Indice
1. El
Altar de Bronce (Exodo
27:1-8)
2. La Fuente de Bronce (Exodo 30:17-21;
38:8)
3. La Mesa de los Panes de la Proposición
(Exodo 25:23-30; Levítico
24:5-9)
4. El Candelero (Éxodo 25:31-40;
Levítico 24:1-4; Números
8:1-4)
6. El Arca (Exodo
25:10-22)
7. El Propiciatorio (Exodo
25:17-21
8. Contenido del Arca (Hebreos
9:4)
1. El Altar de Bronce
(Exodo 27:1-8)
Es el primer objeto que se encontraba al entrar al
atrio. Sus dimensiones eran: 5x5x3 codos, de manera que era
cuadrada, símbolo que recuerda el alcance universal del
Sacrificio de la Cruz (4 vientos, 4 puntos cardinales, etc.). El
altar es una figura de Cristo (madera de
acacia, o de Sittim), pero de Cristo como objeto de juicio de
Dios sobre el pecado (bronce) (ver Números
16:36-40).
La
finalidad esencial del altar era la de ser el lugar donde se
ofrecía los sacrificios y se vertía la sangre, la
única que hacía expiación sobre el altar por
las almas (Levítico 17:11; ver también Hebreos
9:22: n2"Sin derramamiento de sangre no se hace remisión).
El altar nos habla de Cristo; los sacrificios nos hablan de
Cristo, el sacerdote nos habla de Cristo. El conjunto de lo que
sucedía en el altar nos presenta la cruz. Dos verdades
fundamentales se desprenden del altar de bronce y de los
sacrificios que eran ofrecidos en él.
- La necesidad de la sangre para quitar el pecado. Esta
verdad es puesta en evidencia desde Génesis hasta
Apocalipsis: "La paga del pecado es muerte"
(Romanos 6:23); la sangre derramada nos habla de la muerte
del culpable o de una víctima ofrecida en su lugar. No
hay otro medio para quitar el pecado de delante de
Dios; - La doctrina esencial de la sustitución:
según el pensamiento
de Dios, una víctima sin defecto puede ser ofrecida en
lugar del culpable, tal el carnero ofrecido en lugar de Isaac
(Génesis 22), o el cordero de la Pascua que murió
en lugar del primogénito (Exodo 12). "Cristo
padeció una sola vez por los pecados, el justo por los
injustos" (1 Pedro 3:18); "al que no conoció pecado, por
nosotros lo hizo pecado" (2 Corintios 5:21).
La rejilla de bronce del altar, la que soportaba el
fuego del juicio, nos recuerda también a Cristo, quien
pasó a través del fuego del juicio de Dios. Al ser
así sondeado en todo su ser, no manifestó
más que sus propias perfecciones.
Los sacrificios eran ofrecidos sobre el altar:
holocausto, ofrendas
vegetales, sacrificios de peces,
sacrificios por el pecado o por la culpa (Levítico Caps. 1
al 7).
Detengámonos un momento en el sacrifico por el
pecado, tal como es presentado en Levítico 4:27-35. He
aquí un ejemplo de un israelita que, habiendo desobedecido
uno de los mandamientos de Jehová, "se hiciere culpable"
(V.M), y que luego consiente de su pecado. Es el Espíritu
Santo el que convence de pecado por medio de la Palabra. Durante
mucho tiempo un
hombre puede
permanecer indiferente a los pecados que cometió,
así como también a su estado de
pecado delante de Dios, pero llega un momento en que, en su
gracia, Dios interviene por medio de su Espíritu para
producir en él ese sentimiento de culpabilidad.
¿Qué debe hacer entonces? El israelita
debía: "traer su ofrenda" una cabra o un cordero sin
defecto (v. 28,32). No bastaba saber como debía proceder
para que el pecado fuese perdonado, sino que era preciso traer
efectivamente una ofrenda: Ir a buscar en su rebaño un
animal sin defecto y atravesar todo el campamento para conducirlo
hasta la puerta del atrio para llevarlo al altar. Llegado
ahí, el israelita debía poner su mano sobre la
cabeza del sacrificio, colocando así sobre esta
víctima inocente y sin defecto, el pecado del cual se
había reconocido culpable. Luego, él mismo
debía degollar la víctima. Es preciso que un o
personalmente a la cruz, que reconozca su pecado, que acepte que
este haya sido llevado por la Víctima santa, "sin mancha y
sin contaminación" (1 Pedro 1:19), castigada
por el juicio de dios en lugar del pecador.
El Sacerdote tomaba la sangre de la víctima, la
ponía sobre los cuernos del altar y vertía el resto
al pie del altar; luego quemaba la grasa y hacía
propiciación por el culpable. Este sacerdote nos habla de
Cristo, quien lo hizo todo por la purificación del
pecador. La Palabra declara entonces formalmente en dos
ocasiones: "y será perdonado" (v.31 y 35). El israelita
podía volver a su tienda con la seguridad de
haber sido perdonado, no porque sintiera algo en sí mismo,
sino porque estaba escrito en la Palabra inspirada: "Y
será perdonado". Igualmente hoy, la obra de Cristo nos da
la seguridad de la Salvación, pero es la Palabra de Dios
la que nos da la certidumbre de ello: "El que cree en el Hijo
tiene vida eterna" (Juan 3:36; ver también Hebreos 10:10 y
14). Si alguien no esta seguro de su
salvación, tome su Biblia y bajo la mirada de Dios acepte
lo que esta escrito y créalo.
Para los holocaustos (Levítico 1) el israelita
que se acercaba al altar debía también "poner su
mano sobre la cabeza del holocausto" (v.4.). En este caso no se
trataba de ser perdonado; aquel que traía la ofrenda ya
estaba perdonado, pues precedentemente había tenido que
traer un sacrificio por el pecado. Ofrecía este holocausto
como prueba de agradecimiento y de adoración. De alguna
manera los méritos de aquella. Dios "nos hizo aceptos en
el Amado" (Efesios 1:6). Dios ve a los suyos en Cristo; a causa
del holocausto que sube "a Dios en olor fragante"
(5:2).
2. La Fuente de Bronce
(Exodo 30:17-21; 38:8)
La Fuente de Bronce, cuyas dimensiones no nos han sido
dadas, estaba situada entre el altar de Bronce y el
Tabernáculo. No servia para ofrecer sacrificios, sino para
lavarse en ella, lo que Aarón y sus hijos debían
hacer cada vez que entraban al altar para ofrecer un
sacrificio.
En Juan 13 el Señor Jesús mismo nos
muestra la
significación de la Fuente de Bronce. Al celebrar la
ultima cena con sus discípulos, Él se levanta de la
mesa y se pone a lavar los pies de ellos. Pedro no quería
que lo hiciese con él, pero Jesús le dice: "El que
esta lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues todo esta
limpio" (v.10).
Para aquel que tiene todo el cuerpo lavado, es decir,
que ha pasado por el nuevo nacimiento a la conversión no
es necesario repetir lo ha sido cumplido una vez para siempre
(Tito: 3:5); pero ocurre demasiado a menudo que el creyente, a
causa de la carne que está aun en él, ha pecado, ha
manchado sus pies en el camino. No se trata entonces de ser
"convertido" de nuevo, sino de que sus pies sean lavados. El
Señor muestra por medio de la Palabra en que se ha
faltado; luego es preciso confesar su falta a Dios (1 Juan 1:9) y
recordar que por ese pecado Cristo murió (véase
también la figura de la novilla roja en Números
19). Una vez que el rescatado lavó así sus pies,
puede tener parte con el Señor, es decir, gozar de la
comunión con Él. Pregunto ¿Por qué no
practicamos en el Templo?.
En efecto: cuando un creyente ha faltado, la
comunión con el señor se interrumpe. No hay
más gozo, ni gusto por la Palabra. La salvación no
se pierde. La vida eterna está siempre allí, pero
hay una nube. Es necesario pues, volver al Señor,
confesarle la falta, discernir sus causas juzgándose a uno
mismo, recordar la eficacia de sus
sacrificios, y entonces es cuando uno es restaurado. Pero
recordemos siempre que todos los recursos
están a nuestra disposición para no ceder al
pecado, tal como lo escribe el apóstol Juan: "Estas cosas
os escribo para que no pequéis" (Juan 2:1).
Es importante realizar cada día ese juicio de
nosotros mismos y ese lavamiento de los pies; pero, así
como los sacerdotes debían hacerlo antes de entrar en el
santuario o antes de acercase al altar, es particularmente
importante que lo hagamos, cada uno para sí, antes del
culto y antes de tomar parte en la cena, según la
enseñanza de 1 Corintios 11:26-32. En esos
versículos se nos revela que cualquiera que come el pan o
bebe la copa del Señor indignamente será culpable
respecto del cuerpo y de la sangre del Señor. Pero no se
agrega que a causa de la mancha del camino sea menester para
abstenerse de la cena; al contrario, se añade:
"pruébese cada uno así mismo, y coma así".
Antes de entrar en el santuario, juzgarse a sí mismo,
pasar por la fuente de bronce, y así comer. Con un
profundo sentimiento de lo que es la gracia que, a causa
únicamente de la obra de Cristo, nos permite acercarnos,
se participará en el memorial de su muerte para responder
a su último deseo.
Descuidar el diario juicio a nosotros mismos y
participar de la cena en tal estado nos expone a juicio del
Señor. Así muchos en Corinto estaban
débiles, enfermos o incluso dormían, es decir,
estaban muertos; pero vemos en ello una enseñanza
también moral, pues si
dejamos de enjuiciarnos a nosotros mismos y tomamos la cena con
ligereza (abstenerse en tal vez aún más grave),
estaremos espiritualmente débiles, o enfermos (¡Una
oveja enferma se aparta del rebaño!), o incluso seremos
vencidos por el sueño espiritual (Efesios 5:14). Si tal es
el caso, cuan importante es despertarse, "levantarse de los
muertos" (V.M) para reencontrar la luz de la faz de
Jesucristo.
La Fuente de Bronce había sido hecha con los
espejos de las mujeres que velaban a la puerta del
tabernáculo de reunión (Exodo 38:8). Ello configura
una doble enseñanza:
- Los espejos nos hablan, según Santiago 1:23,
de la Palabra de Dios, la cual pone en evidencia nuestras
faltas, la suciedad de nuestros pies; - Las mujeres que se allegaban al Tabernáculo de
Reunión con aquellos que buscaban a Jehová (Exodo
33:7) tenían un corazón
dispuesto para Él. Como gozaban de su Presencia, les fue
fácil abandonar gozosamente por el Señor lo que
precedentemente era objeto de vanidad.
3. La Mesa de los Panes de
la Proposición (Exodo 25:23-30; Levítico
24:5-9)
La mesa, de pequeñas dimensiones (dos codos de
largo, un codo de ancho y ½ codo de alto) era de madera de
acacia (o de Sittim), cubierta con una lámina de oro puro.
Era, evidentemente, una figura de Cristo llevando a su pueblo
ante Dios.
Los panes sobre la mesa, en número de doce
(Levítico 24:5-9), tienen un doble significado. Hechos de
flor de harina, recubiertos de incienso, como la ofrenda vegetal
(Levítico 2), nos hacen pensar:
- Primeramente en Cristo, alimento de los sacerdotes en
el Lugar Santo. Este alimento le es indispensable al Hijo de
Dios que quiere crecer en un estado de "un varón
perfecto" (Efesios 4:13) y no permanecer un niño en
Cristo. Sin alimento, un niño o una planta se marchitan.
Pero el alimento debe ser sano, sino el niño o la planta
perecen. Nuestro "hombre interior" está formado por el
alimento espiritual. El Salmo 144:12 expresa esta
oración: "Sean nuestros hijos como plantas
crecidas en su juventud".
Meditemos a menudo acerca de la persona del
Señor Jesús, busquémosla en los evangelios
y en toda la Palabra. Un hermano decía: "¡Si no
has hallado a Cristo en esta pagina de la Biblia, es que has
leído mal!". "Escudriñad las Escrituras…
Ellas son las que dan testimonio de mí" (Juan 5:39).
Señalemos de paso que Cristo como alimento
también nos es presentado en la ofrenda vegetal, en el
sacrificio por el pecado, en el sacrificio de paz, en el
sacrificio de consagración y en el cordero de la Pascua;
por otra parte, como maná y trigo del
país; - En los Santos: Vistos en Cristo, teniendo su naturaleza
(flor de harina), aceptos a Dios (incienso), en el orden
establecido por Dios (seis por hilera), tal como los describe
por ejemplo la epístola a los Colosenses. Son los
creyentes a la luz del Santuario, en su posición ante
Dios; una moldura de un palmo alrededor de la mesa
impedía que los panes pudieran caerse, lo que es emblema
de la seguridad que los rescatados tienen en
Cristo; - En las doce tribus de Israel, sea
en la época del desierto, sea en tiempo futuro, cuando
la administración en la tierra
sea confiada a ese pueblo; y, en el santuario, siempre
presentes en el pensamiento de Dios (Romanos 11).
4. El Candelero
(Éxodo 25:31-40; Levítico 24:1-4; Números
8:1-4)
Contrariamente a los otros objetos del
Tabernáculo hechos de madera de Acacia recubierta de oro,
el candelero era totalmente de oro puro, forjado en una sola
pieza. Él nos habla de lo que es esencialmente divino. Era
de oro batido ("labrado a martillo"), recordando que aquel a
quien representa Cristo pasó por el sufrimiento. El
becerro de oro, por el contrario, había sido simplemente
fundido (Exodo 32:34). El propio candelero, pues, es una figura
de Cristo, mientras que el aceite es, como en toda la Palabra,
una figura del Espíritu Santo.
Uno de los elementos del candelero que es mencionado
varias veces lo constituyen las flores de almendro. Esas flores
nos hacen pensar en la vara de Aarón que había
brotado, producido flores y almendras, tal como vemos en
Números 17:8, lo que es una figura de la
resurrección de Cristo. El almendro, según
Jeremías 1:11-12, manifiesta que Dios cumple sus promesas
en Cristo. Precisamente fue un Cristo resucitado y glorificado el
que dio el Espíritu Santo a los suyos.
En el conjunto formado por el candelero, el aceite y las
siete lamparas ardiendo en el santuario se puede ver
también a Cristo tal como es presentado por el
Espíritu Santo por mediación de los vasos humanos
del ministerio.
En efecto, bajo este aspecto, había necesidad de
"despabiladeras" (Exodo 25:38) para quitar todo lo que
habría impedido el libre curso del aceite para producir la
luz. Por otra parte, las siete lamparas nos muestran que el
ministerio de Cristo por el Espíritu se ejerce mediante
diversos canales.
Vemos al candelero brillar bajo cinco
aspectos:
El Señor Jesús, al hablar del
Espíritu Santo, dice: "Él me
glorificará; porque tomara de lo mío, y os lo
hará saber" (Juan 16:14).- Hacia delante de él (Exodo 25:37), pues el
mayor y primer testimonio que da el Espíritu Santo es
respecto del mismo Cristo; por eso el primer objeto que
atraía las miradas al entrar al santuario era el
candelero totalmente iluminado. - El candelero iluminaba la mesa de los panes (Exodo
26:35); es el Espíritu Santo que pone evidencia la
posición de los santos en Cristo en el
santuario. - El candelero brilla en Números 8 en
relación con la purificación de los levitas: es
el Espíritu Santo quien debe dirigir todo servicio
para Dios y ser su motor. - En Levítico 24 vemos el candelero al comienzo
de un capitulo en el cual va a manifestarse la oposición
a Dios en medio de Israel: la apostasía. Frente al mal
que se introduce en el pueblo de Dios, únicamente el
Espíritu Santo es el remedio. - En Éxodo 27:21 y 30:8 se ve que el candelero
ardía toda la noche. (Cabe hacer notar que, en el templo
de Ezequiel, durante "el día" del milenio, no hay
candelero). Solo durante la noche del rechazo y la ausencia de
Cristo el Espíritu Santo ilumina el santuario en la
tierra y
produce la oración de intercesión y el
culto.
Si bien el alimento es indispensable para crecer, la luz
no es lo menos. Una planta ubicada en un lugar oscuro, aunque sea
bien regada, perecerá. Un joven cristiano que no ande en
la luz no puede hacer progreso alguno. Al contrario, se
apartará cada vez más del Señor. Y la luz
del Espíritu Santo generalmente no se apaga en forma
súbita para nosotros, sino que dejamos poco a poco que una
cosa primero y luego otra se coloque entre el Señor y
nosotros como un ligero velo, el cual se va espesando más
y más hasta privarnos de la comunión con Él,
del gozo de su Persona y trabar la acción del
Espíritu Santo en nosotros. Entonces no puede haber ni
crecimiento, ni gozo. ¿Qué es necesario hacer?
Volver a Él con oración, buscar su rostro y tomar
el tiempo necesario para pasar con Él, como María
(Lucas 10:38-42) si es posible horas que se dejen correr hasta
que Él nos haya devuelto el gozo de nuestra
salvación.
5. El Altar de Oro (Exodo
30:1-10)
El Altar de Oro era de dimensiones mucho más
reducidas que el Altar de Bronce, o sea un codo de ancho, un codo
de largo (cuadrado) y dos codos de alto. Era de madera de Acacia
cubierta de oro puro y nos habla esencialmente de Cristo. Ubicado
frente al velo (v.6), esta legítimamente ligado al Arca y
al Propiciatorio.
En el Altar de Oro el sacerdote ofrecía el
perfume, mientras afuera el pueblo oraba (Lucas 1:9-10). Es una
hermosa figura del Señor Jesús que presenta a Dios
las oraciones de su pueblo, ya sea como intercesión, ya
sea como adoración (Apocalipsis 8:3-4).
En el Altar de Oro, el Sumo Sacerdote intercede por el
pueblo, tal como Cristo en Juan 17, Hebreos 7:25 y Romanos
8:34.
Pero también al Altar de Oro puede acudir hoy el
Hijo de Dios para ofrecer el incienso, es decir, las perfecciones
de Cristo que suben hacia Dios. Tal es el culto, el servicio
más elevado del cristiano. Es un culto que se ofrece ante
todo en Asamblea (1 Pedro 2:5), pero cada uno de nosotros
¿no puede, mañana y tarde como el sacerdote con el
incienso, hacer subir a Dios su reconocimiento por el Don
inefable de su Hijo?.
El incienso era únicamente para Dios (Exodo
30:34-38); ni podía ser ofrecido más que en el
lugar Santo y no debía ser consumido por fuego
extraño, sino solamente por el tomado del Altar de Bronce
(véase Nadaba y Hábil en Levítico 30:34-38).
¡Cuán importante que estemos recogidos en el
sentimiento de su Presencia cuando abrimos la Palabra o nos
acercamos a Dios en oración, o más aun cuando
estamos reunidos alrededor del Señor en Asamblea!. La
distracción, los vistazos, las lamentables sonrisas que se
intercambian entre banco y banco,
incluso durante el culto, son, sin exageración, una
iniquidad en el Lugar Santo, nada de la carne debe ser tolerado
allí. ¡Y que decir de la prisa de ciertas personas
que antes de finalizar el culto se preparan para
salir!.
Por otra parte, sólo a Dios, Padre e Hijo, se
dirigen nuestras oraciones y nuestra adoración. En ninguna
parte de la Palabra vemos que las oraciones deban ser dirigidas a
alguien más. Sólo Él puede ser el objeto del
culto: ¡"Inclínate a Él, porque Él es
tu Señor"! (Salmo 45:11).
En las ordenanzas para el Tabernáculo dadas por
Dios a Moisés, en los capítulos 25 a 27, el Arca
ocupa el primer lugar. De igual manera, cuando Dios se nos
revela, parte del Santuario y sale hacia el Atrio; nos presenta
primeramente lo que es el objeto supremo de su Corazón; la
Persona de Cristo. Cuando consideramos el camino por el cual
nosotros nos acercamos a Dios, acudimos primeramente al Atrio, al
Altar, luego a la fuente y sólo entonces podemos entrar en
el Santuario. Por eso en nuestra charla hemos colocado ante
nuestros ojos en estos capítulos, es sin duda porque la
Persona de Cristo debe tener el primer lugar en nuestro
corazón. En el Salmo 132 vemos que importancia
tenía el Arca para David. Es notable que este Salmo este
seguido por el 133, en el cual se ve "Cuán bueno y cuan
delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía". Es
preciso primeramente el Centro para que la reunión se
realice.
No se podía ver el Arca más que en el
Lugar Santísimo. El acceso a Él esta abierto para
nosotros hoy en día; pero conviene que al ocuparnos en la
Persona del Señor lo hagamos siempre con la mayor
reverencia.
El Arca tenía 2 ½ codos de largo, 1
½ de ancho, 1 ½ de alto, estaba hecha de madera de
acacia y de oro puro (para las tablas no se dice de oro puro),
pues una figura de la Persona de Cristo, "el Verbo (La
Palabra)…hecho carne" (Juan 1:14), "Dios…
manifestado en carne" (1 Timoteo 3:16). ¡Misterio ante el
cual adoramos! Pero de ninguna manera nos conviene querer hacer
la disección de la humanidad perfecta (la madera de
acacia) de la divinidad (el oro), siempre presentadas en la
Palabra maravillosamente unidas en una sola Persona, tal como nos
la revelan los evangelios y otras páginas de la Escritura. Por
haber querido mirar el Arca, los hombres de Bet-Semes murieron (1
Samuel 6:19) y, por haber tocado el Arca, Uza fue herido de
muerte (2 Samuel 6:6-7).
Una cornisa o coronamiento de oro se encontraba
alrededor del Arca (Exodo 25:11), hablándose de la excelsa
gloria de Cristo, pero formando también como una especie
de protección contra toda irreverencia ante el ministerio
de su Persona (la misma cornisa se ve en el Altar de Oro y en la
Mesa de los Panes).
Como los otros objetos del Tabernáculo, el arca
estaba unida de varas para llevarla. Estas últimas tienen
una importancia particular en la relación con el Arca, sea
que se piense en todas las etapas que ella recorrió desde
Sinaí hasta su reposo final en el Templo de Salomón
(1 Reyes 8:8), sea que una vez más haga subrayar la
santidad de lo que representaba el propio Cristo: el Arca siempre
debía ser llevada en andas y no puesta en un carro (1
Crónicas 15:2).
En Números 4:4-5 vemos el Arca marchando a
través del desierto, cubierta azul, tal como Cristo en
este mundo: "el que viene del cielo" (Juan 3:31). Bajo el azul,
las pieles de tejones cubrían sus glorias diversas: el
velo (v.5) el cual era el único que podía estar en
contacto con el Arca misma. "No hay parecer en Él, ni
hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos"
(Isaías 53:2). Sólo la fe podía discernir
las glorias del velo, bajo las pieles de tejones. En cuanto a la
propia Arca, "nadie conoce al Hijo, sino el Padre" (Mateo 11.27).
Es el inescrutable misterio.
En el desierto (pero después de haber pasado el
Jordán), el Arca es llamada "El Arca del Testimonio"
(Exodo 25:16). Hubo en el desierto de este mundo un Testigo fiel
que respondió en todo a la voluntad de Dios (tablas de la
ley en el
Arca) y que le glorifico en la tierra.
En Números 10:33 tenemos "el Arca del Pacto",
base de las revelaciones de Dios con su pueblo; y por
último, está "el Arca de Jehová", cuando se
trata de mostrar su poder, como en
el Jordán, en Jericó o en la casa de Dagón
(Josué 4:5; 6:6-13; 1 Samuel 5:3).
7. El Propiciatorio (Exodo
25:17-21)
El Arca era un cofre y tenía una tapa llamada
propiciatorio. El término hebreo traducido por
propiciatorio deriva "cubrir o cubierta". En el Antiguo
Testamento, la propiciación (expiación en la
Reina-Valera 1960) de los pecados significa que estos eran
"cubiertos", como en el Salmo 32:1; mientras que en el Nuevo
Testamento, una vez que la obra de Cristo fue cumplida, los
pecados son "quitados" (Hebreos 9:26; 10:4, 11-18). La palabra
propiciatorio, traducida en la versión alemana por
"Gnadenstuhl" y en la versión inglesa por "mercy-seat"
(sea "el asiento de la gracia")- contiene también la idea
de gracia, de misericordia.
El propiciatorio estaba enteramente hecho de oro puro,
lo que nos habla de la justicia
inherente a la naturaleza divina. Por otra parte, encima del
propiciatorio había dos querubines de oro batido, de una
sola pieza con el propiciatorio. Los querubines, asiento del
trono de Dios (Salmo 80:1; 89:14), hablan fundamentalmente del
juicio de Dios; así la justicia divina reclama el juicio
inexorable de Dios sobre su pueblo pecador; el cual de ninguna
manera observo la ley (Exodo 32:19).
Pero los querubines y el propiciatorio estaban colocados
sobre el Arca, que es como decir sobre Cristo, quien si
cumplió plenamente la voluntad de Dios y la
permitió a esta el cumplimiento de amor a favor
del hombre (el Arca contenía las tablas de la ley); luego,
sobre el propiciatorio, se encontraba la sangre de la
víctima que el sacerdote había llevado allí
el gran día de la expiación (Levítico
16:14-15). Los querubines no tenían una espada, como en
Edén, sino, al contrario, alas para proteger, y sus
rostros uno enfrente del otro – estaban vueltos hacia el
propiciatorio, es decir, ¡miraban la sangre!.
El conjunto – el Arca, el Propiciatorio y los
Querubines – vino a ser así no ya trono de Dios en
juicio, sino el de la gracia. Todo nos habla de Cristo y de su
obra; vemos en ello, de una manera sorprendente y profunda,
cómo Él respondió plenamente a la justicia y
al amor de Dios (Salmo 85:10), el trono de la gracia esta fundado
sobre la obediencia de Cristo hasta la muerte.
El propiciatorio era el lugar de encuentro de Dios con
el hombre den
un doble sentido:
- Aarón, el sacerdote, representando al pueblo
ante Dios, acudía con la sangre. - Moisés, el enviado de Dios, el apóstol,
recibía allí los mensajes de Dios para el pueblo
(Exodo 25:22).
El Señor Jesús, en Hebreos 3:1,
reúne el doble carácter de Moisés y de
Aarón cuando . . es llamado el "apóstol y sumo
sacerdote de nuestra profesión".
8. Contenido del Arca
(Hebreos 9:4)
Las primeras tablas habían sido quebradas
ente la idolatría del pueblo (Exodo 32:19). Las
segundas tablas nos son presentadas en Deutoronomio 10:3-5
como no hechas hasta después de la construcción del Arca y colocadas
allí en cuanto a Moisés descendió del
monte: solo Cristo podía cumplir la ley de Dios (Salmo
40:8); solo a causa de Él, figurado por el
pueblo.- Las Tablas de la Ley
- La Vasija de Oro (Exodo 16:32-34)
Esta vasija de oro que contenía el maná
nos presenta dos pensamientos:
- La fidelidad de Dios, quien durante cuarenta
años había alimentado a su pueblo a través
del desierto; convenía tenerlo presente: "te acordaras
de todo el camino" (Deuteronomio 8:2). - Ella es un memorial de Cristo descendido del cielo,
pan de vida, alimento de su pueblo en el desierto (Juan
6:31-38, 58).
Cabe señalar al respecto que los israelitas
recogían cada día un omer de maná; tal es
nuestra parte: alimentarnos de Cristo cada día. Pero el
último versículo de Exodo 16 nos dice que "un
gomer (u omer) es la décima parte de un efa", vale decir
que lo poco que podemos captar de Cristo aquí abajo no
es más que una débil parte de la plena medida que
tendremos en la gloria.
- La Vara de Aarón (Números
17)
Esta Vara, que, había brotado, producido flores y
almendras, nos habla de la gracia y de la resurrección.
Así, todo lo que el Arca nos enseña acerca de la
Persona de Cristo es completado por su contenido: su obediencia
perfecta, su humillación como descendido del cielo, su
gracia y su resurrección.
Notas de Estudio del curso de discipulado en el area
musical
Autor:
Juan Anca Hurtado