La formación de valores, parte de la continuidad histórica de nuestro proceso revolucionario
- Desarrollo
- La fragua de nuestro
espíritu - ¿Crisis de
valores? - La
familia en la formación de valores - Valor
formador de la educación - Consideraciones
finales
Introducción
La formación de valores es un
complejo problema en el que fluyen las acciones
educativas de diversas instituciones
y organizaciones
sociales: la familia, la
escuela, las
organizaciones de masas y sociales, las acciones educativas,
instituciones culturales, económicas, deportivas,
religiosas, los medios de
difusión masiva, y en general, el sistema de
relaciones materiales y
espirituales de la sociedad.
Los diferentes valores, como un intrincado sistema, se
desarrollan sobre la base del quehacer cotidiano de los hombres,
de sus conocimientos, creencias y representaciones en
relación con los diversos fenómenos de la realidad
en la que participan como personalidades
íntegras.
La situación actual nos obliga a realizar un
análisis crítico de nuestra
práctica educativa a nivel de toda sociedad que revele los
problemas de
diversa índole que tienen un carácter acumulativo y manifestaciones
diversas en diferentes momentos y contextos que en un futuro
más o menos cercano pudieran tornarse más complejas
en un plano cuantitativo. Entre los problemas que se manifiestan
tenemos:
- Reestructuración individual de normas y
valores a veces con gran desgaste ético para diferentes
capas de la sociedad, se incluye desde el profesional que
cambia su puesto de trabajo
calificado por un modesto trabajo en el sector del turismo, o el funcionario
que al pasar a trabajar a una empresa
mixta disfruta de diferentes privilegios. - Deterioro en el cumplimiento de reglamentaciones y
normas de convivencia. Insuficiente desarrollo
de hábitos de cultura
social como consecuencia de la falta de exigencia y
sistematicidad. - No respeta a la autoridad de
padres, maestros y otros funcionarios sociales. - Comunicación irrespetuosa. Vocabulario
inadecuado y lenguaje
vulgar. - Pobre desarrollo del grupo
escolar en función
de la tarea educativa, lo que no permite interactuar entre
ellos para mantener normas de trabajo estable. - Falso concepto de
compañerismo en las relaciones entre los jóvenes,
manifestaciones de deshonestidad y ausencia de
valoración crítica, entre otras, durante diferentes
actividades realizadas. - Excesiva cantidad de roles sociales extrafamiliares
como fuente de contradicciones y conflictos
entre los miembros de la familia y la
sociedad en su conjunto. - Orientaciones de valores de las familias,
configuradas temporalmente por el período especial, lo
que puede hacer aparecer manifestaciones de individualismo,
egoísmo y otras cualidades negativas.
Es bien sabido que en los últimos años la
sociedad cubana se ha enfrentado a un proceso de
profundas transformaciones en la esfera de las relaciones
internacionales, el recrudecimiento del bloqueo de Estados
Unidos hacia nuestro país y la necesidad de insertarnos en
la dinámica actual de las relaciones
económicas mundiales. Condicionado por estas realidades,
nuestro sistema de relaciones materiales y espirituales, ha
cambiado también con el de los valores
individuales y sociales. Es por ello que pretendemos con esta
investigación promover una reflexión
sobre la prioridad de la formación de valores en las
nuevas generaciones y las formas de acción
social.
Desarrollo
Vivimos tiempos difíciles, de profundos cambios
en la arena internacional y de trascendentales modificaciones
internas. Estamos situados en la arrancada de toda una
época de transición, lo cual obliga a la Revolución
a enfrentar condiciones totalmente inéditas que exigen de
toda nuestra inteligencia,
audacia y entereza para no extraviar la brújula
orientadora de los valores que identifican a la Cuba
revolucionaria.
La
fragua de nuestro espíritu
Cuando hablamos de principios
fundadores y fines axiológicos debemos remontarnos a una
eticidad y una pedagogía que comienza para nosotros en la
aulas de san Carlos con el padre Félix Varelas,
continúa en las del Salvador con José de la
Luz, prosigue
en las de San Pablo con Rafael María de Mendive y culmina
en el pensamiento
revolucionario de José Martí,
maestro del primer grupo de jóvenes marxistas cubanos en
los años 20 y de la que así misma se llamó
Generación del Centenario Martiano en 1953.
En esa continuidad, siempre amenazada por adversarios
autóctonos y foráneos, la columna vertebral de
nuestra historia, y
solo ella, que mereció parir hombre como
Céspedes, Agramante, Gómez y Maceo, pero
también un pueblo capaz de inspirarlos y seguirlos; solo
nuestra historia, decimos, puede enseñarnos quienes somos,
cuales son nuestras tendencias negativas y positivas, nuestras
lacras y virtudes características, nuestros enemigos
internos y externos. No se trata de aferrarnos a un antologismo
histórico se trata de reconocer que tenemos modos
característicos de reaccionar ante las más diversas
circunstancias, como los tiene todo conglomerado humano
convertido en ración, y más si ha partido de un
status colonial que lo ha obligado a conquistar con las armas de la
cultura y la inevitables de la guerra, un
lugar en el mundo: es decir, su propia historia, en el
ámbito del devenir universal.
Ha de ser, pues nuestra propia historia, ya que no
constituye un pasado inmóvil sino que seguimos
haciéndola cada día, un agente cada vez más
vivo y real en la formación de las nuevas generaciones. Y
cuando decimos historias no queremos decir solo fechas, nombres y
sucesos, queremos decir búsqueda de un sentido que es
precisamente lo que hoy se intenta negar a la historia, cuando no
clausurar sus puertas para que dirigir los ojos hacia el
horizonte llamado José Martí,
hacia el hombre que
más de cerca y más de lejos nos acompaña y
propiciar su encuentro, su diálogo.
En la obra martiana encontramos una estrategia para
la formación moral del
hombre. De ella se deducen una serie de principios y su
expresión concreta en instituciones y diferentes formas de
la conciencia
social, y podemos extraer elementos esenciales y métodos
generales para la formación de valores y la educación de las
nuevas generaciones.
Otro de los más grandes valores de la
Revolución ha sido precisamente la formación, en el
cubano, de una alta conciencia valorativa, en la que ocupan un
lugar preponderante valores como la justicia, la
solidaridad y la
independencia.
La clave del éxito
radica en la armonía y consecuencia de la práctica
revolucionaria, entre los valores reconocidos e instituidos
oficialmente y que las transformaciones revolucionarias han
convertido en realidad social. Justicia, solidaridad e
independencia son valores presentes en el discurso
político de cualquier nación,
pero en muy pocas se han hecho reales y plenas.
Para el cubano esos valores no han sido meros conceptos
abstractos, han sido una realidad cotidiana y palpable, un
ingrediente inalienable de su hábitat
sociocultural. Basta recordar la figura emblemática de
Ernesto Che Guevara
para entender la atmósfera ética y
por lo tanto profundamente formativa. Y son esos valores los que
explican que aún estamos aquí resistiendo, contra
toda lógica,
o para decirlo mejor, contra la lógica pragmática
extrema que impera en el mundo capitalista actual. Ha sido esa
elevada conciencia valorativa nuestro bastión más
firme.
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