El ego del hombre es por
su naturaleza
diferente al de la mujer. Para
el hombre ser
infiel es fácil, ya que lo califica de "macho"
(noción equivocada), mientras que para la mujer la
traición es más traumática.
La tolerancia de la
infidelidad entre los sexos es asimismo distinta, la mujer
tendiendo a ser más sospechosa y el hombre, más
vano y más seguro de sus
proezas amatorias — existan éstas o no —se inclina a
ser menos sospechoso.
Todo tiene su origen en el pasado paleolítico y
su explicación en la neurociencia
Para los hombres es más difícil saber si
les están siendo infieles, puesto que ellos tienden a ser
menos observadores y reparan menos en cambios sutiles que sin
embargo las mujeres descubren al instante.
Los hombres en general temen o sospechan que su pareja
les está siendo infiel, cuando ésta se niega a
mantener relaciones
sexuales como de costumbre, porque el sexo lo es
todo (o casi todo para el hombre inmaduro). Muchas
mujeres, a pesar de que jamás perdonarían la
infidelidad, deciden auto engañarse para no tener que
enfrentarse a la realidad de que son abandonadas por el padre de
sus hijos. Pero, siempre descubrir que uno ha sido traicionado
por la persona amada,
invariablemente constituye una experiencia dolorosa y hasta
humillante, puesto que se ponen en juego los valores
que fundamentan una relación amorosa, como son la
confianza, la sinceridad, la solidaridad y el
respeto.
Perdonar o no una traición depende de la persona
y del tipo de relación que existe, ya sea por motivos
religiosos o porque no quieren hacer sufrir a sus
hijos.
En el caso de las mujeres que deciden perdonar (pero no
olvidar). La infidelidad suele ser un arma esgrimida muy
frecuente en las discordias, y que puede marchitar más una
relación, ya precaria. Es preferible no mencionar
constantemente la infidelidad de la pareja, si no se es capaz de
superar y olvidar, quizá sea necesario plantearse, en esta
coyuntura, una solución cortante. Muchas mujeres que han
sido infieles se torturan porque no saben si contárselo a
su compañero, se sienten mal, pero lo primero y más
importante, no es la confesión, sino descubrir el
porqué de la traición. Si se ha sentido esa
necesidad es porque la otra parte no dio algo que ella
sentía necesitaba y que no tiene por qué estar
relacionado, siempre, con el sexo.
Hay que evaluar los pros y los cons antes
de decidir compartirlo con el otro. Puede que haya sido
simplemente una aventura que la haya hecho ver a una que no
quiere, de veras, abandonar al amante. En este caso se puede
tratar de reconstruir tu relación.
Pero si las dudas y los sentimientos de culpa hacen que
se desee ser sincera y confesar, es posible que la pareja decida
que no pueda perdonar lo que dependerá de lo importante
que uno sea para el otro. Muchas veces ellos deciden perdonar,
pero la infidelidad estará presente durante mucho tiempo en
la memoria y
será difícil que vuelva a confiar en la mujer, por
ello es aconsejable buscar ayuda profesional y no depender de los
consejos bien intencionados de las amistades.
La infidelidad y sus
motivos
Las nueve razones más comunes por las que se es
infiel son resultado de la búsqueda de la
satisfacción de necesidades que no se encuentran en la
pareja con quien se comparte el
amor.
Una de las peores traiciones hacia cualquier pareja o
por parte de ella es la infidelidad. Generalmente se asume que la
persona infiel es la única culpable, sin embargo la
infidelidad es el resultado de una crisis de
ambos, pues quien es infiel lo hace porque busca en otra persona
cuestiones sexuales, emocionales o intelectuales
que la pareja no le da.
La infidelidad no sucede espontáneamente, siempre
hay motivos que la provocan. La lista de razones es interminable,
pero los profesionales especialistas en terapia de pareja
coinciden en que en todas se intenta satisfacer carencias
específicas y emocionales en la
relación:
Las nueve razones más comunes
1. Sentirse devaluados. Terminado el enamoramiento, se
enfrenta a la persona real y se olvida la idealizada, y sus
conductas no siempre son placenteras y en la convivencia
defraudan todas las expectativas. Si la pareja se aísla al
centrarse sólo en sus objetivos
personales y no en los de ambos, y al mismo tiempo uno se
relaciona con una persona distinta que hace que uno se sienta
más apreciado, esta nueva persona se elige
inconscientemente como nueva compañera. Principalmente
para las mujeres, es muy importante sentirse bellas y deseadas
por el hombre de su vida. Si no se cumple este objetivo, se
siente una gran frustración y se devalúa la
autoestima.
Una forma, lógica,
aunque errónea, de sentirse de nuevo atractivas y
deseadas, es siendo cortejadas, en una relación
extramarital.
2. La monotonía. Cuando la pareja descuida el
tiempo en común por sus actividades personales y deja de
tener detalles cariñosos con el otro, se siente que el
amor se
acabó, se produce un distanciamiento y uno comienza a
sentirse destinado a pasar el resto de los días atascado
en una relación que ha perdido su encanto.
Un matrimonio sumido
en la rutina y en el aburrimiento se puede desplomar a causa de
un encuentro con un intruso que llegue y aborde la pareja
descontenta con el misterio, encanto y riesgo de los que
carece la relación existente.
3. Una vida sexual deficiente. El sexo es un elemento
esencial en la unión y si éste es defectuoso, quien
se siente insatisfecho tiende a buscar fuera de la
relación la satisfacción sexual que no encuentra en
su amante. Si a pesar de sentir un gran amor por la pareja, en el
lecho del amor nada excitante se encuentra, uno puede resarcirse
teniendo relaciones sexuales con otra persona, porque uno se
siente enojado con una persona que no quiere hacer el amor o no
quiere llevar a cabo las fantasías sexuales de la
otra.
4. Dependencia emocional de los padres. Si la pareja no
es emocionalmente independiente de los padres y no establece
límites
respecto a ellos, esta conducta infantil
los hace sentir sin su apoyo, y la necesidad insatisfecha de ser
escuchados y atendidos los puede impulsar a buscar una
relación extramarital. Simplemente para encontrar alguna
otra persona que les sirva de soporte o de apoyo.
5. Procurar nuevas sensaciones. Si se acaba la
seducción del enamoramiento y se vive en el hastío
de una relación yerta, hay quienes necesitan seguir
satisfaciendo la necesidad de seguir enamorados. La curiosidad de
experimentar el sexo con otras personas y de vivir la aventura es
un fuerte motor para buscar
una liaison.
6. Idealización de la pareja. Para continuar
idealizando a la pareja, muchas veces se eligen como amante a una
persona totalmente opuesta. Hay quienes llevan a cabo todas sus
fantasías sexuales con el amante y no con su pareja para
sentir que la siguen manteniendo en el concepto de lo
"decente".
7. La pareja lo permite. Se dan casos en que la otra
persona está de acuerdo en que se tengan relaciones
extramaritales, porque es consciente de que son esenciales para
el otro satisfacer las deficiencias que existen en la propia
relación.
8. Sentir amenazas contra la libertad.
Cuando la pareja es asfixiante o da miedos de apropiar la
independencia
del otro, atrapándolos en una relación sofocante,
se puede intentar sentirse libres cometiendo actos de infidelidad
rebelde.
9. Alardeo de poder. Por
haber obtenido poder, dinero y una
posición social, hay quienes sienten que se han ganado el
derecho a tener un mayor potencial sexual con el sexo opuesto.
Pregunten a Paris Hilton, Donald Trump y tantos otros por ustedes
conocidos.
En
resumen
La infidelidad es un síntoma de la serie de
crisis por las que, casi todos, atraviesan, usualmente, como
pareja. Si exploramos en el fondo, comprenderemos que se es
infiel cuando no se encuentra en la pareja lo que se desea y que
la relación entre ambos no satisface completamente todas
las necesidades mutuas tanto físicas como emocionales. Sin
embargo, superar la crisis dependerá de la forma en que
ambos logren comunicarse entre ellos.
Debido a su relevancia para la estabilidad y para la
preservación de la más importante de nuestras
instituciones
humanas. Hemos decidido cubrir este tópico con la
asistencia de muchos a quienes reconocemos aquí por su
ayuda inestimable.
La
infidelidad, sus causas y su prevención
La infidelidad en la relación de pareja es un
asunto de la mayor importancia para todos quienes creen en los
valores de la
monogamia exclusiva y en sus ventajas saludables.
Un hecho sólo corrobora los aspectos emocionales
que son saludables de las parejas que son mutuamente fieles: es
que viven más tiempo, vidas que son más largas.
Otros aspectos existen que hemos ya mencionado cuando escribimos
en tiempos pasados acerca de la salud y de una vejez
idónea que a tantos evade.
La mayoría de las parejas suelen pasar por momentos de
crisis en su relación que, en muchos casos, si no se
superan, corren el riesgo de caer en la trampa funesta de la
infidelidad. Veamos por tanto en qué consiste, por
qué ocurre y cómo afecta la infidelidad a la
relación de pareja.
1. ¿Qué es la infidelidad?
2. Causas de infidelidad
3. ¿Cómo prevenirla?
4. ¿Qué suele ocurrir después?
1. ¿Qué es la infidelidad?
Infidelidad. La violación de la confianza y de la
fe básica por medio de la traición astuta. Mentira
ésta que provoca desconfianza y dolor en la
pareja.
Traición, mentira, engaño, son algunas de
las palabras empleadas por la persona ofendida. La infidelidad se
produce cuando una pareja rompe el compromiso de lealtad
sentimental contraído. Es una traición a una
promesa hecha por la pareja, una promesa de exclusividad, de amar
sólo a esa persona.
No siempre tras la infidelidad se produce una ruptura,
algunas parejas consiguen superarlo, pero a un alto costo. Otras
rompen con la pareja, no están dispuestas a continuar una
relación en la que se ha perdido lo fundamental, la
confianza, además de tener el temor de que vuelva a
ocurrir.
En ambos casos la infidelidad trae consigo un gran
dolor, pérdida de confidencia en el otro, pérdida
de autoestima, humillación, impotencia y
rencor.
Cuando se produce la infidelidad, pensamos que es por un
motivo importante, una situación insostenible dentro de la
relación o por otro gran amor. Sin embargo, la
mayoría de las veces es por situaciones más
banales.
La infidelidad no solamente es cosa de pareja sino de
uno mismo, se produce por una falta de autocontrol y por no saber
evitar a tiempo situaciones comprometidas.
2. Causas de infidelidad
Los motivos por los que alguien puede ser infiel son muy
variados, los más frecuentes son:
– Búsqueda de nuevas experiencias, esto ocurre
sobretodo en personas sin experiencia, que no han tenido
relaciones con otras personas.
– Después de varios años de convivencia se
produce el cansancio y el deterioro de algunas parejas que no han
dispuesto de los medios para
evitarlo y esto, junto con el tedio, puede
conducir a la infidelidad final.
– Insatisfacción emocional. Esta causa de
infidelidad se produce sobre todo en las mujeres en las que el
motivo principal es la falta de amor y el abandono afectivo por
parte de su pareja.
– En personas inseguras. La infidelidad puede ser vista
como logro personal.
– Como venganza a una infidelidad anterior de la
pareja.
– En la llamada crisis de los cuarenta. Existe en muchos
casos donde surge la necesidad de sentirse joven y atractivo a
pesar del envejecimiento.
– Falta de valores o creencias morales.
– La soledad entre pareja, junto con la atracción
física o
la afinidad en gustos e inquietudes por otra persona puede
desembocar en la infidelidad.
3. ¿Cómo prevenirla?
La mejor manera de prevenir la infidelidad es a
través de la
comunicación y de la dialéctica diaria contra
la costumbre y la rutina que hacen que se pierda interés
por la relación y por la pareja, y que se produzca un
abandono de la vida en común.
Para que una pareja se mantenga unida es fundamental que
se conozca íntimamente. Es imprescindible conocer los
gustos, la
personalidad y deseos del otro. Saber que son importantes el
uno para el otro y expresarse el amor día a
día.
Para conseguirlo es necesario un esfuerzo y una
dedicación de energías y de tiempo. Para evitar la
infidelidad lo mejor es que la pareja se sienta satisfecha como
pareja y orgullosa de ser como son juntos.
4. ¿Qué suele ocurrir
después?
Es cierto que aunque, en principio, se oponga; cualquier
persona puede verse envuelto en una infidelidad.
¿Qué hacer ante esto?
– Si se toma la decisión de proceder con ellos,
continuar ignorando las consecuencias sin reproches ni venganzas.
Aunque teniendo en cuenta que si la pareja desea regresar de
nuevo, a pesar de todo, debe de ser porque, de alguna manera, uno
es la persona con la que desea estar.
– Si la decisión ha sido la de abandonar al otro,
no olviden que se pasarán por momentos dolorosos hasta que
se logre construir otra vida sin la otra persona. Puede que se
haya sufrido y que, a veces, se haya uno sentido desencantado,
pero igualmente se reconoce que ha existido el cariño y
que se ha vivido una etapa de la vida, plenamente satisfactoria.
Eso es de importancia.
– Puede ocurrir que la persona que ha sido infiel no
desee retomar la relación, lo que comenzó como una
simple "cana al aire" puede
desarrollarse y transformarse en algo serio y duradero que
conduzca a concluir la relación anterior.
Conviene aclarar que, aún existe una doble
moral respecto
a la infidelidad, muy distinta para el hombre que para la mujer.
En el caso del hombre es aún vista socialmente como algo
inherente a su condición sexual. Pero en el caso de la
mujer esta situación es criticada con mucha más
severidad. Por esto las mujeres tienden a sentirse más
culpables y son más propensas que los hombres a confesarlo
a su pareja. Acción
que llevan a cabo a un riesgo enorme.
La infidelidad es más que un acto sexual
extramarital. Es un conjunto de fenómenos
específicos de la especie y asimismo genéticos y
culturales, por lo que debe de ser entendida como un asunto del
mayor interés por su complejidad inherente y sus
repercusiones remotas.
Caveat, no todo terapeuta está calificado
para desenmarañar este asunto. Así que, en la
búsqueda de ayuda, debes de ejercer mucho
juicio.
Después de la aventura…
¿Qué hacer y qué no…?
En la vernácula erudición, no tan excelsa,
de mi juventud
dominicana mis amigotes solían expresar con malicia
conspicua, para justificar, en anticipación la eventual
llegada de sus aventuras extramaritales, resultado de un machismo
tan promiscuo como infiel: "Yo seré casao, pero no
capao…"
Para la mujer subyugada, no en acato de creencias
prosaicas; la fidelidad, la dedicación, el idilio
romántico, que por su naturaleza misma entra en conflicto con
la infidelidad, la relación extramarital no es asunto de
frivolidad. Lo es así por razones necesarias a la
supervivencia de la especie.
Que suceda o no suceda, obedece a factores cuya
explicación pertenecen en otras ponencias.
La cuestión es ésta, una vez consumado el
"quebrantamiento", es contar o no contar… Confesar o
silenciarlo…
Hablaremos aquí solamente a la
mujer…
Caíste o te arrojaste a los brazos de otro.
Quizá por la vez única, o quizá hayas
iniciado una relación paralela. Miras a tu novio o a tu
marido dispuesta a confesar: hablando se entiende la gente.
¿Verdad? ¡Mentira! A veces, no es así, ni es
tan simple.
Una buena pareja no tiene secretos, sostiene la
sabiduría popular. Pero una mujer despabilada sabe que a
veces es mejor no seguir ciegamente ese consejo. Seamos honestos.
No le cuentas
absolutamente todo a tu hombre, ¿no? ¿O le dices
que te preocupan sus signos de
futura calvicie, que no te pareces a su mamá, y que, a
veces finges, un orgasmo mientras piensas en otro
más?
Bueno, supongamos que te asfixia la culpa por un secreto
oscuro, profundamente guardado… por qué le fuiste
infiel. ¿Te inclinas por contarle?
¿Deberías? "Sólo si quieres que tu
matrimonio se termine", advierte Graciela (nombre ficticio), de
40 años, cuyo marido le exigió el divorcio
cuando encontró en un abrigo de ella una carta
erótica que le había mandado Julio, su amante.
Graciela jura que no dejó el abrigo con la terrible
evidencia en un sillón de la sala, porque deseara ser
descubierta — pero su terapeuta piensa lo contrario. "Si
hubiera podido controlar cómo y cuándo darle la
noticia — insiste — hubiera preferido hacerlo en
público, tal vez delante de algún amigo o de mi
hermana, así él no hubiera podido hacer la escena
que hizo".
Según algunos consejeros de familia, muchas
parejas vuelan por los aires, no por el descubrimiento de un
affaire, sino por ocultarlo. Su teoría
es: si se mantiene en secreto tal aventura, se traiciona la
intimidad de la pareja, y nadie puede recomponerla. El matrimonio
tiende a derretirse por dentro y, luego de otras andanzas,
finalmente se desmorona.
No obstante, un dilema tan complicado como contar o no
decir, no puede resolverse con tan simple un sí o un no.
Cuando una ha sido infiel, la primera pregunta que debe hacerse
–– insisten los expertos — es ¿qué espera
lograrse con la confesión?
Alejandra, de 31 años, siente que
dañó irreparablemente su matrimonio al revelarle a
su esposo, en un impulso, que una noche se había acostado
con otro. Él estaba fuera del país por un negocio
cuando ella se encontró con Enrique — un ex
compañero de facultad, que en su momento le había
resultado muy atractivo — y se fueron a tomar algo. Los tragos
se prolongaron en una cena y la cena en un tórrido
encuentro en el apartamento de Enrique. Seis meses más
tarde, Alejandra y su marido festejaban su quinto aniversario en
un restaurante súper elegante. Brindaron con champagne y
comenzaron a hablar de viejos amigos a los que hacía
tiempo no veían. De pronto, dice Alejandra, "le
solté la historia de cómo me
había encontrado con este ex compañero de la
facultad y cómo había terminado en la cama con
él". "Guillermo se volvió loco. Se levantó,
tiró la mesa y se largó del sitio gritando, para
que todos lo oyeran: ‘¡Puta! ¡Eres tan puta
como todas las chopas en tu familia!’".
Aunque le juró que desde esa vez nunca
había vuelto a ver o a hablar con Enrique, y que no
tenía la menor intención de hacerlo, el resto del
festejo se ahogó en lágrimas y rencilla. A la
mañana siguiente todo estaba más o menos en calma
de nuevo, y nunca se volvió a hablar del asunto. Pero algo
había cambiado para siempre. "Tengo la impresión de
que Guillermo no confía en mí y todo el tiempo
parece estar esperando que lo engañe. Cometí un
error que nunca voy a poder corregir. No me refiero a haberme
acostado con Enrique (‘lo que nunca olvidaré, tan
bueno era’), sino a haberle contado el asunto a Guillermo".
Considera Alejandra.
¿Culpa? ¿Pero qué
rompiste?
Las mujeres tienen aventuras por distintas razones, las
que ya hemos discutido anteriormente: Porque se encuentran
apresadas en un matrimonio infeliz, porque se enamoran
desesperada-mente de un hombre que no es su pareja digna o
adecuada, y todos los matices intermedios.
No menos dramáticas e importantes son esas
relaciones efímeras que hacen que se olviden los problemas
personales. Si una mujer acaba de tener un bebé, si su
carrera está estancada, si se siente aburrida, inquieta o
insegura, es humano desear un poco de pasión, algo que
sacuda la rutina… pero no que implique, necesariamente, un
divorcio. A veces sucede que el otro hombre no le atrae
perdidamente, pero siente que él la desea como hembra, lo
que es justamente lo único que necesita. No es
extraño si, luego de unos meses, la mujer comienza a
perder interés y empieza a sentir renovado amor — y
hasta deseo intensificado — por su pareja. Para entonces, el
affaire ya causa más problemas que otra cosa. Se corta, y
la vida sigue. Ella se siente mucho mejor, tanto así que
comienza a pensar, con remordimiento masoquista, si no debiera
confesarle a su pareja ese (enorme) secretito…
Antes de abrir la boca, es necesario analizar con mucho
cuidado lo que impulsa esa urgencia a hablar. Para los expertos,
confesar no es una buena idea, sobre todo si el romance
duró muy poco o pasó hace mucho. Esa
confesión sólo serviría para aliviar una
conciencia en
conflicto de la manera más fácil — sin pensar en
lo que se está haciendo y en sus consecuencias, sin
evaluar por qué pasó lo que pasó y
cuál es el mejor camino a tomar —, mientras que la
pareja arriesgará quedarse con ese dolor para
siempre… y ¡ahí sí que empiezan los
verdaderos problemas! ¿Vale la pena que él se
sienta traicionado por un acto que no se cometió como
traición contra él? ¿Vale la pena que una
relación, hasta entonces estable, se agriete por una
relación pasajera cuya existencia no afectó
directamente al otro? ¿Vale la pena poner a prueba la
tolerancia del otro por un evento que no lo involucra?
Deténganse a pensar el asunto como si le hubiera
pasado a otra: una chica comprometida tiene una aventura
extramatrimonial. Antes, durante y después del affaire, su
relación con el novio o marido sigue su curso
independiente. ¿Qué se hizo de malo?
¿Qué crimen de lesa humanidad se cometió?
¿Cuántas víctimas hubo? Sentir culpa por un
daño
que no se cometió carece de sentido. Porque — recordemos
— el cuerpo en que vives es tuyo y lo que hagas con él
al ser infiel no puede realmente herir el honor de tu
pareja. En cualquier caso, te hiere más a ti. Estamos en
el siglo XXI y, desde el siglo pasado, el matrimonio ya no es una
cárcel que convierte a la mujer en propiedad
absoluta y subyugada del hombre.
Inés, una licenciada en marketing que
trabaja para un laboratorio,
se había sentido atraída por su jefe, Miguel,
durante mucho tiempo. Ambos estaban felizmente casados y, por lo
tanto, solían flirtear con impunidad,
sólo para divertirse. "Nos sentíamos seguros explica
Inés. Ninguno de los dos estaba en busca de un amor, ni
siquiera de una escapadita juntos". Pero el laboratorio los
envió a una conferencia sobre
las políticas
de marketing de las distintas sucursales, en Londres, sin sus
parejas. Como, a menudo sucede, entre reuniones, cócteles,
cenas elegantes y hoteles caros. La
tercera tarde, después de demasiados tragos, Inés y
Miguel sucumbieron a la tentación.
Aunque el sexo estuvo fantástico, ambos acordaron que no
volvería a suceder. Volvieron a casa sin resentimientos,
broncas ni tensiones entre ellos, sólo con culpa. Mucha
culpa. Tanta que decidieron preguntarle a un psiquiatra si
debían confesar a sus parejas que habían tenido un
affaire. "El terapeuta nos preguntó por qué
queríamos contarlo. Probablemente confesar sólo
haría que nuestros matrimonios estallaran, cosa que
ninguno de los dos quería", cuenta Inés.
"Claramente nuestro asunto había terminado. Ninguno de los
dos esperaba nada más del otro". No lo hicieron. Son
felices.
Confesar puede ser peligroso
Una aventura extramarital suele ser un intento
disfuncional para estabilizar un matrimonio y confesarlo puede
favorecer la posibilidad de arreglar los problemas y forzar
cambios positivos. Desde luego, confesar presenta riesgos. Pero
también los presenta guardar el secreto. La
confesión, es más peligrosa para las mujeres que
para los hombres. "Cuando algo anda mal en una pareja, las
mujeres tienden a echarse la culpa y los hombres son menos
capaces de comprender y perdonar. Además, las mujeres
necesitan del matrimonio mucho más que los hombres, por
razones económicas, biológicas (sí,
biológicas) o de otro tipo".
Nancy Kolodny, mi colaboradora de antaño sugiere
no contar — o al menos guardar el secreto por algún
tiempo — en las siguientes situaciones:
* Si tu novio o esposo está bajo gran estrés (lo
despidieron, lo operaron, perdió a uno de sus padres o un
amigo)
* Si es "un rencoroso que te va a martirizar por el resto de tu
vida"
* Si puede reaccionar con violencia y
abusar físicamente de ti
* Si el affaire fue debut y despedida (como el de Inés y
Miguel) o si sucedió hace mucho tiempo.
La honestidad
absoluta no es siempre lo mejor – se lee en toda revista de
peluquería, pero incluso si no confiesas debes entender
por qué viviste ese romance. Si engañaste por amor
— si estás comprometida en una relación
extramatrimonial apasionada, que no tiene fin a la vista y que
parece más fuerte que la oficial — resulta bastante
improbable que tu matrimonio o tu noviazgo pueda sobrevivir.
Entonces no confieses. Antes de decidir, busca ayuda profesional
para resolver el impasse.
Por ejemplo, tenemos el caso de María de 34
años, que hace dos mantiene una relación
clandestina con Daniel. Ambos están casados y — lo que
hace que se extrañen más — viven en distintas
ciudades. Hablan por teléfono o chatean todos los
días para intercambiar confidencias y fantasear sobre un
futuro en común. María cuenta que no pasa una hora
sin que ella piense en Daniel. Cuando hace el amor con su marido,
Toni, cierra los ojos y trata de imaginar que es Daniel; luego se
da vuelta para ocultar las lágrimas. "Mi matrimonio ya
fue. Toni no hizo nada malo, pero no puedo seguir en este
estado de
perpetua agonía. Me asombra que Toni no sospeche nada.
Tengo que confesarle lo de Daniel No puedo seguir así", se
angustia María.
Nadie puede garantizarle que Daniel se separe de su
mujer más o menos pronto. "Sé que no está
listo para terminar su matrimonio. Tal vez nunca lo esté",
cree ella. "Pero cualquier cosa, hasta quedarme sola, es mejor
que este tormento. Siento que mi esposo es un desconocido y que
Daniel es mi alma gemela".
Al confesar, María se arriesga a perder de golpe y porrazo
marido y amante, pero no ve otra opción.
En resumen
No todo es muy simple. Pero, siempre, por su naturaleza
especial y por su constitución férreamente superior,
las mujeres sufren más (a veces, más de lo justo)
de lo que les toca.
Dicen en círculos científicos: Que para
vivir muchos años se necesitan buenos genes. Para
encontrar una unión estable entre parejas, se necesitan
suerte, y determinación — con mucho esfuerzo.
El
flirteo, ¿infidelidad o retozo?
Por mucho que presumamos de una relación liberal,
no es un asunto de buen gusto ver a tu novio o amante flirtear
descaradamente con otras. Pero, ¿qué hacer en estas
ocasiones? ¿Dejarlo plantado por lo que puede ser un
simple "tonteo" o darte la vuelta y fingir no ver
nada?
La carcajada inicial de "mira a mi niño hablando
con esa chopa" se va torciendo en una mueca cuando, al
fijarte, te das cuenta de que está flirteando con ella
bajo tus propias narices.
Intentas mantener el coraje delante de los amigos ("tan
sólo es un jueguito sin ninguna maldad"). Pero la verdad
es que no te hace ninguna gracia, y mucho menos cuando descubres
que la persona con la que habla, demuestra cierto interés
por él.
¿Qué hacer? ¿Quedarte quieta hasta que se
acuerde de que ha venido contigo? ¿Atacar a la susodicha,
cual leona en celo? ¿Dejarlo plantado delante de todos sus
amigos, no sin antes haberle dicho que se ha portado como un
ratón?
¿Es flirtear ser infiel?
En la palabra flirtear se encuentra el "quid" de la
cuestión. ¿Qué significado tiene para ti?
¿Simplemente es una manera de gustar a los demás o
lleva connotaciones que rayan en la traición?
Para muchas, un flirteo es un juego inevitablemente inherente al
ser humano, como animal social que es. Y es que el hombre, por
ser débil, tiene la necesidad de engraciar a todos quienes
le rodean, más si éstas son mujeres atractivas.
Para otras muchas, el coquetear con otros, aunque sólo sea
por el hecho de agradar, puede despertar una respuesta, y es
aquí donde se presenta el peligro real de la infidelidad
como situación viciada.
Por eso, el flirteo en sí mismo ya es una forma de
infidelidad, aunque no haya contacto físico de por medio.
Así lo es, ya que se está solicitando una atención que no es precisamente la de una
amistad sin
interés sexual.
El Diccionario de
la Real Academia de la Lengua nos da
la solución: el flirteo "es un juego de seducción
entre un hombre y una mujer". Así pues, siempre y cuando
no haya un entendimiento previo entre la pareja, flirtear es un
modo de infidelidad. Puro y simple.
Cuestión de límites
Pero no todo en la vida es blanco y negro y por eso, un
coqueteo no tiene por qué suponer una ruptura.
Dependerá de los límites que uno se haya marcado
como pareja.
Algunos determinan las zonas de peligro en el contacto
físico. Mientras sólo haya palabras, todo vale.
Pero ten en cuenta que, a veces, las palabras son más
peligrosas que los hechos. El Internet así lo
ratifica. A través de una mera pantalla, y sin
ningún contacto físico, puedes practicar
cibersexo con distintas personas o contar con numerosos
ciberamantes.
Para que no haya ninguna confusión que pueda destruir una
relación estable, lo mejor es marcar las propias reglas.
Si se violan las normas y tu
pareja te hace sentir incómodo, una vez tras otra con sus
coqueteos, no es el tipo que necesitas. Pero cuidado: si eres
tú la que no paras de lanzar miraditas a diestra y
siniestra, puede que estés arriesgando el futuro mismo de
tu relación.
Y es que flirtear puede resultar bonito, e incluso positivo, para
todos, ya que a muchos llega a elevar la autoestima, pero siempre
y cuando no te haga daño ni a ti, ni a los
demás.
El flirteo es cosa de tres
¿Te has dado cuenta de que cuando existe un
"tonteo" fuera de la pareja hay tres personas implicadas?
Tú, tu pareja y esa tercera persona en discordia de la que
nos solemos olvidar, pero a la que podemos causar mucho
daño sin enterarnos.
Puede que tu pareja y tú tengan un acuerdo entre ustedes
acerca del flirteo. Incluso, puede que se conviertan en
cómplices el uno del otro en este peligroso juego. Pero
puedes estar dañando a alguien que no sabe de que existe
este acomodamiento. Entonces, cuando esa persona se siente
atraída por ustedes, ¿qué hay que hacer con
ella? ¿Se le cortan las alas de golpe y porrazo —
dejando que se precipite contra el suelo?
En resumen, todo este asunto del flirteo puede dar lugar a
situaciones embarazosas más allá de la propia
pareja. Es un terreno turbio en el que hay que tener cuidado para
no caer, ni hacer caer, a los demás.
Tómatelo con humor
Puede que consideres que la fidelidad no existe y que
los coqueteos son algo innato al ser humano, así que nada
mejor que tomarse las cosas con humor.
Al menos, así lo ha entendido un ciudadano del Brasil,
José Adauto Caetano, que tras ser traicionado
sucesivamente por ocho esposas, ha fundado una "Asociación
de Cornudos" dedicada a dar consejos sobre cómo lidiar con
la infidelidad.
El experto, poco convincente como "experto", nos aconseja: "Con
mi experiencia puedo ayudar a la gente… La infidelidad es algo
normal y no puede convertirse en un trauma, pues anula al
hombre", asegura el propio José Adauto Caetano. Y es que,
como él mismo dice, ser "cornudo" no es extraño, lo
que pasa es que nadie lo admite. Por lo menos, así no
pasaría con él en ocho oportunidades al bate sin un
"hit".
A sus 54 años, está casado de nuevo y
confiesa que no ha perdido la ilusión de amar.
Además, confía en que su nueva mujer jamás
le traicione. Aunque el número nueve siempre espera a
progresar.
Así que abandona tus complejos, sigue los consejos de
José Adauto y no te quedes anestesiada con la
situación. Plántale cara con humor, mientras
demandas a tu hombre que se porte como ser maduro y no como
niño acomplejado.
Remediando la infidelidad
El adulterio y la
infidelidad no son situaciones idénticas e
intercambiables. Por la mayor parte de la historia humana una
forma u otra de apareamiento ha existido entre los sexos
ratificando su existencia universal. Sin embargo, en tiempos
prehistóricos no siempre fue así, no siendo hasta
que las primeras manifestaciones de la aparición de la
Ley Natural
hicieran su presencia, que la unión matrimonial con la que
somos familiares hiciera sentir su estampa en sus diversas
configuraciones.
Castigo africano a la mujer
infiel
La Ley de los Tres fue la que primero se hizo evidente.
Esta consistió en que para lograr adquirir y mantener la
presencia de un hombre en su vida, la mujer embarazada
tenía que usar todos los subterfugios a su alcance para
persuadir un macho, en búsqueda de hembras para fecundar,
que permaneciera a su lado fungiendo de padre por los primeros
tres años críticos de la vida de un recién
nacido humano.
Cuando surgieran los contratos
civiles, la necesidad de proteger más las fortunas que a
los propios hijos, con el dominio del
feudalismo
avasallante, brotó el imperativo machista de sojuzgar la
mujer y de hacerla propiedad exclusiva del marido. El adulterio
con sus rígidas penalidades nunca ha sido tan severo con
el trasgresor masculino como siempre lo ha sido con la
vilipendiada mujer. El arte, plenamente
lo justifica y aun lo soporta por doquier.
Pero, si los tiempos cambian, los sentimientos
éticos de que algunos seres humanos son capaces, son
prueba de que la moralidad,
virtud que evade cambistas, banqueros fraudulentos, abogados
meretrices, políticos venales y muchos prelados — nos
enseñan que el adulterio es una prueba de fuego que
destruye a aquellas parejas en las que falta el amor, pero
fortalece a muchas que realmente se aman y que pueden perdonarse
entre sí.
Hombres y mujeres infieles
Existe el mito de que el
hombre tiende más a ser infiel que la mujer, porque tiene
un mayor apetito sexual. Esta falsedad es tan espuria como
sexista. La mujer tiene más deseos sexuales que el hombre,
lo que el hombre desconoce es la diferencia. Sin embargo, un
problema social como el adulterio no se puede resolver con un
argumento biológico. Lo que, por el contrario lo agrava,
tolerando más esta conducta y el promoviendo el machismo
insulso.
De la infidelidad sabemos que el hombre lo ha hecho
durante toda la historia, pero hoy la mujer también suele
ser infiel y mucho más frecuentemente de lo que
imaginamos. Hoy la mujer ha decidido buscar por fuera del
matrimonio lo que por alguna razón no encuentra en su
casa.
Durante siglos las necesidades de las mujeres han sido
ignoradas, sin embargo en el mundo occidental hemos cambiado, ya
que las mujeres actualmente son dueñas de su propia vida y
pueden experimentar con todo lo que desean, incluida la, para
ellas vedada, satisfacción sexual subrepticia.
Afrontando el conflicto
Cuando uno en la pareja se entera de, o se le confiesa,
la infidelidad, no existen fórmulas para enfrentar en
calma la crisis que resultará, ni razones válidas
que sirvan como excusa. Los efectos son devastadores. Resultando
en un choque emocional muy fuerte y doloroso. La traición
menoscaba la confianza y la seguridad que de
antes se sentía entre ambos, ataca la autoestima y hace
que alguien se sienta inferior, aunque, a veces, se siga
sintiendo un gran apego emocional hacia el inculpado.
La pareja engañada atraviesa por diferentes fases
que van desde la indiferencia hasta la furia. Su reacción
suele estar cargada de hostilidad, pudiendo devolver la
infidelidad teniendo conductas infieles. La persona asimismo se
vuelve desconfiada y persigue cualquier pista que le asegure que
la infidelidad terminó. A menudo se compara con el amante
en todo y a veces lo busca personalmente, simplemente para verlo
y, o para establecer comparaciones muy tristes.
Pero la consecuencia más frecuente y terrible es
la separación, o incluso el alejamiento entre la pareja,
pues hay quienes perdonan pero no olvidan y la relación
juntos nunca vuelve a ser la misma. Una simple aventura sexual
pasajera puede, como error irreparable, acabar con la
relación de pareja y destruir a la familia,
provocando un desequilibrio emocional muy difícil de
superar.
¿Qué hacer ante una
infidelidad?
El adulterio es una verdadera prueba de fuego, porque
destruye a aquellas uniones en las que falta el amor, pero que
puede asimismo fortalecer a algunas parejas maduras que se aman.
La infidelidad puede estrechar los lazos de la relación,
siempre y cuando se hable del por qué y que esto
último sea resuelto.
Lo que hay que tener claro es que sí existen
soluciones
para salir de esta situación y superar la crisis, pero
para ello es necesario:
* Abandonar el papel de víctima contra el
engañador.
* Tener una comunicación abierta entre ambas
partes.
* Analizar los motivos por los que se sienten infelices en la
relación.
* Reflexionar en la realidad de el hecho de que si las razones
para la existencia de la relación (amor, confianza,
estabilidad) todavía persisten. ¿Por qué
echarlo todo a perder por un affaire transitorio?
Sin embargo, hay que estar conscientes de que para que
se dé la ruptura de una relación, no es necesaria
la existencia de un amante, sino que es suficiente perder cosas
tan valiosas como el placer de estar juntos, el calor emotivo,
la intensidad, la satisfacción sexual o la
comunicación.
Para lograr una salida, hay que tener buena voluntad y
gozar de asistencia profesional calificada y
competente.
¡La infidelidad es tan buena que nunca debe de ser
saboreada, porque como sucede con las drogas todo
lo que es noble lo destruye!
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Dr. Félix E. F. Larocca
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