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Algunas miradas al calendario de Le Goff (página 2)



Partes: 1, 2, 3

El
calendario como objeto religioso.

La cuestión acerca del calendario constituye un
mero asunto de encajar los ciclos del sol con los de la luna;
históricamente, la primera forma de computar el paso del
tiempo fue
lunar (tiempos paleolíticos, meses lunares), y cuando la
evolución de los grupos humanos
precisó del cómputo solar (Neolítico, vida
sedentaria, ocupaciones agrícolas y ganaderas que dependen
del ciclo anual), fué de primordial necesidad el buscar el
encaje del ciclo sinódico de la Luna (fases) con el
retorno del Sol al cabo del año. Visto todo ello desde
nuestra óptica
de hombres modernos, se trata de una cuestión mas de corte
astronómica-matemática. Sin embargo, después de
esto, en su momento, quienes estaban de tiempo completo en la
observación del cielo, computar los
movimientos de los astros, y, totalmente, quienes consagraron su
vida a la medida del tiempo y decretaban las fiestas y los
días de trabajo, eran
sacerdotes. El lugar en el cual los primeros hombres se dedicaron
a estas tareas fue el Oriente Medio, lugar donde surgieron las
civilizaciones más tempranas: Sumeria, Caldea y,
más tarde, Babilonia. De igual modo en Egipto, hubo
un gran desarrollo de
las matemáticas, pero, comparativamente, su
astronomía era incipiente.

El calendario que todos conocemos y utilizamos es el
calendario gregoriano, el cual debe su nombre al papa Gregorio
XIII, que instauró sus reglas e introdujo su empleo en
occidente desde el año 1582. Este calendario, el cual
tiene ya una edad respetable, puede decirse que ha cumplido a
cabalidad su misión
durante más de cuatro siglos y ha sabido mantener en
estrecha consonancia a las estaciones con la vida cotidiana y
civil de los pueblos civilizados en su mayoría. Esto lo
ampliaremos más adelante.

Siguiendo el planteamiento que propone Le Goff, en tanto
el calendario como objeto religioso, dentro de estos se inscriben
unos que fueron creados pensando en cierto tipo de creencias y
acomodados a los dogmas y las conveniencias de ciertos
grupos:

El Calendario Juliano es una corrección
del calendario romano primitivo, Este calendario, establecido por
Julio César, entró en vigencia el 1 de Enero del
año 45 a. de C., un año antes de morir asesinado.
Para ajustar el calendario a las estaciones se ampliaron a los 15
meses del año 46 a. de C., con una duración de 445
días. Esta adición fue necesaria para corregir el
retraso de tres meses que se habían acumulado en
relación con el año trópico. El año
46 a. de C., fue conocido como el año de la
confusión a causa de su longitud; sin embargo,
contribuyó de manera definitiva a acabar con el
confusionismo que en la fecha era vigente. El sentido religioso
que poseía este calendario estaba ligado más hacia
la denominación de los nombres, procedentes también
del calendario romano y del cual esta vigente en el calendario
gregoriano. Sin afán de divagar, se presenta esta información que puede resultar
válida en el apoyo a nuestra tesis (o la de
Le Goff):

ENERO: (lanuarius) el nombre procede de Jano, el dios
romano de las puertas y los comienzos. El 1 de enero, los romanos
ofrecían sacrificios a Jano para que bendijera el nuevo
año. Su símbolo era una cabeza de dos caras,
mirando al este y al oeste, por donde sale y se pone el
sol.

FEBRERO: (Febrearius) el nombre procede de la palabra
latina februa que se refería a los festivales de la
purificación celebrados en la antigua Roma durante este
mes. MARZO (Martius): Para los romanos, que nombraron este mes en
honor del dios de la guerra, Marte,
era el primero del año.

ABRIL (Aprilis): Los romanos dieron a este mes el nombre
de abril, derivado de aperire ("abrir"), probablemente porque es
la estación en la que empiezan a abrirse las
flores.

MAYO (Maius): Era el tercer mes en el antiguo calendario
romano y tradicionalmente se acepta que debe su nombre a Maia, la
diosa romana de la primavera y los cultivos. Las celebraciones en
honor de Flora, la diosa de las flores, alcanzaban su punto
culminante en la antigua Roma el 1 de mayo. En Europa se
levantaban mayos (palos de mayo) en las aldeas adornados con
espinos en flor el 1 de mayo.

JUNIO (Iunius): La etimología del nombre es
dudosa. Diferentes autoridades derivan el nombre de la diosa
romana Juno, la diosa del matrimonio, o del
nombre de un clan romano, Junius. Otra teoría
localiza el origen del nombre en el latín iuniores
(jóvenes) en oposición a maiores (mayores) para
mayo, que son los dos meses dedicados a la juventud y a
la vejez
respectivamente. Junio era el cuarto mes en el antiguo calendario
romano.

JULIO (Quíntilis): Era el quinto mes del
año en el calendario romano primitivo y por eso fue
llamado Quintilis, o quinto mes, por los romanos. Fue el mes en
el que nació Julio César, y en el 44 a.C.,
año de su asesinato, el mes recibió el nombre de
julio en su honor.

AGOSTO (Sextilis): Dado que era el sexto mes del
calendario romano, que comienza en marzo, fue originalmente
llamado Sextilis (en latín, sextus, 'sexto'). Se le dio el
nombre actual en honor del primero de los emperadores romanos,
César Octavio Augusto, por algunos de los más
afortunados acontecimientos de su vida ocurridos durante este
mes.

SEPTIEMBRE (September): Era el séptimo mes del
calendario romano y toma su nombre de la palabra latina septem,
siete.

OCTUBRE (October): Octubre era el octavo mes del antiguo
calendario romano, tal como su nombre, octubre (en latín
octo, ocho), pone de manifiesto. NOVIEMBRE (November): Entre los
romanos era el noveno mes del año (en latín,
novem).

DICIEMBRE (December): Diciembre era el décimo mes
(en latín, decem, 'diez') en el calendario
romano.

Como punto importante, cabe destacar aquí y
asintiendo lo dicho por Le Goff, el calendario es un influyente
objeto de poder, y es el
hecho de que originalmente el mes de Febrero tenía 29
días los años normales y 30 los bisiestos, pero al
haber sido los meses del antiguo calendario Quíntilis y
Séxtilis renombrados como Julio y Agosto, en honor de
Julio César y César Augusto respectivamente, se
decidió que el mes de Agosto tuviera 31 días en vez
de los 30 que originalmente tenía Séxtilis. Para
ello se le quitó un día a Febrero. La
razón política para ello,
fue el evitar que César Augusto pudiera haber sido
considerado como inferior a Julio César.
Asimismo,
como se dijo anteriormente los sacerdotes encargados de medir el
tiempo eran astrólogos, y, de hecho, religión y astrología marchaban juntas formando una
unidad inseparable. Los astros se convirtieron en dioses, y
debido a ello recibieron adoración. Alrededor a los
planetas y las
estrellas se forjaron doctrinas religiosas, aunque también
algunas teorías
científicas en el sentido actual de la palabra; se
buscó una solución aritmética para dar
entendimiento a la sociedad sobre
el movimiento de
los astros, y otra solución física para explicar
su influjo sobre la Tierra (la
luz y el
calor, los
"aspectos" astrológicos, la música de las
esferas, etc.).

Al durar el año juliano aproximadamente 11 m y 14
s más que el año trópico, acumula un error
de un día cada 128 años. En 1477 el equinoccio de
primavera se había adelantado al 11 de marzo. A la
Iglesia le
preocupó este error que afectaba a la
celebración de la Pascua de Resurrección y otras
fiestas movibles que dependen de ella
.

El Papa Gregorio XIII nombró una comisión
para revisar el Calendario Juliano, de forma que la Pascua
continuara coincidiendo con el principio de la primavera.
Según Miguel Angel Sabadell, ilio Ghiraldi (o Aloysius
Lilius), médico de Verona, ideó el nuevo sistema;
Cristóbal Clavius (1537-1612), astrónomo y
matemático jesuita, fue quien hizo los cómputos que
le sirvieron de base. En marzo de 1582, el papa Gregorio XIII
abolió el Calendario Juliano, estableció el 1 de
enero como principio del nuevo año y le restó 10
días en forma que el viernes 15 de octubre siguiera al
jueves 4 de octubre. Este ajuste devolvió en el año
1583 el equinoccio vernal al 21 de marzo, fecha en que tal
equinoccio se produjo en el año 325 del Señor, en
que se reunió el Concilio de Nícea, que tomó
el acuerdo de celebrar la Pascua el primer domingo siguiente a la
Luna llena ocurrida el 21 de marzo o después de este
día.

El Calendario Gregoriano, que acumula un error de
sólo un día en más de 3000 años, fue
adoptado prontamente por todas las naciones que profesaban la
religión católica y la mayoría de los
protestantes, aunque algunos de éstos difirieron su
adopción
bastantes años. Ejemplo de ellos es Inglaterra, quien
no remplazó el Calendario Juliano por el Gregoriano hasta
el año 1752 (al Miércoles 2 de Septiembre de 1752
según el calendario Juliano, siguió el Jueves 14 de
Septiembre de ese mismo año 1752, según el
Calendario Gregoriano) y la confusión de fechas, imperante
en esa época en la Gran Bretaña y sus colonias por
la utilización simultánea de ambos calendarios,
constituye todavía una dificultad para los historiadores.
Todos los países occidentales (y virtualmente el mundo
entero civilizado) utilizan hoy el Calendario
Gregoriano.

Viendo todas las reformas y reiterando la
característica imperante del calendario como objeto
religioso, salta a la vista la importancia de la cuestión
religiosa. Tenemos en cuenta de modo particular el calendario
gregoriano, lo que equivale históricamente a hablar de
religión católica, de cristianismo.
Aquí nos encontramos con una estela de elipsis, de
ignorancia consentida o favorecida, de complicidades. Existen en
la humanidad épocas tan oscuras como el de la llamada
Santa Inquisición; o el de los propios tiempos de la
implantación del cristianismo en Europa, que supuso el
arrasamiento de las religiones antiguas, de las
cuales sólo nos quedan algunos retazos para poder
reconstruirlas y comprenderlas (
Courderc, 1956:235). Y, de
igual forma, los mismos orígenes de la religión
cristiana son míticos, ligeramente se encuentran
manifestaciones históricas de los primeros tiempos y los
primeros santos, predominando la costumbre y la alegoría
sobre lo constatable.

El calendario, objeto social

Reiterando lo dicho anteriormente, el calendario
gregoriano es básicamente un calendario cristiano. El
calendario oficial de la Iglesia cristiana es la relación
anual de las fiestas, los días de los santos y las
festividades de la Iglesia, con las fechas del calendario civil
en las que tienen lugar. Estas incluyen las fiestas fijas, como
Navidad, y las
fiestas móviles, que dependen de la fecha de Pascua. "El
calendario más importante de la Iglesia primitiva fue
compilado por Furius Dionisius Philocalus hacia el año
354. Después de la Reforma, la Iglesia Luterana alemana
conservó el calendario romano, lo mismo que la Iglesia de
Inglaterra y algunas otras Iglesias anglicanas." Las principales
estaciones del calendario eclesiástico observadas por la
mayoría de los cristianos son, por orden, Adviento,
Navidad, Epifanía, Cuaresma, Pascua, Ascensión,
Pentecostés y Trinidad.

En este sentido, y tomando como base estas "estaciones",
el ser humano ha forjado toda su vida social en relación a
los "tiempos" que un calendario les proporciona; podemos
caracterizar, al igual que Le Goff, al calendario como un
instrumento que se liga a toda la vida social y civil de la
humanidad. La actividad diaria se halla regida por el ciclo de
iluminación solar, y en el año por
un calendario tradicional donde la religión, el folclore y
las cuestiones sociolaborales se entremezclaban de un modo
difícilmente comprensible ahora para nosotros. El
calendario como instrumento de poder encauza todas las relaciones
del hombre con su
tiempo y con las cosas que realiza. Un ejemplo claro de ello es
el primitivo calendario babilónico, de tipo lunar. Al
principio, el año babilónico estaba constituido por
12 meses de 30 días, es decir, que tenía casi 5
días y 1/4 menos. Al cabo de algunos años, el
«mes de arar», por ejemplo, no se ajustaba a tal
faena agrícola. Posteriormente se acortaron algunos meses
para acomodar más exactamente el calendario a la
aparición regular de la Luna nueva. Esta medida
desajustó aún más el calendario con las
estaciones. Los babilonios resolvieron posteriormente esta
dificultad intercalando un nuevo mes de acuerdo con un ciclo
determinado y con respecto al calendario creado pudieron realizar
todas sus actividades en la que se ocupaban en ese entonces
(Assín, 1970:45).

Como el calendario rige la vida social del hombre y
afecta sus intereses, la historia nos muestra que se ha
hecho –por parte de ciertos grupos- todas las formas
posibles para crear un sistema calendario que se "adapte" a esos
intereses, El Calendario Revolucionario, o también llamado
Republicano, es un ejemplo claro de ello; entró en vigor
en Francia el
día 24 de Octubre de 1793, algo más de un
año después de la proclamación de la
República Francesa.

Durante la revolución
francesa, el pueblo quiso liberarse de sus opresores, y es en
este ambiente
precursor de la abolición de la monarquía y de la nobleza en el que empieza
a cuestionarse el Calendario Gregoriano, utilizado hasta
entonces. Los primeros ataques contra el calendario convencional
ya se habían producido en 1785 y 1788. Existía
cierta intención de independizar al calendario de sus
implicaciones cristianas. Después de la toma de la
Bastilla en Julio de 1789, las demandas para la reforma del
calendario se hicieron más poderosas, y en un principio el
nuevo calendario iba a empezar con el primer día de
libertad (14
de Julio de 1789).

Los nombres de los nuevos meses fueron propuestos por
Phillipe Fabre d'Eglantine. Un equipo de científicos,
poetas, pintores, etc estuvieron trabajando durante varios meses
en la elaboración del nuevo calendario. El resultado del
trabajo de este equipo fue enviado a la Convención
Nacional en Septiembre de ese mismo año. Este trabajo fue
aceptado completamente, y se estableció como ley el 5 de
Octubre. Entró en vigor el 24 de Octubre.

"El año quedaba dividido en 12 meses, de 30
días cada uno, y subdivididos en tres periodos de 10
días conocidos como décadas; el último
día de cada década era de descanso. Se
consideró oportuno dividir el tiempo en intervalos de diez
días en vez de siete, ya que el diez es la base del
sistema de numeración". Los cinco días que quedaban
al final del año (aproximadamente del 17 al 21 de
septiembre en el Calendario Gregoriano) eran considerados fiesta
nacional, en los años bisiestos eran seis días en
vez de cinco. El primer año bajo el nuevo sistema se
conoció como An I (año I), el segundo como An II, y
así sucesivamente.

Los días de la década recibían los
siguientes nombres:

  1. Prímidi
  2. Dúodi
  3. Tridi
  4. Quártidi
  5. Quíntidi
  6. Séxtidi
  7. Séptidi
  8. Óctidi
  9. Nónidi
  10. Décadi

Con esta nueva denominación, los tradicionales
días de la semana: Lunes, Martes, etc, quedaban en el
olvido. Esto posee una gran importancia cultural sobre la
sociedad la desaparición de la tradicional semana de siete
días (en el mundo judeo-cristiano e
islámico).

En lugar de los santos asociados a cada día en el
calendario cristiano, en el almanaque revolucionario
aparecían asociados a cada día los nombres de
diversos objetos bucólicos para la contemplación
diaria. Estos consistían en diferentes cultivos, frutas y
flores para los días laborables, para el décimo
día se asociaba algún instrumento utilizado en la
agricultura.
Para el quinto día un animal, también relacionado
con la agricultura.

Posteriormente, se tomó la decisión de que
el año en el Calendario Revolucionario debería
comenzar con el equinoccio de otoño. Esta decisión
es una muestra más de la importancia que durante la
Revolución
Francesa, se concedió a la Razón a la hora de
organizar la sociedad humana. De esta manera, el calendario se
podría ajustar mucho mejor a las actividades de la
agricultura, también al curso académico, que debe
comenzar después del descanso estival, etc. y es algo que
se asemeja a lo que Elias (1989) en cuanto a la simbologia del
calendario: "El conjunto de los símbolos del calendario es, en sociedades
más complejas, impresicindible también para regular
los tratos entre hombres; por ejemplo, la determinación de
las vacaciones y la vigencia de los contratos."
Casualmente la proclamación de la I República
Francesa el 22 de Septiembre de 1792 (1 de Vendimiario del
año1) coincide con el equinoccio de otoño de aquel
año.

Este calendario se situaba al interior de las medidas
encaminadas a la sustitución de los antiguos sistemas
tradicionales de medición y peso, por el sistema
métrico decimal, muy superior desde el punto de vista
racional.

El calendario revolucionario es una manera de promulgar
una nueva forma de pensar ante lo que la tradición ha
impuesto, este
calendario se convierte en un signo que puede considerarse hasta
cierto punto un intento de descristianización de la
sociedad, ya que los Calendarios Juliano y Gregoriano utilizados
hasta entonces, tienen importantes implicaciones cristianas.
Siguiendo a Sabadell (1992), el concepto de
semana de siete días está fuertemente arraigado en
las tres grandes religiones
monoteístas, y su sustitución por la mucho
más racional década de diez días, pretende
disminuir la influencia sobre la sociedad de la tradición
cultural de tales religiones, especialmente la cristiana. No debe
olvidarse que en la Francia Revolucionaria fue abolido el
cristianismo, e instaurado el culto a la Razón. Utilizando
un nuevo calendario totalmente basado en la Razón, y
abandonando el calendario cristiano anterior, muchos
revolucionarios confiaban en que algo que tan importante
influencia tiene en la sociedad en su vida diaria, como es el
calendario, ayudaría al hombre a olvidar la influencia del
cristianismo, que no consideraban demasiado positiva. La
posición de la Iglesia de aquel entonces,  favorable
al mantenimiento
del antiguo régimen, no parecía tener unos
ideales  demasiado coincidentes  con los de la
Revolución: Libertad, Igualdad y
Fraternidad.

A modo
de conclusión

Le Goff aporta un elemento de vital importancia para
comprender e interpretar la creación del sistema
calendario a la luz de una máxima que quizá
inicialmente puede parecer elemental: calendario como objeto
religioso, social y de poder, pero que posee un trasfondo que no
lleva un simple siglo de venir gestándose; son miles de
años en los que el hombre
trata de crear algo que finalmente terminará por
encasillar su propia vida.

El calendario entonces, a través de todas sus
formas y sus versiones intenta imponer un modo de pensar que
siempre se ligara a todas las significaciones humanas que
presenta una piel que
sólo muestra un afán por adaptarse a las
condiciones de la misma naturaleza,
pero que por dentro son implicaciones de corte religioso y de
creencias.

Por ello, la frase con la comienza este escrito no queda
en aire, es la
concepción que desde el principio se tuvo (y el principio
es religioso, de allí se deriva lo demás) y tal vez
es la que siempre se tendrá, hasta el día en que
las humanidad entera recuerde la revolución francesa y
replantee sus actividades y sus relaciones. De igual forma, este
calendario, sea basado en cualquier sistema o método,
marca los
ritmos de trabajo y descanso, así como el de las fiestas
civiles y religiosas, y se ha convertido en un instrumento
primordial que como se dijo anteriormente rige la vida de las
personas.

Finalmente, más que dar juicios de valor ante las
apreciaciones que se tejen en las formas de ver los calendarios
para las sociedades, es pensar detenidamente en la utilidad de
éstos para las mismas y cómo podemos ingeniarnos
para que el yugo del poder subliminal que está
detrás de cada fecha no nos afecte, aunque parece
imposible…

BIBLIOGRAFÍA

Le Goff, Jacques. El orden de la memoria: el
tiempo como impaginario. Barcelona. Paidós.
1991

BUNGE, Mario. ¿Existe el tiempo? Tomado de
página
Web sin referencia.

MORCILLO CROVETTO, Aquilino. La pervivencia del sistema
sexagesimal. Revista BIT.
Nº 109

COURDERC, Paul. El calendario. Salvat Editores. España.
(1956)

SABADELL, Miguel Angel. Arqueoastronomía:
¿Existió la estrella de Belén? Tribuna de
Astronomía. Enero 1992

ASSIN, Martín. Astronomía. Editorial
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ELIAS, Norbert. Sobre el tiempo. Fondo de cultura
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1989

Enciclopedia DURBAN. 1999

Rajchenberg, Enrique y Héau-Lambert, Catherine.
Tiempo, calendarios y relojes. En: Estudios sociológicos.
(México)
Vol. 20 Nº 59. May-Ago 2002.

 

Dimas Tomás Meneses
Sánchez

Licenciado en Educación
Básica con énfasis en Ciencias
Sociales.

Facultad de Educación – Universidad de
Antioquia. Medellín

Colombia, Medellín. Mayo de 2007.

Partes: 1, 2, 3
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