- Presentación
- El
Juez: formación, designación y
función - Los
principios y Tratados internacionales - Los
sujetos procesales - La fase
preparatoria - La
fase preliminar - La
jurisdicción de fondo - El
recurso de apelación - Innovación
del nuevo Código procesal - El
Recurso de Amparo - El
Defensor del Pueblo (Ley 19-01) - Consideraciones
- Recomendaciones
- Sumario
- Bibliografía
- Anexo
PRÓLOGO
Una tarea que reviste una importancia significativa y a
la vez comprometedora, es la de prologar una obra que aborde de
manera generalizada el papel del Juez en un Sistema de
Justicia, como
figura omnipresente que ha jugado durante toda la historia de la
administración y aplicación de la justicia
humana.
Al mismo tiempo este
poderoso funcionario es un ente que se acrisola y permea de todas
las fortalezas y debilidades propias de los seres humanos,
haciendo por consiguiente el resultado final de su acción
exactamente eso, un hecho obtenido por procedimientos
puramente humanos, que es el cedazo y confluencia de miles de
años de historia, de aconteceres y
vivencias personales, de entornos influyentes, de provechos
educativos y formativos, de incidencias fácticas, de
estados de animo, de niveles de paz sociofamiliar, en fin un
acto-resultado propio de un ser social imperfecto como cada obra
humana.
Nuestro autor José Luis Fortunato, nos lega una
obra, que por la novedad y protagonismo ganados por el Nuevo
Código
Procesal Penal dominicano, recibe la categoría de aporte
significativo en el plano científico-doctrinal. Este, casi
sin proponérselo de primera intención, nos brinda
un recorrido por las anchurosas avenidas del conocimiento
científico jurídico-penal y la connecesaria
postura exigible al juzgador actuante. Si bien es cierto que es
el Juez una especie de soberano, respecto a los demás
actores que componen el escenario del juicio penal, no menos
cierto que éste, como el resto del poder punitivo
del Estado, esta
fuertemente limitado por el Derecho Penal y
las garantías penales sustantivas que amparan al individuo
humano.
El recorrido que hace el autor por los recovecos del
derecho punitivo procedimental, con especial interés en
el recién instituido Código Procesal Penal, sin
quererlo nos puntualiza sobre las anemias milenarias que laceran
nuestro sistema de juzgamiento y punición,
mostrándonos cómo adolecimos y adolecemos aun en la
incipiente práctica, de grandes males heredados por toda
una cultura que
rindió culto al autoritarismo de un sistema judicial
marcadamente inquisitivo, y claro está que aunque sabemos
que en innumeras ocasiones se intentó revestir con un
ropaje de apariencias las mismas desigualdades, las mismas
barbaries, las mismas injusticias, nuestro autor parece comulgar
con los actuales intentos de constitucionalizar el ejercicio del
poder represivo del Estado a través del derecho
penal.
En síntesis
este enfoque presente-futurista de la realidad
juridicojudicialistas dominicana, y las reformas puestas en
ejecución de manera conjunta en diferentes naciones
latinoamericanas, retrata las debilidades posibles que renacen
como reales fortaleza del sistema a imperar, siempre que logren
permanecer incólumes en su proyectiva al término
del curso del río robusto de la contrarreforma. Es muy
fácil coincidir con el Eximio Autor, por sobre todo el
hecho que lo que plantea es prácticamente inatacable,
porque si bien los que se han adecuado al recién abolido
sistema de injusticias procedimentales, de cuyas tramitaciones
han hecho su rosario y en cuyas esferas, y de su marcada
predilección manada del etiquetamiento de sus usuarios
habituales, y que de su corruptibilidad y deficiencia han hecho
pingues fortunas que les mantienen y mantendrán como
elementos retrancatarios o muro de contención sobre los
cuales tendrá que pasar la reforma. Estas familias
judiciales, amigos del sistema y de sus operadores, expertos
tramitadores, retardadores, manejadores a la perfección, y
no con poca predilección de un cierto sentido de
oportunidad que les permite elegir el momento preciso para hacer
que pase la audiencia de fondo de sus casos, manejando al dedillo
para ello todas las medidas incidentales de procedimientos,
legales y no, son a nuestro entender la primera de las barreras y
la más letárgica y prolongada a vencer, ya que la
misma constituye toda una forma de pensar, de ver y de obrar, y
se presupone su existencia más allá de la entrada
en madures del nuevo código instaurado.
El autor ha hecho manar de su inspiración y
significativo espíritu creativo y alma inquieta,
un legado de macro importancia: útil para el profesional
del derecho y cada uno de los actores que intervienen en la pompa
teatral del encauzamiento jurídico-penal dominicano, y
porque limitarlo, latinoamericanista; haciendo énfasis
especial en los juzgadores. Y a la vez por su alto contenido
docente esta se erige en obra de consulta necesaria y obligada
para los futuros profesionales que cursan un derrotero hacia tal
meta en las aulas universitarias.
Cuando hacíamos referencia al hecho de que de
primera intención, tal vez no fue la procura de nuestro
aedo de prosas científicas, el producir una obra de esta
especie, es porque el primer objetivo de la
misma fue académico, ya que el embrión del cual
dimanó la presente fue la tesis de grado
de nuestro legador, y la grandeza y proeza de dar continuidad y
finalizar con tales resultado, nos mueve a hacer un símil
con una de las mas trascendentales obras de análisis jurídico dogmático
del trafico de sustancias controladas "El Delito de Trafico
de Estupefacientes", de Luis Fernando Rey Huidobro, quien
ideó tal obra como su tesis de
grado, y luego la afino y trabajó hasta convertirla en un
libro de
consulta obligada a los organismos internacionales de conjura de
tal galopante mal, a los juzgadores, investigadores y abogados a
cargo y descargo. Invito sinceramente al lector a disfrutar de
este gran aporte a la bibliografía
jurídica nacional.
DR. EDDY OLIVARES
Ex-Proc. Fiscal Prov.
Sto. Dgo.
Página siguiente |