A fines del año de 1780, el sur andino del
virreinato del Perú, denominado Bajo Perú y la
región del altiplano conocida como Alto Perú se
vieron convulsionados por un movimiento de
masas sin precedentes. La agitación social que se
apoderó de esta extensa área geográfica,
tuvo el efecto de reunificar en la lucha el Bajo y el Alto
Perú, a pesar de que, como parte del programa de
reformas borbónicas, el Alto Perú había sido
formalmente desagregado del virreinato peruano y transferido en
1776 al recientemente establecido virreinato de Buenos
Aires.
Teniendo en cuenta que este alzamiento regional ha sido
tradicionalmente conocido y gruesamente identificado como "la
rebelión de Túpac Amaru", sería pertinente
explicar por qué hemos utilizado el término
"movimiento tupacamarista" en el presente ensayo. Hemos
considerado una rebelión, como un alzamiento que rebasa
las fronteras de una provincia y por lo tanto los límites de
"lo local", que conlleva una persistencia significativa en el
tiempo y en el
espacio, que responde a una organización medianamente coordinada y
planificada y pone de manifiesto la elaboración de un
programa mínimo de reivindicaciones.
Por otro lado, hemos definido como movimiento social a
la convergencia de más de una rebelión, lo que
consecuentemente puede llegar a comprometer toda una
región (en este caso el Bajo y Alto Perú) y donde
se tendrá que renegociar por un lado la jerarquía
político-militar de la dirigencia, y por otro lado los
objetivos
centrales del programa.
La rebelión que encabezó el cacique
cuzqueño José Gabriel Túpac Amaru
atravesó por este tipo de redefiniciones en su segunda
fase, cuando se incorporó a sus filas el ejército
rebelde alto peruano, dirigido por el jefe aymara Julián
Apasa Túpac Catari.
A nuestro entender existen fundamentalmente dos razones
por las cuales puede resultar ambiguo y limitativo referirse a
este movimiento social como "la rebelión de Túpac
Amaru". Primeramente debemos tener en cuenta que bajo esta
definición se diluye el desarrollo de
las fases o etapas por las que el movimiento atravesó. Se
da la impresión de estarse concentrando exclusivamente en
la primera etapa o fase de la gestación y el estallido,
que contó con la conducción personal del
cacique de Tinta, José Gabriel Condorcanqui,
obviándose el hecho de que posteriormente la dirección recayó en manos de otros
miembros del círculo familiar de Túpac
Amaru.
En segundo lugar, y lo que puede resultar más
importante, bajo la denominación de 'rebelión de
Túpac Amaru'', se oscurece y minimiza el hecho concreto de
que en su segunda etapa la rebelión se amalgamó con
la agitación altoperuana, que le imprimió nueva
fuerza y
características particulares, llegando a generar un
movimiento social más complejo y de mayor
envergadura.
El presente análisis parte de aceptar que el movimiento
tupacamarista, que estalló en Tinta (Cuzco) en noviembre
de 1780, atravesó por dos etapas o fases más o
menos definidas. La primera, que podría describirse como
la fase cuzqueña o quechua, fue la que encabezó
José Gabriel, reclutando para ello su dirigencia
principalmente de su provincia de origen Canas y Canchis (en un
80%) y en menor porcentaje de las provincias cuzqueñas
aledañas: Quispicanchis, Paruro, Chumvivilcas y Calca y
Lares.
El masivo apoyo con el que contó el cacique en
Canas y Canchis (o Tinta), evidencia la aceptación de su
liderazgo por
parte del campesinado indígena perteneciente a su
cacicazgo, que comprendía los pueblos de Pampamarca,
Tungasuca y Surimana.
Sin embargo, sus vinculaciones no se limitaron a las
provincias cuzqueñas. En este sentido es interesante
destacar la temprana presencia de Francisco Molina, un hacendado
criollo del Collao y de Diego Bendejo, un escribano criollo de
Lampa, dentro de los inculpados que cayeron prisioneros con
José Gabriel y fueron juzgados y condenados en el Cuzco.
Ello puede tomarse como un índice de las conexiones con
que el cacique de Tinta contaba en las provincias del Collao, y
que sirvieron de enlace entre la primera y la segunda fase de la
lucha.
Además, no debe olvidarse que Diego
Cristóbal Túpac Amaru, quien posteriormente
dirigió las tropas rebeldes en Puno y materializó
el avance hacia el Collao, se casó durante la
rebelión con una india de
Azángaro. Esta unión indudablemente debió
reafirmar su presencia política en las
provincias de la margen occidental del lago Titicaca,
legitimizando su liderazgo. Más aun teniendo en cuenta que
su suegro, Simón Condori, y su cuñado, Lorenzo
Condori, lo apoyaron en la conducción de la campaña
de Puno.
Con relación a la segunda fase del movimiento, el
espectro del liderazgo se amplió. Luego de ser hecho
prisionero José Gabriel, la dirección
política y militar del movimiento fue conjuntamente
ejercida por Diego Cristóbal Túpac Amaru, primo de
José Gabriel, por su sobrino Andrés Mendigure y por
su cuñado Miguel Bastidas.
Además, en esta segunda etapa se incorporó
un elemento adicional, la presencia de las provincias aymaras de
la margen oriental del lago Titicaca: Larecaja, Sicasica,
Omasuyos y Pacajes que, bajo el liderazgo de Julián Apasa,
lograron canalizar la intranquilidad social que desde julio de
1780 se había apoderado del Alto Perú, a
consecuencia de las airadas protestas anti-fiscales y subsecuente
muerte del
cacique de Chayanta, Tomás Catari. Sin embargo es preciso
señalar que de acuerdo a la evidencia no es posible
establecer que hayan existido vinculaciones comprobadas entre
Tomás Catari y Túpac Amaru, antes del estallido de
la rebelión del Cuzco. Aunque indudablemente la
agitación social que prendió en Chayanta, hizo
más posible que el Alto Perú encontrara en el
nombre de Túpac Amaru, un símbolo para materializar
su rebeldía.
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