Asambleas al servicio de la
difusión y la enseñanza
Muchas de las ordenanzas del Islam que se
refieren a la adoración, tienen también que ver con
las funciones
políticas y sociales. Las formas de
adoración practicadas en el Islam están usualmente
ligadas a las políticas y a la gestión
de la sociedad. Por
ejemplo, la oración colectiva, la reunión con
ocasión del Hayy o la oración de los
Viernes. Con toda su espiritualidad, ejercen una influencia,
tanto política como social y doctrinal. El Islam
ha previsto para tales reuniones, tanto el uso religioso que debe
hacerse de ellas, como los sentimientos de hermandad y
cooperación que se deben reforzar, la madurez intelectual
que se debe fomentar o la búsqueda de solución para
los problemas
políticos y sociales, por lo que de ellas surgen,
naturalmente, el yihâd y el esfuerzo
colectivo.
En los países no-islámicos, o en los
países islámicos dirigidos por gobiernos
no-islámicos, cuando quieren reunir a la gente en
asambleas como éstas, se ven obligados a gastar millones
de los fondos del tesoro nacional o del presupuesto e,
incluso así, el resultado es insatisfactorio. Tales
encuentros carecen de espontaneidad y espíritu, y no
obtienen resultados reales.
En el Islam, por el contrario, cualquiera que desee
realizar el Hayy, gasta de su propio dinero para
llevarlo a cabo. De la misma manera, la gente acude deseosa de
participar en la oración colectiva o en la oración
de los Viernes. Debemos aprovechar estas asambleas para difundir
y enseñar la religión y para
desarrollar el movimiento
político e ideológico del Islam.
Algunas personas son completamente inconscientes de todo
esto, sólo están preocupados por la correcta
pronunciación de wa lad-D·âlin. Cuando
van al Hayy, en lugar de intercambiar ideas con sus hermanos
musulmanes, difundiendo las creencias y leyes del Islam y
buscando soluciones
para los problemas mundiales y las aflicciones de los musulmanes;
por ejemplo: manifestándose por la liberación de
Palestina, la cual es parte del territorio islámico
¡Se dedican a exacerbar las diferencias que existen entre
los musulmanes!
En cambio, los
primeros musulmanes solían realizar importantes negocios con
ocasión del Hayy o de las reuniones para la
oración de los Viernes. El jut·ba de los
Viernes era algo más que la recitación de una sura
del Corán y una oración, una súplica y decir
unas breves palabras. Para el jut·ba de los
Viernes, solían movilizarse ejércitos enteros y
marchar directamente de la mezquita al campo de batalla. Quien se
pone en camino desde la mezquita para ir a la batalla,
temerá solamente a Dios y no a la muerte, ni
a la pobreza, ni al
exilio y su ejército resultará victorioso y
liberador.
Cuando uno observa los jut·bas de los
Viernes dados en esa época y los jut·bas del
Emir de los Creyentes (sobre él la Paz), puede ver que su
propósito era poner a la gente en movimiento, animarles a
la lucha y al sacrificio por el Islam, para así solucionar
el sufrimiento de la gente en este mundo.
Si los musulmanes anteriores a nosotros se hubieran
reunido cada viernes y se hubieran informado mutuamente de sus
problemas comunes y los hubieran solucionado o hubieran decidido
cómo solucionarlos, no nos encontraríamos hoy en
día en la situación en que nos
encontramos.
Hoy mismo debemos comenzar a organizar estas asambleas
seriamente y a usarlas para la difusión e
instrucción. El movimiento político e
ideológico del Islam podrá así desarrollarse
y avanzar hacia su culminación.
Cread
‘Âshûrâh
Dad a conocer el Islam a la gente, permitiéndole
así crear algo parecido a
‘Âshûrâh.
Tal y como hemos preservado firmemente la conciencia de
‘Âshûrâh y no hemos dejado que se
pierda, y así como todavía la gente se reúne
durante el mes de Muharram y golpea sus pechos, así
nosotros debemos ahora tomar medidas para crear una ola de
protesta contra el gobierno; reunir
a la gente y que los ruzejon (recitadores) llamen su
atención sobre estos temas. Si
presentáis el Islam de forma precisa e informáis a
la gente de su visión del mundo, doctrinas, principios, leyes
y sistema social,
lo recibirán ardientemente, Dios sabe que mucha gente lo
desea. Yo mismo lo he presenciado. Una simple palabra fue una vez
suficiente para provocar una ola de entusiasmo entre la gente,
porque entonces, como ahora, todos estaban insatisfechos y
descontentos con el estado de
los asuntos.
Actualmente, la gente está viviendo a la sombra
de las bayonetas y la represión no les permite abrir la
boca. Ellos desean que alguien se ponga en pie con
valentía y hable alto. ¡Así pues, valientes
hijos del Islam, levantaos! ¡Dirigíos a la gente con
bravura! Decidle la verdad sobre nuestra situación en un
lenguaje
sencillo, despertadlos a la actividad entusiasta y transformad a
las gentes de la calle y el bazar, obreros y campesinos sencillos
y puros de corazón y
a nuestros despiertos estudiantes, en esforzados muyahids.
Todos los sectores de la sociedad están listos para luchar
por la causa de la libertad, la
independencia
y la felicidad de la nación,
y su lucha por la libertad y la felicidad necesita de la
religión.
Dad pues a la gente el Islam, porque el Islam es una
escuela de
yihâd, es una religión de combate;
permitidles corregir sus caracteres y creencias de acuerdo con el
Islam y transformarse ellos mismos en una poderosa fuerza, para
que puedan derrocar el tiránico régimen que los
imperialistas nos han impuesto y
establecer un Gobierno Islámico.
Solamente aquellos fuqahâ' que hacen que la
gente se familiarice con las creencias e instituciones
del Islam y que los protegen y defienden, son verdaderas
fortalezas del Islam. Se ajustan a esta definición y a
esta función
defensiva y protectora, en tanto en cuanto se entregan a ella con
entusiasmo capaz de despertar y dirigir a las gentes. Sólo
entonces, si ellos viven para alcanzar, digamos, los ciento
veinte años, podrá la gente sentir que el Islam ha
sufrido una desgracia cuando mueran y que una brecha se ha
abierto en la comunidad
musulmana o, como dice el h·adîz: "Una
grieta aparecerá en la fortaleza del Islam que nada puede
cerrar".
¿Acaso si uno de nosotros muere, después
de haber pasado toda su vida leyendo libros en su
casa, sufrirá el Islam una terrible pérdida?
¿Qué clase de
pérdida puede significar mi desaparición? Pero
cuando el Islam perdió al Imam Husein entonces sí
que fue una grieta irreparable. Se produce una pérdida
cuando quien muere es alguien que ha preservado las doctrinas,
leyes e instituciones sociales del Islam, tal como Jâyeh
Nas·îr ud-Dîn T·ûsî
(Muh·ammad ibn Hasan T·ûsî, conocido
como Jâyeh Nas·îr y como Muh·aqqiq
T·ûsî (597 a 672 H.). Uno de los sabios
más prominentes de la Shî’a. Autor de
abundantes obras, no sólo sobre las ciencias del
Dîn, sino también sobre filosofía,
matemáticas y astronomía) o ‘Allâmah
H·illî (Ayat ul-lah Sheij Yamâl ul-Dîn
Hasan ibn Yusuf ibn ‘Alî ibn Mut·ahhar
H·illî ( 648 a 726 H.) Jurista, recopilador de
hadices, exégeta del Corán, teólogo, cabeza
de los Shî1itas en su época, por su gran
sabiduría se le dio el título de
‘Allâmah) ¿Pero qué habéis hecho
vosotros o yo por el Islam que permita a la gente recordar ese
h·adîz cuando muramos? ¡Si mil de
nosotros muriesen no pasaría nada! La única
explicación es que o no somos verdaderos
fuqahâ' o no somos verdaderos creyentes.
Resistencia en un combate
prolongado
Ninguna persona razonable
esperará que nuestras actividades de difusión e
instrucción produzcan de forma inmediata un gobierno
islámico. Para obtener la victoria en la tarea de
establecer un gobierno islámico deberemos desarrollar una
actividad continua en diferentes campos. El nuestro es un
objetivo que
puede costar tiempo
conseguir. La gente sensible de este mundo coloca una piedra en
la tierra con
la esperanza de que alguien pueda venir doscientos años
más tarde a construir un edificio sobre ella, de tal
manera que finalmente se pueda alcanzar la
meta.
Cierta vez, el califa dijo a un hombre que
estaba plantando un nogal: "¡Oh anciano! ¿Por
qué estás plantando ese nogal que no dará
fruto hasta dentro de cincuenta años, si para entonces
tú ya estarás muerto?" El hombre
replicó: "Otros plantaron lo que nosotros comemos.
Nosotros plantamos para que otros puedan comer".
Debemos perseverar en nuestros esfuerzos, incluso cuando
no puedan ofrecer resultados hasta la próxima
generación, porque nuestro servicio es por la causa del
Islam y de la felicidad humana. Si fuera por una causa personal
podríamos decir: "¿Para qué crearnos
problemas nosotros mismos? Nuestros esfuerzos no nos
beneficiarán, solamente beneficiarán a los que
vengan detrás."
Si el Señor de los Mártires, que
arriesgó y finalmente sacrificó todos sus intereses
materiales,
hubiera pensado de esta manera, actuando únicamente para
sí y su personal beneficio, podría haber llegado a
un compromiso con Iazîd desde el primer momento y haber
arreglado todo el asunto, ya que los gobernadores Omeyas
solamente deseaban conseguir que él los reconociera y
aceptara como tales gobernantes ¿Qué más
habrían podido desear que tener al hijo del Profeta, el
Imam de la Época, llamándoles "Emir de los
Creyentes" y reconociendo su gobierno?
Pero su preocupación era el futuro del Islam y de
los musulmanes. Para que el Islam pudiera ser propagado entre los
hombres en el futuro y su sistema
político y social establecido en la sociedad, se opuso
a los Omeyas, lucho contra ellos y, finalmente, sacrificó
su propia vida.
Examinad cuidadosamente uno de los
ah·âdîz que he mencionado
anteriormente. Veréis que el Imam as-S·âdiq
estuvo sometido a presión
bajo el gobernante tiránico y por tanto optó por
hacer taquîah. No tenía poder
ejecutivo y la mayor parte del tiempo estuvo sometido a
vigilancia. A pesar de ello, mantuvo informados a los musulmanes
de sus deberes y nombró gobernadores y jueces. ¿Por
qué razón lo hizo y qué beneficio
había en nombrarlos y destituirlos?
Los grandes hombres, con amplios horizontes de pensamiento,
nunca desesperan o prestan atención a las circunstancias
en que ellos mismos se encuentran; por ejemplo, presos o
cautivos, en una situación que puede prolongarse
indefinidamente; en lugar de ello, continúan haciendo
planes para el avance de su causa. Llevan adelante su plan ellos mismos
o, si no han podido, otros darán continuidad a sus
proyectos,
incluso si es doscientos o trescientos años
después. La fundación de muchos grandes movimientos
en la historia se
hizo así. Sukarno, el ex- presidente de Indonesia,
concibió y diseñó su plan en prisión
y más tarde lo puso en práctica.
Imam as-S·âdiq no sólo
concibió planes, hizo también precisiones sobre
ciertos puntos. Si sus precisiones hubieran estado
destinadas a su época, naturalmente que nos
parecerían anodinas, pero en realidad, él estaba
pensando en el futuro cuando las hizo. Él no era como
nosotros, pensando únicamente en nosotros mismos,
interesados sólo en nuestros compromisos personales;
él estaba interesado en la Ummah, en la humanidad
en su conjunto y deseaba reformar a la humanidad para aplicar las
leyes de la justicia.
Así que, más de mil años antes, él
estableció un modelo de
gobierno e hizo sus precisiones, para que un día, cuando
las naciones se levantaran y los musulmanes entraran en
razón, no hubiera confusión y la forma del Gobierno
Islámico y su liderazgo
pudieran ser conocidos.
Generalmente hablando, el Islam, la escuela de
pensamiento Shî’i y, desde luego, todas las
religiones y
escuelas de pensamiento, han avanzado y progresado de esta forma:
todos comenzaron sin nada excepto un plan, plan que llegó
a dar fruto posteriormente gracias al esfuerzo y
dedicación de sus respectivos líderes y
profetas.
Moisés era un simple pastor y durante años
persiguió esta llamada. Cuando fue requerido para
enfrentarse al Faraón no tenía quien le ayudara
pero, gracias a su habilidad innata y a su resolución,
destruyó el gobierno del Faraón con un
báculo. Imaginad ahora ese báculo en vuestras manos
o en las mías ¿Habríamos sido capaces de
obtener los mismos resultados? Es necesaria la
determinación, seriedad y resolución de
Moisés para hacer a un báculo capaz de derrocar a
un Faraón, no cualquiera puede realizar tal
hazaña.
Cuando el Más Noble Mensajero recibió su
misión
profética y comenzó a difundir el Islam, un
niño de ocho años, el Emir de los Creyentes y una
mujer de
cuarenta, su esposa Jadîyah, fueron las únicas
personas que creyeron en él. No tenía a nadie
más. Todo el mundo sabe de las vejaciones que
soportó el Profeta, de los obstáculos que le
pusieron en el camino, de la oposición que hubo de
enfrentar. Pero, a pesar de ello, nunca desesperó o dijo:
"Estoy solo". Persistió y, con su poder
espiritual y firme resolución, fue capaz de hacer avanzar
su causa hasta el punto en que hoy se encuentra, en el que
setecientos millones de personas se encuentran agrupadas bajo su
estandarte.
También la escuela de pensamiento
Shî’i comenzó de cero. El día en
que el Más Noble Mensajero estableció sus
fundamentos, fue saludado con burlas. Él invitó a
la gente a su casa y dijo: "El hombre que posea tales y tales
cualidades será mi ministro", refiriéndose al
Emir de los Creyentes. En ese tiempo, el Emir de los Creyentes no
era adulto todavía, aunque siempre poseyó un gran
espíritu, el mayor del mundo. Pero ninguno se movió
de su sitio, incluso alguno se volvió hacia Abû
T·âlib diciéndole con sorna: "¡Ahora
deberás marchar bajo la bandera de tu
hijo!".
También el día en que el Profeta
anunció a la gente que el Emir de los Creyentes le
sucedería y gobernaría, algunos expresaron aparente
admiración y satisfacción, pero ese mismo
día comenzó la oposición contra él y
la misma continuó hasta el fin. Si el Más Noble
Mensajero le hubiera designado únicamente como una
autoridad para
ser consultada en problemas legales, no habría habido
oposición a él, pero al designarlo con el rango de
sucesor y decir que lo hacía para que gobernara a los
musulmanes y se ocupara del destino de la nación
islámica, ocasionó la oposición y el
descontento hacia él.
De la misma manera, si vosotros en la actualidad
permanecéis sentados en vuestra casa y no
intervenís en los asuntos del país, nadie os
molestará. Ellos solamente os crearán problemas si
intentáis intervenir en los destinos de la nación.
El Emir de los Creyentes y sus seguidores fueron molestados y
perseguidos porque intervinieron en los asuntos del gobierno y
del país. Pero ellos no abandonaron su actividad y su
esfuerzo, a consecuencia de los cuales hoy existen cerca de
doscientos millones de shî’a en el
mundo.
Limpieza de los centros religiosos
Para presentar correctamente el Islam a la gente es
necesario reformar las instituciones de enseñanza religiosa. Deben mejorarse el
lenguaje y los métodos de
difusión e instrucción. La apatía, la
pereza, la desesperación y la falta de confianza en uno
mismo, deben ser reemplazadas por diligencia, esfuerzo, esperanza
y auto-confianza. Deben ser eliminados los efectos que han dejado
la insinuante propaganda
extranjera en las mentes de algunas personas.
Las actitudes de
los pseudo-santos, quienes, a pesar de su posición dentro
de las instituciones de enseñanza, hacen difícil a
la gente obtener una verdadera apreciación del Islam y de
la necesidad de las reformas sociales, esto también debe
cambiar, y los âjûndho (religiosos) afiliados
a la corte, que han vendido su religión por el beneficio
mundanal, deben ser despojados de sus hábitos y expulsados
de las instituciones de enseñanza religiosa.
Eliminar los efectos de la ideología colonialista
Los agentes del imperialismo,
junto con el aparato educacional, propagandístico y
político del antinacional gobierno títere que ellos
han instalado, han estado difundiendo veneno durante siglos y
corrompiendo las mentes y la moral de
las gentes. Aquellos que se han introducido en las instituciones
religiosas, naturalmente, han traído consigo huellas de su
corrupción, porque las instituciones
religiosas forman parte de la sociedad y parte de la
gente.
Debemos, por tanto, esforzarnos en reformar, intelectual
y moralmente, a los miembros de las instituciones religiosas y
limpiar los residuos dejados en sus mentes y espíritus por
la insinuante propaganda extranjera y por la política de
los gobiernos corruptos y traidores.
Uno puede observar fácilmente los efectos de lo
que estoy hablando. Por ejemplo, a veces veo gente que se sienta
en los centros de las instituciones religiosas diciéndose
unos a otros: "Estas materias son demasiado complicadas para
nosotros ¿Qué nos importan a nosotros estos
asuntos? Nosotros solamente debemos rezar plegarias y dar nuestra
opinión en materias relativas a las leyes
religiosas".
Ideas como éstas son el resultado de varios
siglos de la maliciosa propaganda de los imperialistas. Han
penetrado profundamente en el verdadero corazón de Nayaf,
Qom, Mashhad y los otros centros religiosos, causando
apatía, depresión
y pereza e impidiendo a la gente madurar, de tal manera que
siempre ponen excusas para ellos mismos diciendo: "Estos
asuntos son demasiado complicados para nosotros".
Estas ideas están equivocadas ¿Cuál
es la cualificación de aquellos que gobiernan actualmente
en los países musulmanes? ¿Qué es lo que les
da esa habilidad para gobernar que nosotros alegamos carecer?
¿Cuál de ellos está más capacitado
que un hombre normal con estudios?
Muchos de ellos no han estudiado jamás
¿Dónde fueron los gobernantes del
H·iyyâz (Arabia) a estudiar? ¿Qué
estudios han realizado? Lo mismo que Rid·â Jan, que
fue totalmente analfabeto, un soldado iletrado, nada más.
Siempre ha sido igual a lo largo de la historia, la
mayoría de los gobernantes arbitrarios y tiránicos
han carecido totalmente de la más mínima capacidad
para gobernar la sociedad o administrar la nación y no han
poseído formación ni dotes ¿Qué
estudió Hârûn al-Rashîd
(Hârûn al-Rashîd, quinto califa
abbásida, que reino
del 180 al 193, contemporáneo de los Imames Musa
al-Kâz·im y ‘Alî ar-Rid·a) o
cualquier otro hombre que haya gobernado Estados tan vastos como
los suyos?
El estudio, es decir, la adquisición de
conocimientos y experiencia en distintas ciencias, es necesario
para realizar la planificación de un país y para el
ejercicio de las funciones ejecutivas y administrativas;
también nosotros recurriremos a personas que estén
en posesión de tales cualificaciones. Pero, la supervisión y la suprema administración del país, la
administración de justicia y el establecimiento de
relaciones justas entre la gente, éstas son precisamente
las materias que el faqîh ha estudiado. Aquello que
es necesario para preservar la libertad y la independencia
nacional es, de nuevo, precisamente lo que el faqîh
puede ofrecer. Por ello, es el faqîh quien rehusa
someterse a otros o caer bajo la influencia extranjera, y quien
defiende los derechos de la nación
y la libertad, independencia e integridad territorial de la
patria islámica, incluso a costa de su vida. Es el
faqîh quien no se desvía a la derecha o a la
izquierda.
Desembarácense de sus depresiones y
apatía, perfeccionen sus métodos y programas de
propaganda, esfuércense por presentar el Islam con
exactitud y decídanse a establecer un Gobierno
Islámico. Asuman la dirección y estrechen lazos con las
personas militantes y amantes de la libertad.
Finalmente establecerán un gobierno
islámico, tengan confianza en ustedes mismos. Ustedes
tienen el poder, el coraje y el sentido de la estrategia
necesarios para luchar por la libertad e independencia
nacionales. Ustedes lograrán despertar a la gente e
inspirarles el esfuerzo necesario para la lucha que hará
temblar de miedo al imperialismo y a la tiranía. Acumulen
más experiencia día a día e incrementen su
habilidad en el manejo de los asuntos sociales. Una vez que
consigan derrocar al régimen tiránico, serán
capaces, sin duda, de administrar el Estado y guiar a las
masas.
Todo el sistema de gobierno y administración, junto con las leyes
necesarias para ello, permanece listo para ustedes. Si la
administración del país necesita impuestos, el
Islam ha previsto los necesarios y si lo que se necesitan son
leyes, el Islam las tiene todas establecidas. Tras formar el
gobierno, ustedes no necesitan sentarse a diseñar leyes o,
tal como hacen esos gobernantes occidentalizados que adoran a los
extranjeros, correr tras otros para copiar sus leyes.
Todo está listo y esperando. Todo lo que falta es
planificar los programas de los ministerios y
eso puede realizarse con la ayuda y colaboración de
profesionales y consejeros expertos en los diferentes campos,
reunidos en una asamblea consultiva.
Afortunadamente, los pueblos musulmanes están
listos para seguiros y ser vuestros aliados. Lo único de
lo que carecemos es de la resolución necesaria y del poder
armado, y estos también los adquiriremos, Dios mediante.
Necesitamos el báculo y la resolución de
Moisés; necesitamos gente capaz de empuñar el
báculo de Moisés y la espada del Emir de los
Creyentes. Pero los cobardes que actualmente se sientan en los
centros de enseñanza religiosa, ciertamente no son capaces
de establecer y mantener un gobierno, pues son tan miedosos que
no pueden empuñar ni siquiera una pluma o emprender
actividad alguna. Los extranjeros y sus agentes han llenado
nuestros oídos con su propaganda, tan a menudo, que hemos
comenzado a creernos incapaces de nada: "Vayan a ocuparse de
sus asuntos! ¡Atiendan sus escuelas, sus clases, sus
estudios! ¿Acaso estos temas son de su incumbencia?
¡Son cosas que están por encima de su
capacidad!".
Yo no puedo disuadir a ciertas personas de estas
nociones y hacerles entender que deben llegar a ser
líderes de la humanidad; que ellos son, al menos, iguales
que los otros y capaces de administrar el país
¿Qué cualificaciones poseen esos otros de las que
ellos carecen? Todo lo que se puede decir es que algunos de ellos
marcharon al extranjero a divertirse y que quizás
estudiaron un poco mientras estaban allí. No decimos que
no deban estudiar. Nosotros no somos opuestos al estudio o al
aprendizaje.
Dejadles llegar a la luna, crear industrias
atómicas; no nos cruzaremos en su camino. No obstante,
nosotros también tenemos tareas.
Dadles Islam, proclamad al mundo el programa del
Gobierno Islámico; quizás los reyes y los
presidentes de los musulmanes entienden la verdad de lo que
decimos y lo acepten. No deseamos echar a ninguno de ellos;
dejaremos en su sitio a cualquiera que honradamente siga al
Islam.
Hoy tenemos casi mil millones de musulmanes en el mundo,
de los cuales trescientos setenta millones, o más, son
shî’a. Todos ellos están listos para
seguirnos, pero estamos tan escasos de resolución que
somos incapaces de liderarlos. Debemos establecer un gobierno
apoyados en la gente, digno de la confianza que la gente deposite
en él, para que, protegidos por él y por la
ley, la gente
pueda continuar su vida con normalidad y realizar sus tareas con
tranquilidad.
Estas son las cosas en las cuales debéis creer
con devoción. No desesperéis imaginando que esta
tarea es imposible. Dios sabe que vuestra capacidad y coraje no
son menores que lo suyos, al menos, desde luego, que el sentido
de coraje sea oprimir y asesinar al pueblo; ciertamente, nosotros
no tenemos de esa clase de coraje.
Una vez vino a mí un individuo
mientras me encontraba en prisión. Me dijo: "La
política es toda suciedad, mentira y corrupción ¿Por qué no deja
usted que nosotros nos ocupemos?".
Lo que decía era cierto en un sentido. Si la
política consistiera en eso solamente, pertenecería
exclusivamente a ellos. Pero la política del Islam, de los
musulmanes, la guía de los Imames que dirigen a los
siervos de Dios por medio de la política, es muy diferente
de la política a la que él se
refería.
Posteriormente, él dijo a los periódicos:
"Hemos llegado a un acuerdo para que los líderes
religiosos no intervengan en política." Tan pronto
como fui puesto en libertad negué estas declaraciones
desde el mimbar. Dije: "¡Él miente! ¡Si
Jomeiní, o cualquier otro, hubiera dado una promesa
semejante, lo expulsaríamos de las instituciones
religiosas!"
Desde el principio, él siembra en vuestras mentes
la idea de que la política significa mentiras y otras
cosas semejantes, para que perdáis el interés en
los asuntos nacionales y ellos puedan hacer sus negocios sin ser
molestados, realizando cuanto deseen y dándose a todos los
vicios. Mientras vosotros, aquí sentados, pedís por
su bienestar en vuestras oraciones: "¡Dios quiera
perpetuar su gobierno!" Desde luego, ellos no poseen la
inteligencia
necesaria para elaborar tales planes por sí mismos
(¡Gracias a Dios!), son sus maestros y los expertos quienes
les aconsejan tales planes. Los colonialistas británicos
penetraron en los países del Este hace más de
trescientos años. Conociendo todos los aspectos de estos
países, diseñaron elaborados planes para asumir el
control de todos
ellos.
Entonces llegaron los nuevos imperialistas, los
americanos y otros. Ellos se aliaron con los británicos y
participaron en la ejecución de sus planes.
Una vez, cuando estaba en Hamadán, un estudiante
iniciado en las ciencias religiosas, un hombre que había
dejado sus ropas religiosas pero que conservaba la ética
islámica, vino a mí y me mostró un mapa en
el que cientos de lugares habían sido marcados en rojo.
Él me dijo que aquellas marcas rojas
indicaban todos los recursos minerales del
país localizados por los expertos extranjeros.
Los expertos extranjeros han estudiado nuestro
país y descubierto todas sus reservas minerales: oro, cobre,
petróleo y demás. También han
realizado una valoración del espíritu de nuestro
pueblo y llegado a la conclusión de que la única
barrera que bloquea su camino es el Islam y el liderazgo de los
religiosos.
Tienen conocimiento
del poder del Islam, porque una vez gobernó parte de
Europa y ellos
saben que el verdadero Islam es opuesto a sus actividades.
También saben que no pueden someter a su influencia a los
verdaderos sabios religiosos, ni afectar su
pensamiento.
Desde el mismo principio, por tanto, han buscado apartar
este obstáculo de su camino, desacreditando al Islam y
calumniando a los líderes religiosos. Han utilizado su
maliciosa propaganda de tal manera que, actualmente, pensamos que
el Islam consiste simplemente en un manojo de tópicos
legales. También han tratado de destruir la
reputación de los fuqahâ' y de los
‘ulamâ', los cuales están a la cabeza
de la sociedad islámica, mediante acusaciones calumniosas
y otros medios. Por
ejemplo, ese desvergonzado agente del imperialismo, escribe en
sus libros: "¡Seiscientos ‘ulamâ' de
Nayaf e Irán estaban cobrando sueldo de los
británicos! ¡El Sheij Murtad·a
tomó el dinero
sólo dos años, antes de que se diera cuenta de
donde provenía el dinero! ¡Las pruebas pueden
encontrarse en documentos
conservados en los archivos de la
Oficina de
Indias!". Los colonialistas les ordenan insultar a los
‘ulamâ' para poder cosechar los beneficios.
Los colonialistas desean fervientemente hacer aparecer a los
‘ulamâ' como agentes a su servicio para que
pierdan el respeto de la
gente y éstas les abandonen. Al mismo tiempo, con su
propaganda y sus insinuaciones, han tratado de presentar el Islam
como un asunto mínimo, limitado, y de restringir las
funciones de los fuqahâ' y
‘ulamâ' a cuestiones insignificantes. Han
tratado de persuadirnos constantemente de que la única
función de los fuqahâ' es dar su
opinión sobre los problemas legales.
Algunas personas, carentes de un correcto entendimiento,
les han creído y se han extraviado. No han comprendido que
todo ello es parte de un plan destinado a destruir nuestra
independencia y a establecer el control sobre todos los aspectos
de la vida en los países islámicos.
Obtusamente, han ayudado a los órganos de
propaganda de los colonialistas a llevar a cabo su
política y a lograr sus objetivos. Las
instituciones propagandísticas del colonialismo han
insistido para persuadirnos de que la religión debe estar
separada de la política, de que los dirigentes religiosos
no deben interferir en los asuntos sociales y de que los
fuqahâ' no tienen el deber de supervisar el destino
de las naciones islámicas. Desgraciadamente, algunos les
han creído y han caído bajo su influencia, con el
resultado que vemos. Esto es lo que el colonialismo siempre ha
deseado, desea y deseará en el futuro.
Observad los centros de enseñanza religiosa y
podréis ver los efectos de la campaña de
persuasión y propaganda de los colonialistas.
Veréis gente negligente, perezosa, ociosa y
apática, que no hace otra cosa que discutir sobre aspectos
puntuales de la ley y rezar, y que son incapaces de nada
más. También encontraréis ideas y
hábitos que han nacido de la misma propaganda
colonialista, por ejemplo, la idea de que hablar es incompatible
con la dignidad de
los âjûnds (religiosos). Los
âjûnds y los muytahidîn no deben
ser capaces de hablar y si lo son, no deben decir nada excepto:
"La ilaha il.la Allah", o quizás alguna palabra
más; pero esto es un error y contrario a la sunnah
del Mensajero de Dios.
Dios ha elogiado el discurso y la
expresión, así como la escritura y el
uso de la pluma. Por ejemplo, dice en la aleya 4 de la Surah
Ar-Rahmân:
"Él le dio (al hombre) la capacidad de
expresarse"
Estimando la capacidad de hablar que El dio al hombre
como una gran bendición y una fuente de nobleza. El habla
y la expresión son necesarias para difundir las
órdenes de Dios y las enseñanzas y doctrinas del
Islam; es por medio del habla y la elocuencia que podemos
instruir a la gente en Su religión y cumplir el deber
señalado en la frase: "Ellos instruyen a la gente".
El Más Noble Mensajero y el Emir de los Creyentes
pronunciaron discursos y
jut·bas, fueron hombres de elocuencia.
Purificar las formas sagradas
Esas tontas ideas que existen en las mentes de algunas
personas, ayudan a los colonialistas y a los gobiernos opresores
en sus intentos de mantener a los países musulmanes en su
estado actual y de bloquear el progreso del movimiento
islámico. Tales ideas son características de
aquellos que son conocidos por su santidad, pero que en realidad
son pseudo-santos, no santos verdaderos. Debemos cambiar esa
forma de pensar y dejar clara nuestra actitud hacia
ellos, porque ellos están bloqueando nuestro movimiento y
las reformas que tratamos de llevar a cabo, y manteniendo atadas
nuestras manos.
El fallecido Burûyerdî, el fallecido Hoyyat,
el fallecido Sad·r y el fallecido
Jawânsârî, se reunieron en nuestra casa un
día, para debatir algunos temas políticos. Yo les
dije: "Antes de nada, debéis decidir qué hacer
con estos pseudo-santos. Mientras estén ahí,
nuestra situación es como la de una persona que
está siendo atacada por un enemigo mientras otro le sujeta
las manos por la espalda. Estas personas que son conocidas como
santos (que tienen fama de santos pero que son pseudo-santos) no
son santos reales, son completamente inconscientes del estado de
la sociedad, y si tratáis de hacer algo: tomar el
gobierno, asumir el control del parlamento (maylîs),
frenar el desarrollo de
la corrupción, etc…, ellos destruirán vuestra
reputación social. Antes de nada debéis decidir
qué hacer con ellos".
El estado actual de la sociedad musulmana es tal que
estos falsos santos impiden que el Islam ejerza su influencia
propia. Actuando en nombre del Islam, lo que están es
dañándolo. Las raíces de estos individuos
que existen en nuestra sociedad se encuentran en los centros de
las instituciones religiosas. En los centros de Nayaf, Qom,
Mashhad y otros, existen individuos en posesión de esta
mentalidad pseudo-santa y, desde su base en las instituciones
religiosas, infectan al resto de la sociedad con sus malas ideas
y actitudes. Son ellos quienes se oponen a cualquiera que le diga
a la gente: "¡Venid, despertad! ¡No viváis
bajo la bandera de otros! ¡No permitamos las imposiciones
de Inglaterra y
América! ¡No permitamos que Israel paralice a
los musulmanes!".
Primero debemos aconsejar a estos pseudo-santos y tratar
de despertarlos. Debemos decirles: "¿No veis el
peligro? ¿No veis que los israelíes están
atacando, asesinando y destruyendo y que los ingleses y los
americanos les ayudan?. Permanecéis sentados observando,
pero debéis levantaros. Debéis tratar de encontrar
un remedio a las enfermedades de la gente. La
mera discusión no es suficiente. La simple
enunciación de opiniones sobre puntos legales no es
útil por sí misma. No guardéis silencio en
un tiempo en que el Islam está siendo destruido, el Islam
está siendo exterminado; como los cristianos, que
permanecieron sentados discutiendo sobre el Espíritu
Santo y la Trinidad hasta que fueron destruidos.
¡Levantaos, prestad alguna atención a la realidad y
a los asuntos cotidianos!.
¡No os permitáis ser tan negligentes!
¿Acaso estáis esperando a que los ángeles
vengan a llevaros en sus alas? ¿Es función de los
ángeles consentir la pereza? Los ángeles baten sus
alas bajo los pies del Emir de los Creyentes, porque él
fue benéfico para el Islam, él hizo grande el
Islam, aseguró la expansión del Islam en el mundo y
promovió sus intereses. Bajo su liderazgo se
desarrolló y ganó fama una libre, vital, virtuosa
sociedad; todos tuvieron que inclinarse ante su poder, incluso el
enemigo ¿Pero, por qué nadie se inclina ante
vosotros cuya única actividad es emitir opiniones sobre
asuntos legales?".
Si nuestros pseudo-santos no despiertan y comienzan a
asumir sus responsabilidades tras repetirles estos consejos y
avisos, será evidente que la causa de su fallo no es la
ignorancia, sino algo más. Entonces, desde luego,
adoptaremos una actitud diferente con ellos.
Purificar los centros de estudios
islámicos
Los centros de las instituciones religiosas son lugares
para la enseñanza, instrucción, propaganda y
liderazgo. Pertenecen a los fuqahâ' justos, a los
sabios, maestros y alumnos. Pertenecen a aquellos que son los
herederos y sucesores de los profetas. Ellos son sujetos de un
legado, y un legado divino es obvio que no puede ser puesto en
manos de cualquiera. Quien desee asumir tan pesada responsabilidad, administrar los asuntos de los
musulmanes y actuar como delegado del Emir de los Creyentes,
interviniendo en asuntos relativos al honor, a la propiedad y a
las vidas de las gentes, así como al botín tomado
en la guerra y a los
castigos penales de la ley, debe estar completamente
desinteresado del mundo y libre de ambición
mundanal.
Cualquiera cuyos esfuerzos estén orientados hacia
este mundo, incluso por cosas que sean legítimas en
sí mismas, no puede ser delegado de Dios y no es digno de
confianza. Cualquier faqîh que participe en el
aparato del Estado de los opresores y devenga un cortesano, no es
un delegado y no puede ejercer el encargo de Dios. ¡Dios
sabe cuántas desgracias ha sufrido el Islam, desde su
inicio hasta el presente en manos de estos malos
‘ulamâ'! Abu Hurairah ( Abu Hurairah, muerto
en el 57 o 58 H., se hizo musulmán en el año 7 H.
por lo que no vivió en Medina, cerca del Profeta
más de tres años, a pesar de lo cual
transmitió 5.674 hadices del Mensajero de Dios, más
que ningún otro de los compañeros, hasta el punto
que en la época de los califas un grupo numeroso
de los compañeros del Profeta lo desautorizaron. En
época del segundo califa fue nombrado gobernador de
Bahrein, de donde fue depuesto y castigado, por
apropiación indebida del erario público, a pagar
10.000 dirham. En tiempos del tercer califa, para conseguir su
cercanía, inventó hadices sobre la excelencia del
mismo, por lo que fue nombrado juez de Medina.
Durante el califato del Emir de los Creyentes se mantuvo
en silencio aparente, y durante la guerra de Siffin mantuvo una
actitud equívoca, pasando de un bando a otro. Se cita de
él una famosa frase: " la comida de
Mu’âwîah es más suculenta y la
oración de ‘Alî es mejor ". Muchos de los
‘ulamâ'h, tanto sunnitas como
Shî’itas han objetado sus hadices.
Mu’âwîah lo volvió a nombrar juez de
Medina. Ver Sharh· Nahy ul-balâgah de Ibn Abi
al-H·adîd, t. IV, pp. 63 a 69 y 78, y
Dâirat ul-Mu’ârif Islâmîa,
del mismo autor, t. I, pp. 418 y 419) fue uno de los
fuqahâ', pero Dios sabe la de juicios que
falsificó para Mu’âwîah y otros como
él, y el daño
que ocasionó al Islam.
Cuando una persona ordinaria entra al servicio de un
gobierno opresor, se le puede considerar un pecador, pero su acto
no conlleva mayores perjuicios, pero cuando un
‘alim, un faqîh, como Abu Hurairah o el
juez Shuraih·, entra al servicio de un gobierno opresor,
aportan dignidad y legitimidad al mismo y deshonran el Islam.
Cuando un faqîh entra a servir en el aparato del
tirano es como si todos los ‘ulamâ' lo
hicieran; deja de ser un asunto particular. Por ello, los Imames
prohibieron estrictamente a sus seguidores prestar servicios
gubernamentales y les dijeron que la situación en la que
ellos mismos se encontraban, se debía a que algunos de
ellos lo habían hecho.
Las obligaciones
que incumben a los fuqahâ' no se aplican a los
demás. Los fuqahâ', debido a su
posición, deben evitar y renunciar a cosas que de
otra manera les serían lícitas. En casos en los que
a otros se les permite hacer taqîiah, los
fuqahâ' no pueden.
El propósito de la taqîiah es
preservar el Islam y la escuela Shî’i; si la
gente no hubiera recurrido a ella, nuestra escuela de pensamiento
podría haber sido destruída; la
taqîiah es lícita en cuestiones formales, lo
que está en relación con las ramas
(furu’) de la religión, por ejemplo, realizar
la ablución de diferentes maneras. Pero cuando los
Principios del Islam y su prestigio están en peligro, no
hay lugar para el silencio o la taqîiah ¿Si
tratan de forzar a un faqîh a subir al mimbar y
hablar en forma contraria a las órdenes de Dios, puede
acaso obedecerlos, diciéndose: "La taqîiah
es mi religión y la religión de mis
antepasados"? La cuestión de la taqîiah
no es procedente en este caso. Si un faqîh
prevé que prestando servicio a un gobierno opresivo, la
opresión será mayor y la reputación del
Islam ensuciada, no debe ponerse a su servicio, incluso si a
consecuencia de ello es asesinado.
No son aceptables las excusas que pueda ofrecer, a menos
que su acción
de entrar al servicio del Estado tenga una base racional, como
fue el caso de ‘Alî ibn Iaqt·în,
(‘Alî ibn Iaqt·în ( 124 a182 H.). Su
padre fue defensor de la causa de los ‘Abbâsî
durante el gobierno de los Omeyas, por ello cuando finalmente
éstos llegaron a gobernar, Hârûn
ar-Rashîd nombró a ‘Alî ibn
Iaqt·în su ministro, aun cuando éste era
seguidor de Imâm Kâz·im, sabiendo que estaba
obligado a obedecer al Imâm y esforzarse en ejecutar sus
ordenes. El Imâm le dijo: " Oh ‘Alî, Dios
Altísimo, junto a los tiranos ha puesto colaboradores que
son instrumentos para ayudar a Sus amigos, y tú eres uno
de ellos.") cuyos motivos para entrar al servicio del Estado
son bien conocidos, y como Jayeh Nas·îr
Tûsî cuya acción tuvo consecuencias
beneficiosas, igualmente bien sabidas.
Los verdaderos fuqahâ' del Islam son, desde
luego, libres de toda culpa al respecto. Desde el principio del
Islam hasta el presente, su ejemplo es claro y brilla como una
luz ante
nosotros; son inmaculados de culpa. Los
âjûndho que en épocas pasadas
colaboraron con el gobierno, no pertenecían a nuestra
escuela. Nuestros fuqahâ' no sólo han sido
opuestos a los gobernantes, sino que han sufrido prisión y
tortura a causa de su desobediencia a ellos.
En inimaginable que los ‘ulamâ' del
Islam hayan entrado alguna vez al servicio del Estado o que lo
hagan ahora. En alguna ocasión, desde luego, lo han hecho
de cara a obtener el control del mismo o a transformarlo; si tal
cosa fuera posible hoy, igualmente sería nuestro deber
hacerlo. Pero no es de eso de lo que estoy hablando. Nuestro
problema es la gente que lleva turbante sobre sus cabezas; han
leído unos pocos libros en uno y otro sitio, o puede ser
que ni siquiera los hayan leído, y han entrado al servicio
del gobierno con la intención de llenar sus
estómagos o de incrementar el campo de su autoridad
¿Qué haremos con ellos?
Expulsar a los
religiosos vendidos a la corte
Estas personas no son fuqahâ'
islámicos, son gente a la que la Sawâk ha
dado un turbante y puesto a rezar. Si la Sawâk no
puede obligar a los Imames de la congregación a estar
presentes en las bodas del gobierno y en ceremonias similares,
echará mano de su propia gente, lista para decir:
"Grande es su gloria" cuando se le menciona. Estas
personas no son fuqahâ'. La gente sabe lo que
realmente son. Hay un h·adîz que nos advierte
que protejamos nuestra fe de esa gente o ellos la
destruirán. Deben ser denunciados y deshonrados, para que
pierdan el prestigio que puedan tener ante la gente. Si su
posición social no es destruida, ellos destruirán
la posición del Imam de la Época y la
posición del Islam mismo.
Nuestros jóvenes deben arrebatarles los
turbantes. Los turbantes de esos âjûndho que
corrompen la sociedad musulmana, mientras proclaman ser
fuqahâ' y ‘ulamâ', deben serles
arrebatados.
No se si nuestra juventud en
Irán habrá muerto ¿Dónde
están? ¿Por qué no les arrebatan los
turbantes a estos individuos? No digo que deban matarlos, no
merecen que se les mate. ¡Pero arrebatadles los turbantes!
Nuestra gente de Irán, especialmente nuestros celosos
jóvenes, tienen el deber de impedir que estos
âjûndho, estos recitadores de "Grande es su
gloria", aparezcan en sociedad y se muevan entre la gente,
llevando turbante. No necesitan golpearlos mucho, solamente
sacarles los turbantes y no permitirles aparecer en
público llevándolos.
El turbante es una prenda noble; no cualquiera es digno
de llevarla. Como dije, los verdaderos ‘ulamâ'
del Islam están libres de culpa al respecto; nunca han
estado al servicio del gobierno. Estos que están con el
gobierno son parásitos tratando de engordar a costa de la
religión y de los ‘ulamâ', pero nada
tienen que hacer entre los ‘ulamâ' y la gente
sabe qué clase de tipos son.
Nosotros también nos encontramos frente a
difíciles tareas. Debemos mejorar nuestra propia
espiritualidad y nuestra forma de vivir. Debemos llegar a ser
más ascéticos que antes y completamente ajenos a
los bienes de este
mundo. Todos vosotros debéis equiparos para proteger el
legado divino que os ha sido confiado. Llegar a ser delegados
dignos y tener este mundo en poca estima. Naturalmente, no
podréis ser como el Emir de los Creyentes quien dijo que
este mundo era para él de menos valor que la
humedad del morro de una cabra, pero apartaos de los deseos de un
beneficio mundanal, purificad vuestras almas, volveos hacia Dios
Todopoderoso, cultivad la piedad.
Si vuestro propósito al estudiar es, Dios no lo
quiera, asegurar vuestro mantenimiento
futuro, nunca llegaréis a ser fuqahâ' o
administradores del Islam. Preparaos para ser útiles al
Islam, actuad como el ejército del Imam de la
Época, para que lleguéis a ser capaces de
auxiliarle en su misión de establecer el gobierno de la
justicia. La mera existencia de individuos rectos tiene un efecto
benéfico para la sociedad, como yo mismo he observado, uno
se purifica caminando con ellos y cultivando su
compañía.
Actuad de manera que vuestros actos, conducta,
carácter y aversión a las ambiciones
mundanales, puedan ejercer un efecto revivificador en la gente.
Ellos imitarán vuestro ejemplo y vosotros podréis
llegar a ser modelos para
ellos y soldados de Dios. Solamente así podréis
hacer que la gente conozca el Islam y el Gobierno
Islámico.
No estoy diciendo que abandonéis vuestros
estudios, por supuesto que debéis estudiar, llegar a ser
fuqahâ'. Dedicaos al fiqh y no
permitáis que el fiqh decline en los centros de las
instituciones religiosas. A menos que seáis
fuqahâ', no estaréis capacitados para servir
al Islam. Pero mientras estudiáis, preocupaos
también por representar al Islam correctamente ante la
gente. El Islam es, actualmente, un extraño. Nadie lo
conoce con propiedad. Debéis transmitir el Islam y sus
leyes de manera que la gente llegue a entender lo que es el
Islam, lo que es el Gobierno Islámico, lo que significan
la Profecía y el Imamato y en términos generales,
por qué fue revelado el Islam y cuáles son sus
objetivos. Así, el Islam irá gradualmente
conociéndose y, Dios mediante, algún día se
establecerá un gobierno islámico.
Derrocar a los
gobiernos opresores
Debemos derrocar los gobiernos tiránicos cortando
toda relación con las instituciones gubernamentales.
Rehusarnos a cooperar con ellos, abstenernos de cualquier acto
que pueda traducirse en una ayuda para ellos. Crear nuevas
instituciones judiciales, financieras, económicas,
culturales y políticas.
Es deber de todos nosotros derrocar a los
t·âghût; por ejemplo: los
ilegítimos poderes políticos que gobiernan
actualmente en todo el mundo islámico.
El aparato gubernamental de los regímenes
tiránicos antipopulares, debe ser reemplazado por
instituciones al servicio del bien público, y administrado
conforme a las leyes islámicas. De esta manera irá
apareciendo, gradualmente, un gobierno islámico. En el
Corán, Dios Todopoderoso ha prohibido a los hombres
obedecer a los t·âghût, a los
regímenes ilegítimos, y los anima a levantarse
contra los reyes, tal como Él ordenó a
Moisés rebelarse.
Existen numerosos ah·âdîz
animando a la gente a luchar contra los opresores y contra los
que desean pervertir la religión. Los Imames junto con sus
seguidores, los shi’itas, siempre lucharon contra los
gobiernos tiránicos y los regímenes
ilegítimos, como uno puede fácilmente ver si
examina sus biografías y su forma
de vida. La mayor parte del tiempo vivieron bajo la
opresión de los gobernantes tiránicos y se vieron
obligados a observar taqîiah, embargados de temor.
No temor por ellos mismos, desde luego, pero sí temor por
la religión, como se evidencia si se examinan los
ah·âdîz más relevantes. Los
gobernantes tiránicos, por su parte, permanecieron
aterrorizados por los Imames. Estaban seguros de que si
daban a los Imames la más leve oportunidad, éstos
se rebelarían y los privarían de sus vidas,
sinónimo de búsqueda de placeres y licenciosidad.
Es por esta razón que vemos a Hârûn arrestando
al Imam Musa Ibn Ya’far (sobre él la Paz) y
encarcelándole por muchos años, y tras él a
Ma’mûn (’Abd ul-lah Ma’mûn (180 a
218 H.) Hijo del Hârûn al-Rachîd y octavo de
los califas ‘Abbâsî ) llevando a Imam
Rid·â a Marv y confinándolo allí
muchos años, antes de, finalmente, envenenarle.
Hârûn y Ma’mûn no actuaron
así porque los Imames fuesen asiiad (descendientes
del Profeta) y ellos fuesen opuestos al Profeta; desde luego,
tanto Hârûn como Ma’mûn eran
shi’itas. Ellos actuaron así motivados
enteramente por razones de Estado. Sabían que los
descendientes de ‘Alî reclamarían el califato
y que su mayor deseo era establecer un gobierno islámico,
considerando el hacerlo algo enteramente obligatorio para
ellos.
Un día se le sugirió al Imam
Mûsâ, que delinease los límites de
Fadak para que se lo pudieran devolver. De acuerdo con cierto
h·adîz, dibujó un mapa de todo el
territorio islámico y dijo: "Todo lo que hay dentro de
estos límites es nuestro derecho legítimo. Nosotros
somos quienes debemos gobernar sobre él y vosotros sois
sólo unos usurpadores". Los tiranos vieron pues, que
si el Imam Mûsâ ibn Ya’far fuese libre, les
haría la vida imposible, podría establecer las
bases de una rebelión y del derrocamiento de su gobierno.
Así que no le dieron la más leve oportunidad. No
existe la menor duda de que si el Imam la hubiera tenido, se
habría rebelado y habría destronado a los tiranos
usurpadores.
Igualmente, Ma’mûn mantuvo a Imam
Rid·â bajo vigilancia, dirigiéndose a
él, astuta e hipócritamente, llamándole
"primo e hijo del Mensajero de Dios", temeroso de que,
algún día, pudiera levantarse y destruir las bases
de su reinado. Al ser, ciertamente descendiente y delegado del
Profeta no le podía permitir que se moviera con libertad
por Medina.
Los tiranos deseaban el poder y estaban dispuestos a
sacrificar cualquier cosa por ese deseo; no es que tuvieran una
enemistad personal con ninguno de los Imames. Si, Dios no lo
permita, el Imam hubiese frecuentado su corte, habrían
mostrado hacia él la mayor veneración y respeto,
incluso habrían besado su mano. De acuerdo con el
h·adîz, cuando el Imam Rid·â fue
a ver a Hârûn, éste ordenó que el Imam
fuese traído montado a caballo hasta su mismo trono, y que
se le mostrase la mayor veneración posible. Pero cuando
llegó el momento de repartir las cantidades del tesoro que
debían ser distribuidas y llegó el turno de Banu
Hâshim para recibir su parte, Hârûn les
entregó solamente una pequeña cantidad.
Su hijo Ma’mûn, que estaba presente,
quedó sorprendido del contraste entre la veneración
de la que acababa de ser testigo y la asignación que ahora
veía que se les daba. Hârûn le dijo: "No
entiendes. Los Banu Hâshim ( Banu Hâshim, nombre
de una de las grandes taifas del clan de los Quraish,
descendientes de ‘Umair y de Ibn ‘Adb Ul-Manâf,
conocido como Hâshim, que fue padre de ‘Abd
al-Mut·alib, abuelo del mensajero (s)) deben permanecer
en esta situación. Deben ser siempre pobres, prisioneros,
desterrados, afligidos, incluso envenenados o muertos. De otra
manera se levantarían contra nosotros en rebeldía y
arruinarían nuestras vidas".
Los Imames no sólo lucharon contra los
gobernantes tiránicos, los gobiernos opresivos y las
cortes corruptas ellos mismos, llamaron también a los
musulmanes a hacer el yihâd contra estos
enemigos.
Existen más de cincuenta
ah·âdîz en el Wasa’il
ush-Shî’ah ( Tafs·îl
Wasâ'il al-Shî’ah ilâ
Tah·s·îl Masâ’il
ash-Sharî’ah, conocido por Wasâ'il
ush-Shî’ah recopilado por ‘Allâmah
Muh·ammad Hasan al-Hurr al-‘Âmulî, la
obra más completa de hadices sobre
Ah·kâm y que posee la mejor
sistematización y ordenamiento en esta materia, que
difiere del orden habitual de los libros de fiqh, y que dedica un
capítulo final a los beneficios del ‘Ilm
ar-Riyâl) Al–Mustadtrak y otros libros, llamando
a los musulmanes a evitar los gobernantes y dirigentes
tiránicos, y a llenar de tierra la boca
de aquellos que les alaban ( Transmitido por Imâm
as-Sâdiq de su padre Imâm al-Bâqer de su padre
Imâm ‘Alî Zsain al-‘Abidîn de su
padre Imâm Husein de su padre el Emir al-Mu'minîn que
lo trasmitió del Profeta (s), Wasâ'il
al-Shî’ah t. XII, pág. 132. cap. 42,
h·adîz 1. Man lâ
iah·d·urûh ul-Faqîh, t. IV,
pág. 5, h·adîz 1.) y a amenazar a
aquellos que prestan sus plumas para hacerles panegíricos.
En resumen, los Imames han ordenado cortar toda relación
con tales gobernantes y que nadie colabore con ellos de ninguna
manera. En contraste con estos ah·âdîz,
existen otros que alaban a los maestros eruditos y al
faqîh justo, y enfatizan su superioridad sobre el
resto de los hombres.
Tomadas en su conjunto, ambas clases de
ah·âdîz forman un programa para el
establecimiento de un gobierno islámico. Primero se induce
al pueblo a dar la espalda a los gobiernos tiránicos, a
los opresores, después las casas de los
fuqahâ' deben abrir sus puertas a las gentes. Los
fuqahâ' que son justos y ascéticos y que
luchan en el camino de Dios para aplicar las leyes del Islam y
establecer su sistema social
Los musulmanes serán capaces de vivir en seguridad y
tranquilidad y preservar su fe y su moral,
solamente cuando disfruten de la protección de un gobierno
basado en la justicia de la ley. Un gobierno cuya forma, sistema
administrativo y leyes, hayan sido establecidos por el Islam.
Espero que mediante la presentación del sistema de
gobierno y de los principios sociales y políticos del
Islam a amplios sectores de la Humanidad, crearemos una fuerte y
nueva corriente de pensamiento y un poderoso movimiento popular
que establecerá un gobierno islámico.
Conclusión
¡Oh Dios! ¡Corta las manos de los opresores
que han aferrado las tierras de los musulmanes y desarraiga a
todos los traidores del Islam y de los países
islámicos!
¡Despierta las cabezas de los Estados musulmanes
de su profundo sueño, para que puedan esforzarse ellos
mismos en favor de los intereses populares y renunciar a la
división y a la búsqueda del beneficio
particular.!
¡Concédenos que la joven generación
de estudiantes de los colegios religiosos y las universidades,
pueda luchar por la conquista de los sagrados objetivos del Islam
y esforzarse juntos, en filas unidas, primero, para liberar los
países islámicos de las garras del imperialismo y
sus viles agentes, y después, para defenderlos!
¡Concédenos que los fuqahâ' y
los maestros conjuntamente, puedan esforzarse para guiar e
iluminar las mentes de las gentes, para llevar los sagrados
objetivos del Islam a todos los musulmanes, particularmente a la
joven generación y esforzarse por el establecimiento de un
gobierno islámico!
Tuyo es el éxito y
no hay fuerza, ni poder excepto la que viene de ti.
Ismael Agar
Licenciado en estudios Islámicos
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