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Despido laboral y depresión (página 2)




Enviado por Edgar Eslava Arnao



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II. ENFOQUE
COGNOSCITIVO

Marco Referencial

Desde la década del cuarenta los
psicólogos estadounidenses, desarrollaron una serie de
estrategias de
apoyo y orientación destinadas a facilitar la
búsqueda inteligente de un nuevo empleo,
(Haldane 1940). Citado por López Mena L. (1999) para las
personas despedidas, procurando que el período de desempleo fuese
lo más reducido posible y el efecto del despido no sea
traumático. El progreso de estas estrategias han llevado a
considerar actualmente, la desvinculación o despido como
parte de un ciclo profesional propio de determinadas condiciones
socioeconómicas más que un acto aislado.
(Vermot-Gaut 1989). Citado por López Mena L.
(1999)

Inicialmente este proceso de
apoyo y orientación recibió el nombre de decruiment
o dehired pero estas expresiones no tuvieron éxito.
Se atribuye a North, D. El haber acuñado la
expresión "Outplacement",
la cual no tiene traducción castellana, según destaca
Britain (1982), Citado por López Mena L. (1999) en
castellano se
suele utilizar desvinculación, cuando se trata de un
programa se
emplea Desvinculación programada o Desvinculación
asistida (Rodríguez Kabana 1987). Citado por López
Mena L. (1999).

Son muchas las definiciones que se han dado al
Outplacement, se atribuye a (Lorca & brittain 1992). Citado
por López Mena L. (1999), quienes lo definen como "Un
proceso de cambio,mediante el cual una persona realiza
una transición desde una organización a otra, con la asistencia de
un psicólogo especialista en el cambio de empleo y en el
marketing de
las habilidades personales; parece que la definición
más aceptada se le atribuye a R. Kabana (1987) Citado por
López Mena L.(1999) quien lo define: "Un proceso de
asesoría y apoyo, orientación, capacitación dirigida a la persona por
egresar o ser transferida para la búsqueda de un nuevo
empleo o actividad de calidad, nivel y
condiciones similares a las de su anterior ocupación en el
menor tiempo
posible." Se tiene referencias a través del internet, que tan
sólo en Estados Unidos existen unas 9,000
compañías especializadas en consultoría Outplacement, siendo la mayor
de ellas "Right Management Consultants, de Filadelfia", con
más de 100 oficinas en ese país y 30 en otros
lugares del mundo. En Europa hay un
número similar de firmas consultores en OPC.

En Latinoamérica los mayores desarrollos se
encuentran en Chile, Brasil y
Argentina. En Colombia, existe
un servicio del
SENA desarrollado en algunos de sus centros, para el nivel
operativo de las empresas. En
todos los resultados encontrados, se ha manifestado que las
conductas desadaptativas, influyen negativamente en la
búsqueda de un nuevo trabajo u
ocupación lo cual, constituye un círculo
difícil de romper y que tiende a agravarse, para la
persona desempleada, con el paso del tiempo. (Payne y Hartley,
1987; Prussia, Kinicki y Bracker, 1993). Citado por López
Mena L. (1999)

Se han descrito, incluso, reacciones extremas frente al
despido como hemos referido, tales como la agresión
(quemar el centro de trabajo) o de fuerte carácter intrapunitivo (suicidio). La
pérdida del trabajo es considerado por los especialistas
como uno de los más fuertes y perturbadores eventos vitales
(life events) (Caplan, Vinokur, Price y Van Ryn, 1989). Citado
por López Mena (1999) y se calcula que afecta cada
año a 10 millones de personas.

En el Perú, no hemos podido encontrar estudios
asociados con los objetivos de
nuestro trabajo, tan sólo se ha podido encontrar aspectos
teóricos que dictan las normas generales
referidos a la búsqueda de un nuevo empleo. En USA
contamos con la investigación realizada por
Rodríguez Kabana (1995), Citado por López Mena
(1999) a la que hacemos referencia en la página 52 del
presente trabajo.

2.1. LA DEPRESIÓN

En 1851, el psiquiatra francés Jules Falret
describía por primera vez "la folie circulaire" y, en
1863, el psiquiatra alemán Karl Krahlbaum acuña el
término ciclotimia. Kraepelin desarrolló el
concepto en
1896 y propuso el término de psicosis
maníaco- depresiva que incluía todas las
"enajenaciones periódicas y circulares, la manía,
la melancolía y algunos casos de demencia". Más
tarde, amplió este concepto, para incorporarle todos los
casos de "exceso afectivo". Kraepekin justificó esta
amalgama, razonando que todas aquellas situaciones que implican
una alteración del animo, son difícilmente
diferenciables unas de otras, parecen darse en el mismo paciente
en épocas distintas y tienen un pronóstico
uniformemente bueno (Mendels, J. 1992, p.39).

La "American Psychological Association", la
clasificó como una enfermedad "funcional". Esto quiere
decir que, "sea cual fuere la causalidad compleja del desorden,
es la forma particular de funcionamiento (o de actuación)
con su contenido, lo que constituye la esencia predominante (pero
no exclusiva) del trastorno y conduce a repercusiones de tipo
secundario, tanto orgánicos como funcionales" (Mendels, J.
1992).

En 1969, el término enfermedad maniaco-depresiva
fue adoptado por la Asociación Psicológica y
Psiquiátrica con el fin de ajustar la clasificación
americana con la de la
Organización Mundial de la Salud. Este cambio refleja
la constancia de que los factores orgánicos pueden
desempeñar una función
importante (no necesariamente exclusiva) en la etiología
de la enfermedad maniaco-depresiva.

Actualmente, el término maniaco-depresiva debe
emplearse con referencia a una persona que ha padecido uno o
varios episodios de depresión
o manía sin causa aparente. Las expresiones
depresión endógena y depresión
clínica se emplean, a veces, como sinónimos de
psicosis maniaco-depresivas.

La depresión rivaliza con la ansiedad como
categoría más importante y compleja en la
psicopatología. Es un síntoma neurótico y es
la característica sobresaliente de la psicosis. En
general, la depresión es uno de los estados mentales
más comunes que sobreviven al hombre. Es una
experiencia que se presenta en el ámbito mundial, los
sentimientos de tristeza constituyen un factor intrínseco
a la condición humana.

La depresión es un fenómeno
común, caracterizado por abatimiento, tristeza, retardo de
la motividad, etc. La gama de las reacciones depresivas abarca
desde una tristeza ligera por una desilusión concreta,
pasando por reacciones moderadas y de larga duración;
hasta la depresión intensa, psicótica o
melancólica. Aunque las reacciones depresivas
neuróticas suelen ser muy graves y ocasionalmente conducir
al suicidio; las depresiones más graves son por lo general
las reacciones psicóticas.

Nuñez (1997) en un intento de concretizar este
concepto, expresa que la depresión es un estado general
del organismo, caracterizado por la presencia de por lo menos un
cambio en cada una de estas tres parcelas:

  1. En la psicomotilidad, disminuye la iniciativa,
    la espontaneidad y la reactividad psicomotora.
  2. En el área afectiva, existe un
    predominio relativo de los aspectos emocionales o negativos:
    incapacidad para amar, sentimientos de malestar, pérdida
    del sentimiento de bienestar y salud.
  3. En la esfera de los impulsos, se denota una
    disminución, inhibición o pérdida de la
    expresión o reactividad de una o todas las tendencias y
    modificaciones cualitativas distorsionadas de la
    misma.

Añade el autor que "… las
características más comunes y específicas de
los estados depresivos son la pesadumbre intrínseca, con
la consiguiente calidad negativa de la intencionalidad del
ánimo frente al mundo o frente así mismo, frente al
propio cuerpo e incluso frente a la vida" (Nuñez, M
1997).

El mundo actual está considerado como
"depresógeno" porque es un mundo en el cual cada una de
las relaciones está siendo desplazada por relaciones
funcionales de seres que cada vez se parecen más a la
máquina, es un mundo propenso al egoísmo, ya que
existe una mayor predisposición a perder la fe en lo bueno
y en el bien y caer en los estados depresivos.

Tanto médicos como psicólogos y
sociólogos están de acuerdo en un hecho: la
depresión es normal, pero también es peligrosa pues
muchas veces conduce al suicidio. El problema se presenta porque
la capacidad de resistencia de
cada persona es diferente. Así, unos toleran más,
mientras que otras sufren por cosas pequeñas; pero hay un
fenómeno común en los que pasan por una
depresión: todos se sienten tristes y solos,
convirtiéndose en grandes egoístas. La
depresión que sufren parece ser lo más importante
del mundo.

Se concibe la depresión como un producto de
las dificultades interpersonales, allí donde la
relación normal ha llegado a ha ser imposible, el sujeto
deprimido deja de luchar y de reivindicar sus derechos.

La depresión acompaña regularmente a la
enfermedad orgánica grave y puede considerarse como una
respuesta normal a las desventuras de la vida. No obstante,
así como la ansiedad patológica puede compararse
como el miedo realista, es útil comparar la
depresión patológica con la decepción
normal, la tristeza y la aflicción.

Por último una definición más
general nos la da la Organización Mundial de la Salud
(1986) que define la depresión como un "Desorden
neurótico, caracterizado por una depresión
desproporcionada, que generalmente tiene un inicio reconocido en
una experiencia desagradable; no se evidencia
desilusiones

o alucinaciones y a menudo hay preocupación por
el trauma psíquico que precede a la enfermedad, por
ejemplo, pérdida de un ser querido o de alguna
posesión. La ansiedad también se encuentra
frecuentemente ligada, y los estados mixtos de ansiedad y
depresión se deben incluir aquí". Añade la
O.M.S. que ". La distinción entre neurosis y
psicosis depresiva deben hacerse no solamente con relación
al grado de depresión, sino también por la ausencia
de otras características neuróticas o
psicóticas, o según el grado de trastorno de
personalidad
del paciente".

2.1.1. TEORÍAS DE LA
DEPRESIÓN

Son muchas las teorías
psicológicas que proponen explicaciones sobre las
causas de la depresión. Se pueden considerar dos grupos: las que
afirman que la depresión, es primariamente una
perturbación del estado de ánimo, es decir, un
trastorno afectivo, y las que sostienen que la depresión
es primariamente un trastorno, a saber, una perturbación
en el proceso mental.

A.- TEORÍA PSICOLÓGICA
AFECTIVA

Abraham y Freud, son los
representantes de las teorías
psicoanalíticas.

En 1911, Abraham llevó a cabo el primer intento
sistemático de explorar la enfermedad maníaco
depresiva según las exigencias de una teoría
psicoanalítica, comparando la depresión con la
pesadumbre o el duelo normal. Afirmaba que la diferencia crucial
entre pesadumbre y depresión estriba en que la persona que
lleva duelo está conscientemente preocupada por la perdida
de alguien, mientras que un paciente depresivo se halla dominado
por sus sentimientos de pérdida, culpa o baja
autoestimación. En el paciente depresivo, los sentimientos
inconscientes de hostilidad hacia la persona perdida (real o
simbólica) se dirigen contra sí mismo, a medida que
los son las deficiencias o debilidades que él ha atribuido
(por lo general de forma inconsciente) a la persona perdida.
Abraham, opinaba que el depresivo percibe una pérdida como
rechazo de sí mismo por la manera en que la confunde
inconscientemente con experiencias previas y sensibilizadoras
(Mendels, J. 1992).

Freud (1987) le dio una base teórica al concepto
de depresión, estableciendo las diferencias entre el duelo
y la melancolía. En la primera, la perdida es consciente,
mientras que en la depresión la verdadera pérdida
es inconsciente. Freud afirmaba que la ausencia de amor y de
apoyo a partir de una figura significativa (por lo general uno de
los padres) durante un estado esencial del desarrollo
predispone a un sujeto a la depresión en épocas
posteriores de la vida. Según Freud, es esta
pérdida la que origina la depresión, esto, por
consiguiente, puede considerarse como una falla del proceso de
duelo.

Freud afirmaba que para resolver estos sentimientos
(irritación dirigida al objeto perdido, sentimientos de
culpa respecto del objeto perdido, sentimientos de sufrimiento y
pérdida, centrado en la persona musita), era necesario el
"trabajo" de la pesadumbre o del duelo, el cual implica el
recuerdo consciente y la expresión de objetos de memoria y
fantasía. Cada vez que esto ocurre, se van perdiendo los
vínculos que ataban a la persona afectada por el duelo con
la persona perdida. Klein (1948).Citado por Alonso
Fernández (1983), propuso una base psicodinámica
distinta para explicar el desarrollo de la depresión. Para
Klein, la base de la depresión se forma en el primer
año de la vida; en esta etapa el sujeto atraviesa un
estadio evolutivo, al que dio el nombre de "actitud
depresiva" que se caracteriza como fase de tristeza, temor y
culpa, que de no superarse forma la base patológica de la
depresión.

Eduard Bribring (Citado por Mendel. 1992)
destacó la pérdida de la autoestimación Como
el elemento clave de la depresión. Sus puntos de vista
contrastan con los de los anteriores teóricos
psicoanalistas por cuanto ponía mayor énfasis en la
psicología
del YO (respuesta consciente a los acontecimientos) que en los
conflictos
inconscientes entre él YO y el Super Yo. Si bien estaba de
acuerdo con investigadores psicoanalíticos anteriores
respecto a la importancia de las experiencias iniciales de la
infancia como
predisposición al desarrollo de la depresión en la
vida adulta, sostuvo que la depresión clínica se
desarrolla como consecuencia de la frustración de las
expectativas conscientes. Afirmaba: "La expresión emotiva
de un estado de desamparo y de impotencia del Yo, sin
consideración de lo que pueda haber causado la ruptura de
los mecanismos que establecen la autoestimación,
constituye la esencia de esta situación". Difería
también de los psicoanalistas anteriores respecto a la
creencia de éstos de que las dificultades en el manejo de
los sentimientos agresivos desempeñaban una función
crucial en la génesis de la depresión".

La literatura
psicoanalítica ofrece explicaciones dinámicas
competentes de la depresión, y uno solamente puede
concluir que ninguna descripción es universalmente aplicable.
Las diferencias en las clases de depresión deben de
entenderse de diferentes maneras. De que existen indudablemente
diferencias en ellas se encuentra confirmado por la
psiquiatría descriptiva. Algunas depresiones se hallan
caracterizadas por culpa, otras por aflicción, algunas por
ansiedad, otras por apatía, algunas principalmente por
síntomas físicos, otras solamente por
síntomas mentales. En general, se puede resumir que la
cognición psicodinámica de la depresión es
en la forma siguiente: Todo síntoma mental de la
depresión constituye el complemento de una pérdida
de la autoestima, no
importa cómo aconteció esto. El sujeto siente
desesperación, culpa o malestar corporal en
proporción variable. En cualquier momento mostrará
cólera
la cual irá dirigida principalmente en contra de él
mismo. Lo que lo hizo encolerizar es una pérdida real o
simbólica. El se encuentra particularmente vulnerable a
las perdidas debido a sus necesidades en exceso o porque su
conciencia es
excepcionalmente absorbente, cruel e irracional.

B. TEORÍAS DE APRENDIZAJE
RELACIONADAS CON LA DEPRESIÓN

Las teorías actuales de aprendizaje relacionadas
con la depresión, son un tanto similares a las
teorías de Freud, a pesar que desde luego, las
metáforas utilizadas son diferentes. Freud propuso la
pérdida de apoyos externos a causa de las dependencias de
tipo oral, retenidas desde la infancia. Realmente, es poca la
diferencia que hay entre esto y el considerar la depresión
como una reducción en la actividad que ocurre como
consecuencia de la suspensión de un
reforzamiento.

Las teorías del aprendizaje al concebir la
depresión como una actividad reducida debido a una falta
de refuerzo, han suscitado una mayor elaboración e
investigación sobre todo por parte de Lewigsohs y sus
colaboradores; el cuál plantea los siguientes
enunciados:

  1. La sensación de depresión y otros
    síntomas de síndrome clínicos, como la
    fatiga, pueden suscitarse cuando la conducta
    recibe pocos reforzamientos.
  2. Esta "raquítica" dosis de reforzamiento
    positivo tiende a su vez; a disminuir aún más la
    actividad, la cual hace que los reforzamientos se vuelvan
    todavía más escasos.
  3. La cantidad de refuerzo positivo está en
    función de tres conjuntos de
    variables:
  • El número de reforzadores potenciales
    disponibles para un individuo en
    razón de sus características personales como
    edad, sexo y
    atractivo para los demás.
  • El número de reforzadores potenciales en
    razón del ambiente en
    que se encuentra la persona.
  • el repertorio de conductas de la persona que pueden
    ser reforzadas, como por ejemplo, sus actitudes
    vocacionales y sociales.

Seligman (Davison, 1990), ha postulado un modelo de
depresión como impotencia aprendida, sugiriendo que la
ansiedad es la respuesta inicial ante una situación que
produce angustia. Empero sí la persona llega a convencerse
de que no puede tener control, la
ansiedad queda reemplazada por la depresión. Seligman
anota que tiene conciencia de las limitaciones de su modelo,
alude que no pretende explicar todos los tipos de
depresión, sino que se limitan a la depresión que
parece ser una reacción ante la tensión ambiental y
que se caracteriza más por letargo e inercia que por
agitación.

C. TEORÍA SOMÁTICA

Las investigaciones
factoriales y orgánicas han puesto de manifiesto un
número elevado de alteraciones físicas en la
depresión. Entre ellas se encuentra la elevación de
la excreción urinaria de los 17-hidroxicorticosteroides,
retención del sodio y cambio en los patrones del
sueño, visto por medio del EEG. Estas anomalías son
de dudoso significado, pero algunos psiquiatras han inferido que
la etiología de la depresión es física primariamente
y que los factores psicológicos son secundarios, aunque
pueden determinar el contenido mental de los
síntomas.

El enfoque factorial (según Seguín, 1962)
toma en cuenta tres factores: los predisponentes, la herencia y la
constitución.

Oston (1993) menciona que en la etiología de la
depresión hay: causas exógenas, como las hormonas, como
la hepatitis
infecciosa, la enfermedad de Parkinson y el
uso de drogas que
pueden tener efectos depresivos.

El autor, también menciona las experiencias
capaces de contribuir a la depresión por su solo efecto
psicológico: a) la que ejerce su influjo durante la
infancia. Es posible que predisponga a la depresión
cualquier caso capaz de frustrar la conducta emocional del
niño respecto a la madre; capaz de detener el proceso de
progresiva independencia
y de promover una relación dependiente; b) por lo general,
la depresión comienza como resultado de un período
actual y concreto. El
factor depresivo más común es una intensa
ambivalencia, es decir, un odio irreconocible y un amor
dependiente hacia la misma persona.

Es importante considerar el elemento social,
político y económico como causante de
depresión, frente al estrés
creciente de las sociedades
modernas, la depresión es una manifestación
aceptable (Morales, P. 1971).

Diríase de acuerdo a la idea de Frank &
Davis, el individuo desamparado impotente es una situación
que no se modifica, amenazado constantemente por la perdida de su
medio de subsistencia y de los cuidados más elementales
reacciona significativamente en forma depresiva. (Rotondo,
1983)

2.1.2. CLASIFICACIÓN DE LA
DEPRESIÓN

En forma general se puede decir que la depresión
ha sido reconocida como un síndrome clínico desde
tiempos inmemorables, pero aun continúa el debate de
sí es una entidad aislada bien definida de intensidad
variable o una categoría mixta de trastornos cualitativos
diferentes.

Los primeros episodios bien definidos suelen ocurrir,
por lo general, alrededor de los treinta años. Un atento
examen puede revelarnos que ha habido fluctuaciones
significativas del estado de ánimo en edades anteriores a
ésta, pero no es frecuente observar un episodio bien
definido de enfermedad maníaco depresiva hasta los veinte
años.

Los episodios particulares de depresión (o
manía) pueden desarrollarse de una manera insidiosa.
Durante las primeras semanas, se produce una considerable
fluctuación antes que el curso de la enfermedad se
estabilice y el sujeto sufra una declinación continua. El
grado de alteración variará en mucho de sujeto a
sujeto y variará incluso, de cuando en cuando, en el mismo
sujeto. En algunos, la alteración de ánimo, aunque
bien definida, es relativamente leve y, aceptando la inhabilidad
y el malestar subjetivo, no conduce a una incapacidad de
impotencia. Otros, en cambio, padecen una total
incapacidad.

Entre las clasificaciones más conocidas se
tiene:

A. DEPRESIÓN NEURÓTICA Y
DEPRESIÓN PSICÓTICA

Beck (1967) es su trabajo clásico sobre
depresión concluye que las ilusiones de los depresivos
psicóticos
. Se basan en creencias equivocadas e
inverificables, en sentimientos injustificados de inutilidad y
aprensión por alteraciones corporales, síntomas que
constituyen las principales diferencias cualitativas entre estos
desórdenes. Los depresivos neuróticos
presentan trastornos de los procesos
psicológicos provocados por conflictos más o menos
reprimidos, se trata de condiciones psicógenas iniciadas
en temprana edad, con un auge crónico con exacerbaciones y
que de una forma esporádica o continua se manifiesta por
sintomatología depresiva.

La depresión neurótica se
caracteriza por la perdida de autoestima de sí mismo o del
propio valor,
iniciada en los primeros años y reactivadas luego por la
pérdida o fracaso de alguna clase.

A.1. Depresión Reactiva.

Es un término ampliamente utilizado para
describir un estado depresivo que surge en asociación con
experiencias de estrés, en individuos predispuesto. El
factor de dicha predisposición previa puede ser de
naturaleza
constitucional o psicodinámica.

Gutheil Mendels, J. 1992) define la depresión
reactiva como "un sentimiento agudo de desaliento y tristeza de
intensidad y duración variable. Con el mismo nombre
indica, no se trata de una enfermedad sino de una
reacción, de una respuesta a situaciones de fracasa y
decepción. Es una respuesta subjetiva en grado sumo; lo
que deprime a uno, puede no afectar para nada a
otros".

La depresión reactiva implica unas experiencias
en la que el individuo predispuesto sufre la pérdida real
(real o simbólica) de un objeto querido. Debemos, en
consecuencia, considerar las condiciones que pueden predisponer a
un individuo a esta clase de respuesta y la naturaleza de los
factores que la precipitan.

A.2. Depresión Endógena y
Depresión Exógena
.

Davison & Neale (1990) definen endógeno como
"originado dentro del cuerpo", añade que es un adjetivo
que se aplica a un desorden del que se supone hay una "causa
interna física". En otras palabras; se cree que un
trastorno fisiológico es el que produce una
depresión endógena; son cuadros que causan una
distimia vital, que se vive en plano somático y en plano
psicológico, desarrollando fobias diversas, se da en forma
independiente y aún disociadas de la tristeza, que puede
estar ausente. Por exógeno Davison & Neole lo
conceptúan como "originada fuera del cuerpo", lo aplican a
la tristeza que tiene una causa ambiental; el término
"reactivo" identifica a veces este tipo de
depresión.

Existe, según Davison, serias dificultades en
determinar si una depresión puede atribuirse a un evento
precipitante o a un evento precipitante o a un factor
endógeno. En lugar de ello, ahora, y con fines destinados
a diferencias diversos tipos de depresión, se aplican
diferentes patrones de conducta. Otros consideran que las
depresiones exógenas son las que aparecen como resultado
de agentes tóxicos. Por su intensidad sintomática y
compromiso de la
personalidad pueden ser: leves, moderadas o de grado
extenso.

2.1.3. OTROS TIPOS DE DEPRESION

  1. Depresión por agotamiento: que son los
    estados distímicos de tristeza o apatía que
    pueden presentarse con carácter de ayuda en individuos
    introvertidos, a causa de un estiló persistente, se
    trata de evoluciones psiquiatricamente anormales condicionadas
    por factores constitucionales, de disposición y
    ambientales.
  2. Depresión Involutiva: se denomina
    asó a los estados depresivos que se desarrollan durante
    la involución y en la que no se evidencian junto con
    otras manifestaciones, cargas hereditarias, ni fases
    maníacas o depresivas anteriores a este período
    de la vida humana.

La falta de una tipología o clasificación
de las depresiones adecuadas dificulta el trabajo
clínico y, particularmente, frena la actividad
investigadora. Los escasos resultados concordantes obtenidos con
la investigación biológica sobre la
depresión se deben, en una amplia medida, a la gran
amplitud y heterogeneidad de este sector de la nosología
psiquiátrica, incluso cuando se perfila ?como debe
hacerse- con arreglo al modelo médico.

La misma terapia de las depresiones podría tomar
un desarrollo más satisfactorio ?dado que hoy abundan en
este campo los tratamientos defectuosos y tardíos- con la
incorporación de un diagnóstico tipológico
sistemático previo. La disponibilidad de criterios
clasificatorios firmes para efectuar un planteamiento
discriminativo en el área de las depresiones representa
una necesidad clínica e investigadora en extremo
acuciante.

Como ha dejado bien establecido Kendell (1975), citado
por A. Fernández (1983), toda clasificación
multiaxial es diferente de un sistema
polidimensional, puesto que los ejes (o planos) no son
comparables con las dimensiones en un sentido estructural y
matemático. En tanto que los ejes constituyen
compartimentos distintos y poseen un soporte propio que admite
una integración multiaxial, sólo de
índole, naturalmente, heterológica, por medio de
las correlaciones estadísticas, las dimensiones son
interdependientes y homogéneas, siempre que formen parte
de la misma estructura
global.

Una estructura se caracteriza precisamente por la
interdependencia reciproca existente entre sus distintas partes.
El sistema polidimensional, por otra parte, resulta compatible
con el sistema multiaxial e incluso le permite alcanzar una
especial profundidad, siempre que se proceda con la discriminación clínica y matemática
satisfactoria para el diferente trato que exigen las
características de los ejes y las dimensiones.

Las cuatro dimensiones de la estructura del cuadro
depresivo manejadas en el CET/DE se hallan enmarcadas en el eje o
plano sintomatológico. Cualquier abatimiento de alguna de
ellas, determinado, por ejemplo, por una situación
depresógena de impacto unidimensional, repercute sobre las
demás y tiende a arrastrarlas hacia la
depresión.

A medida que la depresión larvada unidimensional
?que constituye la forma más frecuente de comienzo- toma
cierta intensidad, van apareciendo síntomas de las otras
dimensiones, lo cual es un dato demostrativo más de la
interdependencia recíproca que existe entre estas cuatro
dimensiones. Cuando el abatimiento de una dimensión
alcanza ciertos grados arrastra en pos de sí a las otras
dimensiones.

Para Alonso-Fernández, el
diagnóstico tipológico es un diagnóstico por
acentuación, donde se llama la atención sobre la dimensión o
dimensiones más afectadas por el cuadro depresivo. La
presentación de estados depresivos unidimensionales se
acumula en los cuadros ligeros o larvados, ya que suele haber
cierta proporcionalidad entre la intensidad y la extensión
de la sintomatología, excepto en las depresiones
atípicas o focalizadas.

La estructura del estado depresivo se sistematiza, pues,
desde esta perspectiva, en cuatro dimensiones semiológicas
interdependientes, cada una de las cuales corresponde a la
alteración de un vector de la estructura de la vitalidad
humana: la afectiva, la impulsividad, la sintonización y
los ritmos. Sus correspondientes dimensiones alteradas en la
depresión son, respectivamente: el humor depresivo, la
anergia, la discomunicación y la
ritmopatía.

A continuación pasamos a revisar las cuatro
dimensiones
:

1. El núcleo del humor depresivo,
estado de ánimo, por cierto, cualitativamente distinto de
la tristeza ?si bien la tristeza puede formar parte de su
constelación afectiva-, está formado por el dolor
moral o dolor
de vivir ?donde la vida resulta una pesada carga-,
acompañado con frecuencia de una especie de
desesperación, anhedonia y autosubestimación
ilustrada con alegorías de culpa o insuficiencia
económica y un cortejo de sentimientos corporales difuso y
sobre todo localizados.

Los elementos corporales implicados en el humor
depresivo, tales como opresión dolorosa precordial,
hormigueos en la cabeza, pesadez de todo el cuerpo, etc., no
deben interpretarse como somatizaciones, es decir, como una
especie de elaboración somática secundaria a la
alteración psíquica, ni tampoco equivalentes
depresivos, sino como autenticas manifestaciones depresivas
primarias, que es la estimación adjudicada, asimismo, a
los elementos corporales integrados en las otras tres dimensiones
semiológicas.

2. La segunda dimensión que hemos
distinguido corresponde aproximadamente al sector de
síntomas depresivos que se viene englobando
comúnmente en la inhibición psicomotora,
denominación que nosotros preferimos cambiar por la de
anergia o vaciamiento impulsivo, ya que incluimos en ella no
sólo los datos objetivos
propios de la inhibición psicomotora, sino el modo de
vivencias y vivir la misma inhibición psicomotora, lo cual
corresponde, sobre todo, a experiencias identificadas como
"aburrimiento, desinterés, apatía y vaciamiento
mental". Es de justicia
señalar, además, que algunos autores habían
tenido la perspicacia de incluir en la inhibición
psicomotora los datos propios del déficit de la
comunicación.

La experiencia de apatía, desinterés o
aburrimiento tan frecuente entre los depresivos corresponde a la
forma de vivencias o experimentar la lentificación
psíquica y la inhibición psicomotora. La
sensación de vaciamiento o petrificación mental,
tampoco, nada raro entre los depresivos, refleja cómo vive
el sujeto el grado intenso del mismo trastorno.

También el vaciamiento impulsivo, como
ocurría con el humor depresivo, se manifiesta en el plano
psíquico mediante datos subjetivos y objetivos, y en el
plano corporal, mediante trastornos que van desde los datos
subjetivos propios de la astenia (fatigabilidad precoz) y la
adinamia (falta de energía para moverse) hasta el
empobrecimiento (objetivo)
motor y
vegetativo.

3. La Discomunicación Depresiva,
término casi sinónimo de falta de sociabilidad, se
refleja en forma de un empobrecimiento de la comunicación y la metacomunicación,
acompañada de trastornos cualitativos, entre los que
destacan la abundancia de mensajes paradójicos o
contradictorios (contradicción o incongruencia entre el
contenido y la índole relacional), y se exterioriza a lo
largo de la recepción y la emisión jerarquizada en
varios niveles: el sensoriomotor (disminución de la
capacidad sensorial y de la motilidad expresiva), el cognitivo o
intelectual (descenso de la capacidad de comprensión y del
lenguaje
discursivo), el afectivo (bloqueo de los lazos afectivos o
desarrollo de desconfianza, celos, etc.) y el espacial
(alejamiento de la realidad exterior).

4. Sobre la serie de las
ritmopatías,
se encuentran abundante datos en la
bibliografía,
particularmente en las modernas revistas y en las escalas
evaluativas de la depresión, pero de una forma
fragmentaria o aislada. Su antecedente más sólido
se remonta a la definición antropológica
existencial de la temporalidad del depresivo como el imperio
pasado. El despliegue de esta dimensión se extiende por
los ritmos biológicos y los psicológicos, los
ritmos de regulación individual y los de regulación
psicosocial.

El paso de la concepción integral jerarquizada
del estado depresivo cuya exposición
resumida acabamos de concluir, a la redacción de un cuestionario o
una escala, resulta
un compromiso ineludible, con objeto de aportar un instrumento
metodológico preciso, objetivo y cuantificado, para
trabajar en la vía abierta por las nuevas ideas y la
sistemática inédita de la depresión, tanto
en la clínica como en la investigación. Y es
así como nace el CET/DE en 1979, poco tiempo
después de haber dado cuna a la jerarquización
doctrinal de la depresión en las cuatro dimensiones
consignadas.

2.2. LA ADAPTACIÓN

Es característica de los seres vivos constituir
sistemas
abiertos, sistemas intensamente activos en el
intercambio de energías con el exterior. Mientras los
procesos conductuales autorreferidos suponen movimientos de
energía del sistema de personalidad, los más
importantes intercambios dinámicos de éste, en
tanto que sistema abierto, ocurre con el medio externo. Es
preciso considerar ahora esta dinámica de la personalidad, estas
transacciones de energía con lo exterior a ella, con el
mundo estimular, de situaciones y de marco
ecológico.

Por psicología dinámica suele entenderse
la psicología de la
motivación y bajo la rúbrica de
"dinámica de la personalidad" cabe estudiar, como hacen
Lazarus y Monat (1979). Citado por Mannhein M. (1986). los
factores motivacionales intrínsecos al individuo
agente.

Puesto que estimulación y conducta operante
constituyen los dos procesos básicos de intercambio de
energía entre el medio exterior y el sistema del agente
(la estimulación, en la transacción de
energía física en psíquica; la conducta
operante, en sentido inverso), sorprenderá que de este
intercambio se hable en psicología de la personalidad,
cuando es asunto de psicología general. Catania (1973) ha
escrito que todos los fenómenos y procesos de la
psicología ceben dentro de un esquema:
estímulo-respuesta-contingencias de refuerzo; todos los
hechos pertinentes, o bien son conductas, o bien son condiciones
antecedentes suyas, o bien son condiciones consiguientes a
ella.

Esto es muy cierto en su elegante simplicidad. Pero tan
espléndida simplicidad, aunque no sea ociosa y tenga
algún rendimiento teórico, tampoco puede llevarnos
muy lejos, ni en el orden meramente, descriptivo, ni mucho menos
en el explicativo. La observaci de
Catania se limita a aplicar a la conducta un principio general de
toda ciencia, el de
situar todo hecho en la sucesión de los que se le preceden
y le siguen con regularidad sujeta a ley. Al preguntar
cómo funciona o trabaja el sistema de personalidad, nos
estamos interesando, desde luego, por algo elemental: por los
eventos o estímulos antecedentes a los que responde o
reacciona, y por las consecuencias o eventos resultantes de su
operación o reacción práctica.

La Función Adaptativa

En la historia de la
psicología, y respecto a los fenómenos por
describir y explicar, ha habido, a veces patente y al menos
siempre latente, un antagonismo entre una psicología de la
estructura, de las estructuras
psíquicas o conductuales, de la que son ejemplo, por lo
más dispar, el estructuralismo y la gestal, y en contraste a
ella, una psicología del acto, de los actos o procesos
psíquicos, conductuales, por lo general centrada en la
función de estos procesos, y de la que constituyen
muestras el funcionalismo y
el conductismo.
Aunque netamente inclinado a una investigación y
teoría estructuralista, Titchener (1869), citado por Freud
S. (1987) fue muy consciente de esa doble necesaria vertiente de
la psicología, que él formula en la
contraposición y complementariedad entre una
psicología estructural, algo así como una anatomía o morfología
de la mente, y una psicología funcional, un estudio de la
mente como sistema de funciones. La
pregunta que ahora nos ocupa, sobre cómo opera o funciona
el sistema de personalidad tiene inconfundible aroma
funcionalista. A diferencia del conductismo, desgajado a su vez
del funcionalismo y erigido en teoría de la conducta, el
funcionalismo no ha desarrollado más que teorías
regionales, verbigracia, sobre la percepción, y no han llegado a consolidarse
como escuela u
orientación independiente con entidad autónoma
comparable a la del conductismo o de la fenomenología. En contrapartida, la
temática funcionalista o funcional ha invadido ampliamente
la psicología entera y está omnipresente a lo ancho
de su programa de investigación y a través de muy
diferentes escuelas y teorías. Es una temática que
se deja resumir en un punto principal de interés:
este interés por la función de los procesos de
conducta humana.
La respuesta típica a la pregunta por la función de
la conducta dice que es una función de adaptación:
la conducta del hombre aparece esencialmente adaptativa. Es
ésta una respuesta de hondo arraigo en las ciencias
biológicas a partir de Darwin. Por
adaptación se entiende en biología, la
adquisición por parte de un organismo o grupo de
organismos, de aquellas características mediante las
cuales se encuentran en mejores condiciones para vivir en el
medio
ambiente. Mecanismos adaptativos son los determinantes de la
variación genética y
de la evolución de las especies. El aserto de que
también la conducta humana tiene una función
adaptativa ha sido bastante vapuleado en reiteradas ocasiones por
algunos críticos que en este aspecto han visto el germen
de una psicología conservadora. "La adaptación
comenta Deleule (1969)- aparece así como el concepto
operativo dominante. El psicólogo es aquel que
debe

reajustar una conducta no adaptada". O aún
más claramente Braunstein (1985): "La noción de
adaptación a las variaciones ambientales, representa
utilidad en el
terreno de la biología, revela ser la encubridora de un
proyecto
conservador de las estructuras vigente en las sociedades humanas.
La psicología se incluye, aparentemente sin saberlo, en un
proyecto adaptacionista".

En una de las primeras definiciones del conductismo,
Watson (1924). Citado por Skinner
(1979), lo presenta como "una ciencia natural que toma como
propio el entero campo de los humanos ajustes" (o adaptaciones).
La función de adaptación salta a la vista, desde
luego, en el principio de refuerzo, y Skinner (1979) está
certero al hacer explícita la analogía entre ese
principio selectivo de comportamientos y el principio
biológico de la selección
natural de las especies de acuerdo con su capacidad y valor de
supervivencia. Dos elementos básicos se introducen junto
con este sujeto preceptor. Uno es el de las diferencias
individuales entre distintos preceptores. El otro es que el
sistema perceptual, encargado de la detección,
selección y control de los estímulos, tienen un
carácter instrumental adaptativo, al servicio de tareas de
un equilibramiento que supone soluciones
tanto defensivas como creadoras. Los dos elementos se combinan en
la idea de que característicos patrones diferenciados en
los individuos reflejan soluciones adaptativas típicas. De
acuerdo con este nuevo punto de vista los citados autores se
interesan no tanto por los atributos estructurales del
estímulo cuanto por las propiedades funcionales,
adaptativas, del proceso perceptivo, y por la integración
de éste en el conjunto de reacciones y acciones del
sujeto que percibe. El énfasis en la función
adaptativa de los procesos perceptivos es también evidente
en la teoría del nivel de adaptación de Helson
(1964). Citado por Stagner R. (1976), que intenta unificar
procesos y estructuras de diverso orden, sensorial y perceptivo,
por un lado, y de personalidad y conducta interpersonal, por
otro, bajo el concepto ?expresado en términos
cuantificables y operacionales- de un ajuste del organismo a las
fuerzas externas e internas; e igualmente en el funcionamiento
probabilístico de Brunwick (l956); Postman & Tolman
(1959). Ambos citados por Mannheim M. (1986) cuyo concepto
básico para la cuestión que nos ocupa es el de
"validez funcional" de la respuesta perceptual, validez
mensurable en la correlación entre el estímulo o
variable distal y dichas respuestas perceptivas
(recuérdese que, por su parte, la "validez
ecológica" se da en la relación y
correlación entre el efecto proximal y el estímulo
distal).

Pero seguramente la teoría perceptual que
más derechamente conduce a la consideración de los
fenómenos de personalidad que ahora nos interesa
señalar es la de la psicología transaccional que ve
a la percepción como elemento del proceso global de
transacción continua entre un individuo y su
entorno.

Volviendo, de todas formas, a la función de
adaptación y a la noción de conducta adaptativa,
también de ésta se debe señalar que es
alternativa al esquema estímulo-respuesta y que,
además de ser útil en psicología general,
vinculada de ordinario a posiciones funcionales, lo es igualmente
en psicología evolutiva y ecológica.

En psicología
evolutiva, del principio de adaptación ha hecho
Piaget (1967)
la clave del desarrollo del ser humano y, en particular, de la
psicogénesis de sus esquemas operatorios y formales. En la
psicología piagetiana este principio deriva muy
explícitamente de la biología, presenta un sentido
Biológico; y procede también del concepto de
Claparede de inteligencia
como capacidad de adaptarse a situaciones nuevas. Para Piaget la
adaptación resulta de dos procesos de signos
inversos: el de asimilación y el de
acomodación.

Biológicamente, la asimilación consiste en
la incorporación e integración de elementos
exteriores en estructuras propias del organismo. A semejanza de
ese proceso biológico, la asimilación en sentido
psicológico, psicogenético, es la
incorporación de un estímulo o de un objeto nuevo a
esquemas de inteligencia del sujeto, del nivel que sean: esquemas
de acción
sensomotriz, esquemas de operaciones
concretas o bien formales. La idea de que las relaciones
psicogéneticas fundamentales consisten en asimilaciones
está propuesta en expreso antagonismo a la que las supone
consistir en asociaciones La acomodación implica un
mecanismo en dirección opuesta, aunque complementaria:
ajustarse el estímulo u objeto nuevo, modificar los
propios esquemas de acción u operación para
adecuarse a él: Mientras la asimilación resulta
necesariamente para asegurar la continuidad de los esquemas y
estructuras ?del sistema de personalidad, podríamos
apostillar-, la acomodación entraña el cambio en
esas estructuras bajo los efectos de la novedad a la que
adaptarse. Una y otras son invariantes funcionales en el
desarrollo del sujeto, es decir, principios o
procesos permanentes con una función, cada cual, bien
determinadas. La adaptación psicológica, que para
Piaget es principalmente cognitiva, consiste en un equilibrio
entre asimilación y acomodación.

El concepto de adaptación, también es
importante en la psicología ecológica o de entorno.
Por ecología
se entiende, en general, la rama de la biología que versa
sobre la organización y funcionamiento de las comunidades
de seres vivos en su ambiente. En ella, más que en
cualquier otra disciplina
biológica, es básico el principio de
adaptación. En los dos últimos decenios, dentro de
la psicología se ha especializado la rama de una
psicología ecológica, que estudia el comportamiento
de las colectividades humanas dentro de su entorno y en la
interacción recíprocamente
transformadora con él. Algunas variedades de ella se
ocupan de aspectos muy limitados del entorno.

 

2.3. LA AUTOIMAGEN

El análisis funcional de las conductas
autorreferidas ha comenzado, muy coherentemente, por las
conductas manifiestas, consistentes en algunas secuencias de
actividades motoras públicamente observables.

Los fenómenos presumiblemente más
interesantes en la autorreferencia conductual pertenecen junto a
esa esfera privada, al mundo fenoménico, cognitivo y
experiencias del propio agente. Históricamente,
además, entre los datos de base de la personología
y de buena parte de los psicólogos de la personalidad,
figuran ciertos fenómenos privados, tales como la
conciencia y la estima de sí mismo, el proceso de tomar
decisiones sintiéndose libre, un conjunto de actividades
de autoconocimiento y de autodeterminación, y puesto que
autodeterminación vale por libertad, la
conciencia o sentimiento de estar obrando libremente.

La percepción es uno de los más
fundamentales fenómenos psicológicos o de conducta.
La percepción de personas lo es, igualmente, entre las
conductas de interacción social. Podemos presumir que la
percepción de uno mismo, la autopercepción,
constituye uno de los procesos conductuales más
básicos dentro del sistema de las autorreacciones. Un
análisis funcional, sin embargo, considerará a la
autoimagen no como un proceso singular y único, sino como
un fenómeno sometido a las mismas leyes de toda
percepción, y en particular a las leyes que rigen la
percepción de personas en general.

En el enfoque conductista la autoimagen o el
autoconocimiento no tiene nada de místico, de intuitivo o
inmediato, de mágico o innato, ni tampoco de singular o
único frente a otros objetos de percepción o a
otros procesos cognitivos. Los estímulos privados
desempeñan un papel menos importante de lo que el
individuo imagina. Muchos de los enunciados autodescriptivos, que
parecen hallare exclusivamente bajo el control discriminativo de
estímulos privados, pueden de hecho estarlo bajo el mismo
género
de eventos públicos que utilizamos para inferir estados
internos de otras personas.

En dos proposiciones puede compendiares el
análisis funcional de Bem, de las conductas de autoimagen
o autoconocimiento. La primera, más general, dice que los
individuos llegan a saber de sus propias actitudes, emociones u otros
estados internos, en parte mediante inferencias a partir de las
observaciones de su propia conducta manifiesta y/o a partir de
las circunstancias en que esta conducta acontece.

La segunda, complementaria a la anterior, se refiere a
los casos en que las claves internas ?discriminatorias,
señalizadas- son débiles, ambiguas o
difíciles de interpretar: en la medida en que ocurre de
esta manera el individuo se halla funcionalmente respecto a
sí mismo en la misma posición de un observador
externo, que debe confiar exclusivamente en claves externas para
inferir los estados interiores de la persona.

En realidad, su originaria aparición alternativa
a la teoría de la disonancia cognitiva es accidental para
el análisis de Bem de la autopercepción. El grupo
de fenómenos que este análisis y la consiguiente
teoría tratan de cubrir es mucho más amplio que los
hechos, relativamente restringidos, de supuesta disonancia
cognoscitiva. Abarca, de hecho, todo el campo de la
autopercepción o, mejor, del autoconocimiento, pues se
trata no de la propiocepción sensorial, sino de los
procesos cognitivos de atribución, de evaluación
y de inferencias acerca de personas, sólo que con la
particularidad de que la persona es uno mismo.

Los estudios de Duval & Wicklund (1982,1983);
Wicklund, (1985) sobre los fenómenos que denominan de
"autoconciencia objetiva", es decir, de la conciencia de
sí mismo en tanto que objeto, suponen premisas
teóricas y diferentes de las de Bem, sin radicalismo
conductista, e implican, más bien, unos procesos
motivacionales internos que orientan a la atención a lo
exterior más que a sí mismo. Pero los
fenómenos estudiados coinciden ampliamente con los de la
teoría de la autopercepción: incluyen la
autoevalución y subyacen a algunos de los hechos de
disonancia cognitiva.

De la autoimagen forma parte ya los elementos
hasta aquí considerados: autoatención,
autopercepción, autoenjuiciamiento
. De otro modo ese
concepto sería o bien vacío, o bien simple en
extremo.

El Concepto de autoimagen no es algo tan simple
como otros conceptos; más bien, constituye una
noción o representación bastante compleja, que
comparte procesos cognitivos de variada índole:
propiocepción, almacenamiento de
huellas de la experiencia personal en
la memoria a
largo plazo y recuperación o reconocimiento de las mismas,
inferencias, enjuiciamientos, atribuciones de causalidad,
etc.

En el estudio psicológico del concepto de
autoimagen hay, con todo, una tradición muy diferente de
la considerada en los epígrafes anteriores. Es la
tradición de una psicología clínica,
eventualmente fenomenológica, en cuanto a la
teoría. Aunque puede llegar a converger en este estudio
con la psicología de orientación experimental y de
análisis funcional de la conducta, sus premisas son
bastante distintas: arranca de la consideración no de
procesos conductuales particulares, sino de la observación
de la personalidad del individuo como un todo; observa a
éste en situaciones no experimentales, sino naturales o de
tratamiento psicoterapéutico.

El autor más influyente, el de obligada
mención pare este enfoque, es Rogers (1961). Frente a la
psicología experimental y funcional que reduce las
representaciones de autoimagen a un caso más de procesos
de atención, percepción, memoria, inferencia o
atribución, sin particular importancia en la
determinación de la conducta, Rogers, en un acercamiento
clínico y fenomenológico, considera al concepto de
autoimagen – y a sus componentes: autoaceptación,
autoestima
? como fenómenos singular y aparte, no
reducible a procesos cognitivos generales, e influyente de manera
decisiva y autónoma en la dirección de la conducta.
Es más, lo considera como una estructura relativamente
estable y no sólo ?aunque también esto- como un
fenómeno o proceso, como un modo de
autorreacción.

Por otro lado, frente a ciertas teorías
personológicas que propenden a sustantivar al "sí
mismo", a imaginarlo un tanto místicamente como una
sustancia inmaterial pero dotada de energía propia. Rogers
parece entender que no hay otro "si mismo" que el "concepto de
autoimagen", negándose, por tanto, a sustantivarlo, a
personificarlo en un hombrecillo interior; y lo caracteriza en
términos cognitivos, de autocencepto o
autorrepresentación, que son susceptibles de ser
traídos a estudios empíricos e incluso
experimentales. Al considera Rogers la autoimagen como una
estructura relativamente estable, aunque modificable sea por la
experiencia cotidiana sea por la psicoterapia,
como una estructura global, característica del individuo,
y no como un simple proceso conductual de límites,
temporales u otros, perfectamente definibles, hace imposible su
definición operacional ?posible, en cambio, cuando se
habla de autorrefuerzo, de auto atención o de
autopercepción- y plantea formidables problemas de
exploración y de medida.

Existen diversas definiciones para el concepto de
autoimagen
. Para Rosemberg (1974) es una actitud hacia
un objeto, en este caso hacia el mismo. El sí mismo puede
ser un objeto hacia el cual se tienen actitudes. La imagen que uno
tiene de sí misma, según Di Caprio
(1976), es la percepción de sí mismo. Para
Allport (1961) la idea que la persona, tiene de sí
mismo es el compuesto de las características únicas
del individuo y adopta una dirección que influye en la
conducta. Stagner (1976) considera que la autoimagen, es
el núcleo alrededor del cual están organizados
todos los elementos importantes para la descripción de la
personalidad; pare él es sinónimo de "yo", "ego" y
"autoconcepto". Citados por Duval, S. Wicklund R.A.
(1983)

En la actualidad carecemos de una verdadera
validación de los constructos de autoimagen y autoestima
en un sentido comparable al de la validez de otros constructos,
como el de neuroticismo, el de extraversión o el de
rigidez cognitiva. Las dificultades del constructor para esa
validación son de diversos géneros y comienzan ya
con la definición del constructo.

Por citar el constructo de autoimagen, Coopersmith
(1967
), halló cuatro tipos de ella: lo que la persona
se propone, lo que realmente tiene o es, lo que pone de
manifiesto, y lo que otros creen que es o tiene. El
análisis de los antecedentes y de la dinámica de
las estructuras de autoimagen dependerá
críticamente de cómo se defina. El propio
Coopersmith (1967), estudio la autoimagen en preadolescentes,
encontró que una imagen elevada se asociaba con la
posición primera o única del sujeto entre otros
posibles hermanos, con la presencia de un padre de buena
posición y una madre cariñosa, y desde luego, con
un alto cociente intelectual y buenas calificaciones
académicas.

El problema con la evaluación de los constructos
de autoimagen, puede resumirse en un dilema o se le asigna
definición operacional, ligada al método
particular de su medición, y entonces resulta muy
difícil no sólo generalizar, sino incluso encontrar
equivalencias significativas entre unos y otros; o se dan
definiciones globales, útiles en la vida ordinaria o en
contexto clínico, pero demasiado vagas, complejas y
abstractas como parea dejarse traer a descripciones objetivas y a
medición (Lowe, 1961; Crown & Stphens,
1961).

2.3.1. ESTRUCTURA DE LA AUTOIMAGEN

La estructura de la autoimagen de sí mismo puede
ser descrita, en cuanto a su:

  1. Contenido: si el individuo se ve a sí
    mismo inteligente, bondadoso, considerado, etc.;
  2. Dirección: si nuestra actitud hacia
    nosotros mismo es favorable o desfavorable;
  3. Intensidad: podemos autoevaluarnos como muy
    malos, malos, regulares, buenos, etc.;
  4. Importancia: vemos si se puede considerar al
    sí mismo como un asunto de importancia para el
    individuo;
  5. Saliencia: algunas personas se conceden una
    gran importancia a sí mismo, en cambio otras son lo
    contrario.
  6. Coherencia: son frecuentes las actitudes
    contradictorias hacia uno mismo;
  7. Estabilidad: existen individuos cuya actitud
    hacia sí mismo es firme, estable y relativamente
    inmutable, mientras que otras personas cuyas actitudes hacia
    sí mismas son inestables y cambian con más
    frecuencia;
  8. Claridad: la aotoimagen de sí mismo
    varía en cuanto a su claridad, algunas personas tienen
    una autoimagen de sí mismo clara, nítida y
    carente de ambigüedad mientras que otras las tienen
    más vagas, confusas y borrosas.

Si caracterizamos la autoimagen del individuo teniendo
en cuenta cada una de estas dimensiones obtendremos una buena
aunque todavía incompleta descripción de la
estructura de la autoimagen.

La autoimagen de sí mismo es un concepto que se
desarrolla durante la vida de un individuo y se inicia en la
niñez. El tener una buena o mala autoimagen de sí
mismo tiene sus orígenes en los primeros años de
vida y puede mejorar o empeorar de acuerdo con las circunstancias
de la vida. Para la formación de la autoimagen entran
en juego dos
aspectos que son básicamente importantes: la familia y
la sociedad.

  1. La atribución de rasgos dentro de la familia
    moldea la autoimagen. Una persona que ha crecido rodeado por
    una familia que lo admira, probablemente sobrestimará
    su inteligencia, su atractivo y sus habilidades. Se le ha
    impedido probar sus cualidades en situaciones reales y en
    lugar de ello ha aceptado la hermosa representación de
    sí mismo que se le ha ofrecido.

    A la inversa pueden hacer que el joven se considere
    torpe, estúpido y sin valor alguno mediante
    críticas inconsideradas. Es probable que entonces
    actúe de acuerdo a esta caracterización.
    Jourard & Remy (1963). Citado por Stagner R. (1976),
    demostraron el grado en que se modifica la imagen del sujeto
    cuando éste va comprendiendo cómo lo valoran
    sus padres (es importante notar, con relación a esto,
    que la apreciación "real" de los padres no es
    decisiva, El sujeto incorpora en su precepto del yo el
    precepto de la evaluación de los padres). Los
    comentarios desfavorables de la familia de los desocupados
    tienden a incrementar el malestar que ocasiona el estar sin
    trabajo.

    Es verdad que los sujetos con frecuencia captan con
    sorprendente perspicacia los estados emocionales encubiertos
    por los demás; por esto es posible que las creencias
    del sujeto acerca de la evaluación que sus padres
    hacen de él están más cerca de la verdad
    que lo que afirma el padre abiertamente. Sin embargo, no es
    necesario suponer esto. Consecuentemente, es el precepto del
    sujeto el que guía su conducta (Stagner,
    1976).

    Un ambiente favorable en los años tempranos
    facilitará un funcionamiento apropiado del yo. En
    efecto, en el período de la niñez él yo
    carece de recuerdos y fuerzas para administrar el organismo.
    Esta función constituye la tarea principal de los
    padres. Son ellos quienes adoptan las decisiones por el
    niño. Pero gradualmente, él yo emerge como
    elemento de control y desarrollo, y las fuerzas externas se
    reemplazan por controles internos. Horney (1978),
    creía que el niño posee su propia naturaleza
    individual a la que hay que proporcionar plena libertad de
    desarrollo. El instrumento engañosamente sencillo para
    la liberación de las fuerzas del yo es el
    conocimiento por el individuo de sí
    mismo.

    Cuando los padres o la familia no brindan la
    atmósfera y los ingredientes apropiados
    para fomentar el desarrollo se produce lo siguiente: el
    niño experimenta inseguridad o ansiedad; se elabora una
    estrategia
    para defenderse contra la ansiedad; esta estructura
    sólo puede aliviar algo de la tensión
    pasajeramente, aún sólo a expensas de la
    consecución del pleno desarrollo.

    La ansiedad básica es dolorosa y adversa,
    "este problema me genera ansiedad" suelen referir los sujetos
    desvinculados con los que se conversó. Horney (1978)
    la definió como el sentimiento de encontrarse el
    individuo aislado e impotente en un mundo que es
    potencialmente hostil Sentirse totalmente importante y solo
    en una interacción de la vida que no se puede dominar,
    constituye un estado de animo terrible (Di Caprio, 1976).
    Citado por Duval, S. Wicklund. R.A. (1983)

  2. La Familia
  3. La Sociedad

Se realzará la autoimagen del sujeto cuando se le
compara con gente menos hábil que él y
disminuirá cuando se le compare con alguna norma superior.
Estas comparaciones son con individuos específicos, pero
más frecuentemente la comparación es con un grupo.
En la escuela, el joven trata de ingresar a ciertos clubes o
pandillas y procurar adquirir los atributos de las personas que
ya pertenecen a ellos. Si es aceptado, tiende a adoptar los
atributos del grupo. Esto no resulta necesariamente cierto si es
miembro de un grupo pero nunca le importo ser aceptado. Empleamos
el término "grupo de referencia" para identificar los
grupos deseados; los demás son simplemente grupos de
comparación. Mannhein (1986) mostró que los
estudiantes varones de preparatoria incorporaban en su autoimagen
los rasgos que ellos atribuían a ciertos grupos,
únicamente cuando expresaban el deseo de ser aceptados en
dicho grupo. Por supuesto, pueden ser efectivas las comparaciones
de la niñez temprana sin importar el deseo de unirse al
grupo. Este punto de vista "interacciones" sobre el desarrollo de
la autoimagen sugiere que se organiza un importante aspecto
alrededor de los sentimientos de pertenencia o no-pertenencia a
cualquier grupo.

Los sociólogos mencionan a la "anomia" ?no
disponer de normas para vivir- como causa de profundas
perturbaciones personales, incluyendo el suicidio. Esto se
relaciona estrechamente con la sensación de estar aislado
de los grupos que proporcionan las normas, situación que
Davids (1955) ha llamado "alienación". Su
definición incorpora dentro del síndrome de
alienación como de egocentrismo, desconfianza, pesimismo,
ansiedad y resentimiento.

Su investigación indica que puede clasificarse a
las personas en una escala de alienación y que esta
predica con considerable precisión la percepción
selectiva de material auditivo antiguo, el recuerdo selectivo de
frases de alienación y las respuestas a las tareas de
asociación de palabras y complemento de oraciones; en
otras palabras, influyen penetrantemente en la forma en que las
personas se adaptan a su ambiente. Si un sujeto adquiere por lo
común de sus padres o de otras adultos, el deseo de lograr
un cierto papel social es probable que distorsione su autoimagen
en dirección de los atributos adecuados y que tenga
éxito en desarrollar esas
características.

Parece, entonces, que a la larga las influencias
sociales, moldean la autoimagen.

2.4. EL CONSEJO PSICOLÓGICO EN LA
INDUSTRIA

Es difícil saber exactamente cuántos
psicólogos se emplean como consejeros en la industria.
Parece que no hay muchos psicólogos cuyo interés
sea el consejo en la industria. Esto además sugiere que
gran parte de la labor de aconsejar que se realiza en la
industria es efectuada por psicólogos industriales y
clínicos o por otras personas que no son
psicólogos, ninguno de los cuales pertenecen al grupo de
psicólogos consejeros, o que haya recibido una
formación especializada.

También es difícil encontrar en el
país muchas investigaciones relacionadas con el consejo
industrial u outplacement en la literatura psicológica,
siendo éste último un especialidad novísima
en el Perú. Hay muchas revistas de consejo, pero casi
todos los artículos o estudios de investigación son
informes de
actividades que se realizaron en situaciones no
industriales.

La necesidad de consejo es evidente. Fraser (1977) ha
publicado un estudio que revela la incidencia de la neurosis
entre los trabajadores de fábricas. Sacó una
muestra de
casi 3,000 empleados de fábricas, hombres y mujeres, y les
aplicó varios test
psicológicos; También fueron entrevistados por
trabajadores sociales y se les sometió a un examen
completo médico y psiquiátrico. Del análisis
de estos datos el 10% de los empleados hombres y mujeres se
consideraron estrictamente neuróticos y el 20% con
neurosis leve.

También se estimó que los padecimientos de
tipo neurótico y emocional causaban entre un cuarto y un
tercio de todas las faltas al
trabajo debido a la enfermedad. Es evidente que hay muchas
personas que trabajan en la industria que tienen problemas
emocionales y es probable que estos problemas emocionales afecten
su desempeño y por ende su productividad.

Pueden citarse otras estadísticas, pero en
general el problema es claro. Mucha gente tiene problemas que
afectan su ejecución en el trabajo. El que la industria
enfoque el consejo desde un punto de vista humanitario o desde un
punto de vista económico realmente no tiene importancia.
La necesidad de ayudar a esa gente para incrementar su
ejecución en el trabajo es muy evidente.

En la actualidad no son comunes los programas
ampliamente desarrollados en la industria. En su lugar, en el
país muy pocas de las empresas sostienen un departamento
de consejo relativamente pequeño dentro de su
división de personal.

Como puede verse, el consejo en la industria es
relativamente nuevo y limitado. Llevará algún
tiempo el establecimiento del rol adecuado del consejero dentro
de la industria y esto sucederá sólo cuando se
realice investigación para evaluar los resultados y
establecer los objetivos adecuados de los programas de consejo en
la industria.

Hay dos técnicas
importantes de consejo llamadas "directiva" y "no directiva". Es
verdad que representan dos actitudes distintas hacia el consejo,
pero no son tan diferentes como muchos autores creen. Realmente,
representan los extremos de un continuo de técnicas de
consejo en el que la mayoría de las técnicas
actuales caen con frecuencia entre estos dos extremos.

Sin embargo, por razones de definición, el
consejo directivo es el que se ha descrito como centrado en el
consejero, algo autoritario en actitud y altamente
específico en la naturaleza. Aquí el consejero da
orientación directa al aconsejado.

En contraste, la actitud no directiva no se asemeja al
consejo propiamente dicho. Esta clase de consejo se ha llamado
centrada en el aconsejado, y generalmente deja que el individuo
trate de entender sus propios problemas hablando de ellos con el
consejero.

Thorne (1948) ha dado una regla de dado referente al uso
del consejo directivo y no directivo, al insistir en que mientras
más sena es la personalidad, tanto menor es la necesidad
de dirección. En otras palabras, mientras más
normal es un individuo, tanto menos necesita consejo directivo
acerca de cómo resolver sus problemas. Puede necesitar
información y consejo en el sentido de
ponerse a hablar de sus problemas, pero no siempre se
beneficiará del consejo directivo.

Hay varias maneras de clasificar los tipos de consejo
que se emplean o pueden emplearse en la industria. Por ejemplo,
Bellows (1961), ha enumerado cinco tipos diferentes de
programas, que son los siguientes:

1 Dar información a los trabajadores, a los
supervisores y a la gerencia.

  1. Proporcionar ayuda a los supervisores en el manejo de
    problemas especiales de sus colaboradores.
  2. Coordinar las políticas de personal en los
    departamentos de producción y, mediante entrevista
    de introducción y adiestramiento, mejorar el entendimiento de los
    obreros acerca de los objetivos de la gerencia y de las
    políticas de personal.
  3. Proporcionar a los trabajadores consejo de
    adaptación.
  4. Proporcionar ayuda para superar los problemas de
    empleo.

Como señala Bellows, los tres primeros de estos
cinco tipos de programas no son particularmente importantes y se
realizan de manera más o menos informal. Para nuestro
propósito, una clasificación más útil
de consejo debe incluir las cuatro áreas
siguientes:

TIPOS DE CONSEJO

1. Consejo de Adaptación. Trata de
ayudar a los trabajadores a mejorar su salud
mental, implica la solución de problemas emocionales
tales como conducta neurótica.

  1. Consejo a Ejecutivos. Consiste en aconsejar a
    un grupo de ejecutivos de alto nivel que se presume que
    están en mayor tensión y esfuerzo emocional que
    los demás, dentro de una empresa.
  2. Consejo de Orientación. También
    podría llamarse consejo vocacional. Por lo común
    implica ayudar al trabajador a encontrar el puesto adecuado
    dentro de la empresa.
    Está íntimamente relacionado con la
    función de colocación.
  3. Consejo de Retiro. Este consejo es para los
    trabajadores, por lo común, de 60 años o
    más, que están cerca de la edad de retiro.
    Prepara a la gente para cambiar del trabajo al retiro, le da
    orientación económica e información sobre
    los beneficios asequibles, formas de planificar su vida extra
    laboral,
    estilo de
    vida, actividades que debe desarrollar para mantenerse
    activo para mantener su estado psicofísico,
    etc.

A todo esto deberá implementarse el consejo de
desvinculación asistida
el cual, es un servicio de
apoyo para la reincorporación profesional de una o
más personas mediante un proceso sistemático, que
brinda la oportunidad para encontrar el trabajo más
adecuado en el menor tiempo posible.

Como puede verse por el análisis anterior, hay
problemas y limitaciones en el consejo industrial. Primero, y
quizá lo más importante, es la cuestión
general de sí es o no un deber de la empresa
proporcionar a los empleados servicios de
consejo.

Sin duda, el objetivo principal de una empresa es
producir bienes y
servicios con ganancias de manera que la empresa pueda subsistir.
No hay duda de que un programa de consejo de una u otra clase va
a costar dinero y el
que esta salida de dinero conduzca o no efectivamente a una mejor
ejecución o utilidad para la empresa, es una pregunta
difícil de contestar. Muchas personas de la industria
actual sostienen que los problemas que tiene un trabajador fuera
del trabajo son suyos y no de la empresa.

Según, los programas de consejo, se han criticado
por ser demasiado paternalista. Es evidente que puede producir
insatisfacción en los trabajadores el que sienta que la
empresa los vigila tanto fuera como dentro del trabajo. Las
sugerencias de la empresa a los trabajadores, en el sentido de
que deben consultar a un psicólogo es probable no
serán bien recibidas por todos. Como consecuencia, los
programas de consejo pueden ser considerados por los trabajadores
como claramente paternalistas. Una limitación importante
del consejo de la industria actual, es el hecho de que se hace
poca o ninguna evaluación de la efectividad del consejo o
en su defecto no se monitorea con efectividad los avances y
logros. En términos de las frías cifras de costos, es
dificultoso discutir tal opinión. Es difícil
también probar que los programas de consejo son muy
efectivos y desafortunadamente, parece haber poco interés
de parte de la mayoría de los consejeros en la industria
en hacer los esfuerzos para lograrlo. Los psicólogos en la
industria deben emprender tareas de evaluar realmente el consejo
que es realizado, tanto por ellos, como por otras muchas personas
con menos preparación.

Un problema o limitación final del consejo
consiste en que es realizado muy a menudo por personas no
adiestradas, ignorantes de la psicología. No es verdad que
cualquiera puede ser un consejero eficiente. Sería mucho
mejor que las empresas que realizan estas actividades contrataran
personas que estuvieran realmente capacitadas en el campo del
consejo, familiarizadas con las herramientas y
las técnicas del consejo y que tuvieran alguna idea de las
limitaciones del mismo. Es probable que surjan más
problemas debido a los que pudiéramos llamar consejo de
aficionados que por la falta de consejeros que hay en las
empresas.

Sin embargo, independientemente de sus limitaciones, el
consejo en la industria existe y se incrementará en el
futuro. Ciertamente hay motivos humanitarios para realizar
programas de consejo industrial y nosotros los apoyamos por
completo. Con todo, si podemos mostrar que el consejo realmente
ayuda a los trabajadores a superarse y más eficientes, no
será necesario argumentar la utilidad de los programas de
consejo solamente sobre bases humanitarias.

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