El dominio propio es
la capacidad que nos permite controlar a nosotros mismos,
nuestras emociones y no
que estas nos controlen a nosotros, sacándonos la
posibilidad de elegir lo que queremos sentir en cada momento de
nuestra vida. Nosotros somos los actores o hacedores de nuestra
vida ya que de las pequeñas y grandes elecciones depende
nuestra existencia; tenemos la importante posibilidad de hacer
feliz o no nuestra vida, a pesar de los acontecimientos
externos.
Esos acontecimientos no son los que manejan nuestra
vida, sino nosotros mismos, como sujetos activos manejamos
nuestra felicidad dependiendo de la interpretación que
hacemos de ellos. Somos lo que pensamos y si aprendemos a
controlar nuestros pensamientos tambien así podremos
controlar nuestras emociones.
Sentimiento, lo podemos definir como una reacción física a un pensamiento.
Si no tuviéramos cerebro no
sentiríamos, con algunas lesiones en el cerebro no se
siente ni el dolor físico.
Todas las sensaciones llegan precedidas por un pensamiento y
sin la función del cerebro no se pueden experimentar
sensaciones. Si se controlan los pensamientos, las sensaciones y
sentimientos vienen de los pensamientos, entonces ya se es capaz
de tener un dominio propio o autocontrol.
El derecho de vivir es un verdadero privilegio que pocos
pueden apreciar como realmente deberían de hacerlo. La
vida viene a ser más importante, más seria y a
veces más desafiante, a medida que progresa hacia su
periodo de mayor utilidad. Coloca
sobre el individuo la responsabilidad de dejar un memorial mucho
más grande y duradero que la lápida colocada en su
tumba.
La vida
significa más que meramente vivir por un espacio de
años. Es una escuela en la
cual los padres son los primeros instructores en el arte del dominio
propio. La obra de los padres es generalmente suplementada por un
curso de entrenamiento
formal en instituciones
adicionales. Si el estudiante es apto y aprende bien su leccion
temprano en la vida, se ahorrará a sí mismo, a sus
padres, como tambien a sus maestros, muchas dificultades y
tristezas. Y aún más que eso, sus padres
estarán orgullosos de él como hijo y sus maestros,
como discípulo.
Pero si por lo contrario fuera uno de los
comparativamente pocos estudiantes indolentes, que fallan en
captar rápidamente las lecciones de dominio propio del
cuadro, pero el muchacho y los padres quedarán como
factores permanentes. Y si la falta de dominio propio se
volvierre incorregible, el estado se
haría cargo de la situacíon por mediosde diversos
factores como son, los correccionales de menores y
guardían de los derechos de la comunidad.
Pero el punto más importante para toda persona joven es
que no necesita que nadie lo mande excepto cuando fracasa en
mandarse a sí mismo. El dominio propio podría
considerarse como uno de los factores de mayor importancia en lo
que es la
personalidad de un individuo. Y realmente este representa
mucho para una persona, ya que
este sirve digamos como guia a la manera o forma de actuar de
determinada persona.
Es por esto que se llega a la conclusion de que: "Un
carácter noble no es resultado de casualidad, claro que
no, ni tampoco se debe a favores de la Providencia, ni nada
así, sino que es el resultado de la disciplina
propia, del dominio propia, o podría decirse de la
sujección de la naturaleza
inferior a la superior, de la entrega del yo al servicio de
Dios de los hombres . . . "El cuerpo es un medio muy importante
de desarrollar la mente y el alma para la edificación del
carácter. De ahí que el adversario de las almas
encauce sus tentaciones para debilitar y degradar las facultades
físicas. El éxito que obtiene en ellos significa
con frecuencia la entrega de todo el ser al mal".
A todos nos molesta que nos falle aquello que
esperábamos como seguro. Es normal
que nos disguste y hasta que nos enfademos por ello, pero cuando
este sentimiento se convierte en rabia, hostilidad, incluso
agresividad, y especialmente cuando resulta inmovilizante, sin
permitirnos reaccionar contra el problema, u no sólo
contra la persona o cosa que lo ocasiona, entonces nos lleva a la
perdida del dominio propio. Por lo general el origen de la
perdida del dominio propio es el deseo de que todos sean como
nosotros, con nuestras mismas reacciones y comportamientos. Pero
la la perdida del dominio propio no es algo innato al ser humano,
sino un hábito adquirido.
Las ocasiones en las que surge son frecuentes y comunes
a todas las personas. El mero hecho de conducir parece incitar al
enfado contra los demás conductores, así como los
atascos, los juegos
competitivos, los impuestos, la
falta de puntualidad o el haber cometido un error o un olvido. En
cualquier caso, la perdida del dominio propio no sólo
resulta molesta e inútil para aportar soluciones,
sino que incluso nos impide disfrutar del momento y de la
situación.
Suele considerarse algo normal y un signo de
carácter y hasta de entusiasmo, pero la realidad es que la
perdida del dominio propio llevado a su extremo tiene efectos
perniciosos sobre lo físico y lo psicológico. Por
otro lado interfiere en las relaciones personales por ser un
obstáculo a la
comunicación y favorecer la culpabilidad y la depresión.
No se puede evitar sentirse desilusionado por la
frustración de lo que sucede, ni dejar de sentir rabia o
enfado, pero sí evitar que el sentimiento de la ira nos
domine y afecte a nuestra vida. Resulta paradójico que la
clave para superar este sentimiento, originado por nuestro deseo
de controlar a los demás, es precisamente no dejarnos
dominar por ellos ni por los sentimientos que nos inspiran. Y
para esto, no hay como tener una buena opinión de uno
mismo.
Autor:
Alberto Polanco
fco.polanco[arroba]codetel.net.do