Resumen:
Existen ciertas inseguridades en la aplicación de
algunas normas de
acentuación de la RAE, especialmente en el caso del uso de
la llamada tilde diacrítica y en el de las normas
especiales de acentuación de agudas y llanas que terminan
en dos consonantes. En el trabajo se
exponen estas inseguridades y se proponen variantes de
solución correspondientes.
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INSEGURIDADES EN LAS NORMAS DE
ACENTUACIÓN DE LA RAE
(Algunas observaciones sobre inseguridades de
la RAE en la aplicación de las normas de
acentuación ortográfica española a la
luz de los
preceptos de la propia Academia)
Ciertos criterios normativos que están vigentes en la
Ortografía de la Lengua
Española de la RAE adolecen de algunas inseguridades.
Este aserto es válido para un grupo de
palabras comprendidas en los temas siguientes:
- Tilde diacrítica
- Palabras agudas y llanas terminadas en dos consonantes
- Neologismos con características no previstas
TILDE
DIACRÍTICA
La tilde diacrítica no debería de
existir, sino solo la aplicación de reglas
sistemáticas de acentuación; el deslinde que
pretende establecer la tilde diacrítica, en algunos casos,
se vuelve contra ella: porque no es
sistemático.
La lengua castellana ha sobrevivido y sobrevive con la
presencia de homónimos (y con ella, seguramente, todas las
demás lenguas que
han existido, existen o surjan); de modo que buscar una
vía para distinguirlos es de una suspicacia algo
puntillosa. Con todo y eso, hay que reconocer que la RAE no es
consecuente en este aspecto. Expliquémonos.
Los preceptos establecidos nos indican que:
La tilde diacrítica es aquella que permite distinguir,
por lo general, palabras pertenecientes a diferentes
categorías gramaticales, que tienen, sin embargo,
idéntica forma.
Por lo general se coloca la tilde, dentro del par (o
trío) de homónimos, sobre aquel de ellos que sea
tónico; ejemplo de ello es el par él
(pronombre personal) –
el (artículo determinado masculino). Pero es el
caso que nuestro idioma está lleno de homónimos
indistintos pertenecientes a categorías gramaticales
diferentes con los que sus hablantes y, sobre todo,
escribientes lidiamos perfectamente bien; anotemos a modo
de ilustración algunos ejemplos de variada
naturaleza.
Véase primero un grupo de palabras bisílabas, todas
ellas en el caso de los pares solo (adjetivo) –
sólo (adverbio) o aquel (demostrativo en
función
adjetiva) – aquél (demostrativo en
función pronominal):
- Vino: por una parte, forma del verbo venir y,
por otra parte, el sustantivo que denomina la bebida
alcohólica (ambos tónicos). - Para: por un lado, forma del verbo parar
(tónico) y, por el otro, la preposición
(átona). - Este: uno, el punto cardinal (tónico) y otro
el demostrativo (átono en función adjetiva y
tónico en la pronominal). Ya sabemos que se incentiva la
no colocación de la tilde para la distinción de
los demostrativos, salvo casos de anfibología; sin
embargo (para cumplir con el criterio sistemático que
pide una gramática), debería exigirse la
tilde diacrítica en este cuando se refiera al
punto cardinal. - Como: por una parte, forma del verbo comer
(tónico), la conjunción y el relativo
(átonos); el interrogativo-exclamativo siempre lleva,
por norma, la tilde diacrítica.
También hay casos semejantes en palabras
monosilábicas (del tipo él –
el, sé – se, etc.):
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