1.
Introducción
2.
Aspectos
Fisiológicos
3.
Aspectos
Psicológicos
4.
Caracterización del enfermo
cardíaco
6. Características según el
patrón de
personalidad
7. Influencia del
estrés
8. Mecanismos para combatir el
estrés
9. Concepto de
autoestima
10. Temor a la
muerte
11. El trabajo y su
relación con la
autoestima
12. Relación de pareja del
enfermo
cardíaco
13. Concepto de
familia
14. Concepto de
Pareja
15. Principios funcionales de las
relaciones de
pareja
16. Impacto de la enfermedad en el
sistema familiar
17. Alteraciones de la respuesta
emocional
18.
Propuestas
19.
Bibliografía
1. Introducción
Aspectos fisiológicos y Psicológicos del
Infarto de Miocardio
La enfermedad cardiovascular constituye la primer causa de
mortalidad, más del 50% de tales fallecimientos son debido
a cardiopatías coronarias.
No es de extrañar que la reacción del
paciente sea de un miedo sobrecogedor cuando se entera de que su
corazón
está lesionado, en especial si la afección impide
un funcionamiento adecuado.
El corazón
constituye la parte impulsora del aparato
circulatorio, mediante contracciones rítmicas inyecta
sangre en los
vasos sanguíneos. El corazón es un órgano
hueco muscular, cuya posición insitu es asimétrica,
con su punta dirigida hacia adelante, abajo y alrededor de 60
grados a la izquierda.
Está ubicado en un espacio llamado Mediastrino
Anterior, que es el comprendido entre los dos pulmones, sus
cuatro cámaras están dispuestas en dos pares
funcionalmente similares, separadas entre sí por tabiques.
Cada par está formado por una aurícula de pared
delgada ( aurícula derecha e izquierda) y un
ventrículo de pared gruesa ( ventrículo derecho e
izquierdo). La sangre procedente
de todo el organismo ( exceptuando el pulmón) rica en
anhídrido carbónico y pobre en oxígeno (
sangre venosa) penetra en él a través de la
aurícula derecha y de aquí pasa al
ventrículo derecho, abandonando el corazón por la
llamada arteria pulmonar, de allí se dirige a los pulmones
donde toma oxígeno y libera anhídrido
carbónico. Circula por los vasos y finalmente por las
venas pulmonares llega a desembocar en la aurícula
izquierda, de aquí la sangre pasa al ventrículo
izquierdo abandonando el corazón por la arteria aorta. De
la aorta parten todas las arterias con sangre oxigenada que
nutren los distintos órganos y tejidos.
Así descrita la circulación sanguínea
discurre simultáneamente por dos circuitos
distintos, denominados mayor y menor. En el primero el bombeo se
realiza a través del denominado corazón izquierdo,
mientras que la circulación menor o pulmonar es impulsada
por el derecho. La circulación de la sangre en ambos
circuitos
depende de las contracciones rítmicas del músculo
cardíaco (miocardio).
El corazón trabaja a través de dos
movimientos llamados sístole y diástole.
Sístole es el momento del ciclo cardíaco durante el
cuál el corazón se contrae y envía sangre a
distintos sectores del organismo a través de los
ventrículos, cámaras destinadas a enviar o eyectar
sangre que han recibido de las aurículas. Diástole
es el momento del ciclo cardíaco en que el corazón
se dilata, es decir recibe sangre. En estos dos momentos o
movimientos, las válvulas del corazón cumplen un
papel
fundamental.
El infarto cardíaco es una lesión del
tejido muscular del corazón o miocardio debido a una
insuficiencia aguda de la irrigación sanguínea,
causada por una oclusión en las coronarias. La
región del miocardio que no puede ser irrigada por la
sangre sufre una carencia de oxígeno ( isquemia) que
provoca la muerte de
cada una de las células
musculares cardíacas ( necrosis) carentes de aporte
nutritivo. Si una arteria coronaria de grueso calibre se
obstruye, puede ser destruida una zona tan grande del
músculo cardíaco que se ocasiona la muerte
súbita.
Entre las causas que pueden ocasionar el infarto se
encuentran las emociones, tales
como sustos, enfados, miedos, sobre todo en individuos con
marcada debilidad de su sistema nervioso
vegetativo, el cual se encuentra al servicio de
los procesos
vitales de regulación automática que no dependen de
la conciencia (ej.
sensación de hambre y sed).
3. Aspectos
Psicológicos
El inicio súbito de esta enfermedad potencialmente fatal
plantea una crisis
importante a un individuo que hasta el momento podía
parecer completamente sano. De repente, nota síntomas
tales como debilidad intensa, un dolor opresivo atroz en el
tórax, pulso rápido, descenso de la presión
arterial y sudoración profunda. El paciente se da cuenta
de que algo va francamente mal y siente una necesidad urgente de
ayuda. Todas las facetas de la vida quedan interrumpidas sin
aviso previo y todas las energías y pensamientos del
individuo se concentran el proceso de
supervivencia.
Padecer una cardiopatía coronaria comporta un
cambio radical
en la rutina cotidiana del individuo. De forma súbita una
persona sana e
independiente pasa a ser desvalida e independiente.
Hasta aquí se muestra el
proceso
físico de la enfermedad, pero se debe advertir que
ningún enfoque es completo si no se incluyen los aspectos
psíquicos del enfermo. El hombre es
una unidad bio- psico- socio- espiritual. Ésta es una idea
aceptada plenamente en la actualidad, sin embargo no siempre fue
así. Durante mucho tiempo se
pensó al hombre
dividido en dos partes bien definidas: cuerpo y mente.
Sólo con los avances científicos de nuestra
época se puede comprender que el ser humano no está
literalmente partido en dos, sino que muy por el contrario,
constituye una unidad en la que todos sus elementos
interactúan y se manifiestan en cada una de sus
conductas.
La ciencia
muestra que no
puede continuar el estudio disociativo de su cuerpo, sino que
éste es un todo y por ende se exalta la importancia de la
íntima relación psicosocial y el funcionamiento
biológico.
La concepción psicosomática de la medicina incluye
factores psicológicos y sociales en la comprensión
del enfermar y de la salud. Constituye un intento
para superar los enfoques parcializantes del ser humano dados por
la separación mente- cuerpo en el modelo bio-
médico y arribar a una concepción de la
intrínseca unidad de la persona. La
palabra psicosomática manifiesta intención
integradora.
A través de una aproximación
holística, se abarcan todos los aspectos constitutivos del
ser humano ( biológicos, psíquicos y culturales).
Toda enfermedad llamada orgánica es comprendida de alguna
manera también como psíquica.
El acto médico ya no es separado de la
consideración acerca de quien sufre el estado
morboso y cuál es el sentido que adquiere en su
vida.
La vivencia de una emoción, de una
disposición de ánimo en determinada encrucijada
vital de un sujeto es al mismo tiempo, en
inseparable unidad, un acontecimiento somático. La
función somática y la vivencia son dos aspectos de
un mismo proceso estimulatorio. Esta participación de la
función somática difiere de persona a persona
frente a iguales situaciones conflictivas ambientales.
La personalidad
humana es el resultado de la
organización progresiva de múltiples y
complejas interacciones hereditarias, ambientales,
biológicas, psicológicas y socioculturales. En
cualquier momento de su acontecer biográfico hay
permanentes interacciones psicosomáticas entre todos sus
niveles de organización.
El hecho comprobable de la emocionalidad propia del
hombre no
puede explicar por si misma la patología
psicosomática. Es normal que una persona presente cambios
emocionales moderados en su estado de
ánimo frente a las eventualidades de la vida. Tales
estados traen aparejados pequeños trastornos funcionales
somáticos pasajeros frente a inevitables duelos,
pérdidas, éxitos y fracasos.
Estas situaciones de desorganización pasajera no
constituyen aun una enfermedad. Si los trastornos funcionales
somáticos tienden a reproducirse y organizarse en forma
estable frente a estímulos habituales, cotidianos,
demuestran incapacidad del individuo para enfrentar sus conflictos.
La actividad psíquica que elabora la
situación conflictiva, resolviéndola incluso cuando
no hay una salida en la realidad, es la característica humana más importante
de la madurez organizativa de la
personalidad. Es a través de su funcionamiento eficaz
que preserva el normal funcionamiento homeostático
corporal.
Cuando esa capacidad mental es insuficiente para
resolver sus conflictos con
la sola elaboración psíquica, se producen diversos
niveles de desorganización y cambios funcionales
regresivos que pueden ser pasajeros o progresivos, reversibles o
no.
La expresión somática es una posibilidad
más, entre las numerosas formas de presentación de
la desorganización patológica del individuo, cuando
no alcanza a resolver sus conflictos por medio de la
elaboración mental.
Sifneos en 1972 acuña el término
alexithymia ( A: privado, falta. Lexis: lenguaje,
palabras Thymos: emoción) refiriéndose a un
trastorno especifico de la función psíquica que
afecta la capacidad de verbalizar y expresar afectos, tanto como
la elaboración de fantasías.
Este disturbio cognitivo- afectivo resulta en una
limitación en la
comunicación afectiva. Descripto en pacientes
psicosomáticos sería una condición
predisponente para el enfermar psicosomático que puede
encontrarse también en personas que no presentan estas
enfermedades,
pero que, ante situaciones conflictivas, tienden a reaccionar con
desórdenes somáticos.
Los vínculos con la realidad de estos sujetos son
limitados, estereotipados y dependientes.
Con un mundo interno pobre, se caracterizan por estar
volcados a la acción como defensa para mantenerse
relacionadas con los afectos externos y sostener su frágil
y dependiente equilibrio de
gratificaciones.
Viven aferrados a las cosas y a las situaciones
concretas en conductas que muchas veces escapan a la
simbolización. El lenguaje
del sujeto también queda a nivel de la acción,
apegado estrechamente a la materialidad de los hechos y al uso de
las cosas. Sus capacidades asociativas son pobres, puesto que son
incapaces de atribuir a las personas o a los objetos otras
cualidades que no sean las que derivan de datos puramente
descriptivos, fruto de la percepción
directa, impersonal.
El infarto de miocardio es el evento más
traumático en el curso de la enfermedad cardiovascular y
sus concomitantes psicológicos están siempre
presentes cuando el paciente llega a la unidad
coronaria.
Las reacciones psicológicas al infarto de
miocardio pueden ser variadas, resultantes del temor a la muerte y a
la pérdida de confianza en sí mismo. Estas
reacciones oscilan de moderadas a exageradas y pueden conducir a
un proceso patológico de inadaptación.
La negación es un mecanismo defensivo para
enfrentar la angustia de una enfermedad aguda que puede amenazar
la vida. Muchos de los llamados infartos de miocardio sin dolor
pueden representar negación o interpretación
errónea voluntaria del significado de los síntomas
de dolor en el pecho. Sin embargo, un nivel adecuado de
negación puede resultar beneficioso para el
pronóstico al reducir el nivel de ansiedad y hacer
más favorable el curso clínico de la enfermedad, ya
que el estado de
ansiedad produce una mayor secreción de
catecolaminas.
Otro signo visible del mecanismo de negación es
la tardanza para entrar al hospital. Los pacientes que demoran su
entrada al centro médico tienen tendencia a negar la
importancia de sus síntomas, aun cuando experimenten
dolores agudos y sepan que están relacionados con un
problema al corazón. En ocasiones, los pacientes demoran
en solicitar asistencia o se automedican
Luego de varios días en la unidad coronaria, la
mayoría de los pacientes comienzan a mostrar
señales de preocupación. Se dan cuenta de que algo
les ocurre y de las consecuencias potencialmente graves – o
incluso fatales- de haber sufrido un infarto de miocardio. Les
preocupa la posibilidad de no poder
funcionar en su trabajo, o como maridos, o padres. Comienza
aquí un proceso de duelo por el rol y las actividades que
antes se ejercían y que ahora deberán
cambiar.
Uno de los mayores temores que se puede observar en los
casos estudiados, es el temor a la muerte. El
episodio de la enfermedad es un signo que indica que el sujeto
comienza a declinar en su esfera física.
Se produce una sensación de acercamiento a su
propia muerte y emociones
diversas. Los datos acerca de
este tema se recaban de manera indirecta, ya que se considera
movilizante para el paciente hablar sobre el mismo. Se
expondrá la teoría
y conclusiones acerca del mismo en el capítulo referente a
la autoestima
El objetivo
general de este trabajo de investigación es determinar los factores
psicosociales que inciden en la rehabilitación del enfermo
cardíaco. Para alcanzarlo, se indaga sobre los siguientes
aspectos: la relación con su pareja, la conexión
con la autoestima, la
incidencia del estrés y
se caracteriza también la
personalidad de algunos enfermos cardíacos.
4. Caracterización del enfermo
cardíaco
A fines de la década del ‘50
en los Estados Unidos
desde corrientes afines a la egopsychology y la
psiquiatría, basándose en la hipótesis de que algunos rasgos de personalidad
parecen asociarse en mayor medida a la aparición de
coronariopatías, atribuyen a los pacientes afectados de
enfermedad coronaria un tipo de personalidad o conducta
denominada Tipo "A " en contraposición a los patrones de
conducta tipos B
y C.
El trabajo más amplio sobre los aspectos
psíquicos de la enfermedad coronaria lo desarrolla el
cardiólogo M. Friedman y su equipo, consultado en
reiteradas oportunidades por especialistas en el tema.
5. Carácter y
Personalidad
La diferencia entre carácter y personalidad radica en que
: la personalidad es la totalidad, el "sistema
estructural" de las disposiciones e inclinaciones de un hombre.
La personalidad psicológica presume la persona
metafísica, entendida como individualidad, indicando su
carácter separado y único. Según Allport la
Personalidad es la
organización dinámica dentro del individuo de aquellos
sistemas
psicofísicos que determinan sus ajustes únicos a su
ambiente.
Se considera con el término carácter a la
perseverancia de las posiciones, ideas, acciones del
ser humano en todas sus relaciones vitales. Hay que diferenciar
entre rasgos de conducta y rasgos de carácter. Los
primeros son observables y no siempre responden al
carácter que es permanente.
S. Freud sostiene la
cualidad dinámica del carácter cuya estructura
representa una forma particular, en le cual la energía
está encauzada en el proceso de vivir. Freud cree que el
impulso sexual es la fuente de energía del carácter
e interpreta la naturaleza
dinámica del carácter como una organización de la libido.
Fromm considera que en el proceso de la vida el hombre se
relaciona con el mundo
A) adquiriendo y asimilando objetos
B) relacionándose con otras personas y consigo
mismo…
Estas orientaciones, por las cuales uno se relaciona con
el mundo, constituyen la médula del carácter. Puede
definirse al carácter como la forma ( relativamente
permanente) en la que la energía humana es canalizada en
los procesos de
asimilación y socialización. Los hábitos y
opiniones más profundamente arraigados nacen de su
estructura
caracterológica, expresan la forma particular aunque la
energía sea canalizada en la estructura del
carácter.
Rohracher entiende por carácter la peculiaridad
general anímico- espiritual del hombre y por personalidad
la que se forma en el desarrollo.
Friedman describe un carácter, la personalidad es
mucho más que el carácter, aunque lo
contiene.
El carácter de un sujeto se constituye a partir
de una organización primitiva de los instintos, realizada
en una etapa determinada en el desarrollo
evolutivo. La personalidad en cambio, se
forma a través de los vínculos más tempranos
establecidos por el sujeto, su historia y la de su ser en
sociedad, la
carga genética y
el carácter. Éste puede ser común a
distintos tipos de personalidad.
La descripción de Friedman se corresponde con los
rasgos más destacados de lo que se da en llamar
carácter anal. En la caracterología
psicoanalítica se denomina carácter anal a la
fijación del individuo en la época anal de su
evolución sexual. Esta fijación se
muestra en la primera infancia por
síntomas tales como dificultad para acostumbrarse al aseo
o sobrevalorar el hecho de estar limpio y retención de
materias fecales. Todas estas maquinaciones tienen un fin
erótico, considerando el ano como zona erógena.
Estas costumbres se transforman en rasgos de carácter . En
general se unen tres cualidades en él: la economía, la
obstinación y la obsesión del orden. Según
Freud, estas cualidades son sublimaciones del erotismo fijado a
la zona anal: así la retención de los excrementos
se sublima en economía y el
ensuciarse en la prolijidad y el aseo exagerado.
6. Características según el
patrón de personalidad
Se comienza con el patrón de conducta tipo B, el
que corresponde a sujetos de naturaleza poco
combativa, proclives a instalarse en situaciones de
subordinación y a aceptar ésta de forma tranquila,
suelen tender a gordos, son de naturaleza extremadamente
tranquilos y de aspecto bonachón.
El patrón de conducta tipo C tiene una mayor
probabilidad
de presentar enfermedades
neoplásticas y un peor pronóstico en la evolución de algunos cánceres.
Está configurado por los siguientes elementos: estilo
verbal pasivo, blando y cooperativo, actitud de
resignación y sumisión, bloqueo o contención
afectiva de las emociones, no asertividad y
supresión de las manifestaciones hostiles. Los sujetos C
son personas conformistas, sufrientes y preocupadas por los
demás, dependen emocionalmente de la aceptación de
otros y acostumbran presentar de forma clínicamente
enmascarada estados de ansiedad y depresión.
El individuo con personalidad tipo A, que es el que en
esta investigación más interesa. Es
competitivo y se preocupa si se atrasa en su trabajo, se irrita
cuando debe esperar, es ambicioso en exceso y hace lo posible
para adquirir cosas consideradas como símbolos de
éxito en nuestra cultura, por
ejemplo un buen auto o una linda casa. Hay incapacidad de delegar
responsabilidades, racionalizar emociones, busca constantemente
el éxito profesional o social y se angustia en tiempos de
ocio.
El padrón de conducta tipo A, se caracteriza por
un profundo sentido de impaciencia o urgencia en el tiempo, que
lo obliga a involucrarse en más actividades las que puede
abarcar y a un alto grado de empeño en la
ejecución, siendo perfeccionista e intolerante, lo
cuál a menudo lo lleva a la hostilidad. Intenta controlar
el ambiente, el
cuál es percibido como hostil y amenazante.
En las últimas décadas este tipo de
carácter se impone como otro de los factores de riesgo de
enfermedad coronaria, junto con el trabajo y
la hipertensión.
Diversos estudios demuestran que los hombres con
patrón tipo A tienden a presentar altas concentraciones
plasmáticas de triglicéridos y colesterol y un
aumento en las secreciones diurnas de noradrenalina.
Los sujetos tipo A tienen imposibilidad de manejar un
orden generalizado. Es la incapacidad para representarse en el
pensamiento en
forma generalizada una realidad ausente o distante. Necesitan
entrar en contacto directo con las personas o las cosas, ya que
no puede hacerlo a través de representaciones. Por
ejemplo, un empresario que toma vacaciones y está
constantemente en contacto telefónico con quien deja al
mando de su empresa. No puede
pensar en su empresa a la
distancia y verla panorámicamente. No aprovecha sus ratos
libres para imaginar cambios en su empresa o nuevas estrategias.
Sólo puede verla cuando el sujeto está
físicamente próxima.
Los sujetos del patrón tipo A sufren de angustia
frente a la sospecha de que un desastre lo tome desprevenido. No
recibe información de la representación de
objeto dentro suyo. En vez de presentimientos específicos
lo invade una vivencia de peligro indiscriminada. No tiene la
posibilidad de sentir de acuerdo a las señales que
envía una realidad interiorizada. Sólo el control
físico directo con el objeto externo le brinda una
precaria tranquilidad.
El modo con que trabaja la mayoría de los
pacientes coronarios está regido casi exclusivamente por
la búsqueda del logro personal. Las
realizaciones sólo importan en la medida en que quede
claro que es el sujeto quien lo consigue. Resulta difícil
detectar la otra vertiente de la actividad, que consiste en
desarrollar el
conocimiento, comprender, aproximarse a lo verdadero. Es una
inteligencia
subjetiva que transforma toda actividad en algo personal, que
debe ser tomada a pecho.
Los sujetos que se encuentran fuera de este
patrón de conducta pueden reconstruir conceptualmente
todos los pasos de su tarea y localizar el error. Pero es notable
la dificultad que tienen los sujetos Tipo A para sacar
conclusiones conceptuales de los aciertos o fracasos. Frente a un
resultado determinado la idea que prevalece es Yo lo hice bien o
Yo lo hice mal.
Cada objetivo no
conseguido, por insignificante e inmediato que sea, es vivido
como un fuerte fracaso personal, cuestionándolo al sujeto
en su totalidad. Este fracaso es seguido por uno de los
siguientes caminos:
a) El sujeto consigue mantener de manera precaria el
ideal que tiene de si mismo, culpando a otras personas o
situaciones, su discurso se
carga de aclaraciones y justificaciones y su actividad motora se
redobla en un vano y ciego intento de compensar el
desacierto
b) El ideal del sujeto no puede ser mantenido y colapsa,
formando parte de los factores desencadenantes del
infarto.
Este tipo de sujeto es incapaz de pedir ayuda, intenta
todo el tiempo realizar las cosas solo, sin consejos ni en
compañía de nadie. Frente al ofrecimiento de ayuda
por parte de otros puede reaccionar rechazando esa ayuda o si la
acepta luego no reconoce a quien se la brindó. Intenta
tener todo el mérito sin querer compartirlo con nadie.
Pareciera ser que la ayuda empaña el logro personal, no
deja absolutamente claro quien consiguió el
objetivo.
Su ideación se encuentra sujeta a la
acción. El curso ideatorio se vincula a la acción
inmediata, las asociaciones de ideas son imágenes
secuenciadas de un acto inmediato en el tiempo. Resulta
extremadamente difícil el pensamiento
libre, en el que la asociación de ideas no está
vinculada a la acción inmediata. Las asociaciones remiten
a objetos distantes en el tiempo y en el espacio, permiten
elaborar afectos, deseos y expresan por medio de la
función simbólica, con mayor o menor
distorsión los aspectos conflictivos que están en
lucha en el interior del sujeto.
La persona normal concibe una acción, aun
inmediata, independizándola de la secuencia temporal de
cada uno de los pasos. Es decir, piensa la acción en forma
global. Posee el concepto de
acción.
Los afectos provocados por las diferentes circunstancias
de la vida, siempre se manifiestan en el cuerpo ( el rubor de la
vergüenza, la taquicardia del miedo, etc.). En los sujetos
normales estos afectos descargan en las representaciones
psíquicas ( el llanto como manifestación de
tristeza, descarga sobre los recuerdos, etc.)
Los afectos en el paciente coronario, carentes de
verdaderas representaciones, son descargados con
predilección sobre la musculatura esquelética. Es
así que la acción motora constante es una de sus
características. El paciente coronario busca acciones que
justifiquen la continuidad de su actividad motora.
Cuando el sujeto no consigue mantener el ideal que posee
de sí mismo ante un fracaso, el colapso que sobreviene
provoca un afecto de tal magnitud que la actividad motora ya no
puede dar cuenta de su descarga. No realiza una
interpretación correcta de los estímulos que
provienen del cuerpo. El dolor cardíaco puede ser
atribuido a factores externos (por ejemplo culpar al clima). No
percibe la fatiga y no solicita ayuda a tiempo. El motivo
más frecuente por el que concurre a la asistencia
médica, es la interrupción de actividad motora, la
pérdida de la capacidad física.
El sujeto patrón tipo A tiene dificultad para
nominar los sentimientos, para describir su estado, este
paciente utilizan términos que aluden al cuerpo, a
fenómenos de naturaleza física, sólo puede
expresarse así. No menciona términos como
alegría,tristeza. Si tuvo una experiencia
terapéutica previa puede utilizar ;palabras
prestadas.
El sujeto que corresponde al patrón tipo A se
adhiere físicamente al lugar de trabajo, que configura un
espacio físico en el cuál el paciente se supone en
una posición central (sea cual fuere el cargo que ocupe).
Domina en ese limitado ámbito las distancias existentes
con las personas y objetos que los rodean, , los desplazamientos
posibles en ese contexto reducido, los tiempos que duran los
trayectos entre uno y otro punto.
A falta de representaciones internas, resulta
imprescindible un sistema externo,
lo más constante posible y en donde las distancias
témporo- espaciales sean lo suficientemente cortas para
facilitar el control directo
de las personas y objetos. El cambio del lugar de trabajo, aun
cuando éste signifique un progreso, provoca sufrimiento y
este sufrimiento se produce fundamentalmente por la
pérdida de referencias témporo- espaciales
externas.
Otra característica de la personalidad de este
tipo de paciente, es que vive condicionado por una
compulsión a no gastar dinero. Sus
elecciones se orientan indefectiblemente a las opciones
más baratas, independiente de cuál sea su
condición socio- económica. Ahorra en
intermediarios y gestores. En las pocas ocasiones que realiza
regalos, lo hace obsequiando algo para la casa o algo que
necesite.
Junto con la avaricia interviene en esta
situación la falta de capacidad simbólica y el
déficit de inventiva, puesto que si sólo se tratase
de avaricia, podría apelarse, a través de la
creatividad a
un presente barato pero significativo El sujeto que corresponde
al patrón tipo A posee una normativa literal y
esquemática. Las normas intentan
ser cumplidas por el paciente en forma literal, en ocasiones
abstraídas del contexto en que deben ser aplicadas. No
tiene una verdadera organización normativa interna. Las
normas parecen
actuar sobre ésta persona directamente desde la sociedad, son
concebidas con rigidez, no están modulados.
El fenómeno se verifica también analizando
la forma en que este tipo de pacientes escucha: su
atención no está dirigida esencialmente a
comprender qué es lo que se le está diciendo, sino
que escucha para saber si es aprobado o criticado por quien les
habla.
Por lo general, el desencadenante del infarto es una
falla en la concreción de un objetivo inmediato, que de
acuerdo a lo descripto sobre la personalidad coronaria, lo afecta
personalmente, colapsando el ideal que tiene de sí
mismo.
Este incidente suele estar precedido de un
período de hasta un año, en el que el descenso
social, económico, una quiebra, un
despido, un abandono, va tornando cada vez más dificultosa
la tarea de sostener la imagen ideal que
la persona tiene de sí misma.
A este período se le denomina Zona infartante y
tiene gran importancia detectarlo a la hora de realizar una
apreciación predictiva, sobre un próximo evento
coronario.
El propio infarto, lejos de sumir al paciente en una
crisis o en
una revisión autocrítica de su vida, es vivido como
otro fracaso, como una falla.El valor
práctico de esta descripción es aumentar la
especificidad del diagnóstico de personalidad y de
allí a eficacia en la
prevención y diagnóstico de
coronariopatías.
Conceptualización
Una primera definición nos indica que el estrés es
la respuesta del organismo a una demanda real o
imaginaria, es todo aquello que nos obliga a un
cambio.
La definición dada por Hans Selye afirma que el
estrés es un programa de
acomodación de la persona a situaciones nuevas, sus
respuestas no específicas y estereotipadas a todos los
estímulos que transforman el equilibrio
personal.
Es la circunstancia que acompaña la
frustración y el conflicto.
Este síndrome se desarrolla en tres fases:
Fase de Alarma: caracterizada por la movilización
de recursos
defensivos. Si el agente estresante es tan intenso que la
exposición continuada a él resulta incompatible con
la vida, el sujeto muere en pocas horas o días. Si
sobrevive, esta respuesta es seguida de un estadio de resistencia,
durante el cuál los síntomas disminuyen.
Fase de Resistencia:
caracterizado por la plena adaptación al agente
estresante. Los síntomas mejoran o desaparecen. Si la
exposición al estímulo estresante prosigue, la
adaptación que se había adquirido se pierde y el
sujeto entra en el tercer estadio.
Fase de Agotamiento: los síntomas reaparecen y si
el estrés no disminuye se produce la muerte.
Las modificaciones en el funcionamiento del sistema
cardiovascular están habitualmente asociadas con cambios
emocionales. El miedo, la ansiedad, la cólera, la euforia
o la excitación, van acompañados de variaciones en
la frecuencia, el ritmo, la sangre impulsada y el volumen
cardíaco, la presión arterial y otros
índices de la función cardiovascular.
Estas respuestas afectivas y fisiológicas pueden
ser provocadas por estímulos procedentes del entorno del
sujeto, sobre todo de los que son interpretados subjetivamente
por la persona como amenazadores o beneficiosos para
ella.
El significado consciente e inconsciente de un
acontecimiento o situación es una crucial variable que
interviene tanto en la calidad como en
la intensidad de la experiencia afectiva y sus concomitancias
cardiovasculares.
Una excitación intensa o sostenida puede provocar
una disfunción cardiovascular. Los factores
psicológicos contribuyen directa o indirectamente a la
patología cardiovascular e influyen en la gravedad de los
síntomas, su evolución e inicio.
Las situaciones y los acontecimientos vitales que exigen
demandas adaptativas a la persona y que por tanto se calificaban
con el nombre de estrés psicológico, son
consideradas a menudo como potenciales codeterminantes de la
patología cardiovascular.
La incidencia de enfermedades coronarias se atribuye al
cambio de estilo de vida y a factores socioculturales y
económicos. Desde hace tiempo, los cardiólogos
observan una relación sospechosa entre situaciones de
exigencia psicológica y física con problemas en
las arterias coronarias. El estrés, a través de sus
respuestas ante diversas situaciones, es un factor de riesgo por si
mismo, siendo a su vez generador de otros factores de riesgo que
incrementan la posibilidad de padecer afecciones
cardiovasculares.
Las situaciones estresantes, llamadas estresores, que
pueden causar el cambio o adaptación son de un espectro
enorme. Desde el enojo transitorio a sentirse amenazado de
muerte. Desde la frustración o la angustia al temor que
nunca cede. A veces la causa difiere enormemente, un divorcio es
usualmente estresante, pero una boda también puede
serlo.
La influencia del estrés en el enfermo
cardíaco se da de la siguiente manera: el
hipotálamo envía las preocupaciones a la
glándula pituitaria, ésta libera una hormona del
estrés, la adrenocorticotrofina, que estimula a otra
glándula ( adrenal) para que libere epinefrina. La
epinefrina a través de un complejo proceso, contrae
rápidamente las arterias, desencadenando el
infarto.
El estrés tiene dos caras: una negativa llamado
distres y otra provocada por hechos positivos llamado
eustrés. Este último refleja una actitud
positiva que ayuda a enfrentar desafíos o amenazas como un
hecho automático y esencial de la vida. Tanto el
estrés positivo como el negativo comparten las mismas
reacciones, pero en el caso del negativo, estas respuestas quedan
detenidas en la posición de funcionar permanentemente.
Esta sobrecarga es el elemento que hace que el estrés sea
peligroso.
Cierta cantidad de estrés es necesaria para
romper con la rutina de la vida y hacerla más interesante,
la pregunta clave es cuál es la cantidad
adecuada.
El cuerpo reacciona ante el estrés por ajustes y
adaptaciones de cambios en la fisiología del cuerpo, se describen dos
tipos de respuesta al estrés:
* Aguda
* Crónica
La respuesta aguda, descripta en 1935. Canon la
llamó Reacción de lucha o huida. Se manifiesta
cuando el individuo enfrenta un peligro grave, inminente. En esta
circunstancia, el cerebro del
sujeto inmediatamente envía un mensaje bioquímico
(neurotransmisor) que provoca la liberación de
catecolaminas: hormonas tales
como la adrenalina y la noradrenalina, para dar la señal
de alarma al sujeto. Estas catecolaminas provocan la descarga
inmediata de grasa y azúcares que vuelcan inmediatamente
en su sangre para proveerle una rápida inyección de
energía. Aumenta su respiración anticipándose al aumento
del requerimiento de oxígeno y para el transporte de
ese oxígeno extra se incrementa su presión arterial
y frecuencia cardíaca.
Cuando pasa el peligro, el organismo vuelve a la
normalidad paulatinamente. La respuesta aguda es una
reacción natural y necesaria del organismo y que permite
la supervivencia. Esta reacción se repite varias veces al
día, cuando, por ejemplo se producen disgustos en el trabajo,
discusiones con el jefe o con la esposa. y se vuelve
autodestructiva. La respuesta crónica al estrés,
también llamada estado de vigilancia, es estudiada por
Selye en la década del 40. Se da cuando el sujeto
está en permanente estado de alerta, ciertas ocupaciones o
modos de vida producen una constante tensión
psíquica. Puede producirse en forma temporaria, en
ocupaciones con frecuentes exigencias temporales o como forma de
vida.
La influencia del estres en el
organismo, se percibe a través de las emociones. La
palabra emoción, deriva de la latina emovere, que
significa remover o agitar. La emoción depende de la
conciencia que
tiene el organismo de la importancia de una situación y de
esta manera interviene en los procesos cognitivos de percepción
y pensamientos.
Holmes indica que algunos padecen enfermedades
psicosomáticas y otros no, aludiendo, que se debe a
mantener constante un elevado grado de tensión; lo que
puede radicar en el fracaso del individuo para reaccionar con
agresividad en el momento mismo de verse frustrado. Los
individuos incapaces de reaccionar agresivamente cuando se ven
frustrados, presentan un alto grado de tensión
interna.
El diagrama de la
figura 4.4 muestra la secuencia desde evento estresante hasta su
conclusión en la enfermedad cardíaca
– Figura Secuencia del evento estresante hasta la
enfermedad cardíaca
El organismo responde al peligro constante mediante una
estimulación de la neurohipófisis, glándula
situada en el cráneo, debajo del encéfalo, que
segrega cortisol. Esta sustancia, además de actuar en
forma directa sobre el organismo, estimula la secreción de
otras sustancias llamadas corticoides, que se producen en la
parte cortical de las glándulas suprarrenales ubicadas por
encima de los riñones. Los corticoides y las catecolaminas
incrementan la presión arterial, aceleración del
ritmo cardíaco, aumento de la coagulación del a
sangre y del colesterol sanguíneo y otras reacciones que,
acumuladas, favorecen la producción de infartos.
El común denominador de los sujetos que padecen
infartos es un desajuste entre sus expectativas y la realidad que
les ofrece el mundo en que viven. Otra definición de
estrés que se ajusta es la inadecuación entre las
expectativas y la realidad. Se sabe que no poder
adaptarse a la realidad de la vida ocasiona en algunos tristeza,
angustia y hostilidad a nivel psicológico, en otros,
desesperanza.
El cuerpo reacciona ante estos estados con mecanismos
que, al principio, constituyen una adaptación pero que
ante la reiteración de la situación y la
frustración de no poder contrarrestarla se transforma en
cuadros de enfermedad orgánica.
El infarto de miocardio tiene significado para el
paciente, que le provoca ansiedad y aumenta el nivel de
estrés. Las respuestas psicológicas no sólo
agravan la disfunción y los síntomas
cardiovasculares, dan lugar también a estrategias
desadaptativas manifiestas bajo la forma de alteraciones
psíquicas, trastornos conductuales o trastornos
médicos, asociados a una invalidez psicogénica que
connota sentimientos de incapacidad y rechazo de los papeles
sociales ( laborales, familiares y sexuales) a causa de las
limitaciones objetivas impuestas por la enfermedad y las
recomendaciones del médico.
El rico significado simbólico del corazón
facilita el aumento de los temores, puede ser usado para expresar
y comunicar conflictos psicológicos y estrés, este
proceso está facilitado por la percepción de
síntomas relacionados con la función
cardiovascular.
La alarmante incidencia de enfermedades coronarias puede
atribuirse al cambio en el estilo de vida y a los factores
socioculturales y económicos. Se sospecha que las variables
psicológicas pueden ser factores de riesgo con capacidad
para incrementar el desarrollo prematuro de la enfermedad
coronaria y de sus manifestaciones clínicas.
Las personas obstaculizadas o frustradas en su lucha por
conflictos y fracasos en las áreas interpersonales u
ocupacionales, pueden sentirse descontentas y recurrir, por
ejemplo, al consumo
excesivo de cigarrillos, aumentando así sus posibilidades
de coronariopatías, ya que la nicotina y el
monóxido de carbono forman
un dúo mortal.
La nicotina es una sustancia alcaloide soluble que
produce adicción y llega a doblar, triplicar o
cuadriplicar la cantidad de adrenalina circulante en la
sangre.
El monóxido de carbono afecta
el transporte
máximo de oxígeno realizado por el componente de la
sangre llamado hemoglobina. En condiciones de estrés el
mayor consumo y el
menor transporte de oxígeno traen severas perturbaciones
fisiológicas.
Todos los factores psico- fisiológicos
mencionados a través de la respuesta exagerada de la
fisiología del aparato cardiovascular
están involucrados en el desarrollo o aparición de
problemas
cardíacos, entre ellos el infarto de miocardio.
La relación estrés mental- reactividad-
alteración cardiovascular cuenta actualmente con nuevas y
poderosas pruebas, y se
plantea la pregunta: ¿ Cómo se puede controlar el
estrés, la reactividad y sus consecuencias? Una cuota
moderada de tensión en la vida es necesaria y deseable,
pues sin ella el hombre no tendría empuje ni
iniciativas
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