- ¿Cómo se trasmite
esta sabiduría? - ¿Cuáles son hoy
las fuentes de los jóvenes? - Todo depende de que los
movimientos indios cumplan su papel - El
Proyecto Guaicaipuro al Panteón
nacional - ¿Qué
pasa con la espiritualidad indígena en la era de la
globalización? - Anexo
Cada pueblo indígena durante miles de años
genera un sistema de
conocimientos. Dentro de ese sistema, su espina dorsal
está conformada por una espiritualidad, ligada a una
visión del mundo que responde a eso de
¿Quién soy? ¿De dónde vengo?
¿A dónde voy?. Eso es común a todos los
pueblos del planeta. Pero en el mundo indígena estas
mismas preguntas parecieran formularse de una manera distinta:
¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos?
¿A dónde vamos? ¿Quiénes somos los
wayuu, los warao o los jivi?.
La respuesta de cada pueblo a cada una de estas
preguntas resuelve el problema de los orígenes y desarrollo de
cada pueblo. La sabiduría india responde
en términos colectivos, pero también en
términos cósmicos, de Alianza con la Madre Tierra. Es una
vivencia cósmica, un vivir con el cosmos, con los
elementos naturales y con todos los seres vivos. Es una vivencia
íntima y al mismo tiempo
compartida con todo el grupo: no
tiene el mismo sentido estos mitos,
leyendas,
cantos, o danzas cuando son relatados por el misionero, el
antropólogo occidental o cualquier otro especialista, que
cuando es relatado por quienes comparten esas vivencias desde su
misma cultura.
Cuando se atraviesa la óptica
de otra cultura para el relato o la interpretación y sobre todo, cuando es
llevado a otra lengua, pierde
un poco su sentido como conocimiento
directo y como parte de lo que se narra o relata. Se puede llegar
a aproximaciones, siempre válidas en algún sentido,
pero nunca es lo mismo.
Veamos por ejemplo: Para el Occidente, cultura es lo que
se opone a la naturaleza. En
cambio para el
mundo indígena, cultura es un modo de vivir, de pensar y
de sentir, que no interrumpe las leyes de la
naturaleza. Es una alianza con la naturaleza la que va a
permitirle su modo de vida, sin hacerle cambios profundos en su
interior, sin alterar en lo fundamental los ecosistemas.
Por eso, cada cultura, calcula la ración de pesca, de
cacería o de agricultura en
un mismo lugar para no interrumpir su ciclo reproductivo. Y esta
es la dirección correcta que toma siempre la
sabiduría indígena: vivir sin atentar contra la
continuidad de la vida.
Por eso sus modelos de
conocimiento no introducen cambios profundos en el vientre de la
Madre Naturaleza. Muchas de las prohibiciones en la
cacería –por ejemplo- tienen que ver con una
ética
de la vida, para no agotar la especie y para contar siempre con
alimentos
disponibles. Entonces aquí, el exceso, sería la
infracción. La sabiduría está así
ligada a una espiritualidad, pero también a una ciencia y
tecnología, arte y por
supuesto, a un modelo de
desarrollo
sustentable en sus fundamentos. De esta forma, cada pueblo
tiene un conocimiento común, empírico y
conocimientos especializados en distintas áreas del
quehacer colectivo, indesligables de todo su universo
cultural.
¿CÓMO SE TRASMITE ESTA
SABIDURÍA?
Por vía oral, de generación en
generación. Por ancianos y ancianas, según los
casos que son los depositarios de un conocimiento público,
abierto a la comunidad y a la
vida ordinaria. Y un conocimiento especializado, sagrado, que se
trasmite de acuerdo a una rigurosa selección
humana según cada cultura y sin negar la igualdad de
oportunidades.
Cada pueblo tiene un sentido del nacimiento, de la
enfermedad y de la salud, de la vida y de
la muerte. Por
vía del sabio, shamán o piache se manifiesta lo
más trascendente de la cultura. Vale decir una
filosofía de vida y ésta es plenamente vivida.
Iniciarse en la sabiduría es un reto, un riesgo, pero
también un honor, según cada cultura.
Los jóvenes iniciados (hombres o mujeres,
según el caso) son la garantía para darle
continuidad al conocimiento, a la trasmisión de la cultura
propia. Si en la juventud
indígena no hay prioridad por la sabiduría,
ésta se estancaría, sería expropiada por
investigadores externos y la cultura se iría debilitando
hasta desnaturalizarse y perder sus referencias
específicamente étnicas. No olvidar que la
sabiduría, la espiritualidad, no está desligada de
la
organización social, familiar y comunal, de su
adaptación al medio y de sus formas de desplazamiento
territorial; y así, está ligada a la estructura
íntima del idioma materno, en cuyos fundamentos se
organizan sus brújulas, sus símbolos, sus interpretaciones y su
operatividad en la realidad cotidiana y en los momentos
más extraordinarios en los que sale a flote la lengua
sagrada.
Preservar la espiritualidad es una responsabilidad de la familia
indígena, de la comunidad, de sus ancianos y de sus
jóvenes. De la formación que tengan los
jóvenes dependerá la capacidad de mantener en
secreto lo que hay que mantener en secreto, como parte de la
reserva de la cultura y hacer público lo que haya que
hacer público para fortalecer internamente a la comunidad
y para obtener el respeto de los
pueblos diferentes.
¿CUÁLES SON HOY LAS FUENTES DE LOS
JÓVENES?
Hay varias fuentes de los jóvenes además
de la familia, la
comunidad y los ancianos especialistas. Muchos conocimientos
interrumpidos en la memoria
están hoy en manos de algunos especialistas o están
en bibliotecas y en
archivos.
Esos datos deben
confrontarse con los ancianos para ver su legitimidad, sus
deformaciones. Pero está también el empeño
de los jóvenes en formarse y profundizar sobre su propia
cultura, desde su propia óptica. Observar los cambios en
la comunidad y contribuir a la actualización de la cultura
de acuerdo al momento histórico, sin
desnaturalizarla.
Éste es el nuevo reto planteado a la educación propia.
Esto significa un esfuerzo de investigación–acción
que no debe ser paralela a la educación propia y a
la sabiduría específica de cada pueblo. Ninguna
Universidad,
ningún postgrado o doctorado llega a agotar el
conocimiento de una cultura indígena, ni a superarla
en forma global.
Para los préstamos culturales es necesario que
cada quien esté bien afincado en su cultura, en un idioma,
en su visión del mundo, en el calendario específico
de su pueblo. Ésta es la base y la posibilidad real de un
diálogo
intercultural, de la interculturalidad del conocimiento, de
poder
trasmitir algo real y verdadero, algo sembrado en la cultura de
origen. Lo otro no sería diálogo, sería
sembrar en tierra ajena, sería aceptar la
imposición de la cultura dominante y calcinarnos en el
fogón de la desmemoria para quedarnos luego en el lamento
de las cenizas. Sería seguirnos conformando con dejarnos
arrebatar todo, la tierra, las
riquezas del suelo y del
sub-suelo, el conocimiento y la espiritualidad, lo que equivale a
entregar familia y comunidad, la madre, las mujeres y los
niños,
hasta renunciar al futuro. Caer en el juego de la
desindialización progresiva es condenarse a la mendicidad
y a la exclusión social.
Es una responsabilidad y una obligación con
nuestros pueblos, mantener y seguir desarrollando esos
reservorios de la sabiduría, el intercambio entre los
propios pueblos indígenas para el enriquecimiento mutuo.
No se puede permanecer sólo en la resistencia,
activa o pasiva. Es necesario ocupar el puesto que corresponde en
la Historia de
Venezuela y América. Y distinguir entre aquellos
investigadores que nos retribuyen con su militancia solidaria, de
aquellos que van siempre sólo a investigar para saquear la
sabiduría, mutilarla y empobrecerla al distorsionarla y
usarla contra los propios pueblos que le brindan
hospitalidad.
TODO
DEPENDE DE QUE LOS MOVIMIENTOS INDIOS CUMPLAN SU
PAPEL
Aparte de otros factores, es indispensable que los
movimientos indios cumplan con su papel histórico, sobre
todo en lo relativo al rescate de la formación en la
educación propia, punto de partida de la educación
intercultural bilingüe, priorizando la lengua y la cultura
materna, la lengua y la espiritualidad sobre la lengua, cultura y
espiritualidad dominante.
Resulta asombroso que se quiera asumir un papel
protagónico y no se le dé ninguna importancia a la
espiritualidad indígena como brújula
prioritaria, e imprescindible en la lucha por la
liberación. Afortunadamente, hoy existe un cierto
despertar en la juventud india y un acercamiento propiciatorio
del diálogo con los ancianos y con todo el saber ancestral
desde la perspectiva del presente y del futuro más
inmediato.
Vamos a decirlo en los términos en que pueda
entenderlo la cultura dominante: Una cultura sin su
espiritualidad es una osamenta sin alma. No
olvidemos que la espiritualidad indígena está
encarnada en la vida. No es una sombra pasmosa que oculta su
realidad interna. La espiritualidad penetra todos los poros de la
vida social y familiar, contribuye a estructurar y a explicar su
orden interno y su relación con todo lo
viviente.
La espiritualidad indígena, como operador
atraviesa toda la cultura. De allí que quien sostenga
que la espiritualidad no es vital, y necesaria y de
fortalecimiento prioritario, nada sabe de cómo funciona
internamente un pueblo y una comunidad indígena.
Así esta afirmación venga de extraños o de
indígenas aculturados. Y esta espiritualidad
indígena está referida, primero, a cada pueblo
indígena del país; y en segundo lugar, a la
espiritualidad indígena que ha sido oprimida en la cultura
nacional de Venezuela y
cuya figura histórica más relevante es el Cacique
Guaicaipuro, encarnado también en la identidad
indígena del pueblo criollo y muy particularmente del
pueblo del más marginado y oprimido.
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