1. El cuerpo en la clínica
psicoanalítica.
Lo primero que podríamos preguntarnos es que
entrada hace el cuerpo en el psicoanálisis. Si ahora tomamos la hipótesis de Freud de 1893 que
dice que no se puede tomar el cuerpo como un orden natural,
podemos decir que el cuerpo es afecto de incidencias de la
cultura y del
lenguaje. Esto
es una revolución; porque un cuerpo considerado
como un orden natural, que tiene que ser por naturaleza de
cierto modo, resulta que es sensible a la incidencia de un
fenómeno de la cultura; específicamente al
fenómeno de lenguaje.
Los efectos del lenguaje producen en el cuerpo lo que
para la racionalidad médica seria una disfunción.
Parecería una paradoja porque lo que es una
disfunción para la racionalidad médica, es un orden
de satisfacción para el sujeto que lo padece.
Es posible interpretar sin que en la
interpretación entre el deseo de quien interpreta? El
orden de satisfacción de un bebé alcanza a partir
de la persistencia de un prójimo, no determina al mismo
tiempo que el
prójimo imponga las condiciones de su deseo, sin saberlo.
Lo que es soñado, fantaseado, es la puerta de
circulación de un deseo de quien va a recibir al
bebé. Eso hace grandes diferencias.
Cómo los vínculos modelan el cuerpo? Desde
Freud sabemos que la pulsión sexual se apuntala en el
orden vital. Sobre la mamada se instala un plus de placer al de
la satisfacción del hambre: el placer erógeno del
contacto, del calor, la
mirada, también placentera de la madre.
El bebé no solo absorbió alimento.
Absorbió amorosamente los aspectos de la madre a
través del tacto, el olfato, la vista, la cinestesia, el
ritmo, y eso da al un placer aparte y marca la
especificidad del reconocimiento de la madre por parte del
bebé.
Desde entonces se ensamblan dos ordenes y se sostienen
recíprocamente: no es solo el orden vital el que apuntala
la pulsión sexual, es que la pulsión sexual puede
desconstituir esa autoconservación. ( Una prueba del
contrario estaría en la anorexia
mental donde una perturbación en lo sexual induce
directamente una perturbación en la
autoconservación, de la función alimentaria)
.
Al cuerpo erótico en correspondencia con una
pulsión parcial, cuerpo de agujeros de las zonas
erógenas, le corresponderá luego un cuerpo. Pero el
obtener un cuerpo con órganos y su funcionalidad
dependerá no solo de la incidencia necesaria del
significante sobre el cuerpo sede del goce, sino de la
contingencia de la metáfora paterna y la
inscripción fálica.
En ese orden de cosas, y en torno del
complemento del cuerpo, habría que pensar del cuerpo de
quien. Desde ahí se pueden pensar una amplia gama de
posibilidades que va desde el hecho de imaginar a un bebé
que la madre se lo puede imaginar como cosa, con lo cual el
bebé queda sometido a ciertas condiciones del Otro que son
diferentes a aquellas que se trasladan a la palabra.
Habría allí en circulación algo que le
permitiría al bebé trasladares por un amplio marco
de posibilidades en la vida; mientras que quien es una cosa, al
lado del prójimo, parece que tiene restringidas las
posibilidades de circulación.
Lacan empieza a preguntarse que es nombrar algo: el
nombre permite ciertas ventajas y desventajas; al nombrar algo
pasa a ser un objeto identificado, se identifica como objeto. A
un viviente al que se le dice Juan, se unifica bajo Juan, una
epidermis que lo envuelve, que lo designa como unidad; pero al
mismo tiempo está perdido para siempre por el hecho de que
está incorporado al lenguaje; al nombrar Juan se unifica
algo más que un cuerpo.
Esta es la estructura
fundamental del análisis que Lacan describe con tres
letras:
S ( A )
Se puede decir que la A es otro en el sentido riguroso
que marca aquello que es heterogéneo, sería el otro
materno. Ese otro arma una escena donde el bebé va a
advenir. En realidad esta escena es simbólica. Es en el
decir de la madre que hay algo que abre un lugar de
circulación para alguien advenir. Hay como un
zócalo de deseo que espera al bebé y lo
acomodará en la cultura. Esto sería la letra
A.
La barra, para Lacan indica que le Otro es castrado. El
Otro sólo puede saber de su deseo, o se puede saber de su
deseo a través de lo que dice: pero cuando dice, no sabe
lo que dice exactamente. Alguien es en el lenguaje,
pero éste no es garantía de saber la verdad acerca
de lo que se dice, se dice más allá de lo que se
dice.
La S es por significante, que sería el
significante del deseo del otro. Si el Otro pone en juego
significantes es porque desea. Lo desea a través de la
puesta en palabras, en términos del lenguaje, su deseo; la
única posibilidad que tenemos de tener idea del deseo del
Otro es a través del lenguaje, y este por
definición es engañoso, dice sin decir o diciendo
más de lo que se cree que se dice.
Hasta aquí lo que concierne al lugar del que
viene al mundo. Ahora, que puede estar pasando que un analista se
siente detrás de un diván, le diga a alguien que
hable, y al poco tiempo el analista se encuentra con que el que
habla está tratando de saber que quiere de él. Hay
una demanda, y sin
embargo esa demanda de curación se va transformando en
cómo saber que quiere el analista de mí. Esto tiene
que ver con esta condición de que la presencia del
prójimo lleva enseguida a preguntarse qué quiere de
mí?, y en éste el deseo del otro se hace
imposición. Éste es imperativo, ordena.
Los lingüistas descubrieron que no hace falta
ordenar nada para que la palabra se imponga como condición
imperativa. Son los preformativos, que es una alocución
que emitida tiene el efecto de generar realidades allí
donde no las había. No es una realidad que es percibida
por los ojos y delimitada, sino que hay una realidad que es
puesta en juego desde las palabras.
Lo que Lacan propone pensar acerca de la emergencia del
sujeto en esta condición, es decir del sujeto
también barrado, castrado. (Un sujeto marcado por el
lenguaje, que habla y no sabe enteramente de su deseo sino a
medias a través del lenguaje), propone desdoblar este
significante del Otro en dos: S1 (que a veces se llama
significante amo) y S2 (significante del saber).
Lacan decía que con respecto del otro
podía haber:
demanda (neurosis)
deseo (perversión)
goce (psicosis)
Si lo que viene del otro es demanda, son palabras que
acarrean un deseo. La condición de esto parece funcionar
en los límites del lenguaje; o sea, no hay lenguaje que
permita recubrir de que se trata el goce del Otro, por este hecho
que el Otro es castrado.
Esta barra implica que el Otro, lo Otro, es
heterogéneo. Cuando hay palabras hay una posibilidad de
algún equivoco, un medio decir, del deseo; pero cuando no
hay palabras, cuando hay instrumentación pura, sólo
hay marcas. Esas
marcas, dejadas en el cuerpo sin palabras son del, orden de lo
que después retorna en ciertas cosas que los
médicos llaman enfermedades; pero de un
modo que no es legible.
El cuerpo del psicótico es claro que no le
pertenece, que es gozado por el Otro no hay un sujeto que se
constituya con independencia
de la cadena significante, ni estructura de goce fálico
que vaya ganando terreno al goce del otro. ( cuerpos insensibles,
absolutamente entregados al goce del Otro, constituyen un extremo
de la patología)
El perverso, preso de otro modo del goce del Otro, no
pudiendo salir de la "fiesta" interminable que lo condena utiliza
su cuerpo para provocar la señal de angustia en el otro, y
notificar al semejante así de su incomplitud. El perverso
goza al hacer sufrir la incomplitud de quien se muestre tan
completo, y confrontarlo con la castración.
El neurótico que idealiza el goce del perverso
que no puede zafar de su interminable fiesta, es quien más
se apropia de este cuerpo. El cuerpo del neurótico
está fragmentado siempre. No hay homogeneidad. Desde el
punto de vista de la pulsión parcial, de la zona
erógena, cada punto del cuerpo vale distinto que el otro.
El neurótico tiene también la posibilidad de la
unificación imaginaria de lo que se llama imagen corporal.
Esta imagen corporal irá tejiendo una historia imaginaria a la que
no le alcanzan las palabras y se diferencia de la historia
simbólica
Consideremos ahora al cuerpo en tres expresiones
cínicas que lo comprometen en su evolución: la histeria, el fenómeno
psicosomático y la hipocondría.
Freud habla siempre del cuerpo imaginario que perturbado
por alguna palabra traba la relación entre deseo y goce,
al que convoca. Palabras que caminan por los nervios hace que no
entregue su cuerpo al goce al que se siente convocado o que no
viva esa experiencia de amar que le gustaría. Lo
simbólico se instala sobre el cuerpo ocupando el espacio
imaginario. La histeria enseñó al
psicoanálisis qué es el deseo, sostiene la
pretensión de que todo sea palabra, que todo quepa en lo
simbólico. Pretensión que fracasa siempre y hace
que en lugar de avanzar más allá del goce
fálico, se instale el goce del síntoma, veta
sacrificial de la histeria. Mientras se niega a reconocerse como
causa del deseo, se ofrece sacrificialmente al goce del Otro.
Así queda algo de su cuerpo insensibilizado, negado y
sostenido emblemáticamente para sostener al Padre, el
Otro. Si bien hay algo del trauma imposible de significar el
significante que se constituye en su alrededor hace
síntoma. El síntoma histérico se enlaza a la
estructura deseante del sujeto, y su goce lo excede. Las letras
que lo constituye son posibles de ser leídas. El
análisis permite que la letra portada devenga letra
leída y caiga así algo del goce del otro cuando se
enlaza al significante en la asociación libre.
En el paciente psicosomático hay siempre
registrado un lugar silencioso, un lugar que no habla, que no
asocia, que no dice. (Si la histérica habla para no decir
eso que le concierne y guarda como un tesoro pero que lo deja
oír a quien quiera escucharlo. No le es fácil
decirlo pero algo del deseo, de lo simbólico hará
eco en el cuerpo que dará a leer lo que la conciencia quiere
callar) El silencio del psicosomático es de otra
estructura. No se trata de frase reprimida capaz de producir
síntoma.
Para Lacan en el fenómeno psicosomático se
produce un congelamiento del significante primero con el
significante segundo, produciéndose lo que se denomina
holofrase. Es un significante holofraseado que se hace carne en
un cuerpo sufriente. Significantes congelados que no encarnados
en el cuerpo no son palabras caminando por nervios. La letra
portada, Goce del Otro en desconocimiento de un sujeto
estructuralmente imposibilitado de lectura. Si el
significante representa a un sujeto para otro significante, esta
lesión no es un significante. Es mas un tatuaje que un
significante. El tatuaje suple al significante que falta ya que
no tiene esa capacidad metafórica ni metonímica
sino que va a representar al ser ante el otro. Él
será representado por ese tatuaje que tiene también
una función erótica, ante el grupo. Lo
sitúa a la vista del grupo porque no es un significante.
El eslabón del deseo se conserva allí pero
"congelado en letra". La suplencia orgánica no es
metáfora porque no es significante. El fenómeno
psicosomático será silencio estructural para quien
lo padece, letra que arde en el lugar del Otro, es de lectura
imposible. No hay discurso
psicosomático en tanto no hay significantes en
juego.
Según Fenichel: "no todos los cambios
somáticos de carácter psicógenos merecen el
nombre de conversión por cuanto no todos ellos representan
la traducción de una fantasía psíquica a
lenguaje corporal." Lo que plantea de algún modo es el
problema de esa letra que arde en el lugar del Otro y que no
puede ser dicha en el fenómeno
psicosomático.
En el caso de un lapsus y el tartamudeo es que el lapsus
se dice, es del orden del significante y el tartamudeo queda del
algo de lo que no se dice. Incomoda porque confronta con la
castración, pero no en lo que se dice: "estoy en falta,
pero tu también lo estás, tu incomodidad lo
demuestra" "eres tan castrado como yo, te confronto así
brutalmente con la falta que te habita y te niegas a
aceptar".
En cuanto a la transferencia en estos casos: al no ser
una lesión un significante (como lo es un síntoma
conversivo), no entra en transferencia simbólica, no se
registra como palabra. Cuando un analista da sentido a
síntomas corporales está contribuyendo a eternizar,
a proliferar esos síntomas u otros. Un análisis
produce efectos en la medida en que se producen elementos de
escritura, en
la medida en que alguno, contingentemente haga que algo que era
un grafema, un simple gravado se incorpore como significante. Si
hay algo analizable que se puede colar en el análisis de u
problema del cuerpo, es que el grafema se enganche. Un ataque de
asma, no es un síntoma, es puro grafema. Es síntoma
para el médico, no para el psicoanalista. El paciente no
se pregunta sobre ese síntoma, no se pregunta en
términos de por que le ocurre eso, lo ve como una
patología de su organismo.
El fenómeno psicosomático no habla, no se
escucha pero se registra en lo Real. Como en la úlcera no
es un significante que represente al sujeto para otro
significante sino ese tatuaje, letra erotizada que arde en lugar
del otro.
Cuál es el tema de interés
para el psicoanálisis para el abordar el tema de la
psicosomática? El interés es la capacidad potencial
que ese instrumento tiene para aliviar el sufrimiento humano a
través del trabajo en el seno de la relación. Freud
considera a la transferencia no solo una reedición de
vínculos primitivos sino un espacio donde puedan crearse
organizaciones
vinculares nuevas, con reorganizaciones pulsionales y
transformaciones de sus destinos, a través de lo procesado
por la pareja terapeuta paciente.
Para Fenichel la hipocondría es un estado de
transición entre las reacciones de carácter
histérico y los delirios psicóticos. El planteo de
Freud es más abarcativo, dice que la hipocondría
coincide con la enfermedad orgánica en la distribución de la libido. Retare el
interés y la libido de los objetos del mundo exterior y
concentra a ambos en el órgano que le preocupa. (y llama
erogeneidad a la propiedad de
todo órgano de adquirir valor
fálico) La introversión de la libido recaerá
sobre los objetos de la fantasía si hay
representación, o sobre el yo si no la hubiere.
La hipocondría aparece como valla frente a la
psicosis, pero a la vez algo falla en el ordenamiento de la
representación para que se instale. Aparece el esfuerzo
por mantenerse en la dimensión fálica, de sostener
el goce fálico goce de la palabra, más allá
del cuerpo. Pero preocuparse tanto a nivel de un órgano a
nivel de la palabra implica estar a un paso del fracaso de
sostenerse en la dimensión fálica.
Los hipocondríacos se agotan queriendo interrogar
a un órgano por los misterios de un cuerpo por los
silencios del Otro, por la muerte y la
castración.
La histérica ‘se cansa’ de hablar de
cualquier cosa, pero así dice aunque no se lo proponga su
deseo. Hay inconsciente estructurado, entonces dice de su deseo
porque el inconsciente se expresa cuando habla. El
hipocondríaco no quiere saber de su deseo por su
estructuración significante, su deseo no se lo permite.
Biologiza su interrogación porque le es imposible decir su
deseo. Rebaja el deseo, el significante al órgano
biológico. Busca en un órgano una respuesta que se
alcanza en el nivel del significante Siempre hay una
preocupación más por la salud. Intenta ubicar la
pregunta en el órgano y no en el otro. No espera respuesta
ni quiere sacar su pregunta de la esfera biologizada. El
interés del yo y la libido coinciden (en las neurosis
más organizadas simbólicamente la libido se separa
del interés del yo; en una histeria por ser yoicamente
coherente algo de la libido se desprende del yo cuando habla.) En
el hipocondríaco es condición de soldadura para
no caer en el delirio. El discurso del hipocondríaco
está lejos de la neurosis de transferencia. Hay que ser
cauto con la interpretación porque si el
hipocondríaco se zafa se organiza en delirio.
Si un neurótico, descubre más allá
del significante el objeto que su deseo le convoca a gozar, en el
hipocondríaco apoyado en lo que hay de palabra
trataría de hacer ligazón a los objetos.
Está garantizada en su precariedad simbólica la
moderación porque vive pendiente del resto de libido
disponible. El hipocondríaco mide minuciosamente la
disponibilidad de energía disponible, y suele armar una
teoría
de la energía minuciosamente separada de la cadena
significante, como si la energía y la libido no se
implicaran.
La hipocondría implica una falla en la cadena
significante, en la estructura simbólica, pero esta falla
no siempre es la misma. La hipocondría no hace cuadro por
sí.
En la paranoia hipocondríaca se positiviza la
causa de un órgano que deviene perseguidor.
En la melancolía hipocondríaca se
estructura también delirio tras la fase de
melancolía. La más sufriente idea
melancólica, pero que la negación de órganos
o la idea de enormidad, es la doliente idea de inmortalidad. Un
hipocondríaco habla siempre de un órgano enfermo,
de peligro de muerte pero
jamás de la muerte. No puede hablar de la muerte y la
castración porque no es capaz de tolerar un agujero en la
simbolización, esa falta en el otro. Al revés que
la histérica que dice ‘me muero’ a cada rato,
el melancólico hipocondríaco. No puede registrar la
falla en el Otro, tampoco puede confiar en el Otro, por eso no se
entrega, no se puede distender nunca.
La hipocondría neurótica pone a prueba que
la estructura simbólica no soporta toda la estructura del
sujeto donde la falla aparece en la preocupación por el
órgano tiende a separar deseo de energía y arma
siempre teorías
que sostienen el balance de la cantidad de energía como
explicación de todo. La cadena de representaciones en el
que el deseo se dice, es la que ordena el quantum de
energía, y la pone a disponibilidad para el sujeto. Cuando
esta organización falla se vive minuciosamente
pendiente de la energía, de la libido
disponible.
Resumiendo:
- En la histeria, analizable e interpretable, lo
simbólico invade al cuerpo imaginario, y la
lesión orgánica responde a una frase reprimida,
síntoma del que gozan el neurótico y quienes
él sostiene. El síntoma interroga a un sujeto
capaz de transferencia. - En el fenómeno psicosomático, un lugar
mudo, entregado al goce del Otro se sustrae a todo anudamiento
significante. La lesión no se significa. La
transferencia aparece como vaciada, reclamando otro recurso que
la interpretación simbólica. - En la hipocondría se habla de los
órganos como intento de mantenerse en la esfera del
órgano de la palabra. Interrogar a lo real del
órgano desvía el lugar de la pregunta donde
habrá muchas palabras para decir poco o nada del
deseo.
- Bernard, Michel. "El cuerpo". Colección
: Biblioteca
de técnicas y lenguajes corporales. Buenos Aires.
Editorial Paidós. 1980. - Freud, S. "Tratamiento psíquico, tratamiento
del alma.". Obras completas. Tomo 1. "Ed. Amorrortu Bs.As.
1982 - Programa de seminarios por Internet:
Clase 1: dictada por José Zuberman. El
síntoma histérico, el fenómeno
psicosomático y el discurrir hipocondríaco.
Clase 2: dictada por Adriana Dreizzen. Los duelos y el cuerpo en
la clínica psicoanalítica.
Clase 3: dictada por Mauricio Szuster. La implantación de
la palabra en el cuerpo.
Clase 8: dictada por: Sierra ovejero, M; Wolfberg, E;
Finquelievich, G; David, J. Diferentes perspectivas
teóricas respecto de las afecciones
psicosomáticas.
Trabajo enviado y realizado por:
Ferrada, María Elena
Estudiante de 4 año de
Psicología