Marie-Joseph Sue, mas conocido como Eugene. nació
en Paris en 1804. En 1831 publica su primera novela,
Atar-Gull, de ambiente
marinero; le suceden La Salamandra (1832) y
Mathilde (1841), entre otras. Pero fue la novela por
entregas la que engrosó su fortuna ya considerable; Los
misterios de Paris, publicada durante 1842, y EI
judío errante, que apareció entre los
años 1844 y 1845, lo enriquecieron y cimentaron su fama
como autor de folletines.
El otro escritor consagrado, Alejandro Dumas,
nació en Villers-Cotterets en el año 1802. EI autor
de Los Tres Mosqueteros y EI Conde de Montecristo
fue el folletinista mejor pagado. No trabajó solo;
estudios estadísticos han demostrado que contaba con cerca
de setenta y tres empleados que firmaban con su nombre las obras
que debía entregar, dia a dia.
Las letras inglesas tambien tuvieron un famoso cultor
del folletin: Charles Dickens. La novela por entregas fue la
forma elegida por el escritor nacido en 1802 para presentar un
ambiente lúgubre en el que la niñez sufre maltratos
y necesidades. A partir de las Memorias del Club Pickwick,
publica todas sus obras por entregas, ya que "este estilo se
adaptaba a su manera de escribir: sin rigurosa estructura
narrativa, con escenas dramaticas fácilmente recordables y
llena de digresiones desordenadas".
Manifestaciones argentinas del
género
El folletín, que tuvo su apogeo a mediados del
siglo XIX, llegó a nuestro continente, donde
cautivó a miles de lectores ansiosos de vivir aventuras.
AI respecto. debemos recordar la aclaración que hacen Wolf
y Saccomano: aunque aparecieron en diarios y semanarios, y
presentaban las características de sus antecedentes
europeos, no eran aún una literatura de masas ni de
escritores que pensaran en vivir de sus ingresos como
periodistas.
Entre los primeros, mencionan EI Capitan de
Patricios, de Juan Maria Gutierrez; Soledad, de
Bartolome Mitre, y Juan Moreira, del principal
folletinista argentino, Eduardo Gutierrez.
Curzio Malaparte: Italia en
guerra
Curzio Malaparte, cuyo verdadero nombre era Kurt Erich
Suckert, nació en Prato en 1898; falleció en Roma
en 1957. Fue voluntario durante la Primera Guerra Mundial y luego
se destacó en el periodismo, fundando el periodico
fascista La conquista dello stato y dirigiendo el prestigioso
diario turines La stampa en los años 1929 y 1931. Fue
tambien codirector de Fiera letteraria.
Un biografo afirma que "en 1931, despues de un largo
viaje por Europa, Africa y Asia,
abandonó definitivamente el fascismo para
vivir con mas independencia
ideologica". Su actividad literaria se inicia con la publicacion
de la novela Aventure di un capitano di sventura (1927) y del
libelo Don Camaleon (1928), obras que consolidaron su prestigio
como escritor, a criterio de este biografo.
Las noticias sobre
su vida nos dicen que fue arrestado tras haber publicado en Paris
Tecnica del golpe de estado
(1931), y debió permanecer durante algún tiempo
confinado en las Islas Lipari. Cumplida su condena, se establecio
en Roma, donde fue enviado especial del Corriere delIa sera y
fundador, en 1939, del periodico de oposicion Prospettive. En
1941 actuó como corresponsal de guerra en el frente aleman
contra Rusia, "Y a
esta epoca pertenecen sus mejores obras, entre ellas Kaputt
(1945) y La pelle (1949), que han que dado como testimonios
decisivos de la tragedia de los años 1939-1945". Nos
referiremos a la ultima de estas obras.
EI testigo
Malaparte se presenta como protagonista en La piel. Junto a
él caminaremos por las calles de Napoles, conoceremos sus
miserias y los actos aberrantes que el escritor explica en
dialogo con
extranjeros, recordaremos el pasado y sabremos acerca de su
producción literaria. Una contraposicion nos da la idea de
la situacion por la que atravesaba Italia en ese momento. "Jack y
yo -recuerda- nos encontrabamos limpios, lavados y bien nutridos,
en medio de aquella muchedumbre de napolitanos escuálidos,
sucios, hambrientos y vestidos de harapos".
Malaparte dice conocer la razon que ha llevado a Europa
al estado en que
se encuentra en el momento en que sucede la accion. El escritor
afirma que no han sido el hambre, los bombardeos, los
fusilamientos, las matanzas, la angustia, el terror, los campos
de concentración, los que han llevado a los europeos a
cometer vilezas. Sostiene que el motivo es otro: es la piel,
"nuestra piel, esta maldita piel. No puede usted imaginarse
siquiera de cuantas cosas es capaz un hombre, de qué
heroismos y de que infamias, para salvar la piel. (…) Un dia se
sufria hambre, tortura, sufrimiento, los dolores mas terribles,
se mataba y se moria, se sufria y se hacia sufrir, para salvar el
alma, para salvar el alma propia y las de los demas. Para salvar
el alma se era capaz de todas las grandezas y de todas las
infamias. No solamente la propia, sino las de los demas. Hoy se
sufre y se hace sufrir, se mata y se muere, se realizan cosas
maravillosas y cosas horrendas, no ya para salvar la propia alma
sino para salvar la propia piel. Se cree luchar y sufrir por la
propia alma, pero, en realidad, se lucha y se sufre por la piel,
por la propia piel tan sólo. Todo lo demas no cuenta. Hoy
se es heroe por una cosa bien pequeña".
En estas circunstancias, uno de los personajes le
pregunta al escritor porqué no se embarca con el hacia
America. Malaparte le contesta que no puede abandonar a sus
muertos, pues ellos "no pueden pagarse un billete para America,
son demasiado pobres. No sabran jamas lo que es la riqueza, la
felicidad, la libertad. Han vivido siempre en la esclavitud; han
sufrido siempre el hambre y el miedo. lncluso muertos seran
siempre esclavos, sufriran hambre y miedo. Es su destino; Jimmy.
Si supieses que Cristo yace entre ellos -agrega-, entre estos
pobres muertos, ¿lo abandonarias?".
La Piel fue llevada a la pantalla grande; el film se vio
en la Argentina. Quienes lean este libro accederan a una vision
de la contienda emanada de un espiritu, que desde su personal
posicion, refleja momentos tragicos con indudable
talento.
Fernando Pessoa, poeta de lo
efímero
En el año 1888 nacía en Portugal Fernando
Pessoa, considerado por Roman Jakobson uno de los "grandes
artistas mundiales nacidos durante los años ochenta".
Pasó su adolescencia
en Durban, Africa del Sur, donde escribió sus primeros
poemas. Estas obras -señala Rodolfo Alonso- están
redactadas en inglés,
idioma que utilizaría durante mucho tiempo para la
creación literaria. En Lisboa estudia letras durante un
año, abandonando la carrera para emplearse como
corresponsal extranjero en casas comerciales. De 1918 datan sus
obras Antinous y 35 Sonnets, pero se lo conoce,
fundamentalmente, por Mensagem, poema épico
publicado en 1934, poco tiempo antes de su muerte. Por esa
época, el futurismo ejercía gran influencia en
Europa; Pessoa adhirió al movimiento
publicando el manifiesto titulado "Ultimátum".
Al escribir en portugués, lo hace asumiendo
la
personalidad de cuatro poetas perfectamente diferenciados,
como una forma peculiar de encarar los temas que les es
característica. No son seudónimos, sino que cada
uno de ellos constituye una faceta del creador. Pessoa
consideraba que su obra tenía estructura dramática,
pues los heterónimos eran para él
personalísimas formas de sentir una misma realidad. Ellos
eran Ricardo Reis, Alberto Caeiro, Alvaro de Campos y el propio
Pessoa. Sin embargo, aún en su aparente diversidad, un
tópico aproxima a los personajes: la fugacidad de la vida,
y la consecuente preocupación ante la finitud.
Un tema secular
La inquietud ante el paso del tiempo aparece ya en la
poesìa latina. En su "Oda II, 14", Horacio exclama: "Ay,
Póstumo, Póstumo, fugaces,/ se deslizan los
años y la piedad no concederá/ retardo ni a las
arrugas ni a la vejez
inminente/ ni a la indomable muerte". La labor destructiva del
futuro aparece como un límite ante cuanto el ser humano
puede disfrutar; así lo siente Catulo en su poema V: "Los
soles pueden ponerse y volver, / una vez que se ha puesto la
breve vida,/ una sola noche perpetua hemos de
dormir"*.
Este tópico aparece también en el Siglo de
Oro español; a
la felicidad del presente se contrapone un devenir inexorable,
que destruirá toda la dicha. En el Soneto XXIII de
Garcilaso encontramos la imagen del tiempo
despiadado, cuando el poeta dice a su amada: "Marchitará
la rosa el viento helado,/ todo lo mudará la edad ligera/
por no hacer mudanza en su costumbre".
El tema se evidencia en la obra de Pessoa, quien lo
enfoca desde los múltiples puntos de vista de sus
heterónimos; a través de ellos aborda desde cuatro
ópticas diferentes una misma cuestión, un mismo
planteo existencial.
En uno de sus poemas, traducido por Rodolfo Alonso-
dice: "Amo las rosas del
jardín de Adonis, / esas rápidas amo, Lidia, rosas,
/ que en el día en que nacen, en ese día mueren".
Envidia a las flores su sapiencia, ya que no les preocupa pensar
en su mañana, en su ayer; ésta es, a criterio de
Pessoa, la postura filosófica más sabia. Pero el
mísero mortal no puede acceder a ella.
Aparece en los poemas la preocupación ante el
propio fin. Inmerso en su destino, el hombre capta momentos
fugaces de felicidad, pero la misma se escurre de sus manos. La
condición humana parece estar ligada al mítico
Tántalo, que tiende a alcanzar cuanto desea, pero nunca lo
logra verdaderamente.
Existencia y finitud
Ante esta circunstancia, cabrían dos
alternativas: optar por un consuelo ultraterreno, por la
esperanza en un más allá, o vivir en plenitud los
mínimos instantes que preceden a la muerte. Pessoa se
decide por esta última posibilidad, que también
tiene una larga tradición. En el soneto que mencionamos,
Garcilaso exhorta a su amada: "Coged de vuestra alegre primavera/
el dulce fruto antes de que el tiempo airado/ cubra de nieve la
hermosa cumbre". Estos versos recuerdan el poema de Ronsard que
dice "Cortad hoy las rosas de la vida". Pessoa recurre, al igual
que estos creadores, a la comparación con una rosa, bella
y efímera.
El escritor pide "Coronadme de rosas,/ coronadme en
verdad/ de rosas./ ¡Rosas que se apagan/ en la frente
apagándose/ tan pronto!". La flor aparece como el
símbolo de la felicidad terrena; puede entenderse como una
defensa ante la desventura. Si bien no puede detener el paso del
tiempo, el poeta logrará, circundado de rosas, enfrentarlo
con mayor valor. No se trata de negar el fin, sino de llegar a
él habiendo vivido en plenitud las horas que lo
preceden.
Ante la incertidumbre de cuanto nos aguarda –que
no encuentra, ciertamente, en la poesía
de Pessoa, una respuesta teológica-, recurre a un
tópico literario de antigua y rica tradición; los
latinos lo denominaban carpe diem (atrapa el día) y
era una forma de conjurar el temor ante la inexorable finitud del
hombre. Breve es nuestra existencia, mas hay una forma ideal de
vivirla: disfrutar el momento y no pensar en nada más que
el presente, pues el mañana nos precipitará, cruel,
hacia el fin.
Blas
Cubas, desde el más allá
Dentro de los parametros de la novela biográfica
se desarrolla la accion de Memorias póstumas de Blas
Cubas, obra maestra de Joaquin Maria Machado de Assis,
considerado por la critica el mejor prosista brasileño del
siglo XIX.
Machado de Assis nació en Rio de Janeiro en 1839,
en el seno de una familia de
mulatos de condicion muy humilde; habiendo comenzado a trabajar
como corrector de pruebas, se
destaca por su labor periodistica, en primera instancia, y, mas
tarde, por sus narraciones. Fue tambien poeta, critico y
dramaturgo; a su iniciativa se debe la fundación de la
Academia Brasileña de Letras, en 1896, de la que fue el
primer presidente.
En su trayectoria novelística podemos distinguir
-a criterio de los estudiosos- dos etapas: la primera, en la que
se advierte la influencia del Romanticismo, y
una segunda fase, en la que se propone retratar con realismo la
sociedad en que vive. A esta segunda etapa pertenecen las novelas
de madurez, entre las que se destaca Memorias
postumas de Blas Cubas.
En una original concepcion narrativa, las memorias de
Blas comienzan por el final, es decir, por su vida de ultratumba;
desde allí, el protagonista evoca los momentos capitales
de su existencia terrena. Como biografla de ficción la
caracterizan, segun M. Bajtin, la normalidad y cotidianeidad de
los sucesos que se relatan, ya que "EI argumento de una forma
biográfica, a diferencia de la de vagabundeo y la de
pruebas, no se basa en las desviaciones del curso normal y tipico
de una vida, sino en los momentos típicos y principales de
cualquier vida".
Por otra parte, el tiempo en el que transcurre la
existencia del protagonista ya no será un tiempo ajeno a
la realidad, sino que se atiene a ella y le confiere sentido. Tan
lejos de la mínima importancia del personaje vagabundo
como de la idealizacion heroica que se evidencia en los
protagonistas de las novelas de pruebas, el personaje principal
de este tipo de obras se caracterizará por sus rasgos
positivos y negativos. Esta dualidad, tan cercana a nuestro
propio modo de concebir a nuestros semejantes y a nosotros
mismos, confiere a los seres de ficcion una verosimilitud de la
que carecen los protagonistas de otras narraciones. La novela
biográfica, tal como la conocemos, abarca la vida o gran
parte de la vida de un ser -de ficción o no y la recrea,
tratando de atenerse en lo posible a los hechos y a su
sucesión temporocausal.
EI autor comienza su relato con una dedicatoria en la
que se evidencia su proverbial ironia; destina su obra "Al gusano
que primero ha roido las frias carnes de mi cadáver",
él será, curiosamente. el primer evocado. Lejos de
echar de menos cuanto la muerte le ha arrebatado, BIas manifiesta
sentirse cómodo en su última morada; no es un
"autor" difunto -explicita-, sino un difunto autor, para quien el
sepulcro es una cama mas".
Desde su fosa pasará revista a sus
recuerdos; su infancia, su
relacion con Virgilia, la amistad con Quincas Borba,
motivarán páginas de tono melancólico.
Entrelazadas con las remembranzas irán surgiendo, sutiles,
las críticas a una sociedad superficial y vana. BIas Cubas
ha vivido en su tiempo, ha experimentado alegrias y sufrido
desengaños; al final del camino, un balance clarifica su
situación ante el mundo que dejó; "Sumadas unas
cosas a otras -afirma-, cualquier persona imaginará que no
hubo mengua ni sobra, y, en consecuencia, que salí mano a
mano con la vida. E imaginara mal, porque aI llegar a este otro
lado del misterio, me encontré con un pequeño
saldo, que es la postrer negativa de este capítulo de
negativas: no tuve hijos, no transmití a ninguna criatura
el legado de nuestra miseria.
En estas amargas palabras se encuentra resumida una
postura filosófica; su decepción, disimulada tras
la ironía, debe hacernos reflexionar.
Manuel Bandeira: una estética vital
Manuel Bandeira fue una de las voces más
originales de la moderna literatura brasileña, a la que
aportó su visón escéptica y, al mismo
tiempo, esperanzada. Nacido en 1886 en Recife, Pernambuco, desde
muy joven se vio agobiado por la tisis, que en esos tiempos era
sumamente peligrosa. Por esta razón –comenta
María Julieta Drummond de Andrade- fue internado en el
sanatorio de Clavadel, localidad suiza. No obstante su mal,
vivió una larga vida, plena de acontecimientos en los que
su inteligencia y
su iniciativa desempeñaron un papel
preponderante.
Amigo de escritores de renombre, como Guimaraes Rosa,
llevó una existencia activa, dedicada a la
creación, la docencia en la
Universidad de Brasil y la labor
en la Academia de Letras de su país. Entre sus numerosas
obras recordamos Libertinagem, A cinza das horas y
50 poemas escolhidos pelo autor, publicados –estos
últimos- por el Ministerio de Educación y Cultura
de Río de Janeiro en 1935.
Afirma Rodolfo Alonso: "Decididamente volcado a percibir
y transcribir por pura fluidez, sin proponérselo- las
vivencias y los modismos, la sangre y el
lenguaje de la vida brasileña, su poesía (como la
de todo el mejor modernismo)
supo evadir los riesgos de un
chauvinismo superficial para hacer manar también lo que
tenía en común con las vertientes más
valederas de la mejor poesía universal
contemporánea".
Vocación por la
existencia
Su emoción por estar vivo, por disfrutar de
cuanto lo rodea, aparece en el poema titulado "Madrigal
melancólico". Lejos de afirmar, como tantos poetas, que
busca en la amada la belleza, ya que ella es frágil e
incierta, tampoco admira la inteligencia ni la gracia pues su
anhelo trasciende todas estas cualidades temporales y
susceptibles de desvanecerse. Bandeira adora en la mujer la propia
vida que, como un hálito supremo y fecundo, la vuelve
capaz de abrigarlo y consolarlo de las iniquidades del mundo
hostil.
La existencia no siempre es alegre; muchas veces puede
connotar la idea de un encierro del que sólo nos
liberará la muerte. Esto es lo que sucede con el cacto; en
su soledad y contención recordaba a Laocoonte, evocaba el
nordeste con su seco paisaje. Un día, un vendaval lo
arranca de cuajo; es entonces cuando la planta, sin
proponérselo, libera todas sus potencialidades. En ese
momento -dice Bandeira- "era bello, áspero,
intratable".
En otro de sus poemas –traducido, al igual que los
mencionados, por Rodolfo Alonso- propone a su amada vivir en el
nordeste. El afán de vivir plenamente encuentra una
localización particular: el nordeste, con sus matorrales y
sus palmeras. Allí, como en su ciudad, también hace
mucho calor, pero
hay brisa. El poeta ha simbolizado en esta brisa su
concepción del arte: hay dolor en todas partes, como hace
calor en todas las regiones, pero podemos encontrar algo que nos
ayude a sobrellevarlos. Por eso, dice a su mujer: "Vamos a vivir
de brisa, Anarina". La alusión –creemos- es
clara.
Nueva poética
Bandeira presenta la vida como una sucesión de
claros y oscuros, al estilo de una obra plástica. En
ningún momento pretende mostrarla como una
dimensión idílica -en el más puro sentido
griego- ni tampoco como una comarca de desdichas de la que el
hombre intentará en vano escapar. No hay afirmaciones
categóricas: la vida está signada tanto por la
felicidad como por el dolor, aunque, probablemente, considere
mayor la proporción del segundo que la correspondiente a
la primera. Por eso, postula una "nueva poética",
destinada a cantar la realidad, y no las ensoñaciones de
poetas que viven en sus propios mundos, ajenos a cuanto los
circunda.
Presenta dos visiones del arte: la anterior y la que
él propugna. Existe una idea tradicional de la
poesía como algo bello en sí, que Bandeira compara
al rocío; este tipo de creaciones –afirma- es "para
las nenitas", para quienes no conocen la verdadera
dimensión de la humanidad. La poesía que defiende,
en cambio, será "como la mancha en el brin"; es una
creación revulsiva, que pretende destruir los antiguos
cimientos, los cánones considerados eternos, para poder edificar
un nuevo mundo sobres bases ciertas y, fundamentalmente,
relacionadas con la vida del hombre del siglo XX.
Su nueva concepción estética,
profundamente vitalista, será la del "poeta
sórdido", aquel que presenta en su poesía la
marca sucia de
la vida, vinculándonos a ella por medio del arte; en lugar
de negar las circunstancias, propone una actitud de apertura,
dispuesta a recibir cuanto pueden darnos de placentero. El poeta
sórdido será entonces sencillamente el que enfoque
la realidad con una imparcialidad absoluta; aquello que Bandeira
llama "sórdido" no lo es, es simplemente lo que nos
tocó en suerte.
Miguel de Unamuno: arte y eternidad
En 1912, Miguel de Unamuno escribió Del
sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los
pueblos, una de sus obras mas importantes, la cual fue
publicada un año después. Para esa fecha, el autor,
nacido en Bilbao en 1864, se habia doctorado en Filosofia y
Letras con la tesis crítica del problema sobre el origen y
prehistoria de
la raza vasca, había dictado la cátedra de Griego
en la Universidad de Salamanca, primeramente, y luego
había sido nombrado Rector de dicha casa de estudios.
Había escrito En torno al
casticismo (1895), Paz en la Guerra (1897) y Vida
de Don Quijote y
Sancho (1905), entre otras obras.
Guillermo Diaz-Plaja, Premio Nacional de Literatura de
España en 1935 y miembro de la Real Academia
Española, lo recuerda asi: «Curioso de saberes,
poliglota consumado, tremendamente aislado en el peñon
roquero de su personalidad vascongada, toda actitud que en
él perfilemos tiene la virtud de destacarse por una recia
decision de su voluntad. Incluso, cuando esa voluntad se
contrapone a los movimientos mas instintivos y viscerales de su
espiritu».
A criterio del hispanista Donald Shaw, «Dentro de
la Generacion del 98, Unamuno ocupa una posicion especial, ( …
) la importancia de Unamuno es innegable. (…) sus escritos,
para unos irritantes, y para otros estimulantes, cumplen la
intencion del autor, de inducir al lector a cuestiones y
reexaminar sus presupuestos
sobre la naturaleza de la vida y de la
realidad».
«Todo el pensamiento de Unamuno está basado
en dos hechos irreductibles, a los que la experiencia de la
angustia obliga a enfrentarse al hombre: la conciencia de su
propia existencia, y eI miedo a la no existencia -agrega Shaw-.
Tan imposible es pensar en nosotros mismos como no existentes,
como contemplar la total aniquilacion de nuestro ser. De ahi que
la experiencia mas profunda del hombre sea el 'terror a la nada',
y su mayor aspiracion, continuar existiendo
eternamente».
La problemática abordada en Del sentimiento
trágico de la vida en los hombres y en los pueblos
excede los alcances de esta nota, por ese motivo nos referiremos
solamente al tratamiento que el escritor da al tema de la
inmortalidad en relación con el arte. EI ser humano busca
perpetuarse, y lo logra a través de !a memoria:
"La memoria es
la base de la personalidad individual, así como la
tradición lo es de la personalidad colectiva de un pueblo
–afirma-. Se vive en el recuerdo y por el recuerdo, y
nuestra vida espiritual no es, en el fondo, sino el esfuerzo de
nuestro recuerdo por perseverar, por hacerse esperanza, el
esfuerzo de nuestro pasado por hacerse
porvenir».
En el tercer capitulo del libro, que lleva por titulo
«El hambre de inmortalidad", se refiere a la
cuestión, vinculándola con el pensamiento griego:
«Parémonos en esto del inmortal anhelo de
inmortalidad, aunque los gnosticos e intelectuales
puedan decir que es retórica lo que sigue y no filosofia.
Tambien el divino Platón,
al disertar en su Fedón sobre la inmortalidad del alma,
dijo que conviene hacer sobre ella leyendas ( …
)".
Diversas son las posibilidades entre las que puede optar
el ser humano: «Ante este terrible misterio de la
inmortalidad, cara a cara de la esfinge, el hombre adopta
distintas actitudes y
busca por varios modos consolarse de haber nacido. Y ya se le
ocurre tomarlo a juego, y se dice con Renan, que este universo es un
espectáculo que Dios se da a si mismo, y que debemos
servir las intenciones del gran Corega, contribuyendo a hacer el
espectaculo lo mas brillante y lo mas variado posible. Y han
hecho del arte una religión y un remedio
para el mal metafisico, y han inventado la monserga del arte por
el arte».
Combate a quienes niegan que buscan la inmortalidad a
traves del arte: «El que os diga que escribe, pinta,
esculpe o canta para su propio recreo, si da al publico lo que
hace, miente; miente si firma su escrito, pintura,
estatua o canto. Quiere, cuando menos, dejar una sombra de su
espiritu, algo que le sobreviva. Si la lmitacion de Cristo
es anonima, es porque su autor, buscando la eternidad del alma,
no se inquietaba de la del nombre. Literato que os diga que
desprecia la gloria, miente como un bellaco".
Encuentra lógica
el ansia de perdurar: «Una vez satisfecha al hambre, y
ésta se satisface pronto, surge la vanidad, la necesidad
-que lo es- de imponerse y sobrevivir en otros. El hombre suele
entregar la vida por la bolsa, pero entrega la bolsa por la
vanidad».
Mas adelante se ocupa asimismo del plagio, al que
evalúa con benevolencia, pues cree que marca el momento en
el que una obra ha ingresado al acervo popular:
«¿Que significa esa irritacion cuando creemos que
nos roban una frase, o un pensamiento, o una imagen que
creíamos nuestra, cuando nos plagian? ¿Robar?
¿Es que acaso es nuestra, una vez que al publico se la
dimos? Sólo por nuestra la queremos, y mas
encariñados vivimos de la moneda falsa que conserva
nuestro cuño, que no de la pieza de oro puro de donde se
ha borrado nuestra efigie y nuestra leyenda. Sucede muy
comunmente que cuando no se pronuncia ya el nombre de un escritor
es cuando mas influye en su pueblo desparramado y enfusado su
espiritu en los espiritus de los que le leyeron, mientras que se
le citaba cuando sus dichos y pensamientos, por chocar con los
corrientes, necesitaban garantia de nombre. Lo suyo es ya de
todos y él en todos vive».
Aunque a veces, algunos creadores no se den cuenta de
que esto debe elogiarlos. El escritor «en si mismo vive
triste y lacio y se cree en derrota. No oye ya los aplausos ni
tampoco el latir silencioso de los corazones de los que le siguen
leyendo. Preguntad a cualquier artista sincero qué
prefiere, que se hunda su obra y sobreviva su memoria, o que
hundida ésta persista aquella, y veréis, si es de
veras sincero, lo que os dice. Cuando el hombre no trabaja para
vivir, e irlo pasando, trabaja para sobrevivir. Obrar por la obra
misma es juego y no trabajo».
Desconfía, por otra parte, de quienes aseguran
estar mas allá del reconocimiento del publico: «EI
que desprecia el aplauso de la muchedumbre de hoy, es que gusta
sobrevivir en renovadas minorías durante generaciones.
(…) Sacrifica el artista la extensión de su fama a su
duración; ansía mas durar por siempre en un
rinconcito, a no brillar un segundo en el universo todo;
quiere ser mas átomo
eterno y consciente de sí mismo que momentánea
conciencia del universo todo; sacrifica la infinidad a la
eternidad».
Décadas después, el pensamiento de Unamuno
sigue vigente. Sus reflexiones acerca de la inmortalidad, y del
arte como una forma de acceder a ella, hallan eco en el
espíritu de los creadores de nuestro tiempo, quienes
encuentran en estas páginas e! punto de partida para la
meditación de una cuestión siempre
palpitante.
Unamuno ha logrado inmortalizarse en nosotros, lectores
tan distantes.
América, vista por Ortega y
Gasset
Paulino Garagorri, prologuista de la edición
realizada en Barcelona por Planeta De Agostini en 1984,
señala que en 1926, Ortega y Gasset comenzó a
publicar en el
periódico El Sol una serie
de articulos que luego, en 1930, reunidos, formarian el volumen titulado
La rebelión de las masas. Desde entonces, la
difusión de este libro, en
España
y en el extranjero, fue altisima (el propio Ortega estimaba en
1951 que se habrian vendido mas de medio millón de
ejemplares) Y en la actualidad es, sin duda, la obra mas famosa
de este filósofo madrileño.
Para el pensador -agrega el prologuista- "los tiempos
actuales son tiempos de decadencia, un dramatico interregno entre
la vieja cultura
agonizante y un nuevo orden que bien podria ser el de la
barbarie". Ubica geográficamente esta decadencia: "Los
signos de este
nuevo orden Ortega los ve trazados ya en varios paises del mundo.
En America, 'en cierto modo, el paraiso de las masas'; en la
Italia de
Mussolini, pues el fascismo
constituye 'un tipico movimiento de
hombres-masa'; y en la Rusia
soviética, donde ha triunfado 'el comunismo
eslavo'".
Nos remitiremos en esta nota a los pasajes en los que el
filósofo se refiere a America, cuando la inmigración de origen español la
veia como un destino promisorio.
En mayo de 1937, en Holanda, Ortega escribe el
prólogo para la edición francesa de su libro, del
que dice que "se trata simplemente de una serie de articulos
publicados en un diario madrileño de gran
circulación. Como casi todo lo que he escrito
-señala-, fueron estas paginas para unos cuantos
españoles que el destino me habia puesto
delante".
Once años despues de publicado el primer
articulo, el filósofo pide al publico francés que
se ubique en la circunstancia en la que vio la luz su obra. La
cronologia elaborada por Garagorri enumera los sucesos mas
importantes: En 1921, mas de ocho mil soldados españoles
pierden la vida en el desastre de Annual, en Marruecos. Ese mismo
año se funda el Partido Comunista de España. En
septiembre de 1923, tiene lugar el golpe de estado
del general Primo de Rivera. En 1926, finaliza la guerra de
Marruecos. En enero de ese año dimite Primo de Rivera.
Ortega, junto con Perez de Ayala, Gregorio Marañon y otros
intelectuales,
funda la Agrupación al Servicio de la
Republica.
Dice Ortega: «La piel del
tiempo ha
cambiado. EI lector debería, al leerlos retrotraerse a los
años 1926-1928. Ya ha comenzado la crisis en
Europa, pero
aún parece una de tantas. Todavia se sienten las gentes en
plena seguridad.
Todavia gozan de los lujos de la inflación. Y, sobre todo,
se pensaba: ¡ahí está América! Era la América de la
fabulosa prosperity».
Se congratula por no haber caido en el mismo error de
apreciación que sus contemporaneos: «Lo unico de
cuanto va dicho en estas páginas que me inspira algun
orgullo es no haber padecido el inconcebible error de óptica
que entonces sufrieron casi todos los europeos, incluso los
mismos economistas. Porque no conviene olvidar que entonces se
pensaba muy en serio que los americanos habian descubierto otra
organización de la vida que anulaba para
siempre las perpetuas plagas humanas que son las crisis. A mi me
sonrojaba que los europeos, inventores de lo más alto que
hasta ahora se ha inventado -el sentido histórico-,
mostrasen en aquella ocasión carecer de el por
completo".
Sostiene que «EI viejo lugar común de que
America es el porvenir habia nublado un momento su
perspicacia». Y destaca su papel en esta situación:
«Tuve entonces el coraje de oponerme a semejante desliz,
sosteniendo que America, lejos de ser el porvenir era, en
realidad, un remoto pasado, porque era primitivismo. Y tambien,
contra lo que se cree, lo era y lo es mucho mas America del Norte
que la America del Sur, la hispánica».
En la primera parte de la obra afirma: «Desde
siempre se entreveia oscuramente por los europeos que el nivel
medio de la vida era mas alto en America que en el viejo
continente. La intuición, poco analítica, pero
evidente de este hecho, dio origen a la idea, siempre aceptada,
nunca puesta en duda, de que America era el porvenir. Se
comprenderá que idea tan amplia y tan arraigada no podia
venir del viento, como dicen que las orquideas se crían en
el aire, sin
raices. EI fundamento era aquella entrevisión de un nivel
mas elevado en la vida media de Ultramar, que contrastaba con el
nivel inferior de las minorias mejores de America comparadas con
las europeas. Pero la historia, como la agricultura,
se nutre de los valles y no de las cimas, de la altitud media
social y no de las eminencias».
Se dirigiría Ortega y Gasset a quienes, como el
personaje de Benavente en La comida de las fieras, expresaban:
«¿Por qué vivimos en Europa? En America
el hombre
significa algo; es una fuerza, una
garantia…; se lucha, sí, con primitiva fiereza; cae uno
y puede volver a levantarse pero en esta sociedad
vieja, la posición es todo, el hombre,
nada…, vencido una vez, es inutil volver a luchar. Aqui la
riqueza es un fin, no un medio para realizar empresas. La
riqueza es el ocio; allí es la actividad. Por eso alli
el dinero da
triunfos… y aquí desastres… Pueblos de historia, de
tradición; tierras viejas donde solo cabe, como en las
ciudades sepultadas de la antigüedad, la excavación,
no las plantaciones de nueva vegetación y savia
vigorosa».
León Felipe, nunista
El año 1927 marcó un momento fundamental
para un grupo de
jóvenes artistas españoles, tal es así que
los conocemos bajo la denominación de "Generación
de 1927". En esa fecha, España conmemoraba, en su tercer
centenario, la muerte de
don Luis de Góngora y Argote, poeta relegado por los
hombres de su tierra en lo
que iba del siglo. Los jóvenes se reúnen con el
propósito de mostrar a sus compatriotas la real
valía del autor de las Soledades y propiciar, de este
modo, la difusión y justa apreciación de sus
obras.
Los artistas a quienes nos referimos son Rafael Alberti,
Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Federico
García Lorca y León Felipe, entre otros. Los
caracteriza un elevado nivel cultural y el haber tenido como
guía espiritual a Juan Ramón
Jiménez. Recibieron influencias de Machado, Unamuno,
Bécquer y -obviamente- de Góngora; la
tradición popular los influenció -comentan los
críticos Joaquín González Muela y Juan
Manuel Rozas- a través de los testimonios orales y
mediante la lectura de
los Cancioneros.
Leòn Felipe, nacido en Zamora en 1884, se
dedicò desde muy joven al teatro,
ocupaciòn que le permitiò recorrer toda
España. En 1938, se exilia en Mèxico, donde muere
treinta años màs tarde. Guillermo de Torre, autor
de numerosos trabajos crìticos sobre el poeta, lo define
como "nunista", calificativo que apunta al carácter de sus creaciones, estrechamente
relacionadas con el momento en que surgieron. La poesìa
nunista –grequismo derivado de ahora- es una poesìa
ìntimamente vinculada a la propia circunstancia vital y a
sus infortunios. En Leòn Felipe, el motivo fundamental y
recurrente es el del desarraigo, idea que se vincula a su
particular condiciòn de desterrado por causas políticas,
de exiliado en Amèrica.
La experiencia personales tan ùtil para el
arte como las
màs abstractas condiciones metafìsicas; asì
nos lo dice en su "Poètica": "Y todo lo que hay en el
mundo es mìo y valedero para entrar en un poema, para
alimentar una fogata". Este fuego supremo de la creaciòn,
esta hoguera prometeica y sublime tiene un propòsito: el
de lograr que el poeta –que el hombre, en fin- no muera del
todo, no desaparezca definitivamente. "La poesìa no es
màs que un sistema luminoso
de señales
–afirma-, de luces que atraeràn la mirada de Dios
hacia nuestra desprotegida existencia".
Un tema se reitera a lo largo de su producción literaria; la
preocupación por el eterno fluir de la vida. Este fluir no
implica avance; es sólo un infecundo transcurrir del
tiempo. Nada surge de las ruinas del pasado; nada aparta a la
humanidad del cauce trazado por la costumbre, por la
tradición. Frente a esto, deambular implica la
liberación de la angustia infinita, consustancial a la
condición humana; supone, quizás, una tregua al
dolor. El poeta plantea, por otra parte, una actitud
cosmopolita; es lógico, pues para el romero la tierra es
un lugar de transición, la verdadera morada no pertenece a
este mundo. Entonces, todas las comarcas, son las comarcas del
poeta; todas las emociones, las
suyas.
En otros poemas,
León Felipe deja de lado al simbólico peregrino
para recurrir a la comparación de su persona con un
guijarro de la carretera. Como éste, el hombre está
sujeto al capricho de las circunstancias; como él, pasa
momentos aciagos "en días de tormentas". Una última
semejanza los aproxima aún más: ni la piedra ni el
poeta han nacido para destinos solemnes; se encuentran signados
por la inquietud, por la inconstancia. Su existencia será
cotidiana y fugaz.
En una de sus composiciones más conocidas, el
poeta desarraigado quiere marcharse junto al Caballero de la
Triste Figura; le pide, junto a él, ser pastor. Vemos
cómo, en la búsqueda de la felicidad, evoca
diferentes símbolos -el viento, Don Quijote- y su
anhelo está signado por un rasgo constante: el
dolor.
En sus poemas, León Felipe nos muestra su
"ahora": vaga por la tierra, añorando un lugar donde el
sufrimiento no le dé alcance; vagará por el
firmamento, una vez que su espíritu abandone la pesada
carnadura. Este es su sino: peregrinar aún después
de la muerte.
Los tràgicos momentos vividos por un hombre
obligado a ser espectador de luchas fratricidas lo llevan a la
convicciòn de que lo ùnico importante –y a
veces, la ùnica salida posible- es caminar, aunque
tambièn el camino deje amargas huellas en el cuerpo y en
el alma: "Hay
saìn en la cinta de mi sombrero, / mi bastòn se ha
doblado/ y en la suela de mis zapatos llevo sangre,/ llanto y
tierra de muchos cementerios".
Rafael Alberti: Las -facetas del
arte
Obras como Marinero en Tierra, Cal y Canto
y Sobre los ángeles muestran a Rafael Alberti en su
real dimensión creadora. Pero no fue en la efusión
lirica donde el gaditano encontró su primer medio de
expresión. Sus memorias,
escritas en gran parte en nuestro país, nos ilustran
acerca de la adolescencia
del poeta, años en los que se cimentaría una
vocación ya definitiva.
La arboleda perdida es el titulo de este
interesante libro. A la manera tradicional, se inicia con la
descripción de la familia y
los primeros años del pequeño Rafael, en el Puerto
de Santa Maria, en Cadiz; en 1917, instalados ya en Madrid, el
protagonista siente el despertar de la primera de sus vocaciones
artisticas: la pintura.
Consternados. los padres ven que eI adolescente se niega a seguir
los estudios secundarios; tal es su aficion a la plastica. EI
padre, pensando que Iogrará disuadirlo, le anuncia que no
dispondrá de dinero para
lápices y otros elementos indispensables; Alberti le
contesta que no lo precisa, y se marcha a la buena de Dios, a
recorrer el Museo del Prado y el Casón, palacio del rey
Felipe IV frente a los jardines del Buen Retiro.
Hacia "academias"; copiaba la "Victoria de Samotracia",
la "Venus de Milo" y el "Discóbolo" de Mirón,
genuinamente convencido de que la pintura era su vocación
y su porvenir. Estos recuerdos de años idos dan pie al
autor para expresar sus consideraciones acerca de la
plástica de su tierra, de la que tenia una idea
equivocada: "No sé por qué -afirma-, acostumbrado
únicamente en mi pueblo andaluz a las malas reproducciones
en colores y a
ciertos paisajes de escuela
velazqueña vistos en casa de mis abuelos, yo pensaba que
la pintura antigua sería toda de sombra, de pardas
terrosidades, incapaz de los azules, los rojos, los rosas, los oros.
los verdes y los blancos que se me revelaban de súbito en
Velázquez, Tiziano, Tintoretto, Rubens, Zurbarán,
Goya…".
Opera y ballet
Otras expresiones estéticas concitaron tambien la
atención del joven. Celestino Espinosa, uno
de sus amigos, lo invita a presenciar por primera vez un
concierto; a partir de ese momento, en que contaba diecisiete
años, la musica será una de las pasiones del poeta.
Gluck y Debussy dejan en eI espiritu de Alberti profundas
huellas, a !as que se sumará la fascinación
ejercida por la opera, en tiempos en que España admiraba
las creaciones de Puccini.
Por esa época, asiste a las actuaciones del
ballet ruso de Diaghilev; la musica de Manuel de Falla se le
presenta como un grato descubrimiento, que luego se
transformará en emoción profunda cuando el maestro
le proponga componer melodías para algunos de sus poemas.
Así también tres jóvenes compositores,
Gustavo Duran y Rodolfo y Ernesto Halffter, musicalizaron
canciones del andaluz; "La Corza Blanca", "Cinema" y "Salinero"
trascendían la página para transformarse en
composiciones que se han cantado repetidamente, Ernesto Halffter
–recuerda Alberti- había captado a la
perfección el espíritu de los poemas, creando
melodias con el estilo antiguo y a la vez nuevo de las
letras.
Surge el poeta
Una circunstancia dolorosa suscitó en Alberti la
necesidad de plasmar sus emociones por medio de la palabra. Hasta
ese triste momento, en que muere su padre, el adolescente
pintaba; dedicado por completo a la plástica; no
había considerado la posibilidad de convertirse en
escritor, "Así, a los pies de la muerte -asevera-, en una
atmósfera
tan fúnebre como romántica", escribe su primer
poema, destinado a cantar el amor por un
padre que tan poco había conocido, pues creía que
tenía tiempo de sobra para dedicarle en un
futuro.
Renegando de su pasado como pintor, Alberti se ofende si
alguien se lo recuerda; desde ese momento, sólo quiere ser
poeta. Envia sus primeros versos a dos revistas las que, para su
sorpresa, los publican sin dilación; Horizonte y Alfar
sirvieron de acicate para la ya firme voluntad poética del
joven, que aún no lIegaba a los veinte
años.
Poco después, Claudio de la Torre le sugiere una
idea que aI joven escritor le resulta descabellada: le propone
presentarse como concursante aI Premio Nacional de Literatura. Era sólo
una tentativa. que a Alberti pareció insensata. La idea no
fue puesta en práctica de inmediato; carecía el
poeta de la seguridad necesaria para llevarla a cabo. EI jurado
inspiraba sumo respeto, pues lo
formaban Antonio Machado, Gabriel Miró, Menéndez
Pidal, Arniches, Gabriel Maura y Moreno Villa.
Pocos dias antes de cumplirse el plazo estipulado, el
joven envía sus trabajos, los que no llegan a tiempo; una
mano amiga, sin embargo, hace que ese obstáculo sea
superado. Poco después, un telegrama anuncia al
atónito escritor que había sido galardonado; un
largo y difícil camino se abría ante él. Su
itinerario poético iba a queda marcado por siempre por la
influencia gongorina, tan entusiastamente homenajeada en
1927.
Música, pintura y
literatura confluyeron en la adolescencia de Alberti, reclamando
para cada una de ellas las mas finas condiciones del artista. De
las tres, prevaleció la vocación poética,
que resume en sí !as otras facetas del arte; la
musicalidad y las imágenes
serán una nota distintiva de la poesía
del andaluz, que nunca olvidó sus intuiciones
estéticas de los primeros años.
Carmen Conde: Seis décadas de
poesía
Carmen Conde Abellán fue poeta, novelista, autora
de estudios críticos, cuentos y
teatro infantil. En el año 1978 ingresó a la Real
Academia Española; contestó su discurso don
Guillermo Díaz-Plaja. Conde simbolizaba así una
gran conquista femenina: por primera vez, desde 1714, año
en que Felipe V fundara la institución; una mujer era
incluida entre sus integrantes. Dos años despues,
Marguerite Yourcenar era recibida en la Academia
Francesa.
La escritora nació en Cartagena, puerto
mediterráneo, el dia de la Asunción de la Virgen;
15 de agosto de 1907; falleció en Madrid en 1996.
Descendía, por su padre, de gallegos de Orense; su madre
era hija de murcianos y lorquinos. Hija unica, pasó su
infancia entre
Cartagena y Melilla, ciudad a la que se trasladan en 1914. Sus
vivencias de entonces han quedado en el libro Júbilos
(1934), en el que evoca una niñez dulce y despreocupada;
los moros con que ella compartió sus horas infantiles han
formado parte de este conjunto de prosas poéticas,
escritas mientras esperaba el nacimiento de su hija. Una de estas
prosas, titulada "Javiva", evoca a una amiga de la autora: "La
morita era fina, cual el agua rizada
del viento. Corria yo junto a ella encantada de oír la
greguería de sus collares de oro, de sus
sartas de monedas, de sus ajorcas talladas".
El amor, la
guerra
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