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Salud Mental "La Promesa Inconclusa"




Enviado por isla



    Si observamos atentamente la ciudad en que vivimos nos
    damos cuenta inmediatamente que existe un orden, las calles se
    encuentran en determinada posición (formando un tablero de
    ajedrez),
    tienen nombres, números, las micros que nos llevan hasta
    nuestras casas tienen un recorrido específico, circulan
    todos los días, hay semáforos, indicaciones de
    transito, etc.

    El orden se contrapone al azar y es por ello que podemos
    hacer suposiciones sobre lo que acontece, en cuanto nos manejamos
    en ese orden o más bien dicho en cuanto nosotros mismos
    somos parte de ese orden. Si yo decidiera irme a mi casa desde la
    universidad en
    este momento tendría casi la certeza que obtendré
    algún medio de transporte que
    pueda llevarme en forma rápida, entonces dedico mi
    atención a otra acción y no gasto mi
    tiempo en
    reflexiones sobre si pasará o no el microbús. En
    este sentido, algo que ocurre al azar se vuelve impredecible
    destruyendo la regularidad del orden, por ejemplo, si en mi
    trayecto a casa me asaltasen dos tipos con armas, la
    situación se tornaría caótica y yo
    desconocería de las claves y estrategias que
    me permitirían predecir qué conductas
    derivarán en otras conductas adecuadas para mi
    supervivencia.

    Obviamente la falta de orden puede acarrear elevados
    costos a los
    individuos de una sociedad, debido
    a que las relaciones se problematizarían,
    aumentaría la delincuencia,
    desembocaría en el deterioro de las instituciones,
    etc.

    El orden no es algo natural, pues se requiere un
    esfuerzo para poder
    mantenerlo, este esfuerzo se traduce en energía y gastamos
    inmensas cantidades de ésta en sostenerlo.

    Es posible que nuestro horror al caos provenga de la
    intuición de que el regreso a la naturaleza es
    inevitable. Naturaleza vista
    como reino de lo desconocido, del caos, donde todo es parte de
    todo, donde las diferencias se pierden en las tramas de
    relaciones naturales entre los seres vivos y muertos. Esto
    responde al miedo a perder nuestra particularidad, nuestra
    diferencia del resto de la vida. Nosotros, los seres
    privilegiados tememos al caos por que nos convierte en seres
    comunes y nos despoja de nuestro ilusorio reinado sustentado en
    la racionalidad.

    En nuestra naturaleza existencial, sabemos que nuestra
    presencia en el mundo depende de factores que para nosotros son
    incontrolables, somos hijos del desconocimiento que nos aterra
    " cuanto existe me inquieta, desde el más diminuto
    mosquito hasta los misterios de la religión ; todo
    se me hace inexplicable, misterioso, y yo mismo sobre
    todo"

    Y si para el orden dijimos que requeríamos un
    esfuerzo, para el caos solo necesitamos tiempo. Para
    ejemplificar esto me basaré en el capitulo 1 del
    libro Lenguaje ; enfermedad y pensamiento de
    Francisco Huneeus, llamado ¿y por qué el orden y no
    más bien el caos ?. pensemos en la mantención
    de la limpieza en una habitación, requiere de alguien que
    esté dispuesto a sacrificarse en hacerla, barrer, encerar,
    ordenar, en síntesis
    requiere un gran esfuerzo, genera una gran dinámica, gasta una gran cantidad de
    energía. Pensemos ahora en esa misma habitación
    unos meses más tarde sin haber sido habitada, está
    hecha un desastre, invadida de telas de araña, figuras en
    las paredes por la humedad, polvo por sobre todos los muebles, en
    síntesis está hecha un caos el cual se
    agudizará en la medida en que aumente la cantidad de
    tiempo transcurrido.

    La diferencia entre ambas situaciones es que en la
    primera se requirió energía, esfuerzo. En cambio en la
    segunda sólo basto tiempo para que la naturaleza quisiera
    apropiarse una vez más de lo que siempre le ha
    pertenecido. En conclusión el caos es la posibilidad
    más cercana, es el estado
    más probable. Todo tiende al caos (orden natural), menos
    la vida, pero para que exista vida (orden) necesitamos
    energía que siempre es escasa, por lo tanto el orden
    siempre es precario.

    Sin embargo, nos las hemos arreglado bien. Hemos huido
    aunque escasamente del demonio del caos que obstinadamente nos
    pisa los talones. Hoy, como dije en un principio resalta el orden
    artificial y precario que costosamente hemos mantenido, este nos
    a sido impuesto por
    mecanismos sociales controladores y ha sido legitimado por la
    introyección de valores
    determinados dentro de los cuales se evalúa ese orden como
    algo indispensable para una adecuada convivencia.

    A partir del conocimiento
    de este tipo de relaciones y su orden implícito
    podríamos hablar ya de sistemas
    sociales, o más bien dicho sistemas de
    función
    social. Donde interactúan individuos en diversas
    situaciones motivados por la búsqueda de
    gratificación y regulados por ideas, creencias, valores y
    normas que en
    sí no tienen otra cualidad que la de ser reguladores del
    sistema.

    La verdad es que para hablar con fundamento sobre
    sistemas, requeriría hacer un estudio mucho más
    complejo sobre estos, sin embargo lo que quiero rescatar es que
    los integrantes de una sociedad forman y
    constituyen parte de un sistema que tiene
    una autorregulación (la sociedad misma), y que al estar
    todos loa elementos del sistema relacionados entre sí, una
    alteración en uno, afectaría a todos los
    demás constituyendo un elemento desintegrador.

    Antes de proseguir en esta idea quiero hablar de
    cuáles son las condiciones para que un sistema pueda crear
    una satisfactoria vida emocional y para esto me baso en los
    mismos prerrequicitos para una nueva Psicosfera que Alvin Toffler
    menciona en su libro la
    tercera ola . Toda sociedad debe engendrar un sentimiento
    de comunidad, tener
    una estructura de
    soporte Psicosocial, y significados.

    La individuación nos da la idea de que somos
    seres más autónomos y maduros, y que gracias a esta
    cualidad estamos encausando nuestra vida hacia una
    autorealización. Si bien esto puede ser plausible, no
    debemos engañarnos tan fácilmente, sino más
    bien abrir bien los ojos y poner atención en nuestras
    relaciones, dado que la individuación nos hace más
    exigentes en nuestras interacciones y esperamos mucho más
    de las otras personas para que se nos parezcan. Muchas veces
    estos encuentros desembocan en frustraciones dado que no podemos
    lograr un grado pleno de identificación y deviene la
    soledad que paradójicamente hoy en día es mucho
    más compartida y deja de ser una cuestión
    individual para concretarse en un problema público que
    funda sus bases en la desintegración de las instituciones.

    La ampliación de las funciones de
    la familia
    podrían ser una vía efectiva hacia la
    consecución del logro de este sentimiento de comunidad , por
    ejemplo, fomentar los cuidados del adulto mayor o en el plano de
    la educación
    de los niños
    asumir una mayor intervención.

    Tal vez un esfuerzo por comunicarnos más con las
    demás personas y dejar de entablar solo relaciones de
    trabajo o si tal vez pudiéramos utilizar la tecnología para
    obtener tiempo libre y asistir más a cines, parques o
    eventos de
    socialización, podrían ser
    suficientes para abatir ese sentimiento de pesadez que acarrea la
    soledad. Y no me refiero a esa soledad productiva en la cual
    sumergimos nuestro espíritu en busca de los más
    íntimo de nuestro mundo interior, sino a aquella en que el
    peso de la falta de relación comienza por socavar nuestro
    espíritu hasta desembocar en sentimientos
    autodestructivos.

    Otro prerrequicito esencial para la buena vida emocional
    que nos pueda otorgar un sistema social es la de generar
    mecanismos de soporte psicosocial que una vez estuvieron dadas
    por las condiciones de pertenencia a las instituciones de las
    cuales éramos parte constituyente. Hoy en día, con
    el derrumbamiento de éstos, sustentamos nuestras vidas
    sobre cimientos construidos sobre la base de drogas u otro
    tipo de alienantes.

    La ausencia de estructura
    engendra derrumbamiento y quizá en un intento desesperado
    por conseguir la estabilidad para nuestra construcción psíquica, volquemos
    nuestras esperanzas en un elemento de sostén
    erróneo o ficticio que lo único que logre es
    debilitarnos más.

    Un sistema psicosocial adecuado debe además
    preocuparse de otorgar significado o sentido a la vida y actos de
    las personas. El considerar que nuestras vidas "cuentan" se
    sustenta en relaciones sociales saludables. Estas redes sociales deben
    constituir un apoyo de nuestra identidad, una
    instancia de energización del Yo, que al saberse como
    parte de un orden más grande olvida su decrepitud en aras
    de un ideal común. Una imagen del mundo
    clara y sin ambigüedades, donde nuestras ideas y acciones
    constituyan un todo coherente y unitario.

    La falta de este orden desemboca en la pérdida
    del sentido, el mundo se vivencia como un torbellino y comienza
    la crisis junto a
    una sensación de impotencia e inutilidad. La
    desorientación nos aísla y en momentos de locura
    cometemos actos de desesperación como una última
    estrategia para
    alcanzar el paso del mundo.

    Aunemos los criterios ; soledad, pérdida de
    estructura y falta de significados y con esta imagen podemos
    visualizar cuales serían las consecuencias sociales del no
    cumplimiento de los tres requisitos.

    Individuos vacíos y depresivos que deambulan
    sin sentido ni dirección, verdaderas almas en pena
    asolando las destruidas calles de una ciudad donde antes hubo
    vida y donde hoy la muerte
    acecha las espaldas de los hombres con caras metálicas. Un
    lugar en el frío mundo donde una mirada es un suicidio y una
    conversación aflora en algún rostro
    romántico, que sentado en los rieles del antiguo tren
    descubre en una memoria ajena, un
    sonido de
    voces que se persiguen y se abrazan, un saludo de sonrisas que en
    el aire imprimen
    un sosiego y una continuidad.

    Es necesario comprender que un sistema social pese a
    suplir estas necesidades vitales no lo hace en un cien por ciento
    y muchas veces la forma en que satisface estas expectativas es
    muy precaria. Aquí entran en juego una
    suerte de grupos religiosos
    pandillas y otros grupos, que van
    adquiriendo terreno como gérmenes en los rincones
    descuidados de las sociedades.

    Aquí voy a retomar lo que anteriormente
    mencioné respecto de aquellos individuos que por
    encontrarse en un periodo de vulnerabilidad o carencia de algunas
    de las garantías ofrecidas por los prerrequicitos
    básicos del sistema (comunidad, estructura y sentido) son
    considerados elementos desintegradores.

    Muchas veces el funcionamiento de una sociedad como
    sistema se torna caótico y el precio
    psicológico que pagan sus elementos constituyentes es muy
    elevado. Sus formas de autorregulación son tan
    rígidas que arrastra a un cúmulo amplio de
    individuos hacia sus categorías más
    periféricas. Bien dice Niklas Luhman que los límites de
    los sistemas son límites de sentido, por lo tanto estos
    individuos se encuentran rondando el margen del sentido aceptable
    de la sociedad, un paso más allá y sus conductas
    degeneran en disfunciones sistémicas, motivo por el cual
    pueden ser recluidos, internados o estigmatizados en
    categorías inflexibles.

    Estos individuos enfrentan una desventaja en la
    adaptación vertiginosa que exigen los cambios sociales
    actualmente, esta situación amenaza con cambiar sus
    patrones significativos de percepción, valoración y
    actuación, lo cual les produce una crisis que
    tratan de sobrellevar, y la comunidad en vez de apoyarlos los
    cataloga de discapacitados mentales. Estos tienen su única
    esperanza en la "rehabilitación", la cual en nuestra
    cultura
    occidental es percibida como "reintegración o
    readaptación".

    Esto nos sitúa ante el problema de la "
    normalidad". ¿ Existe la normalidad ? ¿ Cuales
    son sus parámetros ? ¿ Son nuestras
    categorías universales ?.

    Sabemos que la normalidad es lo que no se desvía
    de una norma en una sociedad determinada, y toda sociedad maneja
    sus propias categorías de normalidad-anormalidad. Una
    readaptación versa de esta manera : Si lo normal es
    funcionar de acuerdo a las normas cuando nos
    retiramos de esta trama de sentido, pasando por sobre la norma o
    soslayándola, somos categorizados "anormales" (enfermos),
    y debemos ser readaptados por una imposición social.
    ¿Existe la posibilidad que alguna norma sea
    patológica ? lo más probable es que si. Es muy
    posible que el funcionamiento total de una sociedad sea
    patológica, sin embargo, mientras sea funcional, o sea,
    mientras constituya un orden legitimo (para quienes lo sostienen)
    una sociedad tendrá sus garantías de existencia, y
    la síntesis final es "nos integramos o nos
    desintegramos".

    Postulo que muchas de las categorías en las
    cuales enmarcamos a estas personas requieren de una
    revisión mas profunda, dado que es posible que estas
    enfermedades no
    existan realmente y lo peor de todo es que quizás tengan
    su base en la creación misma de las categorías y no
    en la realidad.

    Voy a comenzar esta parte del ensayo con una
    cita de Carlos Pérez sobre el lado débil de la
    psicología
    moderna : " Cuando el problema es adaptar desadaptados se
    tiene ya no el apoyo de una u otra teoría,
    sino más bien el del conjunto de la presión
    social, que el psicólogo actualiza con sus argumentos de
    apariencia científica. Cuando el problema es entender y
    tratar la alteración conductual profunda, refractaria a la
    presión de todo tipo, fallamos de manera
    lamentable".

    Lo que nos plantea Carlos Pérez es bastante
    simple, nos dice que el psicólogo ofrece algo que no es
    capaz de cumplir "sanar a un individuo enfermo", dado que su
    actuación constituye nada más que la
    utilización de métodos o
    medios
    ineficientes sustentados en gran parte en el apoyo que brinda la
    presión de la sociedad para reabsorber a aquellos
    individuos que mantienen ciertos rasgos desadaptativos desde el
    punto de vista de la sociedad a la cual pertenece.

    El psicólogo conoce los criterios que su sociedad
    establece sobre lo que es normal y lo que no lo es, y nuestras
    creencias son tales que la única alternativa que les
    otorgamos a nuestros "desadaptados" son los que ofrece la
    psicoterapia. Entonces el psicólogo aparece como un
    facilitador de la adaptación, poniendo de manifiesto su
    falta de interés en
    cuanto a lo que salud mental
    objetivamente significa.

    Apoyando este punto de vista, citaré a Masson en
    su libro Juicio a la Psicoterapia :

    " hay un conocimiento
    cabal de los peligros inherentes de clasificar a alguien dentro
    de una categoría de enfermedad tal como la esquizofrenia y
    mucha gente está empezando a darse cuenta que no existe
    tal entidad".

    El analista en este caso es quien juzga si algo
    está correcto o incorrecto de acuerdo a las pautas
    socio-culturales de su cultura.
    Convirtiéndose este atributo en una doctrina
    stándar, sin embargo, si es el psicólogo quien
    tiene la tarea de readaptar a los individuos "desadaptados",
    quien los impulsa hacia adentro del sistema, queda
    implícita la certeza de que sea él mismo un
    integrado, se espera de él que sea aquel que está
    más allá de la adaptación, como una especie
    de policía ecológico que resguarda los
    límites del sistema, asesorado por todos los demás
    mecanismos de control social.
    En este sentido la psicología se
    prestaría a su utilización político social,
    favoreciendo la pasividad ante los cambios sociales y
    dejándose influenciar por presiones políticas
    e ideológicas.

    De esta forma la psicoterapia crea un poderoso soporte
    para el orden establecido descalificando a quienes a
    través de sus actos deseen cambiar los estatutos sociales
    rígidos.

    Concluiré este apartado con otra cita más
    de Masson :

    "una vez que concedemos a alguien el derecho a decidir
    quién o qué es normal o anormal, hemos renunciado a
    una responsabilidad intelectual fundamental (la de
    repudiar la idea misma de hacer tales distingos)".

    A diferencia del autor citado antes, yo no propongo la
    eliminación de la psicoterapia como algo necesariamente
    fútil para el verdadero significado de ayudar a las
    personas y muchas veces, realmente la gente se siente aliviada lo
    cual es muy loable.

    Yo mas bien propongo una introspección, una
    instancia de análisis sobre cual es realmente nuestra
    capacidad para ayudar a los demás, aún cuando ello
    signifique impugnar aquellas representaciones sociales alejadas
    de la realidad o promulgar la proscripción de ciertas
    normas que por más que constituyan beneficios para algunas
    personas son éticamente insostenibles para la
    mantención de la convivencia por ser perniciosas o
    vejatorias.

    Un trabajo en conjunto con filósofos es algo imprescindible desde mi
    particular punto de vista, asumiendo algunas ideas de Nietzsche.

    En la perspectiva de la psicología
    social, el filósofo es un desviante de la norma del
    grupo ;
    la distancia entre filósofo y comunidad es el precio de la
    reflexión más allá de la norma, más
    allá de los intereses compartidos. Su espíritu
    libre le permite desligarse de las cadenas sociales, bailar por
    entre estas y conseguir ponerse por sobre su época a
    contemplar con ojo inquisidor aquellas manifestaciones de la
    naturaleza humana que nuestra miopía moralista nos impide
    observar desde abajo, desde dentro.

    " la vida y la
    personalidad humana son inherentemente desquiciadas,
    multifacéticas ; la neurosis es la
    incapacidad de captar este hecho. El modelo
    tradicional de alma sana exige que impongamos un orden o identidad en
    todos estos aspectos".

    En una sociedad que no contempla los diferentes aspectos
    o estados de nuestra naturaleza, el rol del psicólogo se
    muestra como
    el de un imponer un orden nocivo al hombre, por
    que lo inmoviliza, obligándolo a construir una personalidad
    al rededor de un Ego estático, viciado con las
    categorías de funcionalidad de esa cultura y no se le
    permite redefinirse, por que un sistema no se reorganiza sino que
    sólo se desintegra.

    El filósofo es un motor impulsor de
    cambios. Su espíritu libre cuestiona la inmovilidad del
    hombre, su
    mirada cruza por sobre las mentes de la época para
    descubrir en su interior cuáles son los elementos
    históricos, morales, sociales, religiosos, éticos,
    estéticos, etc. que cristalizan el funcionamiento viciado
    de la sociedad en el funcionamiento del individuo.

    El filósofo es quien redefine los límites
    de los sistemas y el sicólogo es quien integra estos
    límites a la esfera de nuestra Psique. De esta manera un
    trabajo en común de estas dos áreas del
    conocimiento movilizaría el funcionamiento adecuado del
    sistema, sin normas tan rígidas ni categorías
    inflexibles.

    textos revisados :

    • Alvin toffler. "La tercera ola", 1980, editorial
      Diana s/a, México.
    • Carlos Pérez. "sobre la condición
      social de la psicología, LOM- Arcis, Chile.
    • Jeffrey Moussaieff Masson. "Juicio a la
      psicoterapia" (la tiranía emocional y el mito de la
      sanación sicológica), editorial Cuatro Vientos,
      1991, Stgo, Chile.
    • Francisco Huneeus. "Lenguaje ; enfermedad & pensamiento" editorial Cuatro Vientos, 1994,
      Stgo, Chile.
    • Friedrich Nietzsche.
      "el caminante y su sombra" M. E. Editores, Madrid,
      España, 1994.
    • Morris Berman. "el reencantamiento del mundo" Edit.
      Cuatro Vientos,1995, Cuarta Edición.

    Autor : Boris Isla ; estudiante de tercer
    año de psicología en la Universidad de la
    Frontera ; Temuco, Chile

    trabajo presentado para el ramo "bases
    epistemológicas"

    Este trabajo versa sobre la condición de la
    psicología, tanto en su estructura disciplinaria como
    institucional, con respecto a la posibilidad de brindar ayuda a
    un otro.

    el problema no es sobre las buenas intenciones de los
    psicologos, o la certeza del alivio que mucha gente siente
    presente gracias a la terapia, sino más bien sobre las
    débiles bases "epistemilógicas" (tratando de no ser
    atrevido) a partir de las cuales sustenta su
    efectividad.

    este trabajo es un llamado a la reflexión, sobre
    lo que somos y no somos capacez de hacer en pos del beneficio de
    los demás.

     

     

    Autor:

    Luis Isla

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