- Significación:
- Este elemento, parece residir principalmente
en su tema, en el hecho de escoger un acaecimiento
real o fingido que posea esa misteriosa propiedad de irradiar algo más
allá de sí mismo. - No hay temas, por sí mismos
significativos; lo que hay es un lazo entre cierto
escritor y cierto tema en un momento dado. - Se ve determinada, en cierta medida, por algo
que está fuera del cuento en sí, por algo
que está antes y después del tema. Antes
del tema, está el escritor, con sus valores
humanos y literarios; lo que se encuentra
después del tema nos conecta con el segundo y
tercer elemento de la estructura del
género:
- Este elemento, parece residir principalmente
- Intensidad y tensión:
- La significación no reside solo en el
tema del cuento; la idea de este primer elemento no puede
tener sentido sino en relación con la idea de
intensidad y tensión, que ya no apuntan al tema,
sino al tratamiento literario que se le da, la forma en
que el cuentista, frente a su tema, lo ataca y
sitúa verbalmente y estilísticamente, lo
estructura en forma de cuento, y lo proyecta en
último termino hacia algo que excede el cuento
mismo. - El cuento debe crear un clima
propio que permita que el lector pueda revivir esa
convicción que llevó a su autor a
escribirlo; lo cual solo es logrado mediante un estilo
basado en la intensidad y la tensión, un estilo en
el que los elementos formales y expresivos se ajusten a
la índole del tema fijándolo, para siempre,
en su tiempo
y en su ambiente. - La intensidad consiste, entonces, en la
eliminación de todas las ideas o situaciones
intermedias, de todos los rellenos o fases de
transición que la
novela permite e incluso exige; prescindiendo, por
ejemplo, de toda descripción de
ambientes. - La intensidad adquiere el nombre de
tensión, cuando se ejerce en la manera con que el
autor nos va acercando lentamente a lo contado; sin
saber, todavía, lo que va a ocurrir en el cuento,
sin embargo no nos deja sustraernos de su atmósfera. - Tanto la intensidad de la acción como la tensión
interna del relato son producto del oficio de escritor. La clave
de un cuento eficaz, se halla en la tarea de escribir
intensamente, mostrarlo intensamente, de manera que haga
blanco y se clave, en la
memoria del lector.
- La significación no reside solo en el
- El tema es siempre excepcional, lo cual no ha de
implicar que deba ser extraordinario, fuera de lo común,
misterioso o insólito. Lo excepcional reside en una
cualidad del tema, en virtud de la cual, es susceptible de
atraer un sistema de
relaciones conexas, que se despiertan en el autor, y luego en
el lector, vinculándolos con nociones, entrevisiones,
sentimientos e ideas que flotaban en su memoria o
sensibilidad. - Son algutinantes de una realidad infinitamente
más vasta que la de su mera anécdota. - Un buen cuento genera una apertura de lo
pequeño hacia lo grande, de lo individual y
circunscripto a la esencia misma de la condición
humana. - Debe crear un clima propio, que permita que el lector
puede revivir esa conmovición que llevó a su
autor a escribirlo, lo cual solo es logrado es mediante un
estilo basado en la en la intensidad y la tensión, un
estilo en el que los elementos formales y expresivos se ajusten
a la índole del tema, fijándolo, para siempre, en
su tiempo y en su ambiente. - El éxito
de un cuento depende de que su nacimiento tenga origen en una
motivación entrañable, traducida
en una profunda vivencia, que debe lograse con los instrumentos
expresivos y estílisticos susceptibles de hacer posible
la
comunicación. - Es preciso tener presente la advertencia de que no
debe escribirse un cuento pensando en que el mismo sea
accesible a todo el mundo, porque el lector preferirá
salirse de su pequeño mundo circundante, deseoso de que
se le muestre otra cosa, algo más que un cuento popular
mal escrito.
Características del cuento según
Flamer y O?Connor
- Un cuento compromete, de modo
dramático, el misterio de la
personalidad humana: es un acontecimiento dramático
que implica a una persona en
tanto persona y en tanto individuo;
es decir, en tanto comparte con todos una condición
humana general, y en tanto se halla en una situación
específica. - Los personajes se muestran por medio de la
acción y la acción es controlada por medio de los
personajes. Como consecuencia de toda la experiencia presentada
al lector se deriva el significado de la historia. - Trasmite de la realidad lo que puede ser visto,
oído,
gustado y tocado. En efecto, no es una mera narración de
hechos: la ficción opera a través de los sentidos;
es decir, para llegar eficazmente al lector, es preciso
convencerlo a través de ellos; permitiéndosele
experimentar situaciones y sentimiento concretos. En este
sentido, no se trata de decirle cosas al lector, sino de
mostrárselas en la escritura. - El cuento debe crear un mundo con peso y
espacialidad. - Un buen cuento no debe tener menos
significación que una novela, ni su
acción debe ser menos completa. Nada esencial para la
experiencia principal deberá ser suprimido en un cuento
corto. - Tendrá que haber un principio, un nudo y un
desenlace, aunque no necesariamente en ese orden. - La brevedad del cuento no implica su superficialidad.
Un cuento breve debe ser extenso en profundidad, y debe darnos
la experiencia de un significado. El significado es lo que
impide que un cuento breve sea "corto". - Trasciende "su tema", es preciso concentrarse en "su
significado". Éste debe estar corporizado en la
historia, debe hacerse concreto en
ella. No es un significado abstracto, sino un significado que
se experimenta. - La ficción es un arte que
demanda la
más estricta atención a lo real. La realidad es el
único fundamento conveniente; al punto que cuanto mayor
sea el apoyo de un cuento en lo verosímil, más
convincentes resultarán sus
características. - Dos calidades conforman la obra de ficción.
Una es el sentido del misterio, y la otra el sentido de los
hábitos. - Es recomendable mostrar que el personaje está
dotado de una personalidad. En la mayoría de los buenos
cuentos es la personalidad del personaje lo que crea la
acción de la historia. Es recomendable, por ello, seguir
este orden: encontrar, primero, un personaje, una personalidad
real y pensar luego, en la acción de la
historia.
Como adelantamos al introducir la respuesta, contar una
historia no es lo mismo que hacer un cuento; tomar un hecho de la
vida cotidiana y narrarlo no es hacer un cuento; elegir una
acción y describirla, otorgándole una corporeidad a
través de un personaje, no es escribir un cuento; un
cuento, un buen cuento, en el lenguaje de
los autores, es mostrar; es partir de una motivación personal que nos
conmueva a imprimir nuestro estilo al hecho cotidiano tomado como
base; es tensionar al lector y despertar su curiosidad para que
su mirada recorra toda la secuencia narrativa; acercándole
una ficción que lo conecte con su propia vida, con sus
experiencias personales; es crear un mundo que no ocupe muchos
blancos del Word, pero que llene las expectativas de
profundidad que el lector necesitará ver condensadas en el
cuento, para seguir leyendo, para recomendar la lectura,
para vivirla mientras lee; que ninguna mosca lo distraiga en el
camino y, finalmente, se sobresalte y choque, nuevamente, con el
mundo real en el que vive; sólo allí donde el autor
puso el punto final.
Haber logrado que el lector siga pensando en el cuento,
más allá de esa última puntuación,
será señal de que se ha cumplido el objetivo del
escritor; el cuento será un cuento: breve, profundo,
tensionante, significativo, perdurable…
Un cuento:
Fuego
Por Gisela Vanesa
Mancuso
Tengo una sensación inviolable que se ha vuelto
mecánica, desde que supe que mi creencia en
Dios no está avalada por ningún sentimiento de fe;
que, por el contrario, así como se aprende el nombre de
las palabras en inmediata relación con el objeto al cual
aluden, yo aprendí a pensar en Dios vinculándolo
con un supremo ideal que no tiene competencias en
el universo.
Aprendí a querer a Dios, a poseerlo; me enseñaron,
desde mi inventado nacimiento, que nadie existente
físicamente es más elogiable que
Él.
Tengo una emoción increíble que se ha
vuelto superflua, desde aquella mañana en que una
explicación, enteramente convincente, vino a echar por
tierra todas las razones de mi vida. Supe que un alguien
múltiple llamado "hombre" era un
nadie que había logrado alcanzar a Dios en sus
inteligencias. Hasta entonces, yo creía que era un hombre
porque desde muy chico me inculcaron, que la palabra nombra a las
personas, incluidos ambos géneros; pero, ahora, el nuevo
nombre del hombre, venía a cuestionar toda mi lengua;
aún más, todos los códigos
idiomáticos que existen; todos, absolutamente, todos los
sintagmas que hacen fila en los diccionarios
con sus verosímiles definiciones.
Tengo una angustia impensada, que aprendí a
sentir a través de un contacto monótono con mis
desiguales y algún que otro semejante que ya no sé
si puedo distinguir. Aquí, los fueguinos,
aprendimos, de alguna forma, a sentir a la manera en que lo
define uno, de los tantos dialectos del universo; pero
quienes como yo, detrás de mí y a mi través,
se enteraron de lo que no somos ?cuando desenmascaré los
pormenores de un secreto, que otros ya habían hecho
público; aunque defendiendo a ultranza su nombre -, viven
con una sensación inviolable, que se ha vuelto
automática, porque supimos que nuestra muerte
depende, nada más y nada menos, que de un botón,
cuyo epicentro no he logrado hallar, todavía.
Desde aquél tiempo, el estudio de la Biblia
pasó a un segundo plano, porque he dedicado mis horas
despiertas a la investigación; particularmente, me he
inclinado hacia la praxis,
confesando a quienes quedaron varados en el planeta de los
fuegos; para distinguir a los hombres de quienes no lo son. Dios,
no ha venido a confesarse, todavía…
Aquí sí existe el
Amor…
Mi desequilibrio hermético sucedió una
mañana cuando, luego de innumerables insistencias, ex
gobernantes de esta Nación,
conocidos aquí como Woodbury y Bluell, me concedieron una
entrevista,
cuya finalidad era enteramente caritativa, por no decir
interesada. En efecto, aprovechando la postulación de
"estos hombres" a las nuevas candidaturas para gobernadores,
supuse que era el momento justo para persuadirlos con mis ideas;
para que incluyeran en su plataforma política un
ítem que rotule a los niños
que pasan sed y calor, en el
planeta de los fuegos.
Estábamos conversando en las confluencias de las
calles de la Iglesia y del
Colegio, cara al Howard Bank, rodeados de niños, ancianos
y mendigos, a los que yo mismo había convocado el
día anterior. Algunos de ellos pedían comida; pero
la mayor demanda estaba concentrada en el grupo de los
que mendigaban agua, agua y
más agua. Supe después, que gran parte de los
fueguinos, principalmente lo más oxidados, tenemos
una necesidad de beber exaltada; muy difícil de saciar,
porque corre calor eléctrico por nuestros conductos
corporales.
Cuando estaba muy cerca de colmar mi expectativa de
disuadir a los ex gobernantes, fuimos sacudidos por una terrible
e insólita explosión; por la manera en que hizo
temblar a nuestros cuerpos, percibí que había
ocurrido muy cerca de nosotros. Alcé la mirada a lo largo
de la calle del Colegio, observé un cuerpo en forma de
torpedo, a cien metros de distancia, que tenía el aspecto
de estar estacionado, suspendido en el aire, a quince
metros por encima de los edificios más altos. Tenía
alrededor de dos metros de largo y treinta centímetros de
diámetro, su pared exterior parecía de color oscuro; y
aquí y allá surgían leguas de fuego. Al
rato, el objeto se puso en movimiento y
desaparecío. Los ex gobernadores, no parecían
sorprendidos; yo estaba, definitivamente, anulado, sumido en una
especie de shock emocional que no cesó hasta que
supe la verdad. Aunque, ahora, después de todo, ya no
sé si existe algo tan derribable como la verdad. Yo
creía en Dios; a mi me enseñaron que sólo
Él tuvo el don de la creatividad;
fundamentalmente, que los hombres eran todas esas personas que me
he cruzado y con quienes me he relacionado, desde que
comencé a existir. Pero, todo se dio vuelta; eran los
políticos de turno los que intentaban convencerme a
mí. Y debo decir que lo lograron; porque, atando cabos,
llegué a la conclusión de que las diferencias de
comportamiento
entre los fueguinos eran demasiado abismales como para
ubicar al conjunto dentro del concepto de
"hombre".
…Woodbury me dio una palmada en la espalda, mientras
Bluell se hacía el que no sabía nada; se miraron a
los ojos; el uno le hizo un gesto de asentimiento al otro y
hablaron, alternativamente.
– Lo que le vamos a contar, Sr. Obispo, es un secreto
gubernamental que debe permanecer en esa condición, so
pena de ser posibles víctimas de un terrible atentado,
-adelantaba Bluell, que premaneció callado, disuadiendo a
su compañero para que prosiga.
– En el 3050 después de Dios, un grupo de
científicos, cuyos nombres nos está prohibido
revelar, se han acercado a las más altas cumbres del
gobierno para
comentar el resultado de una investigación parcial, acerca
del comportamiento de los habitantes de esta Nación.
En efecto, las diferencias radicales de comportamiento, las
dificultades de relación, las necesidades básicas
disimiles entre unos y otros, la tasa baja de natalidad y
mortalidad, la cantidad innumerable de mujeres que no
podían tener hijos, y otras estadísticas que usted debe conocer, los ha
conmovido a seleccionar al azar a un número considerable
de personas, con la excusa de realizarles un chequeo general
gratuito.
Fue así, que las hicieron convivir durante un mes
en un establecimiento, especialmente acondicionado, para seguir
de cerca sus formas de ser. Los mismos científicos
fueron parte de aquella prueba de existencia; cuyo resultado
sacudió todas sus estructuras, a
la par que confirmó gran parte de sus intuiciones: este
lugar, Sr. Obispo, es un mundo, que otro mundo llamado Tierra, llama
Fuego. Los hombres son aquellos que viven en aquél y no en
éste que fue descubierto hace apenas unos siglos. Se
comprobó que los hombres mueren por inanición; los
fueguinos puros pueden pasar años sin comer, aunque no lo
sepan; sólo cuando no encuentran satisfecha su sed se
acercan a la agonía previa a la muerte,
aunque a algunos, particularmente jóvenes, suelen
bastarles unas gotas de aguas para seguir. Los hombres tienen
mucha agua en el cuerpo, lloran mucho, Señor, se ponen
nerviosos, sufren, sienten cosquillas cuando se encuentran con la
persona del sexo opuesto
que les gusta, se ríen cuando les pasan una pluma en la
planta de los pies; sienten, sienten, por sobre todas las
cosas.
Para ellos existe el amor, para
nosotros el amor está incluido en el querer. En
consecuencia, nosotros no amamos. No han sentido, sin embargo,
cuando aburridos de la tecnología inquieta,
se propusieron crear personas mecanizadas, sin sospechar que se
les hiría de las manos las múltiples posibilidades
de relación entre ellas. Empezaron con cien, luego fueron
doscientas; fueron las dificultades que se les interpusieron para
integrarlas a la Tierra, las
que hicieron que las trasladaran al, por entonces recién
descubierto, planeta de los fuegos, que ellos ubican en el
universo, como el planeta más cercano al sol, explicando
en sus manuales
informáticos, las implicancias negativas de estar tan
cerca de la estrella más grande. He de aquí que,
transcurridos algunos años, muchos seres humanos,
mayormente ancianos, se han mudado a este planeta, para pasar sus
últimos días de vida muy cerca del calor. Otros,
jóvenes y adultos, vienen porque la Tierra es un planeta
en el que es difícil vivir; logran adaptarse y,
finalmente, se quedan, guardando, miedosos, el secreto universal
de la creación. Saben que un botón hace estallar el
mundo de los fuegos…
…Esa nave, que usted vió hace unos minutos, no
es la primera vez que toca el suelo de este
planeta; viene cada vez a buscar a los tantos hombres
arrepentidos que no encuentran calor más intenso que el
que les brindan sus seres queridos. Eso fue lo que sucedió
hace un rato, Sr. Obispo: un contingente de ancianos,
recién llegados, decidieron regresar a la
Tierra…
Desde que terminaron de hablar aquella mañana, no
he parado de llorar, he dejado de tener sed, he extrañado
a quien conocía una tarde rezando en la Iglesia y no
volvía a ver nunca más; he buscado el botón
que decide mi muerte y no lo he encontrado. Me llevo, siempre, la
mano derecha sobre el pecho izquierdo; algo me sacude desde
adentro. Aunque los científicos enfaticen la
oposición, yo he comprobado, a partir de mis propias
vivencias, que los que no somos hombres, porque nos llaman
fueguinos, también hemos aprendido a amar con todo nuestro
corazón.
Bibliografía
Cortazar, Julio, "Algunos aspectos del cuento", en
Obra Crítica/2, Madrid, Alfaguara,
1994.
Flamer y O? Connor, "El arte del cuento", en
Cómo se escribe un cuento.
Por
Gisela Vanesa Mancuso
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