I.- DEUDAS E
INTERVENCIÓN EXTRANJERA (1900-1908)
1.- Revolución
Libertadora (1900-1902)
La Libertadora, la última guerra civil
que azotó al país, tuvo una serie de peculiaridades
que ha hecho de ella una contienda con matices distintos a los
enfrentamientos armados del siglo XIX venezolano. Del mismo modo
como en 1857, conservadores y liberales se unieron en el
propósito de derrocar a José Tadeo Monagas, en 1901
los Liberales venezolanos y los nacionalistas o mochistas unen
sus esfuerzos en un intento para derrocar al Cipriano Castro. Sin
embargo, esta alianza no se agota allí y Manuel Antonio
Matos logra captar el apoyo del capital
extranjero para la Libertadora. Con relación a esto
señala Domingo Alberto Rangel: "Desde la independencia,
cuando los realistas criollos impetraron y obtuvieron el apoyo de
la Corona Española, ningún sector venezolano
había acudido a la asistencia extranjera en sus conflictos. En
1859, los Godos de Caracas rehusaron la ayuda que les
ofreció la Reina Victoria para destruir a la Revolución
Federal. Sobre su espíritu de clase amenazado por la
montonera insurgente se impuso el patrimonio".
Lo que inaugura la Libertadora es una intervención muy
directa. La contribución extranjera más importante
fue aquella otorgada por la Compañía de Asfalto
"New York and Bermúdez Company". En el año de 1884,
Guzmán Blanco, entonces Presidente de la República,
otorgó una concesión para la explotación de
los recursos
naturales del Estado
Bermúdez al Señor Horacio Hamilton. Según la
mencionada concesión, dicho señor tenía el
derecho de explorar y explotar las producciones naturales de los
bosques existentes en terrenos baldíos en el Estado de
Bermúdez, pudiendo extraer de ellos maderas de construcción, de ebanistería y
demás maderas utilizadas para la Industria.
También concedía el gobierno el
derecho a la explotación del asfalto en el estado
Bermúdez. Hamilton gozaba del derecho de importar con
franquicia las
maquinarias, útiles y herramientas
requeridas para la exportación de sus productos,
obteniendo exención de impuestos en sus
importaciones. La
duración de la concesión se extendía por 25
años, de modo que duraría hasta 1909.
El 16 de Noviembre de 1885, Hamilton traspasa su
concesión a la Compañía "New York and
Bermúdez Company" con sede en Nueva York (esta
compañía más adelante se integraría
como filial a otras compañías asfalteras, siendo
componente del llamado Trust del asfalto).
Señala Thurber a propósito de los problemas de
la New York and Bermúdez en el país: "El 28 de
Enero de 1897, bajo la presidencia del General Crespo, cuatro
venezolanos denunciaron una mina en el Estado
Bermúdez, a la cual dieron por nombre "La Felicidad"; y
más tarde (el 30 de Noviembre de 1897) consiguieron que se
les expidiera un título definitivo por dicha propiedad, la
cual reclamó como suya la NYBC, alegando que formaba parte
del depósito de asfalto que ella venía explotando.
La acción judicial se inició inmediatamente con
cambiante éxito en los tribunales del país y
continuó hasta el 28 de enero de 1904. Durante el litigio,
en mayo de 1900, fue comprado el título correspondiente a
"La Felicidad" por los señores Charles M. Warner y P.R.
Quinlan de Syracuse, Estado de Nueva York por $40.000, haciendo
especial hincapié los vendedores en el documento de
traspaso de la propiedad que
la venta se
efectuaba a riesgo de los
compradores, sin que los dueños primitivos asumieran
ninguna responsabilidad. También se emitieron otros
títulos provisionales de carácter similar, por
yacimientos denominados "La Venezuela",
"Southside", etc., pero no se puso formal empeño en dejar
establecida la validez de los mismos. Al parecer, la Corte de
Cumaná integrada por tres jueces estaba a punto de dictar
sentencia sobre uno de los puntos más importantes de la
litis, cuando el gerente de la
NYBC, quien tenía su oficina principal
en Trinidad, se apareció en el puerto a bordo del
"Viking", vapor de la compañía, justamente en la
víspera en que se debía pronunciar sentencia con
$10.000 en oro, y llegó a un arreglo con dos de los jueces
para obtener un fallo favorable para la NYBC. El tercer juez se
enteró de lo que estaba pasando e informó a Caracas
por telégrafo. A la mañana siguiente, el Presidente
del estado recibió órdenes imperativas para que
procediera a resolver la Corte. Desde entonces, esta medida ha
sido citada por el abogado de Trust de asfalto ante el
departamento de Estado en Washington, como un ejemplo de los
procedimientos
despóticos de Castro y de su intervención en los
tribunales de Venezuela"
Cuando Cipriano Castro asume el poder y
declara que no reconocerá deuda pública con
anterioridad al 24 de mayo de 1899, le estaba dando un zarpazo a
muchas compañías extranjeras y a súbditos de
otras naciones en razón de las deudas que tenía con
ellos. Por ello, dada la desconfianza que les inspiraba un
gobierno de
recién llegados y aunado a esto la insolvencia del
gobierno, incluso para satisfacer su gasto público,
compañías como la NYBC, como el Gran Ferrocarril de
Venezuela, la Compañía del Cable Francés o
la Orinoco Shipping miraron con beneplácito y confianza a
una revolución organizada por un hombre de
empresa, un
financista como Manuel Antonio Matos, en quien, seguramente, al
estar en la Presidencia de la República, las deudas y
créditos que el gobierno tenía con ellas
serían respetados y cumplidos a cabalidad sin dejar de
lado las perspectivas de nuevas inversiones y
negocios.
Lo cierto es que la NYBC llegó al convencimiento
de que el Presidente Castro estaba vulnerando sus derechos y obrando con mala
voluntad. La revolución de Matos significaba para la
concesionaria una política de apertura para sus intereses.
Ante un Presidente hostil y una revolución que contaba con
el respaldo popular y el refrendo de la Banca
caraqueña, la reacción de la NYBC no se hizo
esperar. El financiamiento
a la Revolución es la Carta a jugar
más conveniente.
De modo que la NYBC decidió ayudar
económicamente a la Revolución de Matos y este
aporte se tradujo en, aproximadamente, 145.000 dólares que
le fueron entregados a Manuel Antonio Matos por las autoridades
de la Compañía en Nueva York. No obstante esto,
Brito Figueroa señala que "… Manuel Antonio Matos
igualmente recibe ayuda financiera de otras empresas y
monopolios extranacionales.
Para el financista Manuel Antonio Matos el dinero
carece de Patria y en este postulado tiene toda la razón:
recibe libras esterlinas, francos, dólares, y hasta libras
y pesetas, hasta totalizar aproximadamente 200.000
dólares. Las entidades económicas que suministraron
esta generosa ayuda para liberar a Venezuela fueron,
además de la New York and Bermúdez Company, las
siguientes: Orinoco Shipping Company, Intercontinental Telephone
Company, American Telephone Company, Asphalt Company of America,
Norddeutsche Bank, Pensylvania Asphalt Paving Company, The New
Trinidad Asphalt Paving".
Como respuesta a los argumentos de la NYBC en el sentido
de que en el país no existía justicia y los
tribunales estaban parcializados de acuerdo con el gobierno, el
28 de enero de 1904, se resolvió el litigio entre la NYBC
y Warner y Quinlan, a favor de la concesionaria. Los diez jueces
que integraban la alta Corte Federal dictaminaron en Caracas a
favor de la NYBC.
Como dice Eleazar Díaz Rangel: "Nunca antes ni
nunca después, un servicio
cablegráfico informativo en América
Latina se comprometió tanto en una guerra para
derrocar un gobierno". Se refiere en este caso, a la
Compañía del cable Francés,
compañía que tenía la exclusividad de
acuerdo con un contrato suscrito
en 1889, de transmitir y recibir los mensajes del exterior. De
los mensajes del Cable Francés se nutrían los
principales periódicos del país.
Sin embargo, aquella poderosa revolución, que
compactó grandes generales salientes y que contó
con grandes recursos
económicos para su financiamiento
fracasó ante la dictadura de
Castro.
La presencia de la ayuda extranjera en la
Revolución Libertadora y de los sucesos del Bloqueo
trajeron como consecuencia que se le cerrara la puerta a la
inversión extranjera en
Venezuela.
2.- Bloqueo de las
Costas Venezolanas por las Potencias Europeas
(1900-1902).
"!Venezolanos! La planta insolente del extranjero ha
profanado el sagrado suelo de la
patria!." Así comienza la proclama dirigida por Cipriano
Castro a la nación el 9 de diciembre de 1902, dando a
conocer el bloqueo del que éramos víctimas desde
ese mismo día y fijando su posición ante los
hechos. Gracias a las excitaciones contenidas en este documento y
a las noticias recibidas desde la Guaira, Puerto Cabello y
Barcelona, en el sentimiento de los venezolanos todo estaba
claro: Inglaterra y
Alemania nos
habían agredido brutalmente; la reacción de Castro,
vibrante, puso la dignidad nacional muy en alto y el pueblo,
sublimado de patriotismo, se solidarizo con la postura
presidencial aprestándose para inmolarse, si llegaba a ser
necesario, en la guerra que anunciaba la proclama para rechazar
la agresión.
Las ideas de los norteamericanos que se interesaron por
el asunto fueron de la mayor transparencia: Inglaterra y
Alemania
solicitaron la anuencia de su gobierno a fin de realizar una
expedición punitiva contra Venezuela, mediante la cual nos
obligarían a pagar la deuda que manteníamos en
estado de morosidad con sus banqueros y a reconocer algunas
reclamaciones formuladas por súbditos de aquellas
potencias, que nuestro país se negaba a considerar.
Teodoro Roosvelt les respondió indirectamente al decir en
Mensaje al Congreso de la Unión que la Doctrina Monroe no
se extendía a la protección de países
insolventes y los dejo para demostrarles, cuando los hechos
fueran irreversibles, quien ejercía el poder imperial
en territorio americano.
Entre los escasos alemanes que se enteraron de las
acciones
dispuestas por su emperador no hubo dudas al principio; les
debíamos dinero y
estabamos obligados a pagarles; la morosidad en la que
habíamos caído y la jaquetonería de Castro
al responder a las notas de la legación alemana en Caracas
imponían la forma de pasar el recibo. Como ellos llegaron
tarde al reparto del mundo realizado por Inglaterra y Francia, tal
vez en las ambiciones del Kaiser y de la alta dirección política y
económica anidaría la idea de una tardía
adquisición territorial en aguas americanas. Las cosas
cambiarían a poco de iniciado el bloqueo, oscureciendose
bajo la presion de
gobierno de Washington para que desalojaran el
área.
En Inglaterra el problema se enturbio desde el
principio, debido a explicaciones nada convincentes ofrecidas por
el primer ministro al parlamento, mediante las cuales
pretendía justificar con las mismas argumentaciones
empleadas por Alemania. La oposición las rechazo acusando
al gobierno de dejarse arrastrar por la Cancillería de
Berlín a un conflicto que
les podía llevar a una confrontación con los
Estados
Unidos. La situación se enrarecerá más
al desatarse las presiones norteamericanas para que Gran
Bretaña suspendiera el despliegue bélico en aguas
venezolanas y convenciera de lo mismo a los alemanes.
El gobierno italiano, participante de segunda
categoría en las acciones
emprendidas por la flota anglogermana, se sumo al bloqueo como
una aventura imperialista inconsistente, so capa de proteger a
súbditos que protestaban por querellas parroquiales con
las autoridades civiles de Carúpano. Italia
comenzó y salió del conflicto como socio auxiliar,
pues las únicas tareas que comprometieron a sus naves
fueron las de apoyo logístico a los otros a sus
aliados.
Aunque no constituían el fondo verdadero de los
motivos que animaron a Inglaterra y a Alemania a decidir el
bloqueo, es cierto que Venezuela era deudora de prestamistas
ingleses y Alemanes y es cierto que el gobierno de Castro se
negaba a admitir reclamaciones interpuestas por súbditos
de varios países porque sus demandas de
indemnización eran muy exageradas y los reclamantes no
recurrían a los canales ordinarios de las justicias
venezolanas para presentar sus cuentas, sino le
entregaban al cobro por la vía de diplomática. Las
legaciones de los países mencionados presionaban y mas de
una vez amenazaron con la fuerza para
hacerse pagar. En estas dificultades secundarias
ocultarían aquellas potencias planes geopolíticos
de envergadura que pensaban acometer, de los cuales Venezuela
formo parte solo como víctima propiciatoria.
La deuda externa
venezolana tenia en diciembre de 1902 un saldo de diecinueve
millones de bolívares, cuarenta y seis de ellos adeudados
al Disconto Gesellschaft de Berlín y el resto a banqueros
británicos; todos esos compromisos habían sido
contraídos para pagar deudas anteriores, algunas
arrastradas desde los anos de la emancipación, y a 1902
acumulaban intereses vencidos por algo mas de cinco millones de
bolívares, incluyendo en esta cifra cuatro millones
setecientos mil de ingresos
extraordinarios.
La situación de Tesorería no
permitía cubrir erogaciones del presupuesto y
hubo que suspender el servicio de la
deuda porque los gastos de guerra
(La Libertadora) demandaban mas de la mitad de las
disponibilidades del erario publico. Este diferimiento del
servicio de la deuda y la renuencia venezolana a reconocer las
reclamaciones extranjeras tal y como eran presentadas,
permitirán a las potencias configurar la operación
punitiva -los motivos aparentes- que les servirán de
excusa para realizar en las costas caribeñas una
demostración cuyas miras reales se dirigían mas al
norte.
La única visión lucida de un venezolano
expresada al ocurrir la agresión se debe a César
Humecta, quien sostuvo que se trataba de un enfrentamiento
interimperialista. Para él, en la Europa creadora
de la tesis del
Equilibrio de
los Poderes se agitaba una preocupación de cara a la
política expansiva norteamericana, que establecía
protectorados en el Caribe y empezaba a controlar a América
Latina. Aquella Europa
ponía a prueba la doctrina Monroe y trataba de afianzar su
presencia en un área importante. Inglaterra y Alemania
intentarían aclarar posiciones con los Estados Unidos en
las inmediaciones del canal interoceánico de Panamá a
fin de ser desplazados definitivamente de la
región.
Cipriano Castro convoco a todas las voluntades
nacionales para emprender una cruzada defensiva-ofensiva contra
los poderosos enemigos que habían ultrajado nuestra
soberanía. También restituyo las
garantías constitucionales suspendidas con motivo de la
Libertadora; ordeno la libertad
incondicional de los presos políticos y que se permitiera
el ingreso al país de exiliados; decretó la
restitución de sus propiedades a quienes se les
había embargado por razones políticas;
hasta ofreció renunciar a su alta investidura en beneficio
de la concordia nacional.
Hubo quienes en aquel momento calificaron las posiciones
asumidas por Castro como ligerezas demagógicas de una
persona
acorralada y críticos posteriores que coincidieron con
esta idea y trataron de demostrarla. Al margen de cualquier
juicio pasado o presente, se debe reconocer que a pesar de la
guerra civil que enfrentaba, pocas veces en Venezuela un jefe de
Estado ha recibido respaldo tan decidido de la población. Conmovidos por las ofensas
recibidas, miles de venezolanos aptos para la guerra se
presentaron voluntariamente a los cuarteles del ejercito
reclamando su puesto en el combate; miles de cartas llegaron a
Miraflores desde todo el país con idéntico mensaje;
los estudiantes universitarios llamaron a la guerra y se
manifestaron a cambiar los libros de
estudio por los implementos bélicos; hasta ciudadanos de
naciones latinoamericanas escribieron solicitando se les enviara
el pasaje para venir a combatir por nuestra causa.
El mocho Hernández, uno de los prisioneros
políticos de enemistad mas enconada contra Castro, al
salir de la mazmorra donde se encontraba recluido ofreció
apoyarlo incondicionalmente y arrastro tras si el grueso de su
Partido Liberal Nacionalista, hasta ese momento comprometido con
La Libertadora. El gabinete ejecutivo fue reestructurado para
incluir una representación mochista.
Castro giro instrucciones para que fueran apresados los
súbditos ingleses, alemanes e italianos y se les
mantuviera en instalaciones portuarias donde harían
impacto los disparos del enemigo, en caso de algún
bombardeo; luego serian concentrados en las cárceles como
presos de estado. La Rotunda ocupo con ellos los calabozos
vaciados por la liberación de los detenidos
políticos.
Una nutrida representación de la colonia
colombiana en Caracas se dirigió a Castro para
manifestarle que en la emergencia nacional no se consideraban
huéspedes del país, sino hijos de un solo destino
latinoamericanista en la obligación de lavar la afrenta en
la cual se sentían incluidos.
Pero cuando Castro comenzó a evaluar los recursos materiales y a
contar los hombres calificados a su disposición para el
tipo de guerra que le esperaba, los arrestos marciales se
adormecieron en sus cálculos porque el enemigo no se
arriesgaría a entablar combates de infantería – ni
tenia efectivos para ello ni era su misión y
habría que desafiarlo en el mar, donde no teníamos
a flote ni una tabla. A partir de esta conclusión, Castro
se oriento hacia alternativas distintas. Fue la hora de la
reflexión política, de los consejos pacifistas, de
la búsqueda de soluciones
diplomáticas.
Las naciones latinoamericanas, comprometidas durante
muchos anos por los saldos de sus deudas externas y la
dependencia primario-exportadora, tenían gobiernos muy
sensibles a los intereses de las grandes potencias; como
agravante, el egoísmo nacional de sus clases dirigentes
había disuelto el sueño integracionista de los
libertadores. Por eso, en cada país las posiciones
oficiales tendían a ser mas complacientes con las políticas
de aquellas poderosas naciones que con los requerimientos de
solidaridad de
nuestros pueblos. El gobierno de Chile
expresó oficialmente que deploraba los acontecimientos
venezolanos, pero declaró que se abstenía
completamente en el asunto. Méjico, Colombia,
Brasil,
Ecuador, Bolivia, El
Salvador, fueron indiferentes a la suerte de Venezuela, mientras
sus pueblos protestaban por la agresión. En Ecuador se
produjeron violentas manifestaciones.
La honra de los gobiernos latinoamericanos fue salvada
por Perú y Argentina. El
primero planteó la conveniencia de una acción
colectiva de todas las repúblicas americanas a favor de
Venezuela; el segundo emitió una densa opinión
doctrinaria en defensa del país, por medio de la cual
sentó principios de
jurisprudencia
internacional en los alegatos conocidos posteriormente como
doctrina Drago, elaborados por su ministro de Relaciones
Exteriores.
En Inglaterra se combinaron la crítica
periodística, escrita bajo fuerte influencia
política, y la oposición al gobierno organizada en
la Cámara de los Comunes. Esto evitó que la
opinión pública fuese manipulada y condujo a un
emplazamiento del gobierno, cogido entre los fuegos por la
reacción interna y las presiones norteamericanas que
exigían un arreglo diplomático del bloqueo. La
germanofobia británica, originada fundamentalmente con
motivo de la competencia de
las dos naciones por captar mercados donde
colocar su producción industrial, cobró nuevos
alientos hasta contribuir a formar una corriente que se
oponía francamente a la agresión y repudiaba la
alianza con Alemania. La oposición en el Parlamento estuvo
a punto de lograr la renuncia del gobierno al protestar por los
excesos cometidos en Venezuela y acusarlo de ingenuidad
política ante la diplomacia de Berlín.
La prensa
socialdemócrata de Alemania denunció los atropellos
de la marina imperial, calificando las acciones emprendidas
contra Venezuela como la "guerra de los banqueros"; pero esto
ocurrió a más de un mes del bloqueo, cuando los
representantes de aquella tendencia en el Reichstag –apenas
tres veces- formularon severas críticas a la
política exterior del káiser, por supuesto, sin
ningún resultado.
En Italia, tan
pronto se conocieron los hechos, sólo se generó una
actitud de
respaldo ofrecido por la opinión política y
periodística a su gobierno.
El senado y la prensa de los
Estados Unidos se hicieron cargo de las protestas, debilitando la
figura presidencial de Teodoro Roosvelt en momentos en que
éste buscaba la reelección. El gobierno tomó
conciencia de la
gravedad del problema tal como había evolucionado y
centró su atención en el aspecto comprometedor que
revistió ante los países latinoamericanos la
complicidad asumida inicialmente con las potencias. Para la
política de Washington tenían gran relieve las
negativas alemanas a retirarse del bloqueo en vísperas de
la secesión de Panamá, en
virtud de los designios norteamericanos relativos al canal
interoceánico de esta república nonata. Alemania se
negó sistemáticamente a aceptar un arreglo arbitral
hasta que el presidente Roosvelt le presentó un
ultimátum oral, según declaraciones de este
personaje, con la amenaza de ordenar a la flota norteamericana
del Caribe que expulsara de aguas venezolanas a las naves de
guerra teutonas. El riego de una guerra tan distante de sus bases
quebró la resistencia
alemana y abrió la etapa del proceso
diplomático.
Evidentemente, lo que evitó una ocupación
prolongada de Venezuela por las potencias agresoras fue la
intervención norteamericana. Ya los Estados Unidos
tenían armado su aparato de poder imperialista;
éste había sido probado exitosamente en Cuba y
Puerto Rico;
en México,
Nicaragua, Panamá, Honduras, El Salvador; en Haití
y Santo Domingo. Se cobijaba bajo interpretaciones
casuísticas de la doctrina Monroe, aunque en el fondo
sólo actuaba motivado por las concepciones
geopolíticas del almirante Mahan que impusieron la
soberanía norteamericana en Hawai, Guam y
Filipinas, tan lejos de la mentada doctrina.
Los Estados Unidos arriesgarían en mucho los
avances logrados como tutor de nuestro continente y, a buen
seguro,
verían abiertas las rutas de Latinoamérica a los
proyectos de
confrontación de las potencias europeas si no la
hacían retirar de Venezuela. Consideración aparte,
Inglaterra y Alemania no aceptarían entenderse
directamente con un país cuya soberanía
mantenían entredicho. Sostenían además, que
no irían a la mesa de las negociaciones en
entredicho.
Sostenían además, que no irían a la
mesa de las negociaciones con un deudor insolvente, empecinado en
sostener un tono altivo al alegar en su defensa principios del
derecho
internacional público que a ellos le habían
importado un bledo para agredirnos; como cuestión de
principio demandaban entenderse con un interlocutor de su nivel,
que hablara su mismo lenguaje y les
garantizara el cumplimiento de los compromisos. Visto el asunto
desde otra perspectiva, a todas luces Venezuela había
quedado impotente para resolver el conflicto por sí misma
en las condiciones en que los sostenían las potencias.
Esta confluencia de factores convirtió a los Estados
Unidos en el mediador ideal.
De algún modo todos los elementos del problema
funcionaron como si fuesen partes de una jugada maestra de alta
política norteamericana, diseñada para dejar
claramente sentado cuál era el poder dominante en el
área del Caribe y al mismo tiempo completar
el tendido de sus redes sobre Venezuela para
atraparla definitivamente en su tutelaje. Esto último
parece una conclusión inevitable si lo relacionamos con el
papel
desempeñado por el Señor Herbert W. Bowen,
embajador norteamericano en Caracas, quien venía
ofreciendo sus buenos oficios como mediador desde un año
antes de desencadenarse el conflicto.
Eso, que no lo hace un diplomático sino por
instrucciones de su gobierno, estuvo acompañado por una
campaña abierta de promoción personal de este
caballero entre la clase dirigente de la capital> En
muchas ocasiones le reiteró a Castro su oferta y en
pleno bloqueo la ratificó, en concordancia con la que
Roosvelt hizo llegar a los aliados. El 16 de diciembre las
fuerzas vivas de Caracas dirigieron a don Cipriano una carta (a cuyo
contenido tal vez no sería extraño Bowen)
proponiendo que se dieran plenos poderes al embajador de los
Estados Unidos a fin de que en nombre y representación de
Venezuela hiciera los arreglos necesarios para obtener el cese
del conflicto.
Al día siguiente de la misiva en cuestión
nuestro ministro de Relaciones Exteriores invistió a Bowen
como plenipotenciario por Venezuela con carácter de
árbitro ante los agresores y para gestionar la constitución de comisiones mixtas que
dilucidaran la procedencia y los montos de las reclamaciones
presentadas y por presentar contra el país. De Inmediato
nuestro flamante ministro plenipotenciario solicitó y
obtuvo del Departamento de Estado norteamericano la
autorización necesaria para representar a Venezuela y
viajó a Washington a cumplir su misión.
En el documento mediante el cual fue nombrado, a Bowen
no se le dieron instrucciones precisas. El gobierno nacional,
simplemente, lo autorizó "…para aceptar en su
nombre y representación cuanto tienda al término
pacífico del asunto…". Eso le permitió
actuar discrecionalmente para resolver el problema en poco
tiempo,
según lo exigían las circunstancias. Estas lo
condujeron a firmar los arreglos respectivos –los
denominados "Protocolos de
Washington"- en dos series, una suscrita el día 13 de
febrero de 1.903 con las potencias agresoras y otra desde el 17
del mismo mes hasta el 2 de abril con las naciones que
aprovecharon el estado de cosas para presentar sus
reclamaciones.
Lo de las dos tandas se explica, de un lado, porque lo
prioritario era levantar el bloqueo y sus autores no lo
harían mientras no quedaran formalizados los compromisos
debidos; de otro, por su condición de beligerantes,
consagrada en el momento oportuno con los bandos de guerra
fechados el 22 de diciembre de 1.902. Mientras ellos legalizaron
los hechos del día 9 anterior y adquirieron el derecho de
alegar privilegios de pago con procedencia ante cualquier otra
reclamación. Esto último, después de
perfeccionados los protocolos, fue
elevado en consulta al Tribunal Internacional de La Haya, el que
falló el 22 de agosto de 1.904 a favor de los
demandantes.
Los protocolos del primer grupo
sirvieron además para convalidar los desmanes sufridos por
Venezuela, calificadas sus causas en esos documentos como
diferencia entre poderes iguales. Estos poderes, según los
términos diplomáticos, se concertaron para
tratarlos de manera civilizada. Algunas reclamaciones aceptadas
por tribunales venezolanos antes del bloqueo, sobre las cuales
habían emitido veredictos finales, perdieron la
condición de cosa juzgada por autoridades competentes y
volvieron a ser presentadas reivindicando las cifras por las que
fueron interpuestas originalmente. Venezuela quedó
comprometida a recibir los buques de su Armada que no
habían sido hundidos y otros mercantes capturados por
Inglaterra y Alemania, en las condiciones en las que se
encontraran al momento de ser devueltos, sin presentar demanda alguna
de indemnización por los daños causados a los
mismos, ni por pérdidas de mercancías que se
encontraran a bordo de los mercantes cuando éstos fueron
requisados, ni a reclamar el pago de las unidades no
devueltas.
La nación debió aceptar una especie de
hipoteca sobre el treinta por ciento de los impuestos a
recaudar en las oficinas aduanales de La Guaira y Puerto Cabello
para destinarlos a la cancelación de las obligaciones
convenidas mediante los documentos
mencionados; aceptó asimismo consignar el dinero
relativo a este compromiso en el Banco de
Inglaterra para que esa institución hiciera los pagos y
quedó establecido que en caso de incumplimiento, se
entregaría la administración de las aduanas a
ciudadanos belgas escogidos por los negociadores, a fin de
garantizar que los recursos correspondientes fuesen apropiados en
su origen y entregados directamente a los
beneficiarios.
El 14 de febrero de 1.903 Bowen informó a Castro
que los protocolos con las potencias agresoras habían sido
firmados y éstas procederían a retirar sus flotas,
previo el pago de cinco mil libras esterlinas a cada una como
anticipo a cuenta de las reclamaciones pendientes, las que en
fecha posterior serían sometidas a dictámenes de
comisiones mixtas.
Los protocolos fueron escritos y firmados en inglés.
Alemán e italiano. Se olvidaron los señores
plenipotenciarios de que la otra parte de esos arreglos, la que
debía soportar todas las cargas impuestas por ellos,
tenía como idioma oficial el castellano y por
lo tanto los documentos debían ser bilingües. Castro
acogió una traducción hecha en el Departamento de
Estado, a la cual dio carácter oficial al ordenar su
publicación en la Gaceta Oficial (No. 8.787, del
6-3-1903). No fue posible cotejar esta versión con los
textos originales, únicos válidos para las
potencias en caso de discrepancias en la interpretación de
su contenido.
Así concluyó el aspecto bélico de
nuestras "diferencias" con Inglaterra, Alemania e Italia en 1902
y se inició el compromiso de pago relativo a las cuentas de las
cuales surgieron los desacuerdos resueltos. Ocho naciones
más plantearon la satisfacción de sus reclamaciones
pendientes contra Venezuela y Mr. Bowen aceptó como buenas
las demandas en sí, sujetas a las cuantificaciones
posteriores por las comisiones mixtas.
Los objetivos
aparentes del bloqueo, es decir, las reclamaciones de los
agresores relativas a daños y perjuicios a favor de
súbditos suyos y la regularización del servicio de
nuestra deuda externa,
más una consecuencia de aquél, las reclamaciones de
otras potencias aceptadas posteriormente, comportaron un
sacrificio económico bastante elevado para Venezuela.
Significaron, en primera instancia, el aumento inmediato de los
impuestos indirectos al consumo, al
establecer el Poder
Ejecutivo una tributación extraordinaria del treinta
por ciento a las importaciones y
otras cargas menores sobre las exportaciones de
café, cacao y cueros de res.
Fue de tal magnitud esta contribución, que en
1.904, mientras los derechos de aduana rindieron
31,3 millones de bolívares, el nuevo concepto
aportó 12 millones, equivalentes al 38,3% de incremento
impositivo y aproximadamente igual proporción en el
encarecimiento de los productos
importados. Como Venezuela no tenía manufacturas y casi
todos los artículos de transformación los compraba
en el exterior, incluidos instrumentos de trabajo para la
artesanía, la agricultura y
la cría, éstos, en virtud del nuevo impuesto que
debían soportar, provocaron un aumento adicional de la
inflación en los suministros de producción interna.
Venezuela nunca había hecho cuestión
litigiosa del monto de su deuda externa ni desconocido los
intereses causados por ella; simplemente, Cipriano Castro
suspendió los pagos sin fijar fecha de reanudación,
cosa habitual en países deudores con vencimientos mucho
más abultados que los nuestros. Lo que el gobierno
venezolano rechaza en el reconocimiento de las reclamaciones
extranjeras, de una parte, debido a que los supuestos agraviados
ignoraban ex-profeso los procedimientos
legales vigentes en el país y de otra, en razón de
las cifras desconsideradas que exigían y la irracionalidad
de algunas pretensiones de indemnización.
Precisamente, ambas cosas eran los motivos reales por
los que no se sometían al juicio de tribunales
venezolanos, como se puede observar en las cantidades finalmente
reconocidas por las comisiones mixtas. Estas estuvieron
integradas por tres representantes cada una, de la siguiente
manera: uno por el país reclamante. Otro por Venezuela y
el tercero escogido de una nación neutral. Las cantidades
exactas se muestran en el cuadro.
Reclamaciones extranjeras de Sumas reclamadas y sumas | |||
Suma reclamada | Suma reconocida | Diferencias | |
Naciones | Bs. | Bs. | Bs. |
Estados Unidos | 81.410.952,29 | 2.269.543,63 | 79.141.408,66 |
Inglaterra | 14.743.572,89 | 9.401.267,86 | 5.342.305,03 |
Italia | 39.844.259,09 | 2.975.906,27 | 36.868.312,82 |
Francia | 17.891.613,54 | 2.667.079,51 | 15.224.534,03 |
Bélgica | 14.921.805,11 | 1.898.643,86 | 4.023.161,25 |
Alemania | 7.376.685,78 | 2.091.906,50 | 5.284.779,28 |
España | 5.307.627,54 | 1.974.818,41 | 3.332.809.13 |
México | 2.944.380,48 | 2.577.328,10 | 367.068,38 |
Holanda | 1.069.552,31 | 544.301,47 | 525.250.84 |
Suecia y Noruega | 1.047.701,35 | 174.359.09 | 873.342,27 |
Totales | 186.554.150,38 | 35.575.154,69 | 150.982.995,69 |
Sólo tres de las naciones reclamantes nos
bloquearon y, como lo muestra una
operación de suma elemental. Éstas se lanzaron a la
aventura para finalmente obtener algo menos de catorce millones y
medio de bolívares, entre ellas la rica y poderosa
Alemania nos atropelló por tan solo dos millones noventa y
un mil que las comisiones mixtas juzgaron tenían
algún basamento aceptable.
La regularización de la deuda externa se
acordó por convenio celebrado en París el 7 de
Junio de 1.905. Los saldos pendientes con prestamistas ingleses y
el empréstito de Disconto de Berlín fueron
unificados en una nueva obligación denominada "Deuda
Diplomática del 3 por ciento anual de los Estados Unidos
de Venezuela", emisión de 1905. El monto del nuevo
compromiso alcanzó a 5.229.700 libras esterlinas, al
cambio de
entonces Bs. 132.049.925. Se garantizo el pago mediante una
hipoteca del veinticinco por ciento de los derechos ordinarios
producidos por todas las aduanas
nacionales. Recuérdese que según los protocolos de
Washington los ingresos de
nuestros principales puertos habilitados para el comercio exterior
(La Guaira y Pto. Cabello) ya estaban hipotecados en un treinta
por ciento para garantizar el pago de las reclamaciones
extranjeras; ahora el gravamen subió al cincuenta y cinco
por ciento y se agrego el de veinte y cinco por ciento de todos
los demás puertos. Esto, en un país cuyos tributos
aduanales superaban el promedio en noventa y cinco por ciento de
las recaudaciones fiscales; que vivía en permanente estado
de pobreza
hacendística y no tenia en aquella época las
posibilidad de otras fuentes de
recursos impositivos.
La soberanía nacional quedó en bancarrota
frente al mundo entero, gracias a la superioridad de las armas aliadas
empleadas en el bloqueo. Para restaurar nuestros fueros se
debilitaron partes de otros atributos soberanos al negociar bajo
presión bélica, al hacerlo en un país que
debido a su posición previa y al hecho de haberse
convertido en reclamante de indemnizaciones no podía ser
calificado de neutral; además al utilizar como
intermediario al representante diplomático de ese mismo
país ante el nuestro. Para que fuese suspendida la
presión, en los protocolos de Washington hubimos de
admitir en principio la justicia de
las reclamaciones, que después se evidencio no eran tan
justas. Aceptamos todos los danos morales y materiales
sufridos con humildad, exclusiva de los vencidos; enajenamos la
potestad de administrar nuestros recursos impositivos
según el interés
nacional, en beneficio de otras potencias, con una
cláusula de intervención fiscal que
pendió sobre la Hacienda Publica durante muchos anos,
hasta la cancelación total de las deudas.
Con la vuelta a la normalidad a nuestras aguas
territoriales no regresó la soberanía total, pues
jirones de ella permanecieron secuestrados en la letra de los
protocolos de Washington.
3.- El problema de
la New York and Bermúdez Company:
Una preocupación empieza a desvelar a los
ministros que forman el grupo mas
cercano al Presidente y es la forma como Cipriano Castro trata a
los diplomáticos y a los representantes de las
compañías extranjeras. En mayo de 1904 ha ordenado
al Procurador General de la República que instaure juicio
contra la New York and Bermúdez Company por incumplimiento
de algunas cláusulas del contrato de
concesión y por su activa y probada colaboración
con Matos. La demanda es por
un monto de cincuenta millones de bolívares. Demanda
semejante intenta la nación contra la Orinoco Shiping
Company, la famosa compañía de navegación,
también por su colaboración con la
revolución libertadora y la misma suerte cabe al Cable
Francés que monopoliza las comunicaciones
de Venezuela con el resto del mundo, por su descarada parcialidad
en la transmisión de mensajes en favor de las fuerzas
revolucionarias.
Los juicios tienen una gran repercusión
internacional, como antes no lo había logrado
ningún acontecimiento venezolano. El Departamento de
Estado considera que los tribunales venezolanos no son la
instancia ante la cual puedan debatirse esos asuntos, pues el
poder judicial
venezolano no es confiable ya que sus determinaciones dependen
del Presidente de la República. Dichas demandas
deberían ser conocidas por un tribunal internacional.
Castro responde que el poder judicial en
Venezuela es independiente y que Venezuela como nación
independiente es soberana en el tratamiento de los problemas que
le atañen.
Estos juicios y especialmente los seguidos contra la New
York and Bermúdez Company y el Cable Francés
colocaron al Presidente Castro y a Venezuela en el primer plano
de la actualidad periodística y política tanto en
los Estados Unidos como en Francia. El
alegato venezolano sobre la capacidad de los tribunales
nacionales para conocer las demandas se mantuvo desde 1904 a 1908
y fue motivo de un interminable cruce de notas entre la
Cancillería y el Departamento de Estado, de numerosas
declaraciones del Secretario de Estado, así como de
debates en el Congreso de los Estados Unidos. La campana de
prensa contra el presidente Castro se mantuvo desde 1905 hasta
1908 y el historiador norteamericano William Sullivan
logró catalogar más de 2000 crónicas y
editoriales de la prensa norteamericana referentes al tema,
así como un número de caricaturas de Cipriano
Castro que se acerca al millar.
En New York, la New York and Bermúdez Company
probablemente dueña del Diario The New York Herald,
publica diariamente, en primera pagina, amplias informaciones y
reportajes referentes al gobierno de Cipriano Castro encaminados
a desacreditar la acción judicial venezolana. La prensa
francésa también es implacable con Cipriano Castro
estimulada por los poderosos intereses que representaba el cable
francés y además como cobro por la aparatosa
expulsión Mr. Taigny, el encargado de negocios de
Francia en Caracas. Cuando en Diciembre de 1908, Castro llegue a
Francia de paso para Berlín, los cronostas
francéses le pintan como un bárbaro que Francia no
debe admitir en su territorio y el semanario humorístico
mas importante de París, "El plato a la mantequilla", le
dedica la totalidad de las caricaturas en una edición
donde lo pintan como un salvaje y como un mono.
Los tribunales de Venezuela condenan a la New York and
Bermúdez Company a pagar una multa de 24.000.000,
decisión que provoca la protesta del departamento de
Estado y una larga polémica que concluye el 20 de Junio de
1908, cuando se rompen las relaciones diplomáticas entre
Venezuela y los Estados Unidos.
4.- La Ruptura
diplomática de Venezuela con principales estados
extranjeros:
4.-1 Ruptura de
relaciones con Los Estados Unidos:
En conflicto entre el Gobierno venezolano y ciudadanos y
empresas
estadounidense, condujo a una situación en la cual
intervino directamente el gobierno de los Estados Unidos. Frente
al bloqueo ese Gobierno asumió una posición neutral
y actuó como mediador pero se adhirió al grupo de
países que reclamaron el pago de sus deudas. Ello fue un
nuevo ingrediente que contribuyó aun más al
deterioro de las relaciones entre ambos países.
El conflicto diplomático judicial entre ambos
estados, se prolongo durante algún tiempo y ya hacia 1908
la situación se hizo tensa, porque en definitiva, la
política estadounidense hacia el Gobierno ya no solo
apuntaba hacia la solución de un conflicto judicial sino
que buscaba de alguna manera la sustitución de Cipriano
Castro.
En carta
confidencial fechada en Washington el 28 de Mayo de 1908
Jusserand, embajador de Francia en Los Estados Unidos, informaba
a su gobierno sobre …" la actitud que el
secretario de estado [Mr. Root] tiene respecto a
Venezuela…" Según esta carta, el Gobierno
estadounidense no quiere ni romper ni consentir. Quisiera,
según la expresión de Jusserand, castigar, pero los
medios
más convenientes de proceder, sin causar daños ni a
los Estados Unidos ni al adversario, eran bastante
difíciles de encontrar. Principalmente, porque para
recurrir a la fuerza y
organizar una verdadera expedición seria necesario que,
tanto las cámaras como la opinión pública se
pronunciaran en ese sentido.
Al efecto, el gobierno de los Estados Unidos hizo
publicar en la prensa de su país una serie de documentos
relativos a Venezuela concernientes a la situación del
país bajo la dictadura de
Castro. Pero la publicación de estos documentos no
lograron, ni en las cámaras ni en la opinión
pública, la reacciñon esperada por el gobierno.
Esto se debió en parte a que la opinión
pública estaba más preocupada por las elecciones,
por el país, y una multitud de problemas interesantes y
más inmediatos y considerado por tanto que los errores de
Castro son irritantes, los reclamantes no podrían jactarse
de una inocencia absoluta. Además, el Gobierno Federal,
quería evitar una ruptura mas abierta con el congreso y en
ese sentido había comprometido su política. Todo
esto dificultaba al presidente ir mas allá y estaba
obligado a un cambio de
circunstancias.
Desde fines de 1907 el gobierno venezolano sabia las
intenciones del gobierno Estadounidense de romper relaciones. De
hecho ya para el 22 de junio de 1908, el gobierno de los Estados
Unidos tenia prevista la ruptura de relaciones con Venezuela.
Así, el 24 de junio de 1908, el gobierno tomó la
decision de llamar a su personal y
quedaron oficialmente rotas las relaciones entre los Estados
Unidos y Venezuela.
4.-2 La ruptura
de relaciones con los Países Bajos
(Holanda):
Ya desde fines del siglo XIX las relaciones entre
Venezuela y los Países Bajos presentaba signos de
deterioro. Esta situación se fue agravando hasta conducir
a una ruptura a mediados de 1908. Desde 1902 Castro había
obtenido la promesa formal del gobierno holandés de que no
se conspiraría contra el gobierno venezolano desde las
posesiones coloniales de Holanda en las Antillas.
Venezuela había puesto en vigor, el primero de
mayo de 1882 un impuesto
especial, llamado el 30% antillano que consistía en una
sobretasa adicional del 30% que el gobierno cobraba a todas las
mercancías procedentes de las Antillas. Este impuesto
estimulaba el contrabando de mercancías y armas. El
gobierno venezolano poniendo en práctica el principio de
las aguas territoriales, procedió en 1907 al embargo del
buque holandés Estela y en 1908 del Penélope,
Justitia, Larmita y Mareon. Por su parte el gobierno
holandés había capturado el bote venezolano Rosita.
A todos estos incidentes se unieron otros de carácter
diplomático: el gobierno venezolano procedió a la
expulsión del ministro residente holandés, Sr. De
Reus, por considerar ofensiva una carta que este envió el
9 de abril de 1908 a la Asociación Comercial How en
Trouw.
Así mismo el gobierno venezolano protesto el
saqueo del consulado venezolano en Curazao y el atentado a la
casa del Cónsul el 25 de julio de 1908. Finalmente,
considero como conducta
antivenezolana la actitud del comandante del crucero Gelderland
al anclar en la Guaira y Puerto Cabello sin la debida
autorización y sin rendir saludo protocolar a que estaban
obligados los buques de guerra. Por su parte el gobierno de los
Países Bajos reclamaba al gobierno venezolano la
supresión al Exequatur de los funcionarios consulares
neerlandeses, la captura de los buques ya mencionados, la
supresión del 30% antillano. En relación a estos
asuntos no se llegó a ningún acuerdo y en
consecuencia las relaciones se rompieron el 28 de julio de
1908.
4.-3 La ruptura de
relaciones con Francia:
Entre el gobierno venezolano y el francés, las
relaciones eran tensas por las medidas que Castro había
tomado contra la Compañía Francésa de Cables
y la Compañía Francésa de Ferrocarriles.
Como resultado de ello el 16 de septiembre de 1905 se produjo la
expulsión del Sr. Desire Braun, director de la
Compañía Francesa de Cables.
Como era de esperarse, el gobierno francés
reaccionó y dio instrucciones al encargado de negocios Sr.
Taigny, para que opusiera mediante una protesta formal al decreto
del 5 de septiembre y al conjunto de medidas tomadas por el
gobierno venezolano. La protesta se produjo el 16 de septiembre y
fue dirigida al general Ibarra, ministro de Relaciones
Exteriores. El gobierno respondió el 18 del mismo mes con
una contrapropuesta en la cual acusó a la
Compañía de actividades subversivas y
anunció que el gobierno no continuaría tratando el
asunto con carácter diplomático a menos que
recibiera explicaciones satisfactorias acordes con las normas
diplomáticas y buenas relaciones que rigen entre las
naciones.
Ante la posibilidad de una ruptura, el gobierno
francés considero preferible aplazar tal eventualidad y
recurrió a los buenos oficios de Estados Unidos.
Intervino, Mr. Russell, Embajador de Estados Unidos en Venezuela.
El gobierno venezolano se mostró dispuesto a un arreglo
satisfactorio en relación al caso Taigny, mediando el
retiro de la protesta por parte del gobierno Francés y de
la contraprotesta por parte del gobierno venezolano. Sin embargo,
los acontecimientos tomaron un giro inesperado. El Sr. Taigny
había sido declarado persona no grata
y el gobierno venezolano esperaba que lo sustituyera el gobierno
francés, como era lo usual. En estas circunstancias el Sr.
Taigny no fue invitado a la recepción oficial que dio la
nación el primero de enero de 1906, lo cual indignó
a Francia.
El 13 de enero de 1906, el embajador de los Estados
Unidos comunicó al gobierno venezolano la ruptura de las
relaciones diplomáticas entre Venezuela y Francia. Al
día siguiente Castro ordeno el cierre de la Oficina de Cables
de la Guaira y el 18 de enero, el Sr. Rouvier comunicó a
Maubourguet, encargado de los asuntos de Venezuela en
Paíis que estaban rotas las relaciones entre ambos
países.
En mayo de 1908 se detecto en el país un brote de
peste y los puertos venezolanos fueron sometidos a cuarentena.
Sin embargo, el puerto de la Guaira fue declarado libre y en
estas circunstancias, el buque venezolano Gloria salió del
país y al llegar a Curazao fue aislado por las autoridades
holandesas a pesar de la protesta del cónsul venezolano.
Esta situación originó diversas reclamaciones de
ambas partes.
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