Escribe Abel Alexander, acerca de Glücksmann: "Su
instinto comercial advirtió él porvenir de la novedad
("vistas animadas por medio del cinematógrafo" según la
expresión acuñada en Europa) e inició sin
dilaciones la venta de aparatos y de vistas,
pequeños rollos de actualidad o miscelánea del mismo
origen de importación"
(5).
Gertrudis Chale nació en Austria en 1898;
falleció en La Rioja en 1954. "Estudió en varias
academias de Suiza y Alemania, pero también se
nutrió en las vanguardias de ese entonces y a las que no
tardaría en adherir. Tras varios viajes por Europa decidió
radicarse en Quilmes (Buenos Aires) en 1934.
Posteriormente residió en la Quebrada de Humahuaca (Jujuy) y
en Córdoba. Realizó gran cantidad de óleos y
témperas sobre los suburbios de Buenos Aires y los paisajes
de Córdoba, Jujuy, Salta y, en especial, de la Puna.
Recorrió Ecuador, Perú y Bolivia y dio la espalda a su
Europa natal, pintando al hombre y los paisajes del
continente. Sus trabajos son de una gran originalidad y tienden
al superrealismo en la disposición de los objetos.
Desarrolló una visión esencialista sobre América y dedicó
todos sus esfuerzo a plasmarla en su obra. Realizó numerosas
muestras individuales y colectivas" (6).
Hedy Crilla nació en Viena en 1899.
"Llegó a Buenos Aires en 1940, luego de capacitarse en
escuelas de su patria y de París. Bajo su dirección se formaron
muchos actores y directores teatrales. Al mismo tiempo fue requerida para la
puesta en escena de importantes obras, e hizo algunos trabajos
para el cine. Falleció en Buenos
Aires el 31 de marzo de 1984" (7).
A la vienesa, "el creciente antisemitismo de los nazis en
el poder las empujó, como a
tantos, al exilio: primero en París –donde vivió
entre 1936 y 1940 y trabajó en teatro, radio y cine- y luego en la
Argentina" (8).
"Barón Biza era un hombre de acomodada
posición, hijo de los millonarios Wilfrid Barón y
Catalina Biza, poseedores de grandes latifundios en la provincia
de Córdoba. Desde su juventud incursionó en
política, apoyando al
líder radical Hipólito Yrigoyen, una
posición extremadamente inusual en las clases más
acomodadas; se abocó también a la literatura, publicando en 1924 el
polémico Risas, lágrimas y sedas, y a los negocios. Fue uno de los
introductores del cultivo sistemático del olivo en
Argentina, y organizó la explotación de minas de
wolframio y bismuto en el noroeste del país. De vacaciones
en Italia, donde llevaba vida de
playboy, conoció en Venecia a la actriz austríaca Rosa
Martha Rossi Hoffmann, que actuaba con el seudónimo de
Myriam Stefford. Tras un rápido y apasionado romance,
el 28 de agosto de 1930 contrajeron matrimonio.
La pareja se afincó en Argentina, alternando la
residencia porteña con la estancia "Los Cerrillos" que
poseía Barón Biza en Alta Gracia, Córdoba. Entre
las peculiaridades del alocado tren de vida de la pareja estaba
la afición de Stefford a la aviación; adquirieron un
monomotor, con la intención de recorrer con él todas
las provincias del país. Antes de obtener su brevet,
Stefford ya pilotaba, siendo una de las primeras mujeres piloto
de Argentina. Poco antes del primer aniversario de la boda, el 26
de agosto de 1931, participaba en un raid aéreo cuando se
precipitó a tierra en Marayes, provincia
de San Juan. Las versiones sobre el accidente estuvieron
teñidas del más ríspido sensacionalismo,
afirmándose que el accidente había sido provocado por
el esposo; éste dedicó a la memoria de Stefford un
colosal monumento, erigido en el campo familiar. Es un obelisco
de hormigón armado, de 82 m de altura, diseñado por el
ingeniero Fausto Newton, bajo cuya base hay una
cripta abovedada en la que descansan los restos de aquella; lleva
la inscripción Viajero, rinde homenaje con tu silencio a
la mujer que, en su audacia,
quiso llegar hasta las águilas" (9).
Escribe Sylvia Saítta: "Barón Biza. El
inmoralista comienza con una "advertencia" de Christian Ferrer en
la que presenta el libro por todo aquello que no
es. No es una biografía porque el autor no se propone
narrar la totalidad de una vida. Tampoco es una obra de crítica literaria ni el
intento de reivindicar la figura de un escritor maldito. Es, en
palabras de Ferrer, "un informe confidencial" cuyo
destinatario original era Jorge, el hijo menor de Barón
Biza. En realidad, podemos asegurar, se trata de un homenaje a
Jorge Barón, autor de El desierto y su semilla , único
y estremecedor libro con el que intentó conjurar un destino
anunciado: el de ser "un resentido por herencia" o "un vulgar imitador
en la copa y el balazo"; un homenaje al escritor que, al igual
que su padre, su madre, Clotilde Sabattini, y su hermana,
María Cristina, se suicidó en setiembre de 2001,
dejando inconclusa una trilogía en la que se proponía
narrar, además de la historia de sus padres, la biografía de
sus abuelos y de sus hermanos. Barón Biza. El inmoralista es
también la consumación de una promesa implícita:
la que Ferrer le hizo, en 1995, a Jorge Barón después
de que éste le entregara cartas, legajos, actas judiciales
y recortes de diarios y revistas: la de escribir sobre Raúl
Barón Biza, su progenitor.
Barón Biza, el padre, el protagonista de este
libro, nació en Córdoba en 1898. Su historia durante la
década del veinte parece un argumento cinematográfico:
es la del joven, apuesto y millonario sudamericano que, en el
fragor de las fiestas y los bailes europeos, se enamora de una
incipiente actriz de cine que, para casarse con él, abandona
su carrera, se radica en una estancia argentina y comienza a
dedicarse a la aviación. Myriam Stefford, la joven y audaz
piloto, terminó perdiendo la vida al estrellarse su
avión en San Juan, en un fracasado intento de cumplir un
raid que uniera las catorce provincias.
La vida de Barón Biza durante los años treinta
es, en cambio, distinta. Se
convirtió, por un lado, en excéntrico militante
yrigoyenista, en contacto con los sectores revolucionarios del
Partido Radical que conspiraban contra los gobiernos
conservadores. Esto le valió una y otra vez la cárcel y
el destierro. Por otro, fue el escritor que, en 1933,
publicó El derecho de matar , novela de tesis que le valió la
acusación de inmoralidad y la cárcel. Estas escenas se
reiterarían en 1941 con la salida de Punto final .
Barón Biza fue, además, el hombre enamorado de la hija
del líder radical Amadeo Sabattini, de quien terminó
separándose a finales de los años cincuenta, y el
individuo que en 1964 se
pegó un tiro tras haber arrojado una copa de ácido en
la cara de su mujer.
Ferrer reconstruye la figura pública y privada de
Barón Biza, y también se detiene en los textos
literarios de quien ha sido considerado por la crítica, a lo
largo de los años, como uno de los "escritores malditos" de
la literatura nacional. Lo hace sin caer en el facilismo de los
rótulos llamativos ni en la complaciente reivindicación
de una literatura que combina, como se desprende del fino
análisis desarrollado en
el libro, "un buen puñado de frases poderosas" con una prosa
grandilocuente, argumentos folletinescos de sexo y miseria con la denuncia
de la moral hipócrita de las
clases acomodadas, la violenta incorporación de escenas
eróticas con largas reflexiones metafísicas en que
resuenan las lecturas de Max Stirner, Nietzsche o Schopenhauer.
Contar la historia de Raúl Barón Biza implica
sin dudas hacerse cargo de un legado incómodo, pesado, por
momentos tortuoso. Por eso Christian Ferrer no se propuso
escribir una biografía "detallada y competente", ni tampoco
quiso convertirse en crítico literario. Ninguna metodología ya ensayada
sirve, y por eso, Barón Biza. El inmoralista , es un libro
inclasificable y perfecto, en el que la suma de fragmentos que
integran cada capítulo va reconstruyendo -con la misma
morosidad crispada con que Jorge Barón, en El desierto y su
semilla , describe la reconstrucción de la cara de la madre
desfigurada- una historia incomprensible: la de quien, en
palabras de su hijo, pasó de ser aquel que "construía
escuelitas y monumentos al amor de más de setenta
metros de alto" al hombre que "arrojaba ácido a su amada"
para después suicidarse" (10).
La historiadora Lily Sosa de Newton sostiene que Miriam
Stefford no era austríaca: "Aviadora y actriz, nacida en
Berna, Suiza, el 30 de octubre de 1905. Su nombre verdadero era
Rosa Martha Rossi. Actuó en teatro en Viena y Budapest, y en
París filmó algunas películas. Vino a B. Aires en
1928. En 1930 se casó en Europa con Jorge Barón Biza y
regresó a la Argentina, donde siguió un curso de
aviación, deporte que adoptó con entusiasmo. En 1931
emprendió una gira por catorce provincias en
compañía de su instructor Luis Fuchs, y en una etapa
del vuelo cayó el avión, sin que los pilotos sufrieran
daño. Obtuvo otro
avión prestado y cayó nuevamente, el 26 de agosto,
falleciendo con su acompañante, mientras volaban entre La
Rioja y San Juan. Su marido hizo levantar un monumento a su
memoria en Alta Gracia,
Córdoba" (11).
Guillermo Gräetzer nació en Viena en
1914 y falleció en Buenos Aires en 1992. "Estudió en
Viena con Paul Hindemith. En 1946 fundó el Collegium Musicum
de Buenos Aires. Entre 1955 y 1980 dictó Composición,
Orquestación y Música coral en la Universidad Nacional de La Plata.
Entre otros libros, publicó Introducción al método Orf. A pedido del
Teatro Colón compuso La creación según el Popol Vuh maya y, para la
Camerata Bariloche, el Concierto de cámara N° 2"
(12).
Josefina Otilia Nyari de Absy nació en Viena
en 1920. "Desde 1952 ocupa el cargo de inspectora docente en el
Consejo Nacional de Educación Técnica CONET. (…) En
la actualidad es organizadora-coordinadora del Centro
Didáctico del CONET, de reciente creación, y pinta
cuadros florales de estilo naif. En esta actividad, lo mismo que
como autora, firma con el nombre de Otilia de Casa
Ferrándiz" (13).
Otto Durá está entre los "extranjeros
que dejaron su huella en Buenos Aires. En primer lugar, Ignacio
de Zuloaga, el pintor vasco que compartió con Joaquín
Sorolla una misma época y celebridad, Y entre los no
españoles, dos que se radicaron finalmente en estos pagos:
la francesa Léonie Matthis de Villar y Otto Durá,
pintor y dibujante de origen vienés. Todos estos artistas
buscaron hacer del subte un espacio más humano a través
de la belleza. (…) Las líneas D y E rivalizan con la C en
su despliegue de paisajes e historias argentinos, desde las
cataratas del Iguazú y el lago Argentino –ambos de
Otto Durá, en la estación San José- hasta la
visión alucinada y futurista de Buenos Aires según los
ojos del porteño Rodolfo Franco" (14).
Jovita Epp nació "en Merano, Tirol.
Publicó la novela Amado mío en 1955
en Alemania, y la versión castellana en 1960, en Buenos
Aires; La mujer del forastero y Herederos sin gloria, igualmente
en alemán y castellano, y algunas otras
novelas en alemán,
así como artículos y cuentos en Argentinisches
Tageblatt, y diarios y revistas de la Argentina, Austria,
Alemania, Bélgica, etc. Es vicepresidenta del Instituto
Ulrico Schmidl de Buenos Aires y miembro de la Institución
Cultural Argentino-Germana y de la Asociación de Escritoras
y Publicistas Católicas. El gobierno de Austria le
otorgó la Medalla de Oro al Mérito"
(15).
"Jacques Arndt, tiene tan sólo 92 años,
es actor, cantante, director de teatro y televisión, puestista y,
desde hace 13 años, conductor de radio, lo que resume a un
profesional tan versátil como polifacético. Los jueves,
de 21 a 22, y los domingos, de 22 a 23, anima en Radio Cultura (FM 97.9) "La agenda
de Jacques", donde, como su nombre lo indica, presenta los
más diversos temas que le interesan, aportando
simpatía, buen humor y el savoir faire de un hombre que
nació en Viena y que viajó y conoció el mundo,
jalonando cada relato con recuerdos y anécdotas de su vida y
profesión. Los ciclos que Jacques también musicaliza
cuentan con el singular auspicio de las embajadas de Alemania,
Austria y Suiza. Jacques llega a los estudios de Radio Cultura,
feliz, emocionado y gozando aún de la alegría y
emoción de haber recibido hace apenas quince días un
Cóndor de Plata a la trayectoria y por su loable y honesto
aporte al cine nacional, un premio que avala su labor en las 39
películas locales y cinco internacionales en las que
participó".
Entrevistado por Alicia Petti, relata: "ingresé en
la Argentina a los 21 años, solito, como polizón, sin
hablar una sola palabra de castellano y sin un peso. Me tuve que
refugiar escapando de Viena luego de la entrada de los nazis en
mi país y en una fuga y travesía casi
cinematográfica. Escapando de los nazis logré llegar a
Marsella y, con la anuencia de un marinero, me escondí en un
barco de carga. Recuerdo que no pude ver nunca más a mi
madre, el primer y mayor dolor de mi vida. Tuve miedo, pero creo
que fue más fácil porque pude usar mi imaginación
de actor y proyectarme como si hubiese sido todo una
película. (…) A los dos años de estar aquí,
un empresario teatral de Buenos
Aires me llamó, y desde aquel día mi carrera
siguió siempre en forma ascendiente. Trabajé en todas
las salas de la avenida Corrientes, luego en el Complejo San
Martín y hasta en una actuación protagónica en el
Teatro Colón, en una ópera de música dodecafónica
sin bel canto, contratado y guiado por la mano del gran
músico argentino, el maestro Sivieri y como segundo de Angel
Matiello. Y luego llegó el cine. Nunca hice un
protagónico pero creo que sí, muy buenas
caracterizaciones como actor de reparto. Trabajé con Torre
Nilsson y con Enrique Carreras, por sólo mencionar a dos
cineastas. Con Zully Moreno y el dúo Porcel-Olmedo. Y luego
siguió la televisión con
trabajos en los canales 7, 9, 11 y 13. Abel Santa Cruz, Miguel
Coronatto Paz y Hugo Moser escribieron para mí
fantásticos personajes. En Radio Nacional asumí la
jefatura de equipo internacional de RAE, con transmisión
diaria, por onda corta en idioma alemán hacia Europa. En
teatro tuve a mi cargo la dirección de "Un violinista en el
tejado". Luego llegó el éxito del público en
el Teatro Avenida para actuar y dirigir "El diluvio que viene",
que se mantuvo 4 años con localidades agotadas. Además,
tuve la suerte de ser distinguido por varios premios nacionales e
internacionales, como el Podestá de la Asociación de
Actores; un Martín Fierro; la medalla
de oro por 50 años de trabajos culturales en la Argentina,
otorgada y entregada por el Senado de la Nación. En lo que a
premios internacionales se refiere tengo galardones de Estados Unidos, Francia y Londres; la Cruz de
Mérito, de Alemania; la Gran Cruz de honor de primera
clase de Austria; muchas
más cosas que ya ni las recuerdo" (16).
"Heriberto Haber, 1930, nacido en Viena,
llegó a la Argentina en 1938. En 1971 se radicó en
Israel. Domina perfectamente el
alemán, el castellano y el hebreo. Es el autor de la
traducción del
Martín Fierro al hebreo".
Marion Kaufmann, quien lo entrevistó, escribe: "
‘Mi Martín Fierro al hebreo –así me
contó-, se publicó por primera vez en La Paz (Bolivia),
donde viví un tiempo y donde fui director de una escuela judía. Era una
edición de la primera
parte (‘La ida’), de 200 ejemplares, fotocopiada. Dos
años después apareció, también en La Paz, una
edición muy rudimentaria (el dinero no me alcanzaba para
algo mejor…) mimeografiada, pasada a mano con rodillo, del
‘Martín Fierro’ entero (‘Ida y
Vuelta’), en 100 ejemplares. Ambas ediciones con
prólogos míos, y notas marginales que explican los
pasajes difíciles del texto’. En 1988
salió en Israel una nueva edición, ilustrada por
Alba Dermer. Ambas ediciones
fueron financiadas por él, y poco ejemplares llegaron a las
librerías –Haber regaló muchos a universidades, a
bibliotecas, ex maestros y
amigos. Hoy están agotadas. ‘La traducción guarda
–acota Haber- casi siempre la misma estructura del verso,
métrica, rima y ritmo del original’ ".
"Por qué Heriberto Haber se dedicó, en su
escaso tiempo libre, a una tarea tan difícil? Su respuesta
coincide con la de otros traductores: ‘… Constituye
‘el homenaje de gratitud del traductor a su patria
adoptiva, la República Argentina, que le dio albergue y
educación, trabajo, sustento y una
nacionalidad, en los días
de la hecatombe que asoló al pueblo judío y a toda la
humanidad’. Así consta (en castellano) en el
prólogo de su traducción" (17).
El desconocimiento del castellano retrasa los estudios
de una adolescente: "A los catorce años –en plena
Segunda Guerra Mundial, y sin
hablar una gota de español- dejó su Viena
natal y se instaló con sus padres en la Argentina. Acá
la enviaron al colegio Mallinckrodt, pero abandonó porque el
idioma era una barrera difícil de saltar. Mercedes von
Dietrichstein se casó a los diecinueve, pero a los
treinta se decidió a rendir el secundario libre. Mientras
criaba a sus cuatro hijos estudió Psicología en la UBA, y después
trabajó en el Hospital Borda. Hoy es miembro de la
Asociación Psicoanalítica Argentina, tiene consultorio
propio, desde hace dos décadas preside la Fundación del
Hospital de Clínicas y maneja las relaciones públicas de un
importante empresario norteamericano. Al menos dos veces al
año viaja a la República Checa para reclamar por las
valiosas propiedades que quedaron dentro de la república y
que les fueron confiscadas a sus padres, tendida la Cortina de
Hierro del comunismo" (18).
Enrique Raab nació en Viena, en 1932. "Fue
miembro del Club Gente de Cine y se inició en el periodismo escribiendo
críticas cinematográficas. Ejerció su
profesión en diversos medios, como los diarios La
Opinión, Clarín y El Mundo y las revistas Primera
Plana, Siete Días, Visión, Análisis y Confirmado,
donde fue jefe de redacción. Amenazado por
la Triple A desde 1975, en 1977 fue detenido por un grupo de militares y permanece
‘desaparecido’ " (19).
"Silke es artista plástica
multidisciplinaria, reconocida internacionalmente. "Nació un
día de otoño del '43 en el Viejo Continente en plena
guerra mundial. Desde 1949 es
residente argentina. Innumerables viajes y estudios la llevaron
por el mundo, así nació en ella una apertura
holística a la existencia. Esta artista plástica
encauzó su creatividad en el Arte Textil. Su búsqueda en
un lenguaje más abarcador la
lleva a incorporar música, escenografía, palabras o
danza en un fecundo
entrecruzamiento de las artes. Silke emprende así el camino,
con la construcción de nuevos
horizontes, alerta al misterio de la vida. Sus ciclos
temáticos son retrovisionarios: "Descubrimiento de la
exterioridad, descubrimiento de la interioridad". "Cartas a un
Joven Poeta", de R.M. Rilke. "América Andina". "Popol Vuh".
"Los 4 Elementos", "Los Arcanos en Seda", entre otros. En ese
proceso común de
crecimiento que es la enseñanza, multiplica sus
experiencias didácticas: Taller-Escuela Experimental,
seminarios creativos, trabajos individuales y grupales,
Seminarios Creativos; en el ambito Nacional e Internacional.
Realiza Videos y Audiovisuales en todas sus fases: proyecto, dirección,
fotografía,
filmación y producción, insertando un
concepto dinámico en
torno de sus tapices. Actuó
como Jurado y Curadora en importantes certámenes a nivel
nacional e internacional. En la trayectoria de Silke, las etapas
no son aisladas. Se entremezclan, una vertiente nutre la otra…
El germen de la próxima etapa emerge en la anterior, o a
veces surgen paralelamente. Por esta razón en sus obras las
fronteras se diluyen. El dibujo y la pintura son un constante
entrenamiento de la mano y la
mirada, para luego crear libremente en la seda. Hay imágenes arquetípicas
en ella, que desafiando el tiempo aparecen una y otra vez,
transfiguradas. El fuerte carisma de búsqueda por el
profundo sentido de la vida, lleva a Silke a encontrar respuestas
y a abrevar en la sabiduría milenaria de los pueblos. Mas
allá de las diferentes épocas y culturas los hombres se
hermanan en la confraternidad de la existencia. Por eso, caminos
ya recorridos y antiguos saberes son para Silke, motivación y privilegiada
fuente de creatividad" (20).
El pintor Georg Miciu Nicolaevici "nació en
1946 en Bludenz, Austria, y llegó al país a los cuatro
años, junto con su familia". Entrevistado por
Héctor M. Guyot, él afirmó: "En la pintura fui
autodidacta. Salía al parque Pereyra Iraola a pintar y mi
padre nunca me daba una lección formal, pero sí
consejos. El mejor: que no tirara ninguna obra. Eso me ayudó
a respetar lo que iba saliendo, a veces algo que mi prejuicio no me permitía
apreciar. Me dijo que no trabajara en el atelier sino afuera,
como los impresionistas. (…)Huyo de las religiones. Mi padre fue educado como
ortodoxo griego y después pasó al protestantismo, pero
yo me he salido de cualquier religión. Trato de ser cristiano, pero
eso es una vivencia, no una doctrina" (21).
Testimonios
Desde Tucumán, donde sufre explotación,
enfermedades, hambre y discriminación, José
Wanza escribe, en 1891, al periódico El
Obrero:
"Aprovecho la ida de un amigo a la ciudad para volver a
escribirles. No sé si mi anterior habrá llegado a sus
manos. Aquí estoy sin comunicación con nadie en el
mundo. Sé que las cartas que mandé a mis amigos no
llegaron. Es probable que éstos nuestros patrones que nos
explotan y nos tratan como a esclavos, intercepten nuestra
correspondencia para que nuestras quejas no lleguen a
conocerse.
"Vine al país halagado por las grandes promesas que
nos hicieron los agentes argentinos en Viena. Estos vendedores de
almas humanas sin conciencia, hacían
descripciones tan brillantes de la riqueza del país y del
bienestar que esperaba aquí a los trabajadores, que a
mí con otros amigos nos halagaron y nos vinimos.
"Todo había sido mentira y engaño.
"En B. Ayres no he hallado ocupación y en el
Hotel de Inmigrantes, una inmunda cueva sucia, los
empleados nos trataron como si hubiésemos sido esclavos. Nos
amenazaron de echarnos a la calle si no aceptábamos su
oferta de ir como jornaleros
para el trabajo en plantaciones a
Tucumán. Prometían que se nos daría
habitación, manutención y $20 al mes de salario. Ellos se empeñaron
hacernos creer que $20 equivalen a 100 francos, y cuando yo les
dije que eso no era cierto, que $20 no valían más hoy
en día que apenas 25 francos, me insultaron, me decían
Gringo de m… y otras abominaciones por el estilo, y que si no
me callara me iban hacer llevar preso por la
policía.
"Comprendí que no había más que
obedecer.
"¿Qué podía yo hacer? No tenía
más que 2,15 francos en el bolsillo.
"Hacían ya diez días que andaba por estas
largas calles sin fin buscando trabajo sin hallar algo y estaba
cansado de esta incertidumbre.
"En fin resolví irme a Tucumán y con unos
setenta compañeros de miseria y desgracia me embarqué
en el tren que salía a las 5 p.m. El viaje duró 42
horas. Dos noches y un día y medio. Sentados y apretados
como las sardinas en una caja estábamos. A cada uno nos
habían dado en el Hotel de Inmigrantes un kilo de pan y una
libra de carne para el viaje. Hacía mucho frío y
soplaba un aire heladísimo por el
carruaje. Las noches eran insufribles y los pobres niños que iban sobre las
faldas de sus madres sufrían mucho. Los carneros que iban en
el vagón jaula iban mucho mejor que nosotros, podían y
tenían pasto de los que querían comer.
"Molidos a más no poder y muertos de hambre,
llegamos al fin a Tucumán. Muchos iban enfermos y fue
aquello un toser continuo.
"En Tucumán nos hicieron bajar del tren. Nos
recibió un empleado de la oficina de inmigración que se daba
aires y gritaba como un bajá turco. Tuvimos que cargar
nuestros equipajes sobre los hombros y de ese modo en larga
procesión nos obligaron a caminar al Hotel de Inmigrantes.
Los buenos tucumanos se apiñaban en la calle para vernos
pasar. Aquello fue una chacota y risa sin interrupción.
íAh Gringo! íGringo de m…a! Los muchachos silbaban y
gritaban, fue aquello una algazara endiablada.
"Al fin llegamos al hotel y pudimos tirarnos sobre el
suelo. Nos dieron pan por toda
comida. A nadie permitían salir de la puerta de calle.
Estábamos presos y bien presos.
"A la tarde nos obligaron a subir en unos carros. Iban
24 inmigrantes parados en cada carro, apretados uno contra el
otro de un modo terrible, y así nos llevaron hasta muy tarde
en la noche a la chacra.
"Completamente entumecidos, nos bajamos de estos
terribles carros y al rato nos tiramos sobre el suelo. Al fin nos
dieron una media libra de carne a cada uno e hicimos fuego.
Hacían 58 horas que nadie de nosotros había probado un
bocado caliente.
"En seguida nos tiramos sobre el suelo a dormir.
Llovía, una garúa muy fina. Cuando me desperté
estaba mojado y me hallé en un charco.
"íEl otro día al trabajo! y así sigue
esto desde tres meses.
"La manutención consiste en puchero y maíz, y no alcanza para
apaciguar el hambre de un hombre que trabaja. La habitación
tiene de techo la grande bóveda del firmamento con sus
millares de astros, una hermosura espléndida. íAh
qué miseria! Y hay que aguantar nomás. ¿Qué
hacerle? "Hay tantísima gente aquí en busca de trabajo,
que vejetan en miseria y hambre, que por el puchero no más
se ofrecen a trabajar. Sería tontera fugarse, y luego,
¿para dónde? Y nos deben siempre un mes de salario,
para tenernos atados. En la pulpería nos fían lo que
necesitamos indispensablemente a precios sumamente elevados y
el patrón nos descuenta lo que debemos en el día de
pago. Los desgraciados que tienen mujer e hijos nunca alcanzan a
recibir en dinero y siempre
deben.
"Les ruego compañeros que publiquen esta carta, para que en Europa la
prensa proletaria prevenga a
los pobres que no vayan a venirse a este país. íAh, si
pudiera volver hoy! "íEsto aquí es el infierno y
miseria negra! Y luego hay que tener el chucho, la fiebre intermitente de que cae
mucha gente aquí. Espero que llegue ésta a sus manos:
Salud."a …" (22).
María Pizzul de Russian nació en 1901 en "una
aldea, varias veces centenaria, en Friuli, Italia. (…) por
esas cosas de la historia, súbdita del Impero Austro
Húngaro". Vive en Buenos Aires "desde 1924, cuando con su
marido ‘fuimos a vivir a un conventillo de Chacarita que
dejamos cuando compramos un terreno en Agronomía’,
barrio que, desde entonces, nunca abandonó" (23).
En una carta enviada al diario Clarín, expresa
Erwin Auspitz: " (…) en noviembre de 1938, con casi 10
años, vivía en mi ciudad natal, Viena, con mi familia
de origen, judía. Mi padre fue detenido y quedó alojado
en la Gestapo, de allí lo llevarían a Dachau. El
cónsul argentino en Viena, Juan Giraldes, (…) No sólo
extendió las anheladas e imprescindibles visas de
tránsito para mis padres, mi hermana, mi abuela materna y
para mí, sino que –además- lo hizo sin tener en
cuenta una carta anónima que entregó a mi madre y que
conservo hasta hoy; allí se denuncia la intención de
nuestra familia de permanecer ilegalmente en Buenos Aires.
Conseguidas las visas, mi madre logró que la Gestapo
liberara a mi padre, previo el compromiso de dejar Austria en un
plazo perentorio. Llegamos a estas tierras amadas en febrero de
1939, y aquí crecí, viví mi vida y formé mi
familia" (24).
En una entrevista, dijo el sacerdote
Boris Turel: "Mis padres eran del norte de Italia, cerca de
Eslovenia: nacieron bajo el imperio austrohúngaro. Por el
año 1928 mi viejo Antonio tuvo la posibilidad de elegir
radicarse en Chicago, Estados Unidos, o Diamante, Entre
Ríos, y decidió venir para acá. Se dedicó a
la construcción y mi mamá Gabriela se ocupaba de las
tareas del hogar. Un día, visitando Paraná, a 50
kilómetros de Diamante, un ingeniero le ofreció trabajo
para el resto de sus días en la edificación de
propiedades. En ese lapso nací yo. Pero vino la crisis y no se hizo ni una
sola casa. Entonces, mis padres vendieron lo que tenían en
Diamante y compraron las instalaciones de un almacén. Mi vieja se vino
primero conmigo, a Juramento y Holmberg, y ahí nació mi
hermana. Después se mudaron a otro almacén, en Deheza y
Cabildo: conocí el arroyo sin entubar que pasa por
García del Río. En 1935 compraron en Ladines y Av. de
los Constituyentes un lote. Después del laburo mi viejo se
iba a levantar paredes y yo lo ayudaba llevando baldes. Por eso
siempre soy fiel a mi cuna de clase obrera y humilde. Con el
tiempo hizo otra casita adelante y la alquiló"
(25).
Biografías
Félix Luna afirma que su libro Soy Roca fue para
él "Definitorio por la forma en que fue escrito y por el
tema. Muchos dicen que es una novela, pero no lo es. Parece una
novela, pero todo lo que se dice es estrictamente histórico.
Todo lo que se dice, pasó. Incluso las conjeturas que pongo
en cabeza del protagonista están escritas en papeles, en
cartas confidenciales, etc. En lo formal, me di el gusto de hacer
una especie de autobiografía, sin que el autobiografiado
fuera su autor" (26).
En Soy Roca, Felix Luna relata lo sucedido en 1909 en
una mesa electoral, cuando se presenta como austríaco un
hombre al que su aspecto y su modo de hablar "lo delataban como
un bachicha recién desembarcado". Roca le pregunta si es
italiano; el inmigrante le responde que sí, y que no sabe lo
que dice la libreta: "-Io non só niente…. ¡A mí
me la datto don Gaetano ! ‘Don Gaetano’, Cayetano
Ganghi era el árbitro de la elección, con sus roperos
llenos de libretas falsificadas y sus huestes de inmigrantes
analfabetos y de atorrantes dispuestos a votar cinco o seis veces
en diferentes mesas" (27).
Escribe Jorge Dubatti, acerca de la biografía
Días de teatro: Hedy Crilla, por Cora Roca (28):
"Cuando el estadounidense Lee Strasberg, creador del
famoso Actor''s Studio de Nueva York, ofreció en nuestro
medio clases públicas animadas, varios intérpretes y
directores bien conocidos se sorprendieron mucho al comprobar con
satisfacción, y así lo manifestaban, que eso ya lo
habían aprendido, hacía años, con Hedy Crilla".
Con esta anécdota el historiador Luis Ordaz resalta el
carácter precursor y la
vasta influencia de Hedwig Schlichter (Viena, 1898 -Buenos Aires,
1984), la actriz, directora y pedagoga austríaca que,
escapando de las garras de Hitler, llegó a la Argentina
en los inicios de la Segunda Guerra Mundial y, con el
nombre artístico de Hedy Crilla, cambió radicalmente la
historia del teatro nacional.
El testimonio de Ordaz es recogido por Cora Roca, junto
con una profusa documentación, en
Días de teatro: Hedy Crilla, cuya elaboración
demandó ocho años de investigación. Dentro de los
lineamientos tradicionales del género biográfico, el
libro de Roca manifiesta —retomando palabras de Jaime
Rest— "esa paciente indagación que permite reconstruir
las circunstancias, el carácter y las opiniones de
individuos cuya trayectoria, a su vez, nos provee de datos esenciales y nos permite
llegar a conclusiones reveladoras".
Como en el caso de James Boswell, el autor de la Vida de
Samuel Johnson, Roca vuelca en esta biografía las
conversaciones y experiencias que vivió junto a Crilla a lo
largo de muchos años de estudio y trabajo. La conoció
en La Máscara, a fines de los años 50, y trabó con
ella una fecunda relación, primero como alumna y actriz,
más tarde como asistente de dirección, discípula
continuadora de su legado y amiga. Días de teatro es el
segundo libro de Roca dedicado a la actriz de Sólo 80. Antes
publicó La palabra en acción (Instituto
Nacional del Teatro, 1998), texto de un seminario de actuación
dictado por Crilla en 1982, que Roca se encargó de grabar,
transcribir y comentar cuidadosamente. El trato directo con la
protagonista del libro resulta invalorable para la
construcción del múltiple retrato de Crilla; como
afirmaba Marcel Schwob, la biografía se parece más a la
obra de un pintor retratista que a la del indagador
científico.
Puntal de los procesos de modernización
de nuestra escena, Crilla marcó un antes y un después
en la concepción de las poéticas de actuación y
dirección y en las formas de enseñanza. Sus planteos
teatrales pronto se extendieron al ámbito del cine y la
televisión. Antes de
desembarcar en la Argentina en 1940, huyendo del nazismo, entre 1920 y 1939
había trabajado en escenarios de Austria, Alemania, Polonia,
Inglaterra y Francia, experiencia
que pronto supo transmitir y proyectar en los teatros de Buenos
Aires. Gracias al esfuerzo documental realizado por Roca a
través de una red de fuentes europeas y
latinoamericanas, Días de teatro aporta rica información y testimonios
sobre compañías, grupos e instituciones teatrales a los
que Crilla estuvo vinculada. En la etapa argentina, entre 1940 y
1984, Roca rastrea la activa participación de Crilla como
actriz, directora y docente no sólo en su propia Escuela de
Actores, sino también en el Teatro Alemán
Independiente, compañías francesas visitantes, la
Sociedad Hebraica Argentina,
los teatros independientes La Máscara e IFT, el Grupo de
Repertorio, entre otros muchos.
Crilla formó diversas generaciones de actores,
directores y pedagogos: entre sus discípulos se cuentan
Agustín Alezzo, Augusto Fernandes, Carlos Gandolfo, Federico
Luppi, Norma Aleandro, Pino Solanas, Helena Tritek y Zulema Katz,
e incluso Jorge Luz, Maurice Jouvet y Eduardo
Bergara Leumann, quienes trabajaron con ella. Así explica
Lito Cruz la clave y el valor multiplicador de esas
enseñanzas: "Crilla fue el eslabón entre Stanislavski y
nuestro medio. Fue la primera persona que habló de
conectar al actor con sus propias vivencias, y así salimos
de la sobreactuación. Estimo que nosotros vamos tomando
humildemente este legado que ella dejó a sus alumnos, lo
transmitimos a nuestros alumnos y ellos, a su vez, lo darán
a conocer a otras generaciones".
Crilla realizó una poderosa labor de exégesis
e irradiación del método Stanislavski pero también
creó una metodología propia y singular, que se
desvía del modelo stanislavskiano e
integra otros legados estéticos e
ideológicos, especialmente de los directores Max Reinhardt,
Berthold Viertel y Leopold Jessner, con quienes trabajó en
Europa. Esa "mezcla" surge naturalmente del devenir
histórico de Crilla: recién en 1942 tomó por
primera vez contacto con un libro de Stanislavski, ya exiliada en
Buenos Aires. "Caminando por la calle Florida —escribe
Roca— descubrió en la librería de las tiendas
Harrod''s un libro en inglés llamado An actor
prepares de un tal Stanislavski. El sólo hojearlo la
conmocionó y decidió comprarlo. Al comenzar su lectura, le pareció que
no entendía nada y, sin embargo, vislumbraba en sus
páginas algo esencial que la movió a estudiarlo.
Posteriormente dirá: ''Así comenzó, acaso
tardíamente, mi madurez artística''". Lo cierto es que,
cuando se cruzó por primera vez con un texto de Stanislavski
—no había trabajado con el director ruso, ni visto sus
puestas—, Crilla ya atesoraba más de dos décadas
de actividad teatral. Comprender a Stanislavski desde la
visión estético-ideológica configurada por su
experiencia anterior, era inevitable. Y, por supuesto, mucho
más valioso y complejo que asumir una posición
simplemente epigónica.
Una virtud de esta biografía es el sistema de conexiones que
establece entre figura y fondo, entre Crilla y el cuadro de
época, el contexto histórico, político, cultural.
Roca establece un juego de pasajes entre el
nivel de lo particular/privado y lo general/social, aunque
siempre desde la concepción de que tanto lo individual como
lo comunitario son categorías históricas. Supera el
mero interés anecdótico: la
vida de Crilla se convierte en un capítulo de la historia de
las persecuciones al pueblo judío en la Europa de 1900 a
1950. Mujer lúcida, sensible y progresista, Crilla fue
primero testigo estremecido del avance de los totalitarismos de
derecha e izquierda, y luego los padeció en carne propia.
Una crisis nerviosa, provocada por las noticias horrorosas de los
crímenes antisemitas, motivó la pérdida de su
único embarazo. En tanto Hitler
"desataría el drama de su vida, tanto como el de millones de
seres humanos" y significaría "la mayor desgracia de su
existencia", Roca va siguiendo desde la mirada de Crilla el
ascenso, apogeo y caída del nazismo en Europa. Días de
teatro implica un aporte fundamental a la bibliografía del exilio europeo en la
Argentina. Pero además, mérito central del libro, Roca
convierte la biografía de su maestra en un modelo de vida de
artista, una suerte de ética para creadores"
(29).
Ilse Kaufmann y Helena Pardo son las autoras de La
historia de Ilse: un viaje hacia la vida desde el infierno nazi,
biografía de la inmigrante nacida en Viena en 1920
(30).
"Este libro biográfico de la escritora argentina
Helena Pardo, es la historia novelada de una familia judía
que logra emerger de la pesadilla y escapar a la patología
exterminadora del nazismo durante la primera mitad del siglo
XX.
Ilse Hahn nació en Viena en 1920, en una familia
judía. Tuvo una infancia feliz, distendida y
acomodada hasta que, en 1938, Adolf Hitler ascendió a la
cancillería alemana y la situación se tornó
inicialmente inquietante para la numerosa comunidad hebrea
residente.
Poco después, el fundador del nacional socialismo alemán comenzaba
a desarrollar una política agresiva de persecución
estatal, que se extendió a los países vecinos.
Nació entonces la experiencia totalitaria racista más
terrible de la historia contemporánea.
Mientras Ilse está de viaje en Checoslovaquia,
Alemania cierra sus fronteras y ella queda separada de sus
padres. No obstante, ambos huyen del territorio ocupado y se
reúnen con su hija.
Mientras tanto, la mayoría de los parientes
cercanos de la familia fueron conducidos a
campos de concentración, donde padecieron las más
incalificables y aberrantes humillaciones. Naturalmente, muchos
de ellos no regresaron jamás.
En Praga, esta mujer judía, que fue naturalmente un
personaje real, conoció a Adalberto Kaufmann, con quien
contrajo enlace en condiciones especiales.
Pese a que el miedo y la carestía los acosaban, con
la ayuda del cónsul argentino Carlos Brunel, el matrimonio
logró escapar rumbo a la Argentina. Allí iniciaron una
nueva vida, lejos del infierno de intolerancia del autoritarismo
racista.
A los ochenta años de edad, Ilse Kaufmann, con la
colaboración de la escritora Helena Pardo, narra la terrible
experiencia que le tocó vivir junto a su familia.
La suya es una historia de supervivencia y coraje, en
medio de un contexto histórico de odio y destrucción.
Millones de personas que no tuvieron la fortuna de escapar como
la protagonista de este relato, fueron brutalmente asesinadas en
los campos de concentración.
Con numerosas fotos de la época y
elocuentes testimonios, esta obra nos acerca a una de las mayores
tragedias colectivas de la historia de la humanidad. Aunque haya
transcurrido más de medio siglo del denominado gran
genocidio, el drama narrado por una de sus
protagonistas sigue igualmente impactando por su lacerante
crudeza.
Como otras obras, este libro convoca a reflexionar en
torno al autoritarismo, la intolerancia, la xenofobia y la irracionalidad
de la violencia" (31).
"Los negocios florecían, y los Kaufmann regresaron
a Europa, varias veces, de vacaciones. De visita: ‘Fueron
los años más felices de mi vida’, suspira la
dama. ‘Pero estando afuera levantaba los ojos y
extrañaba el cielo argentino. Jamás vi brillar las
estrellas como acá’ ", dijo a Claudio Savoia
(32).
Novelas
Jovita Epp es la autora de Herederos sin historia (33)
-novela cuyo título original es Santa María der Guten
Lüfte-, obra acerca de la que se afirmó: "Jovita Epp,
destacada escritora austríaca autora de una novela de gran
éxito en Europa, estrechamente vinculada en la Argentina, ha
escrito esta muy interesante obra de ficción que se
sitúa en Buenos Aires, en la década de los años
treinta, y continúa hasta nuestros días. La vida
familiar se remonta a la época de la colonia, con toda su
sugestiva nostalgia e hidalguía. Son tres generaciones que
viven en mundo distintos, que oscilan entre las viejas costumbres
patriarcales, el escapismo de la vida hippie y el mesianismo de
la llamada revolución social. Es una
novela universal y muy argentina a la vez, que despierta el
continuado interés de los lectores" (34).
En esta novela, escribe Epp: "Afuera se había
hundido el rojo y las vidrieras ilumnadas se reflejaban en
rectángulos sobre las veredas. ¡Qué maravilla todo
lo que muestran!, pensó Lisa. Habría que hacer la
comparación con la Rue St. Honoré; quzás allá
la mercadería ofrecida sea de mejor calidad, aquí se conforman
por lo general con un 'más o menos', con tal de que 'lo
parezca'. Pero las palmas se las llevan las decoraciones de
vidrieras de la avenida Santa Fe. Y Lisa, que en Viena se
había llamado Liesl, diminutivo de Elisabeth, sonrió en
el atardecer iluminado por las luces de neón, porque
repentinamente se le ocurrió pensar si los jesuitas, de los que tanto
gustaba hablar el marido de Valentina, hubiesen soñado con
que el nombre de su 'reducción' sería una vez el nombre
de una elegante avenida, con artículos de lujo y bagatelas
en las vidrieras artísticamente decoradas. (…) Desde el
monumento las calles descienden hacia la Avenida Alem, llevando
consigo su carga de edificios: un perfil de la ciudad a la que
ella había sido desplazada por la tempestad de la guerra, en
la que había hecho carrera, una ciudad en damero, dividida
en cuadrados, en bloques de igual ancho y profundidad,
monótona…" .
Acerca de La madriguera, de Tununa Mercado, se afirmó: "El
perfecto ajuste de la prosa es, quizás, la cualidad más
visible de este texto de Tununa Mercado: las frases se deslizan,
tersas, creando figuras fantasmales y evanescentes que, en la
mejor tradición proustiana, crecen en un movimiento de vibrante
evocación. Así se va tramando, armoniosamente, el
relato de una infancia, y también el de una ciudad que por
sí sola es como una caja de resonancias. Es una niña,
es su mirada, es Córdoba, todo sin estridencias y con la
delicada firmeza con que los pintores recuperan el fervor de
hechos y paisajes. La madriguera, que no es un libro «de
memorias» sino «de
la memoria», se ofrece, en su rotunda belleza, como prueba
de lo que la literatura argentina puede dar
de sí: goce de la palabra, fuerza de la imagen, intensidad de una
recreación tan profunda
como verdadera" (35).
En esa obra, Mercado recuerda a Myriam Stefford: "la
melancolía triunfaba cuando aparecía en medio del
panorama el monumento erigido por un llamado Barón Biza a su
amada, la aviadora Myriam Stefford. El altísimo obelisco,
ala estilizada, parecía un mástil sin esperanzas de mar
entre las nubes del costado sombrío del camino y la historia
de esos personajes ocupaba en nuestro interés el lugar del
paisaje: los restos de un avión que se había
precipitado; una mujer pionera que había volado más
allá, por sobre las montañas y los ríos, amada por
un hombre que tenía título de barón, o que
así se llamaba como otros se llaman Conde o Rey, un amor que
la muerte había
desintegrado. En una cripta de mármoles negros como la
obsidiana, se leía en la tumba una inscripción que
maldecía por anticipado a quien la violara" (36).
Marcos Aguinis es el autor de La Matriz del infierno, obra
acerca de la que se afirmó: "Vertiginosa y estremecedora, la
novela de Marcos Aguinis es también
la biografía de una época. La acción ocurre en la
Argentina y luego en Alemania. Sus protagonistas -Rolf, Edith,
Alberto- conforman un triángulo que ciñe los conflictos políticos y
sociales de la década del treinta (llamada con justicia "infame"). La mujer
que atrae, por motivos bien distintos, a esos dos hombres, pronto
sabrá que está en el umbral del fuego, en los albores
de la destrucción y el Holocausto. Desfilan en el
fondo los artífices de la tragedia: el general Féxil
Uriburu, el periodista Ernesto Alemann, el Cardenal Eugenio
Pacelli, Himmler, Goebbels y -más ominoso y nocturno- el
propio Hitler. El autor toma como punto de partida hechos y
personajes reales y logra vertebrar con ellos una narración
plena de intriga que transcribe la tensión de los años
de mayor incertidumbre y beligerancia ideológica del siglo.
Todos los personajes de La matriz del infierno se acercan y se
rechazan, obedientes a sus pasiones y , a la vez, a la fatalidad
histórica. Contada magistralmente desde diversos puntos de
vista, la novela de Aguinis revela matices y entretelones que la
Historia como disciplina no puede
contemplar. Gracias al talento y a la penetración del autor
de La cruz invertida y Elogio de la culpa , los lectores somos
conducidos al núcleo de una realidad compleja cuyas
consecuencias aún hoy -hoy más que nunca- nos
conciernen" (37).
En La matriz del infierno (38), Aguinis relata: "Rolf
había tenido que viajar en tren a la austral Bariloche.
(…) El almanaque que colgaba en la vasta cocina del conventillo
donde bebió café antes de dirigirse a
la estación terminal le recordó que ya era el 11 de
febrero de 1930. Don Segismundo, mientras sorbía
ruidosamente de su tazón, trató de infundirle
ánimo y le aseguró que Bariloche era bellísimo,
que encontraría allí los panoramas disfrutados en su
infancia, en las vecindades de la Selva Negra. Muchos inmigrantes
austríacos, suizos y alemanes la había elegido por su
semejanza con la tierra natal".
Cuentos
Acerca de Autorretrato al infinito, de Zahira Juana
Ketzelman, escribió Carolina de Grinbaum: "Zahira Ketzelman
Doyon ha decidido, para nuestro regocijo, reunir sus cuentos,
editados en distintos medios, unos; inéditos otros, como ya
nos sorprendiera con la aparición de su reciente libro de
Poemas; Música para una
voz desnuda. Piezas de larga data alguna, más cercanas las
demás, en su conjunto componen el cuerpo de este volumen: Autorretrato al
infinito, Cuentos trabajados con la excelencia de su escritura y chispa creativa,
juegos jocundos de la
imaginación, dotados de eruditos conceptos, ingenio,
dominio de la humorada y gran
penetración de los sentimientos humanos. Ha frecuentado
dispares temas argumentales y personajes. Cada cuento nos asombra, cada
cuento nos emociona o nos regalala gracia de una sonrisa, tan
necesaria en los tiempos que corren. Entremos con la autora en
ese mundo generoso de la Literatura, que puede brindar realidad y
maravilla" (39).
En el cuento "Hilda", Ketzelman relata que una
muñeca despierta dolorosos recuerdos en una refugiada:
"Cerró los ojos y se transmutó en aquella niñita
de diez años, que en otro idioma clamaba por Hilda. Y la
noche, y el miedo, y la voz de papá y mamá tratando de
explicarle que no había tiempo, que era necesario huir. Y
vivió nuevamente el largo viaje, y la tierra lejana y
extraña. Los padres sacrificándose, y el empezar de
nuevo, los nuevos rostros, las nuevas palabras. Y el tiempo, el
estudio, y ser grande y estar sola" (40).
…..
Nacieron en Austria y en otras regiones que se
consideraban parte del imperio austro húngaro. Muchos de
ellos se destacaron en diversas áreas. Son los inmigrantes
austríacos, a los que se recuerda en novelas y
cuentos.
Notas
- Varios autores: Enciclopedia Visual de la Argentina.
Buenos Aires, Clarìn, 2002. - Heller, Diego: "Manos delatoras", en Clarín
Viva, 30 de junio de 2002. - S/F: "Sistema Dactiloscópico para la
Identificación de las Personas", en http://www.oni.escuelas.edu.ar/2001/cap-fed/inventar/his/1891.htm.
Imagen: Museo Policial de Buenos Aires. - Varios autores: Enciclopedia Visual de la Argentina.
Buenos Aires, Clarìn, 2002. - Alexander, Abel: "De la importación al rodaje"
(fragmento), en Historia del cine argentino. - Varios autores: Enciclopedia Visual de la Argentina.
Buenos Aires, Clarìn, 2002. Imagen: EL "ESTAR" DE AMERICA
Cien obras de la pintora Gertrudis Chale Muestra antológica. Obras
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octubre de 2006 al 24 de marzo de 2007 - Varios autores: Enciclopedia Visual de la Argentina.
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Sylvia: "Aquel escritor maldito", en La Nación, 29 de
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de Mujeres Argentinas. Buenos Aires, Plus Ultra,
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Buenos Aires, Clarìn, 2002. - Sosa de Newton, Lily: Diccionario Biográfico de
Mujeres Argentinas. Buenos Aires, Plus Ultra, 1986. - García Navarro, Santiago: "Pinturas
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Buenos Aires, Clarìn, 2002. - Información publicada en www.silke.com.ar.
Imagen: Una de las postales de Silke, publicada
en www.silke.com.ar - Guyot, Héctor M.: "GEORG MICIU El pintor de la
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septiembre de 2005. Fotos: Daniel Pessah. - Wanza, José: "Carta de un inmigrante. Tomado de:
José Panettieri, Los Trabajadores. Biblioteca argentina
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http://lr21.com/cultura/97467-la-historia-de-ilse-un-viaje-hacia-la-vida-desde-el-infierno-nazi. - Savoia, Claudio: "Las dos vidas de Ilse", en
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Emecé, 1978. 283 pp. - S/F: en contratapa de Epp, Jovita: Herederos sin
historia. Buenos Aires, Emecé, 1978. 283 pp. - S/F: en contratapa de Mercado, Tununa: La madriguera.
Buenos Aires, Tusquets Editores, 1996. - Mercado, Tununa: La madriguera. Buenos Aires,
Tusquets Editores, 1996. - S/F: "Sinopsis", en
http://www.aguinis.net/n_07.htm - Aguinis, Marcos: La matriz del infierno. Buenos
Aires, Sudamericana, 1997. - Grinbaum, Carolina de: contratapa de Ketzelman,
Zahira Juana: Autorretrato al infinito. Buenos Aires, el
gRillo, 2006. - Ketzelman, Zahira Juana: "Hilda", en Autorretrato al
infinito. Buenos Aires, el gRillo, 2006.
Trabajo enviado por
María González Rouco
Licenciada en Letras UNBA / Periodista
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