Contar
En los recuerdos de los inmigrantes se reitera la
alusión al gusto que sus mayores sentían por la
narración. De estos padres que narran sus historias de
la tierra
natal, nacen hijos que las relatan en el seno del hogar o
profesionalmente, o que las escriben en libros. La
vocación se transmite; sólo cambian los medios de
expresión.
La tradición oral es cara a los italianos. Lo
relata Laura Pariani, lombarda nieta de un emigrante: "Mis
estudios me alejaron de la cultura
campesina; sin embargo, esa cultura quedó ligada al mundo
de mi infancia, de
los recuerdos, de los afectos, o más bien, de los cuentos.
Cuando yo era chica, la única diversión era
escuchar historias. Yo me crié rodeada de mujeres que
contaban cuentos. Ellas eran las herederas de la tradición
oral, las que transmitían el pasado. Como en todas las
zonas pobres, los hombres jóvenes se iban solos para
encontrar un trabajo mejor
y luego nunca regresar. Nosotras permanecíamos apegadas a
los hechos que nos llegaban de boca en boca. Mi pueblo estaba
diezmado por la partida de los hombres, al menos hasta la Segunda Guerra
Mundial. Las mujeres casadas eran las viudas blancas,
abandonadas para siempre, como mi abuela, cuyo marido vino de
joven a este país" (1).
Roberto Raschella escribió Si hubiéramos
vivido aquí, novela
distinguida con el Segundo Premio Nacional de Novela en 1998. En
esa obra, el narrador evoca a su abuela italiana y su
afición por la transmisión de historias: "La abuela
era digna de amor, porque
sostená las fiebres de Antonio y revisaba sus ropas gurnas
buscando señales
de mujeres repudiables y de alcoholes
bárbaros, más allá del vino rojo de la
región. También su memoria era digna
de amor, porque narrar es amar, y ella al contarme me amaba, me
amaba como me amaban los amigos de la pubertad que
confiaban a mi silencio sus primeros magnicidios de tristeza y de
libertad.
Debía corresponderle, debía seguir escuchando cada
concepto suyo.
Debía perderme muchísimas veces todavía,
hasta encontrar en ella, o fuera de ella, la palabra más
terrible" (2).
Ese gusto por la narración llegó a
América. Para Ana Padovani, narradora, "el
momento de mayor auge de la narración oral tuvo lugar en
el siglo pasado y a principios del
presente". Recuerda algo que escuchó: "Mi abuelo me
contaba que cuando vino en barco a la Argentina, los pasajeros de
la primera clase bajaban
a la bodega para oír los relatos de los inmigrantes de
tercera clase" (3).
Cuando se le otorgó a Ernesto
Sábato la ciudadanía italiana y la Medalla de
Oro a la
Cultura Italiana en la Argentina, expresó el escritor con
respecto a sus padres: "Al igual que tantos hijos de inmigrantes,
crecimos oyendo sus mitos, sus
leyendas y sus
cantos tradicionales, viendo casi sus montañas y sus
ríos de los cuales mi padre me hablaba por las tardes,
cuando yo era apenas un niño sentado en sus rodillas"
(4).
Para Dal Masetto, ser hijo de inmigrantes fue un
conflicto que
tardó en resolver. Cuando lo logró, se abocó
a escuchar historias: "La inmigración es un tema. Yo nunca
había escrito nada sobre eso. Supongo que durante cuarenta
años estuve tratando de pelear para que no me confundieran
con un extranjero. Quizás un psicoanalista me hubiera
resuelto este problema más rápidamente.
Decidí entonces rendir un homenaje a toda esa gente que
vino desde tan lejos, y también a mi madre. Un día
llegué a Salto y le dije que me contara todo lo que
sabía. Al sacar el grabador, la campesina se
asustó. Lentamente fue desgranando recuerdos"
(5).
Griselda Gambaro se basó en el pasado de sus
mayores para escribir su novela de inmigración: "Desde
hacía unos años experimentaba el impulso de
escribir la historia de mi familia a partir
de su origen, no porque en ella se hubieran producido hechos
resonantes, sino porque esa familia guardaba para mí el
secreto de sus sentimientos. (…) Develar el secreto, intentar
comprender fue mi propósito". Lo logró, ya que al
finalizar la escritura, se
sentía más cercana a ellos: "Cuando concluí
El mar que nos trajo percibí el peso y significado de esas
raíces que todos tenemos y a las que no prestamos especial
atención. En mi caso, los seres borrosos
que estaban en mi origen se tornaron presentes y vivos, y pude
comprenderlos en sus alegrías, desazones y sueños.
Experimenté una especie de gratitud porque de algún
modo sentí que me habían preparado el camino,
alisado las piedras para que yo pudiera recorrerlo más
fácilmente. Agradecí incluso la dura pobreza que
marcó sus vidas porque esa pobreza, al cabo de
años, me permitió identificarme, no sólo
desde el razonamiento sino desde la sangre y su deseo
de justicia, con
los que en esta época sufren parecidos pesares"
(6).
María Teresa Andruetto reunió en un
libro dos
historias que le relató su abuela, acerca de quien
escribe: "Ella habìa nacido en un pequeño pueblo
del Piamonte, al norte de Italia, y de esa
regiòn vinieron hasta mì las aventuras de Gioaninn
ca boija (Juancito, el que se las ingenia) y Ciavtin cit (el
zapatero pequeñito) que nos contaba, tal vez para
mostrarnos que, por màs pequeño que uno sea, puede,
con algo de astucia y un poco de suerte, engañar a los
lobos y a los ogros" (7).
En casa de los Villafañe trabajó "una
señora española", de la que dice Javier, el
titiritero: "tenía una memoria extraordinaria y
decía romances antiguos españoles
–aprendí de ella el Romance del cebollero-. Pablo
Medina destaca: "La insistencia con que Javier Villafañe
vuelve de tanto en tanto en sus conversaciones sobre la figura de
aquella gallega Rosa, la cuentacuentos, poemas,
romances y otros decires, es significativa no sólo por su
evocación sino también porque la califica como
imagen
formadora" (8).
Rodolfo Alonso dice que nunca olvidará el
"legítimo entusiasmo" con que su padre gallego les
relataba "anécdotas para él imborrables de su
infancia. Anécdotas que no eran sólo de hombres y
de hechos, como las inefables ocurrencias de Novás, el
cantero de su pueblo, cachaciento y mordaz, sino también
el reiterado recuerdo de ese ruiseñor cantando en lo alto
de un pino o la nutria cazada a escondidas, de noche, sobre el
lomo del río" (9).
Cuanto escuchó en su hogar sirvió a Gladys
Onega para escribir Cuando el tiempo era
otro, acerca de cuya génesis afirma: "Todo parte de un
hecho real, pero hay ficción en cuanto hay una
creación lingüística muy grande. Nunca
junté papeles ni documentos, pero
en mi casa todo el tiempo se estaban contando cosas. No
había otra manera de conectarse con la gente de España; no
los conocíamos. (…) los gallegos siempre contaban
historias diferentes y muy amenas, y completamente
extrañas sobre el viento, el frío, la nieve, y las
contaban en todo el pueblo" (10). Responderían al chamado
antergo al que aluden Manuel Castro Cambeiro y Eliseo Mauas
Pinto, en el poema "Soy el llamado ancestral", en el que
expresan: "Son a voz que pradica, incansabele/ antre os do meu
pobo/ lonxe da terra,/ a qu’os exhorta/ a non anuzar de si
mesmos" (11).
Guillermo Saccomanno, nieto de una gallega,
también recuerda esa afición de la anciana, a la
que se sumaba la de su parienta: "A mi abuela le gustaba mucho
escuchar y contar historias, y me hablaba de una parienta de
ella, que entonces vivía enfrente de mi casa. En su aldea
en España, esa mujer
había tenido un hijo con el cura, y el chico se le
había ahorcado a los treinta y tres años. Cuando yo
tenía siete u ocho años, a la tardecita me cruzaba
a la casa de esta otra gallega, que me contaba la historia de San
Jorge y el dragón mientras me daba pan mojado en vino con
azúcar"
(12). Narrador él mismo, Saccomano fue distinguido con el
Premio Nacional de Literatura correspondiente
al año 2000 por su novela El buen dolor.
Mi abuela gallega contaba el amargo relato de un hijo
que abandonaba a su padre bajo el mismo árbol bajo el
cual, décadas antes, el anciano había abandonado al
suyo. También el del zapatero que tenía una
herramienta tan afilada, que se cortó el delantal de
cuero, el
pecho y a una vieja que estaba del otro lado de la
pared.
En la película Luna de Avellaneda, dirigida por
Juan José Campanella, don Aquiles, un inmigrante gallego,
relata el cuento de "los
tres galleguitos", a los que se les descompone el coche en el que
viajaban, y juegan un picadito a la luz de la luna.
Esa circunstancia da origen al club y al nombre que lleva. Cuando
la institución corre peligfro, debido a las deudas, le
piden al gallego que cuente su cuento, como una manera de hacerlo
sentir feliz.
"Mi abuela fue una gran narradora de cuentos, una mujer
con una gracia muy especial, una castellana con el gracejo de los
andaluces en su manera de narrar historias y en la que su
tierra tomaba
giros místicos. A mi hermana y a mí no dejaba de
sorprendernos que aquella mujer hubiera sido testigo de tantas
maravillas –recuerda con cariño y admiración
Norma Aleandro-. Fue la persona que
más influyó en mi vida. Ella me crió y me
abrazó en esas noches de miedo, hasta que me quedaba
dormida. Porque de chica era muy miedosa. (…) Aleandro confiesa
que sigue con la tradición de narradora de cuentos, esa
que la formó y que le permitió hoy vivir de lo que
ama y seguir soñando" (13).
Ana María Bovo menciona a su familia de allende
el mar como una influencia decisiva en su carrera. Recuerda a su
abuelo Francisco, andaluz de Almería, como "un
extraordinario conversador, que me enseñó a decir
con gracia y humor; pero al mismo tiempo a saber escuchar;
comprender que las cosas tienen un tiempo y que en un diálogo
hay que saber respetar el tiempo del otro". Se refiere asimismo a
una tía: "En Andalucía, conocí a una prima
de mi madre, mi tía Ana María (igual que yo), otra
narradora fabulosa, casi iletrada; había ido a la escuela
sólo durante tres semanas. Muy querida, la gente del
pueblo decía de ella que era graciosita como ninguna, fina
como los corales, que los mayores llegaban hasta su reja en busca
de consuelo y oraciones, y los chicos, de coplas y
chascarrillos". Esta experiencia fue también muy
importante para ella: "Me maravilló poder unir el
mundo de la literatura de la memoria de
aquellos que dicen bonito, aunque no sepan leer, con el mundo que
yo había aprendido con estudio y lecturas"
(14).
Narró sus desventuras una española a su
hijo. Así nació el libro Mamá, escrito por
Jorge Fernández Díaz: "Esta historia se convierte
en libro el día que su hijo, editor y periodista, advierte
un hecho estremecedor: las experiencias de su madre hacen llorar
a la psicóloga que la atiende. Decide entonces entrevistar
a "mamá", la escucha durante más de cincuenta horas
y luego reconstruye este relato emocionante y lúcido, que
plantea el gran dilema actual, y de todos los tiempos: irse o
quedarse" (15).
" ‘Muchas de las tradiciones que se mantienen
aquí, los cuentos, las canciones o los chistes, son
los que había en Irlanda en el siglo XIX y no las que hoy
imperan en la isla’, dice Guillermo MacLoughlin
Bréard, cuyo tatarabuelo llegó a estas tierras en
1851 y que participó, en 1991, del Primer Congreso de
Genealogía Irlandesa, en Dublín. ‘Fui una
rareza –dice-. Era el único expositor que no
venía de un país de habla inglesa" (16).
Narraba la madre del protagonista de Crónica de
la noche, del irlandés Colm Tóibín: "Mi
madre vino a la Argentina con su padre y su hermana, Matilda, a
principios de la década de 1920, justo después que
su madre muriera. Cuando yo era niño, siempre
quería que me contara la historia de su viaje otra vez.
Días y días en el mar, sin ver tierra, el
océano chato y monótono, siempre igual. La historia
del hombre que se
murió y cuyo cadáver fue arrojado por la borda. Y
la tormenta. Y el momento en que pasaron por el Ecuador, y los
mareos, y la comida terrible. Y el constante movimiento del
barco, y los pasajeros de primera clase. Y después el
puerto de Buenos Aires, la
larga espera para desembarcar, y ese idioma nuevo, y ellos que no
entendían una sola palabra de lo que decía la
gente. Yo conocía esa historia como si sus detalles fueran
más reales y absolutos que cualquier cosa que sucediera en
nuestro departamento, o en la escuela, o en nuestras vidas,
durante aquellos años de infancia" (17).
Deborah, la protagonista de Letargo, de Perla Suez,
recuerda "las historias que le contaba su bobe, recolecciones que
llevan al lector una gran distancia en el espacio y el tiempo, a
la ciudad de Odessa a fines del siglo diecinueve. En aquel
entonces, la familia de
su abuela huyó de los pogroms del Zar Nicolás II,
buscando refugio en Lyon, Francia antes
de emigrar a la Argentina, donde se establecieron en una de las
colonias agrícolas de Entre Ríos, como miles de
otros judíos
refugiados, incluso los antepasados de la autora"
(18).
Los relatos de un húngaro judío perviven
en la memoria de sus hijos: "Luis siempre había sido un
padre muy pródigo en el relato de historias de su vida
pasada, las que sus hijos habían escuchado con
pasión, considerándolo a él una suerte de
super-héroe, quien había logrado vencer a todos sus
enemigos y problemas a lo
largo de su vida" (19).
Una inmigrante turca narra a sus descendientes:
""Recuerda cuando en su casita de Posadas llenaba un bracero con
carbón por las noches, lo dejaba en medio del cuarto y
reunía a sus chicos en torno de
él. ‘Les contaba historias de cómo
vivíamos en Turquía, el viaje en barco a la
Argentina o simplemente cuentos‘ " (20).
El protagonita de "Rubishimón Benyojai", cuento
de Luis León, recuerda los relatos de su abuela
sefaradí: "- Rubí Shimón Ben Iojai, mos
acompaña akí y en la kái, Alfridico. Cuando
lo bushkaron para matarlo, fuyieron él y su isho a la
muntanyia. Era un cuento como cualquier otro. A la abuela
Masaltó le agradaba narrarnos trozos bíblicos, que
de vez en cuando mechaba con un poco de cábala y fábulas de
Esopo. Yo la escuchaba con admiración, y habitualmente,
haciendo dibujos sobre
cartón, yo levantaba cada tanto mi cabeza, para controlar
que no callara, y volvía a bajarla en silencio, para
zambullirme en el dibujo, sin
saber en realidad si debía entender todo lo que ella me
contaba, o simplemente disfrutar del misterio de escucharla"
(21).
Notas
1 Patat, Alejandro: "El país de los sueños
perdidos", en La Nación,
28 de abril de 2002.
2 Raschella, Roberto: Si hubiéramos vivido
aquí. Buenos Aires, Losada, 1998. 205 pp.
3 Itzcovich, Mabel: "De profesión, contadoras de
cuentos", en Clarín, Buenos Aires, 20 de octubre de
1997.
4 Sábato,
Ernesto: "La memoria de la tierra", en La Nación,
Buenos Aires, 5 de diciembre de 1999.
5 Roca, Agustina: "Historia de vida", en La
Nación Revista,
Buenos Aires, 12 de julio de 1998.
6 Gambaro, Griselda: "Crónica de una familia", en
Clarín, Buenos Aires, 25 de febrero de 2001.
7 Andruetto, María Teresa: Benjamino. Buenos
Aires, Sudamericana, 2002.
8 Medina, Pablo: "Historias de ida y vuelta", en
Villafañe, Javier: Antología. Obra y
recopilaciones. Buenos Aires, Sudamericana, 1990.
9 Alonso, Rodolfo: Entrevista en
Historia de la Literatura
Argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980.
(Capítulo).
10 Duche, Walter: "Todos tenemos derecho a escribir
nuestra historia", en La Prensa, Buenos
Aires, 18 de julio de 1999.
11 Mauas Pinto, Eliseo y Castro Cambeiro, Manuel: "Soy
el llamado antiguo", en Legado Celta. Buenos Aires, Editorial
Tres + Uno, 1993.
12 Chiaravalli, Verónica: "Un corazón
tomado por la memoria", en La Nación, Buenos Aires, 15 de
agosto de 1999.
13 Scherer, Fabiana (texto);
Lucesole, Martín (fotos): "Norma
Aleandro Señora de la escena", en La Nación
Revista, Buenos Aires, 5 de junio de 2005.
14 Aubele, Luis: "A boca de jarro. Ana María
Bovo. ‘El poder de los sin poder’ ", en La
Nación, Buenos Aires, 29 de diciembre de 2002.
15 Fernández Díaz, Jorge: Mamá.
Buenos Aires, Sudamericana, 2002. (gacetilla de
prensa).
16 Guyot, Héctor M.: "Sociedad.
Irlandeses en la Argentina. Una verde pasión", en La
Nación Revista, Buenos Aires, 13 de marzo de 2005. Fotos
de Daniel Pessah.
17 Tóibín, Colm: Crónica de la
noche. Buenos Aires, Emecé, 1998. 304 pp. Traducción de Eduardo Hojman. (Narradores
actuales).
18 Buchanan, Rhonda Dahl: "La madriguera de la memoria
en ‘Letargo’ de Perla Suez", en Feierstein, Ricardo y
Sadow, Stephen A. (comp.): Recreando la cultura judeoargentina /
2 Literatura y artes plásticas. Buenos Aires, Editorial
Milá, 2004.
19 Weisz, José Martín: …mientras los
violines tocaban csárdás. Un viaje a
Hungría. Buenos Aires, Milá, 2002.
20 S/F: "Una mamá que hoy celebra sus 100
años", en La Nación, Buenos Aires, 20 de octubre de
2002.
21 León, Luis: "Rubishimón Benyojai", en
SEFARaires, Nº4, 2002. Buenos Aires.
(sefaraires[arroba]fibertel.com.ar).
Cantar
Así como les gusta contar, a los inmigrantes
también les gusta cantar. Cantan en su tierra, en el
barco, y cantarán también en la tierra
nueva.
Villoldo evoca al gringo que canta: "Sos para el canto,
che, gringo/, como para el bofe el gato/ tomá una grapa
d’Italia/ y descansemos un rato" (1). En el tango "La
Violeta", de Nicolás Olivari, encontramos al inmigrante
nostálgico que bebe y canta: "Canzoneta de pago lejano/
que idealiza la sucia taberna/ y que brilla en los ojos del
tano/con la perla de algún lagrimón…" (2). En el
poema "Antiguo Almacén
‘A la ciudad de Génova’", evoca al italiano
Miquelín, quien "Mientras le duraba la plata cantaba,/
cantaba las lejanas canciones milanesas de su tierra/ y hombreaba
recuerdos como hombreando cereal…/" (3).
Gustavo Riccio, en el poema "Elogio de los albañiles italianos", asocia el canto con
la realidad social de los inmigrantes. Ellos cantan mientras
trabajan, pues "en lo alto sienten ellos/ que una canción
de Italia se les viene al encuentro" (…) Más
líricos que el pájaro son estos que yo elogio:/ el
nido que construyen no es para su reposo,/ el lecho que levantan
no es para sus retoños…/ ¡Ellos cantan haciendo
las casas de los otros!" (4).
Cantaba un italiano que vivía en Villa
Pueyrredón. Escribe Manuel Enrique Pereda: "Recuerdo al
viejo Don José cuando regresaba del ‘laburo’
en el ferrocarril, previas paradas en fondas y bodegones,
gustando con sus paisanos el vino servido directo de la
bordalesa, entrar a casa entonando canzonetas de la Italia que un
día dejó para venir a ‘hacer la
América’ " (5).
Roberto Fontanarrosa presenta en una de sus historietas
a un italiano amante de la música. Es don Nino,
que lleva en el hombro un loro, al que le ha enseñado a
cantar el himno de su tierra (6).
Canta uno de los gauchos
judíos de Gerchunoff: "Jacobo, cansado del caballo, afila
la daga en el alambre del corral, y al oír a Rebeca,
comienza a cantar como Remigio: Pensamiento
mío… Vidalitá" (7).
Cantaban los picapedreros en Tandil: "Siempre se cantaba
en las canteras: en las fiestas, en las huelgas, en las calles,
en las casas, en el trabajo, en
la soledad y en la compañía" (8).
En Solané, drama de Francisco F.
Fernández, cantan los hijos de un napolitano,
acompañándolos el inmigrante con el violín:
"Yo sé que aquí, Argentina,/ el alivio puedo
hallar/ en tu gran justicia y libertad!/ Aunque extranjero, vivo/
cual en mi propio hogar: / mi arpa canta tu amplia fraternidad"
(9).
La investigadora Olga Weyne destaca la afición
por el canto que sentían los alemanes del Volga que
emigraron a América: "Parte del cancionero popular fue,
por su lado, recuperado por estudios e investigaciones
específicas salvándose así del olvido una
fuente importante para el rastreo de su cultura. El canto sigue
siendo, en efecto, una de las manifestaciones grupales preferidas
de esta comunidad. Es de
lamentar que mucho de este material existente en nuestro
país continúe sin traducción,
manteniéndose así el desconocimiento de gran parte
de este rico folklore.
Tanto en el Volga como aquí, si bien los lugares
considerados naturales para cantar eran la iglesia o el
templo, siempre tenían una canción adecuada para
cualquier circunstancia. Los momentos festivos o de trabajo
comunitario: bodas, bautismos, cosechas, o aún las
situaciones dramáticas como entierros y funerales,
servían para que armonizaran melodías a dos o tres
voces, con absoluta naturalidad" (10).
Entre los galeses, "El Eisteddfod –(‘estar
sentado’ en idioma galés) tradición heredada
de los antiguos juegos
florales celtas- se transformó en la más antigua
celebración cultural de la región, ya que es un
festival anual del canto y la poesía
y hoy está incorporado al patrimonio
Patagónico" (11)
De su tierra trajo el croata Kovacic los villancicos.
Los transcribe en sus memorias, para
que en América también puedan cantarlos
(12).
La cantante lírica Ana Moraitis expresó:
"Al igual que el dibujo, (el canto) es algo que viene de mi
familia, de origen griego, y que hago desde que tengo memoria
(13).
Cantan los armenios. En su futuro hogar –piensa el
protagonista de una novela de Bedrossian-, "seguramente, su padre
podría entonar aquellas nostálgicas canciones
armenias que canturreaba los sábados, después de
cenar. Krikor, extrañamente, sólo cantaba Anush
karún (hermosa primavera) en invierno y en las noches de
lluvia" (14).
Y cantan los gitanos. Algunas de sus composiciones han
sido recopiladas por Perla Miguelí y transcriptas
musicalmente por Pedro Leguizamón. Escribe Miguelí:
"las canciones nuestras están basadas siempre en hechos
reales, en acontecimientos que han pasado. Son anécdotas
cantadas, inspiradas por el protagonista o por algún
antepasado que transmitió el caso como canción.
Pequeñas historias que pueden haber parecido importantes
sólo para el grupo, en el
momento de componerse, pero que con el paso de las generaciones
adquieren una grandeza especial, una ternura, una bella
sencillez, una frescura que nos cautivan a los que tenemos en
nuestros oídos mucho más material de música
(por discos, cassettes, compactos, radio, televisión, etc) que los que se
podrían tener en otras épocas. Muy ocasionalmente,
hoy en día en alguna fiesta o reunión se entonan
canciones gitanas, para sorpresa y deleite de los presentes"
(15).
El canto lírico era la pasión de un
antepasado de Ana María Shua: "un muchacho joven, polaco,
bohemio, pobre y enamorado de la música. También un
excelente tejedor, especialista en fajas, ducho en la destreza
textilera de entrelazar los hilos de goma con los de algodón. No sólo de pan vive
el hombre: el
tío vivía también de su amor a la
música. Se las había arreglado para que lo tomaran
como comparsa en el Colón. Sus patrones apreciaban su
trabajo, pero cuando había ensayo
general, el hombre desaparecía. Inútil amenazarlo
con el despido: nada le producía tanta felicidad como
estar disfrazado, compartiendo el escenario con los mejores
tenores del mundo. ¡Estuve a un metro de Tchaliapin!
Gritaba entusiasmado. ¡Ian Kepura me cantó casi al
oído!
decía, con una alegría inmensa" (16).
La afición por el canto se hereda en la familia
de Julia Zenko: "El abuelo de Julia cantaba en los templos
judíos y era actor aficionado. El papá era
carnicero y cantante de tangos. Ella jugaba a ser cantante desde
que aprendió a hablar (…) ‘Yo fui criada con
muchas músicas en mi cabeza’, reflexiona"
(17).
"El tango `La Morocha’, embajador de nuestra
cultura, llevado a Europa y Asia en miles de
partituras por la fragata Sarmiento, fue también un
auténtico vehículo en el proceso de
socialización para muchos chicos nacidos en
esta tierra, al ser la primera canción de cuna y la primer
palabra que en nuestra lengua,
pudieron escuchar de sus mamás inmigrantes"
(18).
No sólo las ocasiones alegres se acompañan
con canciones. Cantaba un inmigrante en la cárcel de
Neuquén, en 1943. En El árbol de la gitana, escribe
Alicia Dujovne Ortiz: "Carlos permaneció dos años
en esa célebre prisión centenaria de la que
parecía haber guardado los mejores recuerdos. Sus relatos
eran tan seductores que provocaban la nostaliga de la gente
libre: si era así la cárcel, para qué estar
afuera. Según él, los comunistas encarcelados en
1943 se habían organizado con su proverbial disciplina,
habían hecho gimnasia,
habían dejado de fumar y se habían dado los unos a
los otros cursos de ruso y de historia
argentina. Un camarada ucraniano dirigía un coro. En
ese entonces a nadie se le ocurría cantar el folclore de
las provincias y, entre los presos políticos, más
impensable aún hubiera sido un tango". Años
después, la escritora se entera de que la música no
salvó a este inmigrante: "El ucraniano del coro se
había vuelto loco y había terminado sus días
en un manicomio" (19).
Enrique Novick evoca, en "Balada para un padre ausente",
el efecto que la música de su tierra tenía en un
padre enfermo de Alzheimer:
"Cuando le/ cantaba,/ próximo/ a su lecho,/ canciones/
antiguas/, sin nombre/ ni dueño,/ que hablan/ de una
aldea/ con hornos/ de piedra,/ cerca de las/ casas,/ sus pisos/
de tierra,/ Marc Chagall/ brotando/ de acequias/ y techos;/ que
él/ acompañaba/ con su voz/ pausada,/ rescatando/
estrofas/ tras un gesto/ austero,/ y un temblor/ extraño/
que escurría/ en su cuerpo,/ peces
abismales/ y negros,/ hasta ser un eco/ más/ entre los
ecos,/ que suelen/ merodear/ por mi cerebro"
(20).
Otra canción es la que evoca, en "Celestes ojos
italianos", el poeta Francisco de Madariaga, quien pregunta a su
madre fallecida: "¿Estarás cantando la
canción que cantaban/ tus celestes ojos italianos?/
¿O estarás escuchando cómo canta mi
corazón,/ que fue la única maravilla en tu terror
a/ los viejos gauchos bandoleros y en tu/ fracaso?"
(21).
En el cantar se advierte una espontánea
vocación artística, y una memoria que no quiere
fenecer.
Notas
1 Villoldo, citado por Colegio Schönthal en
"Bajaron de los barcos", www.monografias.com.
2 Olivari, Nicolás: "La Violeta" citado por
Gustavo Cirigliano, en "Disquisiciones tangueras", en El Tiempo,
Azul, 30 de septiembre de 2001.
3 Olivari, Nicolás: "Antiguo Almacén
‘A la ciudad de Génova’", en L. Lugones, B.
Fernández Moreno, R. Molinari y otros: La poesía
argentina. Antología, prólogo y notas por Alberto
M. Perrone. Buenos Aires, CEAL, 1980.
(Capítulo).
4 Riccio, Gustavo: en Historia de la Literatura
Argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980.
(Capítulo).
5 Pereda, Manuel Enrique: Nuestra querida Villa
Pueyrredón. Buenos Aires, Del Carril Impresora,
1986. Citado por Eduardo Criscuolo en "Páginas para el
recuerdo de Villa Pueyrredón", El Barrio Periódico
de Noticias,
Año 6, N° 62, Buenos Aires, Mayo de 2004.
6 Fontanarrosa, Roberto: "Inodoro Pereyra ‘El
renegáu’ ", en Clarín Viva, 24 de febrero de
2002.
7 Gerchunoff, Alberto: Los gauchos judíos, en
Feierstein, Ricardo (selecc. y prólogo): Alberto
Gerchunoff, judío y argentino. Buenos Aires, Milá,
2001.
8 Nario, Hugo: "Cortando piedra", en Todo es historia,
N° 178, Marzo de 1982.
9 Fernández, Francisco F.: Solané Drama
psicosociológico en cuatro actos. Instituto Nacional de
Estudios de Teatro, S/F.
Precedido por "Noticia" por Jorge M. Furt.
10 Weyne, Olga: El último puerto. Del Rhin al
Volga y del Volga al Plata. Buenos Aires, Editorial Tesis/Instituto Torcuato Di Tella,
1986.
11 S/F: Hotel Gwesty
Tywi, Gaiman, Patagonia-Hosteria Galesa-Welsh
ColonialB&B.
12 Anzorreguy, Chuny: El ángel del
capitán. Biografía del
capitán croata Miro Kovacic. Buenos Aires, Corregidor,
1996.
13 S/F: "Puro universo
femenino", en La Nación Revista, Buenos Aires, 28 de
noviembre de 2004.
14 Bedrossian, Eduardo: op. cit.
15 Miguelí, Perla: "Introducción", en Miguelí, Perla y
Leguizamón, Pedro: Primer cancionero gitano de la
Argentina. Recopilación y notación musical. Mar del
Plata, 1995.
16 Shua, Ana María: "Por amor a la
música", en Clarín, Buenos Aires, 18 de mayo de
2003.
17 Kiron: "El canto es magia", en La Nación
Revista, Buenos Aires, 27 de octubre de 2002.
18 Yarmolinski, Daniel y Pesce, Graciela: "100
años de ‘La Morocha’ ". E-mail enviado en
diciembre de 2005.
19 Dujovne Ortiz, Alicia: El árbol de la gitana.
Buenos Aires, Alfaguara, 1997.
20 Novick, Enrique: "Balada para un padre ausente", en
La Prensa, Buenos Aires, 10 de enero de 1999.
21 Madariaga, Francisco: en La Nación, Buenos
Aires, 10 de mayo de 1998.
…..
La ética, la
solidaridad,
el amor por
los más pequeños, el respeto por los
mayores, el recuerdo de quienes quedaron en la tierra natal, el
contar y el cantar, son las constantes en las costumbres
inmigrantes, que aún perviven en los descendientes
americanos.
XI
Festejos
El Cruce del Ecuador, las Fiestas patrias argentinas,
las Fiestas patrias y tradicionales de los inmigrantes, la Fiesta
del Inmigrante, los aniversarios, la finalización de las
diferentes guerras, la
iniciación de la Guerra de las
Malvinas, la
creación e independencia
del Estado de
Israel, los
cumpleaños, el Año Nuevo, el Carnaval y el Mundial
de Fútbol 1978 son algunas de las ocasiones en las que se
evidencian las costumbres que los inmigrantes trajeron de sus
tierras; son circunstancias en las que ellos y sus descendientes
exteriorizan su alegría y su agradecimiento a la
nación que los recibió. Me refiero asimismo a
festejos rechazados por algunos de los inmigrantes, por
diferentes motivos. No me ocupo de los festejos religiosos, ya
que reuní información sobre algunos de ellos en el
capítulo VII, "Religión".
Cruce del Ecuador
Al pasar la línea del Ecuador –relata el
valesano Johann Bodemann, en 1857-, los pasajeros debían
someterse a una costumbre marinera: "El trece de junio
habíamos pasado el ecuador, y estábamos del otro
lado del hemisferio. Los marineros hicieron un gran fuego para
festejarlo. Al día siguiente nos hicieron saber que todos
debíamos someternos al bautismo de la línea, como
era la costumbre sobre todos los barcos que cruzaban la
línea del ecuador. Las personas adultas tenían que
sentarse sobre una silla, mientras los marineros llegaban
disfrazados: uno como cura con un gran libro en las manos, otro
como peluquero con una navaja de madera,
seguido por tres o cuatro hombres con grandes baldes de agua, y un
último con una sábana mojada que arrollaba de esta
manera: el peluquero pintaba de negro el cuerpo del bautizado y
lo rascaba con un cuchillo de madera. De pronto surgían
detrás de él, los hombres con baldes de agua que
vaciaban sobre la cabeza del bautizado. Después el cura
inscribía el nombre y el apellido en el gran libro. Una
vez esto cumplido, el capitán llegaba y le hacía
beber aguardiente. Fue así con cada uno de los hombres,
fueran presidentes de la comuna o simples ciudadanos.
Después le tocó el turno a los marineros, y para
terminar, al capitán. Muchos rehusaron este juego, pero
fueron más maltratados que los voluntarios. En cuanto a
las personas del sexo femenino
se les pedía solamente descalzarse y mojarse los pies en
un balde de agua fría. A los chicos no se les hizo nada.
Después los marineros nos pidieron la propina, se
vistieron con trajes de fiesta y se divirtieron" (1).
En Mestizo (2), novela de Ricardo Feierstein, uno de los
personajes se refiere al festejo en el barco: "Me dieron el
pasaporte hacia Uruguay con
visa de salida únicamente. Cosa de enviarme bien lejos y
que no regresara. Me fui a Hamburgo y tomé un barco de
carga francés, el Aurigne, y de allí recorrí
un montón de puertos. Iba parando en todos. Pasé
por Amberes, después Marsella, Lisboa, Río de
Janeiro… unos treinta días hasta llegar a Montevideo. Al
principio estábamos en tercera o cuarta clase, no
sé, la última. Eramos unos 35 inmigrantes
judíos de Polonia y Lituania, podía hablar con
ellos en ídisch, y el capitán tenía una
cocina cusher (1) para nosotros. Pero no era gran cosa, no
había vino para tomar, así que al tercer día
me fui a comer con los marineros y allí la pasaba bien.
Viajaban además como 200 inmigrantes españoles en
el barco, hacíamos cantos y bailes en el puente, nos
entendíamos con señas y algunas palabras. Hubo un
festejo grande cuando cruzamos el Ecuador, es una
tradición bautizar a los marineros que lo hacen por
primera vez. Fue una linda fiesta". (1) Apto para el consumo,
según las normas
dietéticas de la religión judía.
Notas
1 Bodemann, Johan: "Viaje sobre el mar", en Vernaz,
Celia: La Colonia San José. Santa Fe, Colmegna,
1992.
2 Feierstein, Ricardo: Mestizo. Buenos Aires, Planeta,
1994.
Fiestas patrias argentinas
En su cuento "Mate amargo", Samuel Glusberg alude a los
festejos del Centenario de la Revolución
de Mayo: "Antes del primero de mayo –día
señalado para inaugurar su nuevo comercio– el
tío Petacovsky descargaba en su casa cerca de un
millón de láminas entre estampas para cuadros,
retratos, alegorías patrióticas, copias de
monumentos y tarjetas postales. Las
ventas fueron
iniciadas enseguida. Varios viajantes se encargaron de las
provincias, y el tío Petacovsky de la capital.
Durante seis meses las cosas anduvieron a todo trapo. Mas no
obstante esa actividad y las proporciones que alcanzaron las
fiestas del centenario en toda la República, el negocio
fracasó" (1).
En Agatha Galiffi, La flor de la mafia, novela de Esther
Goris, Juan Galiffi deja el Hotel de Inmigrantes: "todavía
era de noche. Ahora sí, Juan Galiffi sentía que el
país le abría las puertas; hasta ese momento
había permanecido en un limbo indeterminado, en el
vestíbulo de su futuro. Donde creyó encontrar una
ciudad dormida, se tropezó con una población desvelada, inquieta y festiva. A
las pocas cuadras de la solitaria zona portuaria, las luces de
los faroles sólo eran opacadas por las de las tiendas y
los bares que permanecían abiertos. Ruidosos celebrantes
repetían una y otra vez los brindis por la patria. Las
banderas abundaban, no sólo la argentina, también
otros colores se
mezclaban con el celeste y blanco: entre ellas reconoció
la tricolor. Galiffi se admiró. Había llegado al
país de la jauja y el derroche, donde la fábula era
tan verdadera como las tristezas de Europa. Ignoraba
todavía que en el amanecer del 25 de Mayo de 1910 se
celebraba el Centenario de la Nación" (2).
Carlos Molina Massey evoca, en su cuento "La muerte del
pingo" (3), un festejo patrio, en el que confraternizan nativos e
inmigrantes. Es el 25 de Mayo. En Mercedes se aprestan a
conmemorar la fecha patria: "En la plaza, embanderada,
había música y cueterío. Desfile de
escolares. Aglomeración de curiosos. Por las calles
jinetes gauchos paseaban el lujo de sus fogosos caballos. Don
Contreras realizaba su programa anual
desde el almacén de don Quintino, el portugués,
situado en la esquina crucera de la plaza. Allí
tenía concentrada su gente. -A ver, gringo: atále
otra gruesa e cuetes a la cola el colorao –ordenaba el
bolichero. O si no: -Al escuro atale una lata e kerosén
vacida. Enloquecidas por las deflagraciones, por el olor de la
pólvora y el ruido de los
tachos, los potrillos de don Contreras obligaban a los peones, y
aun al mismo patrón que no rehusaba el número, a
soportar las más violentas bellaqueadas".
Francisco Montes es el autor de Leyendas y Aventuras de
Alpujarreños. En "El desafío" relata que, para las
fiestas patrias, en Malargue se realizaba una competencia de
doma. Un indio puelche desafía a un andaluz de
dieciséis años: "no se sabe en qué tris
fatal Miguel dio una voltereta en el aire y
cayó en pie. Un silencio espeso acogió el final
inesperado. El desafío había terminado. Miguel
saludó al
domador (cortesía indígena), reunió su
caballada y a sus secuaces y desapareció. Dicen que nunca
más volvió por aquellos pagos. El domador con
carita de extranjero, flaco, velludo y colorado, de ojos azules
era el mismo que desde las Alpujarras había llegado con
dos años de edad en la búsqueda de insondables
destinos. Y cuentan todavía en los fogones malarguinos el
gesto de un huaso chileno que había presenciado el
desafío, rico el hombre, que había llegado con una
tropill de alazanes y mulas de alzada cordillerana. Montaba un
caballo de leyenda con apero chapeado en plata. Se acercó
al jinete y ofreciéndole las riendas de su montado, le
dijo: -Tome, joven. Este es mi regalo. El apero nada más
valía un Perú" (4).’
En Entre Ríos vivió su infancia
Máximo Yagupsky, quien relata, en diálogo con Mario
Diament: "como faltaban maestros y el gobierno no
podía afrontar ni la demanda ni el
presupuesto, los
jóvenes más instruidos de la colonia se
ofrecían como maestros. De modo que tomaban cursos
acelerados en la escuela que allí teníamos –
la ‘Alberdi’- y de inmediato se abocaban a la
enseñanza. Y pese a esta preparación
abreviada, la escuela ‘Alberdi’ produjo maestros de
gran calidad, algunos
de los cuales llegaron a profesores secundarios, lo que en ese
entonces era una cosa tenida en gran jerarquía. Mi
maestro, que se había graduado en la "Alberdi",
sabía que al llegar el 25 de mayo había que cantar
el Himno Nacional, porque ésas eran las instrucciones que
se le habían impartido. Pero el problema era que
habían aprendido la letra, pero no la melodía. De
modo que cantábamos el Himno Nacional con la
melodía del Hatikva, que era el himno judío.
Porque, en cierto modo (Hatikva significa "esperanza") esto
condecía con lo que eran sus esperanzas: veían en
la Argentina una Sion, la Sion de sus sueños"
(5).
Felipe Fistemberg Adler relata en sus memorias que, en
Moisés Ville, provincia de Santa Fe, "Cuando llegaban las
fiestas patrias, el pueblo se vestía de gala, las ventanas
lucían banderas azules y blancas y a la plaza San
Martín, en el centro del poblado, concurría toda la
población luciendo la escarapela y manifestando con
orgullo su agradecimiento a la nueva patria. Por ser uno de los
más altos, y seguramente porque mamá me almidonaba
para la ocasión el guardapolvo, ya en los grados
superiores las maestras me elegían abanderado, y escoltado
por otros niños
caminando entre aplausos y cálidas sonrisas nos
dirigíamos a la plaza. Las autoridades y los directores de
todas las instituciones
pronunciaban emotivos discursos. Se
cerraba el acto con un esperado reparto de golosinas entre los
chicos. Con premura, nos despojábamos de los guardapolvos
y corríamos al bosque de eucaliptos frente a la
administración de la J.C.A. para ver y participar de
la fiesta popular que premiaba a los ganadores, con ponchos,
frazadas, camisas, camisetas o pantalones" (6).
Un acto escolar es una excelente oportunidad para
destacar los méritos de una alumna asturiana. Jorge
Fernández Díaz, el hijo de la inmigrante, relata
que la maestra dijo: " ‘Sé que muchas de ustedes no
están de acuerdo. Pero quiero gratificar a esta alumna que
no es argentina y que tanto perseveró en aprender lo
nuestro. Ninguna se atrevió a contradecir a la
señorita Valenzuela, y mi madre llevó la bandera de
ceremonias en un acto cualquiera que sus tíos observaron
uniformados, firmes y solemnes, henchidos de orgullo y de
argentinidad" (7).
En Tucumán se llevó a cabo un "Acto
Islámico", un 25 de Mayo. En ese acto, manifestó el
Secretario de la Asociación Pan-Islámica Ing.
José E. Ibrahim: " Quiero agradecer a todos por este
Momento Sagrado para el Islam y en el
día del Aniversario de la Revolución
de Mayo darles la Bienvenida a los Representantes
Islámicos de Jujuy y Salta, Santiago del Estero, a los
representantes de la Universidad
Nacional de Tucumán, a los de la Universidad
Tecnológica de Tucumán, a los del Instituto
Argentino Árabe, al señor Cónsul de Siria, a
los hermanos de la Provincia de Santa Fe, al Señor Iman de
Córdoba Sheij Mounnif al Sukaria, a las autoridades
políticas y religiosas de nuestra comunidad
y a todos los hermanos de fe de nuestra ciudad por responder a
nuestra invitación. Dejó para lo último y
para darle el relieve que
corresponde a la presencia en este acto del Arquitecto Mohamed
Iusef Hallar, Director de la Oficina de
Cultura y Difusión Islámica Argentina y Miembro de
la Liga Mundial Islámica con asiento en la Sagrada Meca
que es el artífice del presente acontecimiento"
(8).
"Aunque pocos lo saben –señala Loreley
Gaffoglio-, el Día de la Bandera se instituyó en
1938, luego de dos años de intensos debates, y
surgió como un acto de desagravio impulsado por
jóvenes argentinos ‘afectados e indignados por
frecuentes manifestaciones extranjeras’ en los tiempos de
la Guerra Civil Española. (…) La historia cuenta que el
1° de mayo de 1936 las calles de Buenos Aires se poblaron de
banderas de los grupos que
enfrentaban a republicanos y nacionalistas en España y que
tuvieron en el alzamiento de Franco en Marruecos el cruento
inicio de la Guerra Civil Española. Un grupo de
jóvenes argentinos, ‘afectados e indignados por
frecuentes manifestaciones extranjeras portando símbolos exóticos de nuestra
nacionalidad y
que desfilaban impunes por las calles de Buenos Aires’,
resolvió entonces donar una bandera a la Municipalidad, a
manera de desagravio, para rendirle tributo el 20 de junio de
1936, en un nuevo aniversario de la muerte de
Belgrano" (9).
En "20 de junio" (10), Luis León se refiere al
sentimiento patrio de un inmigrante. Cuando Nissim llegó a
la Argentina "No sabía por qué la
‘djente’ se ponía una cintita celeste en su
ropa y la colgaba en el frente de algunas casas, pensó en
una fiesta cristiana, él no sabía muchos de eso
porque venía de un país musulmán y él
mismo era judío, los cristianos que había conocido
no usaban esa cinta, eran griegos y armenios, pero debía
ser algo así: esas cintitas le agradaron mucho,
simpatizó con ellas porque fue lo primero que
reparó al recorrer las calles del centro de Buenos Aires,
al salir del puerto. (…) Él junto a unos pocos amigos,
fundaron el club sefaradí del Centro. Rechazó la
presidencia que le ofrecieron, porque no sabía leer ni
escribir. Pero en cambio
recibió con gran alegría el cargo de presidente de
ceremonias. Inauguraba con un discurso las
reuniones de cada fecha patria argentina y repartía antes
de comenzar, una escarapela a cada concurrente,
fijándoselas con un alfiler con sus propias
manos".
En La fuga, novela de Eduardo Mignogna distinguida con
el Premio Emecé 1998/99, se inaugura el Obelisco: "Eran
las dos de la tarde del sábado 23 de mayo de 1936, cuando
la banda terminó de tocar el Himno y el intendente De
Vedia dijo a la multitud un discurso donde vaticinó que el
Obelisco sería, con el correr de los años, el
alma de Buenos
Aires y el recuerdo más auténtico del día en
que la ciudad cumplió cuatrocientos años. Todos
estábamos muy juntos y mirando hacia el palco de las
autoridades que quedaba a los pies del Obelisco. Yo era uno
más entre tantos. Toleré un rato aquel discurso, y
ya estaba a punto de empezar a forcejear para mandarme mudar,
cuando descubrí a un costado al Francés que me
saludaba con una mano en alto y una indescifrable
expresión de ansiedad en el rostro. El hombre no estaba
solo. A su lado, una mujer alta y bella de melena oscura lo
abrazaba por los hombros" (11).
Notas
1 Espinoza, Enrique (Samuel Glusberg): "Mate amargo", en
La levita gris. Cuentos judíos de ambiente
porteño. Buenos Aires, BABEL.
2 Goris, Esther: Agatha Galiffi, La flor de la mafia.
Buenos Aires, Sudamericana, 1999. 415 pp.
3 Molina Massey, Carlos: "La muerte del pingo", en Luis
Gudiño Kramer, J. P. Sáenz y otros: El cuento
argentino 1930-1959* antología. Selección,
prólogo y notas por Eduardo Romano. Buenos Aires, CEAL,
1981. (Capítulo).
4 Montes; Francisco: "El desafío", en Leyendas y
Aventuras de Alpujarreños, en Unisex. Buenos Aires,
Bruguera. 163 pp.
5 Diament, Mario: Conversaciones con un judío.
Buenos Aires, Fraterna, 1986.
6 Fistemberg Adler, Felipe: Moisés Ville
Recuerdos de un pibe pueblerino. Buenos Aires, Milá, 2005.
112 pp. (Testimonios).
7 Fernández Díaz, Jorge: Mamá.
Buenos Aires, Sudamericana, 2002.
8 S/F: "Acto islámico", en
www.revistaarabe.com.ar.
9 Gaffoglio, Loreley: "Una historia poco conocida El
Día de la Bandera nació en 1938 como un acto de
desagravio", en La Nación, Buenos Aires, 20 de junio de
2004.
10 León, Luis: "20 de junio", en SEFARAires
Nº38, Junio de 2005,
sefaraires[arroba]fibertel.com.ar
11 Mignogna, Luis: La fuga. Buenos Aires, Emecé,
2001. 216 pp. (Escritores argentinos).
Fiestas patrias de los
inmigrantes
Gladys Onega dedica un capítulo de sus memorias a
la descripción de un festejo de la comunidad
italiana de Acebal, provincia de Santa Fe. Transcribo un
fragmento de ese capítulo, titulado "De cómo la
hija de los Onega llegó a cantar la
Giovinezza":
"(…) llegado el 20 de septiembre, fui una bambina
más invitada a la fiesta de la Sociedad Italiana para
celebrar la gran fiesta de los italianos. (…) La maravilla me
cundió cuando llegamos al salón de la Sociedad
Italiana; no me bastaban los oídos para gozar de
‘faccetta nera, faccetta nera, bella abisinia’, ni
los ojos para ver lo que veía. Allí todo eran
banderas de seda, todo eran cocardas de papel crepe, todo eran
pendones colgados de lámparas, ventanas, puertas y
telón, todo eran cintas colgadas de las lámparas y
todo eran servilletas de colores que honraban la patria italiana.
Por obra de magia, el cine ya no era
el cine sino una piazza romana, nuestro conocido escenario de
matinés y noche no era escenario sino un gran palco y las
mesas hechas de tablones sostenidos por caballetes y cubiertos de
papel de blanco de panadería no eran tablones sino mesas
cubiertas de manteles adamascados".
"Cada primero de agosto –escribe Alejandro
Stilman, a partir de un informe de Pablo
Bizón y Diana Pazos-, en Colonia Esperanza, conmemoran el
aniversario de la Federación Helvética, la fiesta
patria suiza y, dos semanas más tarde, el nacimiento de la
Asociación Suiza Guillermo Tell. (…) Esta
‘pequeña Europa’, integrada además por
alemanes, franceses y belgas, a los que se sumaron italianos,
españoles, polacos, rusos, checos, judíos y
árabes, se fundó en 1856. La llaman ‘la
primera colonia agrícola organizada del país’
" (2).
En la colonia Pigüe, fundada por cuarenta familias
francesas, se festeja "el 14 de julio, la fecha patria, que es
comienzo de la gran Semana de Francia" (3). "Mientras las
estrofas del Himno Nacional conmovían el corazón de
los judíos de Rajil, otro grupo de inmigrantes arraigados
a 130 km al norte de Bahía Blanca ensayaba una
versión a su manera: ‘Entendez mortels le cri
sacré/ Liberté, liberté,
liberté…’ Sólo que allí se cantaba
todos los 14 de Julio en conmemoración de la toma de la
Bastilla y era seguido por las notas de la Marsellesa. Con
desfiles, cañonazos, discursos y premios
artísticos, los franceses celebraban solemnemente su fecha
patria en Pigüé, un pueblito barroso de la pampa
donde todavía se agitaba el fantasma de las chuza indias"
(4).
El protagonista de Mestizo (5), novela de Ricardo
Feierstein, participa en una fiesta sionista: "Así
pasé varios años, trabajando. Hasta que
conocí a mi esposa, en una fiesta sionista, creo que era
un aniversario de Herzl. Yo fui y allí estaba ella. Pero
eso fue bastante después, cuando era todo un señor,
ya tenía el negocio de Boedo".
Notas
1 Onega, Gladys: Cuando el tiempo era otro Una historia
de infancia en la pampa gringa. Buenos Aires, Grjalbo,
1999.
2 Stilman, Alejandro (texto), Pablo Bizón y Diana
Pazos (informe): "Suizos Colonia Esperanza / Santa Fe La vida en
una pequeña Europa", en "COLONIAS Y PUEBLOS DE LA
ARGENTINA La ruta de los inmigrantes", en Clarín, Buenos
Aires, 7 de setiembre de 2003.
3 Stilman, Alejandro (texto), Pablo Bizón y Diana
Pazos (informe): "Franceses Pigüé / Pcia. de Buenos
Aires La colonia de la omelette gigante", en "COLONIAS Y PUEBLOS
DE LA ARGENTINA La ruta de los inmigrantes", en Clarín,
Buenos Aires, 7 de setiembre de 2003.
4 Wolf, Ema (texto) y Patriarca, Cristina (investigación): La gran inmigración.
Ilustraciones: Daniel Rabanal. Buenos Aires, Sudamericana, 1997.
6° ed. (Sudamericana Joven Ensayo).
5 Feierstein, Ricardo: Mestizo. Buenos Aires, Planeta,
1994.
Fiestas tradicionales de los
inmigrantes
"Los primeros sábados de marzo, Colonia Caroya
festeja la Semana de la Vendimia que culmina con un almuerzo
popular sobre la avenida San Martín al ritmo de danzas
friulanas. En julio, la Fiesta de las Comidas Típicas
Caroyenses son la oportunidad de saborear la polenta blanca con
codeguín (un chorizo hervido y picante), y la
típica bagna cauda (leche con
anchoas y ajo). En octubre, la Fiesta del Salame Casero, reafirma
su legendaria calidad" (1).
En Villa del Parque, Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, se lleva a cabo la Bierfest, organizada por un colegio del
barrio. Escribe al respecto Pablo Hacker, en 2003:
"Más de 100 tanques de cerveza helada de
30 litros cada uno. Una enorme parrilla con 3.000 chorizos
asándose a las brasas. El olor penetrante y tentador del
chucrut casero. Cientos de tortas de chocolate y manzana,
exquisitos strudels. Música en vivo para todos los gustos,
desde un chamamé hasta un rock & roll,
pasando por una marcha nupcial alemana. Y cerca de 3.500 personas
reunidas en una pequeña plaza en el corazón de
Villa del Parque. El resultado de la ecuación: una fiesta
barrial que generó felicidad, panzas llenas, y a
más de uno un poquito de resaca mañanera. La
12° edición
de la Fiesta de la Cerveza, organizada por el colegio
alemán Schiller el sábado pasado, fue un éxito a
pesar de la lluvia que obligó a cerrar los grifos de las
choperas una hora antes de lo que muchos hubieran deseado"
(2).
Entre los galeses, "Un histórico evento es, desde
hace 109 años, el festival literario-musical de
Eisteddfod, que evoca las tertulias de los celtas. Hay dos
versiones patagónicas del Eisteddfod: en la segunda semana
de septiembre, el de la Juventud, en
Gaiman, y en octubre, el de Chubut, en Trelew" (5).
Refiriéndose a los daneses, señala
María M. Bjerg: "En noviembre se organizaba una fiesta de
fin de curso a la que llamaban Skovtur, evocando una
celebración tradicional en el calendario campesino
danés. Tan bien captada por Bille August en su
película Pelle el conquistador, en la imagen de las
carretas adornadas con flores y banderas transportando hacia el
bosque a ufanos campesinos dispuestos a beber, cantar y bailar
celebrando la llegada del verano nórdico, el Skovtur
encerraba un sentido fuertemente comunitario en las aldeas
campesinas de Dinamarca. Resignificado, el Skovtur de las
escuelas danesas de la Argentina se celebraba al finalizar el
año escolar y era una salida de la que participaba el
grueso de los miembros de la cngregación" (6).
Los japoneses en la Argentina festejan el Natsu Matsuri
(Festival de Verano). Acerca del evento llevado a cabo en 2002,
encontramos esta información: "Como todos los años
la Fundación Cultural Argentino Japonesa invita a todos
los argentinos al "Festival de Verano" en el Jardin Japones
(Casares y Figueroa Alcorta ), siguiendo la costumbre japonesa de
realizar un festejo popular en cada estación del
año. Dos atardeceres recreando las disciplinas y
costumbres de la cultura japonesa, música con bandas y
tambores japoneses, danzas tradicionales, artes marciales,
desfiles de kimonos y feria de comidas y artesanías
japonesas". Habrá "una galeria de arte y se
darán workshops de Sumie (pintura a la
tinta china).
También se podrá disfrutar de la exposición
Kokeshi Ten, Muñecas japonesas, cedidas por la embajada
del Japón",
shows culturales: danzas, demostraciones de artes, teatro,
música y audiovisuales con una pantalla de video gigante, el
show "Robotech Time" –"Espectáculo audiovisual con
sinfónica de 50 músicos que interpretarán
canciones de la famosa serie de dibujos Robotech con proyecciones
de la famosa saga"-, desfiles de Kimonos y la colección
Heiwa Uchi de la escuela de Roberto Piazza, recitales de bandas
de anime, pop y rock, exhibiciones de artes marciales, Karaoke,
Cosplay (concurso de disfraces) y "en la cumbre Otaku se
reunirán todos los fans clubes de famosas series",
exposición de Bonsái, masajes japoneses y de relax
gratuitos, Feria Artesanías y artículos japoneses,
platos de la gastronomía japonesa y oriental"
(7).
"El 3 de marzo es el ‘día de las
niñas’ o hina matsuri: se exhibe una
colección de muñecas que representan la antigua
corte imperial y la presencia del bambú garantiza
fortaleza y flexibilidad en las futuras mujeres" (8).
"La fiesta de los niños se celebra el 5 de mayo,
cuando se muestran figuras de muñecos representando
samurais y se comen bizcochos especiales" (9).
Notas:
1 Stilman, Alejandro (texto), Pablo Bizón y Diana
Pazos (informe): "Italianos Colonia Caroya / Córdoba Los
sabores artesanales del Friuli", en "COLONIAS Y PUEBLOS DE LA
ARGENTINA La ruta de los inmigrantes", en Clarín, Buenos
Aires, 7 de setiembre de 2003.
2 Hacker, Pablo: "El barrio festejó con cerveza,
chucrut y baile", en Clarín, Buenos Aires, 19 de noviembre
de 2003.
3 Maier Schwerdt, Héctor y Melchior, Julio
César: Antiguas tradiciones de los alemanes del Volga.
Barragán & Asociados.
4 S/F: "La fiesta de ‘Kerb’ ", en La Prensa,
Buenos Aires, 7 de junio de 1998.
5 Stilman, Alejandro (texto), Pablo Bizón y Diana
Pazos (informe): "Galeses Gaman / Chubut Una fiesta de té
con torta y literatura", en "COLONIAS Y PUEBLOS DE LA ARGENTINA
La ruta de los inmigrantes", en Clarín, Buenos Aires, 7 de
setiembre de 2003.
6 Bjerg, María M.: Entre Sofie y Tovelille Una
historia de los inmigrantes daneses en la Argentina (1848-1930).
Buenos Aires, Editorial Biblos, 2001. 191 pp. (La Argentina
plural).
7 S/F: "AGENDA Natsu Matsuri (Festival de Verano)", en
www.global-art.com.ar, Febrero de 2002.
8 Alvarez, Marcelo y Pinotti, Luisa: A LA MESA Ritos y
retos de la alimentación argentina. Buenos Aires,
Grijalbo, 2000.
9 ibídem
Visitas reales
En El Sur y después –obra teatral de
Roberto Cossa-, una pareja relata que ha visto los festejos del
Centenario: "-Lo que nos costó llegar…! – ¡Vieran
lo que son los festejos! Tuvimos que dar un rodeo por
detrás de la Municipalidad! -¡Pero vi a la Infanta
Isabel! ¡La vi! –Y el presidente dijo: Cumplimos cien
años de libertad y tendermos libertad por cien años
más" (1).
La protagonista de Lunas eléctricas para noches
sin luna, novela de Belén Gache, relata: "Para los
festejos del Centenario, nuestro país recibirá una
serie de visitas de representaciones diplomáticas,
económicas y culturales de países extranjeros. Se
han organizado, así mismo, una serie de recepciones de
gala, funciones
teatrales, desfiles militares, inauguraciones de monumentos, un
tedéum en la Catedral e, incluso, una serie de
exposiciones internacionales que abarcarán disciplinas
como la agricultura,
la industria y
las bellas artes y
que se desarrollarán en distintos puntos de la ciudad.
(…) En los alrededores de la Plaza de Mayo han colocado una
serie guirnaldas de luces resaltando las líneas
arquitectónicas de todos los edificios. Cerca de la Casa
de Gobierno han armado un lujoso palco desde el cual la Infanta
Isabel saludará al pueblo argentino". La Infanta llega a
la Argentina el 18 de mayo de 1910: "Los habitantes de Buenos
Aires han salido de sus casas y se han convocado en la Plaza de
Mayo. Criollos e inmigrantes, italianos y polacos, ricos y pobres
se han reunido todos en este día memorable"
(2).
Años después, llegó a la Argentina
Humberto de Saboya: "Bajó del barco a sonrisa plena, con
el gesto de un joven que se sabe marcado por la realeza y por el
destino. El heredero del trono de Italia, Humberto de Saboya,
príncipe de Piamonte, llegó a Buenos Aires y sedujo
a su auditorio con espontánea simpatía. Era el 6 de
agosto de 1924 cuando arribó al puerto de Buenos Aires a
bordo del San Giorgio, nave integrante de la marina de guerra
italiana. Su garbosa presencia fascinó al público
argentino. (…) En Buenos Aires lo recibió el Presidente
Marcelo T. de Alvear junto a sus ministros, representantes de la
Embajada de Italia, funcionarios, militares y un enorme
público deseoso de saludarlo. Ese público estaba
conformado sobre todo por italianos nmigrantes que habían
venido a la Argentina a hacer ‘L’America’. Para
esos trabajadores, ‘era la patria misma que llegaba’.
Los agasajos fueron interminables. Bailes, comidas, recepciones,
almuerzos en el Hipódromo, funciones de gala en el Teatro
Colón y en el Cervantes,
unja visita a la estancia San Juan de Pereyra Iraola. Como en
toda historia de príncipes, también hubo un baile
que él mismo organizó en el Palacio Bosch (donde se
alojaba) y hasta apareció una Cenicienta vestida de
princesa para la ocasión" (3).
La ciudad de Mendoza se engalana para la visita del
príncipe italiano: "La capital de la provincia, con ser
una hermosa ciudad como quiera que se contemple, se vistió
de gala y de fiesta embelleciéndose extraordinariamente
con motivo de la visita de S:A:R: el
Príncipe Humberto de Saboya. En verdad ni aún
para las solemnidades en que el patriotismo nacional reclama toda
la pompa y el buen gusto de la ornamentación
pública, se ha admirado en nuestra ciudad, como en tal
circunstancia, el brillante exponente de plausibles inciativas
oficiales y particulares adoptadas para probar, en el homenaje al
joven y gallardo príncipe, todo el calor y la
simpatía que nos merece su persona, su investidura y el
nombre de Italia" (4).
Notas
1 Cossa, Roberto: Gris de ausencia, en Teatro 3. Buenos
Aires, Ediciones de la Flor.
2 Gache, Belén: Lunas eléctricas para
noches sin luna. Buenos Aires, Sudamericana, 2005.
3 S/F: "Imágenes
del Siglo 1900 1999 Las fotos que hicieron historia
Vigésima entrega", en Clarín, Buenos Aires, 26 de
septiembre de 1999.
4 S/F: "La ‘Perla Andina’, 1924", en Prov.
de Mendoza, A su Alteza Real Umberto di Savoia…, 1927, incluido
en Historia de Ciudades Mendoza. Selección y
prólogo: Rosa Guaycochea de Onofri. Buenos Aires,Centro
Editor de América
Latina, 1983. (Historia Testimonial Argentina).
Fiesta del Inmigrante
Las Fiestas del Inmigrante se realizan en muchas
localidades, y agrupan a quienes llegaron de otras tierras, a sus
descendientes y a los nacidos en el país que los
recibió. Me refiero a algunos de estos
festejos:
El 8 de septiembre de 2002 tuvo lugar en los jardines
del Ex Hotel de Inmigrantes la Fiesta de las Colectividades.
Semejante a la que se realizó otros años en el
Rosedal, incluyó la presentación de conjuntos
folklóricos de diferentes comunidades, la venta de productos
típicos y la degustación de comidas regionales,
así como también el obsequio de posters y
folletería. En esa oportunidad, el profesor Jorge
Ochoa de Eguileor, la arquitecta Seró Mantero y sus
colaboradores presentaron más material del Museo de la
Inmigración.
En Berisso se llevó a cabo una nueva Fiesta del
inmigrante. Acerca de la realizada en 2004, leemos: "La emotiva
jornada se vivió en la capital provincial del inmigrante,
con motivo del tradicional desfile que, como sucede desde hace 27
años, volvió a reunir a miles de descendientes de
aquellos trabajadores que poblaron estas tierras y forjaron la
Nación. El encargado de dar las palabras de bienvenida fue
el Presidente de la Asociación de Entidades Extranjeras,
Jorge Pagano, quien estuvo acompañado por el gobernador
Felipe Solá y los intendentes de Berisso y Magdalena,
Enrique Slezack y Fernando Carballo. En tanto, se presentó
en público, la nueva Reina del Inmigrante, la joven
Roma Nerea
Bergonzi (colectividad italiana), quien se mostró muy
emocionada. Lo mejor de la jornada fue, el desfile de las
distintas colectividades, que desde hace años constituye
el broche de oro de la Fiesta del Inmigrante. (…). El cierre
del tradicional desfile estuvo a cargo de instituciones civiles y
tradicionalistas. La emotiva jornada concluyó con un
festival y con un show de fuegos artificiales" (1).
Se acerca una nueva Fiesta del Inmigrante en
Oberá, Misiones, una fiesta que reúne a inmigrantes
llegados de otros continentes y de países
limítrofes: "Del 3 al 17 de septiembre (a excepción
de los días 5 y 12 que serán de descanso), se
realizará la XXVI Fiesta Nacional del Inmigrante en
Oberá. Los atractivos serán varios, y entre ellos
se cuenta un stand atendido por personal del
Ministerio del Interior que proporcionará
información a quienes buscan sus orígenes,
además de un mini "jurasic park" con especímenes de
dinosaurios en
escala,
encontrados en la Patagonia argentina. La incorporación de
la colectividad checa y la construcción de un helipuerto son
también, novedades para este año. "Hemos analizado
la situación de prolongar durante 14 días la
fiesta, tal cual el año pasado y se decidió
organizar mejor, de manera tal, que los visitantes tengan
más espacio en el tiempo para apreciarla", dijo Julio
Barchuk, presidente de la Federación de Colectividades.
(…) Barchuk también dijo que el 29 de mayo
viajarán a Buenos Aires, invitados por el Canciller Rafael
Bielsa a efectos de exponer en lo que será la
conformación de la Asociación Nacional de
Colectividades. "Esto es muy importante para nosotros, teniendo
en cuenta que nos abrirá las puertas a contactos con el
exterior u otras organizaciones
que implique el acercamiento a las colectividades y sus paises de
origen", apuntó. Entre los números que están
evaluando para la edición de este año, se analiza
traer a los Tucu Tucu, Fito Paez, la Mona Jiménez,entre
otros" (2).
Notas
1 S/F: "Fiesta del inmigrante BERISSO Y LAS
COLECTIVIDADES", en La Gran Capital, Número 76, octubre de
2004, www.lagrancapital.com.ar.
2 S/F: "Ya está en marcha la Fiesta del
Inmigrante", en Oberáonline, 17 Mayo de 2005,
www.oberaonline.com.ar.
Aniversarios
En 1996, en el marco de las Jornadas Patrióticas
Gallegas, los inmigrantes de ese origen y sus descendientes
celebraron el 17° aniversario del Centro Galicia de Buenos
Aires, con una Gran Romería en el "Campo Galicia". La
jornada se inició con una misa solemne y procesión,
luego hubo danzas gallegas a cargo de los grupos que integran la
escuela del Centro Galicia y actuación del grupo de gaitas
del Centro Galicia. Más tarde se llevó a cabo el
almuerzo "17 aniversario" y, finalmente, el baile con la
participación de renombradas orquestas de la colectividad
gallega y española (1).
"Entre las costumbres curiosas de los galeses
existía la de celebrar conciertos-exposiciones que
atraían la concurrencia de hasta siete leguas a la
redonda. Estos festivales (eistedvod) duraban largas horas
–se almorzaba en el intervalo- con programas
variados: canto declamación, concursos poéticos y
exhibición de artesanías elaboradas por los
colonos. Un jurado repartía modestos premios. A veces una
distinción; otras, una pequeña suma de dinero. La
Navidad, el
Año Nuevo y la Fiesta de Desembarco –28 de julio,
aniversario de la llegada al Chubut- motivaban estos encuentros a
los que asistían hasta seiscientas personas"
(2).
"La Cofradía Mundial de los Caballeros de la
Omelette Gigante con sede en Pigüé, tiene su gala el
primer domingo de diciembre. Se calienta la sartén de
cuatro metros de diámetro, se rompen 14 mil huevos, se
incorporan 30 litros de aceite y con
remos y rastrillos se hace la monumental omelette. A la colonia
le sobran celebraciones: (…) en diciembre, la fiesta de la
fundación. (…) En octubre de 1884, en Burdeos, cuarenta
familias oriundas de Aveyron –en el sudoeste
francés- abordaron el barco que los trajo a Buenos Aires.
El 4 de diciembre arribaron a esa antigua tierra mapuche y para
nombrar a la colonia adoptaron una de sus voces: pi-hue, que
significa ‘lugar de encuentro’. No se equivocaron
aquellos pioneros al tomar ese nombre. Había encontrado su
lugar" (3).
"Todo empezó el 3 de octubre de 1964
–escribe Mónica Beltrán-. El presidente
argentino Arturo Illia y su par de la República Francesa,
general Charles De Gaulle, firmaron en Buenos Aires un acuerdo de
cooperación cultural, científico y técnico.
Dos días después, el jefe de Estado francés,
en visita oficial al país, colocó en un terreno de
más de una hectárea la piedra fundamental de lo que
hoy es el Liceo Franco Argentino Jean Mermoz, en el barrio de
Belgrano. (…) La última semana los casi 1.600 alumnos
del Liceo organizaron diversas actividades para festejar los 30
años: los chicos de jardín y preescolar
soltaron en el patio cientos de globos con los colores de la
bandera francesa; los de primaria bailaron el pericón y
los más grandes exhibieron sus investigaciones sobre la
vida del piloto Jean Mermoz, que prestó su nombre a la
escuela" (4).
"El Club Portugués , en el barrio de Isidro
Casanova, reconoce como orígenes fundantes la migración
de un grupo de familias durante la dictadura militar
de Antonio Oliveira Salazar (entre 1933 y 1968), que se
instalaron como quinteros, horneros y comerciantes en el
área metropolitana, especialmente en el partido de La
Matanza. (…) El aniversario del club se conmemora con platos
típicos como la sopa de conquilhas, la cazuela de pulpo
con salsa bechamel y salsa de pimientos, y como postre: helado de
crema portuguesa con dulce de almendras" (5).
El Boletín N" 1 (6) de la Familia Lombarda de
Paraná informa que "En el marco de los festejos por el
140º Aniversario de la Sociedad Italiana en Paraná,
se realizó una Convocatoria a formar todas las familias
correspondientes a las distintas regiones de Italia en nuestra
Ciudad. Se convocó a los descendientes de la Región
de Lombardía en fecha 13/12/04. En dicha Reunión
–con notable concurrencia – nos conocimos y en otros
casos reencontramos, familias de lombardos e intercambiamos
opiniones sobre la factibilidad de
formar la Familia Lombarda. Se acordó comenzar con un
Censo y con la confección de los futuros Estatutos de la
Sociedad. Además se trató la posibilidad de
elaborar un Boletín – como el presente – a fin
de hacernos conocer y convocar a otros descendientes de
lombardos. También se hizo hincapié en la voluntad
y necesidad de rescatar las tradiciones de nuestros ancestros a
través de historias, recetas, recuerdos, etc. En
posteriores reuniones se avanzó en estos objetivos y
nos estamos preparando para participar de los distintos Actos
programados para la Conmemoración de los 140º
años de la Sociedad Italiana".
El Boletín N° 2 (7) informa que el 27 de
abril de 2005 se realizó "en la Sede de la Sociedad
Italiana de Socorros Mutuos un café
literario, en el marco de los festejos por el 141º
Aniversario de la creación de la misma, y destinado a la
participación de las diferentes regiones de descendientes
de italianos que estuvieran constituyéndose en nuestra
ciudad".
Refiriéndose a los daneses, escribe María
M. Berg: "Frente a la recreación
de las tradiciones del pasado, los maestros nativos orientaban su
trabajo al desarrollo de
una identificación de los niños con la cultura
argentina. Gradualmente, la comunidad fue gestando un tenue
sentido de pertenencia al país de adopción.
En 1923, la participación de la escuela y de la
congregación en los actos públicos del centenario
de la fundación de Tandil revela la naturaleza de
esta identificación. Haciendo gala de las banderas de sus
dos patrias, los alumnos desfilaron para honrar al fundador de la
ciudad, el general Martín Rodríguez. La
congregación ofrendó al pueblo dos valiosos
jarrones de porcelana danesa diseñados en Copenhague para
la ocasión y el pastor Andresen , por entonces ministro de
la iglesia y rector de la escuela, se dirigió a los
vecinos de Tandil en un discurso que destacaba la estrecha
vinculación de los daneses con la historia de la ciudad
(…)" (8).
"Admirables sinagogas, exquisiteces tradicionales y
celebraciones milenarias ambientan el paisaje de Moisés
Ville, la primera colonia judía agrícola que se
fundó en 1889, al noroeste de Santa Fe. Los inmigrantes
venían de Kamenetz, Podolia (hoy Ucrania), región
de la ‘Zona de residencia rusa’. (…) Todo el pueblo
se reúne en las fiestas patronales (24 de setembre, y en
el Aniversario de la Colonia, en octubre" (9).
Notas
1 S/F: "Jornadas Patrióticas Gallegas", en
Viajero Celta. Año I, N° 9. Buenos Aires, Julio de
1996.
2 Wolf, Ema (texto) y Patriarca, Cristina
(investigación): La gran inmigración.
Ilustraciones: Daniel Rabanal. Buenos Aires, Sudamericana, 1997.
6° ed. (Sudamericana Joven Ensayo).
5 Stilman, Alejandro (texto), Pablo Bizón y Diana
Pazos (informe): "Franceses Pigüé / Pcia. de Buenos
Aires La colonia de la omelette gigante", en "COLONIAS Y PUEBLOS
DE LA ARGENTINA La ruta de los inmigrantes", en Clarín,
Buenos Aires, 7 de setiembre de 2003.
6 Beltrán, Mónica: "LOS TREINTA
AÑOS DEL LICEO FRANCO ARGENTINO Un colegio con acento
francés", en Clarín, Buenos Aires, 26 de septiembre
de 1999.
7 Alvarez, Marcelo y Pinotti, Luisa: A LA MESA Ritos y
retos de la alimentación argentina. Buenos Aires,
Grijalbo, 2000.
8 Familia lombarda de Paraná: Boletín
N° 1, csaboldelli[arroba]hotmail.com.
9 Familia Lombarda de Paraná: Boletín
N° 2, Abril de 2005.
csaboldelli[arroba]hotmail.com.
10 Bjerg, María M.: Entre Sofie y Tovelille Una
historia de los inmigrantes daneses en la Argentina (1848-1930).
Buenos Aires, Editorial Biblos, 2001. 191 pp. (La Argentina
plural).
11 Stilman, Alejandro (texto), Pablo Bizón y
Diana Pazos (informe): "Judíos Moisés Ville / Santa
Fe Los colonos que vinieron de Ucrania", en "COLONIAS Y PUEBLOS
DE LA ARGENTINA La ruta de los inmigrantes", en Clarín,
Buenos Aires, 7 de setiembre de 2003.
Fin de guerra
Los avatares de las contiendas se vivían con gran
tristeza Lo recuerda en una entrevista María Trepicchio de
Danna, a los 101 años: "Ah, la Primera Guerra se
sufrió mucho porque todos los inmigrantes tenían a
sus familiares en Europa". La ayuda a los damnificados no se hizo
esperar: "Con el Círculo de Damas Francesas tejí
para los soldados partidarios de De Gaulle". Cuando la guerra
llega a su fin, también en la Argentina festejan: "la paz
se celebró con locura, en casa entonamos La Marsellesa
aquel día, con la bandera desplegada en el living"
(1).
La pequeña descendiente de irlandeses que
protagoniza Secretos de familia, novela de Graciela Beatriz
Cabal, relata: "Mi papá no va a la guerra porque la guerra
se acabó. Como ya no hay guerra, todos están
contentos y salen a la calle y se abrazan, igual que si fueran
parientes. Entonces mi tía la soltera se hace la
simpática y pide que me vistan de cumpleaños, que
ella y yo nos vamos a parrandear. Mi mamá me pone la blusa
de los perritos colorados, que está recién lavada,
y los zapatos nuevos de charol, que no se limpian con pomada sino
con manteca, porque son carísimos. Mi tía la
soltera, que es muy copiona, también quiere estrenarse
algo y se estrena una banana. Pero no una banana de comer: una
banana para ponerse en la cabeza, con horquillas. (Rellena con
pelo de muerto está la banana, pero eso a ella no hay que
contárselo nunca jamás para que no vomite, dice la
Felisa). Yo quiero y quiero ir de parranda al Zoológico, y
andar en elefante y en trencito y comer barquillos. Mi tía
la soltera quiere y quiere ir de parranda a la confitería,
a tomar copetín con papitas, aceitunas y otras cosas que
hacen mal a la salud" (2).
Afirma Carlos Szwarcer, en su trabajo "El Café
Izmir": "Pasaron los años y el Café lzmir se
consolidó como referente de la colectividad. La Segunda Guerra
Mundial agitaba los ánimos de sus habitués y
sus paredes pintadas con arabescos —dibujos de palmeras y
siluetas orientales que simulaban las Mil y una Noches—,
eran parcialmente cubiertas por banderas de los países
vencedores de la contienda" (3)
Escribe Felipe Fistemberg Adler, en la evocación
de sus años en Moisés Ville: "Cuando la noticia de
la finalización de la Segunda Guerra Mundial
llegó al pueblo, y el triunfo de los aliados nuevamente
traía esperanza al mundo, el Pueblo Judío
quería festejar. Pero no era fácil pensar en
festejos. No había nadie que no guardara luto por
algún ser querido. Toda mi familia esperaba diariamente
recibir alguna noticia de algún pariente afortunado. Pero
no fue así: abuelos maternos, tíos, primos, y todos
los demás sin un lugar donde ir a llorarlos. Las
autoridades del pueblo entendieron que somos la "Zarza que Arde y
no se Consume" y que debíamos sobreponernos a la masacre y
pensar que el día llegaría y el Pueblo Hebreo
retornaría a su tierra ancestral, la Tierra de Israel.
Hicieron un llamado al pueblo e inmediatamente aparecieron
donadas siete gordas vaquillonas, pan, bebidas, frutas y
muchísimos voluntarios para organizar un asado gratuito y
colectivo que permitiera a toda la población festejar el
fin de la guerra. El shoijet (matarife), los carniceros y los
ayudantes trabajaron como nunca. Al espectáculo de
tamaña envergadura asistió una inusitada
concurrencia" (4).
Notas
1 Muzi, Carolina: "El siglo que yo vi", en Clarín
Viva, 26 de septiembre de 1999.
2 Cabal, Graciela Beatriz: Secretos de familia. Buenos
Aires, Debolsillo, 2003. 280 pp.
3 Szwarcer, Carlos: "El café Izmir", en Todo es
historia, N° 422, Septiembre de 2002.
4 Fistemberg Adler, Felipe: op. cit.
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