Indice
1.
¿Qué somos y qué debemos
ser?
2.
Crisis de valores. ¿responsabilidad de
quién?
3. El Unicornio perdido o la promesa
anunciada…
5. Bibliografía
1. ¿Qué
somos y qué debemos ser?
En todos los tiempos el problema de la moral, el
bien y el mal ha inquietado a todos. Los actos del hombre
están signados por la moralidad o la inmoralidad y
dependen del juicio personal tomando
en cuenta la norma y lo que se impone como obligatorio. Al
mencionar la moral estamos
entrando en el campo axiológico o filosofía de
los valores;
igualmente de la ética,
entendida como el estudio de los juicios de valor. Las
mismas plantean: ¿Qué debo hacer? Y
¿Cómo debo vivir? Parece prudente fijarnos bien en
lo que hacemos y procurar "saber vivir", como lo plantea Savater
(1997).
A través de la vida el ser humano configura sus
valores por la
necesidad que tiene de comprometerse con determinados principios
éticos que le permiten evaluar sus acciones y la
de los demás. Son el fundamento por el cual hacemos o
dejamos de hacer algo en un determinado momento, los mismos se
adquieren por impregnación de la cultura,
inicialmente son heterónomos respondiendo a las normas
establecidas por otras personas. Luego de tener la
convicción razonada de que algo es bueno o malo y de
interiorizarlo, entran en juego un
conjunto de valores que expresan cómo la persona ve al
mundo y cómo se sitúa en él de acuerdo a su
propia escogencia.
Analizar el término va mucho más
allá de una simple conceptualización, es necesario
abordar el tema y reflexionar. ¿Qué está
sucediendo?. De forma subliminal se reciben a diario mensajes:
"cuánto tienes, cuánto vales", esto posee una
implicación que define el valor instrumental, mediatizando
la esencia, anteponiendo bienestar económico, es el mismo
que hace referencia a los medios para
lograr fines que trascienden no a lo humano, sino a lo meramente
material. Una baja evidente del nivel cultural y moral de la
sociedad
contemporánea radica en este aspecto. Hay gente tan
preocupada en lograr dinero,
poder y otros
medios similares que han relegado a un segundo plano los valores
intrínsecos, los cuales son un fin en sí mismos,
abstractos e ideales, como la justicia, la
libertad,
el amor y la
belleza.
La moralidad, tanto los móviles que la inspiran
como la consecuencia de la conducta, se
miden por el valor que la orienta; son muchas las definiciones
que existen para explicar este concepto, define
Obin (1998), el valor como: " Una referencia que permite marcar
el precio o el
carácter de perfección que se le atribuye a una
cosa o un ser". En esta definición se distinguen los dos
sentidos que puede tomar la noción, utilidad o valor
mercantil y la perfección o valor moral, interesa el
segundo sentido, un ideal a perseguir, utópico o no,
necesario para llegar a la profundidad del ser y su
esencia.
Los valores son creencias prescriptivas o si se prefiere
principios normativos y duraderos que nos sugieren una
determinada conducta o estado final
de existencia personal y social, preferibles a otros considerados
opuestos o contradictorios. En el sentido más amplio es
todo aquello que favorece la plena realización del hombre.
Caracterizarlos permite comprender su sentido intrínseco,
aún manifestándose un hecho que los
desvirtúa es posible acceder a ellos, su naturaleza
valente les permite sobrevivir; siendo intemporales han sido
confundidos con los ideales, de allí su diferencia con el
ser ente. Los valores son independientes, por eso hacen siempre
referencia al ser y son expresados como predicaciones de
éste.
2. Crisis de
valores. ¿responsabilidad de quién?
Esta disertación tiene como objetivo
determinar cuánta responsabilidad posee la escuela en la
transmisión de los valores
morales y las consecuencias que esto ha traído para
sociedad en general. Es la oportunidad para estimular la
reflexión en cuanto a intentar sentir las cosas cotidianas
como otros las sienten y las entienden, tal vez desde
perspectivas diferentes a las nuestras. Las discusiones sobre
este tema son indispensables para afrontar el panorama
actual.
Está claro que la educación y por ende
el maestro son el canal para dar un respaldo fundamental a la
formación del ser humano, capaz de afrontar el reto de una
realidad globalizada, este no es el único objetivo, el
valor de la vida, de la libertad, del trabajo y el amor
también son parte de este cometido; ahora bien, rescatar
lo perdido, desandar un camino plagado de errores no puede ser
únicamente tarea de la escuela, el quehacer educativo
solventa desde tiempos inmemoriales los entuertos de la
humanidad, es hora de aclarar ciertas verdades, tal vez
inconfesables por muchos y claras para unos pocos, que deben ser
expresadas.
En esta sociedad en crisis, donde la moral y la
ética son casi imperceptibles, la deformación del
sistema
axiológico ha generado polémicas. Es la escuela
blanco innegable de esta problemática, por ser la ductora
y guía de la humanidad durante siglos, sin embargo, no es
justo recriminar un hecho que nos concierne a todos. Es cierto
que la escuela es la encargada de afianzar los valores morales y
para consolidarlos se requiere que la sociedad colabore en esta
trascendental labor, acunánandolos, alimentándolos
y reforzándolos, con el fin de no desintegrar el camino
labrado, rompiendo la realidad en pequeños pedazos, que
luego, como ahora es casi imposible rescatar.
3. El Unicornio perdido o la
promesa anunciada…
Una transformación en valores y en la cultura
social, requiere metodologías no tradicionales. Es
menester aprender de los valores, comprenderlos, para que se
vuelvan parte del ser humano, así se conectan, se acoplan
en la subjetividad, es entonces cuando se convalidan en la
práctica cotidiana. Este es un proceso largo
que posee su propia dinámica y su propio tiempo.
Comprenderlo es parte del trabajo de los interesados en el
progreso personal y social, llámese escuela, familia, Estado,
sociedad en general.
En el ejercicio de los valores parece darse la característica del efecto potenciador, como
sucede con respecto a las necesidades humanas; la práctica
de un valor puede ser el aprecio por la verdad, se refuerza y
consolida con el ejercicio de otro, como lo son el sentido de
justicia y la búsqueda de la igualdad. Si
en una cultura no se respeta la justicia y la igualdad el valor
de la verdad se verá disminuido a unos pocos practicantes,
imposible creer en verdades a medias.
Las promesas del cambio deben
ser alimentadas cuidadosamente, así como la
participación dentro de nosotros mismos y en la sociedad.
Para eso es necesario saber escuchar, hacerse escuchar, superar
el silencio, virtudes poco cultivadas en nuestro medio. Cambiar
nuestras visiones, no es sólo corregir los errores,
esperando que los mejores tiempos llegarán. Esta es una
posición que supone que al enmendar los yerros del pasado
automáticamente las cosas cambiarán, la experiencia
nos ha enseñado que esto es sólo parte de la
solución. En el cumplimiento de sus funciones la
escuela ha tenido una presencia destacada; sin embargo, no es
suficiente, es fundamental acabar con la desmesurada parsimonia
que ha caracterizado el sistema educativo en los últimos
tiempos, hay que recomenzar a crear, no promesas, sino esfuerzos
verdaderos, sinceros, que estimulen realmente una
transformación y no sólo esperanzas
efímeras, la sociedad necesita reencontrarse con su
esencia y esto no será posible si no se extrae lo vital,
afianzando, aprehendiendo esas murallas que se atraviesan en el
camino y que pueden ser positivas si las moldeamos hacia el
devenir sincero de la humanidad y enseñándole al
ser humano a ser coopartícipe de los cambios.
El fin de la educación de hoy, es mejorar o
romper con los esquemas anteriores; es formar al niño en
su praxis social con la intención de orientarlo y guiarlo.
La escuela dentro del marco axiológico es la
conexión inmediata que favorece al alumno en su desarrollo
cognoscitivo-afectivo hacia una nueva proyección de
vida.
Obin (1998) Subraya una reflexión sobre lo que
hace o debe hacer la escuela "…en el sentido amplio como el
conjunto de práctica social que permiten a un niño
llegar a ser un hombre adulto". Evidentemente, esto se logra en
la medida que la misma enmarque un currículo más
humano y cónsono con la realidad social; primeramente
autónoma, que funcione con lineamientos
democráticos, libre de tomar decisiones y de realizar
proyectos;
integradora donde participen conjuntamente los docentes, alumnos,
representantes y la comunidad en
general, además transformadora, generadora, con
espíritu estimulador a fin de llevar a cabo las
actividades educativas, solventando los problemas que
generan los contravalores (falta de respeto, inseguridad,
violencia
extrema…) Obviamente la escuela al adaptarse a las necesidades
del niño puede brindar mejoras y cambios productivos
ofreciéndole ese derecho de vivir.
"Vivir en democracia es
un derecho humano que el niño debe poder ejercer en la
escuela" (La Cueva , 1996: p. 45) Ante una sociedad variante, la
educación institucionalizada le ofrece al alumno
cúmulos de conocimientos académicos, en
oportunidades obviando la educación moral. Para Carrera y
otros (1997) las instituciones
educativas deben ocuparse de los valores, para que éstos
formen parte de la educación integral que necesita todo
individuo, ayudándolo a construir sus propios criterios,
permitiéndole tomar decisiones, que sepa cómo
enfocar su vida y cómo vivirla y orientarla. Es el docente
el mediador fundamental en la educación y
activación de valores; por tanto, se requiere que sea:
proactivo, reflexivo, autónomo, estimulador e innovador,
preparado para abordar cualquier hecho que ponga en peligro la
estabilidad del ser.
En atención a lo planteado, es menester atender a
tiempo las necesidades del niño, no sólo
académicas, sino todo ese bagaje de sentimientos que lo
sitúan en el Universo como
un ente feliz o no, a la vez tomando en consideración, la
etapa del desarrollo cognoscitivo en la que se encuentra
éste. Partiendo de esta posición se continúa
la labor educativa; además de la búsqueda del
saber, educar en valores presenta un panorama que permite
afianzar la solidaridad, la
convivencia, la honestidad, y la
perseverancia.
El individuo necesita transferir su experiencia, al
adquirir las herramientas
necesarias que le permitan desenvolverse ante una sociedad que
exige cambios constantes, será capaz de resolver problemas
y afrontar con entereza las dificultades. La importancia de esta
misión,
es lograr en los alumnos: integración, cooperación, motivación
y autonomía, con el fin de que se desenvuelvan de manera
óptima en su entorno.
La conexión escuela-hogar-sociedad, posee sentido
cuando los objetivos
conjuntos son
lograr un individuo ejemplar. Esta trilogía es la senda
por la que se debe encaminar un país que desea solventar
la crisis moral. Educar en valores implica la
consolidación exclusiva del esfuerzo de todos. No
solamente la escuela es la responsable de formar éstos,
sino que es una cuestión global. Según Gonzalez
(1999) " Los valores existen en el individuo como formaciones
motivacionales de la
personalidad que orienta su actuación hacia una
satisfacción de sus necesidades". Recomenzar no es la
clave, lo justificado es bosquejar un mundo a partir de tropiezos
y posibles desvíos, lo fundamental, es darle "al valor el
valor" según el contexto histórico y social en el
que se vive, adueñándonos de lo único que es
verdaderamente nuestro, la dignidad y la esencia de nuestra
cultura.
El hacer sentir a los demás
importantes
es apreciarse a sí mismo…es valorar la vida
y es vivir la vida con amor.
Carrera y otros. (1997). Cómo Educar en Valores.
Madrid. Ediciones NARSEA, S.A.
Gonzalez. (1999). Educación Superior. Revista Cubana
Vol. XIX " 2. Unesco.
La Cueva. (1996). Escuela, Democracia y Desarrollo Moral.
Caracas. Revista de Educación # 179.
Obin. (1998). Ejerciendo la Ética en la escuela. Caracas.
CINTERPLAN.
Savater. (1997). Etica para
Amador. Barcelona.España.
Editorial Ariel.
Autor:
Lic. Carla A. Cittón Fiorillo
Venezuela,
Junio/2000