- ¿Quién eres
tú, santiaguero? - ¿Un descubrimiento
nuestro? - Mi
familia - Hijo de la
Revolución Cubana - Camino al
mundo de la cultura - Un hombre de
letras - ¿Te
quedaste sólo al nivel de la
escritura? - Tengo entendido
que has ganado algunos premios en
concursos… - Y,
¿ningún premio literario? - ¿Qué es lo
más significativo de lo que has
publicado? - ¿Y tus
últimas publicaciones en Venezuela? - ¿Algún otro
mensaje?
El gran poder existe
en la fuerza
irresistible del amor.
Simón
Bolívar
La muerte, su
paso breve… hace poco ha hecho estragos entre varios de
mis más que entrañables amigos y compañeros
de trabajo,
hermanos de lucha de estos años de Revolución
cubana. Parecería que las situaciones extremas
conducen al ser humano a una reflexión sobre el alcance de
su vida y es, justamente, en lo que se ha visto envuelto en
tiempo
reciente, sin quererlo ni temerlo tampoco. Alguien dice que
cuando los allegados mueren a tu derredor, es síntoma de
que te pisa los pies la edad provecta. El le responde: la muerte no
es verdad cuando se ha cumplido con la obra de la vida. Confiesa
que su vida ha consistido en una gestación personal atenta
para encarar este evento postrero, natural e inevitable. De todos
modos, resulta útil el balance de lo hecho hasta un punto
de la existencia y, como las páginas del diario
Nuevo Día ofrecen un espacio dominical para
tratar el tema "los que llegaron para quedarse", lo aprovecha
para hacer su presentación formal ante la comunidad
falconiana. Aunque aclara haber brotado del fondo del Mar Caribe
y su esperanza y voluntad de "ser sembrado en cualquier punto de
la parte líquida o sólida de nuestro planeta,
siempre que sea útil".
¿Quién eres tú,
santiaguero?
El ser del individuo
está dado por el sitio donde nace y es fruto, en medida
casi determinante, de la relación con quienes convive
desde la cuna y luego crece. Al filo de la segunda mitad del
siglo XX, emergí a la luz en el extremo
oriental de una Isla—Cuba–, en el
seno de una familia formada
por un inmigrante francés y una hija de un peón de
labranza, al fin ambos hombres sin bienes, que
eso significa proletario. En un barrio rodeado de muchas personas
que sufrían dobles vejámenes: la discriminación por el color negro de su
piel y la
explotación por su condición de gente pobre a la
que no le quedaba otro remedio que vender su fuerza de trabajo.
Eros guiñó un ojo cuando me fijé por primera
vez en la hija de una pareja de esa doble condición social
que vivía al lado de mi casa. La madre de mis hijos
también es una mulata, de pelo negro y lacio, a la
que muchos atacaron cuando anuncié que la había
elegido para casarme; causa de la embestida: el color de su piel.
Varias décadas después me ha vuelto a suceder lo
mismo al tener amores muy tormentosos con otra mulata, lo que
evidencia que los prejuicios raciales son complejos y
difíciles de eliminar porque se instalan en lo más
profundo del alma. La
conciencia de esa
situación de marginalidad y
discriminación racial marcaría la
orientación de mi pensamiento y
de mi existencia desde aquella fecha temprana y a lo largo del
tiempo que llevo sobre la
tierra.
Nacido al Norte del extremo oriental de la Isla, en una
ciudad catalogada de "blanca", me tocó descubrir la magia
del Caribe en otra situada al Sur de esta misma porción:
Santiago de Cuba, ubicada en lo que un demógrafo cubano
denominó "la franja negra" de Cuba, por la alta densidad de
población de origen negro africana que se
concentra en ella y en Guantánamo. A flor de piel estaba
algo que muchos habían pasado por alto: la pertenencia a
la cultura de una
región cultural que había pasado desapercibida
hasta por los espíritus más acuciosos del
país, como el del sabio Don Fernando Ortiz, considerado
como el Padre de la Antropología del Caribe. Reflexionando en
un equipo de intelectuales
egresados de la Universidad de
Oriente acerca de la
personalidad cultural del santiaguero, terminamos por
desembocar en el reconocimiento de nuestra condición de
ser caribeños, lo que en otros términos ha
sido definido como la caribeñeidad o identidad
caribeña, tan discutida en los medios
académicos de los países de la región y en
otros vinculados a ella. Llegamos incluso a publicar un tabloide
con el claro nombre del Caribe…
¿Un descubrimiento nuestro?
Esto nos fue ocurriendo a lo largo de la década
de los setenta, pero ya para ese tiempo unos académicos
polacos, geógrafos que
habían ido a estudiar y a investigar a Cuba, habían
publicado dos libros
pioneros en este tipo de estudios: Premisas geográficas
para una integración socioeconómica del
Caribe y Atlas Regional del Caribe. En lo personal,
fueron ellos quienes me enseñaron la importancia de los
estudios regionales, enfoque que para entonces tenían
pocos especialistas seguidores en mi país; entonces, es
justo mencionar aquí al entrañable amigo, el doctor
Andrej Dembicz, quien encabezó ese importantísimo
proyecto en
fecha tan temprana como la antes referida. También el
Centro de Estudios del Caribe, de la prestigiosa Casa de las
Américas, le había dado una especial atención a la literatura de los pueblos
del Caribe.
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