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Ricardo Flores Magon – Antología libertaria 2 (página 3)




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A LOS HUELGUISTAS Y A LOS TRABAJADORES EN
GENERAL

"Las circunstancias especiales en que se encuentra el
país son excepcionalmente propicias para que los
trabajadores se aprovechen de ello y conquisten, de una vez para
siempre, su libertad
económica.

El capital y la
autoridad se
desquician en la casta extensión del territorio nacional a
los golpes reivindicadores del Partido Liberal
Mexicano.

Los negocios se
suspenden; las fábricas, los talleres, las minas cierran
las puertas; en las haciendas yacen inactivos los instrumentos de
agricultura.

El tráfico ferrocarrilero denuncia una baja
considerable en las transportaciones; el pánico
producido por la actividad de los liberales que luchan por
la Tierra y
Libertad, determina la explotación de millones de cabezas
de ganado de todas las clases, de las haciendas de madero,
Treviño, terrazas y otros bandoleros.

La desobediencia plausible de los soldados maderistas
que no rinden las armas; la
división de la clase
capitalista en un sin número de banderías; la
ruptura de las relaciones amigables entre madero y De la
Barra.

El reyismo preparándose para el cuartelazo; la
clerigalla asomando la cabeza y enarbolando audazmente la bandera
negra del retroceso.

El caciquismo flaqueando a los pueblos con la rabia del
que se siente perdido y orillado a tomar resoluciones
extremas.

Los "científicos" afilando el puñal que ha
de atravesar el corazón de
reyes y dado el carácter de Madero un puntapié para
hacerlo llegar más pronto al fondo del sepulcro que con
sus ambiciones bastardas ahondó él
mismo.

Los rescoldos del odio entre maderistas y federales
avivados por el soplo oportunismo de las ambiciones de los jefes
de ambos bandos.

El ansia del poderío
y de grandeza de los politicastros de todos los matices,
soliviantando las pasiones de las masas con los beneficios
ilusorios de la boleta electoral.

Las legislaturas u asambleas municipales disueltas por
las fuerza, cuando
no se presentan a servir a un cacique les ofrece menos que el
cacique que regatea esos rebaños de "representantes del
pueblo".

Los combates frecuentes entre maderistas por cuestiones
de supremacías.

La huelga general
desconcertando por igual a amos y tiranos; el ejército de
los "sin trabajo"
desfilando por las calles y las plazas de las
ciudades.

Las multitudes hambrientas y enflaquecidas comenzando a
lanzar miradas hacia los palacios de la espantada
burguesía.

La toma por medio del saqueo de las existencias de las
tiendas y de las fábricas por mujeres, niños y
ancianos.

Los peones vengando seculares agravios con el incendio
de sembrados y la muerte de
los amos.

Todo esto es el caos, la ebullición formidable de
todas las tendencias buenas y malas, de toas las ambiciones, de
todos los apetitos.

El crimen y la virtud, el bien y el mal, lo grande y lo
pequeño.

Todo contribuyendo a avivar el fuego que tendrá
como consecuencia o la total desaparición de una raza si
ésta es incapaz de regenerarse por medio de la lucha y se
somete cobarde a sus verdugos, o su luminosa regeneración
si sin cobardía continúan la lucha hasta su fin: la
emancipación económica, política y social del
pueblo mexicano.

Compañeros mexicanos: en estos momentos solemnes
de la historia de
las luchas de la humanidad por su progreso y su perfección
millones de ojos os contemplan a través de los
océanos desde otros continentes; desde otras tierras, con
la emoción del que opera una resolución definitiva
de vida o de muerte.

Sabedlo, trabajadores mexicanos, vuestro triunfo
será la aurora de un nuevo día para todos los
oprimidos de la tierra,
así como vuestra derrota determinará el remache de
las cadenas de todos los trabajadores del mundo.

Cientos de huelgas se registran en estos momentos en
todo el país de carácter más o menos
revolucionario.

Hasta hoy, las mejores huelgas han sido las de los
peones del campo del estado de
Yucatán, porque los compañeros trabajadores no han
asumido esa actitud
inofensiva de dejar caer la herramienta y cruzarse de brazos en
espera de mejores salarios y
reducción de horas de trabajo.

Los peones de las haciendas yucateca han tomado
posesión de muchas de ellas y las están trabajando
por su cuenta, desconociendo resueltamente el derecho de los
ricos de tener a salario a los
trabajadores.

Otros actos notables de reivindicación de los
derechos del os
productores, han sido la toma de posesión de las
tierras de los habitantes del estado de Morelos, para trabajar
sin amos, pues se ha desconocido a éstos el derecho de
propiedad.

La toma de posesión de las tierras de los
camarada yaquis y la heroica lucha de éstos contra las
fuerzas de Madero que pretenden desalojarlas de sus
tierras.

La toma de posesión de las tierras de algunos
pueblos de las costas de sotavento de Veracruz.

La toma de posesión de las tierras de algunas
comunidades indígenas del estado de Jalisco.

En otros estados de está haciendo lo mismo por
poblaciones dignas que han perdido la fe en los gobiernos
y que hacen justicia por
su propia mano.

Las huelgas de carácter revolucionario se han
concretado a volar fábricas con dinamita, a arrancar
plantíos, a desplomar minas, peor hay que reflexionar
sobre esto.

Si se destruye la maquinaria, poco se
ganará.

Hay que tomar resueltamente posesión de las
fábricas, de los talleres, de las minas, de las
fundiciones, etcétera.

En lugar de dejar caer las herramientas y
cruzarse de brazos, en lugar de destruir el patrimonio
común.

Compañeros, hermanos trabajadores, seguid
trabajando; pero con una condición: de no trabajar para
los patrones, sino para vosotros y vuestras familias.

Dejad en pie la fabrica, no desploméis la mina,
no arraséis, los sembrados y aprovechaos de
todo.

Mientras vuestros hermanos liberales se baten con los
sicarios del capital y la autoridad, continuad vuestro trabajo y
armaos también, para defender lo que ya es
vuestro.

No penséis de que los ricos tienen derecho a
explotaros.

Ese derecho es criminal, porque todo lo que
tienen los ricos ha sido de vuestras manos o es bien natural,
común a todos, como la tierra, los bosques, los
ríos.

Trabajad para que nada os falte durante esta tremenda
lucha contra todas las opresiones.

Los trabajadores del campo surtirán de
víveres y de materia prima
a los trabajadores de las fábricas y de los talleres y,
recíprocamente, los trabajadores de las fábricas y
los talleres surtirán a sus hermanos del campo de
herramientas, vestidos, etcétera.

Lo mismo harán los trabajadores de las minas, de
las fundiciones, de las construcciones de casas, quedando
establecido un intercambio de productos,
para cuya distribución hay que usar libremente los
ferrocarriles y todos los medios de
transportación de materia prima
o elaborada.

Compañeros: La ocasión es propicia para
que los trabajadores conquisten su libertad
económica.

La autoridad es en estos momentos una pluma a merced de
todos los vientos.

El capital es un trono minado hasta sus
cimientos.

No se necesita otra cosa para triunfar, que
desconocer el derecho de la propiedad
individual y dar el golpe de gracia a la
autoridad.

¡Manos a la obra, camaradas! A tomar
posesión inmediata de todo cuanto la

Naturaleza nos brinda y la mano y el cerebro del
hombre ha
creado.

La huelga no es redentora, La huelga es una vieja arma
que perdió su filo dando golpes contra la solidaridad
burguesa y la ley de hierro de la
oferta y la
demanda.

La huelga no es redentora porque reconoce el derecho
de propiedad, considera que el patrón tiene derecho a
quedarse con parte del producto del
trabajo humano.

Se gana una huelga; pero el precio de los
productos aumenta y la ganancia para el trabajador es
perfectamente ilusoria.

Lo que antes de la huelga valía, por ejemplo, un
centavo, después que ha sido ganada la huelga
valdrá dos, con lo que el capital nada pierde y si pierde
el trabajador.

La abolición de la miseria se obtendrá
cuando el trabajador se haga el propósito de desconocer el
derecho de propiedad.

Mexicanos: este es el momento oportuno.

Tomad posesión de todo cuanto existe. No
paguéis contribuciones al gobierno; no
paguéis renta de la casa que ocupáis.

Tomad las haciendas para trabajar la tierra en
común, haciendo uso de la excelente maquinaria que tienen
los burgueses.

Quedaos con fábricas, talleres, minas,
etcétera.

Así acabaréis con la miseria, así
os dignificaréis ante los ojos inteligentes que en estos
momentos solemnes dirigen sus miradas hacia México.

No tengáis miedo a la muerte; tened miedo a la
humillación de ser esclavos, de ser apaleados, de ser
vistos con desprecio por los señores barrigones que os
explotan.

Escupid el rostro de los que dicen que todo se puede
conseguir por medios pacíficos.

Escupid al rostro de los que os prometen redimiros para
cuando estén en el poder. A ésos,
¡Ahorca

Con que, camaradas: ¡A la
expropiación!"

(De Regeneración)

2 de septiembre de 1911

EL
PUEBLO MEXICANO ES APTO PARA EL COMUNISMO

"Los habitantes del estado de Morelos, así como
los del Sur de Puebla, de Michoacán, Durango, Jalisco,
Yucatán y otros estados, en que vastas extensiones
territoriales han sido invadidas por multitudes proletarias que
se han dedicado desde luego a cultivarlas demuestran al mundo
entero, con hechos, que no se necesita una sociedad de
sabios para resolver el problema del hambre.

Para llegar al resultado práctico de la toma de
posesión de la tierra y de los instrumentos de trabajo en
México, no se ha necesitado de "líderes ", de
"amigos" de la clase trabajadora, ni ha hecho falta "decretos
paternales", "leyes sabias" ni
nada de eso.

La acción
lo ha hecho y la esta haciendo todo.

México marcha hacia el comunismo
más aprisa de lo que esperábamos los más
exaltados revolucionarios y el gobierno y la burguesía se
encuentran ahora sin saber que hacer en presencia de hechos que
creían muy lejanos todavía de que se
realizasen.

No hace aún tres meses de que Juan Sarabia, en
una extensa y fastidiosa carta abierta
dirigida a mí y que fue publicada por casi toda la
prensa
burguesa de México, me decía que la clase
trabajadora no entendía lo que predicábamos y que
el pueblo estaba satisfecho con la conquista de la revuelta de
Madero; la boleta electoral.

Los hechos lo van demostrando que no somos unos ilusos
los liberales y que luchamos convencidos de que nuestra
acción y nuestra propaganda
responden a las necesidades y al modo de pensar de la clase pobre
de México.

El pueblo mexicano odia, por instinto, a la autoridad y
a la burguesía.

Todo aquel que haya vivido en México se
habrá cerciorado, de que no hay individuo
más cordialmente odiado que el gendarme; que la palabra
"gobierno" llena de inquietud a las personas sencilla; que el
soldado, en todas partes admirado y aplaudido, es visto con
apatía y desprecio; que toda persona que no se
gana el sustento con el trabajo de
sus manos es odiada.

Esto es ya más que suficiente para una revolución
social de carácter económico y antiautoritario;
pero hay más.

En México viven unos cuatro millones de Indios,
que hasta hace veinte o veinticinco años vivían en
comunidades, poseyendo en común la tierra, las aguas y los
bosques.

El apoyo mutuo era la regla en esas comunidades,
en las que la autoridad sólo era sentida cuando el agente
de la recaudación de rentas hacía su
aparición periódica o cuando los rurales llegaban
en busca de varones para hacer los ingresar a la fuerza al
ejército.

En estas comunidades no había jueces, ni
alcaldes, ni carceleros, ni ninguna polilla de esa
clase.

Todos tenían derecho a la tierra, al agua para los
regadíos, al bosque para la leña y a la madera para
construir sus jacales.

Los arados andaban de mano en mano, así como las
yuntas de los bueyes.

Cada familia labraba
la extensión del terreno que calculaba ser suficiente para
producir lo necesario, y el trabajo se escarda y de levantar las
cosechas se hacía en común, reuniéndose toda
la comunidad hoy,
para levantar la cosecha de Pedro, mañana para levantar la
de Juan y así sucesivamente.

Para fabricar un jacal, ponían manos a la obra
todos los miembros de la comunidad.

Estas sencillas costumbres duraron hasta que, fuerte la
autoridad por la pacificación completa del país,
pudo garantizar a la burguesía la prosperidad de sus
negocios.

Los generales de las revueltas políticas
recibieron grandes extensiones de terrenos; los hacendados
ensancharon los limites de sus feudos; los más viles
politicastros obtenían como baldíos terrenos
inmensos, y los aventureros extranjeros obtuvieron concesiones de
tierras, bosques, aguas, de todo.

Quedando nuestros hermanos indios sin un palmo de
tierra, sin derecho a tomar del bosque ni la más
pequeña rama de un árbol, en la miseria más
abyecta, despojados de todo lo que era de ellos.

En cuanto a la población mestiza, que es la que forma la
mayoría de los habitantes de la república mexicana,
con excepción de la que habitaban las grandes ciudades y
los pueblos de alguna importancia, contaba igualmente con tierras
comunales, bosques y agua libre, lo mismo que la población
indígena.

El mutuo apoyo era igualmente la regla; las cosas se
fabricaban en común; la moneda casi no era necesaria,
porque había intercambio de productos.

Pero se hizo la paz, la autoridad se robusteció,
y los bandidos de la política y del dinero robaron
descaradamente las tierras, los bosques, todo.

No hace aún cuatro años, todavía
podía verse en los periódicos de oposición
que el norteamericano X, o el alemán Y o el español Z
habían encerrado a su población entera en los
límites
de "su" propiedad con la ayuda de la autoridad.

Se ve, pues, que el pueblo mexicano es apto para llegar
al comunismo, porque lo ha practicado, al menos en parte, desde
hace siglos, y eso explica por qué, aun cuando la
mayoría es analfabeto, comprende mejor que tomar parte en
farsas electorales para elevar verdugos.

Es preferible tomar posesión de la tierra, y la
está tomando con grand escándalo de la ladrona
burguesía.

Ahora sólo resta que el obrero tome
posesión de la fábrica, del taller, de la mina, de
la fundición, del ferrocarril, del barco, de todo en una
palabra.

Que no se reconozcan amos de ninguna clase y ese
será el final del presente movimiento.

¡Adelante, camaradas!"

(De Regeneración)

9 de septiembre de 1911

EL GOBIERNO Y LA REVOLUCIÓN
ECONÓMICA

"Al trote andan los señores del gobierno mexicano
tratando de resolver, a su manera, el problema del
hambre.

Cuando los que gobiernan consideran serias las
aspiraciones de los pueblos, se apresuran a obrar de una manera
que, sin comprometer los intereses de la clase rica –de los
que son celosos guardianes-, calme aunque sea por un momento, el
ímpetu revolucionario de las masas.

Ya nadie niega en México que la revolución
marcha a pasos agigantados hacia el comunismo.

El espanto de la burguesía se refleja en su
prensa.

El Imparcial del 30 de agosto, en un editorial titulado
"El Plan de Texcoco y
la revolución es la revolución", asegura que el
sentimiento que ha predominado en la revolución es el de
la explotación de la tierra de las manos de los ricos, y
juzga, por lo tanto, natural, que los habitantes de varios
estados de la República estén tomando
posesión de la tierra –palabras textuales—sin
permiso de sus dueños".

La intensa agitación que están provocando
en todo el país los grupos liberales
armados; los diarios combates que éstos sostiene contra
las fuerzas maderistas y federales, el clamor inquietante de todo
un pueblo que no quiere otra cosa sino ¡tierra!
¡Tierra! ¡Tierra!, han hecho que el gobierno simule
preocuparse por los pobres, y, según la prensa burguesa,
está ya por resolverse el problema agrario.

Dicen los periódicos capitalistas que el gobierno
va a comprar vastas extensiones territoriales, las que
serán fraccionadas y repartidas entre agricultores, QUE
TENDRÁN QUE PAGARLAS
en plazos más o menos
largos.

Esto, mexicanos, es una engañifa miserable de
vuestros verdugos.

Tengamos bien entendido que no tratamos de comprar
tierra, sino de tomarla, desconociendo el derecho de
propiedad.

Lo que el gobierno llama solución del problema
agrario no es tal solución, porque de lo que se trata es
de crear pequeña burguesía rural, quedando de ese
modo la tierra en más manos, sin duda, de lo que
está actualmente; pero no en todos y cada uno de los
habitantes de México, hombre y mujeres.

De lo que se trata es de que todos sean dueños de
la tierra y no unos cuantos que tengan con qué
pagarla.

Por otra parte, el gobierno se daría mañas
para que los agricultores pobres no pudieran hacer pagos, y
entonces serían recogidas las tierras por falta de pago y
los pobres quedarían tan pobres como siempre, o
peor.

Pero aun suponiendo que no se tuviese que pagar nada por
un pedazo de tierra ¿de dónde podrían sacar
elementos los pobres, tanto para cultivarlas como para sostenerse
ellos y sus familias durante el tiempo que
transcurre desde que se comienzan los trabajos hasta la
recolección de las cosechas?

¿No tendría que pedir fiado al tendero, al
agiotista, a todo el mundo, de manera que al levantar sus
cosechas nada aprovecharía de ellas?.

Por el sólo hecho de no quedar abolido el
derecho de la propiedad individual, ¿no
quedarían los agricultores pobres a merced, como siempre,
del poder absorbente del gran capital?.

Los grandes propietarios rurales harán una
terrible competencia que
éstos no podrían resistir y se verían
obligados a abandonar el pedazo de tierra que la
hipocresía gubernamental hubiera puesto en sus manos en
los momentos del peligro para el principio de autoridad, como es
el actual.

No os dejéis engañar, mexicanos, por lo
que, temerosos de vuestras acciones
revolucionarias, tratan de adormeceros con reformitas que no
salvan.

El gobierno ha comprendido que os rebeláis porque
tenéis hambre, y trata de calmar vuestra hambre con una
miga de pan.

Entended que hay que abolir el derecho de propiedad
privada de las tierras y de las industrias, para
que todo: tierra, minas, fábricas, talleres, fundiciones,
aguas, ferrocarriles, barcos, ganados, sean propiedad colectiva,
dando muerte de este modo a la miseria, muerte al crimen, muerte
a la prostitución.

Todo eso hay que hacerlo por la fuerza a sangre y
fuego.

Los trabajadores por sí solos, sin amos, sin
capataces, deben continuar moviendo las industrias de toda clase,
y se concertarán entre sí los trabajadores de todas
las industrias para organizar la producción y la distribución de las
riquezas.

De esa manera nadie carecerá de nada durante la
presente revolución".

(De Regeneración)

23 de septiembre de 1911

MANIFIESTO

"Mexicanos:

La junta organizadora del Partido Liberal Mexicano ve
con simpatía vuestros esfuerzos para poner en
práctica los altos ideales de emancipación
política, económica y social, cuyo imperio sobre la
tierra podrá fin a esa ya bastante larga contienda del
hombre contra el hombre, que
tiene su origen en la desigualdad de fortunas que nace del
principio de la propiedad privada.

Abolid ese principio significa el aniquilamiento de
todas las instituciones
políticas, económicas, sociales, religiosas y
morales que componen el ambiente
dentro del cual se asfixia la libre iniciativa y la libre
asociación de los seres humanos.

seres que se ven obligados, para no perecer, a entablar
entre sí una encarnizada competencia, de la que salen
triunfantes, no los más buenos, ni los más
abnegados, ni los mejor dotados en lo físico, en lo
moral o lo
intelectual, sino los más astutos, los más
egoístas, los menos escrupulosos, los más duros de
corazón, los que colocan su bienestar personal sobre
cualquier consideración de humana solidaridad y de humana
justicia.

Sin el principio de la propiedad privada no tiene
razón de ser el gobierno que sólo es necesario para
tener a raya a los desheredado de sus querellas o de sus
rebeldías contra los detentadores del la riqueza
social.

Ni tendrá razón de la iglesia, cuyo
exclusivo objeto es estrangular en el ser humano la innata
rebeldía contra la opresión y la
explotación, por la prédica de la paciencia, de la
resignación y de la humildad, acallando los gritos de los
instintos más poderosos y fecundos con la práctica
de penitencias inmorales, crueles y nocivas a la salud de las
personas.

Para que los pobres no aspiren a los goces de la tierra
y constituyan un peligro para los privilegios de los ricos,
prometen a los humildes, a los más resignados, a los
más pacientes, un cielo que se mece en el infinito,
más allá de las estrellas que se alcanzan a
ver.

Capital, autoridad, clero: he ahí. La
trinidad sombría que de esta bellas tierra son un
paraíso para los que han logrado acaparar en sus garras
por la astucia, la violencia y el
crimen, el producto del sudor, de la mugre, de las
lágrimas y del sacrificio de miles de generaciones de
trabajadores.

Y un infierno para los que con sus brazos y su inteligencia
trabajan la tierra, mueven la maquinaria, edifican las casas,
transportan los productos.

Quedando de esa manera dividida la humanidad en dos
clases
sociales de intereses diametralmente opuestos: la clase
capitalista y la clase trabajadora.

La clase que posee la tierra, la maquinaria de
producción y los medios de transportación de las
riquezas y la clase que no cuente más que con sus brazos y
su inteligencia para propiciarse el sustento.

Entre estas dos clases sociales no puede existir
vínculo alguno de amistad ni de
fraternidad.

Porque la clase poseedora está siempre dispuesta
a perpetuar el sistema
económico, político y social que garantiza el
tranquilo disfrute de sus rapiñas.

Mientras la clase trabajadora hace esfuerzos por
destruir ese sistema inicuo para instaurar un medio en el cual la
tierra, las casas, la maquinaria de producción y los
medios de transportación sean de uso
común.

Mexicanos: el Partido Liberal Mexicano reconoce
que todo ser humano, por el solo hecho de venir a la vida, tiene
derecho a gozar de todas y cada una de las ventajas que la
civilización moderna ofrece, porque esas ventajas son el
producto del esfuerzo y del sacrificio de las clases trabajadoras
de todos los tiempos.

El Partido Liberal Mexicano reconoce como necesario, el
trabajo para la subsistencia y, por lo tanto, todos, con
excepción de los ancianos, de los impedidos e
inútiles y los niños, tienes que dedicarse a
producir algo útil para poder dar satisfacción a
sus necesidades.

El Partido Liberal Mexicano. Reconoce que el llamado
derecho de propiedad individual es un derecho incluso, porque
sujeta al mayor número de seres humanos a trabajar y a
sufrir para la satisfacción y el ocio de un pequeño
número de capitalistas.

El Partido Liberal Mexicano reconoce que la autoridad y
el clero son el sostén de la iniquidad del Capital, y, por
lo tanto, la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano ha
declarado solemnemente guerra a la
autoridad, guerra al capital, guerra al clero.

Contra el capital, la autoridad y el clero, el Partido
Liberal Mexicano tiene enarbolada la bandera roja en los campos
de acción en México, donde nuestros hermanos se
baten como leones, disputando la victoria a los huestes de la
burguesía o sea: maderistas, reyistas, vazquistas,
científicos.

Y tantas otras cuyo único propósito es
encumbrar a un hombre a la primera magistratura del país,
para hacer negocio a su sombra sin consideración alguna a
la masa entera de la población de México, y
reconociendo, todas ellas, como sagrado, el derecho de propiedad
individual.

En estos momentos de confusión, tan propicios
para el ataque contra la opresión y la
explotación.

En estos momentos en que la autoridad, quebrantada,
desequilibrada, vacilante, acometida por todos los flancos por
las fuerzas de todas las pasiones desatadas, por la tempestad de
todos los apetitos avivados por la esperanza de un próximo
hartazgo.

En estos momentos de zozobra, de angustia, de terror
para todos los privilegiados.

Masas compactas de desheredados invaden las tierras,
queman los títulos de propiedad, ponen las manos
creadoras sobre la fecunda tierra y amenazan con el puño a
todo lo que ayer era respetable; autoridad, capital y clero;
abren el surco, esparcen la semilla y esperan, emocionados, los
primeros frutos de su trabajo libre.

Estos son, mexicanos, los primeros resultados
prácticos de la propaganda y de la acción de los
soldados del proletariado, de los generosos sostenedores de
nuestros principios
igualitarios, de nuestros hermanos que desafían toda
imposición y toda explotación con este grito de
muerte para los de arriba y de vida y de esperanza para todos los
de abajo: ¡VIVA TIERRA Y LIBERTAD!

La tormenta se reduce día a día:
maderistas, vazquistas, reyistas, científicos,
delabarristas os llaman a gritos, mexicanos, a que volvéis
a defender sus desteñidas banderas, protectoras de los
privilegios de la clase capitalista.

No escuchéis las dulces canciones de esas
sirenas, que quieren aprovecharse de vuestro sacrificio para
establecer un gobierno, esto es, un nuevo perro que proteja a los
intereses de los ricos.

¡Arriba todos; pero para llevar a cabo la
expropiación de los bienes que
detentan los ricos!

La expropiación tiene que ser llevada acabo a
sangre y fuego durante este grandioso movimiento, como lo han
hecho y lo están haciendo nuestros hermanos los habitantes
de Morelos, sur de Puebla, Michoacán, Guerrero, Veracruz,
norte de Tamaulipas, Durango, Sonora, Sinaloa, Jalisco,
Chihuahua, Oaxaca, Yucatán, Quintana Roo y regiones de
otros estados.

Según ha tenido que confesar la propia prensa
burguesa de México, en que los proletarios han tomado
posesión de las tierras sin esperar a que un gobierno
paternal se dignase hacerlos felices, conscientes en que no hay
que espera nada bueno de los gobiernos y de que "la
emancipación de los trabajadores debe ser obra de los
trabajadores mismos".

Estos primeros actos de expropiación han sido
coronados por el más risueño de los éxito;
pero no hay que limitarse a tomar tan sólo posesión
de la tierra y de los implementos de agricultura; hay que tomar
resueltamente posesión de todas las industrias por los
trabajadores de las mismas, consiguiéndose se esta manera
que las tierras, las minas, las fabricas, los talleres, las
fundiciones, los carros, los ferrocarriles, los barcos, los
almacenes

De todo género y
las casas queden en poder de todos y cada uno de los habitantes
de México, sin distinción de sexo.

Los habitantes de cada región en que tal acto de
suprema justicia se lleva a cabo no tienen otra cosa qué
hacer que ponerse de acuerdo para todos los efectos que se hallen
el las tiendas, almacenes, graneros, etcétera., sean
conducidos a un lugar de fácil acceso para todos, donde
hombres y mujeres de buena voluntad pr4acticarán un
minucioso inventario de
todo lo que se haya recogido, para calcular la duración de
esa existencias, teniendo en cuenta las necesidades y en
número de los habitantes que tienen que hacer uso de
ellas, desde el momento de la expropiación hasta que en el
campo se levanten las primeras cosechas y en las demás
industrias se produzcan los primeros efectos.

Hecho el inventario, los trabajadores de las diferentes
se entenderán entre sí fraternalmente para regular
la producción; de manera que, durante este movimiento,
nadie carezca de nada, y sólo se morirán de hambre
aquellos que no quieran trabajar, con excepción de los
ancianos, los impedidos y los niños, que tendrán
derecho a gozar de todo.

Todo lo que se produzca será enviado al almacén
general de la comunidad del que todos tendrán
derecho a tomar todo lo que necesiten según sus
necesidades, sin otro requisito que mostrar una contraseña
que demuestre que se está trabajando en tal o cual
industria.

Como la aspiración del ser humano es tener el
mayor número de satisfacciones con el menor esfuerzo
posible, el medio más adecuado para obtener ese resultado
es el trabajo en común de la tierra y de las demás
industrias.

Si se divide la tierra y cada familia toma un pedazo,
además del grave peligro que se corre de caer nuevamente
en el sistema capitalista, pues no faltarán hombres
astutos o que tengan hábitos de ahorro que
logren tener más que otros y que puedan a la larga poder
explotar a sus semejantes;.

Además de este grave peligro, está el
hecho de que si una familia trabaja un pedazo de tierra,
tendrá que trabajar tanto o más que como se hace
hoy bajo el sistema de propiedad individual para obtener el mismo
resultado mezquino que se obtiene actualmente.

Mientras que si se une la tierra y la trabajan en
común los campesinos, trabajarán menos y
producirán más.

Por supuesto que no ha de faltar tierra para que cada
persona pueda tener una casa y un buen solar para dedicarlo a los
usos que sean de su agrado.

Lo mismo que se dice del trabajo en común de la
tierra, puede decirse del trabajo en común de la
fábrica, del taller, etcétera.

Cada quien, según su temperamento, según
sus gustos, según sus inclinaciones podrá escoger
el género de trabajo que mejor le acomode, con tal de que
produzca lo suficiente para cubrir sus necesidades y no sea una
carga para la comunidad.

Obrándose de la manera más apuntada, esto
es, siguiendo inmediatamente a la expropiación de organización de la producción, libre
ya de amos y basada en las necesidades de los habitantes de cada
región.

Nadie carecerá de nada a pesar del movimiento
armado, hasta que terminado este movimiento con la
desaparición del último burgués y de la
última autoridad o agente de ella, hecha pedazos la ley
sostenedora de privilegios y puesto todo en manos de los que
trabajan, nos estrechemos todos en fraternal abrazo y celebremos
con gritos de júbilo la instauración de un sistema
que garantizará a todo ser humano el pan y la
libertad.

Mexicanos: por eso es por lo que lucha el Partido
Liberal Mexicano.

Por esto es por lo que derrama su sangre generosa una
pléyade de héroes, que se baten bajo la bandera
roja al grito prestigioso de ¡Tierra y
Libertad!

Los liberales no han dejado caer las armas a pesar de
los tratados de paz
del traidor Madero con el tirano de Díaz y a pesar,
también, de las incitaciones de la burguesía, que
ha tratado de llenar de oro sus
bolsillos.

Esto ha sido así, porque los liberales somos
hombres convencidos de que la libertas política no
aprovecha a los pobres, sino a los cazadores de
empleos.

Nuestro objetivo no es
alcanzar empleos ni distinciones, sino arrebatar todo de las
manos de la burguesía, para que todo quede en poder de los
trabajadores.

La actividad de las diferentes banderías
políticas que en estos momentos se disputan la
supremacía, para hacerla que triunfe, exactamente lo mismo
que hizo el tirano Porfirio Díaz.

Porque ningún hombre por bien intencionado que
sea, puede hacer algo a favor de la clase pobre cuando se
encuentra en el poder.

Esa actividad ha producido el caos que debemos
aprovechar los desheredados, tomando ventajas de las
circunstancias especiales en que se encuentra el
país.

Para poner el práctica, sin pérdida de
tiempo, sobre la marcha, los ideales sublimes del Partido Liberal
Mexicano, sin esperar a que se haga la paz para efectuar la
expropiación, pues para entonces ya se habrán
agotado las existencia de efectos en las tiendas, graneros,
almacenes y otros depósitos.

Como al mismo tiempo, por el estado de
guerra en que se había encontrado el país, la
producción se había suspendido, el hambre
sería la consecuencia de la lucha.

Mientras que efectuando la expropiación y
la
organización del trabajo libre durante el movimiento,
ni se carecerá de lo necesario en medio del movimiento ni
después.

Mexicanos; si queréis ser de una vez libres no
luchéis por otra causa que no sea la del Partido Liberal
Mexicano.

Todos os ofrecen libertad política para
después del triunfo.

Los liberales os invitamos a tomar la tierra, la
maquinaria, los medios de transportación y las casas desde
luego, sin esperar a que nadie os dé todo ello, sin
esperar a que una ley decrete tal cosa.

Porque las leyes no son hechas por los pobres, sino
por los señores de levita, que se cuidan bien de hacer
leyes en contra de su casta.

Es el deber de nosotros los pobres trabajar y luchar por
romper las cadenas que nos hacen esclavos.

Dejar la solución de nuestros problemas a
las clases educadas y ricas es ponernos voluntariamente entre las
garras.

Nosotros los plebeyos; nosotros los andrajosos; nosotros
los hambrientos; los que no tenemos el terrón donde
reclinar la cabeza.

Los que vivimos atormentados por la incertidumbre del
pan de mañana para nuestros compañeros y nuestros
hijos.

Los que llegados a viejos, somos despedidos
ignominiosamente porque ya no podemos trabajar, toca a nosotros
hacer esfuerzos poderosos, sacrificios mil, para destruir hasta
sus cimientos el edificio de la vieja sociedad, que ha sido hasta
aquí una madre cariñosa para los ricos y los
malvados, y una madrastra huraña para los que trabajan y
son buenos.

Todos los males que aquejan al ser humano provienen del
sistema actual, que obliga a la mayoría de la humanidad a
trabajar y a sacrificarse para que una minoría
privilegiada satisfaga todas sus necesidades y aun todos sus
caprichos, viviendo en la ociosidad y el vicio.

Y menos mal si todos los pobres tuvieran asegurado el
trabajo.

Como la producción no está arreglada para
satisfacer las necesidades de los trabajadores, sino para dejar
utilidades a los burgueses, éstos de dan mañas para
no producir más que lo que pueden expender, y he
ahí los paros periódicos de las industrias o de la
restricción del número de trabajadores, que
provienen también, del hecho del perfeccionamiento de la
maquinaria, que suple con ventajas los brazos del
proletariado.

Para acabar con esto es preciso que los trabajadores
tengan en sus manos la tierra y la maquinaria de
producción y sean ellos los que regulen la
producción de la riqueza atendiendo a las necesidades de
ellos mismos.

El robo, la prostitución, el asesinato, el
incendiarismo, la estafa, productos son del sistema que coloca al
hombre y a la mujer en
condiciones en que para no morir de hambre se ven obligados a
tomar de donde hay o a prostituirse.

Pues la mayoría de los casos, aunque se tengan
deseos grandísimos de trabajar, no se consigue trabajo, o
es éste tan mal pagado, que no alcanza el salario no para
cubrir las más imperiosas necesidades del individuo y de
la
familia.

Aparte de que la duración del trabajo en el
presente sistema capitalista y las condiciones en que la
duración del trabajo, en el presente sistema capitalista y
las condiciones en que se efectúa, acaban en poco tiempo
con la salud del trabajador, y aun con su vida, en las
catástrofes industriales, que no tiene otro origen que el
desprecio con que la clase capitalista ve a los que se sacrifican
por ella.

Irritado el pobre por la injusticia de que es objeto;
colérico ante el lujo insultante que ostentan los que nada
hacen; apelado en la calle por el polizonte por el delito de ser
pobre.

Obligados a alquilar sus brazos en trabajos que no son
de su agrado; mal retribuidos, despreciados por todos los que
saben más que él o por los que por dinero se creen
superiores a los que nada tienen.

Ante la expectativa de una vejez
tristísima y de una muerte animal, despedido de la cuadra
por inservible, inquieto ante la posibilidad de quedar sin
trabajo de un día para otro.

Obligado a ver como enemigo aun a los mismos de su
clase, porque no sabe quién de ellos será en que se
vaya a alquilarse por menos de lo que él gana.

Es natural que en estas circunstancias se desarrollen en
el ser humano instintos antisociales y sean el crimen, la
prostitución, la deslealtad los naturales frutos del viejo
y odioso sistema, que queremos destruir hasta en sus más
profundas raíces para crear un nuevo de amor, de
igualdad, de
justicia, de fraternidad, de libertad.

¡Arriba todos como un solo hombre! En las manos de
todos están la tranquilidad, el bienestar, la libertad, la
satisfacción de todos los apetitos sanos.

No nos dejemos guiar por directores; que cada
quién sea el amo de si mismo; que todo

se arregle por el consentimiento mutuo de la
individualidad libre.

¡Muera la esclavitud!
¡Muera el hambre! ¡Viva la Tierra y
Libertad!

Mexicanos: con la mano puesta en el corazón y con
nuestra conciencia
tranquila os hacemos un formal y solemne llamamiento a que
adoptéis, todos, hombres y mujeres, los altos ideales del
Partido Liberal Mexicano.

Mientras haya pobres y ricos, gobernantes y gobernados,
no habrá paz, ni es de desearse la haya porque esa paz
estaría fundada en la desigualdad política,
económica y social, de millones de seres humanos que
sufren hambre, ultrajes, prisión y muerte.

Mientras una pequeña minoría goza de toda
suerte de placeres y libertades por no hacer nada.

¡A la lucha! A expropiar con la idea de beneficio
para todos y no para unos cuantos.

Esta guerra no es una guerra de bandidos, sino de
hombres y mujeres que desean que todos sean hermanos y gocen,
como tales, de los bienes que nos brinda la naturaleza y
el brazo y la inteligencia que el hombre ha creado, con la
única condición de dedicarse cada quien a un
trabajo verdaderamente útil.

La libertad y el bienestar están al alcance de
nuestras manos.

El mismo esfuerzo y el mismo sacrificio que cuesta
elevar a un gobernante, esto es, un tirano, cuesta la
expropiación de los bines que detentan los
ricos.

A escoger, pues; a un nuevo gobernante, esto es un
nuevo yugo, o la expropiación salvadora y la
abolición de toda imposición religiosa,
política o de cualquier otro crimen.

¡Tierra y Libertad!"

Dado en la ciudad de los Ángeles,
Estado de California, Estados Unidos de América
a los 23 días del mes de septiembre de 1911.

-Ricardo Flores Magón

-Librado Ribera

-Anselmo L. Figueroa

-Enrique Flores Magón"

(De Regeneración)

 

30 de septiembre de 1911

¡MUERA LA AUTORIDAD! ¡MUERAN LOS
RICOS!

"¿Quién hizo la tierra? Los creyentes
dicen Dios.

Los que creemos en la vida eterna de la materia decimos:
nadie la hizo.

Pero nadie dice que la tierra fue creada por la
burguesía que la retiene en su poder.

En ninguna parte consta que la tierra fue creada por
esos señores barrigones que dicen que es suya.

¿Con qué derecho, pues se atreve la
burguesía a retener para su casta lo que, según las
religiones fue
hecho por Dios o, según los materialistas, no fue hecho
por nadie?

La tierra debe ser para todos, como para todos es el
aire, el calor solar,
el
agua.

Todo lo que la naturaleza nos brinda.

¿Qué haríais si de la noche a la
mañana se decretase un impuesto, esto
es, una renta por el aire que respiráis y el calor y la
luz del sol de
que os aprovecháis?

Indudablemente de que tu indignación
tomaría proporciones de rebelión y que os
lanzarías enfurecidos contra los bandidos que tal impuesto
decretasen.

Y, harías eso, precisamente porque
comprendéis que el aire y los demás bienes
naturales, forman parte del patrimonio común a todos los
seres vivientes.

Sin embargo, cuando se trata de ese bien natural: la
tierra veis casi con naturalidad de los que la poseen os cobren
renta para aprovecharos de ella, cuando la tomáis en
alquiler, o que se os pague a ración de hambre cuando la
trabajáis para el amo.

Tan injusto es el adueñarse de la tierra para
tener en constante dependencia a los pobres, como justo
sería el adueñarse del aire y de la luz, si eso
pudiera hacerse.

Por eso los liberales enarbolamos la bandera Roja y
gritamos ¡Viva la Tierra y Libertad!

¿Quién hizo la espléndida
maquinaria que admiramos, los túneles que atraviesan las
montañas, los muelles donde atracan los barcos.

En pocas palabras, quién hizo todo lo que
contribuye a hacer agradable y bella la vida de las clases
privilegiadas?

Todo lo que vemos, todo lo que constituye la riqueza
social, es el producto de muchas generaciones de trabajadores que
han dejado sus huesos en las
minas, que han dejado su sangre en los campos.

Obreros que han acortado su vida en el taller, en la
fábrica, en todos los lugares de explotación, en el
laboratorio,
en el taller de artistas, etc., dejando a cada generación
laboriosa a la siguiente el desarrollo y
perfección de lo que ya creado.

Si todo lo que constituye la riqueza ha sido creado por
generaciones de trabajadores, de inventores de todo
género, ¿Con qué derecho se declara
dueño de todo ello un reducido número de
capitalistas?

Pusieron ellos su inteligencia y sus brazos para crear
esa riqueza? ¡NO!

Por eso los liberales decimos que puesto que la riqueza
es el producto del esfuerzo y de la inteligencia de nuestros
antepasados trabajadores presentes, todo debe ser para todos en
común.

Y como la clase privilegiada no quiere devolver a los
trabajadores lo que les ha robado, y la Autoridad apoya el
latrocinio de la burguesía, gritamos indignados:
¡Muera la autoridad! ¡Mueran los ricos!"

De Regeneración)

24 de febrero de 1912

SIN
GOBIERNO

"Hay personas que de buena fe hacen estas preguntas:
¿Cómo ha de ser posible vivir sin gobierno?, y
concluyen diciendo que es necesario un jefe supremo, un enjambre
de funcionarios, grandes y chicos, como ministros, jueces,
magistrados, legisladores, soldados, carceleros, polizontes y
verdugos.

Esas buenas personas creen que, faltando la autoridad,
todos nos entregaríamos a cometer excesos, resultado de
eso es que el débil sería la víctima del
fuerte.

Eso podría suceder solamente es este caso: que
los revolucionarios, por una debilidad digna de la guillotina,
dejaran en pie la desigualdad
social.

La desigualdad social es la fuente de todos los actos
antisociales que la ley y la moral
burguesa consideran como crímenes, siendo el robo el
más común de esos crímenes.

Pues bien, cuando cada ser humano tenga la oportunidad
de trabajar la tierra o de dedicarse, sin necesidad de andar
alquilando sus brazos, a cualquier trabajo útil para poder
subsistir ¿Quién será aquel que haga del
robo una profesión como se ve ahora?

En la sociedad que anhelamos los liberales, la tierra y
todos los medios de producción no serán más
objeto de especulación para un determinado número
de propietarios.

Cuando la propiedad sea común para todos los
trabajadores, con derechos todos de producir y consumir en
común ¿qué necesidad habrá de
robar?

Se dirá que hay personas dadas a la
holgazanería, y que éstas, en vez de trabajar, se
aprovecharían del trabajo ajeno para vivir.

Yo he vivido en diferentes presidios; he hablado con
muchos ladrones, con cientos de ellos; casi todos ellos
habían robado por necesidad.

No hay trabajo constante; los salarios son mezquinos; la
jornada de labor es verdaderamente agotante; el desprecio de la
clase proletaria a la clase proletaria es irritante;.

El ejemplo que la clase capitalista da a la clase
trabajadora de vivir holganza, en lujo, en la abundancia, en el
vicio sin hacer nada útil, todo esto hace que algunos
trabajadores, por hambre por indignación o como una
protesta a su manera contra las capacidades de burguesía,
la roben y se conviertan en criminales, llegando hasta el extremo
de matar para tomar lo que necesitan para vivir.

La profesión del robo no es ciertamente un a de
las más fáciles.

Ella requiere de una gran actividad y mayor
energía que la que en muchos casos se requiere para
desempeñar alguna tarea.

pues, para llevar acabo el robo, el ladrón tiene
que espiar a su víctima, estudiar sus costumbres, cuidarse
del polizonte, trazar planos, arriesgar la vida o la
libertad.

En continua zozobra, sin límite en esa clase de
trabajo, y es de suponerse que un hombre no se entrega a
él por placer, sino empujado por la necesidad o por la
cólera
de verse en la miseria.

Cuando la clase rica pasa por su lado ebria de vino, de
lujuria, la boca retorcida por el hipo del hartazgo, arropada en
sedad y el trapos finos, envolviendo en una mirada de desprecio a
la gente pobre que se sacrifica en el taller, en la
fábrica, en la mina, en el surco…

La inmensa mayoría de la población de
las cárceles está compuesta de individuos que han
cometido delitos contra
la propiedad; robo estafa, fraude,
falsificación, etc.

Mientras un pequeña minoría de
delincuentes se encuentran prisioneros por delitos contra las
personas.

Abolida la propiedad privada, teniéndose
todas las facultades de escoger un trabajo de su agrado, pero
útil a la comunidad.

Humanizado el trabajo en virtud de que no se
efectúa para que el patrón acumule riquezas, sino
para satisfacer necesidades, devueltos a la industria los miles y
miles de brazos que hoy acapara el gobierno en sus oficinas, en
los cuarteles, en las prisiones mismas; puestos todos a trabajar
para ganar el sustento, con la ayuda poderosa de la maquinaria de
toda especie, se necesitara trabajar solamente unas dos o tres
horas diarias para tener de todo en abundancia.

¿Habrá entonces quien prefiriese el robo
para poder vivir?

El hombre, aun el más perverso, gusta siempre de
atraerse la estima de los demás, de estar bien con los
demás.

Eso puede observarse hoy mismo, a pesar de que el medio
en que vive la humanidad embota los mejores instintos de la
especie, y si esto es cierto,

¿Por qué no admitir que el hombre
sería mejor en el seno de una sociedad libre?

En cuanto a los delitos contra las personas, en su mayor
parte son el producto del medio malsano en que
vivimos.

El hombre vive en constante sobreexcitación
nerviosa.

La miseria, la inseguridad de
ganar el pan de mañana.

Los atentados de la autoridad.

La certidumbre de que es víctima la
tiranía política y de la explotación
política y de la explotación
capitalista.

La desesperación de ver crecer a la prole sin
vestido, sin instrucción, sin porvenir.

El espectáculo más edificante de la lucha
de todos contra todos, que nace precisamente del derecho de
propiedad privada, que faculta a los astutos y a los malvados
a amansar capitales explotando a los trabajadores.

Todo eso, y mucho más, llena de hiel el
corazón del hombre, lo hace violento, colérico y lo
precipita a sacar el revólver o el puñal para
agredir, a veces por cuestiones baladíes.

Una sociedad en la que no exista esa brutal competencia
entre los seres humanos para poder satisfacer todas las
necesidades, calmaría las pasiones, suavizaría el
carácter de las personas y fortalecería en ellas el
instinto de sociabilidad y solidaridad, que son tan poderosos
que, a pesa de la secular contienda de todos contra todos, no han
muerto en el ser humano.

No, no hay que temer una vida sin gobierno;
anhelémosla con todas nuestras fuerzas de nuestro
corazón.

Habrá naturalmente algunos individuos dotados de
instintos antisociales, pero la ciencia se
encargará de atenderlos, como enfermos que son.

Esas pobres personas son víctimas de atavismos,
de enfermedades
heredadas, de inclinaciones nacidas al calor de la injusticia y
la brutalidad del medio.

Mexicanos: recordad cómo han vivido las
poblaciones rurales de México, en las rancherías
donde ha practicado el comunismo; la autoridad no ha hecho
falta.

Antes, por el contrario, cuando se sabía que
algún agente de la autoridad se acercaba huían los
hombres al bosque, porque la autoridad solamente se hacía
presente cuando necesitaba hombres para el cuartel o
contribuciones para mantener a los parásitos del
gobierno.

Y, sin embargo, se hacia vida tranquila en esos lugares
donde no se conocían las leyes ni amenazaba el
gendarme con su garrote.

La autoridad no hace falta más que para sostener
la desigualdad social.

Mexicanos: ¡Muera la Autoridad!

¡VIVA Tierra y Libertad!"

(De Regeneración)

23 de marzo de 1912

¡MUERA LA AUTORIDAD!

"Me explico que el burgués ponga el grito en el
cielo cuando escucha este grito: ¡muera la
autoridad!.

El burgués tiene razón, porque si
desapareciera la autoridad, en el mismo sepulcro caerían
los privilegios del Capital para no levantarse
más.

La autoridad es necesaria para perpetuar la
desigualdad social, que garantiza al rico vivir en el ocio y
condena al pobre al rudo trabajo y a la abyecta
miseria.

El burgués, pues, necesita que haya autoridad,
pues de lo contrario, tendría que tomar el arado, la
garlopa o el martillo para ganarse la subsistencia y la de su
familia.

Pero el pobre ¿Para qué necesita la
Autoridad?

La Autoridad nunca ha sido para el desheredado la
madrastra huraña, castigadora y malvada, castradora de
voluntades.

Todavía no sé que en algún
país del mundo haya sido la Autoridad el escudo o el
ángel guardián de los pobres, y eso es así,
porque no se puede servir a dos amos al mismo tiempo: al rico y
al pobre.

La Autoridad fue instituida para cuidar los bienes
materiales de
la clase rica que se veían amenazados por los
hambrientos.

Los que no tenemos un terrón donde reclinar la
cabeza, no necesitamos más Autoridad, por el contrario, la
detestamos porque ella arrebata de nuestra filas a los más
vigorosos de nuestros hermanos, para amontonarlos en un cuartel y
hacerlos empuñar las armas a favor de la
burguesía.

Y en seguida nos cobra contribuciones para mantener esos
soldados y todo ese enjambre de funcionarios grandes y chicos que
forman lo que se llama gobierno.

Somos nosotros, los desheredados los que no tenemos nada
que nos roben, los que estamos obligados a pagar los gastos que
origina el mantenimiento
de la Autoridad, cuando lo justo sería que esos gastos
fueran pagados por los beneficiados, que son los
burgueses.

El soldado con el arma en el brazo, el gendarme con el
garrote en la mano, el rural con el sable desvainado, ¿han
servido alguna vez para proteger al débil?

¿Se ha dado el caso de que el soldado, el
gendarme o el rural se hayan interpuesto entre el amo y el
trabajador para evitar que el primero chupase el sudor del
segundo?

Cuando el pobre no puede pagar la renta del sueldo o de
la casa, han volado alguna vez en su auxilio el soldado, el
gendarme o el rural para evitar que sea puesto de patitas en la
calle o el ser expulsado de la ingrata tierra que regó con
su sudor?

Y si indignados por la injusticia social que nos obliga
a poner al servicio de
los ricos la fuerza de nuestros músculos y la luz de
nuestro cerebro, conspiramos y nos rebelamos, ¿se pone la
Autoridad de nuestra parte, esto es, de parte de los
débiles, de las víctimas de la voracidad
capitalista?

¿No la vemos siempre con sus soldados, sus
gendarmes y sus rurales repartir la muerte entre los pobres que
se rebelan por un reparto más equitativo del
pan?

Me explico por que el burgués ponga el grito en
el cielo cuando escucha ese grito salvador ¡Muera la
Autoridad!

Pero no me explico que el pobre, el desarrapado, el
trabajador se encabrite y eche espumarajos de rabia cuando se de
da este amistoso consejo: no elijas autoridades;
gobiérnate por ti mismo.

Mirabeau dijo una gran verdad cuando exclamó: "de
todos los animales, el
más estúpido es el hombre, porque al menos los
animales no eligen al carnicero que ha de
degollarlos".

Y los hombres hasta nos matamos a favor de quien ha de
pasarnos a cuchillo cuando este en el poder. ¡Así
somos de estúpidos!

Demos nuestra libertad, demos nuestra tranquilidad,
demos nuestra sangre, pero no para elegir verdugos, sino
para acabar con ellos, para acabar con los burgueses, para fundar
la sociedad libre de todos para uno y uno para todos.

No elevemos al poder ni a Vázquez Gómez ni
a nadie.

Seamos tan dignos como los animales que no eligen al
carnicero que ha de degollarlos.

Tomemos la tierra, la maquinaria de producción,
las casas y las provisiones; concertémonos fraternalmente
para la producción y el consumo en
común y levantemos la frente, mexicanos, orgullosos de
haber sabido resolver el problema social".

(De Regeneración)

20 de junio de 1912

LA
REVOLUCIÓN SOCIAL

"Digan lo que quieran los enemigos de la Revolución
Mexicana, ésta es de carácter marcadamente
económico.

Desde un principio afirmamos que el proletariado
mexicano no se había levantado en armas por el simple
gusto de tener un nuevo verdugo.

Desde un principio dijimos que el pueblo mexicano se
había levantado en armas porque tenía hambre de pan
y de justicia.

Los hechos, no las palabras, han venido demostrando que
estábamos en lo justo y, todavía más, que
hemos obrado como verdaderos revolucionarios procurando que el
gran movimiento tome una orientación decidida hacia el
comunismo.

Ese es nuestro deber de revolucionarios
sinceros.

Algunos sociólogos de estrato han criticado el
movimiento mexicano porque no comenzó siendo netamente
comunista desde el principio.

Pretendían esos señores, entre los que
descuellan Luigi Gallean y Juan Grave, que la Revolución
Social fuera obra de un día, de una semana o de unos
cuantos meses.

Sin recordar que el maestro Pedro Kropotkin, dijo en una
carta fechada en Londres el 16 de noviembre de 1909, las
siguientes sabias palabras:

"Toda revolución se inicia tímidamente con
hechos de importancia infinitamente pequeña; pero toda la
revolución asciende a medida que se prolonga, si ella dura
dos, tres, cuatro años.

Si los revolucionarios son bastante inteligentes para no
permitir la consolidación de un gobierno fuerte, esa
revolución ascenderá hasta el comunismo.

Y si no se comienza la revolución con alguna
cosa, aunque sea bastante alejada del comunismo, no se
logrará nunca nada, como en Rusia".

Nuestra obra de agitación por medio de la idea, y
la agitación por nuestros bravos compañeros que
sostienen la Bandera Roja en los campos mexicanos, están
dando sus frutos… pues desde el principio hemos
creído como nuestro viejo camarada Kropotkin, que mientras
mayor duración tenga un movimiento revolucionario,
más se radicalizan las tendencias; más amplias son
las aspiraciones populares y más fácil es llegar al
comunismo.

Otro de los frutos de nuestra incesante propaganda, es
la expropiación de la tierra y de la maquinaria de
producción.

Desde hace muchos números
REGENERACIÓN ha venido dando cuenta de los actos de
expropiación de la tierra llevados a cabo por multitudes
de proletarios que se han puesto a trabajar con el fusil
terciado.

Los lectores de REGENERACIÓN habrán
visto que, cuando los proletarios no pueden sostener la
expropiación de la tierra, por falta de armas, arrasan las
haciendas y los poblados para que, si ellos tienen que sufrir,
que sufran también los verdugos.

Habrán visto también los múltiples
casos de sabotaje, de huelga revolucionaria, de conciencia de
clase de los proletarios mexicanos.

La prensa de todos los colores admite
que no se trata de una revolución política, sino de
un movimiento político, sino de un movimiento
económico, de una guerra de clases que si los libertarios
la fomentamos, terminará en el comunismo.

Y hemos visto, igualmente que, por instinto, por
herencia, el
pueblo mexicano, pueblo no corrompido con los hábitos de
ahorro, pueblo sencillo, es apto para el comunismo, comunismo
que, en parte, ha practicado por miles de años.

Además, sabido es que el pueblo mexicano, odia
cordialmente a la Autoridad y al Capital, a pesar de las
prédicas del clero embaucador.

"EL imparcial" del 22 de marzo, al hablar del movimiento
revolucionario del Estado de Oaxaca dice: "Las principales
plantas
despepitadoras de algodón
de Jamiltepec, han sido destruidas por los revolucionarios, para
salvarse de los rebeldes del rumbo.

Algunas personas permanecieron en los bosques de playa,
escondidas varios días, alimentándose sólo
de cocos y de tortugas, los pueblos que rodean la finca de San
José Ejutla desean repartirse sus terrenos y al efecto se
disponen a atacarla".

El mismo periódico,
dice el 29 de marzo al hablar del movimiento revolucionario del
el distrito de Tlapa, Estado de Guerrero: "La finca de
Jicayán, propiedad del señor Daniel Pérez
Ruiz, fue vaciada por completo, los indígenas se
repartieron los terrenos y los revolucionarios se llevaron veinte
mulas y diez caballos e incendiaron los campos de
caña".

El mismo periódico del cinco de este mes, en un
telegrama que le remite su corresponsal en Oaxaca, revela la
gravedad de la situación en aquel importante y
riquísimo Estado.

Dice así: "A consecuencia de las pérdidas
socialistas de ciertos agitadores, los indígenas de
algunos punto del estado, están cometiendo atentados,
varios con motivos de la cuestión agraria, han cortado las
cosechas de varias fincas ajenas, han suprimido el agua de
regadío y han efectuado otros excesos".

El mismo periódico dice el 7 de abril: "Siguiendo
los consejos del os zapatistas que estuvieron en Tepeaca, Estado
de Puebla, algunos indígenas se han posesionado del
terreno de la hacienda de San Miguel, la Pila propiedad del
señor Luís Pacheco, y situada por aquel
rumbo".

Estos datos unidos a
todos los que han sido presentados en las columnas de
REGENERACIÓN desde hace muchos meses, demuestran
que el movimiento es económico y que no necesita
más que buena voluntad, firmeza y lealtad a la causa del
proletariado, para que al fin veamos ondear triunfadora la
bandera del os pobres, la gloriosa Bandera Roja de los
libertarios mexicanos".

(De Regeneración)

 

Humberto Escobedo Cetina

Partes: 1, 2, 3
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