniversitaria es la formación
integral de los jóvenes a partir del desarrollo de una
cultura general, política y pre profesional sustentado
en el principio estudio-trabajo, que garantice la
participación protagónica e incondicional en la
construcción y defensa del proyecto en la
elección consciente de la continuidad de estudios
superiores. - La Educación Superior: tiene como base
los niveles precedentes y comprende la formación
profesional y de postgrado, y puede cursarse en las
Universidades, los Institutos Universitarios
Pedagógicos, Politécnicos, Tecnológicos y
Colegios Universitarios y en los Institutos de Formación
de Oficiales de las Fuerzas Armadas ; los Institutos Especiales
de Formación Docente, de Bellas Artes
y de Investigación; los Institutos Superiores de
Formación de Ministros del Culto; y en general, aquellos
que tengan los objetivos señalados en la Ley y se
ajusten a sus requerimientos.
Modalidades Educativas
- La Educación Estética, presenta
especial atención y orienta a las personas cuya
vocación especial, aptitudes e intereses estén
dirigidos al arte y su
promoción, asegurándoles la
formación para el ejercicio profesional en este campo,
mediante programas e instituciones de distinto nivel, destinado
a tales fines. - La Educación Pre-Militar se rige por las
disposiciones de leyes especiales, sin perjuicio del
cumplimiento de los preceptos establecidos en la Ley
Orgánica de Educación. - La Educación para la Formación de
Ministros del Culto se rige por las disposiciones de la Ley
Orgánica de Educación, en cuanto le sean
aplicables y por las normas que dicten las autoridades
religiosas competentes. - La Educación Extraescolar atiende los
requerimientos de la educación permanente. Programas
diseñados especialmente proveen a la población de
conocimientos y prácticas que eleven su nivel cultural,
artístico y moral y perfeccionen la capacidad para
el
trabajo.
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