La reconciliación en el arte y la naturaleza
sólo puede ser establecida como una superación del
dominio de la racionalidad porque en su mediación social,
natural, espiritual, etc. no es una reconciliación
efectiva del mundo empírico. Si el arte o la belleza
natural en su mediación social señalan relaciones
de equivalencia para los hombres y el mundo como si ya estuviesen
reconciliados con él, tal reconciliación carece de
contenidos materiales actuales, no es algo real ni se ha
demostrado que lo ha sido. Por eso reconciliación es
más anhelo de realizar una utopía en la
comunicación que una reconciliación real o efectiva
del hombre y la naturaleza.
No hay en adorno, al igual que en el idealismo, sino un deseo
ético y epistemológico de tratar a la naturaleza y
su indeterminación; sólo que Adorno pretende
dejarla en su distancia y el idealismo adaptarla a fines morales
del sujeto. Eso muestra que el concepto de reconciliación
no es solamente estético sino que guarda contenidos
éticos. Y aun más; la apariencia de la belleza
natural y la belleza artística se dirige a lo
empírico, pero si la reconciliación es
epistemológica, si es de la razón y la naturaleza
en tanto asimilación de su ser en sí para la
razón, el carácter ontológico del objeto
estético depende sólo de la forma de conocer, de la
forma en que se nos presenta o por lo que aparenta en su
distancia. Es decir que tal vez sea poco el avance frente a la
posición Hegeliana de identidad entre naturaleza y
espíritu pues lo real se queda en términos de
cómo se nos presenta y cómo se conoce. Por ello,
esa nueva forma de relacionarse con los fenómenos
estéticos, la reconciliación con la naturaleza, ya
no sólo quede enmarcada dentro del ámbito
epistemológico (forma de conocer) sino también en
el ontológico (forma en que las cosas son): ser es
trascender. El objeto estético adquiere su statu como tal,
como objeto de conocimiento; en tanto aparece y expresa es un
objeto de conocimiento. La trascendencia va aunada a él
como su esencia; para que sea objeto estético debe
trascender y generar la apariencia de reconciliación,
desde él mismo y en relación con la razón en
la comunicación con el ser en sí de la
naturaleza.
La reconciliación en su carácter de
funcionalidad práctica sólo puede ser
comunicación no coactiva, es el primer eslabón de
la cadena de conciliación de razón y la naturaleza.
Tanto en la belleza natural como en la belleza artística
se presenta la reconciliación como una comunicabilidad que
efectivamente ambas pueden posibilitar. La forma del sujeto para
superar el dominio de la naturaleza es tener una experiencia
estética de la belleza natural y así de la
artística donde trascienden para la razón por
señalar el ser en sí de la naturaleza, sin dominar,
incluyendo lo negado desde el rechazo del sujeto de los fines de
auto conservación. Por eso si lo que conoce la
razón son tensiones, le es imposible alcanzar certezas, y
eso también le robaría a la reconciliación
su valor
epistémico. Se supone que la superación del dominio
sería lograr un conocimiento desde la comunicación;
pero, la comunicación sería más praxis que
conocimiento objetivo, porque antes de establecer contacto entre
razón y naturaleza, este contacto no define criterios para
saber que es válido o verdadero; así estaría
basada en un lenguaje utópico o mesiánico con
contenidos ambiguos y sino en apariencia, la revocación de
una separación en la comunicabilidad.
La racionalidad se liberaría dominando ya que como no
se puede tener todo dentro de un concepto, el dominio racional
exige de determinar su contrario. Con tal ambigüedad la
reconciliación trascendería el campo de lo
epistemológico pues en parte la expresión y
aparición de arte y naturaleza se dirigen a modificar al
mundo buscando uno nuevo, no sólo para aprehenderlo desde
una comunicación. En un primer nivel la
reconciliación consiste en revocar una separación
que se hace palpable en el lenguaje; pero la comunicación
no puede suplir la separación de todo aquello que no es
reflejo del espíritu, aunque sea algo que integre por
aparición y expresión. La reconciliación no
sólo puede quedar anunciada; eso ni siquiera le deja ser
experiencia estética en términos epistémicos
pues la experiencia estética es también praxis. La
apariencia de reconciliación tiene contenidos mediados por
la sociedad, al parecer todo contenido que no sea fiel a la
esperanza de reconciliación se toma como dominio.
Reconciliación es más bien una idea que ha surgido
de la reflexión de lo mejor para la sociedad: un lenguaje
no coactivo sugiere un mundo no administrado.
Reconciliación en un segundo nivel, consiste en
conciliar todo aquello que por mediación histórica
llega a ser contenido en la expresión de la belleza: la
naturaleza oprimida, la sociedad y también, en la
apariencia de la misma: el shock, la explosión etc. Sin
embargo, una reconciliación estética es
insuficiente para transformar la realidad, inclusive haciendo
explícito el carácter crítico del objeto
estético. Su contenido sigue siendo tan ideal como en
Hegel y Schelling pues las categorías estéticas que
se utilizan para establecer una reconciliación con la
naturaleza, como espiritualización, mediación,
expresión y aparición son categorías que
tienen una función
cognoscitiva más que pragmática.
La superación del dominio de la naturaleza supone que
se puede conocer de forma distinta la realidad; para superar el
dominio de la naturaleza, la belleza natural y la
artística son vistas como reconciliadoras, como distintas
formas de conocer en la comunicación sin un alcance
empírico. Bien pueda ser que la forma de superar al
dominio sea dominando, si nos comunicamos libremente es necesario
establecer cómo no recaemos en el estado de encantamiento
pues, negando el dominio de la racionalidad podemos estar
haciendo una regresión al estado de encantamiento.
Precisamente uno de los problemas de
la idea de reconciliación traído de la experiencia
de la belleza natural y también en la artística es
que ella carece, en su mismo nivel epistemológico, de una
explicación de cómo no es un recaer en el mito. En una
discusión de corte epistemológico se
pensaría que insta a "dar marcha atrás" al uso
instrumental de la razón y en uno empírico que tal
vez se pudiese retornar a lo natural, al salvajismo o la
barbarie. Sí parece indicarnos un estado donde la
racionalidad no está irreconciliada con la mimesis, ni el
sujeto con el objeto, un estado donde no se oponen razón y
naturaleza; por eso mismo un estado de irracionalidad pues la
integración de lo no idéntico aboga por su propia
restitución en el conocimiento y puede llevarnos a
desaprender las formas de aprehender para comprender en
otras dimensiones.
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1994.
Javier Guillermo Merchán Basabe
Bogotá, noviembre de 2005.
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