"Vengo para llevarme nuevas herramientas
que me permitan satisfacer las necesidades de los clientes"
resultó una frase compartida entre los asistentes a un
curso sobre competencia
empresaria.
En su momento no dije gran cosa sobre la frase, pero al
finalizar el curso, comencé prestar atención a lo que la misma me provocaba.
Algo de todo eso, es lo que ahora, deseo compartir con otros que
pueden estar interesados en el management y en el aprendizaje
organizacional. Compartir miradas es, justamente, lo que creo
que permite que el aprendizaje se
instale en nuestras vidas y, por ende, en nuestras
organizaciones.
Nos hemos acostumbrado a recibir lecciones sobre lo que
debemos hacer y sobre como lo debemos hacer. Ampliando el
concepto:
nos enseñaron qué pensar sobre esto y aquello
otro. Así nació la
Administración como ciencia–arte y aún
arrastramos ciertas ideas que surgieron en un contexto totalmente
diferente al actual; había una demanda activa
de los productos que
se ofertaban y una muy incipiente competencia. En aquel
entonces, el directivo se enfocaba a ganar más y lo
lograba a través de la eficiencia
alcanzada en el proceso
productivo, es decir: producir más con un menor costo.
Seguimos viendo a los encuentros de capacitación como un lugar donde hay
alguien que nos dará algo, no como un espacio de
encuentro con pares para poder
compartir lo que pensamos, ampliando, de esta manera la
visión individual (y grupal). Deberíamos desear
encontramos para ejercitar el dar y el recibir. Y por
qué no, para poner en duda lo que pensamos y,
consecuentemente, lo que estamos haciendo.
Un curso o taller de unas horas sobre alguna
temática relacionada con la competencia no es un proveedor
de herramientas, a lo sumo es un tiempo en el
que escuchamos frases que provocan, o no, algo en quienes las
escuchan. Para que la provocación exista, es
imprescindible que haya un ser humano predispuesto a
escuchar, comprometido con su proceso de aprendizaje y
no solamente una persona que viene
a cotejar lo que cree que sabe con lo que se dice a lo largo del
curso. Esta última actitud se
exterioriza a través de las resistencias
desplegadas para demostrar que lo que se dice ya se
sabe.
Cuando sucede esto, es muy común que terminemos
creyendo que ya sabemos todo, y que no se nos está
"dando" nada nuevo. Siento que esto no nos permite
abrirnos a los otros. La competencia requiere, de manera
excluyente, tener en cuenta a los otros (clientes,
proveedores,
compañeros, superiores, competidores, segmento, mercado,
contexto, etc…).
"Si no te conoces a ti mismo, ni a tu adversario,
en cada batalla que intentes, sólo hallarás una
derrota". (Sun Tzu)
Esto último, también funciona hacia la
otra dirección: como capacitador, necesito estar
abierto a escuchar a quienes concurren a mis cursos y talleres,
ya que es una manera de continuar aprendiendo; todos
aprendemos, siempre, en cada momento, de todos. Este
ejercicio, sin ir más lejos, es una exteriorización
de mi propio proceso de revisión.
Ir a buscar algo que alguien nos lo dará como
receta mágica es, mínimamente, una
simplificación de nuestras vidas. Es convertirnos en un
recipiente en el que almacenaremos lo que alguien nos
dará, y en este caso puntual: con el fin de satisfacer
a otros, y además, generando
rentabilidad.
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