- Primer golpe militar
(1.930) - Segundo
golpe militar (1943) - La
"Revolución libertadora": El proyecto de las Fuerzas
Armadas de Desperonizar la Sociedad Argentina
(1.955-1.958) - Las
elecciones de 1.958: Presidencia de Arturo
Frondizi - El golpe
de Estado de 1.962: contracciones militares - EL
gobierno de Arturo lllia - Golpe de
Estado de 1.966: "Revolución
Argentina" - Los
gobiernos justicialistas - Procesos
de Reorganización Nacional - La lucha
política por los Derechos Humanos y la
subordinación del poder militar - La
política económica del primer gobierno de Carlos
S. Menem - Crisis
- Conclusión
- Bibliografía
1. Primer Golpe
Militar (1.930)
Sus causas
En 1927 el General Justo, aún ministro de
guerra, hizo
sondeos para un golpe militar que impediría la
asunción de Yrigoyen, o por lo menos obligase a Alvear a
intervenir Buenos Aires. No
tuvo éxito.
Un año más tarde Hipólito
Yrigoyen llegó a la presidencia y contaba con un gran
respaldo en la Cámara de Diputados y en el pueblo. Pero
éste se fue debilitando porque el presidente no supo obrar
con la energía suficiente para evitar algunas amenazas que
caían en el gobierno y en el
país.
La primera era la del ejército, que el propio
Yrigoyen había politizado, y que desde principios de
siglo había caído bajo la influencia prusiana
Predispuesto a la conspiración desde la presidencia de
Alvear, se volcó decididamente a ella cuando la ineficacia
del gobierno, comenzó a provocar un descrédito
popular. Yrigoyen impidió que el general Dellapiane, su
ministro de guerra, obrara oportunamente para
desalentarlo.
La segunda era la evolución de ciertos grupos
conservadores que abandonaban sus convicciones liberales y
comenzaban a asimilar los principios del fascismo italiano
mezclado con algunas ideas del movimiento
monárquico francés. Desde algunos periódicos
esas ideas empezaron a proyectarse hacia los grupos autoritarios
del ejército y algunos sectores juveniles del
conservadurismo.
Muy pronto parecerían también atrayentes a
algunos jefes militares propensos a la
subversión.
Pero la más grave de las amenazas era la derivada
de la situación mundial que había hecho crisis en
1929, y que empezaba a hacerse notar en el país. Los
grupos ganaderos, y la industria
frigorífica se sintieron en peligro y comenzaron a buscar
un camino que les permitiera sortear las dificultades. Los grupos
petroleros creyeron que había llegado el momento de forzar
la resistencia del
Estado
argentino y comenzaron a buscar aliados en las fuerzas que se
oponían a Yrigoyen.
El 30 de enero el teniente general José
Félix Uriburu, que ha sido Inspector General del
Ejército, se puso en contacto con Justo y otros militares.
Son reuniones aparentemente de amistad, se
hablaba del "desgobierno", en lo que todos están de
acuerdo. Pero no existía una unanimidad en los fines de
una revolución. Uriburu consideraba que el
ejército debe "sacarlo" a Yrigoyen reemplazándolo
por un gobierno o directorio militar hasta que se resolviese la
forma definitiva.
Los opositores debieron conectarse con el
ejército y exigir la renuncia de Yrigoyen y llamar a
elecciones "sin personalismo".
Son dos posiciones antagónicas: Uriburu no
creyó en los partidos políticos ni en el sistema
constitucional, pero no expresó ideas claras sobre lo que
vendría después. Justo esperó de los
partidos
políticos que le den la presidencia
constitucional.
Se formó una junta presidida por Uriburu que
designó "oficiales de enlace", quien la mayoría era
yrigoyenistas o no querían comprometerse. Los oficiales
sabían que la situación es caótica, pero no
creían que el ejército debía
intervenir.
Los únicos que querían "sacar" a Yrigoyen
eran el Colegio Militar y la base aérea del
Palomar.
El 2 de agosto Uriburu citó a una junta de
revolucionarios, en la que se fijó la revolución
para el 30 de agosto. Se levantaría Campo de Mayo
arrestando a los regimientos de la capital y al
Colegio Militar.
De los treinta oficiales de la Escuela solo
cinco simpatizaban con la revolución.
El golpe debió postergarse: porque el ministro
Dellapiane detuvo el 29 de agosto a algunos comprometidos y
ordenó el acuartelamiento de las tropas aunque estos
fueron liberados, ya que tres días después el
ministro renunciaba, los detenidos eran puestos en libertad y se
siguieron los trabajos revolucionarios fijándose nueva
fecha para la mañana del 6 de septiembre. El único
que tomó en serio la conspiración fue Luis
Dellapiane, que era simpatizante de Yrigoyen. Pero la
disminución mental del presidente hizo que cambiara de
idea aunque su lealtad no se perturbó. Como todos le
ocultaban la conspiración militar a Yrigoyen,
decidió ser él quien le dijera la verdad al
presidente.
Luego Ricci, otro oficial, renunció y le
mandó una carta a Yrigoyen
alertándolo de la conspiración, para ver si
podía hacerlo reaccionar y salvar el gobierno.
Tanto el conservadurismo bonaerense como el partido
demócrata de Córdoba y el Radicalismo
antipersonalista de Entre Ríos llevaron a cabo una labor
de desgaste facilitada por la inoperancia yrigoyenista. La
oposición socialista y la demócrata progresista
fueron también rotundas, pero no conspirativa. Los
movimientos estudiantiles se unieron a la prédica
opositora.
Una semana agitada
Yrigoyen no tenía buena prensa: La
Prensa, Crítica, y La Nación
entre otros y el New York Times de los Estados Unidos,
hablaban mal de él.
Desde que trascendió el ambiente
revolucionario en los primeros días de septiembre hubo
retiros de fondos de los bancos, y se
temía que los bancos cerrasen o se produjera una
caída de la moneda.
Hombres y mujeres, jóvenes y adultos, niños y
viejos, de todas las clases y condiciones sociales, estaban
hermanados en la acción
contra Yrigoyen como si la caída del "VIEJO CAULDILLO"
curara todos los males del país.
Desde fines de agosto el presidente estaba con gripe, en
la cama. El día 2, el intendente visita a Yrigoyen, para
decirle que la situación era crítica, que la
opinión se había tornado desfavorable y que los
rumores de revolución militar continuaban a pesar de las
detenciones. Pero el presidente contesta:
"No, no puede ser. El pueblo y el Ejército
están conmigo. Son los elementos del régimen los
que perturban. Pero ya verá usted que no pasará
nada". No era posible convencer a un hombre de
soberbia y obstinación, que se sentía identificado
con el país y el partido, que debía presentar
voluntariamente su renuncia.
El miércoles 3, renuncia Dellapiane y
González queda a cargo de la tarea.
El jueves 4, se entrevista a
Yrigoyen que está con 40º de fiebre para
decirle que convendría que delegara el mando por sus
problemas de
salud. Aunque no
sólo la salud les importaba; los militares querían
aunque sea en forma aparente, desprenderse de Yrigoyen. Este
pidió que lo dejen reflexionar hasta el día
siguiente. En ese mismo día, una de las manifestaciones
intenta entrar a la Casa de Gobierno. La guardia mata a uno de
los estudiantes. A él se le prepara un entierro que
según la gente haría caer a Yrigoyen.
Al día siguiente el ambiente estudiantil
llegó al máximo y distribuyó un manifiesto
donde se le exigió la renuncia a Yrigoyen.
Ese mismo día iban a ver al presidente,
quién firma el decreto de delegación provisorio del
mando traído por González. A la tarde se le
comunicó al país que Yrigoyen no ejercía
más la presidencia, que lo hace Martínez, quien
declaró estado de sitio por treinta días, y
anunció que lo hizo "para evitar la repetición de
incidencias por conceptos lamentables". Creyó que
había quitado la oposición de la calle, y tampoco
le preocupó los rumores de una revolución ya que no
ordenó la detención de Uriburu.
Para que la revolución tome un tono
constitucionalista, Justo redactó bases como programa
revolucionario y se distribuyeron copias.
Uriburu informó que la revolución
estallaría a las 7:30 de la mañana siguiente. A esa
hora se presentaría en Campo de Mayo, y desde allí
marcharía con las tropas a la Casa de Gobierno, sin
encontrar resistencia en ninguna parte. También
declaró que la revolución la haría "en forma
de no tener ninguna relación con los políticos, que
quería tener absoluta independencia
para obrar una vez en gobierno".
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