El trastorno afectivo ? conductual: consideraciones generales para su interpretación
- ¿Qué
consideraciones existen acerca de la definición de
trastornos de la conducta? - Estructura del
defecto. Elementos caracterizadores del niño con
trastornos afectivo – conductuales
Las relaciones sociales son importantes en todas las
etapas del desarrollo y
en los primeros años se tornan esenciales,
convirtiéndose en el medio natural donde se realizan los
aprendizajes.
El niño(a), desde que nace, está inmerso
en un medio social, que en primera instancia está
conformado por la familia, y
es suministrador de experiencias que constituyen su fuente
principal de vida. La escuela es el
contexto en que se produce la interacción del niño con sus
coetáneos y otros adultos, fuera del contexto
familiar.
La educación escolar ha
sido concebida para dar a los alumnos oportunidades de desarrollo
y crecimiento, atendiendo a todas y cada una de sus
potencialidades, asumiendo que el niño es un ser global y
complejo, una persona en
continuo crecimiento.
El niño cuando llega a la institución
escolar, aun si lo hace en sus primeros meses de vida, no es un
recipiente vacío, alberga una serie de experiencias,
vivencias y características psicobiológicas
específicas que condicionarán su adaptación
al contexto escolar. Cada uno ha tenido experiencias diferentes,
son personas únicas que, aunque poseen atributos que los
asemejan a sus iguales, también poseen otros que los
diferencian.
Precisamente, en la mayoría de los casos, es la
etapa escolar la que permite identificar determinadas
dificultades en el desarrollo y con la realización del
diagnóstico psicopedagógico,
detectar la presencia de un niño(a) con necesidades
educativas especiales.
Los trastornos afectivo-conductuales constituyen un tipo
de necesidad educativa especial, que se manifiesta como resultado
de una compleja desviación de la
personalidad que entorpece el desarrollo armónico e
integral de la persona.
Los educandos que conforman esta categoría tienen
características muy heterogéneas, pueden manifestar
desde conductas de agresión, impulsividad, ansiedad
extrema, hasta reacciones de retraimiento y timidez. Presentan
emociones
fluctuantes y motivaciones inadecuadas como resultado del
proceso de
interacción con el medio infraestimulante donde se
desarrollan.
Existen diferentes criterios acerca del origen y
desarrollo de un trastorno de la conducta humana.
A lo largo de la historia se han conocido
teorías
diversas que tratan de explicar lo que sucede.
A continuación, abordaremos tres de las
más conocidas en el estudio de esta entidad.
- Las teorías genético-hereditarias, que
propugnan la prevalencia de factores constitucionales y
genéticos. - Teorías psicológicas, que consideran el
desarrollo de la personalidad. - Teorías sociológicas, para las cuales
es fundamental la situación o ambiente en
que se desenvuelve la conducta
humana (Betancourt, 2001).
Las teorías genético-hereditarias enfocan
su explicación desde una perspectiva biológica,
relacionando la aparición del trastorno conductual a
factores constitucionales o a accidentes que
afectan el sistema nervioso
central, ya sean infecciones, traumatismos, u
otros.
Se puede encontrar la explicación a partir de la
existencia de factores neurológicos que están en la
base de los procesos de
excitación o inhibición, que al observarlos en la
interrelación con estímulos del medio, se produce
un funcionamiento defectuoso de los procesos de la actividad
nerviosa superior, que da como resultado una conducta inadecuada
ante los estímulos.
En otras teorías se refuerza la idea de que los
niños y
adolescentes
que tienen trastornos de conducta, parecen tener afectado el
lóbulo frontal del cerebro, lo cual
interfiere con su capacidad de planificar, evitar los riesgos y
aprender de sus experiencias negativas (Universidad de
Virginia, 2005).
Esta teoría
se relaciona con el concepto de
"daño
cerebral mínimo" estudiado por Alfred Strauss en 1955
(Newcomer, Phylips. 1987 en Betancourt, Juana. 2001) y que se ha
utilizado igualmente para explicar problemas de
aprendizaje y
de adaptación al medio.
En sentido general estas teorías
genético-hereditarias, al asociar el origen del trastorno
a causas biológicas (con y sin lesión
orgánica demostrada), establecen una posición
pesimista y conservadora sobre las posibilidades de
rehabilitación del sujeto y un modelo de
intervención basado fundamentalmente en el uso de
psicofármacos, quedando relegada a un segundo plano, la
atención integral de la
personalidad.
Desde el punto de vista psicológico, las
teorías conductistas son las que más
repercusión han tenido al explicar las
características del escolar difícil y sus
consecuencias en la educación. En este
sentido, los conductistas plantean que los trastornos de la
conducta revelan dificultades en el aprendizaje de
conductas adaptativas, resultado de exposición
a condiciones ambientales difíciles, generadoras de
tensión. Hablan de un aprendizaje de conductas mal
adaptadas.
En su teoría existe una tendencia a condicionar
el comportamiento
como respuesta a estímulos específicos sin analizar
los motivos de las acciones, ni
tener en cuenta el carácter activo del sujeto en su propio
proceso de transformación o cambio
conductual. Al concentrar su atención en la conducta
externa del sujeto, no profundizan en otros aspectos importantes
de la personalidad del sujeto, como lo son las vivencias, los
sentimientos y las emociones.
Sin embargo, esta teoría ha permitido comprender
que la dificultad que genera este tipo de trastorno, no es una
enfermedad o incapacidad, sino que se produce de forma eventual
ante situaciones inadecuadas de interacción entre el
sujeto y el medio que le rodea. Las conductas desajustadas pueden
ser corregidas a partir del trabajo
conciente con las consecuencias de las acciones y esto posibilita
su atención desde el ámbito educativo escolar,
donde los maestros, pueden realizar una labor correctiva con el
niño y a la vez, de orientación a los
padres.
Como parte de la evolución del enfoque conductual, se
desarrollan las teorías cognitivo conductuales, que asumen
la conducta humana como resultado del proceso de
maduración del sujeto, la experiencia como
interacción con el mundo físico, la
transmisión social producto de la
crianza y la educación y el equilibrio,
como principio supremo del desarrollo mental (Pupo,
2006).
Desde esta teoría, la escuela constituye un
motor impulsor de
estímulos para provocar el desarrollo del sujeto, tomando
como base el desarrollo natural de sus estructuras
cognitivas (Piaget, 1966).
Precisamente, este ha sido un aspecto de la teoría muy
criticado, sobre todo por Vigotsky, pues
considera una perspectiva limitada del desarrollo del sujeto
restringiéndolo a su condicionamiento natural, sin darle
la importancia debida a las relaciones sociales, en el proceso de
formación y desarrollo de las funciones
psicológicas de la personalidad.
En la actualidad, la utilización de este enfoque
en los escolares con trastornos afectivo-conductuales, se dirige
a incrementar la capacidad de adquirir y organizar el
conocimiento, la información y la solución de
problemas y a enseñar la utilización del lenguaje para
pensar y actuar de manera efectiva, para que propicie mejores
interacciones sociales (Pérez F. M. en Pupo,
2006).
Se encuentran también, teorías humanistas
que aunque menos utilizadas para el proceso de
modificación de la conducta, tienen una
significación importante en la comprensión del
hombre y su
capacidad interior, para avanzar en un sentido positivo, como
agente transformador de su propio desarrollo (González,
1994).
Desde este enfoque se considera la personalidad como
singular e irrepetible y esto revela la necesidad de estudiarla
como una unidad. Debido a esto la personalidad es portadora de
fuerzas dirigidas al mantenimiento
y/o recuperación y desarrollo de su salud psíquica:
fuerzas de autorrealización y la enfermedad aparece,
cuando estas fuerzas interiores se bloquean (Rogers, Maslow,
Allport en González, 1994).
Esta comprensión, unida a la afirmación de
que esas fuerzas pueden ser liberadas y encausadas positivamente
para proporcionar bienestar y salud psíquica, puede ser
empleada para entender las causas multifactoriales de los TAC y
hacer las interpretaciones pertinentes, desde un enfoque
histórico cultural. También es importante, las
contribuciones de Rogers en torno al
compromiso que debe existir en el terapeuta para propiciar el
cambio en el sujeto y la teoría del funcionamiento pleno
de la persona, que implica una consideración positiva de
sí misma y la tendencia innata a realizar las
potencialidades, para lograr un funcionamiento óptimo de
la personalidad (Rogers en González, 1994).
Por otra parte, las teorías
sociológicas consideran que el trastorno de la
conducta es resultado de la interacción social del sujeto
en el medio que se desarrolla y por consiguiente, minimiza el
papel individual del sujeto y sus características
personales, para privilegiar la incidencia social
infraestimulante, como factor desencadenante del desorden
comportamental.
Aunque en la actualidad, pueden encontrarse criterios
que apuntan hacia una de estas teorías para explicar la
etiología del trastorno conductual, existe una tendencia
más general, que interpreta el fenómeno como la
consecuencia de causas multifactoriales, donde converge lo
biológico, lo psicológico y lo social matizando una
personalidad que refleja los problemas educativos, de convivencia
y relación que presenta.
En nuestro país diferentes investigadores,
basados en la comprensión dialéctica
materialista del mundo y la concepción
histórico-cultural del desarrollo
humano, han estudiado el fenómeno y consideran la
relación dialéctica que se establece entre factores
biológicos, psicológicos y sociales (Vega, R. 1983;
Ortega, L.1988; Arias, G. 1998; Betancourt, J. 2001; Fontes, O.
2002; Pupo, 2006).
En este sentido, Arias considera que la verdadera causa
de la aparición de un trastorno de la conducta está
en la interacción que se ocasiona entre estos factores y
el efecto que esa interacción produce en las estructuras
psicológicas. A esta compleja interacción es a lo
que se denomina la dinámica causal de estos trastornos,
destacándose el carácter personalizado con el que
se produce esta desviación en el desarrollo.
G. Arias insiste en la necesidad de comprender el
significado del medio social en la configuración de la
personalidad, y analiza la importancia que para ello tiene romper
la representación de lo social como externo y lo subjetivo
como interno, en tanto lo primero esta contenido en la
subjetividad, única realidad en que se expresa su síntesis
histórica personalizada, y lo segundo define los aspectos
y relaciones de lo social en su sentido psicológico para
el hombre
(Arias, 1998).
El análisis realizado por Arias es sumamente
esclarecedor y permite comprender que el conjunto de condiciones
desfavorables que actúan sistemáticamente sobre el
niño(a), va configurando su sistema de
vivencias, emociones, sentimientos, voluntad y otras formaciones
psicológicas que caracterizan y explican la
dinámica peculiar del sujeto. Estas vivencias negativas
configuran la personalidad y determinan las manifestaciones de la
esfera emocional volitiva, que en cada sujeto aparecen de forma
particular, diversa y compleja, aunque se pueden manifestar
características comunes que se van a integrar y configurar
en forma diferente, según las particularidades de cada
sujeto.
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