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- Bibliografía
INTRODUCCIÓN
Para comenzar; raza es el término que se
utiliza para clasificar a la humanidad de acuerdo a
características físicas y genéticas. El
concepto de
raza no resulta particularmente útil desde el punto de
vista biológico o sociológico, ya que todas las
razas pertenecen a una única especie biológica,
Homo sapiens, y sólo muestran pequeñas variaciones
genéticas.
El término raza es polémico por las
nociones de superioridad e inferioridad que lleva
implícitas. La raza constituyó la
justificación para implantar el estado de
esclavitud, la
persecución de minorías y otros grupos
sociales, como la del pueblo judío durante la Alemania
nazi.
Históricamente, los antropólogos
físicos habían dividido a la humanidad, atendiendo
a sus rasgos morfológicos, en tres grandes subdivisiones o
razas: negroide, mongoloide y caucasiana. Algunos
científicos fueron más allá añadiendo
la amerindia y la oceánica.
Como concepto biológico, la raza era más
evidente cuando las diferencias hacían referencia a los
rasgos morfológicos, como la pigmentación de la
piel, el
color, forma y
grosor del cabello, la forma de la nariz o la estructura
corporal.
El concepto de raza, invalidado por la moderna investigación genética,
no ha desaparecido del todo. Algunos eruditos todavía lo
utilizan; sin embargo, muchos expertos lo desaconsejan, incluso
como idea científica, debido a sus connotaciones políticas
y al auge que están teniendo algunas ideologías
racistas en algunos países de Europa
occidental.
Ahora, el Racismo, teoría
fundamentada en el prejuicio
según el cual hay razas humanas que presentan diferencias
biológicas que justifican relaciones de dominio entre
ellas, así como comportamientos de rechazo o
agresión. No obstante, el término 'racismo' se
aplica tanto a esta doctrina como al comportamiento
inspirado en ella y se relaciona frecuentemente con la xenofobia y la
segregación social, que son sus manifestaciones más
evidentes.
LECTURA ADICIONAL:
Raza e historia es un famoso
ensayo-manifiesto que el antropólogo
francés Claude Lévi-Strauss escribió en 1952
por encargo de la UNESCO para contribuir al programa de lucha
contra el racismo. El capítulo primero, "Raza y cultura", es
un escrito clásico sobre el racismo como "teoría y
práctica indefendibles" y carentes de fundamento
científico. En este capítulo Lévi-Strauss es
capaz de vislumbrar otras cuestiones que hoy son igualmente
graves y urgentes, como los conflictos que
surgen por las diferencias culturales entre los múltiples
y variados grupos
étnicos de todo el mundo.
Fragmento de Raza e historia.
De Claude Lévi-Strauss.
1. Raza y cultura.
Hablar de la contribución de las razas humanas
a la civilización mundial podría causar sorpresa en
una serie de capítulos destinados a luchar contra el
prejuicio racista. Sería vano haber consagrado tanto
talento y tantos esfuerzos en demostrar que nada, en el estado actual
de la ciencia,
permite afirmar la superioridad o inferioridad intelectual de una
raza con respecto a otra, si solamente fuera para devolver
subrepticiamente consistencia a la noción de raza,
queriendo demostrar así que los grandes grupos
étnicos que componen la humanidad han aportado, en tanto
que tales, contribuciones específicas al patrimonio
común.
Pero nada más lejos de nuestro
propósito que una empresa tal,
que únicamente llevaría a formular la doctrina
racista a la inversa. Cuando se intenta caracterizar las razas
biológicas por propiedades psicológicas
particulares, uno se aleja tanto de la verdad científica
definiéndolas de manera positiva como negativa. No hay que
olvidar que Gobineau, a quien la historia ha hecho el padre de
las teorías
racistas, no concebía sin embargo, la «desigualdad
de las razas humanas» de manera cuantitativa, sino
cualitativa: para él las grandes razas primitivas que
formaban la humanidad en sus comienzos —blanca, amarilla y
negra— no eran tan desiguales en valor absoluto
como diversas en sus aptitudes particulares. La tara de la
degeneración se vinculaba para él al
fenómeno del mestizaje, antes que a la posición de
cada raza en una escala de
valores
común a todas ellas. Esta tara estaba destinada pues a
castigar a la humanidad entera, condenada sin distinción
de raza, a un mestizaje cada vez más estimulado. Pero el
pecado original de la antropología consiste en la
confusión entre la noción puramente
biológica de raza (suponiendo además, que incluso
en este terreno limitado, esta noción pueda aspirar a la
objetividad, lo que la genética moderna pone en duda) y
las producciones sociológicas y psicológicas de las
culturas humanas. Ha bastado a Gobineau haberlo cometido, para
encontrarse encerrado en el círculo infernal que conduce
de un error intelectual, sin excluir la buena fe, a la legitimación involuntaria de todas las
tentativas de discriminación y de
explotación.
Por eso, cuando hablamos en este estudio de la
contribución de las razas humanas a la
civilización, no queremos decir que las aportaciones
culturales de Asia o de Europa,
de África o de América
sean únicas por el hecho de que estos continentes
estén, en conjunto, poblados por habitantes de
orígenes raciales distintos. Si esta particularidad existe
—lo que no es dudoso— se debe a circunstancias
geográficas, históricas y sociológicas, no a
aptitudes distintas ligadas a la constitución anatómica o
fisiológica de los negros, los amarillos o los
blancos.
Pero nos ha parecido que, en la medida en que esta
serie de capítulos intentaba corregir este punto de vista
negativo, corría el riesgo a la vez
de relegar a un segundo plano un aspecto igualmente fundamental
de la vida de la humanidad: a saber, que ésta no se
desarrolla bajo el régimen de una monotonía
uniforme, sino a través de modos extraordinariamente
diversificados de sociedades y
de civilizaciones. Esta diversidad intelectual, estética y sociológica, no
está unida por ninguna relación de causa-efecto a
la que existe en el plano biológico, entre ciertos
aspectos observables de agrupaciones humanas; son paralelas
solamente en otro terreno.
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