Primera Comunión
Gladys Onega, hija de un gallego y una criolla, recuerda
la semana previa y el día de su Primera Comunión,
en Acebal, provincia de Santa Fe:
"De esa semana recuerdo vivamente el cuidado en no pecar
para evitar el bochorno de confesarme una y otra vez como les
sucedía a los varones que decían malas palabras,
pegaban trompadas, no perdonaban a sus enemigos y llegaban tarde
a la doctrina. Ser buena era bastante fácil porque estaba
convencida de que Jesús estaba ansioso de que yo lo
comiera y mi ansiedad no era menor por comérmelo; la
única preocupación que tenía a ese respecto
es que debía tener cuidado de no morderlo. Probarme el
vestido una y otra vez para alforzarlo unos centímetros
más dada mi menguada estatura, que me armaran la capota en
la cabeza y se les escapara algún alfilerazo y ensayar
gestos piadosos con la cabeza inclinada, las manos unidas
sosteniendo el libro de misa
nacarado, calzar los Carlitos y pasarles un trapito si se les
veía una mota eran actividades más difíciles
pero, en aquellos tiempos, esos ajetreos eran más
placenteros que pecar".
"Del 8 de diciembre recuerdo vagamente la entrada a la
iglesia
impregnada de incienso, las voces del coro, el sonido del
latín del padre, las campanadas, los murmullos de los
fieles. No puedo traer a la memoria el
momento mismo de la comunión ni nada más de lo que
pasó esa mañana. Sólo recuerdo que el
vestido de Maruja era de piqué y que yo me volqué
el chocolate sobre el mío" (1).
Roberto Raschella es el autor de Si hubiéramos
vivido aquí, obra distinguida con el Segundo Premio
Nacional de Novela. El
protagonista de ese libro viaja a Calabria, la tierra de
sus padres; allí, las primas de la madre le dicen que
sería bueno que se bautizara. La mención del
Bautismo le recuerda unas "comuniones": "Y la idea del bautismo
me llevó al verano. Un verano. Los chicos corrían
por las calles mostrando las comuniones. Eran mi envidia. Uno se
me acercó. Creía ver en mí a un hombre, porque
yo tenía las espaldas anchas y la cabeza plantada y
gruesa. Extendió la mano con la imagen: era un
niño bello y antiguo, era un niño espantado.
Algunas monedas tenía y se las di. No esperé que me
agradeciera, y él se alejó como había
llegado" (2).
Notas:
1. Onega, Gladys: Cuando el tiempo era
otro Una historia de infancia en la
pampa gringa. Buenos Aires,
Grijalbo, 1999.
2. Raschella, Roberto: Si hubiéramos vivido
aquí. Buenos Aires, Losada, 1998.
Festividades católicas
La Navidad es una
ocasión muy especial, que se recuerda, por lo general,
vinculada a la infancia de quienes debieron dejar su
país.
En El angel del capitán, de Chuny Anzorreguy, el
croata Miro Kovacic expresa: "Recuerdo también las
Navidades. Blancas, desde ya, con frío y nieve. Pero con
una luna grande brillando en el cielo obscuro. Nosotros, los
hijos, ayudábamos a preparar el árbol, que por una
tradición y como garantía de felices futuras
Navidades, debía tener una punta que tocara el techo de la
casa. Esa era condición sine qua non. Debajo de él
se ubicaban prolijamente los regalos" (1).
En Sobre héroes y tumbas, novela de Ernesto
Sábato, el viejo D’Arcángelo recuerda la
Navidad en Italia: "-(…)
Le notte di Natale. I fussili tocábano la zambuña.
-¿Y qué cantaban lo fusilli, viejo?
–Cantábano La notte di Natale/ e una feta
principale/ que nascio nostro Signore/ a una povera mangiatura"
(2).
Ennio Carota recuerda la Navidad italiana, en
relación con la figura protectora de la nona: "Sólo
esas abuelas de ayer daban a las fiestas un toque tan especial.
Un mes antes ya estaba haciendo sus galletitas y yo, junto a
ella, pelando uvas para il vino cotto, un típico dulce de
su Apulia natal. Eramos pobres, pero había alegría,
había amor y todo
ello nos hacía olvidar la pobreza"
(3).
Canela evoca esa festividad en el mismo país,
durante la guerra:
"Nací en 1942, fui la última de once hermanos y mis
recuerdos son de finales de la Segunda Guerra
Mundial. Hacía muchísimo frío y al
regreso de la Misa de Gallo había un tentempié
–algo de nueces, almendras-, porque lo importante llegaba
en el mediodía del 25, alrededor de la mesa familiar.
(…) Mi madre amasaba fideos y los servía en caldo bien
colado" (4).
Agata, la inmigrante creada por Dal Masetto, describe
sus sentimientos en esos días: "La llegada de la Navidad
me colmaba de un manso entusiasmo. La sentía acercarse en
el correr de los días y era como si estuviese a punto de
acceder a un descubrimiento. Pensándolo bien, jamás
ocurría nada nuevo, pero el acontecimiento tal vez
estuviese justamente en esa expectativa, en la posibilidad no
concretada de un cambio casi
milagroso, en esa fiebre que me
ponía en el corazón y
en las venas una impaciencia feliz. Así había sido
siempre. La noche anterior a Navidad solía haber gran
movimiento en
la casa: se preparaba el almuerzo del día siguiente. Carlo
y yo disfrutábamos de aquel clima febril,
ayudábamos en lo que podíamos y antes de acostarnos
colocábamos un plato vacío en la ventana. Por la
mañana encontrábamos un turrón, dos o tres
naranjas, algunas mandarinas, castañas, maníes (en
una oportunidad en mi plato hubo también un par de
zuecos). Juguetes,
jamás. Pero incluso con tan poco nos sentíamos
contentos y festejábamos como si nos hubiésemos
topado con un tesoro. El resto de la jornada se deslizaba en
aquel clima apacible y era como si se hubiese establecido una
tregua en las inquietudes o en las confusiones del resto del
año" (5).
Carmen Brey Moure -personaje de Las libres del Sur, de
María Rosa Lojo- compara la Navidad gallega y la
argentina: "La Navidad en Buenos Aires no era Navidad –se
entristeció Carmen-. No extrañaba la nieve (en la
tierras siempre húmedas y verdes de su infancia rara vez
nevaba). Pero sí el aire frío
que resonaba como una campana con las exclamaciones y los
cánticos y era sensible como una piel
retráctil cuando se lo rozaba con el aliento. En Buenos
Aires la atmósfera se
coagulaba en una nube sofocante que sólo se despejaba de a
ratos, con el viento del río. No había
castañas que se asaran al amor de la lareira, no
había mar, no había ánimas que llegaran a
buscar el calor de los
vivos en la noche de Nadal, a pedir el perdón de las
ofensas que contra ellos habían cometido, o al contrario,
a perdonar a los deudos por los viejos pecados o las malas
pasiones que aún los atormentaban y que antaño los
habían enemistado" (6).
"Los vascos viven intensamente la Navidad –afirma
María Magdalena Castro Marina. La familia
entera se reúne alrededor de la mesa para compartir la
cena y se cantan tradicionales villancicos, transmitidos de
generación en generación. De este modo se rechaza
el estilo consumista que estamos acostumbrados a ver en otras
partes del mundo para esta celebración. El árbol de
Navidad es una de las referencias clave de este tiempo en
Euskadi. Muchos ancianos recuerdan haber juntado y guardado
madera en el
otoño, madera en la que luego es arrastrado el pino
entero, desde el monte hasta la casa. Sin embargo, la
tradición más arraigada en Euzkadi es el
‘Olentzero’ o el hombre de
carbón. En la víspera de Navidad, la figura de un
pastor o de un hombre de carbón es levantada, sentado en
una canasta, sobre los hombros de gente que lo lleva de casa en
casa a través de toda la ciudad o villa, y en todas las
casas por las que pasa los jóvenes que lo acompañan
se detienen para cantar villancicos. En Navarra, el Olentzero es
un hombre de carbón que baja de los montes para repartir
castañas, vino y regalos para los niños.
Este personaje mítico vasco, es un mensajero, un pstor
quien anuncia que la Navidad ha llegado y recorre los rincones
más recónditos de Euzkadi, no sólo es un
carbonero, o un pastor; sino que también puede ser un
granjero. Todos comparten la misión de
ser el mensajero que trae la buena noticia de la Navidad. Este
mítico personaje tiene cabeza grande, y es también
mago de acuerdo con las tradiciones locales. Es capaz de tomar
diez arrobas de vino. En Hondarribia (Fuenterrabía),
aparete de traer una pipa, una capa, algunos huesos, y un bote
de vino, usualmente tiene una cola hecha de bacalao, y si un
Olentzero permanece erigido en el pueblo, se coloca junto a
él una parrilla donde se asan las sardinas, que son
repartidas a los espectadores gratuitamente. Las familias vascas
conservan aún hoy la tradición de cantar
villancicos, que representan un saludo alegre el cual es llevado
de casa en casa, donde un verso es dedicado a una familia entera o
a un miembro en particular" (7).
La Navidad en la nueva tierra es
evocada por los inmigrantes, a veces comparada con la de sus
países de origen. La italiana María Cuda escribe:
"Desde que vivo en la Argentina, mi Navidad es distinta, porque a
pesar de ser gran parte de la población de Capital y Gran
Buenos Aires de origen europeo, mantiene sus costumbres en forma
muy variada. Tal vez por eso y más allá del
respeto a los
preceptos religiosos que la gente continúa observando, me
resulta contradictorio encontrar el clásico pavo, las
frutas secas y el pan dulce, en un clima netamente veraniego.
Encuentro la justificación en la nostalgia, la
tradición y el amor que el
inmigrante siente por su tierra lejana, pero tan cercana
aquí en el corazón. Por eso, las Fiestas mantienen,
también en este país, el espíritu de unidad
familiar y son motivo de intercambio de presentes. Algunas
expresiones cambian y, en vez de ser la ‘Befana’ y
medias, son los zapatos, el pasto, el agua para
los camellos de los tres Reyes Magos. Finalizando, diría
que el espíritu común es el deseo de buenos
augurios y el sentimiento compartido de la creencia en Dios,
Nuestro Señor" (8).
Alcides J. Bianchi, hijo del empresario
fasanés Valentín Bianchi, escribe: "Pienso que uno
de los recuerdos más gratos de nuestra infancia fue la
época de los Reyes Magos. Cuando al aproximarse la
finalización del año, mamá nos hablaba de la
Navidad recordándonos su significado, predisponiendo
nuestro ánimo, para que toda la familia participara de la
cotidiana celebración. Hacíanos recomendaciones
sobre nuestro buen comportamiento
a fin de que se fuese superando cada día, para que la
‘Befana’ (leyenda italiana que ella recordaba de la
época de su niñez) o cuando la llegada de los Reyes
Magos, pudiésemos recibir un hermoso juguete, en
mérito a nuestra buena conducta. Esto
nos preocupaba sobremanera, haciéndonos obedientes y
diligentes en todo lo que se nos indicaba, para así
merecer la bondad de la ‘Befana’, o de Melchor,
Gaspar y Baltazar. Ya próximos a la fecha tan ansiosamente
esperada, mi madre nos preguntaba de quién habíamos
decidido recibir el regalo. La elección era obligatoria
pues Jesús entregaba tan sólo uno para cada
destinatario" (9).
Daniel Yarmolinski y Graciela Pesce relatan una
anécdota navideña que tiene como personajes a
Discépolo, Tania y un gallego: "Nos cuenta Francisco
García Giménez que alguna vez escuchó junto
con otras oersonas, el siguiente relato de boca de don Enrique
Santos Discépolo (Discepolín): En los días
que nos llegaban mal barajados por la suerte contraria, un 24 de
diciembre estábamos en casa solos, secos y amargados. De
repente, llamaron a la puerta. Tania, mi mujer, fue a
abrir… ¡Era el gallego del almacén de
enfrente con una canasta repleta!… Desde la avellana al
turrón, desde las pasas de uva a la sidra: ‘como
ustedes no me hicieron ningún pedido, me atreví a
traerles esto. No se preocupen me lo pagarán cuando
puedan’. ¡Lo machuqué de un abrazo! Tania,
emocionada se puso a llorar" (10).
En Frontera sur,
la Navidad de los gallegos es descripta así: "Nadie
hacía caso al belén armado en la primera sala,
junto al zaguán, con un gordo Jesús tallado que
dejaba pequeñas a todas las demás figuras, y cuya
tosquedad ratificaba el carácter laico de la celebración de
aquel día" (11).
En La pradera de los asfódelos, Rubén
Benítez evoca una Navidad de las de antes: "En Navidad la
gente parecía distinta. No como ahora. Todos estaban
alegres, salían a la calle y saludaban contentos.
Había que pararse en todas las puertas. Hasta los turcos
que vivían en la esquina festejaban la Navidad. Don
José, el que hizo el aparador, abría una sidra…
‘No es como la de Asturias, pero tampoco está
mal’ decía siempre después de probarla"
(12).
Una escena semejante narra Miriam Becker, quien recuerda
cómo sus padres, judíos
rumanos, agasajaban a sus vecinos de otras nacionalidades y
creencias (13).
Zulmira, venida de Portugal, manifiesta: "‘Como no
recordar la noche de Navidad con mucho frío cerca del
hogar, hace 60 años se cocinaba con leña mientras
los abuelos le contaban cuentos a los
nietos al lado del calorcito, mientras los más grandes
ayudaban a armar la mesa. Con ocho años esas cosas se
viven intensamente’. Es posible que sean las fiestas la
época en que más se extraña el pueblo natal,
y quizás esta sea la causa por la que se mantienen vivas
las costumbres. Tal vez sea la gastronomía la costumbre que mejor
represente esto, si no como explicar que en medio del calor del
verano se consuman platos típicos del invierno. ‘Las
primeras Navidades en Argentina fueron muy difíciles, pero
siempre respetábamos la comida y platos tradicionales que
nos traía nostalgia y nos reconfortaba al mismo
tiempo‘. Zulmira nos contaba sus recuerdos de los
preparativos para la cena de Navidad: ‘se cocinaba bacalao
con papas cebolla y cabezas de nabo con ese gustito tan rico
tirando a picante. Aparte se hervían el brócoli y
las coles a fuego fuerte se condimentaba con aceite de
oliva, aceitunas y huevos duros. Se tomaba mucho vino blanco,
dorado y verde, y luego antes de las doce se comían los
felloses que son unos buñuelos de zapallo dulces y
amarillos tirando a naranjas que se acompañan con café,
agua ardiente
y vino de Oporto. Para el día de Navidad era infaltable el
cabrito hecho a leña en el horno de barro
acompañado de arroz blanco, y de entrada generalmente,
unas almejas y una copita de Cinzano Rosso. Los postres de
Navidad son hechos con variedades de dulzuras, nueces almendras,
higos secos blancos del sur de Portugal, etc. Con los postres es
infaltable el vino de Oporto, o también es infaltable el
vino roses. Otra cosa que no puede faltar es el arroz doce (arroz
con leche) que se
distribuye en platos de postre y con canela se pone las iniciales
de cada familiar en el plato y se dibujan las flores de la zona,
¡¡¡qué hermoso recordar estas
cosas!!!’. Para Zulmira la Navidad representa siempre una
manera de reunir a la familia y de recordar a través de
las charlas y de las comidas como fue su pasado, su tierra
querida y sus tradiciones que tratan de seguir haciendo en este
país a tantos kilómetros de sus raíces"
(14).
Entre los alemanes del Volga, "en la Nochebuena,
además del Pesebre y el Niño Dios, cobraba
importancia el Pelznikell, notable personaje malévolo con
el que se asustaba a los más pequeños, pero que
terminaba repartiéndoles dulces y regalos"
(15).
El padre Benzano "detestaba a Papá Noel, le
parecía un gordo infame, tan infame como los anuncios de
la revista El
Hogar cuando lo mostraba de compras
navideñas en Gath y Chaves o en la capitalina Avenida
Alvear. Decía que era un cerdo explotador de renos, un
obeso y presuntuoso oligarca, muy distinto de los desvencijados
Reyes Magos que sí podían, con camellos y todo,
pasar por el ojo de una aguja" (16).
Gladys Onega recuerda el Día de Reyes de su
infancia: "Todo estaba preparado para el goce y todo el dolor nos
esperaba. En los zapatos encontrábamos treinta, cuarenta y
hasta cincuenta pesos. Eran cantidades que no hubiéramos
soñado tener en aquella patria pastoril. Pero nos esperaba
algo peor: tampoco podíamos gastarlas, correr a comprar la
bicicleta ni la Marilú. Ese mismo día mi padre
depositaba el dinero en
la libreta de ahorros que había abierto para cada uno de
nosotros en su propia caja fuerte y no lo volvíamos a ver
jamás" (17).
Máximo Yagupsky se refiere al Día de Reyes
en su familia: "mi padre me llevaba personalmente a una
juguetería para que no me faltase un regalo, pero
marcándome, al mismo tiempo, que no había misterio
en el hecho de que los juguetes aparecieron por la mañana
en los zapatos, porque los judíos no creíamos en
eso" (18).
Relata la protagonista de Hija del silencio, de Manuela
Fingueret: "pienso en las Navidades de mis primeros años,
los vecinos festejando con regalos, arbolitos, rompeportones y
cohetes, y yo armando a escondidas un pesebre –con
niño Jesús y todo- con cajas vacías de hilos
Tomasito, pasto que había juntado de la plaza Los Andes y
unos soldaditos de plomo haciendo de Reyes Magos. La cara que
pusieron mis padres cuando descubrieron lo que había hecho
me causa gracia todavía. No sabían si retarme o
reírse, así que volvieron a explicar otra vez lo de
judío y católico; pero algo les pasó, porque
a partir de ese episodio empecé a recibir cada 6 de enero
un regalo de Reyes. Intenté convencerlos con los
años de las bondades de festejar lo que nos gustara de
ambas religiones,
pero nunca logré discutirlo sin que se enojaran. Vivir en
un país de católicos es una cosa
–decía mi padre-, asimilarse a sus costumbres es
otra. Te estás convirtiendo en una shikse, una conversa,
por esas amistades que te llenan la cabeza –se enojaba mi
madre" (19).
"Llegaron los reyes" se titula el cuento en el
que Luis León relata cómo una pareja de ancianos
sefaradíes recibió como regalo de Reyes cochones
para reponer los que la lluvia les había mojado, al
levantar el techo de chapas del conventillo: "Masaltó con
un despliegue propio de una actriz dramática, se
retiró unos pasos para observarlos al mismo tiempo, y les
dijo: alevanten, alevanten que no ´staré akí
hasta fikumí. Los conminó a dejar atrás el
orgullo mojado por la tormenta, se colocó entre ellos
tomándolos de los brazos, más que ayudarlos,
buscaba impedirles echarse atrás. Los llevó al
local del colchonero junto al Bazar Dos Mundos, allí les
sugirió el color del
colchón y luego casi les impuso el intenso floreado de las
colchas. Al terminar la compra, con la promesa del colchonero de
entregarlos antes de cerrar, Masaltó les preguntó
burlonamente, si deseaban recibirlos directamente en su casa, o
preferían que se los desharan los reies dentro de las
zapatetas" (20).
El 13 de octubre se realiza la Procesión
náutica de los molfettenses en La Boca, en honor a la
Virgen de los Mártires.
El 10 de diciembre, la comunidad
italiana se congrega en una procesión por las calles de
Floresta en honor a San Sebastián. En esa oportunidad, la
orquesta ambulante La Píccola Italia ejecuta piezas frente
a las casas de los paisanos.
Los sicilianos marplatenses son devotos de María
Santísima della Scala, cuya imagen hicieron entronizar en
2001 en esa ciudad (21). Mi familia materna veneraba a San
Alfonso, en Lombardía; esa devoción llegó a
América.
De la Virgen de Covadonga es devoto un asturiano, que
hizo pintar en uno de sus restaurantes un mural en el que aparece
un barco con el nombre de la Virgen de su tierra (22).
Una hija de asturianos nacida en la Argentina es "devota
salesiana de María Auxiliadora" (23).
Los portugueses son devotos de la Virgen de
Fátima. Zulmira es una inmigrante afincada en Villa Elisa
acerca de la que leemos: "Otra forma que Zulmira se
encontró para reforzar sus raíces es la de
organizar viajes de
peregrinación hasta Tandil donde se encuentra el santuario
de la virgen de Fátima. Ella misma se encarga de conseguir
los micros, organizar las visitas, buscar la gente para viajar,
juntar el dinero, etc. Y
todo lo hace sin obligación y con mucho gusto como si de
esta forma encontrara una felicidad que sería muy
difícil de explicar y entender con palabras"
(24).
En una plazoleta frente al Hotel de Inmigrantes, se honra a la Virgen de
Medugorje, traida de Bosnia Herzegovina.
Hace años, se festejaba el día de San
Pedro y San Juan haciendo una fogata. Cuenta Goldberg: "Otro de
los que llevaban la voz cantante levantó una rama de la
cual pendía zangoloteándose un monigote que
recordaba la forma humana gracias al par de pantalones viejos
conseguidos. Lo sostuvo sobre el fuego hasta que empezó a
arder. Su caída fue celebrada con gritos y saltos por
quienes rodeaban acalorados el montón de troncos pronto
convertidos en brasas". Se acostumbraba asar papas en ese fuego:
"El Polaco le arrebató las papas a un compinche de pelo
crespo y las esparció sin cuidarse de dónde
caían" (25)
El protagonista de Si hubiéramos vivido
aquí recuerda "otro día, todavía no pasado,
cuando encendíamos los fuegos de San Juan, y era el
último fuego de paz que recuerdo en la ciudad olvidada de
sí misma, como otro sueño de sangre, y el
primo Clemar, enflaquecido brutalmente en la prisión,
saltaba de un lado a otro" (26).
Los valencianos y sus descendientes honraban con su
"falla" a San José, en Buenos Aires. Escribe Jorge Bucay
que en Valencia, "A la medianoche del 19 de marzo, festejando el
último día del invierno y según me cuentan
en honor a San José, patrono de todos los artesanos
carpinteros, las obras de arte callejeras
se encienden al unísono en cada rincón de la aldea.
La gente, por miles, valencianos y visitantes, festejan y
aplauden lo que en minutos pasa a pertenecer al pasado. La
tradición popular nos invita a arrojar a la falla
papelitos que contienen palabras o dibujos que
representan a aquello que quisiéramos dejar atrás,
purificado por la pira de la quema. (…) Yo, en medio de unas
100 mil personas, ensordecido por el estruendo de los fuegos
artificiales, lloré emocionado. Seguramente lloraba muchas
cosas de mi pasado, pero también recordando con nostalgia
que en pleno centro de Buenos Aires, cuando yo era
pequeño, también había fallas valencianas.
Los inmigrantes recordaban sus tradiciones y las
compartían con nosotros, que disfrutábamos sin
comprender del todo (27).
En Mar del Plata, este festejo se sigue realizando. Una
noticia publicada en el diario La Capital en marzo de 2004
informa: "Desde ayer y hasta el sábado próximo se
desarrolla en la ciudad de Mar del Plata la 50º edición
de la Semana Fallera. La celebración es organizada por la
Unión Regional Valenciana y se realiza en la
céntrica plaza Colón. Todas las noches se ofrecen
delicias gastronómicas y suben al escenario agrupaciones
de música
y baile de distintos puntos del país. (…) La
celebración, con epicentro en la ciudad española de
Valencia, alcanzará el máximo esplendor el
sábado próximo cuando a partir de las 21 se realice
un espectáculo de fuegos artificiales y luego, desde las
22, se proceda a la crema del monumento principal de la Falla
2004. La asistencia se estima entre 80 y 100 mil personas. (…)
Este año la estructura del
monumento principal instalado en la plaza Colón consiste
en enormes castillos que simbolizan al Fondo Monetario
Internacional y un galeón, que representa a nuestro
país, que intenta alejarse del lugar. Entre los
muñecos que forman parte de la escena se destaca la
réplica del presidente Néstor Kirchner. La
instalación tiene una altura de 31 metros y está
confeccionada con madera y cartón. Precisamente el ritual
de la "crema" consiste en prender fuego la obra de arte, que por
lo general está inspirada en algún hecho saliente
de la escena nacional o internacional. Los valencianos atribuyen
el origen de esta fiesta a los carpinteros. Ellos trabajaban
durante todo el invierno e iluminaban sus talleres con grandes
candiles de aceite, utilizando un artefacto de madera llamado
parot. En la víspera de San José, su patrono, los
aprendices se encargaban de hacer limpieza general y en la puerta
de sus talleres formaban montañas con virutas, restos de
madera y el tradicional parot, que convertían en monigote,
con caretas sobrantes del carnaval, sombreros y guantes. Luego
quemaban los desperdicios y así nacieron las fallas"
(28).
En mayo de 2000, la colectividad italiana de Mar del
Plata honró las reliquias de San Antonio de
Padua (29).
Santa Francisca Javier Cabrini es venerada por quienes
dejaron su tierra. La religiosa "recorrió Europa y las tres
Américas, fundando colegios, orfanatos, hospitales,
asistiendo a los presos, mineros, y en particular a los
inmigrantes más indigentes, por eso el Papa Pío XII
la proclama ‘Patrona de los Emigrantes’ el 8 de
septiembre de 1950" (30).
San Patricio "fue obispo y apóstol de Holanda.
Nació en Escocia en 385. Por orden del Papa Celestino
evangelizó Irlanda, conocida como la ´’Isla de
los Santos’. Murió en 493" (31). Su día es la
"fiesta de todos los celtas". "El 17 de marzo, como todos los
años, los irlandeses festejan su santo patrono. Pero desde
hace tres años se unen a esta celebración, celtas
de varias nacionalidades. Sólo bastó dar una
recorrida por todos los pubs que se aglutinan, curiosamente,
cerca de Retiro –y de la Torre de los Ingleses- para
encontrarse con parejas formadas por individuos de diferentes
comunidades celtas y una sola idea: beberse toda la cerveza Guiness y
todo el whisky irlandés que hallaron durmiendo desde hace
justo un año" (32).
Santiago Apóstol, es la fiesta de todos los
gallegos. "Este mes –dice el editorial de julio de 1996-
Viajero Celta hace un alto en el camino. El descanso de este
peregrino lo hace en Galicia. Porque julio es el mes del
Apóstol de España y
duerme su sueño eterno en Santiago de Compostela. Desde
estas páginas rendimos nuestro homenaje a todos los
gallegos celtas" (33). En esa misma publicación, se
anuncian los festejos que se llevarán a cabo el 25 de ese
año, día de Santiago Apóstol:
"Donación de obras de arte al patrimonio del
Centro Gallego por artístas plásticos
argentinos, gallegos y sus descendientes. Colocación de
ofrendas
florales a Castelao y Rosalía de Castro en el hall
principal del Centro Gallego de Bs. As., Misa a celebrarse en la
Basílica Santa Rosa de Lima" (34).
Los vascos festejan el día de San Fermín
también en América, aunque sin el encierro taurino.
Silvia Iceta y Fernanda Erasún explican que "este
tradicional festejo navarro ‘combina lo oficial con lo
popular, lo religioso con lo profano, lo local con lo
foráneo, lo viejo con lo nuevo y el orden con el
desorden’. San Fermín se celebra en Pamplona,
Navarra, del 6 al 14 de julio y surgió de la
conjunción de tres fiestas: las de carácter
religioso en honor al santo, las ferias comerciales organizadas a
partir del siglo XIV y las taurinas que se sumaban a la
celebración de corridas de toros. (…) Explicaron que uno
de los distintivos de esta fiesta es el traje blanco, ya que
según una teoría
los corredores del encierro de principios de
siglo eran panaderos, albañiles, carniceros, pintores y otros
trabajadores que usaban traje blanco para hacer sus labores. Otro
sello del San Fermín es el conocido chupinazo o cohete
anunciador de las fiestas que se dispara el día del inicio
de la celebración al mediodía. En ese momento los
presentes se anudan el pañuelo rojo al cuello y comienzan
los cánticos, bailes, músicas y gritos de
alegría que señalan el comienzo" (35).
La portuguesa Zulmira recuerda otras festividades de su
tierra: ‘Ya con poca memoria por los
años y los avatares de la vida no puedo sin embargo
olvidarme de la pascua, junto con las tradicionales ceremonias de
semana santa, Pues en esos días la mayoría come
mucho pescado que se elabora de diferentes formas, solo el
bacalao tiene 365 recetas, una para cada día, y
además se comen también muchas sardinas asadas que
solamente se consiguen en Portugal y algunas partes de
España. También en el día de todos los
santos recuerdo lo lindo que era ver a todos los niños que
iban a visitar a todos sus padrinos y madrinas, esperando toda
clase de cosas
ricas sin que falten hasta el día de hoy las merenduinhas
dulces que son como un pancito francés hecho con canela,
anís hierba dulce, etc. Además de los
piñones torrados y los higos secos picados, almendras y
nueces. Bueno basta por que lloro mucho al recordar estos
sabores. Se me viene a la mente las siete colinas sobre las
cuales se edifica Lisboa con los palacios y jardines que en parte
funcionan como posadas o restoranes, ver el mar verde, la
desembocadura del río Tajo, la torre de Belén y
muchas cosas más’ " (36).
La Kerb "constituye una de las fiestas máximas de
los pueblos alemanes de Coronel Suárez, en su doble
dimensión: social (reuniones con música de
acordeones y ritmo de polca) y religiosa (por el sentido
trascendente de la festividad litúrgica). Su origen, al
igual que el nombre, proviene del centro-oeste de Alemania,
lugar de donde, hace más de 200 años, emigraron a
Rusia los
antepasados de los alemanes del Volga que actualmente viven en
Coronel Suárez" (37).
Relacionada con el catolicismo, encontramos una
festividad celta, que también llega a la nueva tierra. La
fiesta de Halloween,
"que parece un carnaval norteamericano es nada menos que una
importante celebración celta. El calendario ritual
irlandés comienza con el gran festival de SAMAIN, que se
celebra el 1° de noviembre. Era una fiesta en la que se
realizaban ofrendas a los antepasados para compartir la buena
suerte. Hoy los irlandeses en esta fecha hacen una gran limpieza
de sus casas, y dejan alimentos para
sus antepasados la Víspera de Todos los Santos. Por otra
parte, cada 31 de octubre, último día del
año según el calendario celta, bajan a la tierra
los espíritus de las frutas, los vegetales y los muertos
para perseguir y atormentar a los humanos. El término
HALLOWEEN surge de la corrupción
de la frase "All Hallows Eve" que significa Víspera de
Todos los Santos" (38).
Notas
1 Anzorreguy, Chuny: El angel del capitán.
Biografía
del capitán croata Miro Kovacic. Buenos Aires, Corregidor,
1996.
2 Sábato,
Ernesto: Sobre héroes y tumbas. Edición definitiva.
Buenos Aires, Seix Barral, 1998.
3 Becker, Miriam: "Casera e italiana", en La Nación,
Buenos Aires, 23 de diciembre de 2001.
4 Becker, Miriam: op. cit.
5 Dal Masetto, Antonio: Oscuramente fuerte es la vida.
Buenos Aires, Sudamericana, 2003.
6 Lojo, María Rosa: Las libres del Sur. Buenos
Aires, Sudamericana, 2004.
7 Castro Marina, María Magdalena: "La Navidad en
el País Vasco", en El Tiempo, Azul, 28 de diciembre de
2003.
8 Cuda, María: "En Argentina", en DANTE Noticias,
N° 68/ Octubre-Noviembre 1998.
9 Bianchi, Alcides J.: Aquellos tiempos… Buenos Aires,
Marymar, 1989.
10 Yarmolinski, Daniel y Pesce, Graciela: Bulebú
con soda: tangos para chicos. Con prólogo de Horacio
Ferrer. Buenos Aires, Corregidor, 2005. 256 pp.
11 Vázquez-Rial, Horacio: Frontera sur.
Barcelona, Ediciones B, 1998.
12 Benítez, Rubén: La pradera de los
asfódelos. Bahía Blanca, Siringa, 1988.
13 Becker, Miriam: "La última idische mame", en
La Nación,
Buenos Aires, 23 de marzo de 1997.
14 Da Conceiçao, Mauro; Euguaras, Mariano;
Flibert; Francisco; Marino, Roberto; Sánchez,
Julián: "Sabores de una historia", en
www.ciet.org.ar.
15 Weyne, Olga: El último puerto. Del Rhin al
Volga y del Volga al Plata. Buenos Aires, Editorial Tesis,
1986.
16 Báñez, Gabriel: op. cit.
17 Onega, Gladys: op. cit.
18 Diament, Mario: op. cit.
19 Fingueret, Manuela: Hija del silencio. Buenos Aires,
Planeta, 1999.
20 León, Luis: "Llegaron los reyes", en
SEFARaires, N° 23, 2004.
21 En La Capital, Mar del Plata, 2001.
22 Mural pintado por Carlos Salatino y Beatriz Sevilla,
en Belgrano, en 2001.
23 Fernández Díaz, Jorge: Mamá.
Buenos Aires, Sudamericana, 2002.
24 Da Conceiçao, Mauro; Euguaras, Mariano;
Flibert; Francisco; Marino, Roberto; Sánchez,
Julián: "Sabores de una historia", en
www.ciet.org.ar.
25 Goldberg, Mauricio: op. cit.
26 Raschella, Roberto: Si hubiéramos vivido
aquí. Buenos Aires, Losada, 1998.
27 Bucay, Jorge: "El encanto de empezar de nuevo", en
Clarín Viva, Buenos Aires, 4 de abril de 2004.
28 S/F: "Mar del Plata: Fallas criollas", en La Capital,
Mar del Plata, 21 de marzo de 2004,
www.lacapital.com.ar.
29 S/F: "Peregrinación antoniana. Llegan hoy las
reliquias de San Antonio de Padua", en La Capital, Mar del Plata,
14 de mayo de 2000.
30 Folleto entregado en 2002 en el Hotel de
Inmigrantes.
31 S/F: "Irlandeses de festejo", en El Barrio. Periódico
de Noticias. Año 5, N° 49, Abril de 2003.
32 S/F: "San Patricio Fiesta de todos los celtas", en
Viajero Celta. Año III, N° 26. Buenos Aires, Marzo de
1998.
33 S/F: "Editorial", en Viajero Celta. Año I,
N° 9. Buenos Aires, julio de 1996.
34 S/F: "Jornadas Patrióticas Gallegas", en
Viajero Celta. Año I, N° 9. Buenos Aires, Julio de
1996.
35 S/F: "El Centro Basko promueve un nuevo programa para
jóvenes", en El Tiempo, Azul, 6 de julio de
2003.
36 Da Conceiçao, Mauro; Euguaras, Mariano;
Flibert; Francisco; Marino, Roberto; Sánchez,
Julián: op. cit.
37 Hartmann, Carlos E.: "De Alemania a América
pasando por el Volga", en La Prensa, Buenos
Aires, 7 de junio de 1998.
38 S/F: "Erin’s cakes", en Viajero Celta.
Año I, N° 12. Buenos Aires, Noviembre de
1996.
Funerales católicos
En su novela En la sangre, Eugenio Cambaceres describe
con desprecio el funeral del tachero italiano. Dice que los
amigos del finado "habiéndose pasado la voz para el
velatorio, poco a poco fueron llegando de a uno, de a dos, en
completos de paño negro, con sombreros de panza de burro y
botas negras recién lustradas". El comportamiento de los
paisanos, afligidos, le merece un comentario despiadado:
"Zurdamente caminaban, iban y se acomodaban en fila a lo largo de
la pared, en derredor del catafalco elevado en la trastienda. Uno
que otro, cabizbajo, en puntas de pie, aproximábase al
muerto y durante un breve instante lo contemplaba. Algunos daban
contra el umbral al entrar, levantaban la pierna y volvían
la cara" (1).
Hugo Nario evoca el funeral de los hijos de los
picapedreros que trabajaban en Tandil, provincia de Buenos Aires:
"Frecuentemente morían niños. No pasaba día
en que el fúnebre blanco no entrase en el Cerro Leones:
diarrea
estival, viruela, difteria, pulmonía, escarlatina. Como el
pueblo quedaba tan lejos, esperaban a ver si el chico mejoraba.
Luego, ya era tarde… En un principio los recursos eran
escasos, y en los tiempos de suma pobreza velaban a
los muertos sobre la mesa de la cocina, cubierta con una
sábana. Si el muerto era demasiado corpulento y no entraba
sobre la mesa, unían dos bancos largos.
Velas plantadas en botellas vacías, el crucifijo que
alguien prestaba (los anarquistas lo rechazaban) y flores y
helechos de los jardines domésticos y de las piedras,
acompañaban el duelo. Con el fúnebre venía
el ataúd de pino teñido o pintado de
blanco"(2).
María Teresa Andruetto evoca un funeral de la
colectividad piamontesa en Córdoba: "Alguien nos
alzó/ hacia el tufo de la muerta/ (se llamaba Elizabeta),/
para que viéramos" (3).
Tardío es el funeral de una japonesa. Oshiro
Tana, personaje de Báñez, "se hizo célebre
en una tarde cuando la policía descubrió que
convivía con el cadáver de su legítima
esposa desde hacía por lo menos dos años. Era tanto
el amor del japonés por su mujer que a la hora de su
muerte la
vació, la limpió con acaroína y formol y la
rellenó con estopa para conservarla a su lado. El bonsai
conyugal pareció funcionar mejor que el matrimonio mismo,
pues durante esos dos años Oshiro Tana no sólo
continuó compartiendo el progreso de las flores junto a su
esposa sino que además empezó a prepararle sus
platos favoritos y a festejarle los aniversarios. El día
en que lo descubrieron ella estaba tomando el café con
leche en la cama, y parecía tan verídica y lozana
en su desayuno que apenas si sospecharon cuando vieron que no
mojaba la medialuna. Lo que más le impresionó al
padre Bernardo fue la dulzura tranquila de la mujer; tanto,
que no supo si rezarle un responso o concederle la
extremaunción" (4).
En "Buenos Aires 1910 – Memoria del Porvenir",
vimos una foto de un funeral que nos llamó la atención. En medio de una familia, sentado
en una silla está ¡el muerto!. Se sacaban así
la foto para mandarla a la tierra natal, para que vieran que
efectivamente el fallecido ya no pertenecía al mundo de
los vivos (5).
Cecilia Caramallo, protagonista de Los dones del tiempo,
biografía de Rubén Benítez, habla con su
marido fallecido mientras lustra el bronce de la tumba
(6).
En "Madge los viernes", de Juan José Delaney, una
inmigrante irlandesa va al cementerio. Al trasponer el umbral del
mismo "pasaba a ser otra, porque iniciaba la vivencia cuya
ejecución la mantenía ansiosa el resto de la
semana. Mantenía la severa memoria el exacto lugar que
yacían cada uno de sus seres queridos. Delante de esas
tumbas alternaba oraciones con monólogos y supuestos
diálogos en los que no faltaban las bromas. A veces se
hacía la idea de que llevaba de un punto a otro secretos
mensajes. Llegado el mediodía, hacía un alto para
almorzar, y entonces desplegaba los útiles pertinentes
como si se tratara del más divertido pic-nic. No se
cansaba. Hablaba y reía y solamente disimulaba cuando
algún otro visitante –que no estaba en condiciones
de entender- pasaba cerca de ella; superada la
interrupción, retomaba la actividad. A las 17:00 en punto
se llegaba a la tumba de sus hermanas, al lado de la cual daba
cuenta de una tacita de té" (7).
Notas
Cambaceres, Eugenio: En la sangre. Buenos Aires, Plus
Ultra, 1968.
Nario, Hugo: "Cortando piedra", en Todo es Historia,
N° 178. Marzo de 1982.
Andruetto, María Teresa: .Kodak. Córdoba,
Ediciones Argos, 2001.
Báñez, Gabriel: op. cit..
En "Buenos Aires 1910, Memoria del Porvenir", en
Shopping Abasto, 1999.
Benítez, Rubén: Los dones del tiempo.
Buenos Aires, GEL.
Delaney, Juan José: Madge los viernes", en The
Southern Cross, Buenos Aires, 30 de setiembre de 1988.
Evangelistas
Pedro Orgambide describe, en "La señorita
Wilson", a una inglesa evangelista, acerca de la que manifiesta
uno de los personajes: "Yo he visto a la señorita Wilson
en la terraza, escuchando una sinfonía de Mozart que se
empinaba por las paredes grises y subía hasta los cables
tendidos y las antenas de
televisión
y las nubes de un atardecer en Buenos Aires. Y me pareció
que la señorita Wilson sonreía. No con la sonrisa
de sus sesenta años, sino -¿cómo decirlo?-
con una sonrisa joven, la que tendría cuando estudiaba,
cuando leía a Marlowe sin entenderlo o cuando veía
cruzar, por la pradera inglesa, a uno de esos jinetes como los
que tiene en los cuadritos". De ella se dice que " ‘tiene
costumbres raras. Es espiritista o algo parecido. Y hay
días en que viene gente muy rara a visitarla, gente que
canta salmos o cosas por el estilo; en fin, gente que no es como
nosotros’. Le explico que la señorita Wilson es
evangelista. Y que la oí predicar en una plaza. Los
vecinos callan, divertidos. ¡Eso sí que no lo
sabían! La inglesa predicando en una plaza. Nunca lo
hubieran imaginado. Sí: un grupo de
hombres y mujeres canta, y de pronto uno de ellos dice que la
hermana Wilson (no sé si la llaman por su apellido o le
dicen simplemente hermana) hablará para todos"
(1).
Notas
1 Orgambide, Pedro: "La señorita Wilson", en La
buena gente. Buenos Aires, Sudamericana. Incluido en A. Castillo,
D. Sáenz, H. Conti y otros: El cuento argentino 1959-1970
antología. Buenos Aires, CEAL, 1981. (Capítulo,
vol. 107).
Pentecostales
Ricardo Papadopulos, "hijo de griegos y nieto de
nómadas" nacido en Rosario y afincado en la ciudad de
Buenos Aires, "Es el pastor pentecostal de la iglesia que convoca
a 300 gitanos. Los domingos a la tarde, la vereda es un
festín de polleras de colores, ojos
preciosos, cabellos recién lavados y bebés
regordetes. El pastor Ricardo tiene programa de televisión y de radio, y cada
año hace dos viajes internacionales predicando en
romaní. ‘Somos un pueblo decente. No van a ver una
gitana prostituta. Nuestras costumbres son bíblicas. Un
estudio dice que descendemos de Abraham y su tercera mujer,
Cetura. La raza gitana es de origen israelita’, asegura el
pastor" (1).
"Cuando un gitano está enfermo o fallece, todos
se acercan para dar consuelo a la familia. El respeto a los
muertos es una ley gitana
sagrada, como su solidaridad"
(2).
Notas
1 Ludueña, María Eugenia: "Ser gitano",
Fotos:
Martín Lucesole, en La Nación Revista, Buenos
Aires, 25 de enero de 2004.
2 ibídem
Judíos
Oraron los inmigrantes judíos a bordo del Galatz,
buque de carga de bandera francesa alquilado por el Barón
Hirsch, en 1891. El cuarto día "empezó la tormenta
con lluvia huracanada. El buque se hamacaba cada vez más
fuerte. En la bodega el pasaje empezó a rodar
mezclándose con los bultos y fardos. Se levantaban olas de
casi ocho metros de alto que barrían la cubierta y se
metían en la bodega, cubriendo con agua salada a los
niños y mayores. (…) De repente llegó una orden
urgiendo a todos los barones a subir a cubierta para rezar.
Rezaron los Teilim (salmos) de memoria, con tanto fervor como
nunca más he visto en mi vida. Entre nosotros
venían tres hermanos Kaplán. El menor de ellos
estaba entre los mástiles, seguramente agarrado para no
caerse, y al romperse un palo le pegó en la cabeza y lo
mató. Después de tres días cesó la
tormenta y amaneció un día de sol. Salimos a
cubierta a secar las ropas, mientras los marineros barrían
y limpiaban los objetos destrozados".
Luego de un viaje en tren, prosiguen la travesía
en el vapor Pampa, el cual "llevaba unas 5 o 6 vacas en cubierta
para ser faenadas por el Shoijet y tener carne kosher cada tanto,
pero muchos no la comían pues las ollas eran treif
(impuras)"" En el Hotel de Inmigrantes se suscita otro
inconveniente: "No sé de dónde surgió la
versión que los cocineros y el personal eran
judíos españoles y por consiguiente todo era
kosher. Y ¡ah! Por primera vez durante todo el viaje, todo
el pasaje disfrutó de una buena cena. Al día
siguiente una comisión de mujeres fue a investigar a la
cocina para ver si salaban la carne y se encontraron con una
cabeza de cerdo sobre la mesa. Volvieron amargadas y tratando de
vomitar lo que habían comido la noche anterior"
(1).
Vinculado a la religión recuerda
Máximo Yagupsky, judío de Entre Ríos, a su
abuelo: "Muchos aldeanos plantaban junto a sus casas parrales o
higueras. Y cierta vez, siendo yo muy niño aún,
pregunté a mi abuelo por qué había plantado
una higuera y por qué en el huerto de los Kaplan
había una parra. Mi abuelo se sonrió y
acariciándome, me dijo: ‘Cuando seas grande y
estudies la Biblia, lo comprenderás. En el Libro de Reyes,
está dicho que durante el reinado del más sabio de
los hombres, el rey Salomón, los judíos gozaban de
paz y seguridad y cada
cual se solazaba a la sombra de una higuera o de su
viña’. No lo entendí cabalmente. Mi abuelo
era parco en el hablar. Pero más luego, toda vez que
pasaba junto a la chacra del rabí don Israel
Halperín, lo encontraba sentado al pie de su higuera,
envuelto en su taled, el manto ritual, estudiando Talmud o
leyendo los Salmos. Comprendí que don Israel gozaba en la
campiña entrerriana del solaz esperado en Sion"
(2).
Otro abuelo, el de la cantante Julia Zenko, cantaba en
los templos judíos (3).
Había discriminación hacia quienes no eran
judíos. Mauricio Goldberg relata que un judío no
quería que su hijo se juntara con católicos: "Mario
conocía bien las palabras de condena que pronunciaba su
padre al observar una cruz, había algo peligroso en ella
pero Ernesto del segundo ‘D’ y Fito del primero
’B’ también tenían, ¡y deseaba
tanto jugar con ellos!" (4).
Notas
Chajchir, Mauricio: "Viaje al país de la
esperanza: Relato de un viajero del Pampa", en La Opinión,
Buenos Aires, 8 de agosto de 1976. Reproducido en
Asociación de Genealogía Judía de Argentina,
Toldot # 8. Noviembre de 1998.
Diament, Mario: Conversaciones con un judío.
Buenos Aires, Fraterna, 1986.
Kiron: "El canto es magia", en La Nación Revista,
Buenos Aires, 27 de octubre de 2002.
Goldberg, Mauricio: Donde sopla la nostalgia. Buenos
Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1985.
Celebración de la Vida
"Celebrando la vida Preparamos el ajuar del bebé
(Az el Diara)" (1), se titula el texto en el
que María Ch. de Azar describe una tradición
relacionada con la llegada del primer hijo. Ella relata: "La
celebración es en este caso característica de los
judíos de Aleppo que coincide casi exactamente como la
festejan los sefardíes de los Balcanes y de
Turquía.
Testigo privilegiado de la comunidad alepina me
gustaría compartir algunos recuerdos de este festejo que
conocemos en árabe como Az el Diara y que los
sefardíes conocen con el nombre en judesmo de Kortadura de
Fashadura
Después de anunciar el primer embarazo de la
hija, con la alegría que merece y que despierta en la
familia (alejando así la fantasía de esterilidad) y
pasado ya los cinco meses del mismo, la futura abuela participa a
una reunión a las mujeres de la familia para iniciar la
preparación del ajuar del bebé, especialmente
dedicado a cortar los pañales y las fajas. Están
invitadas las hermanas, tías, primas, hasta suegras y
cuñadas, vecinas y amigas que conocen a la embarazada,
donde además de festejar trabajaban en la
confección de las prendas del ajuar.
Notas
1 Ch. de Azar, María: "Celebrando la vida
Preparamos el ajuar del bebé (Az el Diara)", en SEFARAires
Nº38, Junio de 2005
(sefaraisres[arroba]fibertel.com.ar).
Pidión haben
El "Pidión Haben" -señala María Ch.
de Azar- es "una obligación que deben cumplir los padres
de los primogénitos que pertenecen a la tribu Israel,
quedando excluidos de la misma los padres que pertenecen a las
tribus Cohen y Levi. (…) Una de las razones por las que se hace
esta ceremonia es para cumplir el precepto positivo de preservar
la vida del niño ya que desde tiempos anteriores al
Éxodo, los paganos sacrificaban a sus hijos
primogénitos, porque los consideraban seres divinos y de
esta forma le rendían tributo al ídolo Moloj. (…)
La ceremonia se puede realizar en la sinagoga o en la casa ante
la presencia de un rabino, familiares y amigos; se desarrolla de
la siguiente forma: primero los padres llevan a su hijo ante el
rabino invitado, quien les consulta ante los presentes si este
niño es fruto del primer embarazo, si no hubo aborto previo y
si el parto ha sido
natural, no con cesárea. El rabino toma al niño en
sus brazos y le pregunta al padre: "¿qué prefieres,
entregarme a tu hijo o rescatarlo?" El padre responde:
rescatarlo! entonces el padre sostiene los cinco selaim
equivalente a 96 gramos de plata pura (monedas de plata que los
rabinos suelen tener reservadas para esta ceremonia) y pronuncia
las bendiciones por el rescate de su hijo, tomando las monedas
las pasa sobre la cabeza del niño mientras el rabino
enuncia "recibí estas cinco monedas por tu rescate,
según la fe de Moisés y de Israel. Se realiza un
aduz (bendición del vino) con la copa de vino prueban el
rabino, los padres y abuelos junto al cohen que es testigo del
acto. (…)".
Notas
1 Ch. de Azar, María: "HISTORIA Y TRADICIONES
SEFARADÍES CELEBRANDO LA VIDA III Pidión Haben", en
SEFARAires Nº 40, Agosto de 2005.
Siete Candelas
"La ceremonia Zeved Habat, más conocida entre los
sefardíes como de las Siete Candelas se celebra a veces
unos días después del nacimiento de la niña,
o cuando esta cumple un año. Generalmente se organiza en
la sinagoga, eventualmente en la casa con la presencia de un
rabino, invitando a sus abuelos y otros familiares, organizando
la fiesta y se prepara de la siguiente forma: la madre lleva en
sus brazos a la beba y la entrega a la madrina, quien la acuesta
sobre un fino almohadón de seda bordado o de encajes y
puntillas, y en lento recorrido hacia el lugar de la ceremonia,
donde está el rabino, los invitados expresan sus buenos
deseos, mientras entregan sus alhajas, anillos y pulseras, aros y
gargantillas además de confites y mogadós, como
símbolo de abundancia, salud y felicidad. Se
dispone una bandeja con siete velas, (en concordancia con el
candelabro de 7 brazos) invitando a encenderlas a abuelos y a
otras personas presentes. El rabino la bendice y coloca su mano
sobre la niña, en brazos de sus padrinos. El sábado
siguiente, el padre concurre a la sinagoga y es invitado a leer
la Torah, pronuncia el nombre de su hija y el rabino reza el
zeved habat, forma poética de referirse a la criatura.
(…) Y se festeja con una excelente comida y exquisitos dulces
en un brindis de color, aroma y sabor sefardí"
(1).
Notas
1 Ch. de Azar, María: "HISTORIA Y TRADICIONES
SEFARADÍES CELEBRANDO LA VIDA lV Zeved Habad o Las Siete
Candelas", en SEFARAires, Nº41, septiembre de
2005.
Bris
En Villa Mantero, Entre Ríos, nació
Abraham Chajchir: "El bris (circunscisión) fue realizado
con gran pompa, había mohel y el administrador fue
el padrino. Por eso lo llamaron también Mendel por un
antepasado del administrador" (1).
En su cuento "Mate amargo", Samuel Glusberg evoca el
bris del hijo del inmigrante llegado a la Argentina en 1905:
"Sabido es que: de cien judíos que llegan a juntar algunos
miles de pesos, noventa y nueve gustan instalarse como verdaderos
ricos. De ahí que el tío Petacovsky, que no era de
la excepción, amueblara regiamente su casa, comprara piano
a la pequeña Elisa, y con motivo del nacimiento de un hijo
argentino, celebrara la circuncisión en una digna fiesta a
la manera clásica. Era justo. Desde el asesinato del
primogénito, en Rusia, el tío Petacovsky esperaba
tamaño acontecimiento. Igual que Jane Guitel, él
había soñado siempre un hijo varón que a su
muerte dijera en su recuerdo esa oración del
huérfano judío, que el mismo Heine recordaba en su
tumba de lana: Nadie ha de cantarme misa,/ Nadie
‘cádish’ me dirá,/ Sin cantos y sin
plegarias/ Mi aniversario fatal…" (2).
Notas
1 Chajchir, Mauricio: op. cit.
2 Espinoza, Enrique (Samuel Glusberg): "Mate amargo", en
La levita gris. Cuentos judíos de ambiente
porteño. Buenos Aires, BABEL.
Abra
"La primera salida que hacían con el bebé
–señala María Ch. de Azar- generalmente era
para visitar a los abuelos. No se acostumbraba llevar el
bebé a la calle o salir así como así a tomar
un colectivo o al parque, no, sus padres armaban la primera
salida, y la familia que la recibía cumplía con el
ritual de hacer obsequios especiales. Los padres se engalanaban,
el papá guardaba en su bolsillo una pedazo de shebe
(piedra de alumbre usada para alejar miradas fuertes), la
mamá adornada con sus nuevas joyas, el niño con sus
ropitas primorosamente tejidas, sin olvidar de prenderle una
manito de oro en el
babero y una prenda celeste que podría ser la mantilla,
color especialmente usado para evitar el mal de ojo. Esta visita
se denomina Abra y los regalos para el varón, consisten en
dos huevos duros, unos trozos de algodón
y una canasta con dulces, que simbolizan larga vida, el
algodón representa las barbas de rabino que esperan
él se consagre, y para la niña, los regalos
consisten también en dos huevos duros, un costurero y
dulces, con lo cual el significado es claro, se desea para ella
larga vida y buena ama de casa" (1).
Notas
Ch. de Azar, María: "CELEBRANDO LA VIDA (V) Slia,
abra y otras costumbres", en SEFARAires Nº43, Noviembre de
2005.
Slia
"Otra celebración muy importante es el Slia,
celebración que se cumple cuando al bebé le sale el
primer diente inferior. Invitan a familiares y amigos, se prepara
un postre a base de trigo cocido, endulzado con almíbar,
aromatizado con coco, canela y agua de azahar, adornado con
confites de colores, monedas de chocolate, y se coloca una velita
en el centro. Los invitados que participan del festejo dejan
algunas joyas en la fuente del Slia incitando al bebé que
tome algunas con su manito, como augurio de larga vida y en
abundancia. La abuela "reza" unas bendiciones, al tiempo que
esparce algunos granos de trigo sobre la cabecita del niño
mientras los demás le dedican coplas con buenos deseos que
terminan con el típico zagluta de las mujeres presentes
(ulular de sonidos que se emite golpeteando la lengua en el
paladar, para alejar los malos espíritus) expresando
también la alegría y el entusiasmo que sienten por
participar en dicho festejo. Si primero le sale un diente
superior, es mala señal, la madre debe comprar el
equivalente del peso del niño en pan y sal, para luego
repartirlo entre la familia" (1).
Notas
Ch. de Azar, María: "CELEBRANDO LA VIDA (V) Slia,
abra y otras costumbres", en SEFARAires Nº43, Noviembre de
2005.
Ceremonias relacionadas con la lentitud en el desarrollo
"Cuando demoran en hablar, sin entrar en detalles de los
motivos de esos atrasos, se consulta al rabino, o bien a una
curandera. Esta elección, tal vez entre una prole
numerosa, significa en el niño un trato especial que
expresa un poco más de afecto con lo cual, a veces, le
ayuda a resolver dicho atraso. Incluyo el testimonio de un
informante de Aydin (1), que relata una costumbre del lugar:
sobre un niño de más de un año y medio de
edad, que aún no caminaba, su madre lo metió en un
canasto y ambos hermanitos lo llevaban uno a cada lado, lo
pasearon por las calles, echando gritos "Dale piezes, dale manos,
dale piezes para kaminar" las mujeres del barrio ya sabían
de qué se trataba y qué hacer, echaban trozos de
pan, algunas frutas y roscas dulce. Casi siempre la comida es una
forma de expresión de buenos deseos, más
allá de las palabras en bendiciones, dichos y por sobre
todo de la fe religiosa, Los alimentos tienen un significado y un
efecto simbólico y mágico que aparece en la
mayoría de las celebraciones. Algunos contienen en la
raíz de su palabra equivalente en hebreo, el sentido que
se le otorga, otras desconozco, pero vemos que la comida
además de saciar el hambre y alimentar, contiene ese
valor
simbólico que acompaña a expresar los buenos
augurios o alejar posibles males. En todo caso, con la
sabiduría popular de los sefardíes dedicada a
celebrar cada uno de los momentos evolutivos del recién
nacido realza su lugar en la familia y en el grupo y mantiene
atentos a los familiares que ayudan a controlar su crecimiento.
(1)(H. Gutkowski , Erase una vez Sefarad, pág.266)"
(1).
Notas
Ch. de Azar, María: "CELEBRANDO LA VIDA (V) Slia,
abra y otras costumbres", en SEFARAires Nº43, Noviembre de
2005.
Bar-Mitzvá
Mauricio Goldberg se refiere al Bar-Mitzvá, en su
novela: "Mario pensó en la ceremonia con que David
había festejado los trece años. A su memoria
acudieron los recuerdos del día en que había visto
a varios amigos del padre sacando los muebles, colocando largos
tablones sobre caballetes y descargando sillas en un
camión. Mario permaneció en un rincón,
observándolo todo, maravillado de tanto alboroto poco
inteligible para sus escasos años. La madre, ayudada por
una pariente, se había encargado de llenar la cocina con
un humo apetitoso que empañaba los vidrios de la puerta. Y
luego el tumulto de la noche con la algarabía de las
botellas al ser descorchadas, su padre llevando bandejas y
brindando con cada uno a la salud de su primogénito, la
madre colorada de emoción y trajín aceptando las
felicitaciones, Alberto paseando en brazos de una vecina y el
palabrerío que estallaba chisporroteante contra las
paredes dejando caer términos polacos, rusos, idish y
argentinos en una alegre confusión" (1).
Notas
1 Goldberg, Mauricio: Donde sopla la nostalgia. Buenos
Aires, GEL, 1985.
Mezuza y Capara
En "MEZUZÁ y CAPARÁ, Costumbres para la
inauguración de una casa", María Ch. de Azar
afirma: "La costumbre de hacer la ceremonia de
inauguración de una casa se inspira en lo que dice la
Torá (Deut.XX:5) "Que el hombre que edificó una
casa nueva y no la estrenó, camine y vuelva hacia ella" Es
una antigua tradición, antes de mudarse a una nueva casa,
llevar gallos y gallinas para que moren en ella y colocar cerca
de la ventana una botella de aceite y un paquete de harina;
algunas familias agregaban un libro de rezos y un cuchillo.
Pasado unos días, el shojet(1) degüella las aves en
presencia de los nuevos moradores y luego, los animales junto al
aceite y la harina son donados a los pobres. Esta costumbre de
hacer caparot (2) fue inspirada en la recomendación del
rabino Yehuda Hejasid que decía "la persona no debe
morar en una casa nueva por primera vez".
Por esta razón se llevan por lo menos un gallo y
gallinas para que sean las aves los primeros moradores de la
casa, que serán sacrificados por capará
(expiación) de la familia que vendrá a habitarla.
El aceite y la harina colocados en la casa son por siman
berajá señal de abundancia, el libro de rezos para
anticipar la presencia de la Ley judía que
respetarán sus moradores y el cuchillo entra en la
superstición, contra la envidia y los malos
espíritus. (…) " (1).
Notas
1. Ch. de Azar, María: "MEZUZÁ y
CAPARÁ Costumbres para la inauguración de una
casa", en SEFARaires (www.sefaraires.com.ar), noviembre de
2006.
Festividades judías
En 1891, Mauricio Chajchir, de diez años de edad,
llega a la Argentina con su familia. El relató lo
siguiente: "Nos acomodamos en la casa del inmigrante. Eran los
días de Janucah. Uno que otro probó encender
velitas, pero venía el sereno y las hacía apagar.
Se le trató de explicar que era un asunto religioso, no lo
entendía hasta que al final dio su aprobación"
(1).
María Arcuschín evoca el Pésaj de
su infancia entrerriana: "Para dicha festividad, nuestracasa se
pintaba íntegramente y se cambiaba la vajilla. Todo
tenía que ser renovado. Simbólicamente puro. Al
despertarnos por la mañana, y ver todo distinto, nos daba
la sensación de vivir en una casa nueva. Por la noche
empezaba la festividad. Nuestros padres regresaban de la
sinagoga, vestidos con sus mejores ropas (…) La mesa estaba
puesta con sus mejores galas, iluminada por dos candelabros
ubicados en el centro.. Un botellón de grueso cristal
dejaba ver el vino que papá había preparado meses
antes, haciendo fermentar la uva cultivada en el huerto casero.
Esta era depositada en damajuanas colocadas en la galería,
y así con el calor del sol fermentaban y se
convertían en zumo exquisito. Mamá llenaba las
copitas destinadas a cada uno de nosotros y para los invitados
que rodeaban nuestra mesa, sobrinos cuyos padres habían
muerto. Compartían nuestra cena y disfrutaban el
significado de los festejos. A la cabecera, en medio de las copas
de papá y mamá, se destacaba muy especialmente una
copita de plata, cuya trayectoria fue muy larga. Viajó
desde Ucrania traída celosamente y guardada en una caja,
como una preciosa carga destinada a continuar la
tradición" (2).
Máximo Yagupsky evoca –en diálogo
con Mario Diament- festividades judías: "recuerdo la cena
de Pesaj en mi casa con la presencia de don David Garovetzky.
(…) Estábamos pues celebrando la Pascua, y don David
propuso un aditamento al himno Daieinu, que se canta en esa
celebración. Daieinu es el estribillo con el que se cierra
cadenciosamente cada uno de los versos que mencionan los
portentos que Dios ha hecho a favor de Israel. Don David,
levantando la voz y girando su rostro de derecha a izquierda,
dijo: ‘Habría que agregar otro verso en el que
dijéramos: ‘Si el Señor, a más de
habernos dado la libertad de
Egipto, la
Santa Ley, el día sábado, etcétera, no nos
hubiera hecho venir a esta tierra ubérrima, ¿nos
habría, acaso, dejado satisfechos?’. Y la
concurrencia meneó la cabeza y respondió daieinu,
daieinu" (3).
Natalia Kohen evoca, en "El gran sueño" (4), la
festividad de Pesaj. Relata la narradora, refiriéndose a
su abuela llegada desde Ucrania: "Me pide que la ayude
‘aunque sea un poquito’: estamos en Pesaj (1) y me
transformo en su ayudante de cocina. Colaboro con el guefilte
fish (2), con los farfalaj (3) para la goldene iuj (4), y con los
kneidlaj (5). Con qué fruición hundo mis manitas en
la harina de matze (6) húmeda, para moldear los
bocadillos. Qué trabajo me da
pronunciar esas palabras en idisch, la abuela me ayuda, y
también a percibir los aromas apetitosos con que se va
saturando nuestro entorno". (1) conmemoración de la salida
triunfal del pueblo judío de su cautiverio en Egipto / (2)
pescado relleno / (3) masa cortada en trocitos para
acompañar sopas y guisos / (4) caldo de gallina / (5)
bocadillos de harina de matze / (6) pan ácimo.
En "La mesa de mis abuelos", Carlos Szwarcer evoca el
Pésaj de los judìos inmigrantes: "Vivíamos
en el corazón de Villa Crespo, un barrio del centro
geográfico de la ciudad de Buenos Aires. (…) de todas
las fiestas celebradas en ese espacioso comedor espejado, fue
Pesaj la que dejó en mí la huella más
profunda. Desde chico, algo simple y contundente me marcó
en cada conmemoración: el significado de libertad que
emanaba de su historia. Trascendió más allá
de lo religioso, de la tradición o de lo simbólico,
y cada año fue adquiriendo mayor dimensión. Me
aferro frecuentemente a la imagen de una familia que se encuentra
en algún lugar de la memoria que hoy me parece
paradisíaco, eran grandes momentos iluminados por la
felicidad. (…)Tal vez una de las más bellas
consecuencias de Pesaj sea que a través de sus festejos
comencé a entender algo sobre el sentido de la vida.
Después me dedicaría a la solitaria
indagación sobre mis orígenes y a consolidar una
profunda vocación por la historia. Pesaj, al fin, me
dejó la libertad como principio y la responsabilidad como modo de vida. Sirva este
recuerdo en honor a las familias y sus encuentros, y a ciertas
festividades que ayudan a vislumbrar las complejidades de la vida
y a modificar los caminos de nuestra existencia" (5).
Luis León señala que la costumbre de
celebrar la fiesta de Purim "llegó al Río de la
Plata con la inmigración. Los sefaradíes en esas
ocasiones se juntaban con otras comunidades para elegir a la
reina Esther en grandes bailes, que por la proximidad con el
carnaval comenzaron a llamar los ‘carnavales de
Purim’ Uno de los sitios más concurridos en esas
ocasiones durante muchos años, era el salón Les
Ambassadeurs y sus memorables ‘purim balls’. S.M.,
nos envía un recuerdo de los años 30’ y
40’. ‘Cuando en la sinagoga sefaradí de Villa
Crespo, se nombraba a Amán, los más jóvenes
repudiábamos su nombre con signos de
rebeldía consistentes en producir fuertes ruidos haciendo
caer las tapas de los guardalibros posteriores a nuestros
asientos" (6).
Juan Jorge Nudel relata que una familia de judíos
argentinos observaba tres festividades: "Los Goldman eran una
familia judía creyente si bien no practicante, que se
reunían todos en las fiestas tradicionales que a estas
alturas sólo consistían en tres: Pascua
judía (una noche), Año nuevo judío y el
día del Perdón" (7).
Yagupsky evoca asimismo el Iom Kippur, asociado a un
acontecimiento desgraciado: "Recuerdo cuando en el pueblo de
Domínguez, en la noche de Iom Kippur, la más
sagrada para el judaísmo, unos vándalos antisemitas
penetraron en la sinagoga a altas horas y profanaron los rollos
de la Torá, los hombres realmente cultos e ilustrados de
la catolicidad de la provincia se hermanaron con nosotros en la
indignación".
Relata que en una oportunidad, un criollo hizo una
bendición en hebreo: "don Manuel del Pozo, que era el
criollo que estaba con su rancho junto a nuestra casa,
venía todos los viernes a escuchar kiddush. Y cuando
cierta vez mi padre se había ausentado a Paraguay, llamado
por menesteres religiosos, vinieron don Manuel y su esposa,
doña Polonia. Yo le dije: ‘Don Manuel, esta noche no
hay kiddush porque papá no está’. Me
replicó: Cómo no hay kiddush? Déme una
copa’. Le servimos una copa y se hizo toda la
bendición consagratoria del sábado en hebreo, de
memoria. Y cuando se retiró dijo todavía ‘gut
shabes’ " (8).
Luis León escribe sobre Rosh Hashaná, el
año nuevo hebreo, el cual "no obstante el desfasaje del
primer día con el del calendario gregoriano, es para toda
la gente un momento de esperanza y alegría, donde se
concentran expectativas y se busca celebrar con el resto de la
familia" (9).
Nissin Mayo recuerda las vísperas de Roshana en
su casa paterna: "Hacíamos selijot en casa, a la
madrugada, cansados y con sueño, para exaltar a Dios y
solicitarle perdón (selijot) por los pecados cometidos en
el año que terminaba. Nos reuníamos mis padres
(Marcos y Cadén) y nuestros hermanos, tíos, primos
y amigos (los valientes de la madrugada). En los cantos que
entonábamos se destacaban algunas voces sonoras y
afinadas. Llegaba luego el ansiado desayuno con boios, borrecas,
roscas y otras exquisiteces preparadas por mamá, que
había aprendido el delicioso arte culinario
sefaradí con su madre en Urlá, su pueblo natal de
pescadores, en Turquía a orillas del mar Egeo, pegado a
Esmirna. Después del selijot, ya estábamos
espiritualmente preparados para recibir el nuevo año.
Entonces nos deseábamos todos: una añada nueva que
tengamos, con salud, alegría, hechos buenos, escritos en
libros de
vida………Amén" (10).
Acerca de "Janucá, fiesta de la luz", escribe
María Ch. de Azar: "Entre las mujeres judías de
Alepo, es una costumbre más, cuando se aproxima una
fiesta, preocuparse por saber qué se debe hacer, por
qué se celebra, cuál es la comida simbólica
que la representa, cómo son los rituales que se cumplen,
quiénes serán los protagonistas de la
celebración. Y llega Janucá, los recuerdos aparecen
y se acomodan. Era verano, la familia reunida en el patio,
papá con su libro de rezos, mis hermanos más
pequeños sentados en el umbral de la puerta, cerca de la
banqueta donde estaban las velitas, que, humildes
apoyábamos sobre una fuente. Ubicada como indica el
precepto, sobre el lado opuesto a la mezuzá (1). Comenzaba
la ceremonia cuando papá decía la bendición,
preparado el shamas (2), encendía la primera vela y cada
noche, cada uno tenía la oportunidad de encender la suya,
que diferenciábamos por los colores elegidos. Mientras
buscábamos un abrigo (las noches eran más frescas);
mirábamos derretir las velas y las inquietantes sombras
que en la penumbra se formaban. Nos ardían los ojos de
sueño y de mirar fijo a las llamas; para irnos a dormir,
sólo cuando el hilo de la última velita se ahogaba
dentro del colorido aceite. (…)" (11).
El sábado es festejado por un inmigrante en la
"Oda a los ganados y las mieses", de Leopoldo Lugones: "Pasa por
el camino el ruso Elías/ Con su gabán eslavo y con
sus botas,/ En la yegua cebruna que ha vendido/ Al cartero rural
de la colonia,/ Manso vecino que fielmente guarda/ Su
sábado y sus raras ceremonias,/ Con sencillez sumisa que
respetan/ Porque es trabajador y a nadie estorba"
(12).
Tambièn lo festeja un personaje de Ana
María Shua: "El tío Sansón llegaba jadeando,
los sábados a la tarde, agotado a causa de los esfuerzos
que debía hacer para no trabajar. Caminar, primero,
cuadras y cuadras, para festejar el sábado en casa de su
hermana porque viajar está prohibido. Golpear
después con el mango del paraguas en la puerta de hierro hasta
que alguien de la casa, desde el primer piso, lo escuchara,
porque tocar el timbre está prohibido" (13).
Notas
1 Chajchir, Mauricio: op. cit.
2 Arcuschín, María: De Ucrania a
Basavilbaso. Buenos Aires, Marymar, 1986.
3 Diament, Mario: op. cit
4 Kohen, Natalia: "El gran sueño", en Todas las
máscaras. Buenos Aires, Temas Grupo Editorial,
1997.
5 Szwarcer, Carlos: "La mesa de mis abuelos", en
SEFARaires N° 12. Abril de 2003.
6 León, Luis: "Recuerdos de la fiesta de Purim",
en SEFARaires n° 12. Abril de 2003.
7 Nudel, Juan Jorge: Pensión "La Rosales". Buenos
Aires, MILA, 2002.
8 Diament, Mario: op. cit.
9 León, Luis: "El año nuevo", en
SEFARaires, N° 9. 2003.
10 Mayo, Nissin: "Vísperas de Roshana en mi casa
paterna", en SEFARaires, N° 5, 2002.
11 Ch. de Azar, María: "Januca, fiesta de la
luz", en SEFARaires (www.sefaraires.com.ar), diciembre de
2006.
12 Lugones, Leopoldo: "Oda a los ganados y las mieses",
en Antología poética. Buenos Aires, Espasa,
1965.
13 Shua, Ana María: El libro de los recuerdos.
Buenos Aires, Sudamericana, 1992.
Funerales judíos
El 21 de abril de 1896, en Europa, murió el
Barón Hirsch. En la Argentina, "Durante largos meses fue
llorado aquel inesperado desenlace y reinó luto en las
colonias. Uno de los funerales más impresionantes se
llevó a cabo en una escuela
próxima al pueblo de La Capilla. Crespones negros
ponían una muda manifestación de dolor en sus
ventanas y en sus puertas; las grandes velas que ardían en
su interior arrojaban su luz mortecina sobre el retrato del
Barón, cubierto de velos negros –describe
también José Liebermann-. Jinetes en briosos
caballos, judíos y criollos, avanzaban en medio de un
silencio rara vez interrumpido por alguna exclamación de
protesta o de pena. (…) El cortejo fúnebre se fue
renovando día y noche durante una semana. Eran colonos
judíos que llegaban de las más lejanas aldeas para
rendir el último homenaje a su redentor y cuyas voces
temblaban al decir el kadisch mientras otros musitaban los salmos
de David" (1).
El funeral judío es evocado por Horacio
Vázquez-Rial. El viudo, gallego, "maravillado al ver que
el cuerpo de Raquel, que él recordaría siempre en
otra forma, era entregado a la tierra sin caja, juzgó que
su retorno a lo elemental sería rápido y perfecto.
Allí, en el cementerio, oyó a un anciano
judío decir una frase que le acompañaría en
lo que le quedase de vida; ‘Que el espíritu que el
Señor le concedió regrese junto a él’
".
En esa misma novela se afirma que los judíos
tratantes de blancas no podían ser enterrados junto a sus
hermanos de fe. La comunidad judía creó una
organización para protegerse de la Zwi
Migdal, que atraía la censura de la sociedad hacia
quienes profesaban esa religión, aunque la mayoría
fueran inocentes. Cuenta un tratante arrepentido: "Los
judíos siempre se preocuparon mucho por la moral. Y
por las apariencias. Había un comité de
protección de las mujeres y los niños
judíos. Hablaron con el rabino. (…) Y el rabino nos
prohibió entrar al templo. Y después
prohibió que nos enterraran como Dios manda"
(2).
María Inés Krimer es la autora de La hija
de Singer, obra en la que –escribe Damián
Tabarovsky- "cuenta una historia sencilla pero potente: la muerte del
padre y el duelo de treinta días que según la
tradición judía deben transcurrir hasta la
despedida" (3). La novela fue
distinguida con el Premio del Fondo Nacional de las
Artes.
"Mi duelo, lo que estoy viendo/ es el Gran Buenos Aires
desde un cementerio judío./ -escribe Tamara Kamenszain-
Con cara de cansado pasa arrugando un rabino/ la página de
kaddish en el bolsillo./ En mangas de camisa lejos de esta pira
de piedras/ asará los restos del domingo sobre otro
mausoleo" (4).
Matilde Bensignor se refiere al duelo por su padre,
judío sefaradí: "Cuando volvieron del cementerio,
nos hicieron la Keriá. Desgarraron nuestra ropa y nos
sentamos en Shivá, en el suelo, por siete
días. Y comimos huevos jaminados, pasas de uva, queso. Y
dijimos Kadish: (…) Sirvieron el café, sin adulzar. Y
atendieron a los pobres. El que da sedacá, abalda la
guizdrá. El Dio no ajarva con dos manos. Bendicho sea. Las
mujeres sufús daban consuelo. Los hombres meldaban.
Alababan a Dios. El duelo judío, sefaradí. Dar de
comer al deudo. Acompañarlo en la Shivá. Siete
días no trabajará y once meses, dirá Kadish.
Al año, colocará la Matzevá. Y cantaron
Salmos de Teilim… Los cánticos de David" (5).
Mauricio Goldberg es el autor del Kadish para el hombre
de la valija (6), obra en la que "Samuel Glezer, un
pequeño comerciante casado y con dos hijos adolescentes,
es el responsable de exhumar el recuerdo de su padre,
súbitamente fallecido. Su hermano es una figura ausente y
su madre oscila entre la sobreprotección y la
melancolía; ambos parecen desentenderse a su modo del
duelo que toda pérdida conlleva. A instancias de su madre,
Samuel escribe a los amigos de su padre, como él
emigrantes forzados y sobrevivientes del exterminio nazi. A
medida que recibe sus respuestas, Samuel se ve involuntariamente
impulsado a un viaje en la memoria, que lo llevará a
recordar su adolescencia
en Colonia Doctor Levin y a rescatar situaciones y voces que
resuenan en la identidad del
pueblo judío. A través de una voz narradora
pródiga en emoción contenida, Mauricio Goldberg
ofrece en esta novela una reconstrucción de la figura
paterna, al tiempo que reflexiona sobre los ciclos
implícitos en toda vida" (7).
En "Villa Crespo de mi infancia", José Mantel
recuerda un midrash, "encuentro para homenajear a un difunto" que
se organiza al cumplirse un aniversario de la muerte de un
judío. En esa oportunidad "el ‘arrecibido que le
sea’ era la infaltable frase para que le llegasen al
difunto las oraciones, al terminar. Y ‘cafés
alegres’, el deseo de despedida" (8).
Notas
1. "Shalom Argentina. Historia de la inmigración
judía. Primera parte: manos para labrar la tierra", en
www.lavaca.org.
2. Vázquez-Rial, Horacio: op. cit.
3. Tabarovsky, Damián: "La hija de Singer, por
María Inés Krimer", en Clarín, Buenos Aires,
29 de junio de 2002.
4. Kamenszain, Tamara: "El ghetto de La Tablada", en
Clarín, Buenos Aires, 5 de abril de 2003.
5. Bensignor, Matilde: De miel y milagros (Evocaciones
sefardíes). Buenos Aires, Editorial Milá,
2004.
6. Goldberg, Mauricio: Kadish para el hombre de la
valija. Buenos Aires, Galerna, 2004.
7. S/F: " ‘Kadish para el hombre de la
valija’. Mauricio Goldberg, Galerna, 2005", en El
Día, La Plata, 23 de abril de 2005.
8. Mantel, José: "Villa Crespo de mi infancia",
en SEFARaires, N° 3, julio de 2002.
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