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Inmigración y literatura: Austríacos



Partes: 1, 2

    1. Testimonios
    2. Biografías
    3. Novelas
    4. Cuentos
    5. Notas

    En este trabajo me
    refiero a algunos de los inmigrantes austríacos
    –reales o de ficción- que llegaron a la Argentina.
    Ellos son recordados en enciclopedias, diccionarios,
    testimonios, biografías y obras
    literarias.

    Personalidades

    El marino y matemático Eugenio Bachmann
    nació en 1835; falleció en Buenos Aires en
    1896. "Cursó estudios en la Academia Naval del Fiume,
    Italia. Fue
    oficial de la marina austríaca y revistó como jefe
    de estado mayor
    de la 11° división naval. En 1860 llegó a la
    Argentina. Fue nombrado por Domingo F. Sarmiento segundo ayudante
    del Observatorio Astronómico de Córdoba. En 1880
    asumió como catedrático en la Facultad de Ciencias
    Exactas, Físicas y Naturales de Buenos Aires. En 1887,
    Juárez Celman lo nombró director de la Escuela Naval
    Militar" (1).

    A Buenos Aires llegó quien sería un
    renombrado antropómetra. Escribe Diego Heller (2): "El
    había nacido en Lessina, una ciudad del imperio
    austrohúngaro. (…) se llamaba Juan Vucetich, y en
    el otoño de 1884 desembarcaba sus sueños de
    recién venido en el Hotel de los Inmigrantes". Tenía
    claros sus objetivos:
    "Vucetich había desembarcado con dos ideas: hacerse la
    América
    y no volver a cargar un barril más en la vida".

    "Nació Juan Vucetich el 20 de Julio de 1858 en
    Lesina, Darmasia. Era hijo de Victor Vucetich y de Vicenta
    Koracevich. Tenía 26 años cuando llegó al
    país y era uno de los tantos hombre
    desengañados de la rutina europea y esperanzados en el
    espíritu progresista americano, que desde la infancia le
    atraía irresistiblemente, en el año 1888, el 15 de
    Noviembre su ingreso queda registrado en la policía
    platense en calidad de
    meritorio. El 10 de mayo del año siguiente es designado
    auxiliar de estadística y asume el cargo de jefe de la
    oficina de la
    misma, el 26 de Septiembre del mismo año.

    Extraordinaria consagración al trabajo y una
    brillante inteligencia
    debió revelar Vucetich, cuando muy poco después, en
    marzo de 1891, se le confía la dirección del "boletín mensual" de
    estadística.

    No obstante todos estos progresos, recién en
    Junio de ese año puede decirse que el hombre es
    colocado en situación de ponerse en contacto con la ciencia que
    debía encontrar en él el más sólido y
    definitivo de los puntales. El jefe de policía de la
    provincia de Buenos Aires, capitán de navío
    Guillermo J. Núñez, le encarga la
    organización de un servicio
    identificatorio, tomando como base el sistema
    antropomórfico, y también llamado Bertillonage, por
    ser creado por un ilustre funcionario policial de París de
    apellido Bertillón.

    Cuando Vucetich hizo público su sistema de
    identificación, fue precisamente el citado policía
    francés el que le puso mayores reparos y formuló
    casi una impugnación respecto de sus
    conclusiones.

    Vucetich salió entonces a la palestra y sus
    manifestaciones atinadas y fundadas en lógica
    y verdad se abrieron camino, popularizando su nombre y su
    invento.

    No tardaron en vincular su nombre a esta porfía
    mentalidades científicas de reconocida autoridad, y
    es así como el 2 de mayo de 1891, apareció en la
    "Revue Scientifique" de París, Un interesante
    artículo debido a la pluma de Varigny e intitulado "Les
    empreintes digitales d´aprés Galtón", en el
    que se reconocía ampliamente el valor y el
    alcance de las investigaciones
    realizadas por Vucetich.

    Tres meses después tenía lugar un suceso
    que universalizaba la fama del sistema y de su creador: Vucetich
    identificaba mediante su sistema a 23 penados.

    El inventor designó su sistema con el nombre de
    "Icnofalangometría" (del griego Iknos, huella, rastro o
    señal; falange y metría de medir), y así se
    le designó hasta 1894, en el que el doctor Francisco
    Latzina publicó en "La Nación"
    un artículo en el cual demostraba que esa palabra era
    impropia, pues en la operación identificatoria no se mide
    sino que se examina, por la cual el verdadero término debe
    ser "Dactiloscopía". Como esta observación era tan sensata como bien
    intencionada, el inventor no tuvo inconveniente en aceptarla y,
    después entonces se adoptó.

    Antes de esto el sistema de identificación ya
    había sido impuesto en las
    cárceles de Mercedes, San Nicolás y Sierra Chica y
    contaba con la gloria de un esclarecimiento criminal muy ruidoso.
    El caso de Francisca Rojas, que habiendo ultimado a dos de sus
    descendientes y echado la culpa del delito a un
    vecino, fue examinada por Vucetich, que halló en la
    impresiones digitales la ruta de la verdad.

    Vucetich reunió sus observaciones más
    notables y prácticas en varias publicaciones que
    alcanzaron en su tiempo una
    difusión mundial extraordinria.

    Entre ellas figuran: "Conferencia sobre
    el sistema Dactiloscopio" (año 1900) y con anterioridad a
    éstos trabajos, Sus obras fundamentales,
    "dactiloscopía comparada", "instrucciones generales para
    el sistema de filiación" e " instrucciones generales para
    la identificación antropométrica"

    Al conocerse estos trabajos, autoridades tan grandes,
    como las de Lombroso y Garófalo, dieron a Vucetich el
    espaldarazo consagratorio desde entonces su nombre se ha
    incorporado con títulos indiscutibles a de los hombres
    más eminentes del mundo.

    Vucetich murió el 25 de enero de 1905 en la
    ciudad de Dolores, provincia de Buenos Aires después de
    una larga gira de divulgación científica por
    europa y
    américa y rodeado de la admiración y
    simpatía de sus contemporáneos" (3).

    El empresario
    Max Glücksmann nació en Czenowitz en 1862;
    falleció en Buenos Aires en 1946. "Muy joven,
    emigró a la Argentina. Se inició trabajando en una
    casa de venta de
    cinematógrafos hasta
    que fundó su propia cadena y se hizo cargo de la
    representación de la firma Odeón. Fue el primero
    que instaló una fábrica de grabaciones en el
    país y en establecer el derecho de
    autor. Fue un gran impulsor de la actividad
    cinematográfica: importaba y distribuía filmes,
    abrió una cadena de cines de gran éxito y
    fundó un noticiero cinematográfico. También
    promovió a numerosos cantantes, como Carlos Gardel, entre
    otros. Durante las décadas del 20 y del 30 organizó
    concursos para autores y compositores. El primero se
    realizó en el Teatro Gran
    Splendid, con la participación de la orquesta de Rorberto
    Firpo y resultó ganador el tema Sentimiento gaucho, de
    Canaro y Caruso" (4).

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