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Una cultura de la (des)memoria (página 2)




Enviado por Mario Alberto Geller



Partes: 1, 2

Puesta en
servicio
.

Podría designarse con esta expresión algo
irreverente un tercer estadio de la vida del pasado en el
presente, que es su instrumentalización con vistas a
objetivos
actuales. Tras haber sido reconocido e interpretado
el pasado será ahora utilizado. Así proceden
las personas privadas que ponen el pasado al servicio de su
necesidades presentes, pero también los políticos ,
que recuerdan hechos pasados para alcanzar objetivos
nuevos."

y agrega:

"El trabajo de
un historiador es inconcebible sin una referencia a valores."

Tal vez sirva como ejemplo la polémica desatada
en su momento con el nombre asignado a una sala de nuestra
Biblioteca
Nacional.

Me remito, entonces, a un comunicado de prensa del ARI
[02]:

"El presidente de la Comisión de
Derechos
Humanos, Garantías y Antidiscriminación de la
Legislatura
porteña, Facundo Di Filippo, propuso que el presidente
Néstor Kirchner imponga el nombre de Rodolfo Jorge Walsh
(1925-1977) a la sala de la Biblioteca Nacional denominada
Gustavo Martínez Zuviría
(1883-1962)."

  En el mismo se detalla lo siguiente:

"Di Filippo recuerda en los fundamentos de su
iniciativa que Martínez Zuviría  fue un
político, funcionario y novelista ‘admirador del
nazismo y
propagandista de esa ideología de terror y muerte
que ‘se destacó por su antisemitismo’".

"Incluso recuerda que Martínez
Zuviría, como ministro de Educación del
gobierno de
facto del general Pedro Ramírez,
‘se dedicó a perseguir y cesantear docentes’, además de crear una
comisión para ’salvaguardar la pureza del
idioma’ que, entre sus primeras medidas y por
órdenes suyas, prohibió numerosos tangos y
obligó a cambiar la letra de muchos
otros".

"Luego advierte que ‘la frase "Nunca
Más", que sirvió de título al informe de la
Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas,
no sólo resume el enérgico repudio de la ciudadanía a la dictadura militar
que imperó a sangre y fuego en
nuestro país entre 1976 y 1983, sino que,
fundamentalmente, significa el compromiso de mantener viva
la
memoria  en aras de la verdad y la justicia para
que ningún crimen de lesa humanidad quede
impune’".

"Pero la memoria
-añade Di Filippo-  no puede quedar circunscrita a
aquel período de terror y muerte que enlutó a los
argentinos, ya que es indispensable para la consolidación
y profundización de nuestro sistema
democrático desterrar todo vestigio de expresiones o actos
que hayan implicado, o bien alentado, acciones de
represión ilegal, discriminatorias, xenófobas y/o
racistas".

Luego de hacer referencia a la gestión
del actual presidente Kirchner explicita lo
siguiente:

"’Esa línea política de mantener
viva la memoria y de desterrar vestigios de actos que violentan
la conciencia
universal se reflejó nuevamente el 24 de marzo pasado
cuando el presidente Kirchner, flanqueado por su gabinete de
ministros y acompañado por una delegación de las
Madres de Plaza de Mayo, descubrió una placa en el Colegio
Militar de la Nación
en  memoria de los soldados conscriptos
detenidos-desaparecidos de esa institución
castrense’, añade el diputado Di
Filippo".

"Pero a continuación destaca que la
imposición del nombre de Martínez Zuviría a
una de las salas de la Biblioteca Nacional fue decisión
del entonces presidente Carlos Menem ‘pese
a que muchas organizaciones
representativas, dirigentes políticos, legisladores y
entidades de derechos humanos la
repudiaron porque, de esa manera, se rendía homenaje a
quien se destacó por su filiación pro nazi y su
antisemitismo’".

"Pero, más allá de las
consideraciones sobre el desempeño de Martínez Zuviría
como funcionario público y como literato, lo concreto es
que en sus escritos -subraya el legislador del ARI-
justificó los pogroms con frases como ‘y
ésta es la razón de que en todos los pueblos el
grito de ´Muera el judío´  haya sido
siempre sinónimo de ¡Viva la Patria!’
o
bien ‘el judío es un poderoso factor
antinacional’,
sumergido (el
judío) en un ambiente
cristiano resulta insocial, inasimilable y revolucionario’,
‘el sufragio
universal es una herramienta judía’
, entre otras
de similar tenor".

Finalmente agrega:

"’No se trata de abundar en las profundas
diferencias literarias y políticas
entre Walsh y  Martínez Zuviría, sino de una
reparación histórica por parte del Poder
Ejecutivo Nacional para mantener viva la memoria y para que
‘Nunca Más’, como bien se destaca en el
Preámbulo de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, el menosprecio de la dignidad
humana origine actos de barbarie ultrajantes para la conciencia
universal’, advierte en el tramo final de los fundamentos
el diputado del ARI".

¿Pero quién fue este representante de la
cultura
oficial? ¿Cuáles son sus "méritos"
literarios?. Al respecto nos dice Estela Eurasquín
[03]:

"Mientras que Gálvez apela formalmente al
patriotismo en Este pueblo necesita…,
Martínez Zuviría expresa su posición en el
mismo sentido a través de sus ensayos
publicados, entre 1931 y 1934. Estos escritos, agrupados bajo el
título «El becerro de oro»
reaparecerán en su libro
Nave, oro,
sueños
, impreso en 1936.  En su análisis de la crisis
económica mundial Martínez Zuviría concluye
que la culpa la tienen quienes acaparan el oro: «¡Ay!
Los que primero sintieron venir la ola de pánico
son los únicos que ahora poseen el oro, y lo esconden o lo
guardan bajo siete llaves, justo premio a la prudencia, tal vez
al egoísmo o a la astucia» (N.O.S:
300-301). En este libro de ensayos, los judíos
no son explícitamente mencionados. En cambio, en su
novela
El Kahal-Oro, Wast explica que la crisis se debe
a una conspiración judía que pretende acaparar el
oro del mundo para… destruir vengativamente a los cristianos.
Según Hugo Wast, la aparición de las
ideologías modernas, como el socialismo y el
comunismo,
enemigas de la Iglesia
católica, es una prueba contundente de la acción
devastadora de los judíos. La ciencia
económica, fundamentada en el materialismo
dialéctico -creación del judío, Karl Marx– es una
de las armas que emplean
los siniestros conspiradores (K.O: 23)"

.…

"Martínez Zuviría, por su parte,,
hace un llamando en sus ensayos y en su novela
Kahal-Oro, al pueblo (católico)
para combatir sin descanso la amenaza judía. Se trata de
un combate «por la fe, por la familia,
por la patria»".

"Para esta concepción, el Otro no es simplemente
diferente sino que es lo opuesto, la negación del YO
ideal. El Otro es el enemigo maléfico que se debe destruir
o tratar de redimir, mediante la conversión, de la condena
eterna, hacia donde marcha inexorablemente porque no sigue el
buen camino, el único posible".

"Para Hugo Wast, profundamente antisemita, el extranjero
Judío representa al Anticristo que se propone destruir el
mundo cristiano y que por supuesto actúa de manera
embozada en Argentina (que él llama futura
Babilonia)".

Podemos acercar, también, los comentarios del
historiador Daniel Lvovich [04] quien haciendo referencia
a Martínez Zuviría nos dice:

"- Del libro de Wast, Kahal-Oro, que es una
adaptación argentina de uno de los folletos más
célebres de la demonología antisemita como Los
Protocolos de los
Sabios de Sion
. El argumento favorito de los defensores de
Wast es que su libro fue prohibido en la Alemania nazi,
lo cual es cierto. A partir del año ‘41 fue
prohibido en Alemania. ¿Por qué? Wast, como buena
parte de este sector, entendía que la forma de terminar
con el problema judío era la conversión en masa al
catolicismo y no el exterminio. Esta fue la causa por la que a
partir del ‘41 en Alemania, cuando comienza el exterminio
sistemático, consideran que es una obra demasiado blanda.
Esto no impidió, como señala entre otros Roland
Newton, que el
libro de Wast fuera distribuido por la embajada alemana antes del
‘41 en la Argentina y en otros países
latinoamericanos junto a los Protocolos y otras obras antisemitas
clásicas como material de difusión. Es una
polémica que no ha terminado. Wast era el novelista
más popular en ese momento. Según dice Manuel
Gálvez, era el único escritor de la Argentina que
podía vivir de sus derechos de autor. Sus obras
tenían una tirada muy importante. Pero además era
el escritor católico por excelencia, con un fuerte
respaldo. Y Kahal-Oro tuvo una difusión enorme.
Hasta su última edición, que es anterior a la ley
antidiscriminatoria, creo que tuvo 24 o 25 ediciones, son decenas
de miles de ejemplares. Por supuesto, Wast negaba ser antisemita,
y decía "defenderse" de la agresión "judía".
Era un hombre
polémico. La escuela de
periodismo de
Santa Fe se llama Gustavo Martínez Zuviría, que era
su verdadero nombre, la hemeroteca de la Biblioteca Nacional
también lleva su nombre y cada tanto hay escaramuzas para
cambiárselo".

Que se trata de una polémica que ha tenido su
historia lo pone
de manifiesto, por ejemplo, este titular del diario "El
Día" de La Plata [05]:

Denuncian libro antisemita en la exposición
católica

"Se llama `El Kahal-Oro’, lo
escribió Gustavo Martínez Zuviría en la
década del '30 -con el seudónimo de Hugo Wast- y su
presencia en los stands de la IV Exposición del Libro
Católico de La Plata desató una tormenta. Todo
comenzó cuando algunos de los asistentes a la muestra
denunciaron la presencia del libro ante el Concejo Deliberante
subrayando su naturaleza
antisemita. Las denuncias motivaron que se elaborara en ese
cuerpo un proyecto de
repudio a la presencia de esa obra en la mencionada feria, en
cuyos fundamentos se destaca que el prólogo contiene
‘algunas de las peores páginas del antisemitismo
argentino, que violentan el espíritu de la Ley
Antidiscriminatoria (23.529)’.
Los organizadores de esta exposición bibliográfica,
por su parte, niegan que se trate de un libro antisemita y
proclaman a su vez que el repudio es ‘otra expresión
de discriminación contra este escritor
católico cuya obra ha sido sistemáticamente
perseguida en los últimos años’. Así
opinó el presidente del Comité Ejecutivo de la
muestra, Manuel Outeda Blanco, quien negó que
Martínez Zuviría -que ayer fue homenajeado en el
marco de la exposición con motivo de cumplirse el 40
aniversario de su muerte- fuera un ‘escritor
antisemita’.

LA
REACCIÓN EN EL CONCEJO

El proyecto presentado en el Concejo Deliberante -y que
lleva la firma de Edgardo González (ARI), Alejandra
Sturzenegger (Acción por la República), Claudio
Frangul (UCR), Iván Maidana (Frepaso) y Moira
Carriquiriborde (ARI)- aclara que no pretende empañar
‘la magnitud de un evento tan significativo para la Iglesia
de nuestra ciudad, como es la IV Exposición del Libro
Católico’, pero enfatiza su repudio a la obra y
especialmente a su prólogo.
Firmado bajo el seudónimo de Hugo Wast, El
Kahal-Oro
es una de las muchas novelas escritas
por Gustavo Martínez Zuviría, un escritor
católico de gran repercusión en la Argentina entre
los años 1920 y 1940 y que llegó a ser ministro de
Justicia e Instrucción Pública durante el gobierno
del general Ramírez en 1943, función
desde la cual impuso la enseñanza religiosa en las escuelas
públicas.
Así lo explica Daniel Lvovich en un trabajo
publicado por el Centro de Investigaciones
Sociohistóricas de la facultad de Humanidades de La Plata
(Cuaderno Nº 5, del primer semestre del '99), titulado
‘Una Mirada sobre el antisemitismo de la década de
1930: El Kahal-Oro de Hugo Wast y sus comentaristas’.
El Kahal’, según la definición
que da el mismo autor en el prólogo del libro, es
‘la autoridad que
desde las sombras gobierna a los judíos’.
Autor de numerosas obras para jóvenes, Martínez
Zuviría -según destacan los concejales-
bregó para eliminar el lunfardo de la radio, los
tangos y los guiones de la película de Niní
Marshal.
La edición del Kahal-Oro expuesta y a la venta en la
Exposición del Libro Católico es del año
1984 y contiene el polémico prólogo, que se
atribuye al autor y que según el mismo Lvovich ‘fue
publicado también de modo autónomo bajo el
título 'Buenos Aires,
futura Babilonia', en el que Wast demuestra, en un ensayo que
respeta escrupulosamente las normas de la
erudición, la peligrosidad del plan judío
para el dominio del
mundo, desplegando para ello argumentos políticos,
económicos y teológicos’.

FRASES DEL PRÓLOGO

En ese prólogo, fechado el 22 de abril de 1935,
según puede leerse en la edición que se vende en la
muestra platense, hay frases como las que siguen:

• "…releyendo la historia, penetrando hasta en
los tiempos más remotos, observamos este hecho singular:
en todas partes el judío aparece en lucha con la nación
en cuyo seno habita".
• "…podemos decir que si el odio al judío es
anticatólico, porque debemos amarlo como a prójimo,
el odio a las doctrinas de la Sinagoga, autoridad civil y
religiosa del judaísmo, que persigue la destrucción
de la Iglesia Romana y pretende establecer en todo el mundo el
imperio de su espíritu abolido por Cristo y el dominio del
oro, instrumento de opresión de los pueblos, ese odio,
mejor dicho, ese toque de somatén contra la Sinagoga, es
auténticamente católico".
• "Recojamos esta preciosa confesión: el judío
es un poderoso factor antinacional (…) Sumergido en un ambiente
cristiano resulta insocial, inasimilable y revolucionario".
• "Sin pronunciarme sobre la insoluble cuestión de la
autenticidad de Los Protocolos (por Los Protocolos de los Sabios
de Sion), me limitaré a decir que con buenas palabras los
judíos alegan que son falsos; pero con hechos todos los
días nos prueban que son verdaderos".
• "En muchos pueblos ya se está librando la gran
batalla financiera, que primero conduce a la crisis, luego a la
guerra y
finalmente a la Revolución. El judío la fomenta, la
dirige, la subvenciona y cuando ha hecho tabla rasa del Estado
Cristiano, la sofoca y se instala en el Capitolio vacío a
gobernar bajo la inspiración del kahal, precursor del
Anticristo".
• "Y ésta es la razón por la que, en todos los
pueblos, el grito contra el que se ha levantado la voz de los
Papas '¡Muera el judío!' haya querido ser
sinónimo de '¡Viva la Patria!'".
• "Hace muchos años (…) escribí una novelita
con el título 'El judío' para una revista
española. Me la devolvieron sin publicarla y me dieron
como razón de no aceptarla que la obrilla defendía
a los judíos (…) No se me ocurrió pensar que
aquella prevención (…) podía tener motivos que
aún ignorábamos en la Argentina".
DETALLES DE LA OBRA

Publicado por primera vez en una edición en dos
tomos en 1935, El Kahal y Oro son dos obras en las
que se distribuye el relato de una misma novela. El libro, cuyas
primeras ediciones (de 14.000 y 10.000 ejemplares) se agotaron
rápidamente, sumó 24 ediciones en la Argentina, la
última de ellas, en 1984. Hasta la 21º, había
vendido 101.000 ejemplares y despertado fuertes
polémicas.
Así lo indica Lvovich en su trabajo, en el que destaca que
se trata de una ‘novela de tesis
(vale decir que pretende presentar como real la situación
de fondo que relata) y que afirma que ‘aunque resulta
imposible comprobar el impacto de El Kahal-Oro como
instrumento de difusión de mitología antisemita, se han
señalado algunos indicios que pueden contribuir a la
comprensión de su efectividad. El repaso de las fuentes sobre
las que Wast construyó su obra permiten que la
consideremos un intento de traducción al contexto argentino de los
tópicos del antisemitismo europeo, cuya lectura a
manera de ensayo se
veía favorecida tanto por los procedimientos
desplegados por el autor cuanto por la interpretación realizada por la mayor parte
de sus comentaristas’.
DEFENSA DEL LIBRO

Los organizadores de la feria, en tanto, sostienen que
el libro es una obra de ficción, que no puede ser
considerado antisemita -como tampoco a su autor- y afirman que
retirar el libro de la feria sería un acto
discriminatorio: ‘Un católico no puede ser
antisemita, porque pregona el amor al
prójimo. Y Gustavo Martínez Zuviría era
profundamente católico y tenía amigos
judíos. Es increíble que se considere antisemita a
este libro que fue prohibido en la alemania nazi’, dice
Outeda Blanco, presidente del Comité Ejecutivo de la
Exposición, quien sostuvo además que ‘desde
hace 25 años este libro se vende en la feria del libro
católico sin que se presentaran problemas. Lo
que sí es sistemático es el ataque hacia la obra de
Martínez Zuviría, un escritor que por sus
méritos literarios debería tener un reconocimiento
comparable al de Ernesto
Sábato’.
Outeda Blanco afirmó que ‘entre las situaciones de
discriminación que nos tocó vivir en
torno a este tema
se cuenta el cambio temporal del nombre de la hemeroteca de la
Biblioteca Nacional (de Martínez Zuviría a Ernesto
Sábato)
y el secuestro de la
obra de este autor hace unos años. A eso hay que sumarle
todas las blasfemias contra Cristo, la Virgen y el Santo Padre
que estamos acostumbrados a ver en todo tipo de libros’.
Por su parte, Víctor Funes, que conoció a
Martínez Zuviría y ayer participó de una
mesa redonda
en su homenaje en el marco de la feria, indicó que
‘este prólogo no aparece en las últimas
ediciones del libro. Pero Martínez Zuviría, a quien
conocí, no era antisemita aunque podía ser
crítico de algunos aspectos del
judaísmo’".

Entonces, es quizás necesario, recurrir a una voz
contemporánea a Martínez Zuviría,
César Tiempo
[07]:

"Consecuente con el desinterés que anima toda su
producción, administrada por él
mismo ‘para evitar filtraciones de editores poco
escrupulosos’, sin proponérselo, centró su
fusible novelón con un tema, actualizado por la barbarie
hitlerista, que estimulase la venta entre los núcleos de
gente afectada por el libelo y buscando que su ardua
circulación fuese lubrificada por aquellos cuya
política antijudía y anticristiana encuentra entre
nosotros un fácil y estentóreo vocero".

"Ahora podría recordárseles la actitud de
Federico Nietzsche, su
filósofo genial, yendo a golpear a la puerta del insigne
historiador Jacobo Burkhardt, en Basilea, el 28 de mayo de 1871,
para echarse en sus brazos y llorar amargamente la inminencia de
una enorme desgracia: los nuevos bárbaros amenazaban
incendiar el Louvre".

"Sesenta y cuatro años más tarde, ante
sucesos de idéntica filiación que enlutan al mundo
civilizado, el director de la Biblioteca Nacional publica un
libro de más de seiscientas páginas para justificar
ese ludibrio, océano de por medio. Toda la prédica
de Goebbels, de Streicher, de Goering, de Ley de Rosenberg,
orates cuya peligrosidad puede determinar el más somero
examen psiquiátrico y que amparados en su impunidad
todopoderosa lanzan a sus esbirros sobre una colectividad imbele,
halla eco prolijo en el descendiente del liberalísimo
Facundo Zuviría, que ha ido a plagiar, para fondo de su
novela, un episodio del que se hizo eco la prensa reaccionaria
europea en las circunstancias del proceso
Dreyfus".

"¿Qué hace, entretanto, el ocupado y
despreocupado director de la Biblioteca Nacional, a quien
el Estado
destina una gruesa parte de sus recaudaciones para que dirija un
establecimiento que debe servir de blasón a la cultura del
país? El director escribe implacablemente en las
habitaciones que ocupa con su familia en el
mismo recinto de la Biblioteca. El director nutre su infatigable
ambición de cultura con los dos libros básicos del
mundo moderno: ‘Los Protocolos de Sión’ y
‘El Judío internacional’, atribuido a Henry
Ford. Sobre el primero ha sido demasiado elocuente el veredicto
del tribunal de Berna, considerándolo una burda
superchería inmoral, para que insistamos en su examen.
Además, hombres insospechables de parcialidad en este
caso, como Leopoldo Lugones, Pío Baroja y Gustavo J.
Franceschi, han repudiado explícitamente esa indigna
mistificación. En cuanto a ‘El Judío
Internacional’, el mismo Henry Ford rectificó todas
sus afirmaciones antisemitas e hizo pública una
declaración que registraron los diarios más
calificados de los Estados Unidos y
fue reproducida aquí por la prensa libre. El director,
pues, lee y escribe. En un hermético texto
alemán ha descubierto la existencia del Kahal. El pueblo
judío ignora su existencia, por supuesto, porque
sólo deben conocerla las castas privilegiadas. Es decir,
la aristocracia judaica, que ha desterrado los sanhedrines para
sustituirlos por las kehilas y le ha pasado el santo al curioso
director. El agente oficioso bien pudo ser el mismo polaco que
adulteró toda la papelería que ha servido de base
para la legislación represiva del extremismo,
papelería llena de groseras y flagrantes adulteraciones,
que luego fue a ofrecer en venta a un alto dirigente socialista.
Gracias a esa información fidedigna, a sus lecturas del
Talmud en el original arameo, dialecto babilónico que el
director domina tan perfectamente como el castellano que no
se percibe en sus libros, y a sus valiosas exégesis de la
Biblia y el Corán, el funcionario –que no
funciona– se dispone a salvar el país del peligro
judío".

"Primero averigua si un libro que trate ese tema puede
venderse en gran escala. Le
informan que sí. Así lo confiesa el redactor de un
‘magazine’ que lo entrevista,
redactor que lo primero que observa, deslumbrado, al ponerse en
contacto con el director desdoblado en novelista, es ‘no
ver una gran cabeza que contenga un cerebro
voluminoso’. Desde entonces la lámpara de su
escritorio permanece encendida noche y día. Sus trece
hijos –el director no es un malthusiano, que digamos–
se deslizan sigilosa y medrosamente por los corredores de la casa
sin atreverse a turbar el trabajo ciclópeo del escolimado
progenitor. Los estudiosos se desesperan abajo reclamando los
libros que no se encuentran ni por casualidad en la Biblioteca.
Los empleados imponen silencio con el índice sobre la
nariz. El señor director escribe. Los ordenanzas le echan
aceite a los
zapatones rechinantes y se desplazan con la imperceptible
lentitud de un deslizamiento geológico. Al señor
director le han dicho que un judío talmudista jamás
consiente en dormir a oscuras. (Pág. 288 de "El Kahal").
Él tampoco lo hace; pero no es para ajustarse a la
costumbre de un pueblo que no ama, sino porque ve poblado su
sueño con los fantasmas que
su imaginación va creando. Al revés del conde
Ugolino, teme ser devorado por sus propios hijos. Entre las
escasas cosas que ignora no sabe que el mayor índice de
alienados se registra entre los hombres dedicados a las
especulaciones positivas, los hombres de ciencia, los
matemáticos y los jugadores de ajedrez. (Ver
Chesterton y Novoa, entre otros). Es decir, que los que usan la
razón se encuentran infinitamente más expuestos que
los que se deleitan con los escarceos curvilíneos de la
imaginación. No tiene por qué temer el chaleco de
fuerza nuestro
director".

"Pero él ha sudado para acumular cargo sobre
cargo, y es necesario que ese esfuerzo quede registrado en la
historia. Ha llamado a un fotógrafo. Se ha hecho retratar
la mano y la lapicera automática con la que él
solo, sin más ayuda que su vastísima ilustración hebraica, filosófica,
política y económica, realizó el engendro.
Pasen a verlo. La mano que se exhibe en las vidrieras de algunas
librerías, a primera vista, parece que sirvió de
modelo al
dibujante que pintó la cabeza de la serpiente que decora
las carátulas de su libro. Es delgada, viscosa y
serpeante. Es digna de un museo. (Inmediatamente acude a la
memoria aquel episodio que narrara en una revista popular un
difundido periodista. Cuando el director de la Biblioteca
Nacional fue a visitar el Jardín Zoológico de
Londres, el guardián no salía de su asombro al
informarle que aquellas trece criaturas que lo acompañaban
eran hijos suyos. Enseguida le manifestó el director que
tenían enorme interés en
ver a un célebre ejemplar de chimpancé y le rogaba
lo acompañase hasta la jaula. ‘De ninguna
manera’, le respondió el guardián.
‘Ustedes se quedarán aquí. El que va a tener
un enorme interés en ver a ustedes va a ser el
chimpancé. Y voy a buscarlo para que los
admire.’)".

"Al lado de la mano puede verse una página
autógrafa. En ella el director ha escrito, con esa misma
mano y con esa lapicera jupiterina, los pensamientos cardinales
de su novela. Pero el genio se rectifica constantemente. Claudio
Bernard le ha enseñado a no mecerse al viento de lo
desconocido en las sublimidades de la ignorancia. Y allí
donde ha puesto: ‘lo que hace más odioso al pueblo
judío’ ha trazado una raya elegante, precisa, tenue,
substituyendo el adjetivo ‘odioso’ por uno menos
herético. Ha escrito
‘antipático’".

"Para el señor director de la Biblioteca
Nacional, miembro de la Academia Argentina de
Letras 07.6]
, miembro del Pen Club, miembro de la Comisión
Nacional de Cultura, ex diputado nacional [07.7] , ex Gran Bonete del Congreso
Eucarístico del año 34!, el pueblo israelita es un
pueblo antipático. En las 626 páginas de su
novelón (un novelón muy curioso, en el que el Rosch
del Gran Kahal es al mismo tiempo presidente de la
Compañía Telefónica –imagino que el
circunspecto director no habrá querido pintarnos al
presidente de la Junta del Empréstito
Patriótico– que maneja centenares de millones de
pesos y que termina enamorándose de una pobre muchacha a
quien conoce a través de sus colaboraciones literarias en
un diario ‘con suplemento’, en esas páginas
nos dice cómo debe reaccionar un espíritu culto
ante la invencible antipatía del pueblo israelita. El
señor director no se contenta con darle la espalda, con
negarle el saludo, con no pagarle el boleto del ómnibus.
Él sabe que ahora no hay genios sino entre los
judíos (pág. 217). Sabe que el judío
argentino no es el personaje antipático que han
caricaturizado los escritores europeos. Por de pronto, no es
mezquino, afirma. ‘Nosotros conocemos otros pueblos que son
característicamente cicateros y miserables. El
judío, no. Cuando es pobre es económico hasta el
heroísmo. Pero cuando rico es generoso y gran señor
como nadie’, dice en las páginas 31 y 32 de su
libro.

"Pero algo de malo han hecho para que a fjs. 235 haga
decir a uno de los personajes, por supuesto judío:
‘Este pueblo –se refiere al argentino– ha
vivido hasta hoy en una extrema abyección, porque hemos
logrado infiltrar en sus leyes los tres
principios de
nuestra política: en lo económico, la doctrina del
oro; en lo político, el sufragio universal; y en lo
religioso, el ateísmo de Estado con sus sabrosos frutos:
la enseñanza laica y el descanso del sábado, en vez
del jueves’. Claro que lo de la doctrina económica
ofrece blancos a la discusión, pues los israelitas han
inventado la letra de
cambio y no el patrón oro como puede verse en Stanley
Jevons, en John Loccke y en V. Fallón [07.8] . Y hasta en un reciente discurso
radiotelefónico de don Leopoldo Lugones, cuya
sabiduría nadie discute. Lo del sufragio universal
importado por el judío Roque Sáenz Peña ya
es más difícil rebatirlo, y lo del sábado
hebraico, transmutado en sábado inglés,
habría que hacer interponer una tercería de dominio
al gobierno de la Gran Bretaña, cuyas consecuencias son
difíciles de vaticinar. Son, pues, los israelitas
antipáticos y no son antipáticos. Son unos genios y
al mismo tiempo son unos sinvergüenzas, ya que han logrado
imponer el descanso del sábado, impidiendo que el
señor director tenga abierta la Biblioteca para que los
incautos lectores vayan a estrellar su curiosidad contra los
muros impenetrables de los catálogos. (Por
transposición podría aplicarse a los argumentos del
señor director una exquisita metáfora de la que es
autor convicto y confeso y que ilumina la página 14 de
‘Oro’: ‘se desmoronan como un merengue bajo la
pata de un elefante’
[07.9]" .

"El señor director ha escrito un libro, se ha
hecho fotografiar la mano y la lapicera automática, ha
barajado estadísticas, libros fundamentales,
teogonías, historias de las religiones, como un
filósofo, como un investigador y como un demiurgo. Y ha
encontrado una única solución. ‘Es una
monstruosidad’ –dice, citando a Cadmi Cohen,
olvidándose que en la pág. 256 afirma por su cuenta
que ‘cuando se dice dos veces la misma cosa es porque ya no
es tan cierto como cuando se decía una’– es
una monstruosidad vivir durante dos mil años en
rebelión permanente contra todas las poblaciones
‘donde se vive’, e insultar a sus costumbres y a su
lengua y a su
religión,
por un separatismo ‘intransigente’, y agrega de su
cosecha: ‘Admiremos este patriotismo forjado como una
coraza con dos metales
indestructibles: la nacionalidad y
la religión’
[07.10] . Claro
que San Pedro ha afirmado que todos somos extranjeros en este
mundo. El señor director todavía no lo ha
leído a San Pedro. Él lee los Evangelios en su
texto original, y en la Biblioteca que dirige no ha podido
encontrar un solo ejemplar de los mismos. Hace, además, a
lo largo del engendro, cinco o seis citas del Antiguo Testamento
para dejar mal parados a los israelitas y se olvida que el Libro
de los Libros tiene sólo allí 33.214
versículos y 593.493 palabras que son una fuente
inagotable de poesía
y de sabiduría. Pero el señor director quiere
salvar al mundo. Y entonces, desoyendo la subcutánea
admiración que profesa al pueblo elegido, aconseja
soluciones
heroicamente generosas. El pueblo israelita es, para él,
un pueblo sin remedio. El pueblo de la dura cerviz. Ni la
dispersión, ni la asimilación, ni la
conversión podrá doblegarlo. ¿Qué
remedio propone entonces el evangélico director de la
Biblioteca Nacional, que se hace retratar la mano y el estrecho
ángulo facial? Uno, muy sencillo y muy práctico: el
exterminio. Así, lisa y llanamente: el exterminio, la
matanza, el degüello. ‘Y ésta es la
razón, dice textualmente en la página 34, de que en
todos los pueblos, el grito de MUERA EL JUDÍO haya sido
casi siempre sinónimo de VIVA LA PATRIA’. Yo no
sé si el cardenal de Munich, monseñor Faulhaber,
pensó en el señor director cuando dijo, transido de
coraje: ‘No debemos olvidar que en las venas de nuestro
Salvador no corrió sangre germana. Y tampoco debemos
olvidar que no hemos nacido como cristianos, sino que hemos
renacido como cristianos’. Y añadió con toda
la autoridad de su investidura y todo el valor de un
hombre que exponía su vida por su verdad en medio de la
borrasca: ‘La historia nos enseña que Dios castiga
siempre a los que persiguen a su pueblo elegido, el pueblo
judío. El 30 de junio de 1934 el Dios de Israel
castigó a cierto número de sus perseguidores.
¿No veis, hermanos católicos, que ese suceso,
aparentemente tan incomprensible, nos revela la mano de Dios?
Tenemos que respetar a los judíos, que han dado al mundo
el don más grande y más preciado, la Biblia.
Jamás debemos tratar de exterminar, mediante
persecuciones, a ese viejo pueblo, el más viejo de todos.
Enseñad a vuestros hermanos que el odio racial es lo
más abominable en nuestra vida. Contad a todos los que
habitan en vuestras casas quiénes son, en realidad, los
judíos. Destruid el terrible prejuicio
contra el gran pueblo que inmerecidamente tanto ha sufrido ya.
Arrepentíos, oh católicos, si habéis hecho
algún mal al pueblo de Dios, el pueblo
judío’".

"El señor director de la Biblioteca Nacional hace
caso omiso de esa voz ilustre y pide el retorno de Torquemada, la
cachiporra y el tifus exantemático. (Esta no es una broma:
en las profecías que cierran el volumen el autor
anuncia una vasta epidemia que terminará con todos los
réprobos). El señor director quiere atajar el
advenimiento del ‘Anticristo’ como si se tratara de
detener una manga de langostas: golpeando latas y haciendo humo.
No sabe que el Mesías se recorta en el porvenir infinito y
que su espera ha revestido de poesía, como ya dije, a
millares y millares de seres. ‘El hombre, ha
afirmado Stefan Zweig elocuentemente, no puede, ni siquiera en el
sentido físico, vivir sin ilusiones: su mísero
cuerpo estallaría bajo la presión de
los deseos y pasiones no satisfechos, no realizados.
¿Cómo iba el alma de la
humanidad a soportar la existencia sin la esperanza de algo
más elevado, sin las ilusiones de la fe? En vano la
ciencia le demostrará incesantemente la puerilidad de sus
creaciones divinas; siempre, para no hundirse en el nihilismo, su
afán de crear querrá dar un sentido nuevo al
universo, pues
que ese afán constituye ya en sí mismo el sentido
más profundo de toda vida espiritual’".

"¿Pero cómo nos permitimos la
herejía de hablar de vida espiritual cuando nos referimos
a un libro del señor director? Los hombres
prácticos desprecian a los filósofos, dice él mismo en la
página 5 de "Oro", novela que debería llevar como
acápite la divisa del autor ‘Money’s make to
Mary go’, o para decirlo en buen criollo: por la plata
baila el mono
[07.11]"
.

"El señor director se propone exterminar a toda
la colectividad porque sabe que su genio proteiforme puede bastar
por sí solo a la civilización universal.
¿Cómo se las arreglaría para publicar sus
novelones si el judío Otto Mergenthaler no hubiese
inventado la linotipo? No lo sabemos. ¿Cómo hubiese
hablado a la muchedumbre de feligreses el cardenal Pacelli, en
Palermo, si el judío Hertz no hubiese descubierto las
ondas de su
nombre y el judío Berliner no hubiese inventado el
micrófono? No lo sabemos. ¿Cómo se las
arreglaría para subsistir el señor director si
el judío Voronoff no hubiese inventado el famoso método del
rejuvenecimiento, el judío Ehrlich el salvarsán, el
atoxil y la diazoreacción, y el judío Wassermann la
reacción que lleva su nombre? No lo sabemos. El
único en saberlo debe ser el señor director, pero
se reserva el secreto para después del pogrom. Él
se anima a imitar a Rothschild, a quien le debe Francia la
principal red de
ferrocarriles, a Ballin, el propulsor de la flota comercial del
Reich, a Rathenau, a quien le debe Alemania la industria de
la electricidad, a
Franck, el propulsor de la industria de la potasa, a Schreiner,
el de la industria del petróleo, a Haber, el de la
producción de nitrógeno del aire, a Bayer, el
del índigo artificial. Él va a inventar
también el automóvil de bencina, como el
judío Marcus, el electromóvil, como el judío
Davidson, el giróscopo, como el judío Popper
Lynkeus, la galvanoplástica, como el judío Jacoby,
la lámpara de mercurio y el indicador de colores, como el
judío Arons, el globo aerostático como el
judío Schwarz, y el esperanto como
el judío Zamenhof. Él va a revolucionar las
matemáticas, la física y la biología, como
Einstein, Freud, Lombroso,
Adler, Fliess, Semon y Weinninger. Él va a pintar los
cuadros y levantar las esculturas de Liebermann, Pisarro,
Pechstein, Israels, Kandinsky, Epstein, Pann, Minkowski, Marc
Chagal, Jules Pascin, Kisling, Glicenstein, Antokolsky, Aronson y
mil otros
[07.12] .
Él va a componer la música de
Mendelssohn, de Meyerbeer, de Offenbach, de Saint Saens, de
Korngold, de Daríus Milhaud, de Gustav Mahler, de Halevy,
de Goldmarck, de Bizet, de Joachim, de Rossembloom, de Dresden,
de Schillinger. Él va a escribir los 39 libros del Antiguo
Testamento y las obras fundamentales de la literatura universal debidas
al genio judío. ¿Cómo pueden, pues, leer los
israelitas y los hombres sensatos de cualquier credo, sin una
sonrisa piadosa, la última novela libelista del director
de la Biblioteca Nacional? ¿Cómo puede lanzarse
seriamente a la calle un novelón de seiscientas
páginas, cuyo único mérito reside en las
citas de Salomón e Isaías –que no fueron
hitleristas, precisamente– y desde cuyas páginas el
autor ‘como Saulo, da coces contra el
aguijón’? Claro está que el señor
director confía en la validez de las afirmaciones del
locutor eucarístico que clama a fjs. 301 del libro:
‘No hay pecado que no se perdone. Por los crímenes
más desenfrenados que la imaginación pueda
concebir; por los delitos
más nefandos que el corazón
pueda desear’".

"¿Para qué torturarse en tratar
dramáticamente un libro y un autor a quienes el olvido y
el desprecio tragarán en poco tiempo? Hace poco el
telégrafo nos anunciaba la muerte del
coronel Alfred Dreyfus, símbolo de un pueblo inconmovible.
Su nombre ha ganado ya la inmortalidad, junto con el de Zola,
France y Clemenceau, que supieron ponerse a su lado por puro
afán de justicia. Cuando la verdad se pone en marcha no la
detiene nadie, afirmó el autor de
‘J’Accuse’. ¿Quién se acuerda hoy
del capitán Henri, del conde  Estherhazy y de todos
los miserables que complicaron a Dreyfus en el proceso, si no
para desearles larga vida en el infierno?".

Quizás esta última frase justifique las
siguientes líneas que resumen el propio interés de
Daniel Chirom de hacerlo [06]:

"El Jabalí publica este texto (el
de César Tiempo) por dos motivos sencillos: poner
nuevamente sobre el tapete una parte de nuestra historia no muy
conocida (o convenientemente olvidada, elija el lector la actitud
que prefiera) y por su palpitante actualidad, ya que
Los protocolos de los sabios de
Sión’
lamentablemente siguen estando en
muchos kioscos y librerías de la Argentina".

"Para vergüenza de todos los argentinos, una de las
salas de la biblioteca nacional se sigue llamando Martínez
Zuviría, homenajeando así a un nazi. Sería
una actitud de reparación histórica que este
gobierno democrático sacara ese nombre de la sala de un
lugar que, como la Biblioteca Nacional, debería ser un
faro de  sabiduría, donde confluyan las culturas de
todos los pueblos y religiones que
formaron este país. En nombre de los derechos humanos y la
democracia,
las actuales autoridades de la Biblioteca Nacional deben
modificar el nombre de Martínez Zuviría que mancha
sus paredes, quien, entre otras ignominias, para denigrar al
pueblo judío y a la democracia, escribió:
‘el sufragio universal es una herramienta
judía’
, y justificó los progroms,
afirmando: ‘y ésta es la razón de que en
todos los pueblos el grito de muera el judío haya sido
siempre sinónimo de viva la patria’
".

"Martínez Zuviría nos hace recordar a los
argentinos las oscuras épocas de intolerancia que
vivió nuestra nación. ¿Tendrán las
actuales autoridades de la Biblioteca Nacional la valentía
de quitar su nombre de una de sus salas o continuarán
haciéndose los distraídos? los argentinos lo
sabemos: sin memoria no hay verdad, sin verdad no hay democracia
y sin democracia no hay derechos ni libertades, sólo
oscuridad".   

Y es que como nos recuerda asiduamente Bernardo
Kliksberg:

"Es mejor encender una humilde vela que maldecir en la
oscuridad".

Referencias
bibliográficas

[01] Todorov – Memoria del mal, tentación del
bien

[02] Proyectos ARI
2006 – Declaración – Comisión de
cultura

Nº de Expediente

3770-D-2006

Trámite Parlamentario

86

[03] Eurasquín – La construcción del Otro: identidad e
inmigración en la historia argentina ,
Amérique Latine Histoire et Mémoire,
Numéro 4-2002 – Migrations en Amérique Latine:
la vision de l'autre
, [En ligne], mis en ligne le 13 mai
2005.

URL : http://alhim.revues.org/document477.html.
Consulté le 27 septembre 2006

[04] Lvovich – Para entender el antisemitismo
argentino – 8-2005

[05] Titula del diario "El Día" de La Plata –
06-11-2002

[06] Daniel Chirom – "César Tiempo y el
antisemitismo en la Argentina. Las razones

de publicación del texto de César Tiempo
de 1935" – Revista "El jabalí" Nº 16.

[07] César Tiempo – La campaña antisemita
y el director de la Biblioteca Nacional –

1935 – El folleto fue escrito en 1935, cuando Israel
Zeitlin
(César Tiempo) contaba con 29 años. Ya
había publicado Versos de una… (1924) bajo
el seudónimo de Clara Beter, el Libro para la
pausa del sábado
(1930), Sabatión
argentino
(1933), una obra de teatro y
había obtenido el Primer Premio Municipal de Poesía
(1930).

[07.6] Conviene preguntarse hasta dónde un
académico puede usar con ensañamiento y contumacia
esta ‘académica’ metáfora con
variaciones: ‘Labios exangües como la carne "kocher"
de un cordero sangrado por el rabino’ (pág. 127),
‘Más blanco que un chivo sangrado por el
rabino’ (pág. 160), ‘Tez pálida con la
palidez ritual de un cabrito sangrado’ (pag. 39). Y exhibir
joyas de expresión de esta calidad:
‘cuando en las mejillas se le pintaban dos chapitas de
carmín’ (pág. 66) y ‘la risa en que su
oreja descubría como una maravillosa aleación el
timbre de varios metales’ (pag. 48). Además el
correspondiente de la Academia Española hace hablar a sus
personajes con el realismo
arrollador de que dan cuenta las siguientes transcripciones
realizadas al azar y que efectuamos en la seguridad de que
el masoquismo de los lectores no llegará al extremo de
adquirir los plúmbeos novelones de marras.

Hablan los personajes:

Martha Blumen, hija de millonarios, espíritu
ultraexquisito, poseedora de multitud de idiomas, etc., etc.:
‘Hoy me siento católica. Hágame leer un libro
católico. Me tienen seca los judíos’
(Pág. 198). Advertencia de H. W.: ‘Dios hizo el
mundo para que criaturas como ella lo usen hasta el forro’
(Pág. 151). Referencia de H. W.: ‘Y sus ojos como
los de un gato, arrojaban por entre las sombras de sus
pestañas negras, un rayo verde y felino’
(Pág. 120).

El presidente de la República, viendo conversar a
la hija del poderoso financista con Mauricio Kohen, el Presidente
de la Compañía de Teléfonos: ‘La paz
reina en Varsovia’.

Zytinsky –un traficante analfabeto– dice
textualmente: ‘Ese artículo no es de Julio
Ram… Conozco el estilo’.

Don Zacarías Blumen, a quien pertenecen casi
todas las hipotecas que se ejecutan en el país
(pág. 196), el mismo que a fjs. 200 ‘se pone rojo de
vergüenza’, dice: ‘Soy tímido y tartamudo
como Moisés’ (pág. 78) y luego: ‘Lo que
van a valer sus minas de estaño en Bolivia si
estalla una guerra’ y después: ‘Ti pago la
tranvía’ (pág. 63) y más allá:
‘¿Quí mi cointas?’ (pág. 99). Y
para terminar: ‘Ahí me las den todas’
(Pág. 87). ‘Entonces se encerró en su casa
como un lobo enfermo’ (Pág. 286).

Aarón Gutgold sólo atinó a exclamar
en idisch, el idioma de su juventud:
‘–¿Qué estás ticiendo,
Zacaritas?’ (Pág. 99).

 Dice don Fernando Adalid, Presidente del Banco Sud
Americano y candidato a Presidente de la República, a su
sobrina Martha Blumen: ‘Tu padre fue un ranún’
(pág. 24). Y luego, olvidándose de la austeridad de
su investidura, se siente ‘anímula
vágula’ y declama estos versos de Tamayo y Baus:
¿Qué me podrás decir? Sin voz ni aliento/
Parecieras tal vez de mármol frío/ si no oyera el
golpear violento con que tu corazón responde al mío
(Pág. 220). Y remata: ‘Por viejo y por zorro que sea
nunca tendrá el cerebro sutil de un judío’
(241).

El híspido y torvo Juan Fugito, que tiene amigos
‘muñecas’ que lo escondieron hasta que
pasó la bronca (pág. 130) y que dejó a
varios canas ‘panza arriba’ (pág. 131) dice
(íd.): ‘Yo conozco el paisaje de Tierra del
Fuego y no quiero volver allá’. Y amenaza de muerte
al doctor Mendieta ‘si éste quiere trabajarla de
"ortiba’ (pag. 133). Para el abogado, la Chacarita,
según imagen
restallante, es ‘la última boite’ (pag. 137).
Después el mismo que profetiza la ‘fundación
de una congregación religiosa, cuyos miembros
vestirán de saco’ (pág. 322) dice: ‘El
pobre diablo comenzó a pelechar’
(pág.37).

Nombres buidos: Sr. Migdal, Sara Zyto y Bilka Myr. Ambos
apellidos forman, unidos, el nombre de una ciudad polaca (pag.
68-69).

Dos afirmaciones categóricas irrebatibles:
‘Ningún judío se empobrece: en cambio los
cristianos viven dando tumbos’ (pág. 73) y
‘Desde la antigüedad el judío ha preferido la
guerra a la paz’ (Pág. 74).

[07.7] Aunque pocos lo crean el autor de la
afirmación de que ‘el sufragio universal es una
herramienta judía’ y el mismo que sostiene que
‘en nuestro país votan conjuntamente con el
Arzobispo de Buenos Aires, asesinos, ladrones, rufianes,
analfabetos y atorrantes’ (pag. 215) fue diputado al
Congreso de la Nación, allá por el año 1916.
Y lo curioso del caso es que su elección se debió
exclusivamente al voto de los israelitas del departamento de San
Cristóbal, desde el rabino Goldman hasta los chacareros de
Moisés Ville, movilizados por don Manuel Wachs, actual
director del Departamento de Trabajo de Rosario, que
obedeció entonces a una consigna de las autoridades de su
partido. Entonces el hombre expresó públicamente su
gratitud a esa colectividad, la misma que lo agasajó en
Varsovia cuando fuera como delegado del Pen Club Argentino,
mientras los escritores polacos ‘pur sang’ le
manifestaban una absoluta indiferencia. De ahí que no
resulte aventurado afirmar que el autor se ha pintado a sí
mismo en Rogelio, personaje de la novela de
quien afirma que ‘pertenece a esa especie, harto conocida,
de botarates, que sueltan sin maldad y por ligereza, descomunales
groserías. Su disculpa está en su inconsciencia; y
entre matarlos o tomarlos a risa, la gente de verdadera
educación opta por reírse’ (Pág.
232).

[07.8] A ese respecto es interesante consignar la
opinión del profesor
Lázaro Schallman, inspector de escuelas de la Provincia de
Mendoza y vigoroso ensayista, que también ha dedicado su
atención a las ‘kahalamidades’
–disparates, contradicciones y paralogismos–
acumulados por el Malaquías criollo con veleidades de
Amán. ‘En la página 23 de su libro, dice el
autor de ‘Humanización de la Pedagogía’, H. Wast imputa a los
judíos la adoración del oro y su acaparamiento.
Según esto, la banca, los
medios de
producción y todas las grandes empresas
industriales, cuya socialización propugna el comunismo,
estarían en manos de judíos; de judíos
millonarios, plutócratas, ultraburgueses, enemigos a
muerte del comunismo. Pues no; en la pág. 24, es decir a
la página siguiente, imputa H. W. a los judíos
‘tendencias comunistas innegables’. De modo que los
judíos son al mismo tiempo, según él,
‘los puntales del régimen capitalista y los
líderes del comunismo anticapitalista’. Y más
adelante: ‘H. W. atribuye a los judíos la
invención del patrón oro’. El sistema
monometálico a base de oro es, según él,
‘una verdadera trampa judía’ y la doctrina
económica que respalda su fundamentación
‘fetichismo funesto’. Pareciera que sus veleidades de
financista inclinaran su pensamiento en
favor del bimetalismo, sostenido entre otros economistas ilustres
por Luis Wolowsky. Por el contrario, no figura ningún
nombre judío entre los sostenedores eminentes del
monometalismo: Jevons, Leroy Beaulieu, Bonnet, Chevalier,
Baudrillart. Este último, jefe de una de las familias
tradicionales del catolicismo francés. Sólo un
desequilibrado podría pensar que todos ellos se dejaron
encerrar cándidamente en ‘la prisión
israelita del prejuicio del oro’ (pág. 26). Por lo
demás es fácil probar que el monometalismo a base
de oro está muy lejos de ser una invención judaica.
El primero en propugnarlo ha sido Mirabeau, antes de que la
Asamblea Nacional de Francia aboliera las leyes de
excepción relativas a los judíos.
Recuérdese, a propósito, que fue un cristiano de
corazón –el abate Gregoire– quien produjo en
esa época el mejor alegato en pro de la
reivindicación judía. La prédica de Mirabeau
en favor de la adopción
del patrón oro no dio resultado. Pero los argumentos que
la respaldaban tuvieron tan vasta repercusión en Inglaterra, que
el reino británico resolvió adoptarlo decretando
que sólo tendría fuerza liberatoria ilimitada el
oro. La iniciativa tampoco fue de los judíos sino del
britanicísimo lord Robert Liverpool, primer lord de la
Tesorería, y respondió a las ventajas que
ofrecía al país el tener una moneda legal
única. No vale la pena de insistir, pues, en el
análisis de los paralogismos de H. W. acerca de las mieses
del ‘superreinado de Israel’ agavilladas por
‘la doctrina del oro’… Adviértase, no
obstante, la bastardía de su evocación de la
leyenda bíblica del becerro de oro (págs. 22, 23 y
180). Echa en cara a los judíos de este siglo el pecado
que cometieron sus antepasados en el desierto de Sinaí. Y
promueve nefariamente la revisión de una sentencia divina
que ha pasado, cuatro mil años ha, en autoridad de cosa
juzgada. Juzgada por el mismo Señor Dios. Así
consta en el Éxodo (32: 14-15) y en el libro de
Nehemías, donde está escrito que Jehová
perdonó el pecado de su pueblo. Por eso no lo
abandonó en el desierto: ‘la columna de nube no se
apartó de ellos de día, para guiarlos por el
camino, ni la columna de fuego de noche, para alumbrarles el
camino por el cual habían de ir’ (Nehemías,
9:19).

[07.9] El melindroso director que maneja sus
impugnaciones con ‘la fruición de un matarife que
revuelve el puñal  en el gaznate del pobre
buey’, sostiene, después de haber ponderado la
rumbosidad de los israelitas, que la ambición de oro en
ellos es insaciable. Ya lo denuncian, afirma en el
prólogo, con dramática ridiculez, esos cartelitos
profusamente expuestos en los escaparates de las joyerías
y que claman desesperadamente: COMPRO ORO, COMPRO ORO, COMPRO
ORO. Sin embargo, dice el Midrasch, citado por H. W., ‘EL
MUNDO REPOSA EN LA TORAH Y NO EN EL ORO’ y, además,
está escrito: ‘Más vale la palabra de la boca
de Jehová que millones de oro y plata’. Y, entre
otros mil, son bien conocidos estos proverbios
salomónicos: ‘De más estima es la buena fama
que las muchas riquezas; y la buena gracia más que la
plata y el oro’ (22.1). ‘No trabajes por ser rico;
pon coto a tu prudencia’ (23.4) y ‘Mejor es el pobre
que camina en su integridad que el de perversos caminos, y
rico’ (28.6). Y en la legislación de Moisés
existe el JUBILEO, solemnidad pública, celebrada cada
cincuenta años, en que volvían a la comunidad las
fincas vendidas y recobraban la libertad los
esclavos. Por supuesto que no conviene insistir demasiado en esas
‘ligerezas’ del autor, pues tendríamos que
detenernos ante cada afirmación. Tan arbitrario y
contradictorio es, que en el prólogo del engendro afirma
que los israelitas no esperan el advenimiento del Mesías y
páginas más adelante sostiene sus risueñas
teorías
económicas de dominación del mundo por los
judíos con el solo objeto de preparar la llegada del
Mesías. ‘El gran Kahal de Nueva York, verdadero
Vaticano judío’, afirma, ‘maneja el
mundo’. Y luego: ‘El poder de la
Sinagoga puede comparar con treinta dineros la conciencia de un
juez, los editoriales de un diario, etc.’ (pag. 215). Sin
embargo ese organismo plenipotente que, según el dengoso
literato, pudo comprar a un gran diario de la mañana, cuyo
enérgico editorial contra el antisemitismo provocó
la caída de la camarilla fascista que se había
apoderado de la Facultad de Medicina, es
tan indigente, a lo que se ve, que no pudo comprar el silencio de
un escritor tan poco cotizado como el autor de aquellas
revelaciones…

[7.10] Luego olvida esa afirmación, ya que las
únicas armas que maneja en apoyo de la difusa tesis de su
libro son las contradicciones, y en trance de plantear la
disyuntiva ‘conversión o muerte’, se pierde en
un dédalo de incoherencias. ‘Extrajo de su bolsillo
un texto y leyó esta prescripción talmúdica:
Ben Ascher: se permite a un judío engañar a los
idólatras haciéndoles creer que se ha hecho
cristiano’ (pág. 112 –ojo con los conversos
criollos). ¿Qué valor tiene entonces la
conversión de Mauricio Kohen ‘en el bosque de
Palermo que había florecido como la vara de
Aarón’, (pag. 282) que el autor blande como un
triunfo de su doctrina, si la actitud no pasa de ser una
superchería más, y qué necesidad
tenía, por otra parte, de convertirse un personaje que es
bautizado en las páginas iniciales del novelón?
Además, cuando el autor habla de la conversión de
los judíos y recuerda esta sentencia de Moisés:
‘Al fin de los tiempos volverás al Señor, tu
Dios’, ¿cree por ventura que el creador del Jubileo
pensó en los plagiarios del Decálogo? Si todo el
mundo, afirma Lázaro Schallman, practicara el precepto del
Levítico: ‘Amarás a tu prójimo como a
ti mismo’, desaparecerían para siempre las
diferencias de clase y los
odios racistas y los conflictos
internacionales. Tan cierto están de ello los verdaderos
judíos como los verdaderos cristianos, pues unos y otros
tienen la misma religión, la misma fe en Adonai, como lo
ha subrayado Pascal, el
más ilustre de los apologistas del cristianismo.
Mal cristiano es, por consiguiente, todo aquel que, en vez de
amar a Jesucristo en todos los seres –judíos como el
Señor o no judíos–, que en esto radica,
según el Evangelio, el amor al
prójimo, escarnece las Escrituras, atizando odios y
rencores’.

[7.11] Sólo así, en pleno desenfreno
venático puede aceptarse que el autor de treinta novelas,
que ocupó una banca en el Congreso de la Nación,
afirme muy suelto de cuerpo, patrañas de este jaez:
‘¡Cuánta paja, leña y pólvora
habían amontonado los palabreros estadistas de Versalles
en todos los rincones del globo, sabiendo o ignorando que
trabajan para el Kahal! Un estudiante, un obrero desconocido,
obediente a cualquiera de los tres mil Kahales que estaban a sus
órdenes, podía hacer el gesto fatal de Princeps en
Sarajevo, asesinando un rey o un primer ministro’ (pag.
297). En ese tono H. W. grita a cada instante su
indignación contra la penetración judía,
olvidándose que a fjs. 256, afirma rotundamente: ‘Se
siente la necesidad de gritar lo que se ha dejado de
sentir’.

Para cerrar el glosario podemos
preguntarnos, ¿por qué, cuando nombra entre los
alquimistas modernos a Berthelot, Ramsay, Rutherford, Crookes,
Mendelejew, Lothar Meyer (pag. 252), el incauto autor cita a
tantos judíos? Eso derrumba el andamiaje sobre el cual
reposan sus paralogismos, ya que la fabricación artificial
del oro, con su consiguiente desvalorización, va a privar
al mundo de la presión de la banca judía. ‘El
inmortal Mendelejew (dos veces judío), verdadero
filósofo, a la vez que químico, lo descubrió
con la luz de su
genio’ (pág. 256). Pero, en realidad
¿qué hombre de ideas claras puede tomar en serio al
autor de estas peregrinas afirmaciones, espigadas al
azar?:

Para la historia de las costumbres: ‘Y como la
afición a las apuestas es el vicio nacional inglés
(Dios les conserve el candor) en media semana se cruzaron
apuestas por más millones de libras que las que se
consumieron en balas durante la guerra
mundial’ (Pág. 267).

Para la teología: ‘El día que un
judío se enamore de una cristiana, se juntarán el
cielo con la
tierra’ (Pág. 193).

Para la etnografía: ‘El pueblo judío
tiene la lengua suave, la sangre fría y la piel
dura’ (Pág. 192).

Para la psicología:
‘Las mujeres judías no conocen los celos’
(Pág. 151).

Para la economía
política: ‘La política de los
judíos: no labrar la tierra, no criar ganados, no
construir ferrocarriles’ (Pág. 140).

Más Instrucción Cívica: ‘Peor
para ellos, que no ven el porvenir de Israel en un país
que, con virginal inexperiencia y desde la primera hoja de su
Constitución, se ofrece a todas las razas
del mundo como una granada que se parte’ (Pág.
143).

‘Los cristianos suponen que la Sinagoga no es
más que el templo del culto israelita. Ignoran que es,
además, su Casa de Gobierno, su Legislatura, su Foro, su Tribunal, su Escuela, su
Bolsa y su Club’ (Pág. 47).

Para los postulantes: ‘Ya Zacarías Blumen
(que a pág. 37 se llamara Matías Zabulón)
varias veces había llegado al despacho del Presidente de
la República más difícil resultaba entrar en
las aristocráticas mansiones porteñas’
(Pág. 67).

Costumbres y ritos judíos anotados
‘fielmente’ por H. W.: ‘Los hijos heredan el
nombre de los padres’ (Pág. 45). ‘Se tocan con
pastelitos de felpa, visten levitas escrofulosas y llevan luidos
los bordes de los pantalones’. Las ‘Mezuzes’
son cañas colgadas a las puertas. El Talmud –que
representa doce tomos compactos tipo Diccionario
Enciclopédico– lo llevan en el bolsillo los sinuosos
israelitas que exclaman a cada rato: ‘Dios del
Talmud’ (Pág. 71). Conoce las prescripciones acerca
de los maniluvios en las que nada se dice de las uñas:
‘un buen hijo del Talmud –según H. W., puede
llevarlas de cualquier color’.
Otra cita del Talmud, ‘made at home’: ‘Si
partes a la guerra no vayas adelante, sino atrás, a fin de
que puedas volver el primero’. Las mujeres no judías
son todas ‘una goy’.

[7.12] A ese respecto es bien elocuente un telegrama
publicado en ‘La Nación’ del 1º de
octubre último y fechado en Berlín el 30 de
septiembre, que transcribimos textualmente:

‘La pintura
nacionalista es aún bastante pobre en talentos originales,
según propia confesión del Fuhrer y del ministro
Goebbels. El color, la técnica y la elección de los
temas tratados acusan
cualidades artísticas bastante mediocres. En
Berlín, en el Wilhelmsdorf, hay una exposición de
arte en que se
presentan unas cine telas,
que están muy lejos de ser obras
maestras’.

 

Mario A. Geller

Datos biográficos:

País: Argentina

Ciudad: Buenos Aires

Fecha de nacimiento: 22 de Diciembre de 1958

Estudios cursados: Análisis de
sistemas

Profesión: Analista

Datos de la monografía:

País: Argentina

Ciudad: Buenos Aires

Fecha de la monografía: Abril de 2007

 

Partes: 1, 2
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