Los Tallanes. Desde la perspectiva de Reynaldo Moya Espinoza (historiador) (página 2)
Las capullanas.
Existieron capullanas en la costa sur del Ecuador, en
Tumbes, en Piura y en Lambayeque. Los españoles
sólo tuvieron contacto con dos de ellas: Susy Cunti,
soberana de un pequeño régulo formado donde ahora
es Pimentel. Esta seguramente era joven y bella pues, uno de
los expedicionarios llamado Pedro Alcón se
enamoró de tal forma de ella que pedio la razón y
tuyo que ser amarrado para retornarlo a la nave. La otra fue la
capullanas de Pariñas, donde los tallanes
recataron del mar la espada de Pizarro. Hay historiadores
que dice que Susy Cunti fue la Capullana de Pariñas o
Parina.
El cronista Herrera, contrariando la versión de
que la isla Gorgona era desierta asegura que Francisco Pizarro
al verse solo con los famosos Trece del Gallo, decidió
trasladarse a otra isla más segura llamada Gorgona en
donde una Capullana les invitó carne, pescado, cierta
forma de pan y frutas, organizando fiestas los indios con sus
mujeres, en las cuales se cantaba, se bailaba y
bebía.
El cronista Fray Reginaldo Lizárraga, cuenta de
las Capullanas lo siguiente, haciendo narración de su
recorrido por la tierra
tal1án: "A orillas del río Motape (Amotape),
hallé un pueblo gobernado por mujeres que eran las
Capullanas, llamadas así por los españoles a
causa de su vestido que tenía a manera de capuces, con
que se cubren de la garganta hasta los pies,
ciñéndose la cintura con bandas. Estas capullanas
que eran las señoras en su infidelidad, se casaban como
querían porque al no contentarlas el marido lo
desechaban y se casaban con otro. El día de boda, el
marido escogido se sentaba junto a la señora y se
hacía gran fiesta de borrachera. El desechado se hallaba
allí, pero arrinconado, sentado en el suelo llorando
su desventura, sin que nadie le diese una sed de agua. Los
novios con gran alegría le hacían burla al
pobre".
Francisco de Toledo en un informe que
del Perú pasaba al rey de España,
decía: "fue la gente de la costa y llanos, a quien
llamaba yungas, gente muy débil; en la mayor parte de la
costa gobernaban y mandaban mujeres a quienes
llamaban las Tallaponas y en otras partes llamaban
Capullanas. Estas eran muy respetadas, aun que habían
curacas de mucho respeto.
Ellos acudían a las chacras y a otros oficios que se
ofrecía, por que lo de más ordinario se
remitía a las Capullanas o Tallaponas; y esta costumbre
guardaban en todos los llanos de la costa como por ley y estas
Capullanas eran mujeres de los curacas que eran las
mandonas".
Como se pudo apreciar, hay en este relato una
variación a la general creencia que las Capullanas eran
las cacicas. En realidad sólo eran mujeres de los
curacas que se metían a mandar, con el consentimiento o
ante la pasividad de los maridos.
El cronista Diego Trujillo relatando el viaje
último de Pizarro dice que las naves tocaron en un
pueblo en que el gobierno estaba
a cargo de una viuda rica, que pertenecía a la provincia
de Puerto Viejo, en donde encuentran abastecimiento de maíz,
pescado y fruta de la tierra
como papaya, así como una miel hecha de maíz y
alguna cantidad de
cacao.
Vaca de Castro, al referirse a las Capullanas tiene en
todo la misma opinión que más tarde tuvo Toledo.
Asegura que los curacas se dedicaban al cultivo de la tierra y
a otros oficios dejando las tareas del gobierno a las
esposas.
Otras denominaciones que se dieron de las Capullanas,
fueron las de Sallapuyas o Sallapullanas.
Lo normal, no era sin embargo que el gobierno de los
pueblos estuviera en manos de mujeres. Cieza de León,
refiriéndose a Tumbes, expresaba que "los señores
antiguos de él, antes que fuesen señoreados por
los Incas, eran
muy temidos y obedecidos por sus súbitos, más que
ninguno de los que se ha escrito y así eran servidos en
las grande ceremonias". Lo mismo dice de los curacas de
Piura agregando que tenían muchas mujeres procurando que
fueran las más hermosas.
Contrariando lo opinado por el Virrey Toledo, que con
la Conquista desaparecieron las capullanas, existe un documento
en el archivo de
Piura, del año 1778 en que el Cacique de Sechura,
Cornelio Temoche que también era cacique de la
Muñuela, hace reclamos en su condición de
cobrador de tributos.
En ese documento se hace referencia que en 1572;
precisamente en la época en que Toledo gobernaba en el
Perú, era cacica de ese pueblos doña Isabel
Capullana. Concretamente se expresa que era cacica y
señora de dicho pueblo de Sechura, de sus
parcialidades y de los indios e indias de dicho
repartimiento.
Esto es una prueba más, del concepto
valorado que tenían los tallanes sobre las mujeres, pues
hasta le daban acceso al poder y al
gobierno de sus cacicazgos, mientras que en el resto del
Imperio, las mujeres desempeñaban un papel totalmente
secundario.
Era Isabel Capullana una mujer de
armas
tomar, pues en 1578 se negó a reconocer al Padre
Melchor Morales como Párroco de Catacaos, por lo
cual el religioso se fue en queja ante el Alcalde Ruy
López Calderón que se vio precisado a
conminarla.
Este documento que merece ser estudiado detenidamente,
probaría que en 1578 ya Paita con el nombre de San
Francisco de la Buena Esperanza, era la sede del corregimiento,
y que al hacerse el cambio, la
nueva localidad no tomó el nombre de Piura, sino
conservó el suyo. Diez años más tarde,
este mismos capitán español, seria uno de los firmantes de la
nueva acta de Fundación, de la ciudad de San Miguel del
Villar de Piura.
Otra muestra de la
supervivencia de las Capullanas durante la Conquista, fue el
hecho de que el español Fernando Carrasco "se
casó con 1a Apullana de Catacaos" que dominaba la mayor
parte de ese valle. Al morir Carrasco, 1a viuda contrajo
nuevamente matrimonio con
Miguel de Salcedo, el que a1 morir su mujer logra que le
entreguen el gobierno de Catacaos como
repartimiento.
En 1575 era cacique de Narihualá Diego
Mesocoñera "el viejo" casado con Maria Querepay, los que
tuvieron dos hijos: Francisco y Diego el Mozo que se
casó con Elvira Yungati1, de los que nació
Francisca que se casó con Juan Temoche, el que
asumió el curacazgo de Narihualá, pero al morir
en 1625 su viuda, asumió el cacicazgo que el año
1649 pasó a su hijo Jacinto Temoche, pues Francisca
volvió a casarse, esta vez con Sancho de
Colán.
El sistema del
matriarcado era muy común en los diferentes pueblos del
mundo antiguo y bien pudo ocurrir eso entre los tallanes, pero
no se sabe cuando se implantó y cuando
desapareció.
El cronista Cieza de León menciona a las
capullanas de Amotape y Sechura, pero cuando Pizarro
llegó al valle del Chira, acampó en Poechos,
recorrió el valle, ajustició a los jefes indios
en Amotape y fundo San Miguel, no se menciona ninguna
Capullana. Nada se sabe sobre la de Amotape. Era como si se la
hubiera tragado 1a tierra o fueron dejadas de lado en el fragor
de la guerra que
Atahualpa llevó a cabo contra los tallanes. Es el
cronista Lizárraga el que menciona a la Capullana de
Motape o Amotacje como decían por Amotape. Con
relación a la Capullana de Pariñas, supo Pizarro
cuando llegó a Tumbes, que había muerto, por lo
cual desistió de avanzar por mar y prefirió
hacerlo por tierra.
Esto nos llevaría a pensar, que en realidad el
papel de las Capullanas era muy limitado en los tiempos
pre-hispánicos. En los curacazgos tallanes, 1a principal
ocupación era la agricultura
y eventualmente las guerras
intestinas. Las dos tareas eran asumidas por los curacas. En
una sociedad simplificada las demás
tareas de gobierno eran entonces muy sencillas, casi
domésticas y serían esas labores las que
asumía la Capullana, es decir como una ama de casa
extendida a todo el curacazgo.
Posteriormente durante el coloniaje, los
españoles no sólo respetaron ese sistema de
matriarcado sino que en cierta forma lo estimularon, al
permitir que también las mujeres pudieran heredar los
curacazgos. Durante la época de colonia, los curacas
tenían poderes muy limitados, y más bien eran los
intermediarios entre las autoridades españolas y la masa
india. Otro
aspecto en que también las Capullanas de la Colonia
tuvieron cierta ingerencia fue el económico, relacionado
con 1a propiedad de
la tierra.
En el mundo de la antigüedad, fue muy
común la presencia de mujeres en los tronos de los
grandes imperios. Pero el año 600 D.C los francos o
salios que ocupaban la Francia de
hoy, fueron los primeros que excluyeron a las mujeres del trono
dando la Ley Sálica. Por lo visto entre los tallanes no
existió la Ley Sálica
Los Curacas.
A los reyezuelos locales o jefes de comunidades, se
les ha llamado indistintamente caciques o
curacas.
El término cacique no eran sin embargo empleado
en el Perú antiguo, sino que fue traído por los
españoles que habían estado en
las Antillas, archipiélago en donde se denominaban
así a los jefes de las tribus.
Cieza de León, en su obra Crónica del
Perú, dice: "Los señores antiguos de él,
antes que fueran señoreados por los Incas, eran temidos
y muy obedecidos por sus súbitos, más que ninguno
de los que se ha escrito, según es público
y muy entendido por todos, y así eran servidos con
grandes ceremonias. Andaban vestidos con sus mantas y camisetas
y traían en la cabeza puestos sus ornamentos que eran en
cierta manera redondos que se ponían hechos de luma, y
algunos de oro o plata,
o de unas cuentas muy
menudas que tengo ya dicho llamarse chaquiras"
En "Relación de Piura" se toman los mismos
conceptos para referirse a los caciques tallanes y se
agrega que en algunos valles yungas –y sin duda en
los valles piuranos- los curacas tenían por
propias las tierras que recibían como herencia y las
daban en una especie de arrendamiento que los indios
agricultores que pagaban con parte de los frutos que
cultivaban. Era por lo tanto el origen del sistema de
yanaconaje que luego existió en la colonia y la
republica hasta que la Reforma
Agraria le puso fin.
Los curacas tallanes andaban siempre guerreando con
sus vecinos, pero no hacían guerras de conquista, por
eso fue que no se llegó a formar un reino unificado.
Disputaban por cualquier cosa.
Una gran cantidad de hombres de las tribus o
comunidades vencidas, pasaban a constituir una especie de
siervos del vencedor, que los destinaba al cultivo del
maíz y al cuidado de los ganados o construcción de sus casa.
El cronista Zamora Román, dice que cuando el
curaca estaba próximo a morir elegía como su
sucesor al que entre sus hijos era el más meritorio y si
no lo encontraba, podía dejar como heredero a su hermano
o a uno de sus sobrinos. En casos extremos a un
noble.
Nunca se dejó el mando a menores de edad, aun
cuando fueran hijos del curaca, pues en tal caso
preferían entregarlo a una mujer.
Cuando los tallanes se convirtieron en tributarios de
los Incas,-dice Damián de la Bandera- que ningún
curaca podía cobrar tributos al pueblo, pera
sí pero estaban los súbitos obligados por
el trabajo
de la mita a cultivar los terrenos del curaca, para el sustento
de la familia
del Señor, así como llevarle agua y leña a
sus viviendas. Esto sin embargo no se hacía
gratuitamente, ya que en cambio recibía vestidos u otros
objetos.
Los curacas en la época del Imperio no
podía imponer la pena de
muerte a sus súbitos, pero si castigarlos con azotes
por delitos
menores.
Era obligatorio de los curacas, recaudar los tributos
destinados al inca y remitirlos al Cuzco y cuidar el cultivo de
las tierras que se destinaban al inca
reinante.
Cuando los españoles llegaron a la tierra
tallán, los curacas se sintieron de inmediato liberados
de toda obediencia al Imperio, y actuaron con la más
completa autonomía.
07.- Las ciudades.
Con anterioridad a la conquista del pueblo
tallán por el Imperio, sólo se pueden suponer
algunos pocos asentamientos humanos como: Tumbes, Poechos,
Amotape, Tangarará, Marcavelica, Catacaos y Pabur.
Esto para referirnos solo al área tallán.
No se puede decir lo mismo de Vicús, ya que
parece que no constituyó un conglomerado urbano de
importancia. Ellos formaban aldeas de cincuenta o cien
viviendas dispersas en una amplia zona. Las necrópolis
eran comunes para varias de esas aldeas.
Bernabé Cobo, al enumerar las ciudades cabeza
de región no cita a ninguna de la región
tallán. Las mencionadas son: Quito,
Latacunga, Tumibamba, Cajamarca, Jauja, Pachacamac, Chincha y
Vilcas.
Otro cronista –el Padre Velasco– menciona
como ciudades principales del reino de Quito a Huncabamba y
Tumbes.
Francisco de Jerez en su Relación, cuando
cuenta el viaje de Pizarro de Tumbes a Tangarará,
menciona además de Tumbes, muchos
pueblos.
Uno de esos pueblos fue Puechío –se
refiere indudablemente a Poechos– el cual tenía
una gran plaza, y una fortaleza cercada con muchos aposentos en
donde se alojaron Pizarro y sus huestes. Los curacas del bajo
Chira, salieron a recibir a los españoles
dispensándoles un trato cordial, como era la costumbre
entre los tallanes para con sus huéspedes. Durante la
estadía de los españoles, les llevaron alimentos para
ellos y para sus caballos.
Desde Poechos envió Pizarro a explorar la zona
de la costa y encontraron las aldeas marítimas de
Colán, Paita y Pariñas. También
encontraron a las poblaciones de Amotape, de Marcavelica y de
Tangarará.
Cuando el cronista español Cieza de León
ingresó al Perú lo hizo por la sierra de Ayabaca
y luego bajó a la costa visitando la población de la Solana y a
continuación Poechos del que dice debió ser antes
de la llegada de los españoles muy poblado, "pero que
ahora su población se ha consumido y no quedan sino
grandes sepulturas de aquellos que siendo vivos, eran -los
campos- por ellos sembrados y cultivados, tantos como en
el valle están".
Poechos tenía muchas construcciones hechas por
los Incas como un palacio para el gobernador, templos y una
fortaleza que fue donde se alojo Pizarro, cuya
ubicación no se ha precisado.
De las sepulturas y grandes edificios citados por
Cieza de León, no quedan en la actualidad ni vestigios.
Al construirse la represa de Poechos, se movieron grandes masas
de tierra, pero no se encontraron ni rastros de la importante
población que en el pasado pudo ser Poechos.
¿Pudo estar Poechos en otro lugar que el que por mucho
tiempo se
supuso?
Juan Ruiz de Arce, cronista español que estuvo
con Pizarro en Tangarará y después en el reparto,
decía en 1543 por Tangarará que "tendría
unas mil casas. Había una casa fuerte, hecha con el
más lindo arte que nunca
se vio. Tenía 5 puertas antes que llegasen a los
aposentos y entre puerta y puerta habían más de
100 pasos, tenia muchas cercas y muchos aposentos, de muchas
pinturas….. y en medio había una plaza y más
allá de la plaza habían otros aposentos en
torno a un gran
patio…….y en medio del patio se abría un
jardín y junto al jardín cantaba alegre el agua de
una fuente. El señor que mando hacer ese palacio fue
Guatima-aynacaba. Esta tierra es buena, de mucha comida.
Había ovejas (llamas), patos, conejos (cuyes), pavas
(pava blanca). Es tierra de oro y plata, es tierra de mucha
fruta. Estuvimos allí cuatro meses".
Ruiz de Arce había nacido en 1506 en la ciudad
de Alburquerque en España. En 1525 vino a América y estuvo en Santo Domingo,
Jamaica, Honduras y Nicaragua y luego en el Perú.
Partió con Pizarro a Cajamarca, logró cuantiosa
participación de oro y plata en el rescate y
acrecentó su fortuna con la toma del Cuzco. Luego se
retiro a España y escribió sus memorias.
Por el relato de Ruiz Arce podernos decir que
Tangarará no era por entonces una población tan
pequeña, pues si tenía 1.000 casas tendría
entre 3.000 y 4.000 habitantes. La casa del curaca tenía
también gigantescas dimensiones, pues su frente era de
400 pasos y como cada paso tenia en medidas actuales unos 33
centímetros, el frente era entonces 132 metros.
Allí se alojó Pizarro.
En el Alto Piura existía las poblaciones de
Pirhúa (Piura), Pavor (Pabur) y Zarán
(Serrán). Cuando menos Pabur había sido una
población de cierta importancia, protegida por un cerco,
que se atrevió a resistir el Inca Huayna Capac por cuyo
motivo éste, la destruyó. El curaca que
recibió a Pizarro cuando éste se dirigía a
Cajamarca, le contó que estaba muy resentido con los
Incas del Cuzco y que tenía muy malos recuerdos de
Huayna Capac al que llamaba Cuzco Viejo.
No mencionamos las poblaciones de Calvas, Ayahuaca,
Caxas y Hancapampa, por que no estuvieron ubicadas en
territorio tallán.
En el Bajo Piura, la población más
importante sin duda fue Narihualá, de la que los
cronistas españoles no dicen nada. El edificio
más importante de esta población, fue sin duda el
templo, en cuyas proximidades se estableció el poblado,
que todo hace suponer no tenia la importancia de
Poechos.
Las ciudades tallanas o tallancas eran sin duda alguna
de caña y barro, por lo cual no resistieron la acción del tiempo y de los elementos
naturales. Los edificios que construyeron los Incas, fueron de
adobe y de piedra.
Eh el baje Chira, hay restos de muros de adobe en el
sitio que precisamente se llama Paredones, pero no se ha podido
establecer si allí estuvo la antigua Amotape o se
trató de otra población.
Tumbes.
Llamada también Tumbes o Tumpiz por los
naturales, era sin lugar a duda la más importante ciudad
de los tallanes. Los actuales tumbesinos dicen que los Tumpiz
no fueron tallanes.
Cieza de León afirma que el valle de Tumbes era
uno de los más poblados de la costa cuando él
llegó y que anteriormente lo había sido
aún más. Agrega que tenía una fortaleza
que era una linda obra, en donde habían grandes tesoros,
un templo para el sol y un
acllahuasi. La ciudad de Tumbes se encontraba en el actual
distrito de Corrales en Cabeza de Vaca, en la margen
izquierda del río.
El padre Murúa relata que en Tumbes el Inca
había construido un gran palacio en donde guardaba
fabuloso tesoros.
Cuando Pizarro desembarcó en Tumbes tuvo que
luchar y vencer al curaca Chilimasa llamado también
Cacalami.
Del sitio denominado caleta de la Cruz, por haber sido
ahí plantado el primer signo redentor, los
españoles avanzaron hasta el río Tumbes al cual
bautizaron como San Miguel, habiéndose alojado en la
amplia fortaleza de piedra. El haber dado cabida a todos los
españoles y a sus cabalgaduras da una idea de las
proporciones del edificio.
Cieza, relata su recorrido por Tumbes y expresa: "Para
contar lo de los llanos, comenzando desde el valle de Tumbes,
digo por él corre un río, el nacimiento del cual
es en la provincia de los Paltas, y viene a dar a la mar del
sur. La provincia, pueblos y comarcas de estos valles de Tumbes
por naturaleza
es sequísima y estéril, puesto que algunas veces
llueve, y aún llega el agua hasta cerca de la ciudad de
San Miguel; y este llover es por las partes más
llegadas a las sierras porque las que están
cercanas al mar, no llueve. Este valle de Tumbes solía
ser muy poblado y labrado, lleno de lindas y frescas acequias,
sacadas del río con las cuales regaban todo lo que
querían y cogían mucho maíz y otra cosas
necesarias a la sustentación humana y muchas frutas muy
gustosas".
Tras referirse Cieza a los curacas y a su forma
de vestir, que ya ha sido mencionado anteriormente, prosigue en
la siguiente forma: "Eran estos indios, dados a sus religiones y grandes
sacrificadores".
Luego los crítica expresando: "son más
regalados y viciosos que los serranos; para labrar los
campos son muy trabajadores y llevan grandes cargas; los campos
los labran hermosamente y con mucho concierto y tienen en el
regarlos grandes orden; crianse en ellos muchos géneros
de frutas y raíces gustosas. El maíz se da dos
veces al año, de ello y de frijoles y habas cogen harta
cantidad cuando las siembran. La ropa para su vestir son hechas
de algodón, que cogen por el valle lo que
para ello han menester. Sin esto, tiene estos indios naturales
de Tumbes grandes pesquerías, de que les viene harto
provecho, por que con ello y con los que más contratan
con los de la sierra han sido siempre
ricos".
Por Tumbes pasaba el camino imperial que del Cuzco iba
por la costa.
Los tumbesinos eran grandes artífices en
fabricar chaquiras. El Padre Lazárraga narra y describe
la posición incómoda en que
se ponian los artesanos para labrar la chaquira. Según
el cronista, disponen de una especie de sofá muy largo y
de poca altura sobre el cual se tienden boca abajo, dejando la
cabeza y los brazos libres para trabajar. Igual pasaba en el
resto de la región, por lo cual los Incas los llamaron
tallanes que quiere decir hombres echados de
vientre.
Los tallanes de Tumbes, Paita, Colán y Sechura
eran gente marinera. Fueron los únicos peruanos que
utilizaron la vela en sus embarcaciones y por eso podían
aventurarse a navegar grandes
distancias.
Cuando Pizarro llegó a Tumbes, encontró
que una gran cantidad de embarcaciones veleras habían en
el puerto. Eso y la lejana visión de la ciudad
impresionaron profundamente al Conquistador y le hizo traer a
su memoria la
lejana Valencia. Fue por eso que de primer intención la
llamó Nueva Valencia del Mar del Sur.
La vieja ciudad tuvo que estar cerca al mar, por que
los españoles la pudieron contemplar a lo lejos. Era en
realidad un puerto, porque su río es navegable. Era sin
duda alguna el puerto más importante del Imperio de los
Incas.
Tumbes era una ciudad llena de vida. Recuas de llamas
llegaban de la sierra para los mercados
campesinos, en donde se hacía un activo trueque. Las
calles llenas de arboledas, brindaban una fresca sombra como
refugio al ardiente sol tropical.
Alonso Enrique de Guzmán da una visión
negativa de Tumbes cuando dice que era una zona llena de
dolencias tropicales, sin leña, ni yerba para los
caballos, pero en cambio alaba la casa del curaca y la describe
como: "una gran casa del señor de la tierra, labrada las
paredes de adobe a manera de ladrillos y con muchos colores muy
finas pintadas y barnicadas, que nunca vi cosa más
linda, la techumbre de paja también labrada que
más parece sino de oro, muy fuerte, muy grande, muy
hermosa"
La ciudad fantástica de Pedro de
Candia.
El padre Anello de Oliva, es uno de los que informaba
sobre la fantástica descripción que el conquistador Pedro de
Candia hizo de Tumbes. El famoso artillero griego, de acuerdo a
esa narración, fue llevado al desembarcar, por los
principales hombres del pueblo al templo del sol que los Incas
habían mandado a edificar, el cual estaba
íntegramente cubierto en sus paredes interiores por
planchas de oro. Pudo ver vajilla, ollas y cántaros de
oro y plata. Los cántaros estaban primorosamente
ornamentados y eran de gran tamaño. Fue del trabajo
delicado de una gran cantidad de plateros tallanes. Luego
pasó a los palacios reales de los incas, recorriendo sus
cámaras y recámaras, todas tapizadas con oro y
piedra preciosas. Contempló la riquísima vajilla
de estos palacios. Admiró los primorosos jardines y uno
de ellos en que las hojas eran de oro y los frutos de plata y
piedras preciosas y por último estuvo en el monasterio
de las mamaconas o vírgenes sagradas, dedicadas a tejer
ropa fina para el servicio del
templo.
No hay duda que cuando desembarcó Candia,
estaba Tumbes en su apogeo, que bien pronto iba a
perder.
Cuando Pizarro ancló por primera vez en Tumbes,
fue muy bien recibido y el curaca le envió una gran
cantidad de frutas, de agua y chicha así como una llama,
animal que por lo desconocido causó entre los
españoles gran asombro. El jefe de la delegación
era sin duda un noble por cuando tenía una especie de
aretes descomunales que le agrandaban las orejas por cuyo
motivo los conquistadores los bautizaron con el mote de
orejón, y así llamaron en lo sucesivo a los
hombres de grandes orejas. El conquistador no llegó a
desembarcar.
Pizarro mandó en plan de
espionaje al marinero Bocanegra a Tumbes con el orejón y
su cortejo. Retornó poco después el marino
impresionado de la riqueza, fastuosidad y prosperidad de
Tumbes, pero todos los acusaron de exagerado y nadie le
creyó.
Pizarro buscó entonces a un marino al cual se
le pudiera creer más, y ese fue Alonso de Molina, el que
con regalos para el curaca, consistentes en una pareja de
cerdos, un gallo y una gallina, desembarcó en
compañía de un negro esclavo
De esa forma, por primera vez en el Perú,
ponía la planta en territorio nacional un hombre de
raza negra. Fue ese un acto de gran simbolismo. El hombre
blanco dominador y conquistador y el negro esclavo y sojuzgado,
iban a ser los elementos claves del proceso de
transculturación y de mestizaje que se
iba a iniciar.
Todo fue novedad para los indios, especialmente la
visión del negro al cual suponía que su color era falta
de aseo, por cuyo motivo trataron de bañarlo. La
actitud
altanera del gallo al cantar, les causó mucha gracia.
Molina al volver, hizo un relato más elogioso de Tumbes,
por cuyo motivo Pizarro decidió enviar al artillero
griego Pedro de Candia.
La forma como se vistió, Candia que era de gran
estatura fue como para impresionar a cualquiera. Con cota de
malla completa, yelmo emplumado, rodilleras, arcabuz y rodela,
debió parecer un dios a los tumbesinos.
El hombre de hierro se
presentó con interprete ante el curaca. Este nunca
había visto el hierro, y le causaba asombro la forma
como los rayos solares se reflejaban en ese vestido de metal,
pero no dejó de traslucir temor. El curaca sabía
que los españoles eran dominadores del trueno y del rayo
y comprendió que ese tubo (el arcabuz) tenía la
propiedad de lanzar rayos, por lo cual pidió lo hiciera.
Los indios fueron presa de temor ante el disparo. El ruido, el
olor de pólvora, el ver el tablón roto por el
disparo y la tez blanca y barba rojiza de Candia los
impresionaron, lo creyeron un semi-dios y le dieron tal
tratamiento. El curaca empero sabía que era un hombre.
Hizo traer un jaguar y un puma y los dejó libres ante
Candia. Este por un momento sintió temor, pero
dominándose volvió a disparar su arma haciendo
huir a los dos fieras. Eso convenció a los indios de la
divinidad de Candia. Desde entonces le llamaron el hijo del
trueno.
Dos días estuvo Candia visitando Tumbes y
recorriéndolo. En un trozo de tela fue haciendo un plano
de la gran ciudad.
Al retornar Candia al barco hizo un fantástico
relato, lo que llenó de gran alegría a los
españoles. No había duda de que estaban ante un
gran imperio como lo decía los indios de Panamá.
Sin embargo, cuando Pizarro retornó en su
segundo viaje, ya Tumbes no era ni remotamente la ciudad
descrita por Candia. Semi despoblada, y en gran parte destruida
e incendiada por los indios de la isla Puná,
parecía más que todo una ciudad fantasma.
Los españoles, a los cuales tanto habían
impresionado en su primer viaje, terminaron por acelerar su
decadencia. En lo sucesivo iba a ser Paita la puerta del nuevo
estado creado por los españoles. Ya cuando el padre
Lizárraga la visitó decía que los
habitantes eran fornidos y bélicos y que habían
disminuido en grande por el excesivo consumo de
chicha. El padre Cobo por su parte, la consideraba como cabeza
de provincia y lugar de mucho lustre, pero Vásquez de
Espinosa, veinte años después de la llegada de
Pizarro lo describió como un pueblo pequeño a
cargo de frailes mercenarios, con edificios ruinosos del tiempo
del imperio
08.- Las viviendas.
En parte serrana de la región piurana las
viviendas fueron construidas generalmente de
piedra.
En las primeras estribaciones de la sierra
también se hacían de adobes y en la costa de
carrizo.
Cieza de León al llegar a Piura por el
año 1548, inicia su relato diciendo: "Le daré
noticias de
los yungas y de sus grandes edificios". Luego prosigue: "digo
que yendo por el propio camino real de la sierra se llega a las
Provincias de Caxas y Ayabaca……..en la provincia de Caxas
habían grandes aposentos y depósitos mandados
hacer por el gobernador, con número de mitimaes que
tenían cuidado de cobrar los tributos. Saliendo de
Caxas, se va hasta llegar a la provincia de Guancabamba (sic)
donde estaban mayores edificios que en Calva, por que los incas
tenían allí sus fuerzas……..adelante de
Guancabamba hay otros aposentos y pueblos".
De las poblaciones que habían en lo que ahora
es provincia de Sullana, Cieza se expresa del siguiente modo:
"Desde este valle de Tumbes se va en dos jornadas al valle de
Solana, que antiguamente fue muy poblado, y que había en
él edificios y depósitos……saliendo, de Solana
se llega a Poechos, que está sobre el río llamado
también Poechos - así llamaban a esa parte
del Chira – aun que algunos le llamaban Maicabilca –
ahora Marcavelica – por que por abajo del valle estaba un
principal o señor llamado de este nombre. Este valle fue
en extremo muy poblado, y cierto debió ser cosa y mucha
la gente de él, según lo dan a entender los
edificios grandes y muchos, los cuales aunque
están gastados, se ve haber sido verdad lo que de
él cuentan y la mucha estimación en que los reyes
incas le tuvieron, pues en este valle tenían sus
palacios reales y otros aposentos y depósitos; con el
tiempo y guerras se había todo consumido en tanta
manera, que no se ve, para que se crea lo que se afirma, otra
cosa que las muchas y muy grandes sepulturas de los muertos y
ver, que siendo vivos, eran por ellos sembrados y cultivados,
tantos campos como en el valle están".
Como se puede apreciar por este relato, en Poechos
existía una población de bastante importancia con
fortalezas, palacios del inca y templo, edificios que de
acuerdo a la costumbre incaica, eran de adobe o piedra..
Sólo bastaron 12 años de la llegada de los
españoles, para que el lugar quedara despoblado y la
ciudad semi-destruida.
Sin embargo, Cieza de León pudo apreciar esas
ruinas lo mismo que su gran cementerio y darse cuenta de que
había sido un importante núcleo humano que
había llevado una vida tranquila entregado a las labores
de cultivar los extensos campos del valle, cosa que
también menciona Cieza.
Dice Cieza que con el tiempo y guerras, los palacios y
viviendas se han consumido. Las guerras tienen que haber sido
las que protagonizaron los españoles, en las que los
indios se vieron obligados a intervenir contra su voluntad
cuando eran enganchados para actuar como elementos auxiliares o
para el carguío. Piura fue escenario de muchas acciones de
guerra en los tiempos del Virrey Blasco Núñez de
Vela, y muchos poblados indios quedaron destruidos.
Las comodidades de Poechos permitieron el alojamiento
de toda la tropilla de Pizarro y años entes, 40.000
soldados de Huayna Capac, vivaquearon en su
campiña, cuando se intentaba llevar adelante un ataque
contra Tumbes.
El cronista Oviedo refiriéndose a la
región tallán y resto de la costa opinaba que sus
habitantes no tenían verdaderas casas y
vivían en corrales de carrizo.
También Gutiérrez de Santa Clara se
refiere a algo parecido cuando dice, que los indios
hacían sus casas debajo de los árboles, los cuales les daban cobertura y
en torno a ellos construían cercos de cañas, que
parecían corrales de ovejas y no los cubrían con
techos por que nunca llovía en la
región.
Esto sin duda era la vivienda campesina aislada de los
centros poblados, ya que los demás cronistas dicen otra
cosa.
El padre Cobo, relataba que en la costa la viviendas
se hacían de quincha o sea de caña y barro y que
otras eran de adobe. Los techos eran de esteras, carrizos y
juncos. Habían tapiales con barro bien amasado y
enlucido con moldes de carrizo. Unas paredes se levantaban a
plomo y otras eran escarpadas, más anchas de abajo y con
altura de tres o cuatro estados.
El estado era una medida de longitud equivalente a la
estatura de un hombre. Siempre de acuerdo al mismo padre Cobo,
un hogar indio tenia una gran cantidad de tinajas y vasijas de
barro, donde guardaban en unas el maíz y otros,
alimentos y en las demás los vestidos. En un extremo de
la vivienda, estaba erala cocina, con fogones de adobe,
ollas de barro y usaban leña, tenían muchas
clases de tazas, vasos, calabazas (mates), dormían sobre
esteras y se cubrían con matas de algodón. Usaban
hamacas y banquillos de madera
labrada, cuyo largo era de dos palmos y su altura de un palmo,
con superficie ligeramente cóncava para ajustarse a las
asentaderas. El maíz lo tostabas en casuelas agujeradas
de barro. Usaban un sofá para trabajar las
chaquiras.
Las casas campesinas se hacían, sobre todo
cuando se trataba de gente principal en lo alto de las lomas y
de material fuerte. Algunas veces cuando el suelo llano
construían una loma artificial. Los Vicús
tenían la costumbre de utilizar las lomas para construir
sus viviendas.
Tumbes era una cuidad de adobe. En el relato de Candia
a Pizarro decía que los edificios eran de piedra,
pero eso fue pura fantasía para alentar a los
españoles a seguir adelante en la conquista.
09.- Fortalezas.
Todas fueron construidas por los Incas. En la costa
eran de adobe y de piedra en la sierra.
El cronista Pedro Cieza de León,
refiriéndose al río Tumbes expresaba: "Cerca de
él solía estar una fortaleza muy fuerte y de
linda obra, hecha por los Incas, reyes del Cuzco y
señores de todo el Perú……Ya está el
edificio de esta fortaleza muy gastado y deshecho, más
no para que deje de dar muestras de lo mucho que
fue".
El padre Cieza León, cuando visitó la
destruida fortaleza era en l548. Estaba ubicada en el
actual distrito de Corrales.
Juan Ruiz de Arce que estuvo presente en el desembarco
de Tumbes, relataba años más tarde, que se
exploró la fortaleza y les pareció hecha
por el más lindo arte que nunca se vio. Todo hace
suponer que anteriormente hubo en Tumbes otra
fortaleza
De acuerdo a la relación de Francisco de Jerez,
"poco antes de llegar al pueblo de Puechio (Poechos),
había una gran plaza con una fortaleza cercada y dentro
muchos aposentos donde se alojaron Pizarro y los
suyos".
La relación francesa de la Conquista del
Perú, hace el relato: "Después de breve
contienda, los indios se sometieron a los españoles que
avanzaron hasta el río que fue bautizado con el nombre
de San Miguel, a cuya orillas habían muchos pueblos y
una casa brande, alta y hermosa hecha de piedra a manera de
fortaleza, junto a la cual estaba la ciudad muy poblada y
abundante de víveres".
En esta relación como se puede ver, se insiste
al considerar que se puso el nombre de San Miguel al
río. Por otra partes la fortaleza no debió ser de
piedra sino de adobe.
En la margen derecha del Chira, y a un costado de la
represa de Poechos, había hasta 1976 un pequeño
villorrio del mismo nombre. No quedan rastros de lo que fuera
la ciudad, con sus palacios, templo y fortaleza. Tampoco
rastros del cementerio indígena. El movimiento
de tierras que fue necesario para construir el reservorio, no
permitió el descubrimiento de lo que bien pudo ser un
poblado importante. Eso hace suponer que la desaparecida
población pudo estar en otro lugar.. Sin embargo hay que
hacer notar que en la margen izquierda, hay un cerro llamado
Fortaleza, que parece haber sido una atalaya, y que en su cima
puede haberse construido una pequeña
fortaleza.
De la fortaleza de Poechos que tanto alaban los
cronistas españoles no existe una exacta referencia
sobre su ubicación. Pero los cronistas dicen que
allí se alojaron lo conquistadores, por lo cual
debió haber estado construida en la margen
derecha.
En la margen izquierda del Alto Chira, habían
una fortaleza: en Pelingará al sur oeste del
pueblo de Las Lomas.
Más al norte del que fue pueblo de
Poechos, existía la fortaleza de Huaypirá, que
fue descrita por Carlos Robles Rázuri en el N° 127
de la Revista
EPOCA del mes de Diciembre de 1978 y transcrita esa
versión por el Dr. Guillermo Burneo Cardó en la
serie de artículos que con el nombre de "Breve estudio
de la Provincia de Sullana" se publicó en el diario
CORREO en Noviembre de 1981.
Carlos Robles que visitó la fortaleza dice:
"Detrás de los cerros Tronador y Puntudo, se llega
primero a una plataforma edificada de piedra, inequívoca
construcción Inca. Las losas estaban (en ese momento,
antes de 1983) desparramadas. El conjunto tiene un área
de 3.200 m2 y consta de dos partes orientadas de sur
a norte".
"El primer sector es un fortín de 20 x 17 con 5
compartimientos de diversas medidas, siendo el mayor de 12 x
17".
El segundo sector tiene 132 metros de largo por 22 m y
contenía alojamientos de diversos tamaños, con
varios pasadizos y laberintos".
El ancho de los muros varía de 0.50 m. a
1.50 m. y hasta el siglo pasado los muros aún se
levantaban a 1.50 m. sobre el nivel del piso. La plataforma
estaba invadida por las piedras de las paredes destruidas, por
la acción depredadora más que por agentes
naturales.
Por canales se le suministraba agua del río
Chira. Georg Peterson Gaulke la estudio en
1948.
Los naturales la llamaban la Iglesia de
los Huacos, por la gran cantidad de ceramios que tenía
lo cual alentó la depredación. Peterson,
levantó un plano que más tarde fue publicado en
el "Estudio Histórico Social del Distrito de Lancones"
de Manuel Vásquez R.
De la fortaleza de Pelingará se ocupa
brevemente Miguel Arturo Seminario en
"Historia de
Sullana". Dice que se trata de una construcción de
piedra levantada por los Incas, cuya existencia fue revelada
por un juicio que tuvo lugar en 1780 entre Fernández de
Otero y el Presbítero Silvestre Antonio del Castillo. Su
ubicación exacta es en el Portachuelo de
Pelingará, a un costado del antiguo camino real que iba
a Loja.
La fortaleza de Tumbes fue hecha de adobe y era de
tres pisos de diez metros de altura cada uno. El primero era de
una mezcla bastante sólida de adobe que ha desafiado al
tiempo y las lluvias, pues aún existe en buena parte. El
largo de la fortaleza de Tumbes era nada menos de 500 metros y
su ancho de 100 m. Se trataba por lo tanto de una
construcción impresionante y con capacidad para albergar
a miles de guerreros. Disponía de lugares especiales
para los vigías. Cuando los españoles llegaron a
Tumbes , gran parte de la fortaleza había sido destruida
en la guerra de los tumbesinos con los naturales de la isla de
Puná. Pese a todo sirvió de alojamiento a las
huestes de Pizarro.
En el Bajo Chira, en Vichayal existen los restos de
grandes paredes de adobe, que no han sido estudiados y pudieron
pertenecer también a una fortaleza. Igual sucede con
Huaquillas al norte de Casitas en el departamento de
Tumbes.
De la fortaleza de Huancabamba y de la de Aypate nos
ocuparemos más tarde, pues no estuvieron en territorio
tallán
La fortaleza de Narihualá.
Corresponde a Jacobo Cruz Villegas, escritor e
investigador del pasado histórico de Catacaos, la
valiosa información que se tiene sobre la
fortaleza-templo de Narihualá y sobre el culto que en
esta zona tallán se habría rendido a un Dios
denominado Walac.
Sobre este interesante tema, Jacobo Cruz ha publicado
en el diario el CORREO de Piura, muchos artículos en
1981 y posteriormente en su libro "Catac
Ccaos".
Para Cruz Villegas la colosal construcción,
habría sido obra de los tallanes y no de los Incas, y se
habría hecho en dos etapas distanciadas por un largo
período de tiempo. Primero habría sido construido
el templo y luego la fortaleza propiamente dicha. Sería
sin duda una gran novedad el origen tallán de la
fortaleza.
A 5 kilómetros al sur de Catacaos, se encuentra
el pueblo de Narihualá y dominando todo el paisaje, un
promotorio que se ha venido denominando, cerro de
Narihualá.
En realidad no se ha tratado de un accidente
orográfico, sino de una monumental fortaleza-templo de
40.000 m2 construida toda de adobe y barro,
que al sufrir el efecto del tiempo, de los saqueos y de la
erosión
de las lluvias, sobre todo las caídas en 1925, le
hicieron perder su originaria apariencia externa y tomar la de
un cerro. Algo parecido en Poechos con el llamado cerro
Fortaleza.
En Jacobo Cruz, esta pasión por conocer el
pasado histórico de su pueblo, le venia familia, pues
en 1891 José Manuel Cruz Zapata, también hizo
investigaciones
y estudios de esta fortaleza, acompañando a la
arqueóloga alemana Teresa Golte.
El conjunto en su origen habría sido un inmenso
rectángulo amurallado, con latas paredes de adobe, que
en uno de sus cuatro frentes tenía dos atalayas o
torreones. Uno de ellos destinado a fines religiosos, en donde
según Cruz Villegas se adoraba al dios Walac y el otro
para fines guerreros, que era la fortaleza propiamente
dicha.
La fortaleza tenía la forma de las
pirámides aztecas y
mayas, o sea
plataformas rectangulares y truncadas. En la de
Narihualá eran cuatro. Entre plataforma y plataforma
habían escalinatas, que conducían desde la parte
exterior de la primera plataforma hasta la más alta.
Esto es lo que confunde, por que este fácil acceso deja
desguarnecido todo el imponente conjunto.
Del templo también se puede seguir y ascender a
la primera plataforma de la fortaleza, mediante una larga
escalera interna de 2 y ½ metros de ancho, que
está construida entre una serie de ambientes que dan
unos hacia el exterior y los otros hacia un gran patio
interior. La escalera como se puede apreciar en el croquis que
hizo Cruz, está debidamente protegida. Los
ambientes con puertas hacia adentro, podían servir de
carceletas y también para almacenes. Los
exteriores, para tiendas o alojamiento. Adosados internamente a
la fortaleza, hay cuatro grandes ambientes con puertas al
patio. Después de las lluvias de 1925, se utilizó
mucho material de la fortaleza para construir sobre sus
derruidos muros y cimientos, una capilla.
En 1977 se inauguró un museo de sitio en el
lugar, pero las lluvias de 1983 le hicieron mucho daño
por lo cual para el Niño de 1998, el área de la
fortaleza fue protegida con plástico
10.- Los templos.
Todos los templos que se levantaron en la zona
Piura-Tumbes y que puedan ser considerados como tales,
corresponden a la época del Imperio
Incaico.
Generalmente cundo los Incas conquistaban un sitio
importante en la costa disponían que se levantara un
Templo al Sol, palacios reales, una mansión para las
escogidas o acllahuasi y una fortaleza para alojar a la
guarnición militar.
Los incas trataban de difundir el culto al Inti, pero
respetaban los dioses locales de los pueblos conquistados.
Generalmente llevaban al Cuzco a ídolos representativos
de tales dioses, no como prisioneros, ni como rehenes, sino
para que hicieran una especie de Olimpo o morada de los Dioses,
bajo la tutela del Dios
de todo el Imperio el padre Sol.
Es posible que los tallanes y los antiguos piuranos de
la sierra, hayan levantado adoratorios y santuarios para los
dioses locales y regionales, que por otra parte fueron variados
de acuerdo a la época y al grado de desarrollo
cultural. De esos templetes, no queda vestigio
alguno.
Para el escritor cataquense fallecido en 1994,
don Jacobo Cruz Villegas, el torreón situado al Sudoeste
de las ruinas de Narihualá, fue en sus orígenes
un templo dedicado a un dios llamado Walac.
La construcción fue toda de adobe y Cruz
asegura que era pre-incaica. Es esta la parte más
afectada por las demoliciones anteriores a 1983 para construir
la carretera a Sechura, una escuela y
una capilla.
El templo indio en sí, consiste en tres
terraneles o plataformas, la primera de las cuales está
formada por elevados muros, sobre la cual descansan una segunda
plataforma de menor altura y sobre ésta existía
un templete o urna para el ídolo.
Cuando había grandes ceremonias religiosas, los
sacerdotes o hechiceros y los principales del régulo, se
distribuían entre las dos plataformas y el pueblo se
congregaba en torno al templo, en su parte exterior.
El templo, al igual que los antiguos faraones de
Egipcio, sirvió de tumba al fundador de la
dinastía de los Mec Nom. No se sabe sin embargo de que
se haya encontrado restos en las ruinas.
Es posible que en las antiquísimas ciudades de
Chusis y de Illescas, así como en Avic cerca de Sechura
se hubieran levantado templos al Dios Ni, como llamaban al mar
y a la diosa Shi como denominaban a la Luna.
En La Huaca, había igualmente un adoratorio de
regulares dimensiones en cuyo torno se sepultaban a los nobles.
Eso fue en los que en 1532 produjo la codicia de los
españoles que al profanar las tumbas y el templete
produjeron la furia de los naturales que se sublevaron dando
origen a una feroz represalia de Pizarro.
En Marcavelica había también un
adoratorio, al que concurrían los indios de las comarcas
cercanas, aún pertenecientes a otros régulos.
Marca-wilca en
quechua, quiere decir adoratorio del pueblo. En efecto, la voz
Marca en quechua es región o pueblo. Los cronistas le
decían instintivamente Maricobelica o Marcawilca. El
escritor cataquense Jacobo Cruz, recogiendo una
versión dada en 1922 por el Dr. Manuel Yarleque, dice
que la voz tallán es Marca huilca y significa, bohemio y
dicharachero
Las huacas.
El padre Cobo dice que las tumban eran tenidas
por los indios como lugares sagrados.
Las huacas eran objeto de culto familiar y local. En
todo lugar de adoración, en donde se podía
existía un ídolo o un sepulcro de persona
principal.
El cronista al que se llama el jesuita anónimo,
refiriéndose a los sepulcros de personas notables en la
región yunga, decía que los enterraban con sus
tesoros, ropa, vajillas, bebidas y alimentos, autorizando a los
que querían acompañarlos en la otra vida. "estos
sepulcros o huacas estuvieron mucho tiempo patentes
–abiertos– excepto los aposentos donde estaban los
difuntos y los tesoros, pues estaban tapiadas las puertas
y ventanas, empero los atrios, portales, salas y otras piezas
estaban abiertas para que entrasen a rogar a los dioses por
aquellos difuntos y a guardarlos por sus tandas y tareas, por
que fue grande la vigilancia que tuvieron acerca de honrar,
guardar y conservar a los difuntos".
Según el jesuita anónimo los difuntos no
fueron adorados, sino venerados y a causa de las guerras y
lluvias que se produjeron, se dieron a la tarea de cerrar las
sepulturas, echando tierra encima y haciendo túmulos y
terraplenes sobre ellos como si fueran cerros, con lo cual
además los sustrajeron de la codicia de los
españoles que no se detenían a profanar las
tumbas
La mansión de la vírgenes del
Sol.
En la casa de las escogidas o accllahuasi,
vivían en perpetua virginidad las accllas o mamaconas.
La mayoría de ellas eran de buen linaje sobre
todo las del Cuzco, pero en general se trataba de doncellas de
gran belleza y perfección, que eran escogidas
públicamente cada tres años por los principales
jefes regionales.
Los incas tuvieron por costumbre, fundar Accllahuasis
en los pueblos principales, siendo los más modestos de
100 doncellas. Los de la región Piura-Tumbes fueron de
200 mamaconas, pero en la ciudad quiteña de Tumebamba el
Accllahuasi fue de 600 vírgenes.
Dentro de la aasa de las escogidas, había
varias clases de ellas. Las destinadas al Sol o al Inca el que
era su representante, constituía la primera
categoría. Luego había otras que llegaban a
cierta edad destinadas a los más nobles del imperio que
habían destacado en algo. Una tercera clase
podían al salir ser casadas con cualquier hombre,
siempre con la autorización del padre y del
curaca.
Las accllas eran escogidas cuando tenían 8
ó 10 años. Unas salían a los 15 ó
17 años, pero otras quedaban a
perpetuidad.
Se dedicaban dentro de recinto al accllahuasi a
labores de tejidos y a la
horticultura. Una gran cantidad de porteros castrados las
cuidaban.
Alguna veces la accllas destinadas al Sol,
salían encinta y los sacerdotes a cuyo cargo estaba el
ceremonial religioso en esas casas de recogimiento,
hacía correr la voz de que habían concebido del
Sol. Pero cuando una acclla quebrantaba el voto de castidad con
un hombre cualquiera, tanto ella como el fruto de los amores
prohibidos eran condenados a muerte. El
autor del embarazo era
aseatado o colgado cabeza debajo de un árbol y quemado
vivo.
La accllas llevaban un régimen de clausura, sin
contacto con el mundo exterior, pero si Pizarro y los suyos
pudieron visitar la casa de las escogidas en Tumbes fue por que
se les creía personajes semi-divinos.
Muy diferente fue el comportamiento del capitán de Atahualpa
que en Caxas recibió a Soto y para congraciarse con
él sacó a las accllas del convento, las
formó en la plaza y permitió a los
españoles escoger las que quisieran. Se trató sin
duda de un acto sacrílego a los ojos de los indios, pero
que al descreído capitán parecía no
importarle mayormente ya que se trataba de un culto proveniente
de los Incas cuzqueños a los cuales
combatían.
Tumbes tuvo un accllahuasi y posiblemente
también Poechos. Fuera de la zona tallán los hubo
en Huancabamba y Caxas, y es casi seguro que
igual ocurrió con Ayabaca.
Los accllahuasis eran lugares cómodos y
amplios. Las accllas dormían en grupos, en
cuartos de grandes dimensiones, sin quitarse la ropa.
Habían baños con cuartos para desvestirse y
guardar los vestidos en forma tal que se aseguraban la
privacidad del acto de bañarse.
Para Garcilaso el término de mamacuna se le
daba sólo, a la virgen de edad avanzada, o sea mujer que
hace el oficio de madre, o maestra de novicias. Dice este mismo
cronista, que jamás una acclla de la categoría
alta o sea destinada al Inca, podía ser dada a
ningún noble o guerrero, por importante que
fuere
11.- Los tambos.
A lo largo de los caminos, los Incas mandaron a
construir grandes depósitos a los que llamaba
tambos.
De acuerdo a Cieza de León se encontraban a
distancia de cuatro leguas cada uno, lo cual hace suponer que
eran muy numerosos, pero algunos eran , mayores que los
otros.
En los tambos se acumulaban abastecimientos, para los
viajeros y para los ejércitos imperiales. Era atendidos
por turnos por los pueblos próximos bajo control de
las autoridades que habían impuesto los
Incas.
Cieza de León relata que en la provincia de
Caxas habían grandes aposentos y depósitos
mandados hacer por los Incas y gobernador, con número de
mitimaes. Luego al continuar su relato manifiesta que delante
de Huancabamba habían otros aposentos y también
habla de los depósitos de Poechos y
Tumbes.
Los tambos se conservaron durante los tiempos de la
conquista y los primeros años del
Virreynato.
Vaca de Castro dictó ordenanzas de tambos el 31
de Mayo de 1543, y señalaba los que debían de
existir entre ciudad y ciudad.
En el camino de san Miguel de Piura a Trujillo los
tambos que debían existir eran los de Chicama,
Pacasmayo, Saña, Collique, Sinto, Tucume, Jayanca,
Motupe, el Ala, y San Miguel.
En el camino de san Miguel a Tumbes; los tambos eran:
Yapatera, Malincho (Hualingas), Tambogrande, Poechos, Solana y
Tumbes.
Indudablemente que en Tambogrande debió existir
un tambo de grandes proporciones a los que debería su
nombre.
Huaman Poma, da una relación de 179 tambos que
existieron en el Perú a fines de 1550. De acuerdo al
orden que los ubica tenemos: 40 Catamayo, 43 Ayahuaca, 46
Guancabamba, 54 San Miguel.
12.- Los caminos.
La historia y los cronistas sólo hablan de los
caminos construidos por los Incas, pero es indudable que los
antiguos piuranos construyeron sendas para
movilizarse.
Es sin duda alguna por estas sendas que los Incas
tuvieron que desplazar a sus ejércitos cuando estuvieron
en la sierra de Ayabaca y Huancabamba y luego bajaron a la
costa, acamparon en Poechos y avanzaron a Tumbes.
Fue Huayna Capac el que construyó los dos
caminos que unían a Quito con el Cuzco, yendo uno por la
costa y otro por la sierra. Por sólo este hecho, ese
emperador hubiera merecido el nombre de Grande, con que se le
conoce.
Los dos caminos pasaban por los actuales departamento
de Piura y Tumbes. El de la sierra tras de llegar a Cajamarca,
seguía por Huancabamba, por Cajas, Ayabaca y Loja. El de
la costa tras de pasar por Motupe seguía por Pabur,
Piura la Vieja, Poechos, la Solana, y Tumbes. Es decir que
Ayabaca y Huancabamba estaban unidos, por un buen camino, lo
que no ocurre ahora.
En el departamento habían algunos ramales.
Así por ejemplo había un camino de la Solana a
Paita y otro de Poechos a Ayabaca. También de Poechos a
Piura la Vieja (Piúra) y de Pabur a
Huancabamba.
Todos los cronistas ponderaron los caminos del
inca.
Fray Reginaldo de Lizárraga hace el siguiente
relato: "el camino por los arenales, estaban marcados de
trechos en trecho por unas vigas grandes, hincadas por adentro
en la arena. Cuando la vía entraba a un valle
aparecía entre dos paredes a manera de tapias, hechas de
barro mampuesto de una altura de un estado para impedir que los
viajeros perjudicasen las sementeras que
atravesaban".
Siempre refiriéndose a los antiguos caminos de
Piura, el Padre Lizárraga coincide con Cieza de
León al manifestar que pasan entre abundantes
árboles frutales como guayabas, paltos, ciruelas y
algarrobos. Ya desde esa época el algarrobo era la
sombra protectora de los viajeros. El cronista se queja sin
embargo de la abundancia de mosquitos.
En la relación de Alonso Enríquez de
Guzmán, se cuenta no sólo la impresión que
le causa los buenos caminos, sino que alaba la hospitalidad de
los viajeros piuranos. Dejemos hablar al cronista.
"Llegué a una ciudad poblada de cristianos que se llama
Piura, los cuales como de todas las otras cosas que se pueden
saber, por que las procuran por el deseo de la patria, supieron
mi desembarcada en el puerto de esta ciudad, que es 25 leguas
adentro de la tierra de la mar, y nos asentaron el pueblo a la
mar porque es doliente, y no hay agua, ni leña, ni yerba
para los caballos. La justicia y
los regidores enviaronme tres leguas del dicho pueblo muchos
refrigerios, cosas de comer; e caído el sol fue mi
entrada según ellos fue ordenada. Saliéronme a
recibir una legua, e así entramos en esta ciudad , donde
fui muy bien aposentado, y estuvo un mes restaurándome
del trabajo de la mar, y a mis criados y caballos; y por el
caballo que dicho tengo que se murió,
compré otro fiado por seis meses, por 600 castellanos.
Desde la gran ciudad de Tumbes, que es a la legua de la mar,
poblada de indios no hay más de un cristiano y
está una gran casa del señor de la tierra,
labradas las paredes de adobe a manera de ladrillo y con muchos
colores finos, pintadas y barnizadas que nunca vi cosa
más linda, la techumbre de paja también labrada,
que no parece sino de oro, muy fuerte, muy grande y muy
hermosa, hasta la provincia nombrada el Cuzco hay 300 leguas de
acá, que son 500 de Castilla; en un camino derecho sin
torcerse a ninguna parte, ninguna cosa, muy llano, entre mucha
grandes y altas sierras peladas, sin yerbas ni árboles.
En muchas de ellas, así en las altas como en las bajas,
hay infinita arena que los aires a ellos suben y llevan, que no
parecen desde lejos sino nevadas. El camino es tan ancho que
cabrán seis de a caballo. De una parte a otras, pareces
de dos varas de medir en ancho y seis en alto, en algunas
partes más y en algunas menos; e de la parte del campo
árboles grandes, espesos de una parte y de otra que
hacen sombra, todo el camino. Estos árboles dan un fruto
como algarrobo. Verdaderamente lo son estos, puestos a mano, de
dos en dos y de tres en tres y cuatro en cuatro leguas cuando
más, está una casa que ellos llaman tambos, como
en España nosotros ventas,
suntuosamente edificados, para cuando este señor del
Cuzco y de toda esta tierra fuese y viniese de la dicha gran
ciudad e casa de Tumbes a la provincia nombrada
Cuzco
13.- La agricultura.
La agricultura en los antiguos piuranos fue marcando
el grado de su desarrollo cu1tural.
Ya sea que los pobladores llegaran por mar, o que
hayan venido de la sierra o por los dos lugares
simultáneamente, el hecho concreto es
que su estado era casi primitivo, al arribar a estas tierras.
Esos pueblos fueron nómades y recolectores. No
conocían la agricultura ni la cerámica. Los conchales del Chira, y los
restos encontrados en Paredones en Vichayal, prueban la
existencia de estos hombres.
En este lugar y en Illescas, se han encontrado restos
de redes muy
antiguas, lo que probaría que los primitivos habitantes
utilizaron el algodón aun cuando no lo
cultivasen.
Poco a poco, las plantas que
antes silvestres y que aprovechaban por el sistema de
recolección, fueron mereciendo su atención. Fue así como se
cultivó la calabaza, el pallar, el maní, el
algodón y el zapallo, lo mismo que el
mate.
El mate suplió a muchos utensilios antes
de iniciarse en la alfarería. Tuvieron de esa manera
recipientes para guardar el agua, que aún los campesinos
actuales utilizan y llaman limetas. También ollas, y
tazones que hoy se conoce como potos.
Pescado, mariscos, pallares, zapallo y maní,
además de frutas fueron los alimentos de los piuranos
primitivos. Los que vivían más apartados del mar,
reemplazaban al pescado con los productos de
la caza, como sajinos y venados.
Los hombres se fueron tornando sedentarios, y se
asentaron a la orilla se los ríos Tumbes, Chira y Piura,
primero en sus bocanas y luego se remontaron más al
interior.
Esto suponía un proceso de penetración
de gentes venidas necesariamente del mar. La teoría del poblamiento de la costa
y tierra tallán por grupos llegados de la sierra,
sólo sería del norte ecuatoriano más que
de la región de Ayabaca y Huancabamba, ya que Garcilaso,
dice que los habitantes de esos lugares se encontraban en
estado bastante primitivo cuando fueron sometidos por los
Incas, mientras que en la costa ya se había avanzado en
el proceso cultural.
Hernán Suse en su obra "Época
prehistórica", afirma que el algodón hace su
ingreso al cuadro cultural de los pueblos de la costa por el
año 2.500 antes de Cristo.
Cuando se inicia el período
cerámico en sus primeras fases, ya los piuranos
habían progresado bastante en las técnicas
agrícolas.
El mate o calabaza se utilizó en la costa
peruana desde tiempo inmemorial. En el valle de Chicama se han
encontrado en algunas tumbas, mates con 4.500 años de
antigüedad según el radio carbono.
El mate, al igual que la calabaza y el zapallo son
curcubitáceas, que también se han producido hace
milenios en la Oceanía. Eso crea muchos interrogantes,
pues mientras que algunos estudios suponen que se dio en uno de
los dos lugares y de allí se trasladó al otro,
hay en cambio científicos que suponen se dieron esas
especies vegetales en los dos continentes en forma
simultánea. Para los que hacen el primer planteamiento,
hay nuevos interrogantes de mucha importancia como:
¿cuándo y en que forma se llevaron esos
productos de un continente a otro?.
Engels, manifiesta que "parece que en los dos
continentes americanos, las primeras plantas cultivadas fueron
las calabazas".
Algunos botánicos aventuran la opinión
que la calabaza llegó de la Oceanía flotando
arrastrada por los vientos y las corrientes marinas, sin
intervención del hombre y aun antes que se hubieran
poblado la Oceanía.
El coco, producido por la palmera cocotera, es igual
que la calabaza una planta que también se da en los dos
continentes, Oceanía y América, desde tiempos
inmemorables, y también se aplica con el coco la
teoría de la calabaza. El problema radica que en
América desde la época pre-colonial habían
300 especies de cocotero.
En cuanto al algodón hay tres especies, una
originaria de la India y dos de América. Los restos de
tejidos antiquísimos y de redes, demuestran que el
algodón se aprovecho primero por el proceso de
recolección y se cultivó más tarde, siendo
en tiempo de los Incas objeto de mucha atención en la
tierra tallán.
El maíz es originario de América. En
México se han descubierto granos
silvestres de 60.000 años de antigüedad y otros
cultivados de 7.000 años. En el Perú antiguo el
maíz se cultivaba en la costa y en la sierra, siendo el
primero el mejor. En todas partes se le utilizaba como alimento
y para hacer chicha. Los españoles le llamaron trigo de
los incas, cuando llegaron. Al desembarcar en Tumbes, Pizarro
fue agasajado con brindis de chicha. Cuando
llegó, hacía ya varios siglos que los
tallanes lo cultivaban
Cieza de León decía de los tumbesinos lo
siguiente: "para labrar los campos son muy trabajadores y
llevan grandes cargas; los granos los labran hermosamente y con
mucho concierto y tienen en el regarlos grande orden. El
maíz da dos veces en el año".
E padre Bernabé Cobo, al ponderar al
maíz de la costa, dice que "no nace en todas parte de
igual grandeza, ni acude con igual abundancia; en las tierras
calientes (costa norte) crece tan lozano y vicioso, que hay
maizales que cubren un hombre o caballo y de aquí para
abajo (se refiere a la costa) va decreciendo según va la
tierra siendo más fría, hasta venir a no
levantarse de la tierra más de un
codo…….siémbrase todo a mano y no
derramándolo como el trigo y en cada hoyo echan tres o
cuatro granos, de cada uno de los cuales nace una caña y
así salen todas juntas en cada mata, cuantos fueron los
granos que se echaron juntos. Crece tan en breve en algunas
partes (como en la costa tallán) que dentro de tres o
cuatro meses y aun a veces dos, se siembra, coge y encierra.
Son muchas las diferencias que hay de maíz, por que
primeramente se hallan de todos los colores: negro, blanco,
amarillo, morado, colorado claro y mezclado de varios
colores".
Los pallares y los frijoles , eran también muy
cultivados por los tallanes, pero los españoles no los
supieron apreciar en los primeros años, pues los
preparados que con ellos se hacían las llamaban comidas
de indios.
Cieza de León refiriéndose a los
tallanes piuranos decía: "de ello (maíz) y de
frijoles y de habas, cogen harta cantidad cuando las
siembran".
Lo cierto es que los piuranos cultivaron los pallares
muchos siglos antes que al maíz que crecía en
forma silvestre.
Los piuranos vienen comiendo camotes desde hace
milenios. Hans Horkheimer asegura que el camote o batata fue
una de la tres plantas comestibles precolombinas que se
cultivaron en América y en Oceanía. Las otras dos
fueron la calabaza y el cocotero. Martínez del
Río al tratar en "Origen de los Americanos", la
posibilidad que la batata se haya difundido de América a
la Polinesia no explica como pudo haberse efectuado eso. Hay
sin embargo una leyenda en Nueva Zelandia que dice que el
camote fue llevado desde el Este, por el año 1.000 de
nuestra era. Eso supondría viajes de
América hacia la Oceanía lo que no es imposible,
como se probó con la expedición Kon Tiki que hace
varias décadas partió del Perú, en un
viaje exitoso, usando una embarcación que era una
versión de las utilizaron los antiguos tallanes, que
como es bien sabido fueron los mejores navegantes del
Perú antiguo.
Hay además algo interesante en cuanto al nombre
indígena que tenía el camote en Oceanía y
en el Perú antiguo. Así por ejemplo en polinesio
se le llama kamar y en maorí cumura, mientras que en
quechua se denominaba kumara. Pero estas interesantes
expresiones lingüísticas, al tratar de explicar la
procedencia americana y peruana del camote en la
Oceanía, tropieza con un escollo. Los incas no fueron
gente marina y en cambio si lo fueron los tallanes y los
habitantes de Puná y de la costa sur del Ecuador. No
tenía por que llevar la denominación quechua (del
Cuzco), cuando más bien debió hacerse en lengua
tallán, salvo que el camote hubiera sido llevado a la
Oceanía en tiempos de los últimos Incas que
conquistaron la costa peruana.
Sea lo que fuere, lo cierto es que el camote es
originario de América y que Engels considera que se
cultivaba en el Perú unos ocho mil años antes de
Cristo. Esto, que no es una referencia al camote que se
cultivaba en la costa, no deja sin embargo de ser sorprendente,
por la antigüedad que le supone.
José del Busto, al referirse a Piura dice estas
bellas frases: "La yunga –tierra baja y caliente–
era la orilla del mar. Allí animado por las brisas
marinas se mecerá el maizal de dorado grano, mientras
molles, huabas, y huarangos protegen con su sombra a camotes,
zapallos, y calabazas que siguen aferrados al tórrido
suelo. A los dichos se sumarán, los pepinos,
piñas, indianas, caimitos y pallares, mientras los
corpulentos paltos y guayabas, son los últimos en ver el
sol hundirse en el
Océano".
El padre Cobo tiene esta opinión: "las que se
dan en el Perú que llamamos camotes, no deben nada a las
mejores batatas , cuales son las de Payta, diócesis de
Trujillo y las del valle de la misma ciudad de
Trujillo".
La yuca fue una planta que se cultivó tanto en
la costa como en la sierra, y se hizo siempre presente en la
alimentación de los
yungas.
Todo hace suponer que las frescas arboledas a que se
refiere Cieza de León, que dan sombra a los caminos eran
árboles sembrados por los tallanes. Esos árboles
fueron el algarrobo, el caimito o lúcuma, el molle, los
paltos, huabas y guayabos.
Padre Cobo, al referirse al algarrobo, lo llama
huarango denominación que más corresponde a una
variedad iqueña. Los españoles les llamaron sin
embargo algarrobos de las indias para diferenciarlos del
algarrobo de Castilla. Dice el cronista que los indios
hacían de sus vainas harina y pan, y que habían
muchas provincias en la costa donde los naturales sólo
se mantenían de ellas.
El conocimiento
de hacer pan de la algarroba es algo que por desgracia se ha
perdido porque es de todos conocido el alto poder alimenticio
de la vaina.
Manifiesta el padre Cobo, que en muchos lugares no
tienen otra madera para los edificios que el algarrobo, aunque
era nudosa y torcida, de la cual no se pueden sacar tablas
anchas, por tener todo el tronco nervios y
costurones, pero que era muy dura, para el fuego y
hacer carbón mejor que la encina. Los valles donde
abundaba el huarango según el padre Cobo eran Ica,
Nazca, Casma, Chicama, Guadalupe y Catacaos.
El molle para el padre Cieza de León se daba en
la costa y en la sierra. Los hay grandes y pequeños,
tienen hojas muy menudas y con olor a hinojo, siendo muy
estimado por los indios por sus propiedades curativas. Al igual
que el algarrobo crecía silvestre formando grandes
arboledas, pero también era cultivado por los indios el
los lugares en donde se buscaba dieran
frescura.
Los paltos abundaban mucho en la sierra piurana y
ecuatoriana en pre-colombina, en forma tal que a toda una
provincia le dieron ese nombre. El huabo o Pacae era otro
frutal que se sembraba al borde de los
caminos.
Los españoles calumniaron a algunas de nuestras
mejores frutas. De la piña decían que
producían a la terrible epidemia del cólera. El padre Acosta llama a la
guayaba fruta ruin, de mala fama que huele a chinches, de sabor
muy grosero y efecto poco sano, pero parece que más que
todo se refiere a una especie de las islas Filipinas, por que
manifiesta que en el Perú el árbol es diferente,
ya que no tiene mal olor y su sabor es bueno.
Los primitivos piuranos, favorecidos por la tierra
fértil de los valles, se convirtieron bien pronto en
pueblos agricultores.
Los mochicas primero, y los Chimús más
tarde, les enseñaron a los tallanes nueves
técnicas de cultivo, y el mejor aprovechamiento del agua
mediante obras de ingeniería. También el guano de
las islas fue utilizado, aunque no se conoce exactamente desde
que tiempo.
Cuando los españoles llegaron a Tumbes y a
Piura, encontraron los valles cultivados en forma
verdaderamente admirable. Los cronistas no se detienen en hacer
conocer asombro por este hecho.
El Padre Cieza de León
refiriéndose a los valles piuranos dice: "toda la tierra
de los valles donde no llega arena y que está cubierta
en parte de arboledas, es una de las más fértiles
y abundantes del mundo, que en ellas se cosechan maíz
dos veces al año, yuca, batatas dulces, papas, frijoles
y frutas como pepinos, guayabas, guabas, paltas,
guanábanas, caimitos y piña"………..tratando
del algarrobo –dice– de sus frutos se hacen pan y
también para conservarlos, los secan como higos o
pasas.
Continua Cieza: "cuando los ríos bajan de la
sierra por estos llanos y algunos de los valles son amplios y
todo se siembra cuando estaban más poblados, sacaban
acequias en caños y por partes, que es cosa
extraña afirmarla, por que las echan por lugares altos y
bajos, por laderas los cabezos y albas de sierras que unas por
una parte, y otras por otra, que es gran delectación
caminar por aquellos y valles, por que parece que se anda entre
huertas y florestas llenas de frescura".
La agricultura hizo de los ta1lanes pueblos
autosuficientes lo cual favoreció su autonomía
política, pero dada la proximidad,
mantuvieron relaciones entre si, aun cuando no se descarta que
también guerrearan entre ellos sobre todo los tumbesinos
con los insulares de la Puná.
La siembra la hacían a mano, cavando hoyos con
una pequeña lampa de cobre que
tenia mango de madera muy parecida a las actuales. La taclla la
usaron cuando fueron sometidos por los Incas.
Conocieron las propiedades del guano que utilizaron en
la agricultura y además fue artículo para
comerciar. Parece que las labores de extracción del
maravilloso abono, la hacían los vencidos de las luchas
que habían quedado reducidos a la condición de
esclavos.
Tello dice que al uso del guano se debe el apogeo de
la agricultura en la costa peruana, la que no fue superada por
ningún otro pueblo de América.
Cuando los Incas conquistaron la costa, dictaron
disposiciones para la conservación de la vida de las
aves
guaneras y reglamentaron la explotación del abono. Fue
así como el guano de las isla de Chincha fue destinado a
las tierras del Inca y el guano de las islas de Lobos para
atender la costa norte.
Los tallanes también tuvieron el problema del
agua escasa para sus riegos en la parte baja del valle del
Piura.
Fue por eso que construyeron admirables obras de
ingeniería hidráulica, sobre todo canales que les
permitió llevar el agua de riego a lugares
distantes.
Esta técnica les fue enseñada sin duda
alguna por los mochicas, pues cuando los Incas llegaron a esta
zona, ya la encontraron admirablemente
cultivada.
Durante el época del Imperio, lo que se hizo
fue aumentar la longitud y el numero de canales, construir
algunas represas y en la sierra, se implantó el sistema
de andenes, que ya era común en la sierra del
Sur.
En Aypate, se han encontrado muy bien conservados,
restos de esos andenes que indudablemente sirvieron para
producir alimentos destinados a los habitantes de la
ciudadela.
Cieza de León admiró mucho las acequias
y las describía en la siguiente forma: "I como los
ríos bajan de la sierra por estos llanos y algunos de
los valles son anchos y todos se siembran o solían
sembrarse cuando estaban más poblados, macaban acequias
en cabos y por partes, y es cosa extraña afirmarlo, por
que las echaban por los lugares altos y bajos, y por laderas de
los cabezos y faldas de sierras que están en los valles,
y por ellos mismos atraviesan muchas, unas por una parte y
otros por otra…… tenían los indio
, y aún tienen, muy grande cuenta en esto de
sacar el agua y echarla por estas acequias; y algunas veces me
ha acaecido a mi parar junto a una acequia, y sin haber acabado
de poner tienda, estar la acequia seca y haber echado el agua
por otra parte. Por que como los ríos no se sequen, es
en manos de estos indios echar el agua por los lugares que
quieren. I están estas acequias siempre muy verdes, y
hay en ellas mucha yerba de grama para los caballos, y por las
flores y florestas andan muchos pájaros………y
volviendo al riego de estos indios, como en el tenían
tanta orden para regar sus campos, la tenían mayor y
tienen en sembrarla……..".
Zárate, narrando su paso por Tumbes expresaba:
"Sin embargo hay valles feraces que se cultivan y frescas
arboledas y frutales y campos de maíz que se riegan con
acequias que se sacan de los ríos en que los naturales
tienen muy grande experiencia e industria".
También refiriéndose a Tumbes, Cieza
manifestaba: "Este valle de Tumbes solía ser muy poblado
y labrado, lleno de lindas y frescas acequias sacadas del
río con las cuales regaban lo que querían y
cogían mucho maíz y otras cosas necesarias a la
sustentación humana………".
Gutiérrez de Santa Clara, narraba que el Inca
Huayna Capac, "mandaba que todas las acequias de agua que
había en el camino real que pasaba por los arenales, se
limpiasen desde su nacimiento hasta donde iban a parar…… A
trechos de este camino -el de la costa que iba hasta el Cuzco-
pasaban muchas acequias de muy linda agua que se traía
de 4 ó 5 leguas, en donde estaban plantados muchos
árboles de diversas
fustas".
Los Incas y sus ejércitos cuando llegaron a la
costa se refugiaban en esas arboledas para librarse del sol, y
teniendo siempre cerca a las acequias con muchos árboles
frutales. Por la noche, antes de que llegaran el Inca, se
regaba el sitio donde iba acampar para
refrescarlo.
Ruiz de Arce relata de un sifón que vio
funcionar con gran asombro en Tumbes. Se trataba de una
admirable obra hidráulica mandada a construir por el
Cacique Gutuna, que hacía posible subir el agua hasta
una fuente situada a regular altura.
Era política de los Incas el construir canales
de regadío en las comarcas de los pueblos conquistados,
pero en la costa yunga, no siempre siguieron esa norma, pues
encontraron que primero los Mochicas y más tarde los
Chimús, habían prosperado mucho en la
construcción de canales y más bien los
destruyeron para vencer la resistencia del
Chumu–Capac y de los pobladores de la gran
metrópoli de Chan chan.
Muchas de estas acequias, canales y obras
hidráulicas de los antiguos tallanes, se perdieron bajo
el impacto brutal de la Conquista y de las guerras civiles de
los españoles.
Los agricultores indígenas abandonaron los
campos, hubo despoblamiento y el trabajo impuesto bajo nuevas
modalidades, no rindió como antes del arribo de los
conquistadores. Muchos de esos canales, represas y obras
hidráulicas, como el Tacalá en el medio Piura, se
conservaron y no fueron pocos, a los en la época
republicana, se han venido utilizando en la agricultura
piurana
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