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Humanismo: Tomás Moro (página 2)




Enviado por EDUARDO LUIS HAIEK



Partes: 1, 2

BREVE
RESUMEN DE SU OBRA

"UTOPÍA"

Utopía: Lugar que no existe. Teoría
fundada en la justicia y la
bondad pero de imposible realización. La obra
"Utopía" es una novela política, donde el
autor plasma ideas filosóficas y políticas.
Describe una República ideal e imaginaria regida por
sabias leyes, que
aseguran a todos sus habitantes un mínimo de felicidad a
cambio de su
trabajo. Este
modelo se
opone a los males de la sociedad de su
tiempo.

Es una novela política, cuadro idealista, de un
Estado
democrático. Estos ideales están reñidos con
la naturaleza
real del hombre y de la
cosas. Es su propósito lograr una sociedad justa, regida
por los máximos principios de la
libertad,
bienestar y solidaridad
humana.

Los principios que rigen esta obra son los de la
razón y la igualdad.
Presenta una sociedad ideal, donde se elimina la codicia y la
propiedad
privada.

Es una obra modelo de la época del pensamiento
humanista. Su autor, Tomas Moro, fue Canciller durante el reinado
de Enrique VIII, por lo cual, es un gran conocedor de la
organización inglesa.

Una vez realizada y redactada la obra fue enviada a
Peter Giles con el propósito de que sea revisada y
editada. Tomas Moro hace en el inicio, una especie de carta
introductoria a Giles explicándole acerca de algunas dudas
e inquietudes.

LIBRO I

La primera parte, titulada La Relación de
Rafael Hythloday con Moro
, se refiere al mejor estado de una
república.

Dado que había surgido un conflicto
entre Enrique VIII de Inglaterra y
Carlos I de España, se
envía una comitiva a Flandes con la intención de
conciliación y por una decisión final sobre el
tema.

En Amberes, Moro encuentra Peter Giles, quien le
presenta a Rafael Hythloday, hombre de buena reputación,
honrado, bien instruido, sincero. Hombre experimentado en
viajes por el
mundo y un filósofo estudioso del griego y su cultura.
Renunció a sus propiedades y su tranquilidad, para viajar
con Américo Vespucio por el mundo.

En un diálogo
con Moro le relata de tierras lejanas, de leyes justas y buenas,
de las que las otras naciones debían tomar ejemplo. Ante
tanta experiencia se le invita a unirse a la corte de
algún Rey, con el objeto de ser útil con sus
consejos. A esto, él contesta que prefiere su libertad a
vivir esclavo de un Rey. Fundamenta su decisión, diciendo
que ni los reyes, ni los que lo rodean, valoran los consejos de
ningún sabio, por que están más interesados
en guerras y
hazañas caballerescas y en sus propias
comodidades.

El espíritu de la injusticia por un lado, y de la
justicia por el otro aparecen claramente explicados por Rafael.
Continúa diciendo que la injusticia podría evitarse
creando medios para
que los ciudadanos puedan ganarse la vida mediante el trabajo
manual y la
agricultura.

El aboga en defensa del ciudadano, comentando que son
los señores los que los convierten en malhechores,
encarcelándolos o pagándoles con la muerte.
Critica a los que se creen servidores de la
República. Al Rey, a los caballeros sirvientes,
señores quienes se creen sabios y solo oprimen a los
trabajadores con sus leyes injustas.

Alude a Inglaterra y Francia,
diciendo que allí, los hombres de guerra son
ociosos mercenarios, a quienes se les da más importancia,
simplemente porque conservan la paz o mejor hacen la guerra; para
lo cual, los gobernantes, tratando de mantenerlos ocupados, les
improvisan guerras convirtiéndolos en asesinos; pero
cuando vienen de la guerra inútiles, inválidos y
enfermos los expulsan y pasan a ser pobres. Aparecen los
caballeros "justos", que se creen justos, pero mediante fraudes y
artimañas les usurpan las tierras a los colonos y todo
cuanto tienen, empujándolos a la condición de
mendigos y ladrones para luego ser encarcelados o pagar con la
muerte.

La ambición, la irrazonable codicia y el materialismo, la
lujuria y la glotonería, de esta clase de
poderosos señores, solo llevan a la extrema
condición de baja moral
(juegos,
fiestas, prostitución, etc.).

Después de una extensa crítica
a los poderosos, con los que no comparte sus acciones,
sugiere soluciones
para evitar los excesos. No dejar que los ricos manejen con su
monopolio el
mercado. Combatir
la ociosidad que lleva a la mendicidad, creando leyes justas y
fuentes de
trabajo.

No es que el robo deba escapar del castigo, sino que no
es justo ni legal perder la vida por dinero, la
vida está por encima de todo. El asesinar a un hombre por
dinero no es menos punitorio que el apoderarse de dinero por
hambre.

Los poderosos manejan la muerte aunque Dios diga: "no
mataras". El hombre le
pone límite a este mandato, permitiendo matar mediante
leyes que contemplan este castigo ante el delito. Lo mismo,
cree, debería establecer la constitución, es decir, en que medida los
actos inmorales puedan ser legales.

La ley de
Moisés es un modelo, de como se castigaba el robo sin
acudir a la muerte. Devolvían el dinero
robado, por medio de la restitución.

Otras Repúblicas, también, castigaban
dando oportunidades de vida. Les daban trabajo a cambio de comida
y otras actividades, restringiéndoles la libertad. Este
sistema de
respeto por la
vida, darles oportunidades, hacerles entender el valor de la
libertad a los delincuentes, debería ser tomado como
ejemplo por Inglaterra y Francia y las demás
Repúblicas.

Nuevamente se le invita a Rafael a ser un consejero en
las cortes de los reyes. El está de acuerdo en que se debe
escuchar el concejo de un filósofo, ya que para tener una
república feliz, es importante escucharlos o los
gobernantes deberían estudiar filosofía. De esta
manera habría reyes sabios y no corruptos, de otra manera,
se usaran artimañas para alcanzar la paz y el progreso.
Los actos de presión,
hacen que el pueblo no se rebele. Someten por el miedo con leyes
injustas. Para estos gobernantes, la paz consiste en la pobreza del
pueblo, y aconseja Rafael, que el Rey que actúa
así, mejor seria que renunciara.

Menciona que en la República de Platón
y en Utopía hay paz, la verdadera, porque todas las cosas
son en común, porque las leyes son pocas y bien aplicadas.
Insiste en que las ciudades deben tomar ejemplo. Le gusta decir
la verdad aunque sea desagradable, así como Cristo dijo la
verdad y lo hizo públicamente.

Las costumbres, los decretos pestilentes en las otras
ciudades corrompieron la justicia y el estado.
Donde el dinero es el interés de
los que gobiernan, no se puede gobernar con justicia y
prosperidad para todos. Allí, la riqueza es para unos
pocos, mientras el resto sufre miseria. No cree que la riqueza
privada sea conveniente.

Ejemplifica a Utopía, donde hay pocas leyes y
gran virtud, tiene abundancia por que todo es común.
Mientras halla un solo hombre, dueño absoluto de lo suyo,
habrá injusticia y pobreza. Por otro
lado donde hay orden, organización, bien común, trabajo,
estudio y dedicación, habrá prosperidad justicia y
paz

LIBRO II

Referido a la mejor República. En primer lugar,
hace referencia a las características de la Isla
Utopía.

El rey de Utopía, guía al pueblo que era
salvaje, a la perfección en las costumbres, humanamente y
civilizándolos. Esta isla está constituida por
ciudades – estado; donde existen granjas, y donde hay un jefe
llamado filarca (cabeza de tribu).

A los miembros de la ciudad se los prepara e instruye
para las tareas del campo. Para que no se produzca escasez de los
productos por
falta de conocimiento
en el tema. (Se practica la incubación artificial); lo
producido, cuando no es usado se reparte entre los
vecinos.

El estado provee los elementos necesarios para la
producción sin costo alguno. La
ciudad más importante es Amaurota, ya que allí
reside el consejo de los magistrados. Se eligen anualmente los
sifograntes (filarcas), estos a su vez, con voto secreto, eligen
al príncipe, el cual es vitalicio siempre que no sea
sospechoso de tiranía. Además, los cargos son
anuales, y el consejo es el encargado del bien común y de
dar los resultados de los comicios, luego de ser tratados durante
tres días. Esto se hacía con el fin, de evitar la
tiranía de los gobernantes.

DE LAS CIENCIAS,
ARTES Y OCUPACIONES

La ciencia
común a todos es la agricultura, que es practicada por
todos (hombres y mujeres), para ello se preparan desde niños
en las escuelas y los campos. Además de la agricultura, se
practican otras ciencias como tejer, carpintería, albañilería, herrería. La
función
de los sifograntes es velar para que los hombres trabajen cada
uno en su arte;
también hay un espacio para la música y la
reflexión.

Si bien en esta isla no se cumple con las horas de
trabajo, porque la provisión de las cosas no falta. Se
pregunta: ¿Cuanto de ocioso tiene la vida de los
sacerdotes y religiosos? También, incluye a los
latifundistas, a los que llama gentiles,
hombres y nobles. Y pone de manifiesto que en la isla
Utopía todos trabajan en cosas productivas y no
inútiles, como en otros lugares, de modo tal, que lo que
se produce es suficiente para la subsistencia, la comodidad y el
placer.

Los únicos exentos del trabajo, son,
además de los sifograntes, los que el pueblo, aconsejado
por los sacerdotes y los sifograntes, ha elegido para concederles
una dispensa perpetua del trabajo, para que se dediquen con toda
tranquilidad al estudio. Estos, deberán responder a la
confianza depositada, caso contrario, volverá al estamento
de los artesanos. A veces, se dan casos contrarios, entre estos
estudiosos se eligen los sacerdotes, embajadores y hasta el
príncipe.

DE SU VIDA Y RELACIONES
MUTUAS

La ciudad esta compuesta por familias, y a éstas,
a su vez, la componen los parientes, las mujeres al casarse, van
a la casa de su marido, no así los varones que siguen en
su casa y el jefe es el más anciano. En la ciudad se
establece el número de habitantes que debe mantener, como
así también, el número de hijos que puede
mantener una familia, la
relación de los ciudadanos.

El mayor gobierno de
la familia.
Las esposas: dependen de sus maridos; los hijos: dependen de los
padres; los más jóvenes de los mayores. La ciudad
esta dividida en cuatro partes o barrios. Barrios – centro =
mercado de productos, allí la familia encuentra todo lo
que necesita y lo lleva gratuitamente por que todo abunda.
También existen en estos lugares una limpieza
exagerada.

A la hora de la alimentación, los
primeros son los hospitales, que son tan amplios, aparentando ser
otras ciudades. Y están muy bien dotados de todo lo
necesario. Todos acuden a comer en salas preparadas por esclavos,
de las comidas se encargan las mujeres por turno.

Los habitantes de las islas tenían restricciones
para los viajes, y podían ser castigados, como fugitivos o
desertores y castigarlos con la esclavitud. No
existen en la ciudad lugares malos, de modo que todos los hombres
sanos se dediquen al trabajo y de esa manera no existan hombres
pobres o necesitados. El Estado es considerado una gran familia,
donde se protegen unos a otros. En este país, su tesoro
para casos de guerra y para contratar soldados extranjeros. Los
utopienses detestaban la suntuosidad y la ostentación, y
criticaban a quienes lo eran y los despreciaban, por ejemplo a
los embajadores que soberbios y orgullosos, exponían todo
su oro.

La filosofía de las costumbres y la moral,
plantea la discusión de las cualidades del alma, la
razón, la virtud, pero principalmente la felicidad del
hombre y debemos agregar estos principios de la religión:

  • El alma es inmortal y destinada a ser
    perfecta.
  • Premiar las buenas acciones y castigar las
    malas.
  • La felicidad no es el placer.

La virtud es definida como una vida ordenada
según la naturaleza, y los hombres son orientados por
Dios. Se considera injusticia, el hecho de que un hombre trate de
impedir a otro que sea feliz.

Dios recompensa a quienes han regalado placer. Los
Utopienses, consideran como algo bajo y vil, el hecho de que el
más fuerte oprima o destruya al más débil
por placer. Podemos diferenciar dos clases de placeres: del alma
y del cuerpo.

La razón humana, considera verdadero lo de la
virtud y el placer. La gente de Utopía era trabajadora y
estudiosa. Tenían gran interés en aprender el
latín y lo hicieron muy rápido. Así,
pudieron leer las obras de Platón,
Aristóteles, Plutarco, Homero,
Aristófanes, Heródoto y otros.

DE LOS ESCLAVOS ENFERMOS,
MATRIMONIOS Y OTRAS MATERIAS

Son esclavos en Utopía, los que fueron castigados
a serlo por haber cometido delitos, o
quienes han sido condenados a muerte por delitos graves en otras
ciudades, de esta clase hay muchos en la isla. Estos, trabajan
continuamente y están encadenados. A los otros, de la
isla, los tratan con mayor severidad, por considerarlos casos
perdidos. Hay otro tipo de esclavos, el que elige por voluntad
propia serlo, debido a la mala situación en la que
vivían en otras ciudades, a estos se los trata de la misma
manera que a los ciudadanos, salvo que deben trabajar más.
Si alguno de estos esclavos decide irse, no hay resistencia a
ello y nunca dejan que se marche con las manos
vacías.

En cuanto a los enfermos, los Utopienses cuidan de
ellos, con afecto y total dedicación para devolverles la
salud. En caso de
enfermedades
dolorosas o incurables, los sacerdotes y los magistrados, inducen
a estos a, que viendo que no hay posibilidad de mejoría y
vivir es una tortura, no se rehúsen a morir,
explicándoles, que obrando así, dejan esta vida
siendo hombres virtuosos. Una vez convencidos terminan con su
vida voluntariamente de hambre, el que se suicida sin el consejo
de los sacerdotes y magistrados, es considerado indigno de ser
sepultado.

En lo relativo al matrimonio,
aquí no es solo disuelto por la muerte. Puede disolverse
por adulterio o
por costumbres intolerables que puedan ofender a algunas de las
partes. De vez en cuando se divorcian, cuando ambos
cónyuges no se pueden entender bien, con el consentimiento
de los dos, se vuelven a casar. Pero el que terminara el
matrimonio sin alegatos claros, es condenado a la
esclavitud.

No existe ley que castigue algún tipo de
transgresiones, sino que el consejo decide el castigo
según la gravedad del delito. Los más graves, son
condenados a la esclavitud, ya que así, se consigue
más provecho para la ciudad, con su trabajo que
matándolos, lo que es un desperdicio de la mano de obra
para los peores trabajos. Consideran a la burla como algo
vergonzoso para quien se burla; en cuanto a la belleza, piensan
que nunca está por sobre la humildad y la cualidades
honestas de los hombres.

Los habitantes viven amistosamente, los magistrados se
comportan como padres de la comunidad y el
príncipe, ni se distingue de los demás, ya que no
viste como tal, solo se le reconoce por un pequeño haz de
trigo que lo precede; lo mismo sucede con el obispo, quien al
frente lleva un cirio de cera. Hay pocas leyes, por ser este un
pueblo muy instruido y bien organizado. Están prohibidos
los abogados y procuradores, pues consideran que es mejor que uno
se defienda.

Los Utopienses opinan que la construcción, o ruina de una
República depende y se apoya en las costumbres de los
gobernantes y magistrados.

También, hablan de sus vecinos y los
critican.

En otros pueblos esta costumbre de comprar y vender es
desaprobada, como un acto cruel propio de una mente baja y
cobarde, pero ellos se consideran muy dignos de alabanza, porque
como hombres prudentes resuelven por esos medios grandes guerras,
sin una batalla ni escaramuza. Pues, no se compadecen menos de la
clase baja y común de sus enemigos, que los suyos saben
que son obligados y arrastrados a la guerra contra su
voluntad.

Este pueblo está a quinientas millas de
Utopía hacia el este, son repulsivos, salvajes y fieros;
viven en puestos agrestes y altas montañas, donde nacieron
y se criaron. Son de fuerte constitución, capaces de
aguantar y resistir calor,
frío y trabajo; y desprecian todas las finuras delicadas y
no se ocupan del trabajo y cultivo de las tierras toscas y rudas,
tanto en la construcción de sus casas como en sus
atavíos; no se dedican a nada bueno, únicamente a
la cría y cuidado de ganado. La mayor parte de su vida
consiste en robar y cazar.

Han nacido solamente para la guerra, que buscan con
interés y asiduidad, y cuando lo consiguen se alegran
extraordinariamente. Salen de sus tierras en grandes bandadas y
ofrecen sus servicios por
poco dinero. Este, es el único oficio con el que se ganan
la vida, luchan esforzada, fiera y fielmente. No se comprometen
por un tiempo determinado, se alistan con la condición de
que al día siguiente se unirán al bando contrario
por unas pagas más elevadas, y al próximo
día después de esto, estarán dispuestos de
nuevo por un poco más de dinero.

Pocas guerras hay por allí, en las que no haya un
gran número de ellos, ocurre que parientes próximos
que fueron alquilados juntos se trataban muy amistosa y
familiarmente; tiempo después de hallarse separados se
lanzan unos contra otros olvidando el parentesco y la amistad, se
atraviesan sus espadas sin más motivos que el estar
alquilados por príncipes enemigos, hasta tal punto, que se
les inducirá a cambiar de bando por medio penique
más. Rápidamente se han aficionado a la avaricia,
pero por otra parte no les sirve de ningún provecho, pues
lo que ganan luchando, lo gastan desenfrenada y miserablemente en
juergas.

Este pueblo lucha a favor de los utopienses porque ellos
les dan mayores salarios que
cualquier otra nación.
Pues los utopienses de la misma manera que utilizan bien a los
hombres buenos, se aprovechan de estos malos y viciosos con
promesas de grandes recompensas, donde la mayor parte de ellos,
nunca regresan para pedir sus premios. Pagan lealmente a los que
quedan vivos, para que estén dispuestos a un peligro
semejante otra vez.

Los utopienses, creen que harían una acción
muy buena a la humanidad, si pudieran liberarla de aquel cubil de
gente sucia y apestosa, malvada y odiosa. Además de esto,
utilizan a los soldados, y en último término,
reclutan a sus propios súbditos; a uno de los cuales, de
probado valor y destreza dan el mando y dirección de todo el ejército. A sus
órdenes designan a dos o más, que mientras aquel
está a salvo están en reserva y fuera del
cargo.

Eligen en cada ciudad como soldados, a los que se
ofrecen como voluntarios pues no obligan a ningún hombre a
la guerra contra su voluntad. Pero si se hace alguna guerra
contra el propio país, entonces ponen a estos cobardes,
mientras sean rudos.

Como ninguno es llevado a la guerra fuera de sus
fronteras contra su voluntad, no se prohíbe a las mujeres
que quieran acompañar a sus maridos, y en el campo de
batalla las esposas están al lado de sus maridos. Es un
gran motivo de deshonra para el marido volver a casa sin su
esposa, o viceversa, o el hijo sin su padre.

Pues, así como ponen todos sus medios para evitar
la necesidad de luchar, haciéndolo por medio de sus
mercenarios; cuando no hay más remedio que luchar, ellos
entonces, se lanzan con tanta valentía como prudencia
pusieron antes, mientras podían evitarla. Tampoco son
valerosos a la primera acometida, sino que poco a poco
incrementan su fiero valor, con ánimos tan decididos, que
morirían antes que retroceder una pulgada. Además,
su conocimiento de caballería y hechos de armas les da
confianza.

Nunca estiman tanto su vida, ni tienen un valor tan
excesivo por ella que ambicionan conservarla vergonzosamente,
cuando el honor les exige abandonarla.

Cuando la Batalla es más violenta y más
fiera, un grupo de
jóvenes, escogidos y selectos toman la responsabilidad con un ataque largo y continuo,
ocupando las tropas de refresco el lugar de los hombres
fatigados. Tampoco emprenden la caza y persecución de sus
enemigos, de modo que, si todo su ejército es dispersado y
vencido, salvo la retaguardia y con ésta alcanzan la
victoria, prefieren dejar escapar a todos sus
enemigos.

Pues recuerdan, que ha ocurrido más de una vez,
que sus enemigos animados por la victoria, han perseguido a los
que huían salidos de la formación, y que
proseguían la persecución confiados en su seguridad, lo que
ha cambiado la suerte de la batalla, arrebatándoles de sus
manos la segura e indudable victoria.

DE LOS
MAGISTRADOS

Cada 30 familias se eligen por año entre sus
miembros un magistrado llamado Filarca. A la cabeza de 10
filarcas se encuentra un Protafilarca.

El total de los Filarcas, unos 200, eligen,
mediante escrutinio secreto a un príncipe
haciéndolo entre cuatro candidatos que propuso previamente
el pueblo; cada cuarta parte de la ciudad designa un candidato y
lo recomienda luego al Senado.

El príncipe es un magistrado perpetuo a menos que
de señales
de tiranía. Año por año se eligen los
protafilarcas; se reeligen, a menos que existan serios
motivos en contra de los mismos. Los restantes magistrados se
renuevan anualmente.

Cada tres días los protafilarcas se
reúnen en consejo con el príncipe, deliberan acerca
de los asuntos públicos y allanan, si es que existen, las
divergencias entre particulares.

Concurren cotidianamente dos filarcas a las
sesiones del Senado. Los mismos no lo hacen nunca dos veces
seguidas.

En el Senado no se ratifica nada que no haya sido
previamente discutido con tres días de anterioridad a la
votación.

Se castiga con pena capital el
hecho de deliberar sobre los negocios
públicos fuera del Senado o de los comicios
públicos.

Estas reglas fueron establecidas para evitar que el
príncipe pudiera oprimir al pueblo y modificar el
régimen de acuerdo con los
protafilarcas.

Toda cuestión de importancia que se juzgue, es
enviada a la Asamblea de los filarcas; estos, luego de
consultar con sus familias, deliberan entre sí, y
presentan su opinión al Senado. A veces la cuestión
es llevada al Consejo general de la isla.

Nunca se discute en el Senado una proposición el
mismo día en que ha sido presentada, y que la
discusión se aplace hasta la siguiente sesión. De
esta forma nadie se halla expuesto a decir lo que primero le
viene a los labios y a tener entonces que defenderlo en vez de
sostener lo que será de mayor conveniencia al
interés público.

DE LOS OFICIOS

Hay un oficio que ejercen todos los utópicos, ya
sean hombres o mujeres: la agricultura. Desde la infancia todos
son instruidos en ella; esto mediante una instrucción
teórica que se da en la escuela o por
prácticas en los campos próximos a la
ciudad.

Además de la agricultura, tarea común a
todos, aprenden un oficio determinado: tejedores,
albañiles, artesanos, herreros, carpinteros.

Todos adoptan casi siempre los oficios de sus padres por
propensión natural. Pero, si alguien se siente
atraído por otro oficio, pasa a formar parte de algunas de
las familias que lo ejecutan. Su progenitor y los magistrados se
encargan de que tenga como maestro a un honrado padre de familia.
Por otra parte, si teniendo un oficio, uno desea aprender otro,
se le ofrece idéntica posibilidad. Más tarde
escogerá entre ambos oficios.

La principal función de los filarcas
consiste en procurar que nadie se encuentre ocioso, que todos
ejerciten a conciencia su
oficio.

En Utopía dividen la jornada en 24 horas iguales.
Seis las destinan al trabajo; tres por la mañana,
después de las cuales se ponen a comer; terminada la
comida, reposan dos horas, y trabajan luego tres horas hasta el
momento de la cena. Cuentan las horas a partir del
mediodía. a las ocho se van a dormir, y duermen ocho
horas.

"Cada uno utiliza como mejor le place el espacio de
tiempo comprendido entre el fin del trabajo y la hora de la cena
y de irse a dormir; pero ello no quiere decir que lo consagren a
la holganza ni tampoco a la voluptuosidad, sino a una
ocupación distinta de su oficio y escogida de acuerdo con
sus gustos"
(Utopía; Libro Segundo;
pág. 41).

La mayoría de los utópicos, en sus ratos
de ocio, se dedican a las letras, pero, hay otros muchos que
prefieren emplear este tiempo en su oficio propio y es
entendible, ya que no todos tienen la capacidad para la
elevación del alma, que procuran la meditación y el
estudio. "Bien veis que no existe motivo ninguno de ocio, ni
pretexto de holganza. No hay taberna alguna de vino o de cerveza… ni
ocasión de corruptelas, ni escondrijos, ni ocultas
reuniones, ya que, estando todos bajo las miradas de los
demás, se ven obligados a dedicarse al trabajo habitual o
a un holgar honesto"
(Utopía; Libro Segundo;
pág. 49).

Terminada la cena se pasa una hora en diversiones: en el
verano, en los jardines, y en invierno, en las salas comunes
donde comen. Los utópicos se ejercitan en la música
o recreándose conversando. Los dados y demás juegos
de azar son desconocidos. Sin embargo, se practican dos juegos
muy similares al ajedrez.

"Tal vez pensaréis que una jornada de seis
horas necesariamente acarreará escasez. Pero no es
así. Dicha jornada no sólo basta para obtener lo
necesario a las necesidades y comodidades de la existencia, sino
que las supera"
(Utopía; Libro Segundo; pág.
42). Esto será comprendido si se considera cuán
grande es, en los restantes países, la cantidad de la
población que pasa el tiempo en ocio. El
número de trabajadores cuya actividad se aplica a
suministrar las necesidades del género
humano es muy inferior. En estas ciudades son pocos los que
ejercen un oficio que es indispensable. Todo se mide por el
dinero, por lo que se dedican a profesiones inútiles y
superfluas, que sólo sirven para acrecentar el lujo y la
deshonestidad.

En Utopía, existen apenas en cada ciudad y
territorio que de ella depende, 500 personas que teniendo edad y
fuerzas para trabajar se encuentran dispensadas de hacerlo. Los
Filarcas, aunque la Ley los excluya del trabajo, no lo
evitan, para con su ejemplo, estimular a los demás.
También están excluidos aquellos a quienes el
pueblo, a propuesta de los sacerdotes, y con el voto previo de
los Filarcas "otorgó una permanente dispensa
para que puedan dedicarse al estudio"
(Utopía; Libro
Segundo; pág. 43).

Ocurre con frecuencia que algún obrero,
después de consagrar sus horas de ocio al estudio, logra
grandes progresos por lo que le es permitido ejercer su oficio e
incluido en la categoría de los letrados. Entre
éstos se elige a los sacerdotes, a los
protafilarcas y el príncipe.

Aunque los utópicos se dediquen solamente a
oficios útiles y les consagren pocas horas de trabajo, se
produce superproducción de todos los bienes.

Con frecuencia se ordena la reducción de la
jornada de trabajo. Los magistrados no quieren obligar a los
ciudadanos a que realicen contra su voluntad un trabajo
superfluo, ya que las instituciones
de Utopía tienden esencialmente a liberar a todos los
ciudadanos de las servidumbres materiales en
cuanto lo permiten las necesidades de la comunidad, y
también a favorecer la libertad y el cultivo de la
inteligencia.

DE LAS MUTUAS
RELACIONES

Las ciudades están formadas por familias,
constituidas en grupos unidos por
vínculos de parentesco. Cuando las mujeres llegan a la
nubilidad se casan y viven en el domicilio de sus maridos; los
hijos y los nietos quedan en la familia y debe obediencia al
más anciano de los antecesores. Es el más anciano
el que rige la familia. Los más jóvenes sirven a
sus antecesores.

Cuando el más anciano tiene debilitada la
inteligencia, es sustituido por el pariente que le sigue en
edad.

Con el objeto de que la población no disminuya y
aumente en forma excesiva, se procura que cada familia no tenga
menos de diez hijos púberes, ni tampoco más de 16.
esto se obtiene enviando a las familias poco numerosas el exceso
de las que cuentan con muchos hijos. Cuando la población
de una ciudad es bastante numerosa, sirve para suplir la falta de
ella en las pobladas. Si la masa de población en toda la
isla es excesiva, se designan de cada ciudad aquellos habitantes
para que funden en el continente cercano una colonia, a la que
dan sus leyes los habitantes de Utopía.

Al proceder a la ocupación de la tierra
establecen con los indígenas una unión voluntaria;
ambos pueblos se funden en uno sólo.

Los utópicos logran hacer fértil la
tierra que los
habitantes primitivos consideraban como árida e
improductiva.

Aquellos pueblos que se resistan a la convivencia
será expulsados de sus tierras. Los nuevos colonos
guerrearán con ellos por que consideran justa la causa de
guerra por la posesión de un territorio mantenido desierto
e inútil.

En caso de que la población de alguna ciudad de
Utopía disminuya y que las restantes no basten para cubrir
el vacío, repatrían a los habitantes de una colonia
para la repoblación. Los utópicos prefieren la
desaparición de sus colonias a la disminución de
una ciudad cualquiera.

Toda ciudad se divide en cuatro partes iguales. en el
centro de cada una hay un mercado público. En esta parte,
y en almacenes
especiales, cada familia entrega los frutos de su trabajo. Cada
uno de los padres de familia busca allí lo que necesitan
él y los suyos; se lleva lo que desea, sin que tenga que
entregar a cambio dinero o cosa alguna. "¿Quién
pedirá lo que necesita?… Unicamente el temor a las
privaciones es la causa que vuelve ávidos y rapaces a
todos los seres vivientes; para el hombre, es únicamente
la soberbia la causante, pues le hace vanagloriarse de superar a
los demás en riquezas superfluas, cosa que las
instituciones de Utopía no permiten en ninguna forma"

(Utopía; Libro Segundo; pág.46).

DE LOS VIAJES DE LOS
UTÓPICOS

Toda vez que un ciudadano tiene que ir a otra ciudad o
desea viajar, fácilmente tiene la aprobación del
filarca y del protafilarca.

Los viajeros parten formando grupos, provistos de una
carta del príncipe, en la que costa la autorización
del viaje, y se fija la fecha del regreso. Se les da un
vehículo y un esclavo público. Consigo no llevan
cosa alguna ya que durante el viaje nada les falta… en todas
partes se encuentran como en su casa. Si en alguna parte se
detienen más de una jornada, trabajan allí en su
oficio; serán acogidos con amabilidad por parte de los
artesanos de su corporación.

Se deduce la abundancia de todos los bienes. Como
éstos están repartidos con equidad entre
todos, nadie puede ser pobre ni mendigo.

En el Senado de Amaurota se reúnen todos
los años tres ciudadanos de cada ciudad, se trata en
primer término de las cosas que abundan en cada lugar y de
las que menos abundan.

Si tienen provisiones suficientes para sí (las
preparan para dos años, como acto de previsión),
exportan el sobrante a otros países. Merced a este
comercio,
importan no sólo las materias de que carecen (solamente
hierro), sino
también gran cantidad de plata y oro.

La práctica que tienen en este negocio les
permite poseer abundantes riquezas. No les importa el vender al
contado o a plazo. No aceptan documentos de
particulares solos y exigen la garantía de una ciudad.
Cuando se acerca el día del vencimiento, ésta
reclama el pago a los deudores particulares y deposita las sumas
cobradas en su Tesoro sirviéndose de ellas hasta que los
utópicos las reclaman, ya sea para prestar a otro
país o para hacer la guerra.

El oro y la plata en Utopía no tiene valor
superior al que les da la naturaleza, ella puso abiertamente a la
disposición de los utópicos todas las mejores
cosas, como son el aire, el agua, la
tierra, a la vez que ocultó en lo profundo lo que es vano
y de ninguna utilidad. Estos
metales son
utilizados en Utopía para suplicio de los esclavos,
la diversión de los pequeños y como sinónimo
de infamia.

Las instituciones utópicas son totalmente
opuestas a las necedades. Las opiniones se deben, por una parte a
la
educación recibida en el país y, por otra, a
los estudios en ciencias y en letras, todos desde muchachos
reciben una educación literaria,
favorecida por las horas libres que deja el trabajo.

Conocen el curso de los astros y el movimiento de
los cuerpos celestes, también hallaron diversos
instrumentos con los que determinar con exactitud los movimientos
y situación del sol, de la luna y de los demás
astros.

Discuten acerca de la virtud y del placer; pero su
primera y principal controversia es saber en qué consiste
la felicidad. Nunca discuten acerca de ella sin
fundamentarse en los principios religiosos. tales principios son:
El alma es inmortal y nació por bondad de Dios para ser
feliz. Después de esta vida en la tierra, serán
recompensadas las virtudes, y castigados los vicios.

La naturaleza invita a los hombres a que se ayuden unos
a otros viviendo alegremente; a obrar en bien de la humana
sociedad. Todas las acciones y las virtudes deben estar dirigidas
al placer y a la felicidad. Placer es el estado del alma o
del cuerpo en que uno se complace obedeciendo a la naturaleza.
Son verdaderos placeres aquellos referidos al alma o al cuerpo.
Los del alma son la inteligencia y la beatitud que se origina de
la contemplación de la verdad. A esto hay que agregar el
recuerdo de una existencia bien vivida y la esperanza segura de
los futuros bienes. los placeres del cuerpo son los que producen
en los sentidos una
manifiesta impresión y una salud carente de todo malestar
(estado de equilibrio
corporal).

DE LOS ESCLAVOS

Los utópicos no reducen a la esclavitud ni a los
prisioneros de guerra ni a los hijos de los esclavos ni, en
general, a ninguno de los que en otras tierras son vendidos como
tales. Son esclavos aquellos que por algún crimen merecen
ese castigo o aquellos comerciantes condenados a muerte en el
extranjero a los que rescatan a bajo precio y a
veces por nada.

Los esclavos deben trabajar constantemente pero tratan
peor a los esclavos utopianos puesto que una excelente
educación no los mantuvo en la virtud, educación
que los esclavos extranjeros no disfrutaron.

DEL ARTE DE
GUERREAR

Detestan la guerra por cosa brutal, y si bien hombres y
mujeres se adiestran a diario, lo hacen para encontrarse aptos en
caso de necesidad. Sólo guerrean en defensa propia, para
proteger a sus amigos o para ayudar a un pueblo oprimido por un
tirano.

Guardan el oro y la plata sólo por esta
circunstancia, y contratan mercenarios para sus
guerras.

LAS RELIGIONES DE LOS
UTÓPICOS

Hay diversas religiones, no
sólo en la isla, sino en cada ciudad, pero la mayor y
más "sabia" rinde culto al Padre de Todo, que es eterno,
infinito, invisible e incomprensible, y está más
allá de lo que podemos conocer. El es el origen de todo, y
causa del desarrollo y
el progreso, de las vicisitudes y el fin de cuanto existe.
Sólo a El tributan honores divinos.

Pero hay libertad para elegir la religión, y
cualquier tipo de persecución religiosa está
prohibida.

DOCUMENTACIÓN

CARTA APOSTÓLICA EN FORMA DE
MOTU PROPIO

PARA LA PROCLAMACIÓN DE SANTO
TOMAS MORO COMO PATRONO DE LOS GOBERNANTES Y DE LOS
POLÍTICOS

JUAN PABLO II PONTÍFICE PARA LA
PERPETUA MEMORIA

  1. Recientemente, algunos Jefes de Estado y de
    Gobierno, numerosos exponentes políticos, algunas
    Conferencias Episcopales y Obispos de forma individual, me
    han dirigido peticiones en favor de la proclamación de
    santo Tomás Moro como patrono de los gobernantes y de
    los políticos. Entre los firmantes de esta
    petición hay personalidades de diversa
    orientación política, cultural y religiosa,
    como expresión de vivo y difundido interés
    hacia el pensamiento y la conducta
    de este insigne hombre de gobierno.

  2. De la vida y del martirio de Santo Tomás
    Moro brota un mensaje que a través de los siglos habla a
    los hombres de todos los tiempos, de la inalienable dignidad de
    la conciencia la cual, como recuerda el Concilio Vaticano II,
    (es el núcleo más secreto y el sagrario del
    hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena
    en lo más íntimo de ella) (Gaudium et spes, 16).
    Cuando el hombre y la mujer
    escuchan la llamada de la verdad, entonces la conciencia
    orienta con seguridad sus actos hacia el bien. Precisamente por
    el testimonio, ofrecido hasta el derramamiento de su sangre, de la
    primacía de la verdad sobre el poder, Santo
    Tomás Moro es venerado como ejemplo imperecedero de
    coherencia moral. Y también fuera de la Iglesia,
    especialmente entre los que están llamados a dirigir los
    destinos de los pueblos, su figura es reconocida como fuente de
    inspiración para una política que tenga como fin
    supremo el servicio a
    la persona
    humana.
  3. Tomás Moro vivió una extraordinaria
    carrera política en su país. Nacido en Londres en
    1478 en el seno de una respetable familia, entró desde
    joven al servicio del arzobispo de Canterbury Juan Morton,
    canciller del Reino. Prosiguió después los
    estudios de leyes en Oxford y Londres, interesándose
    también por amplios sectores de la cultura, de la
    teología y de la literatura
    clásica. Aprendió bien el griego y mantuvo
    relaciones de intercambio y amistad con importantes
    protagonistas de la cultura renacentista, entre ellos Erasmo
    Desiderio de Rótterdam.
  4. Su sensibilidad religiosa lo llevó a buscar
    la virtud a través de una asidua práctica
    ascética: cultivó la amistad con los frailes
    menores observantes del convento de Greenwich y durante un
    tiempo se alojó en la cartuja de Londres, dos de los
    principales centros de fervor religioso del Reino.
    Sintiéndose llamado al matrimonio, a la vida familiar y
    al compromiso laical, se casó en 1505 con Juana Colt, de
    la cual tuvo cuatro hijos. Juana murió en 1511 y
    Tomás se casó en segundas nupcias con Alicia
    Middleton, viuda con una hija. Fue durante toda su vida un
    marido y un padre cariñoso y fiel, profundamente
    comprometido en la educación religiosa, moral e
    intelectual de sus hijos. Su casa acogía yernos, nueras
    y nietos y estaba abierta a muchos jóvenes amigos en
    busca de la verdad o de la propia vocación. La vida de
    familia permitía, además, largo tiempo para la
    oración común y la «lectio divina»,
    así como para sanas formas de recreo hogareño.
    Tomás asistía diariamente a misa en la iglesia
    parroquial, y las austeras penitencias que se imponía
    eran conocidas solamente por sus parientes más
    íntimos.
  5. En 1504, bajo el rey Enrique VII, fue elegido por
    primera vez para el Parlamento. Enrique VIII le renovó
    el mandato en 1510 y lo nombró también
    representante de la Corona en la capital, abriéndole
    así una brillante carrera en la administración pública. En la
    década sucesiva, el rey lo envió en varias
    ocasiones para misiones diplomáticas y comerciales en
    Flandes y en el territorio de la actual Francia. Nombrado
    miembro del Consejo de la Corona, juez presidente de un
    tribunal importante, vicetesorero y caballero, en 1523
    llegó a ser portavoz, es decir, presidente de la
    Cámara de los Comunes. Estimado por todos por su
    indefectible integridad moral, la agudeza de su ingenio, su
    carácter alegre y simpático y su
    erudición extraordinaria, en 1529, en un momento de
    crisis
    política y económica del país, el rey le
    nombró canciller del Reino. Como primer laico en ocupar
    este cargo, Tomás afrontó un período
    extremadamente difícil, esforzándose en servir al
    rey y al país. Fiel a sus principios se
    empeñó en promover la justicia e impedir el
    influjo nocivo de quien buscaba los propios intereses en
    detrimento de los débiles. En 1532, no queriendo dar su
    apoyo al proyecto de
    Enrique VIII que quería asumir el control
    sobre la Iglesia en Inglaterra, presentó su
    dimisión. Se retiró de la vida pública
    aceptando sufrir con su familia la pobreza y el abandono de
    muchos que, en la prueba, se mostraron falsos amigos.
    Constatada su gran firmeza en rechazar cualquier compromiso
    contra su propia conciencia, el Rey, en 1534, lo hizo
    encarcelar en la Torre de Londres dónde fue sometido a
    diversas formas de presión psicológica.
    Tomás Moro no se dejó vencer y rechazó
    prestar el juramento que se le pedía, porque ello
    hubiera supuesto la aceptación de una situación
    política y eclesiástica que preparaba el terreno
    a un despotismo sin control. Durante el proceso al
    que fue sometido, pronunció una apasionada
    apología de las propias convicciones sobre la
    indisolubilidad del matrimonio, el respeto del patrimonio
    jurídico inspirado en los valores
    cristianos y la libertad de la Iglesia ante el Estado.
    Condenado por el tribunal, fue decapitado. Con el paso de los
    siglos se atenuó la discriminación respecto a la Iglesia. En
    1850 fue restablecida en Inglaterra la jerarquía
    católica. Así fue posible iniciar las causas de
    canonización de numerosos mártires. Tomás
    Moro, junto con otros 53 mártires, entre ellos el obispo
    Juan Fisher, fue beatificado por el Papa León XIII en
    1886. Junto con el mismo obispo, fue canonizado después
    por Pío XI en 1935, con ocasión del IV centenario
    de su martirio.
  6. Son muchas las razones a favor de la
    proclamación de santo Tomás Moro como patrono de
    los gobernantes y de los políticos. Entre éstas,
    la necesidad que siente el mundo político y
    administrativo de modelos
    creíbles, que muestren el camino de la verdad en un
    momento histórico en el que se multiplican arduos
    desafíos y graves responsabilidades. En efecto,
    fenómenos económicos muy innovadores están
    hoy modificando las estructuras
    sociales. Por otra parte, las conquistas científicas en
    el sector de las biotecnologías agudizan la exigencia de
    defender la vida humana en todas sus expresiones, mientras las
    promesas de una nueva sociedad, propuestas con buenos
    resultados a una opinión
    pública desorientada, exigen con urgencia opciones
    políticas claras en favor de la familia, de los
    jóvenes, de los ancianos y de los marginados. En este
    contexto es útil volver al ejemplo de santo Tomás
    Moro que se distinguió por la constante fidelidad a las
    autoridades y a las instituciones legítimas,
    precisamente porque en las mismas quería servir no al
    poder, sino al supremo ideal de la justicia. Su vida nos
    enseña que el gobierno es, antes que nada, ejercicio de
    virtudes. Convencido de este riguroso imperativo moral, el
    estadista inglés puso su actividad pública
    al servicio de la persona, especialmente si era débil o
    pobre; gestionó las controversias sociales con exquisito
    sentido de equidad; tuteló la familia y la
    defendió con gran empeño; promovió la
    educación integral de la juventud. El
    profundo desprendimiento de honores y riquezas, la humildad
    serena y jovial, el equilibrado conocimiento de la naturaleza
    humana y de la vanidad del éxito, así como la seguridad de
    juicio basada en la fe, le dieron aquella confiada fortaleza
    interior que lo sostuvo en las adversidades y frente a la
    muerte. Su santidad, que brilló en el martirio, se
    forjó a través de toda una vida entera de trabajo
    y de entrega a Dios y al prójimo. Refiriéndome a
    semejantes ejemplos de armonía entre la fe y las obras,
    en la Exhortación apostólica postsinodal
    "Christifideles laici" escribí "que la unidad de vida de
    los fieles laicos tiene una gran importancia. Ellos, en efecto,
    deben santificarse en la vida profesional ordinaria. Por tanto,
    para que puedan responder a su vocación, los fieles
    laicos deben considerar las actividades de la vida cotidiana
    como ocasión de unión con Dios y de cumplimiento
    de su voluntad, así como también de servicio a
    los demás hombres" (n. 17). Esta armonía entre lo
    natural y lo sobrenatural es tal vez el elemento que mejor
    define la
    personalidad del gran estadista inglés. Él
    vivió su intensa vida pública con sencilla
    humildad, caracterizada por el célebre "buen humor",
    incluso ante la muerte. Éste es el horizonte a donde le
    llevó su pasión por la verdad. El hombre no se
    puede separar de Dios, ni la política de la moral.
    Ésta es la luz que
    iluminó su conciencia. Como ya tuve ocasión de
    decir, "el hombre es criatura de Dios, y por esto los derechos
    humanos tienen su origen en Él, se basan en el
    designio de la creación y se enmarcan en el plan de la
    Redención. Podría decirse, con expresión
    atrevida, que los derechos del hombre son
    también derechos de Dios" (Discurso
    7.4.1998, 3). Y fue precisamente en la defensa de los derechos
    de la conciencia donde el ejemplo de Tomás Moro
    brilló con intensa luz. Se puede decir que él
    vivió de modo singular el valor de una conciencia moral
    que es "testimonio de Dios mismo, cuya voz y cuyo juicio
    penetran la intimidad del hombre hasta las raíces de su
    alma". (Enc. "Veritatis splendor", 58). Aunque, por lo que se
    refiere a su acción contra los herejes, sufrió
    los límites
    de la cultura de su tiempo. El Concilio Ecuménico
    Vaticano II, en la Constitución "Gaudium et spes",
    señala cómo en el mundo contemporáneo
    está creciendo "la conciencia de la excelsa dignidad que
    corresponde a la persona humana, ya que está por encima
    de todas las cosas, y sus derechos y deberes son universales e
    inviolables" (n.26). La historia de santo
    Tomás Moro ilustra con claridad una verdad fundamental
    de la ética
    política. En efecto, la defensa de la libertad de la
    Iglesia frente a indebidas injerencias del Estado es, al mismo
    tiempo, defensa, en nombre de la primacía de la
    conciencia, de la libertad de la persona frente al poder
    político. En esto reside el principio fundamental de
    todo orden civil de acuerdo con la naturaleza del
    hombre.
  7. Confío, por tanto, que la elevación
    de la eximia figura de santo Tomás Moro como patrono de
    los gobernantes y de los políticos ayude al bien de la
    sociedad. Ésta es, además, una iniciativa en
    plena sintonía con el espíritu del Gran Jubileo
    que nos introduce en el tercer milenio cristiano. Por tanto,
    después de una madura consideración, acogiendo
    complacido las peticiones recibidas, constituyo y declaro
    patrono de los gobernantes y de los políticos a Santo
    Tomás Moro, concediendo que le vengan otorgados todos
    los honores y privilegios litúrgicos que corresponden,
    según el derecho, a los patronos de categorías de
    personas. Sea bendito y glorificado Jesucristo, Redentor del
    hombre, ayer, hoy y siempre. Roma, junto a
    San Pedro, el día 31 de octubre de 2000, vigésimo
    tercero de mi Pontificado. IOANNES PAULUS PP.II

CONCLUSIÓN

Como podemos observar, el Humanismo es
el núcleo ideológico del renacimiento y lo
podemos definir como una nueva cultura, surgiendo este, en el
siglo XV.

Esto fue posible, gracias a hombres con una
visión muy clara, que hicieron de sus ideales
éticos, la base fundamental de sus vidas.

Ellos dejan ver a través de sus actos, su
preocupación por la familia y la sociedad misma, no
importando su posición social, ya que la historia nos
muestra el
triste fin que tuvieron, en manos del poder político y
religioso que no pudo doblegar sus ideales y principios, siendo
uno ajusticiado por el monarca y el otro perseguido por la
Iglesia.

Como podemos ver, Tomas Moro, hombre de familia y con
claras ideas Políticas enfrentó el poder de la
Monarquía absolutista inglesa que imperaba
en ese momento y no dudó en poner en juego su vida,
por sus principios éticos y su fe cristiana.
Demostrándonos, no solo su valentía como hombre,
sino la inquebrantable fe en sus principios.

Así también, Tomas Moro, firmemente
apoyado en sus ideales, no dudó en enfrentar, abiertamente
y colocando su propia vida en riesgo, a la
Iglesia misma. La que corrompida por el poder y los hombres, y
apoyándose en su arma más temida, la
inquisición misma, utilizó la fuerza y la
barbarie para acallar cualquier voz que se levantara en su
contra.

Demostrando su profunda convicción ética y
religiosa, más allá de las presiones o amenazas y
nunca claudico, nos dejo sus enseñanzas. Podemos servirnos
de éstas, como ejemplo, para forjar una personalidad
cuyos valores y principios éticos y políticos,
puedan redundar en beneficio de la sociedad en la que nos toca
vivir.

No debemos olvidar, que el humanismo renacentista
está centrado en el hombre
(antropocéntrico), teniendo como finalidad al
hombre (antropotélico), siendo los puntos
más importantes que desarrolla esta nueva cultura, el
hombre y su libertad, la relación del individuo con
Dios, con el mundo y con la naturaleza.

Así, el renacimiento
se va a destacar por la libre interpretación de la Biblia, ilustrando con
claridad, una verdad fundamental de la ética
política y de la libertad de la persona frente al poder
político.

FUENTES CONSULTADAS

  1. Moro, Tomás: "Utopía" –
    Hyspanoamérica Ediciones Argentina S.A.- España –
    1984.-
  2. Roucek, Joseph. S.: Antología del Pensamiento
    Político – Editorial Freterna.-
  3. Diccionario de la Lengua
    Española – Océano – México – 1990.-
  4. Biblioteca de la Santa Sede – Vía Internet.-
  5. Diccionario Consultor Político.- Librograf
    Editora S.R.L. Argentina – 1992.-
  6. Biblioteca del Vaticano: Carta Apostólica en
    forma de mutuo propio, para la proclamación de Santo
    Tomás Moro como Patrono de los Gobernantes y los
    Políticos – Vía Internet.-

    Editorial Cumbre S.A. – México –
    1980.-

  7. Pirenne, Jacques: "Historia
    Universal" – Tomo II – Siglos VII al XVI –
  8. Diccionario de Ciencias
    jurídicas, Políticas, Sociales y de Economía.- Ed.
    Universidad
    – 1996.-

 

 

 

Autor:

Eduardo Luís Haiek®

* CIENCIA
POLÍTICA * UNLaR

LA RIOJA * ARGENTINA

 

Partes: 1, 2
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