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"Turcos" en la Argentina (página 2)



Partes: 1, 2

En
testimonios

José Eduardo Abadi relata: "El abuelo paterno era
juez, en Siria, pero como tuvo que abandonar el país por
razones políticas,
se mudó a Milán con toda la familia. Al
poco tiempo,
llegó el fascismo y
tuvieron que volver a emigrar… Así llegaron a la
Argentina" (1).

Los padres de Alejandra Pizarnik deseaban que la hija se
casara. Uno de los candidatos era un "turco". Recuerda Aurora
Alonso de Rocha: "Sus padres le hablaban con interés de
dos presuntos pretendientes, hijos de un almacenero alemán
uno, y de un sedero sefaradí el otro. Buma se burlaba o
enojaba. Un día le dijo a su madre que se iba a casar con
los dos para tener aseguradas ropa y comida, la madre la
miró ceñuda y disparó una rápida
respuesta en idish. Me tradujo: ?Que sean tres, así
también hay vivienda?. Creo que, por lo menos en parte,
las sutilezas de Buma nacían de la dialéctica,
escondida en un mal castellano, de
los Pizarnik. Gracias al ?festejante? sefaradí
marroquí escuché por primera vez música
judeo-española, que me dejó maravillada"
(2).

Al regresar de la tierra de
sus mayores, dijo Julia Zenko: "Un instante puede mostrarte lo
que pesan tus antepasados. Eso lo vi en esta última gira:
conocí Letonia y Lituania, y también Estambul,
donde vivió varios años una de mis abuelas, y
reconocí olores de las comidas de mi casa, músicas,
acentos. Es que soy una argentina tanguera sin una gota de
sangre
criolla" (3).

Luis Norberto León, director de SEFARaires,
evoca, en "Un séder con el papú Menajem", a su
abuela turca: "Como todos los viernes cerca del mediodía,
mi abuela me tomó de la mano invitándome a
acompañarla. Hicimos el recorrido por la vereda arbolada.
Tras cerrar la robusta puerta de calle caminamos a mi ritmo de
niño, las tres cuadras hasta el mercado. Cruzamos
la calle Velazco y entramos al largo y estrecho pasillo donde
vivía el papú Menajem. Mi abuela estaba
intranquila. El anciano le devolvía puntualmente la ollita
vacía en que le dejaba comida los viernes, pero
hacía dos semanas que no aparecía" (4).

León es el autor de Refranes y expresiones
sefaradíes de la tradición judeo-española de
Esmirna (5), libro que
dedica a su madre, de quien recibió el mayor aporte para
escribirlo. En la Introducción comenta: «El origen
sefaradi de ambas ramas de mi familia hizo que
en mi infancia
escuchara a los abuelos dirigirse a mis padres hablando en
djudesmo. (…) Por eso creo a veces que al rememorar parte de mi
infancia lo hago en ladino». En la contratapa del libro se
explica: «El djudesmo o judeo-español es
la lengua que
hablaban los judios españoles expulsados en 1492 de la
peninsula iberica. (…) A traves de las migraciones sufridas
luego de la expulsión, el idioma recibió el aporte
de otras lenguas como e! francés, el italiano y el
turco». Estos conceptos son ampliados por León en
las interesantes páginas que preceden a los
refranes.

Acerca del contenido del volumen, leemos:
«En este trabajo se
compiIan una serie de refranes y expresiones cotidianas que la
comunidad
sefaradi de Esmima trajo consigo al Rio de la Plata. Cada refran
!leva su traduccion al español y una explicacion del
sentido de uso, haciendo de este libro un material interesante y
ameno aun para el lector no especializado».

El volumen incluye muchos refranes que usamos
habitualmenle. Por ejemplo, «Aqueas aguas, truyeron estos
lodos», «Cria cuervos para que te quiten los
oyos», «EI comer y el arrascar, todo es
ampezar», y la narración que, con algunas variantes,
repetia mi abuela gallega – la del niño que fabricaba un
cuenco para cuando encerrara a su padre en el altillo, como el
padre hacia con su abuelo-, la que da origen al refrán
«Cuando el padre da … rie el padre y rie el hiyo. Mas
cuando el hiyo da, iora el padre e iora el hiyo".

En "El café
Izmir", Carlos Szwarcer afirma: "El Café Izmir, conocido
por la intelectualidad argentina a partir de la
publicación de la novela
Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal en 1948, era ya
famoso en los años ?30 como centro inevitable de
reunión de las oleadas inmigratorias y verdadera
institución en el barrio. El local del lzmir fue
construido a fines de 1932 sobre la base de tres habitaciones de
un inquilinato de la calle Gurruchaga 432-436; su primer
dueño habría sido Jaim Danón, quien le
daría ese nombre en recuerdo de lzmir, su ciudad
natal.

En 1940, Rafael Alboger se hace cargo del fondo de
comercio y
comienza su larga trayectoria de veinticinco años
detrás de su mostrador".

"Administrar un sitio plagado de diversidades
étnicas, requería un anfitrión que fuera
capaz de mantener un sutil equilibrio
entre una ligera bonhomía, que atrajera a los
parroquianos, y una fuerte personalidad
que hiciera respetar su autoridad.
Rafael Alboger había nacido el 30 de octubre de 1902 en
Esmirna, Turquía. Hijo mayor de Haim Alboher y Reina
Mizrahi, matrimonio
judío sefaradí que trajo al mundo seis
vástagos: Rafael (llamado "Bojor" o Alejandro), Alegre,
Luna, Yaco, Isaac y un varón muerto de escarlatina a los
14 meses. Fue lustrabotas en el histórico Café
Tortoni, en Avenida de Mayo al 800 y luego mozo y maître
del mismo durante la década del 20 y los primeros
años del '30. Destino, providencia o casualidad,
también para Leopoldo Marechal el Tortoni y el Izmir
serían parte de su historia personal"
(6).

Luna, una inmigrante turca centenaria, "A los 17
años conoció a su marido, uno de los pocos al que
sus hermanos ?celosos ellos- dejaron acercarse. Víctor
tenía hermanos en la Argentina que lo mandaron a buscar. Y
ella se venía con él, pero en calidad de novia,
jamás. De ninguna manera, le dijo su tía.
Así fue como se casaron y pasaron su luna de miel en un
barco rumbo a nuestro país. Fue un mes de viaje. Una
inolvidable luna de miel junto con… su suegra. Sí, Luna
dormía con su suegra en un camarote y Víctor en la
bodega, con los demás hombres. ?Nos veíamos en la
cubierta y de noche, cada uno a su lugar".

Estuvo a punto de volver a su tierra:
"Corría el año 1921 y Luna, casada con
Víctor desde hacía dos años, no lograba
quedar embarazada. Vivía en Posadas, Misiones, pero su
marido decidió mandarla de vuelta a casa. Así, dice
la centenaria Luna, se acostumbraba en su país: la mujer que no
tenía hijos se tenía que ir, y ella se iba,
nomás. Con la valija y un pasaje en mano marchó sin
chistar a la estación ferroviaria de Posadas. Pero, cosas
del destino, el tren ya había partido. Fue cuando
volvió con su marido a su casa que quedó
embarazada".

"Progresamos con mucho sacrificio ?recuerda.
Vivíamos en Posadas y mi marido andaba por los campos con
un canasto en el que llevaba lencería para vender.
Después pudimos poner nuestro propio negocio de venta de ropa y
trabajamos muchísimo".

Su experiencia se vuelve narraciones: "Recuerda cuando
en su casita de Posadas llenaba un bracero con carbón por
las noches, lo dejaba en medio del cuarto y reunía a sus
chicos en torno de
él. ?Les contaba historias de cómo vivíamos
en Turquía, el viaje en barco a la Argentina o simplemente
cuentos? "
(7).

En "Mi abuela Vida", Victoria Mizrahi de Misistrano
recuerda a su abuela, llegada desde lejos: "Doña Vida,
¡Abuela Victoria!, que personaje!. La conocí por
primera vez cuando llegó desde Estambul, sola, con su pelo
estirado y un pequeño rodete. Su traje gris de pollera y
redingote le daba cierto aire de persona seria. No
se por qué a su llegada me escondí detrás de
una puerta de la que me sacó para darme caramelos que
traía dentro de sus bolsillos. Esta escena nunca la
olvidé. Mi hermana menor nació a poco de su arribo
a Buenos Aires. Con su llegada nos acostumbramos a escuchar sus
cantos. Los entonaba desde que comenzaba con sus tareas en la
cocina, hasta la tarde que se dedicaba a pelar chauchas, arvejas,
arroz o porotos. Desde su llegada, la cocina fue su ámbito
habitual, ya que mamá la reservaba para ocupar los
domingos. Tratando de calcular el tiempo, cuando mi abuela
llegó, tenía casi sesenta años y yo
sólo cinco. Compartimos 34 años de vida en
común, ya que en 1963 cuando contaba con 94 años,
dejó de existir después de un accidente. Yo ya
tenía 39 años y dos hijos varones que la adoraban,
fue su bisabuela, y aún hoy la siguen recordando con
inmenso cariño" (8).

Acerca de la familia a la que pertenece Catalina Mizrahi
de Dalle, se informa "Hay un hilo que atraviesa las
últimas cuatro generaciones de esta familia sefardí
que a principios de
siglo pasado emigró de Esmirna en busca de un destino
mejor.

En un extremo se encuentra un bisabuelo sastre y una
bisabuela ojalera. Se enamoraron y se embarcaron sin más
pertenencias que sus valijas hacia la Argentina, para casarse en
tierra firme. En la otra punta, cuatro generaciones
después, se encuentra Magalí, que estudia diseño
de indumentaria y otros cuatro bisnietos que son profesionales y
dos de ellos, con menos de 27 años, ya compraron su propio
techo.

El hilo es el mismo, pero las realidades son muy
distintas. En el medio hay un vendedor de ballenitas,
comerciantes de seda, empresarios textiles, amas de casa y
profesionales de la tela.

El sastre y la ojalera tuvieron nueve hijos. Catalina
fue la menor. Cuando tenía seis años, la mandaron a
vivir a lo de su hermana Perla, que se había casado con un
empresario
textil.

Cuando estaba en edad de merecer, Catalina acudía
a todas las reuniones de la colectividad y se preguntaba
¿cuál de todos será mi marido? Y Alberto,
que la miraba de lejos, pensaba qué podía ofrecerle
a esa niña bien un joven como él, que no
tenía estudios y era vendedor ambulante. Finalmente se
animó y le propuso casamiento. Catalina le dijo que
sí y su tío, el empresario textil, les
alquiló un local para que establecieran una sedería
en Independencia
y Entre Ríos. El progreso los acompañó y al
poco tiempo, Catalina y Alberto compraron el local a crédito. Y les empezó a ir bien y se
convirtieron en grandes comerciantes. Tuvieron tres hijos varones
que ayudaban en la sedería: Roberto, Daniel y Eduardo.
Ellos tuvieron más posibilidades que sus padres"
(9).

El doctor Jorge Iza "tiene 74 años y se
jubiló como médico de la Municipalidad de la Ciudad
de Buenos Aires.
La mayor parte de esos años la vivió como cirujano.
Trabajó en Gendarmería Nacional, en el
Policlínico cercano a la estación de Luis
María Saavedra, en el Hospital Sirio Libanés y en
el Hospital General de Agudos Dr. Ignacio Pirovano. Allí
se convertiría, con 32 años, en uno de los jefes
más jóvenes que tuvo el Servicio de
Guardia de un nosocomio porteño.

Hijo de inmigrantes árabes, Iza se presenta de la
siguiente manera: 'Yo provengo de una familia humilde. Mis padres
se esmeraron para darnos una carrera tanto a mi hermano -ya
fallecido, que se recibió de psiquiatra- como a mí.
Antes las oportunidades nos la otorgaban nuestras familias y
el Estado, ya
que se podía estudiar en un colegio primario, luego en el
secundario y más tarde en la facultad, todo con un nivel
excelente y gratis. Salvo los libros y los
útiles, que los tenía que pagar cada uno, el resto
era brindado por el Gobierno.
Medicina era y
es una carrera cara. Ahora hay un abanico enorme de
posibilidades. Hoy está lleno de universidades privadas
mientras la UBA estatal, la más reconocida y jerarquizada,
está cada vez más desvirtuada' " (10).

Carlos Balá dijo en un reportaje: "Mi viejo
quería que yo fuera cantante. Una vez me regaló
como una guitarra árabe, una mandolina. Mi papá no
nos tuteaba. Nosotros a él sí. 'Hijo, vaya a
comprarme cigarrillos', me decía. Y yo le decía:
'Papito, ¿me dejás ir al cine?'.
¡Qué cosa! Todo al revés. Era sirio. Vino a
los 16 años" (11).

Notas

  1. Aubele, Luis: "A boca de jarro", en La Nación, 23 de junio de 2002.
  2. Alonso de Rocha, Aurora: "Entonces la mujer", en
    El Tiempo, Azul, 25 de mayo de 2003.
  3. S/F: Reportaje a Julia Zenko en La Nación Revista 11
    de agosto de 2002.
  4. León, Luis: "Un seder con el papú
    Menajem", en SEFARaires
  5. León, Luis: Refranes y expresiones
    sefaradíes de la tradición judeo-española
    de Esmirna Editorial Milá. Coleccion Escrituras.
    BuenosAires, 2001. 95 páginas.
  6. Szwarcer, Carlos: "El café Izmir", en
    SEFARaires N° 14. Imagen:
    Szwarcer, Carlos: El Tortoni y el Izmir, un nexo para la
    historia. Cuadernos del Tortoni.
  7. S/F: "Una mamá que hoy celebra sus 100
    años", en La Nación, Buenos Aires, 20 de octubre
    de 2002.
  8. Mizrahi, Victoria: "Mi abuela Vida", en
    SEFARaires.
  9. S/F: "La familia de Esmirna que tejió su
    progreso en una sastrería", en La Nación, 23 de
    julio de 2006.
  10. Marcovecchio, Daniel: "Entrevista
    con el Dr. Jorge Iza, ex jefe de Guardia del Hospital Pirovano.
    Una vida de servicio", en www.periodicoelbarrio.com.ar, Agosto
    de 2006.
  11. Aizen, Marina: "Carlitos Balá //
    Profesión: Actor cómico". Foto: Rubén
    Digilio. En Clarín, Buenos Aires, 10 de setiembre de
    2006.

En
memorias

Matilde Bensignor es la autora de De miel y milagros
(Evocaciones Sefardíes) (1) "un libro que habla de la
familia sefardí y reflexiona sobre los valores
que hoy, todavía perduran en nuestra cultura
judeo-cristiana". Auspician la edición
la Embajada de Israel, la
Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires y el Centro de Investigación y Difusión de la
Cultura Sefardí.

En el Prólogo, escribe Arnoldo Liberman: "Matilde
Bensignor nos ayuda a través de este entrañable
poema existencial tradicionalista y gastronómico ?que en
esencia este original libro lo es- a desanudar entuertos y a
conocer más en profundidad la enorme riqueza del mundo
sefardí.

En ella la lengua poética, la narración
conmovedora, el recorrido biográfico y
autobiográfico son predicados de un sujeto que nos
enriquece con su proclama cotidiana y que nos demuestra, de
manera palpable, que la lengua de los judíos
españoles, esa que habla de miel y milagros, no es hija de
una expulsión sino la reconciliación de la
diferencia. (… ) Alcanzar al otro es estar diariamente cerca de
sí mismo, cerca de ese pequeño fragmento de
sí mismo que no miente, es decir, al lado del otro, es
decir, aprendiendo a amar. De Miel y Milagros nos ayuda en esta
hermosa empresa de hacer
de la otredad un amigo cercano, y eso es tan valioso en Madrid como en
Buenos Aires. Por eso, gracias Matilde, por este libro pleno de
encanto y de noble memoria".

En esta obra, la escritora homenajea a su madre y, con
ella, a una tradición de la que es orgullosa heredera. La
figura femenina es muy importante en la cultura sefaradí,
y en la judía en general, al punto que, cuando Bensignor
busca un punto de contacto entre sefaradíes y ashkenazis,
ese punto de contacto es la mame, que protege y consuela. Junto a
esa madre que debió dejar su tierra, la escritora evoca a
sus hermanas y a sus hijas, y destaca la significación que
tuvo en su vida cada una de ellas.

A lo largo de estas evocaciones, se refiere a la
condición de la mujer en la cultura sefaradí de
principios de siglo XX, a sus ocupaciones y su respeto por el
rol del marido. A nuestro criterio, no vive esa división
de tareas como una discriminación, sino como un orden que
contribuye a que la familia permanezca unida y los hijos crezcan
felices. Las recetas que intercala frecuentemente, son evidencia
de ese saber de las mujeres, que debe ser transmitido a los hijos
y a los nietos, en España, en
Turquía, o donde quiera que esté el pueblo
sefardí. Canciones ladinas ?anónimas y del compact
Buena Semana, de Dina Rot- y plegarias ?propias y tradicionales-
incluidas en el volumen, completan este recorrido por un acervo
milenario y riquísimo.

Los hombres de la familia también son recordados
en estas páginas: el padre, que muere a los cincuenta
años, tal como se lo había vaticinado una gitana;
el abuelo, cuyos restos descansan en el cementerio de La Habana;
los jóvenes, algunos de los cuales cuestionan su
vínculo con la religión
sefaradí y, en ocasiones, optan por estrechar ese lazo, si
sus padres no lo han hecho por ellos. Los capítulos
referidos al Brit Milá y el Bar y Bat Mitzvá
muestran el deseo de los mayores por iniciar a los
pequeños en la religión profesada desde siempre, al
tiempo que muestran la reticencia de algunas madres; surgen
entonces consideraciones acerca de la libertad para
elegir pertenecer a una comunidad.

Las fechas religiosas tienen debida importancia en este
libro: Rosh Hashaná, Iom Kipur, Pesaj, y el respeto por el
Shabat son temas que Bensignor aborda desde el punto de vista del
hondo contenido que tienen para quienes las observan, los
preparativos y los manjares que se sirven. Se hace referencia al
casamiento entre sefaradíes y ashkenazis, y entre
judíos y no judíos, circunstancia que se ve
empañada a veces por la intolerancia. Los funerales, en
especial el del padre, muestran una faceta de un culto que,
gracias a esta obra, podemos conocer con más
detalle.

Las persecuciones de que fueron víctima los
judíos aparecen en estos recuerdos: la salida de Egipto, la
Inquisición, los pogroms y la Shoá, son evocados
junto a los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA. La
diáspora es otro de los temas que aborda
Bensignor: la Argentina, Cuba,
Turquía, Israel, son vistos como refugio para estos seres
que tienen como destino "cruzar los ríos", aunque
episodios luctuosos los agobien también en la nueva
tierra.

Afirma Santiago Kovadloff: "La memoria no
es memoria cuando se limita a recordar. La memoria es memoria
cuando se encarna. La memoria es memoria cuando se responsabiliza
por aquello que la sostiene. Este es el libro de una mujer con
memoria. El pasado judío del que proviene es goce y es
vivencia en la actualidad. Leer estas páginas es asistir a
la emoción del reencuentro, a la alegría de contar
con un porvenir".

La inclusión de un "Glosario" hace
que la lectura de
la obra sea accesible a quienes no conocemos la lengua ladina, al
tiempo que permite a Bensignor reflejar ese idioma en
diálogos y canciones.

El diseño de la portada es obra de Edgardo
Giménez; la fotografía, de Gabriel Pérez, y el
diseño
gráfico, de Rubén Longas.

Notas

1. Bensignor, Matilde: De miel y milagros (Evocaciones
Sefardíes). Buenos Aires, Editorial Milá, AMIA,
2004.

En
biografías

En Mis dos abuelas. 100 años de historias, Nora
Ayala relata que su abuela criolla, que vivía en Misiones,
tenía prejuicios contra los extranjeros. "Nosotros no
vinimos a matarnos el hambre como los gringos ?decía-,
estuvimos siempre acá". La venta de la casa del Tata
proporciona otra evidencia de su actitud; la
vivienda "fue comprada por una familia turca, aunque
Gerónima hubiera preferido que no cayera en manos
extranjeras, pero ellos fueron los que pagaron y no había
nada que hacer". Se rumoreaba que los compradores habían
encontrado allí un cofre con monedas de oro;
escuchemos a la criolla: "Teniendo en cuenta que los turcos que
habían llegado al país poco tiempo antes, si bien
eran gente trabajadora y honesta (a pesar de ser extranjeros) no
podían tener dinero como
para hacer semejante inversión, el rumor tenía visos de
realidad" (1).

"El criollaje vio invadido su escenario. Esa gringada,
que se pensó iría a poblar el desierto, se
concentró en la urbe y cubrió todos los puestos de
trabajo. Hasta los policías eran extranjeros"
(2).

Hugo Chumbita relata que Elías Farache, un
policía turco, hostigaba al gringo Vairoleto, hijo de
piamonteses. "Entre los milicos abundaban estos turcos, que en
realidad eran árabes, o hijos de, famosos por lo
bravos"(3).

Notas

1. Ayala, Nora: Mis dos abuelas. 100 años de
historias. Buenos Aires, Vinciguerra, 1996.

2. Alvarez, Marcelo y Pinotti, Luisa: op.
cit.

3. Chumbita, Hugo: Ultima frontera.
Vairoleto: Vida y leyenda de un bandolero. Buenos Aires, Planeta,
1999.

En
sagas

En su libro La cita en Buenos Aires, Saga de una gran
familia sefaradí (1), Vittorio Alhadeff, "oriundo de la
ciudad de Rodas, hace desfilar ante el lector diversos episodios
del dominio turco y
de la ocupación italiana del Dodecaneso. Pero la tremenda
verdad de las guerras da
paso a la crueldad del fascismo y del nazismo para
cerrarse con la llegada en los años 40 a Buenos Aires,
donde se refugian los últimos miembros de una familia que
creyó en el trabajo y
en el progreso" (2).

Notas

1. Alhadeff, Vittorio: La cita en Buenos Aires, Saga de
una gran familia sefaradí. Buenos Aires, Grupo Editor
Latinoamericano, 1997.

2. Malinow, Inés: "Testimonio familiar", en La
Nación, Buenos Aires, 4 de enero de 1998.

En
costumbrismo

En el conventillo ?señala Jorge Paez-
había una "Difícil, precaria, inestable
armonía, sin embargo, que habitualmente perturbaban los
prejuicios étnicos y nacionales en el hervidero
cosmopolita de los patios conventilleros. Félix Lima ha
captado uno de estos momentos de quiebra en ?Lo ha
dicho l?Aquensia Stefani?, cuadrito incluido en su libro
Pedrín (1923), que retrata con previsible fidelidad las
peloteras entre italianos y ?turcos? durante la guerra de
Tripolitania" (1).

El turco expresa conceptos como éste: "-Atienda
qui voy disir yo: Turquía tiene tanto soldado como
Alamania qui también Alamania inseñó pilear
soldado turco a la última moda.
¡Quí vaya la gracia! Italia tira pique
barco nosotro istá barco chico, piro Turquía
más una dolor cabesa Italia pir la tierra. Si quieres
más noticia soldado turco prigunta cómo fue la
pilea con la Rusia.
¿Y la barco grande italiano qui fue pique la costa
Trípoli?… ¿Quí desir osté,
sañur, a eso?…". La discusión termina con
"Ruptura de narices e intervención de las potencias
extranjeras (representadas por un chafe)" (2).

En 1943, Conrado Nalé Roxlo da a conocer El
muerto profesional, firmado con su seudónimo Chamico. En
"Una conversación interesante", texto incluido
en el volumen que mencionamos, uno de los personajes se refiere a
un turco que se va a casar, y afirma que un vasco piensa frustrar
ese matrimonio: "creo que se le va a aguar la fiesta porque el
vasco Indurrimendi se ha enterado de que Flores es casado en
Turquía y, como usted sabe que tienen rivalidad por los
negocios, ha
dado parte al comisario y al registro civil y
hasta creo que les ha mandado el pasaje a las esposas turcas del
turco para que se presenten el día del casamiento y armen
un escándalo. Si vienen todas va a ser divertido"
(3)

Notas

1. Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires,
CEAL, 1970.

2. Lima, Félix: "Lo ha dicho l?Aquensia Stefani",
citado en Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL,
1970.

3. Chamico (Conrado Nalé Roxlo): El muerto
profesional. Buenos Aires, CEAL, 1980.

En
novelas

Hay turcos en una obra de Julián Martel. Afirma
Noé Jitrik: "Durante 1890 escribiò La Bolsa; la
ùltima frase fue redactada el 30 de diciembre. Dos hechos
notables pueden observarse: el primero es que siendo una obra
realista y de actualidad no ha incluido como tema la
revoluciòn del mismo año; el segundo es que en el
mismo año se publicò en Francia
L'Argent, novela mediante
la cual Zola investiga y condena el sistema
financiero. (…) La Bolsa aparece en folletìn en La
Naciòn desde el 24 de agosto hasta el 4 de octubre de
1891, con gran èxito de pùblico y de
crìtica".

El crìtico considera que la obra fundamental de
este ciclo ?la de Martel- tiene importancia desde diversos puntos
de vista, a pesar de su escaso valor
literario: "La Bolsa es una obra literariamente poco importante,
inmadura, pero que asì y todo expresa varias cosas de
interès; en primer lugar hay, conscientemente o no, una
tentativa por trascender la literatura del 80 en su
fisonomìa màs exterior; en segundo lugar, muestra un
escritor desclasado, emergente del periodismo y
que anticipa, por esas razones, un nuevo tipo de escritor, el
profesional; en tercer lugar, se trata de un libro inspirado en
hechos contemporàneos, ubicado en una actualidad,
comprometido polèmicamente con sus interpretaciones"
(1).

"La lectura
màs superficial e ingenua de La Bolsa de Juliàn
Martel sorprende por la enorme carga de xenofobia y
antisemitismo
?afirma Gladys Onega. (…) Martel traza con los más
sombríos tonos naturalistas una realidad de la ciudad que
absorbió el mayor pocentaje de inmigrantes creciendo en
proporción geométrica frente al resto del
país: la miseria, la enfermedad y la mendicidad eran
lacras concretas de la sociedad
superpoblada, que no se cebaban solamente en el lumpen que el
autor selecciona como muestra del parasitismo que trae la
inmigración, sino entre todos los
habitantes de los barrios bajos del sur que se hacinaban en los
conventillos; (…) en la abstractización del oro y del
cosmopolitismo, Martel aísla y diseca casos extremos, los
separa del contexto histórico, carga sobre ellos una culpa
de la que son víctimas y finalmente ignora la
situación real del resto de la población; los turcos con sus feces rojos y
las bohemias idiotas o hermosísimas se han convertido en
alegorías o en personajes pintorescos". (2).

La ensayista se refiere a este pasaje: "El corazón de
las corrientes humanas que circulaban por las calles centrales
como circula la sangre en las venas, era la Bolsa de Comercio. A
lo largo de la cuadra de la Bolsa y en la línea que la
lluvia dejaba en seco, se veían esos parásitos de
nuestra riqueza que la inmigración trae a nuestras playas
desde las comarcas más remotas.

Turcos mugrientos con sus feces rojos y sus babuchas
astrosas, sus caras impávidas y sus cargamentos de
vistosas baratijas; vendedores de oleografías groseramente
coloreadas; charlatanes ambulantes que se habían visto
obligados a desarmar sus escaparates portátiles pero que
no por eso dejaban de endilgar sus discursos
estrambóticos a los holgazanes y bobalicones que
soportaban pacientemente la lluvia con tal de oír hacer la
apología de la maravillosa tinta simpática o la de
la pasta para pegar cristales; mendigos que estiraban sus manos
mutiladas o mostraban las fístulas repugnantes de sus
piernas sin movimiento,
para excitar la pública conmiseración; bohemias
idiotas, hermosísimas algunas, andrajosas todas, todas
rotosas y desgreñadas, llevando muchas de ellas en brazos
niños
lívidos, helados, moribundos, aletargados por la acción
de narcóticos criminalmente suministrados, y a cuya vista
nacía la duda de quíén sería
más repugnante y monstruosa; si la madre embrutecida que a
tales medios
recurría para obtener una limosna del que pasaba, o la
autoridad que miraba indiferente, por inepcia o descuido, aquel
cuadro de la miseria más horrible, de esa miseria que
recurre al crimen para remediarse" (3).

Alamos talados (4) fue distinguida en 1942 con el Primer
Premio de Literatura de Mendoza, el Primer Premio Municipal de
Buenos Aires y el Primer Premio de la Comisión Nacional de
Cultura. Marcela Grosso y Marta Baldoni señalan la
importancia de la inmigración en la novela: "El poder se ve
amenazado por la presencia de lo otro, del elemento
extraño: el inmigrante, figura que genera tres efectos
correlativos: a) el enfrentamiento entre gringos y criollos, b)
la exaltación del linaje y la hispanidad, c) el rechazo
del progreso y las nuevas costumbres" (5).

La clase alta,
representada fundamentalmente por los abuelos, se mostraba
bondadosa con los criollos y los inmigrantes, en general, aunque
había excepciones: "El inmigrante aparece descalificado,
caricaturizado (…) o mirado con simpatía, en tanto se
ciña al mandato de la abuela y no compita en el circuito
de producción económica. Decir ?gringo?
es un insulto (…) El atributo ?criollo?, en cambio, tiene
connotaciones positivas (…) se convierte en una
abstracción, en un símbolo de pureza racial y
moral"
(6).

Cuando las penurias económicas obligan a la
anciana señora a talar los álamos, allí
está un inmigrante, posibilitando que el lector saque
conclusiones sobre la personal postura del autor: "Con el pie en
el estribo de su auto rojo, el turco hacía anotaciones en
una libreta. Uno, tras otro, caían los álamos de mi
adolescencia"
(7). Grosso y Baldoni sostienen que "La presencia invasora del
inmigrante aparece metaforizada por el coche rojo del turco, que
recorre el texto en varios capítulos". Acerca del
propietario del vehículo comentan: "Claras son las
connotaciones demoníacas que despliega este personaje
(…) Las aspiraciones comerciales del turco, que exceden a las
del agricultor contratado, lo convierten en una amenaza, un
peligro para el sistema. La
compra de la vid y de la madera es
sustituida por la idea de usurpación, de estafa: el turco
no compra sino que ?se leva?. Caída, atropello,
usurpación, tala, profanación, son los efectos del
ingreso del inmigrante en el sistema, que es quebrado sin
posibilidades de restauración" (8).

En Barrio Gris, de Joaquín Gómez Bas, una
genovesa se enamora de un árabe, abandonando a su marido
napolitano: "La susodicha desapareció de su casa, del
barrio y sus contornos, embaucada por el meloso palabrerío
de un ambulante vendedor de puntillas, un árabe
enamoradizo que alborotó el corazón y la sangre de
la genovesa con su prestancia de caudillo picaflor"
(9).

En Hermana y Sombra (10), de Bernardo Verbitsky, se
alude a un turco. El protagonista vive en un conventillo, en
Flores, donde también vive un empleado del turco: "La
primera habitación era la de la encargada, Doña
Antonia, y en su bien arreglado ambiente
vivían ella y su viejo marido Don José, su hija
mayor Rosita, el segundo Nicola, que acababa de hacer la
conscripción y que, como pudimos comprobarlo,
cumplía cada mañana con dignidad su
oficio de quinielero, al servicio de un capitalista, el turco
Emilio que tenía varios de esos agentes, a
comisión. Era una actividad que la policía
perseguía pero se desarrollaba públicamente sin
dificultades. (…) (En el barrio llamaban turco a todo
inmigrante venido del Medio Oriente)".

En su novela Un noviazgo (11), Bernardo Verbitsky se
refiere a la ocupación de un egipcio. El protagonista
"conoció asimismo a don Alí. Era un individuo de
unos 40 años, de cara oscura, nariz aguileña, con
mejor humor de lo que dejaba suponer cierta expresión
torva de su cara. Sabía reír con ganas.
Decían que era egipcio, aunque las mujeres lo designaban
entre sí como ?el Turco?. Venía de otro cabaret y
se había propuesto traer con él a las mujeres
más lindas, y las fue hablando una a una, para lo cual le
servía su perfecto dominio de varios idiomas.

Alternaba el inglés
y un francés al parecer correctos con un castellano
aporteñado de indudable naturalidad. ?Vas a estar mejor
que allá ?decía persuasivamente-. Dejáte de
embromar, dáte una vuelta por acá. Veníte
bien bañada, eso sí. Y a portarse bien, que el
nuevo empleo lo
vale. Hay que andar derechas, que si no les corto una teta?. ?Don
Alí es el mejor gerente que
hemos tenido?, decían todas convencidas".

En esa novela, Verbitsky presenta a un griego con
ocupaciones no muy claras: El Checato "Tenía
mandíbula muy ancha, y aunque su cara era flaca, ahondada
debajo de los pómulos, sus maxilares estaban recubiertos
de fuertes músculos. ?Un etrusco sonriente con anteojos?,
pensaba. Y la verdad era que sus anteojos de cristales sin
virola, quedaban incluidos en su ancha risa que le llegaba
silenciosa. Los anteojos quedaban en medio de las arruguitas. Era
un efecto raro y más bien siniestro. (…) Trigo limpio,
no es. Es un vivo que ve bajo el agua. (…)
Dicen que anda en veinte asuntos. Pero no anda, corre
detrás de los pesos, claro. Vende alhajas de
fantasía. Compra no sé qué. Además es
amigo de don Alí y lo peor es que los dos lo disimulan.
Quién sabe en qué andarán. A lo mejor son
socios".

En Un árbol lleno de manzanas, escribe Marta
Lynch: "La casa del griego es triste como la del sexto B pero
sucia. En las paredes tienen anotadas medidas y clavados
alfileres y fotografías de elegancia en Epsom. Tiene
además dos maniquíes también
elegantísimos" (12).

En La noche lombarda, Atilio Betti recrea, al acostarse
en su camarote del barco que lo lleva a Italia, el duro trance
que sufrió el padre del protagonista, junto con otros
pasajeros: "Un chorro de agua, un
manguerazo brutal, le dio en la cara. Lo vi trastabillar, mojado.
Lo vi llorar de indignación y afirmarse en los zapatos
claveteados, agarrándose fuertemente del tirador negro,
sobre el torso sin saco, para no caer bajo el golpe del agua.
(…) En tropel, árabes y turcos aparecían y
desaparecían alrededor de mi padre. Corrían,
gritando, aullando, perros mojados,
perros azotados a manguerazos, a refugiarse bajo mi cama mientras
que papá, rascándose con furia las axilas, gritaba
o gemía, o gritaba y gemía al mismo tiempo:
¡Piojosos! ¡Piojosos!" (13).

En 1988, durante la Feria del Libro, el doctor
Renè Baròn entregò personalmente a Jorge
Isaac el premio que lleva su nombre, distinguiendo a Una ciudad
junto al rìo (14) como la mejor novela editada durante los
años 1986 y 1987. El jurado que lo otorgò
-designado por la Sociedad Argentina de Escritores- estuvo
integrado por Luis Ricardo Furlàn, Raùl Larra y
Juan Josè Manauta.

La novela fue presentada en la Uniòn Arabe por el
profesor Elio
C. Leyes -"escritor
y presidente de la Universidad
Popular, autor de Voz telùrica de Gerchunoff, editado por
el Ateneo Judeo Argentino ?19 de abril? de Rosario", quien
"señalò que el libro bien podìa llamarse
?Los gauchos
àrabes?, en justo parangòn ?según dijo-con
la celebrada obra de Gerchunoff, en la cual no debe haber
escritor que haya profundizado tanto como èl"
(15).

El Gobierno de Entre Rìos la declarò, por
iniciativa del Consejo General de Educaciòn, de lectura
complementaria en las escuelas superiores de la provincia, a
partir del sèptimo grado, recomendando su
utilizaciòn en la enseñanza.

La obra està dedicada "a los inmigrantes
àrabes ?sirios y libaneses- y, por natural
extensiòn, a españoles, italianos, alemanes,
judìos, suizos, rusos, polacos, yugoslavos, y de cuanto
otro origen y procedencia màs, que se lanzaron un
dìa por los riesgosos caminos del mar a la aventura de
?hacer la Amèrica? ".Partiendo de su propia etnia, la
mirada de Isaac se vuelve abarcadora, hasta incluir a hombres de
diversa procedencia, cuya gesta evoca.

Un 10 de noviembre ?nòtese la fecha elegida-, el
autor fue, como de costumbre, a pescar. Ese dìa, algo
inusual alterò la placidez de su hobby: un objeto
centelleaba, entre las ruinas de una vivienda, a la luz del sol.
Intrigado, se acercò a èl y vio que era un cofre.
Una vez en su casa, lo abriò sin dilaciòn, y
comprobò, con gran sorpresa, que era un libro de cuentos
escrito en àrabe. Con su tesoro fue en busca de un editor,
quien lo enfrentò a un problema: la obra no podìa
editarse sin tìtulo, y el mismo debìa surgir de
ella, como un resultado lògico. Una vez superado el
obstàculo, nos hallamos ya en condiciones de emprender la
lectura de estos papeles, a los que Isaac ?empleando un recurso
literario de larga data- no hizo màs que
encontrar.

La acciòn transcurre durante el año 1925.
Cada acontecimiento se detalla prolijamente, ya que estos papeles
eran un diario personal. El autor del diario, un joven, cuenta
sus andanzas por el puerto, desde donde podìa observar la
llegada de los inmigrantes de diferentes nacionalidades, a los
que reconocìa por sus costumbres y fisonomìas,
aùn cuando ellos no habìan descendido del
barco.

El protagonista evoca el momento en que los extranjeros
arriban a la nueva tierra: "Los inmigrantes, aunque vengan en el
mismo barco, llegan y descienden aquí de manera diferente
según sea su origen que nosotros, con sólo mirarlos
y hasta a veces sin oírlos, hemos aprendido a determinar
con riesgo escaso de
equivocarnos". Seguidamente, describe el desembarco de italianos,
alemanes, españoles, judíos y árabes,
señalando las peculiares características de cada
grupo.

Sobre estos ùltimos, comenta: "Los àrabes
?siriolibaneses- que disputan el tercer lugar a los alemanes en
cuanto al nùmero de los que ingresan en estas regiones,
son los màs independientes de todos. Es muy raro que
arriben en parejas. Tan raro que nunca vi ninguna. Ellos
emprenden el viaje solos y si descienden varios juntos de un
barco y se comportan como parientes, es que se han hecho amigos
durante el dilatado trayecto. En su mayorìa son
cristianos, pertenecientes a la Iglesia Griega
Ortodoxa".

"Cuando recorren la angosta planchada por la que
descienden, muestran el gesto adusto, expresivo de la
trascendencia que para ellos asume el primer contacto con la
nueva tierra. Siempre observo que lo hacen moviendo los labios. Y
aunque en manera alguna puede oìrse màs que un leve
murmullo, yo sè que estàn diciendo, con la profunda
y religiosa unciòn de un ruego: ?Ayùdame, Dios
mìo…? ". Luego, solos tambièn, acometeràn
la empresa que
alentaron en la intimidad de sus mejores
sueños".

A este pormenorizado relato de costumbres se suman, como
hilos paralelos de la acciòn, las narraciones de cuanto
sucedìa en Arabia ?que el joven conocìa con dos
meses de retraso- y en el mundo entero, hacièndose
especial hincapiè en los adelantos de la ciencia y
la tècnica (16).

En La pradera de los asfódelos, Rubén
Benítez evoca una Navidad de las
de antes: "En Navidad la gente parecía distinta. No como
ahora. Todos estaban alegres, salían a la calle y
saludaban contentos. Había que pararse en todas las
puertas. Hasta los turcos que vivían en la esquina
festejaban la Navidad. Don José, el que hizo el aparador,
abría una sidra… ?No es como la de Asturias, pero
tampoco está mal? decía siempre después de
probarla" (17).

Algunas obras dan cuenta del fenòmeno
històrico y social de la inmigraciòn armenia. Entre
ellas, la novela Hayrig (Detràs del silencio de un
millòn y medio de voces) (18) y el ensayo
Hayrig II (19), en las que Eduardo Bedrossian relata la vida de
su padre, Agop. "Este relato ?afirma Nélida Boulgourdjian-
trasciende la historia personal de Hagop Bedrossian para adquirir
una dimensiòn colectiva que involucra a todo un pueblo"
(20).

Acerca de la primera parte de esta historia,
afirmó María Isabel Clucellas: "bajo una estructura de
doble faz, Bedrossian hijo narra en primera persona la odisea
paterna. A partir de los primitivos años de paz y bonanza
que corresponden al siglo pasado, el autor ilustra a sus lectores
sobre la vida familiar en Geben, ?un pedazo de la historia
ancestral de los armenios?. Las montañas, la aldea, las
casas con paredes de piedra, el calor de las
reuniones en torno al hogar presididas por un narrador ocurrente
y sentencioso que contaba, educando, historias y costumbres,
reviven en páginas coloridas, amenas, donde
anécdotas y sucesos van tejiendo una urdimbre de
sólidas y justificadas nostalgias" (21)

En 1998 apareciò Memorias para
no olvidar (22), ùltimo libro de la trilogìa que
Bedrossian escribiò acerca de la Cuestiòn Armenia.
Las memorias se inician cuando los padres de Nersès, que
poco antes cumpliò veintiùn años, deciden
realizar, como le habìan prometido, el pedido de mano de
una joven para que su hijo se case. La obra finaliza con el
casamiento de esa pareja, unos meses despuès.

Esta historia ìntima sirve de marco para otra
màs abarcadora: la de los armenios en la Argentina.
Distintos personajes van narrando las circunstancias en que se
realizò la inmigraciòn, las atrocidades que
debieron padecer en manos de los turcos, la tortura, las
violaciones de religiosas y alumnas, y muchos otros episodios que
indignan al lector y han quedado grabados por siempre en la
memoria de este pueblo bueno y sufrido.

Otros aspectos tambièn son descriptos: las
comidas, la instrucciòn, la religiòn, el respeto a
los padres y la consagraciòn a los hijos, los juegos con los
que se entretenìan los armenios, sus visitas a la
peluquerìa, al dentista, la llegada de un pariente al que
hacìa años que no veìan… Hechos cotidianos
que contribuyen a dar una imagen de una colectividad en un tiempo
que pasò.

La relaciòn con inmigrantes procedentes de otros
paìses es evocada en estas pàginas, en las que se
presenta una Barracas cosmopolita, en la dècada del 50, en
la que los extranjeros conviven solidariamente. Agobiados por
haber dejado a la familia, o de haber visto como la asesinaban,
la relaciòn entre los armenios es resumida en ese dicho
que reza: "Mejor un vecino cerca que un pariente lejos", y que ha
llegado generalizada a nuestros dìas, en los que en
algunos barrios, afortunadamente, todavìa se
observa.

Algunos inmigrantes cuentan historias a un auditorio
siempre interesado. La mismas tienen que ver con la
tradiciòn de su naciòn, con su trabajo o con
circunstancias curiosas de la vida. Bedrossian las incluye en su
obra, para que todos las conozcamos.

Este libro es mucho màs que el recuerdo en
tercera persona de un joven en una etapa feliz de su existencia;
es la memoria de un pueblo que debiò dejar su tierra, a la
que venera.

Un griego es el propietario del copetín al paso
Acrópolis. Relata el hijo ?protagonista de Latas de
cerveza en el
Río de la Plata, novela de Jorge Stamadianos que fue
distinguida con el Premio Emecé 1994/95-: "El
Acrópolis está ubicado sobre el andén de una
estación de la zona norte del Gran Buenos Aires que
años atrás, en la década del 50,
había conocido su época de esplendor. El lugar
había crecido rápidamente en esos años dando
origen a una calle principal donde se amontonaron todo tipo de
comercios. (…) Mi viejo había hecho pintar el
Partenón sobre los vidrios como un símbolo triunfal
de su país, pero el paso del tiempo descascaró el
dibujo,
metamorfoseando esa imagen idílica ?pintada de dorado- en
la actual del monumento en ruinas" (23).

En 1998, la novela Virgen, de Gabriel
Báñez, resultó finalista del Premio Planeta.
En ella evoca la confusión reinante, en la década
del 30, en lo que respecta a las nacionalidades de los
inmigrantes. La protagonista: "Durante esos primeros tiempos lo
único que no logró explicar fue su propia nacionalidad.
No era francesa, era belga, pero resultaba inútil aclarar
semejante diferencia cuando las erres se le estiraban hasta la
gangosidad, y cuando los ucranianos, judíos, rumanos,
lituanos y polacos eran rusos o los sirios y loslibaneses
resultaban turcos. Había llegado a un país de tanos
y gallegos y de rusos y turcos, y todo lo que no entrara en el
dos por cuatro de esa conclusión elemental era una rareza
de apellido pero nunca de nacionalidad"
(24).

En Moira Sullivan (25), de Juan José Delaney, la
protagonista escribe una carta fechada en
1932, en la que expresa: "Debo decir que pese a que los hijos de
Erín se jactan de haberse integrado con el resto de la
población, la verdad no es exactamente así. Tienen
sus propios colegios, sus propios templos y clubes, y quien
comete la osadía de casarse con un "nap"
(¿napolitano y por extensión italiano?) o con un
"gushing" (derivado, probablemente, del verbo inglés to
gush, que significa hablar con excesivo entusiasmo y que es un
neologismo para aludir a los gallegos y también por
extensión a los españoles), se aíslan o son
lenta pero inexorablemente segregados.

En verdad esto ocurre con casi todas las comunidades
extranjeras que se han radicado acá: árabes,
armenios, ucranios y, muy especialmente, judíos. Para no
hablar de los británicos que a su injustificado
desdén agregan cierto cinismo ancestral".

En Tama, novela de María Teresa Andruetto, cuenta
la narradora: "Durante los años que vivió con la
galesa, mi abuelo estuvo vendiendo baratijas, tal como les
había visto hacer con mayor suerte a los turcos que
andaban por el Norte" (26).

En 2004, a ochenta y nueve años del genocidio
armenio, el autor dedica Morir en Marash (27), su nueva novela,
prologada por el Embajador Leandro Despouy, "A los armenios de
Marash. Al millón y medio de niños, mujeres y
hombres masacrados en el primer genocidio del siglo XX. A sus
descendientes, a sus familias. A la Nación Argentina y a
todos los países que los acogieron con generosidad. A cada
hombre y a
cada mujer que lucha honestamente para sobrevivir en un mundo
envilecido por los poderosos de turno".

"Editorial Losada publicó Mientras la luz se va,
novela de Noemí Cohen (216 pp). Esta es la historia de
Elena, una joven sefardí que viaja desde Alepo a la
Argentina, a principios del siglo XX, para encontrarse con su
futuro y desconocido esposo. Pero es también la
parábola de Setti, a quien Elena conoce en el interminable
viaje hacia América
y que se ha embarcado para restañar la herida de haber
sido repudiada por su marido y haber perdido contacto con su
única hija. Y es, además, la peripecia de Amparo, una
andaluza alegre pero sumida en la desgracia de un novio muerto
por amor a la
anarquía en el sur argentino. Y es, entre otras, la
historia de Elenita, la nieta adorada de Elena que,
víctima de la última dictadura militar
argentina, repite el camino de exilio de su abuela. Noemí
Cohen ha creado, con esta novela admirable, un delicado tapiz
donde se traman los destinos de un puñado de mujeres de
ayer y de hoy. Las separan la edad, la lengua, la cultura o la
religión, pero las une sutilmente una similar voluntad de
conocimiento,
de libertad, de belleza y de justicia"
(28).

En novelas
infantiles y juveniles

En Stéfano, novela de María Teresa
Andruetto, aparece un turco tendero: "Stéfano le cuenta a
Lina que en la tienda de rezagos hay un saxo, un instrumento para
hacer música. Le ha pedido al dueño que no lo
venda, él juntará el dinero para
comprarlo". Vittorio pregunta al muchacho "cómo se llama
ese instrumento que ha visto en la tienda del turco Rasú"
(29).

Notas

1. Jitrik, Noè: "El ciclo de la Bolsa", en
Historia de la Literatura
Argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980.

2. Onega, Gladys: La inmigración en la literatura
argentina (1880-1910). Buenos Aires, CEAL, 1982.

3. Martel, Juliàn: La Bolsa. Buenos Aires, Kraft,
1956..

4. Arias, Abelardo: Alamos talados. Buenos Aires,
Sudamericana, 1990.

5. Grosso, Marcela y Baldoni, Marta: "Guía de
trabajo para el profesor", adjunta a Arias, Abelardo: Alamos
talados. Buenos Aires, Sudamericana, 1990.

6. ibídem

7. Arias, Abelardo: op. cit.

8. Grosso, Marcela y Baldoni, Marta: op. cit.

9. Gómez Bas, Joaquín: Barrio Gris. Buenos
Aires, Compañía General Fabril Editora,
1963.

10. Verbitsky, Bernardo: Hermana y sombra.

11. Verbitsky, Bernardo: Un noviazgo. Buenos Aires,
Planeta, 1994.

12. Lynch, Marta: Un árbol lleno de manzanas.
Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1974.

13. Betti, Atilio: La noche lombarda. Buenos Aires, Plus
Ultra, 1984.

14. Isaac, Jorge E.: Una ciudad junto al rìo.
Buenos Aires, Marymar, 1986.

15. S/F: Nota explicativa en Gonzàlez Rouco;
Marìa: "Jorge Isaac: novelista de la inmigraciòn
àrabe", en La Capital,
Rosario, 24 de julio de 1988.

16. González Rouco, María: "Jorge Isaac:
la inmigración árabe", en www.monografias.com

17. Benítez, Rubén: La pradera de los
asfódelos. Bahía Blanca, Siringa, 1989.

18. Bedrossian, Hagop: Hayrig. Ediciones Akian. Buenos
Aires, 1991.

19. Bedrossian, Hagop: Hayrig II. Buenos Aires,
1995.

20. Boulgourdjián-Toufeksián,
Nélida:Los armenios en Buenos Aires. Buenos Aires, Centro
Armenio, 1997.

21. Clucellas, María Isabel: en La Prensa, 8 de
septiembre de 1991.

22. Bedrossian, Eduardo: Memorias para no olvidar.
Buenos Aires, Edición del autor, 1998.

23. Stamadianos, Jorge: Latas de cerveza en el
Río de la Plata. Buenos Aires, Emecé,
1995.

24. Báñez, Gabriel: Virgen. Buenos Aires,
Sudamericana, 1998.

25. Delaney, Juan José: Moira Sullivan. Buenos
Aires, Corregidor, 1999.

26. Andruetto, María Teresa: Tama.
Córdoba, Alción Editora, 2003.

27. Bedrossian, Eduardo: Morir en Marras. Buenos Aires,
2004. 448 pp.

28. S/F: "Novela de Noemí Cohen en Losada", en
Raíces, www.revista-raíces.com. Noviembre de 2005.
216 pp.

29. Andruetto, María Teresa: Stéfano.
Buenos Aires, Sudamericana, 2001.

En
cuentos

En "Santana", uno de los Cuentos de la oficina, Roberto
Mariani se refiere a los habitantes de un conventillo, entre los
que se encuentran los turcos: "Una de estas antiquísimas
mansiones actualmente agoniza en conventillo. En sus espaciosas
habitaciones donde acaso en 1815 ó 1820 algún
general de la Independencia abandona esposa e hijas para ir a
satisfacer su sed patriótica en los abiertos campos de
batalla, hoy conviven apretujadas seis u ocho familias de las
más diversas nacionalidades, y costumbres contradictorias
hasta la beligerancia. Italianos, franceses, turcos, criollos. La
última habitación la ocupa un griego relojero"
(1).

En la "Cantata para los hijos de Gracimiano", escribe
Daniel Moyano: "Yo conocí a Gracimiana cuando ella
todavía era una niña. (…)Los obrajeros y los
turcos más ricos de la zona querían casarse con
ella. Su desgracia fue Gracimiano. Todavía iba a la
escuela cuando lo
conoció. Gracimiana envejeció a los treinta
años, gastada por él y por los hijos.
Después la perdimos de vista, pero quien tuvo la suerte de
conocer a Anita, su hija, podía ver otra vez a Gracimiana
con las mejillas paspadas por el aire" (2).

En "El mundo, una vieja caja de música que tiene
que cantar", Héctor Tizón describe al "Turco": "Con
la negra barba cortada a golpes de tijera, el pelo sucio,
abundante y revuelto de tal manera que pueda encajar dentro del
pasamontaña y mantenerse allí por días y
noches y días y sobre todo con su andar cauteloso,
asentando con seguridad la
planta de los pies evoca sin lugar a dudas largas
travesías de camelleros en los arenales de Yemen, o en las
faldas de Sinaí, o quién sabe dónde"
(3).

Escribe Marta Lynch, en "Entierro de carnaval":
"Pasó una murga en traje de raso negro y amarillo que
llevaba un cartelón ?Los pesados de San Justo? y un
conjunto de chicas de la fábrica, disfrazadas de
hawaianas. Pasó el carro del lechero adornado como para
las fiestas patrias con una familia entera que cantaba cumbias y
estribillos de Perón y
pasó también el turco de la carnicería con
un traje nuevo" (4).

La protagonista de "La rapiña", de Marta Lynch,
se refiere a los Stavros, una familia griega: "El mismo apellido
desconcertaba de entrada. Como si vinieran de lejos con un
confuso prestigio de Medio Oriente acerca del cual no
había obligación de estar bien enterado o con un
franco y honesto aire de inmigrante en primera generación,
exudando inteligencia
para abrirse paso y un límpido chusmaje que a fuerza de ser
admitido dejaba de estorbar" (5).

En "El camello ciego", relata Francisco Montes: "Los
sirios sueñan siempre con la dorada esperanza de
América. Y Rachid no era diferente. Esas esperanzas, los
sueños de riqueza y unas libras en oro que Ibrahin
colocó en su bolsillo, lo decidieron. Y días,
después, en Lataquia tomaba un buque atiborrado de
mugrientos emigrantes con su carga de sueños"
(6).

El protagonista de "Unisex", de Francisco Montes
expresa: "Yo, Tufic Farjat Gurruchaga (hijo de libanés y
catalana) funcionario municipal de la noble San Luis de la Punta
de los Dos Venados, mercedino de nacimiento, categoría 22
en el escalafón municipal, con tres años de
filosofía (que no me sirven para nada) y tres de
francés en la Alianza Francesa (que de algo me sirven
ahora), tomé la excursión a Europa con mi
mujer y dos parientes, antes de jubilarme y quedar anclado por
secula seculorun" (7).

El protagonista de "Rubishimón Benyojai",
cuento de Luis
León, recuerda los relatos de su abuela sefaradí:
"- Rubí Shimón Ben Iojai, mos acompaña
akí y en la kái, Alfridico. Cuando lo bushkaron
para matarlo, fuyieron él y su isho a la muntanyia. Era un
cuento como cualquier otro. A la abuela Masaltó le
agradaba narrarnos trozos bíblicos, que de vez en cuando
mechaba con un poco de cábala y fábulas de
Esopo. Yo la escuchaba con admiración, y habitualmente,
haciendo dibujos sobre
cartón, yo levantaba cada tanto mi cabeza, para controlar
que no callara, y volvía a bajarla en silencio, para
zambullirme en el dibujo, sin saber en realidad si debía
entender todo lo que ella me contaba, o simplemente disfrutar del
misterio de escucharla" (8).

En el cuento de Luis León, "Izmir,
Vísperas de Pésaj", judíos de Esmirna
preparan su viaje hacia la "Aryintina, como Ierushalám,
tierra prometida de leche y
miel…" (9).

En "Chacarita, Vísperas de Pésaj", otro
sefaradí proveniente de Esmirna recuerda con disgusto su
paso por el hotel de
inmigrantes: "Cuarenta días en el vapor no fueron menos
que cuarenta años en el desierto, y al llegar, ese hotel.
Parecido a la timaraná de Chesmé, igual a ese
manicomio donde murió Doudou, su madre que nunca lo
abandonaba, y comenzó a dejarlo un día, de a poco,
en su cerebro, poco a
poco hasta olvidar quién era su único hijo, y otro
día se fue entre esas paredes ajenas. Esas inmensas salas
llenas de camas, donde cada uno hablaba de lo suyo y sin que
nadie los entienda" (10).

Dyusepo ?protagonista de "El sueño de Dyusepo",
cuento de Luis León distinguido con el Primer Premio en el
Concurso Internacional de Cuentos de Temática
Judía, convocado por la AMIA- "reconocía su dicha
al llegar al Río de la Plata. Dios había sido
hartamente piadoso con él, aquel día en que Nissim
Janná esperó largas horas en el puerto hasta que el
enorme cuerpo de metal llegó a la dársena y con su
mujer y sus dos pequeñas hijas, subieron al carro que los
llevaría a esa pieza de 25 de Mayo y Viamonte"
(11).

Un inmigrante, personaje de un cuento de José
Mantel, relata su historia: "-Apenas tenía quince
años cuando vine de Izmir con mi padre viudo. No tuvo
suerte, y al tiempo decidió probar en otro lado,
dejándome con una prima suya. No lo vi nunca más,
no sé nada de él, ni siquiera si está vivo o
muerto. La prima estaba casada con un mal hombre, que cuando se
hacía ?preto candil? le daba ?jaftonás?. Un
día quiso pegarme a mí, y le partí la cabeza
con un banco que
había en la cocina. Salí de la casa, sabiendo que
no podría volver más" (12).

"Michel Moljo: El epigrafista" (13) se titula el cuento
en el que Isaías Leo Kremer evoca a este hombre que, "en
1950, dolorido por la devastación de toda la comunidad
judía de Grecia, se
embarcó hacia Buenos Aires para hacerse cargo de la
conducción del templo SHALOM". "De prisa Michel Moljo
?escribe Kremer-, trata de descifrar rápido esas antiguas
inscripciones, que ya vendrán los marmoleros para llevarse
las placas y no habrá otra oportunidad para hacerlo. Tu
reacción fue instantánea, cuando el alcalde de
Salónica decidió tomar una parte del antiguo
cementerio judío por "razones urbanísticas"; te
apuraste a rescatar ese testimonio que arranca de épocas
tan antiguas y que nutrieron con sus nombres a tantas familias de
hidalgos españoles".

En dos cuentos de Carolina de Grinbaum aparece el turco
comerciante. En "La inocencia de los culpables", escribe: "Nadie
faltó al convite, desde el boticario, el Juez de Paz, el
turco del almacén,
el cura párroco, el comisario y algunos vecinos de vieja
data. La cosa daba para gran jolgorio". En "Un amarillo
hiriente", leemos: "Estaban sólo ellos y el pudor en la
rústica cortina comprada al turco, única
escenografía florida, entre esa aridez" (14).

En "El elegido", Alberto Benchouam relata: "Los bordes
ajados lo dificultaban, pero tras un minucioso examen a trasluz,
Víctor Pardo logró descifrarla: la
fotografía había sido tomada en el mes de marzo de
mil novecientos veinticinco. Desde la imagen en sepia,
amarillenta y borrada en la parte inferior, una mujer joven semi
acostada en un sillón, sostenía sentados, uno en
cada rodilla, a dos niños vestidos de idéntica
forma y aparentemente de la misma edad, de rasgos iguales, aunque
uno de ellos miraba la cámara de frente, mientras que el
otro giraba un poco el rostro, como si en ese momento se hubiera
distraído con una imagen o palabra. Un poco más
atrás, y sosteniendo el vestido de la mujer, una
niña de unos cuatro años, con una muñeca
cuyas piernas se iban del encuadre" (15).

Notas

1. Mariani, Roberto: "Santana". Citado por Páez,
Jorge en El conventillo. Buenos Aires, CEAL, 1970.

2. Moyano, Daniel: "Cantata para los hijos de
Gracimiano", en Hernández, J.J., Tizón, H.,
Blaisten, I. y otros: El cuento argentino 1959-1970
antología. Buenos Aires, CEAL, 1980.

3. Tizón, Héctor: "El mundo, una vieja
caja de música que tiene que cantar", en Hernández,
J.J., Tizón, H., Blaisten, I. y otros: El cuento argentino
1959-1970 antología. Buenos Aires, CEAL, 1980.

4. Lynch, Marta: "Entierro de Carnaval", en Los cuentos
tristes. Buenos Aires, CEAL, 1967, pp. 132-3.

5. Lynch, Marta: "La rapiña", en Lynch, Marta:
Los cuentos tristes. Buenos Aires, Centro Editor de América
Latina, 1967.

6. Montes; Francisco: "El camello ciego", en Leyendas y
Aventuras de Alpujarreños, en Unisex. Buenos Aires,
Bruguera. 163 pp.

7. Montes, Francisco: "Unisex", en Unisex. Buenos Aires,
Bruguera.

8. León, Luis: "Rubishimón Benyojai", en
SEFARaires, Nº 4, 2002. Buenos Aires.
(sefaraires[arroba]fibertel.com.ar).

9. León, Luis: "Izmir. Vísperas de
Pésaj", en SEFARAIRES.

10. León, Luis: "Chacarita. Vísperas de
Pésaj", en SEFARAIRES.

11. León, Luis: "El sueño de Dyusepo", en
León, Luis et al.: Rostros de una identidad.
Relatos premiados del Concurso Internacional de Cuentos de
Temática Judía. Buenos Aires, Editorial
Milá, 2004. 96 pp.

12. Mantel, José: "La historia de Yaquito
Péres (3) La confesión de Yusef", en SEFARaires,
N° 13, Mayo de 2003.

13. Kremer, Isaías Leo: "Michel Moljo: El
epigrafista", en SEFARaires, N° 18, Octubre de
2003.

14. Grinbaum, Carolina de: La inocencia de los
culpables. Buenos Aires, e.g, 2003.

15. Benchouam, Alberto: "El elegido", en SEFARAires,
Nª 49, Mayo de 2006.

En cuentos
infantiles y juveniles

Había inmigrantes entre los personajes de "No
hagan olas", de Elsa Bornemann: "En aquel conventillo de Buenos
Aires, cercano al puerto y donde vivían hace muchos
años, los inquilinos argentinos tenían la costumbre
de poner apodos a los extranjeros que ?también- alquilaban
alguna pieza allí. No eran nada originales los motes, y
errados la mayoría de las veces, ya que ?para inventarlos-
se basaban en el supuesto país o región de
procedencia de cada uno.

Tan supuesto que ?así, por ejemplo- don
José era llamado ?el Ruso?, aunque hubiera nacido en
Ucrania… A Sabadell, Berenguer y sus esposas les decían
?los gallegos?, si bien habían llegado de Barcelona sin
siquiera pisar Galicia… Apodaban ?los turcos? al matrimonio de
sirilibaneses; ?los tanos?, a la pareja de jóvenes
italianos de Piamonte que jamás habían conocido
Nápoles e ?invariablemente- ?el Chino?, a cualquier
japonés que diera en fijar allí su transitorio
domicilio. Sin embargo, podríamos deducir un poco
más de conocimientos geográficos, de información y hasta cierto trabajo
imaginativo por parte de aquellos pensionistas argentinos, de
acuerdo con los sobrenombres que les habían adjudicado a
la dueña de la casona y a su hijo. Ambos eran griegos. Por
lo tanto ?la Homera? y ?el Homerito?, en clara alusión al
autor de La
Ilíada y La Odisea, el genial Homero. Por
supuesto, a todas las criaturas que habitaban esa construcción tipo ?chorizo? (cuartos en
hilera, cocina y bañitos ídem, abiertos a ambos
lados de un patio), los `rebautizaban? con los mismos motes que
sus padres, sólo que en diminutivo" (1).

En Palermo, en las primeras décadas del siglo XX,
Fernando Da Salerno, protagonista de un cuento de Fernando
Sorrentino, se casa con una descendiente de libaneses. Relata el
narrador: "En aquella época los árabes ?o, al
menos, los libaneses de doña Ibrahima- tenían la
costumbre de que los recién casados se retirasen temprano
de la fiesta para tener su primera cena en su nueva casa"
(2).

Notas

1 Bornemann, Elsa: No hagan olas (Segundo pavotario
ilustrado. 12 cuentos). Ilustraciones: O´Kif. Buenos Aires,
Alfaguara, 1998.

2 Sorrentino, Fernando: "Hombre de recursos", en La
venganza del muerto y otros cuentos con astucias. Buenos Aires,
Alfaguara, 1997.

En
poesías

Leopoldo Lugones, en "la ?Oda a los ganados y las
mieses? muestra una expansión jubilosa en la
exaltación de la tierra, los hombres y los frutos, sin
rehuir prosaísmos certeros de cordial resonancia. Desde el
diálogo
pintoresco que sitúa con felicidad en su medio al criollo
o al extranjero hasta el cuadro familiar a veces íntimo y
conmovido de recuerdos, Lugones hace explícita una
convivencia con el mundo humano, animal o de humildad
biológica que sorprende por la extrema y sutil observación. Hay ternura y gracia en el
diminutivo y las imágenes
justas multiplican ante el lector la hirviente variedad de ese
vivo universo" (1).
Canta al árabe (2):

Más allá viene el sirio
buhonero,

Balanceando a la espalda su bicoca,

Al canto gutural de la sabida

?Cosa linda barata? que pregona".

En su poema "En el día de la recolección
de los frutos" (3), Alfredo Bufano expresó:

Salud, hombres morenos que escuchasteis

a los cedros del Líbano sonar,

y que hoy en nuestros vientos creéis oír
las voces

de la patria que acaso ya no veréis
jamás.

Hombres de los desiertos remotos

a quienes en las pampas hoy vemos galopar

luciendo nuestro escudo en el pañuelo
gaucho

o en la rastra de plata o el mango del
puñal.

¡Hombres de ojos negros y lejanos;

hermanos árabes que lloráis

cuando en las noches nuestras agobiadas de
estrellas,

oís una guitarra gemir y sollozar.

En su poema "En el conventillo" (4), Jevel Katz alude a
los inmigrantes.

Cuartitos, cuartitos, cuartitos,

y nunca falta algo de barro.

Hay gente allí de todo el mundo

árabes, españoles, turcos,
italianos,

todos apiñados en un mismo patio;

y no faltan judíos de Lituania,

y polacos, y galitzianos.

En "Canción a Berisso" (5), Matilde Alba Swann
recuerda las escuelas de esa localidad:

Yo le canto a tus niñas saliendo de la
escuela:

alemanas, rusitas, italianas, armenias,

distintas lenguas todas e idéntico
candor;

y canto a las pequeñas hijas de mi
tierra

"made in argentina" levadura extrajera,

raíces que se prenden a un destino
mejor.

Eduardo Bedrossian canta a la inmigración
armenia. En su novela Hayrig Detrás del silencio de un
millón y medio de voces incluyó el poema "Armenia"
(6), que transcribo parcialmente:

Aquellos que dejando el amparo de tus
manos,

en la tarde oscura del invierno se
marcharon

peregrinos, a otras tierras, otros mares,

grabando en tu alma el
recuerdo

de sus risas frescas de días
lejanos.

En "Imagino" (7), Luis León evoca un exilio de
siglos:

Un pueblo entero partido en muchos pueblos, soltado como
palomas en alta mar, ante la incertidumbre de hallar una isla
donde detenerse.

Así el pueblo sefaradí se hizo varios y a
la vez continuó siendo uno. Misterio ejemplificador el de
los judíos españoles: Holanda por acá,
regiones otomanas por allá, Marruecos por el otro lado.
Muchos pueblos con una sola lengua…permanecieron un solo
pueblo.

Largo deambular y una agonía que quizá,
duraría más de quinientos años, o a lo mejor
sólo las pocas horas que tardaron en renovar la
ilusión de revivir en otra tierra, hacer suyos los nuevos
vecinos, conocer palabras de los otros, para regar la propia
lengua.

Notas

1. Ara, Guillermo: "Leopoldo Lugones", en Historia de la
literatura argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980.

2. Lugones, Leopoldo: "Oda a los ganados y las mieses",
en Antología poética. Buenos Aires, Espasa,
1965.

3. Bufano, A.: "En el día de la
recolección de los frutos", en "Para todos los hombres del
mundo que quieran habitar el suelo argentino".
Buenos Aires, Clarín.

4. Katz, Jevel: "En el conventillo", en Weinstein, Ana
E. y Toker, Eliahu: "La rama argentina de la literatura
ídish, y rama ídish de la liteatura argentina", en
Weinstein, Ana E. y Toker, Eliahu: La letra ídish en
tierra argentina Bío-bibliografía de sus autores
literarios. Buenos Aires, Milá, 2004. Traducción de Eliahu Toker.

5. Swann, Matilde Alba: "Canción a Berisso", en
Canción y grito, 1955. Incluido en
www.matildealbaswann.com.ar

6. Bedrossian, Eduardo: Hayrig. Buenos Aires,
1991.

7. León, Luis: "Imagino", en Sefaraires, N°
33, enero de 2005, sefaraires[arroba]fibertel.com.ar.

En
teatro

Solané (1), de Francisco F. Fernández, fue
escrita en 1872. Escribe Angela Blanco Amores de Pagella: "El
protagonista de esta obra es Jerónimo Solané, un
chileno hijo de una araucana y un francés, que
existió en la realidad y que llegó a los pagos de
Tandil con fama de curandero. El asunto se refiere a un hecho
real: el asesinato de un comerciante de Tandil fue atribuido
injustamente a Solané (…) Solané fue preso, pero
no se le pudo probar nada. Entonces fue muerto a través de
los hierros de la ventana de la prisión". En la pieza "Se
habla tambien de la masa inmigratoria que por entonces ha
irrumpido en el campo; hay alusiones al turco, con sus baratijas,
al italiano rico que está de acuerdo con el gobierno, al
negro, al criollo, es decir, aI conglomerado humano que por
entonces habia transformado la fisonomia étnica de nuestra
campaña». (2).

"La urbe no consigue absorber del todo el aluvión
tumultoso que avanza desde el puerto ?afirma Luis Ordaz-, y si
bien el inmigrante se va incorporando al medio que habita e
integra. Éste (el medio) se conforma, asimismo, con dicha
participación e incidencia.

El inmigrante se adapta o no, pero, a la vez, impone un
nuevo sentido a las cosas y hasta las nombra y condimenta con
vocablos y giros que componen una nueva jerga de frontera.
Italianos y españoles, particularmente, pero
también ?turcos?, polacos, ?rusos? (judíos de
variadas procedencias), animan una población pintoresca
por el enfrentamiento, habitualmente apacible y sin prejuicios de
ninguna índole, de todas las nacionalidades, razas y
credos. Todo esto resalta, de manera natural, en el ?sainete
porteño? " (3).

"En Mustafá, sainete que Armando Discépolo
y Rafael José De Rosa escriben en colaboración, y
estrenan en 1921, don Gaetano (tano típico del género) se
entusiasma ante la fusión, la
?mescolanza?, que se logra en las bulliciosas casas de vecindad
porteñas" (4). Conversando con el turco que da nombre a la
obra acerca del casamiento del hijo del primero con la hija del
segundo. Destaca el clima amistoso
del conventillo: "E lo lindo ese que en medio de esto batifondo
nel conventillo todo ese armonía, todo se
entiéndano: ruso co japonese; francese con tedesco;
italiano co africano; gallego co marrueco. ¿A qué
parte del mondo se entiéndono como acá: catalane co
españole, andaluce co madrileño, napoletano co
genovese, romañolo
co calabrese? A nenguna parte. Este e no paraíso. Ese ne
jauja. ¡Ne queremo todo! (Abrazándolo.)
¿Verdá, otomano?… Eso que dicen que turco e
taliano so como perro e gato, maccanéano.
(Teniéndolo estrechamente.) Mira un poco. (El turco sigue
triste, frío, no se levanta de su silla.) Ne tenemo
afecto, cariño puro, sincero amore. (Parece que se va a
fotografiar.)" (5).

A criterio de Ordaz, "Don Gaetano se refiere, efusivo, a
una parte verdadera e importante del conventillo, mientras la
otra parte, que sirve para completar la visión, queda
soslayada: ¿quiénes habitan las enormes casonas,
cómo se vive en un conventillo?" (6).

"Basada en un hecho real, en el que una familia de
origen armenio presenta a la justicia argentina una demanda, por
el derecho a saber lo que ocurrió con uno de sus
antepasados, la obra de Claudia Piñeiro "Un mismo
árbol verde" (…). Con dirección de Manuel Iedvabni, que vuelve a
retomar un conflicto de
origen armenio, como lo había hecho con "Una bestia en la
luna", la pieza es actuada por Marta Bianchi y por Noemí
Frenkel, en los papeles de Dora, la madre y de Silvia, su
hija."

"La autora Claudia Piñeiro ganó el premio
Clarín de novela (por "Las viudas de los jueves") el
año pasado y su pieza "Un mismo árbol verde" traza
un paralelo entre el doloroso genocidio vivido por el pueblo
armenio, entre 1915 y 1923 y la última dictadura
argentina, en la que desaparece una de las hijas de la
protagonista, Dora, de origen armenio, que es el papel que hago
yo", dice Marta Bianchi a La Prensa".

La pieza es presentada por la Fundación
Hairabedian (7).

Notas

1. Fernández, Francisco F.: Solané, en
Blanco Amores de Pagella, Angela: Iniciadores del teatro argentino.
Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, 1972.

2. Blanco Amores de Pagella, Angela: Iniciadores del
teatro argentino. Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas,
1972.

3. Ordaz, Luis: "Armando Discépolo o el ?grotesco
criollo? ", en Historia de la Literatura Argentina. Buenos Aires,
CEAL, 1980.

4. Ordaz, Luis: ibídem

5. Discépolo, Armando y De Rosa, Rafael:
Mustafá. Citado por Páez, Jorge en El conventillo.
Buenos Aires, CEAL, 1970.

6. Ordaz, Luis: op. cit.

7. J. C. F.: "MARTHA BIANCHI Y NOEMI FRENKEL ESTRENARAN
"UN MISMO ARBOL VERDE", LA PIEZA DE CLAUDIA PIÑEIRO Un
drama ligado al ayer más negro", en La Prensa, Buenos
Aires, 16 de septiembre de 2006.

….

Con sus costumbres y sus oficios, los "turcos"
están presentes en la literatura argentina y en los
testimonios que transcribimos parcialmente. Aunque unificados
bajo una común denominación, supieron mantener las
tradiciones de las tierras de las que provenían y
contribuyeron al engrandecimiento de la nuestra.

Diciembre de 2006

Trabajo enviado por

María González Rouco

Licenciada en Letras UNBA, Periodista

Partes: 1, 2
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