Imagen de Túpac Amaru, por
Milner Cajahuaringa
El movimiento de
mayor proyección política y social en
el Perú colonial del siglo XVIII fue la revolución
de 1780. Tuvo básicamente como eje la zona comprendida
entre el Cusco y Potosí. En una vasta zona que
comprendía el Alto y Bajo Perú, caracterizada por
una mayoritaria población indígena. Este movimiento
social tuvo una duración de más de dos años,
de 1780 a 1782, entre el estallido de Tinta y el fin de la
resistencia de
los últimos rezagos revolucionarios, acaudillado por Pedro
Vilcapaza, entre otros.
Dentro de este amplio espacio temporal y
geográfico buscamos esclarecer las causas por las cuales
el moviendo no logró cumplir sus objetivos.
Para ello partimos de la siguiente interrogante:
¿Qué llevó a que el movimiento
social de dimensiones más vastas en términos
geográficos, demográficos e ideológicos en
el Perú del siglo XVIII no tuviera éxito?
Existe importante bibliografía sobre el
movimiento. Desde la lucha por la justicia
social y los alcances continentales del movimiento (Lewin, 1954;
Valcárcel, 1970); hasta el famoso debate entre
el carácter "fidelista" o "separatista" del
movimiento (Valcárcel, 1970; Cornejo Bouroncle, 1963;
Choy, 1976; Durand Flores, 1973). Encontramos igualmente trabajos
relacionados con el surgimiento de un movimiento nacional Inca en
el siglo XVIII, coincidente con el auge de los caciques (Rowe,
1954; Spalding, 1972).
También han parecido enfoques que tratan de
discernir en forma global el carácter de "Revolucionario"
o "Rebelde" del movimiento (Choy, 1976; Flores-Galindo, 1987;
O´Phelan, 1995). A lo largo de estos trabajos se ha hecho
hincapié en los factores económicos y sus
implicancias con relación al movimiento, tales como las
Reformas Borbónicas ( Valcárcel,1970;
O´Phelan, 1996) y la explotación ( Valcárcel,
1970; Golte, 1980; Vega, 1968), hasta llegar a enfoques
estructurales de carácter económico y social (
Golte, 1980; Cornblit, 1970; Flores Galindo, 1987).
Son importantes, asimismo, los trabajos que toman en
cuenta los factores ideológicos, para explicar el
porqué, de la amplia participación indígena
en el movimiento (Szeminski, 1984; Flores-Galindo, 1987;
Campbell, 1990). Análogamente es menester mencionar
aquellos relacionados con la proyección política
del movimiento (Durand Flores, 1973; Flores- Galindo, 1977;
O´Phelan, 1995). Sin embargo debemos mencionar que los
trabajos sobre el aspecto militar son más bien escasos
(Vega, 1981; Seraylan, 1981), aunque ricos en información.
Dentro de la historiografía tupacamarista,
encontramos la ausencia de un enfoque global de las
contradicciones políticas
y miliares. En muchos casos no se ha pasado de ensalzar la
victoria militar de Sangarará, sin percibir sus
implicancias políticas, o de criticar el avance de
Túpac Amaru al Collao, dejando la captura del Cusco
(Valcarcel, 1970; Choy, 1976). En gran medida estas apreciaciones
adolecen de una visión que articule lo político y
lo militar.
El movimiento Tupacamarista, desde su proyección
en el tiempo es la
culminación de un conjunto amplio de movimientos sociales,
producidos durante el siglo XVIII, básicamente estudiados
por Golte y O´Phelan, pero a la vez una excepción,
en cuanto a su composición social y a los objetivos
políticos que se manejaron, lo cual le da el
carácter de revolucionario (1). Flores Galindo
sintetizó el programa
político de Túpac Amaru en los siguientes
puntos:
1. La expulsión de los españoles o
chapetones, la supresión de los corregimientos y los
repartos, de la Audiencia, del Virrey y el rompimiento de
cualquier dependencia, tanto con España
como con su monarca.
2. La conformación de una monarquía, donde los descendientes de la
aristocracia cusqueña estarían en la
cúspide social.
3. La transformación de la estructura
económica, supresión de la mita, abolición
de las aduanas y
alcabalas, eliminación de las grandes haciendas,
así como la libertad de
comercio
(2).
Desde el punto de vista político, Túpac
Amaru pensaba conformar un nuevo cuerpo social, que integrado por
todos los sectores no españoles: criollos, mestizos,
indios y negros, serían el germen de una nueva sociedad.
Es importante destacar que los objetivos de la
revolución debemos encontrarlos a la luz del mismo
proceso.
Túpac Amaru buscó la toma del poder y el
reemplazo de las instituciones
estatales, la subordinación de la población a una
nueva administración, así como la
desaparición de las cargas y el tributo (3). Sí
tomamos en cuenta que las relaciones fundamentales de
dominación se articulaban alrededor de la
explotación de fuerza de
trabajo
indígena y la dependencia política y administrativa
frente a España, nos percatamos que el proyecto
político Tupacamarista era transformador y por ende
revolucionario.
Sin duda toda revolución genera cambios, pero
también conlleva permanencias. Por cierto, que de ninguna
manera el proyecto de Túpac Amaru significó el
planteamiento de una sociedad igualitaria, de un mundo
homogéneo, compuesto solo por runas(4), sino una sociedad
que tuviera en la cúspide social al sector de caciques de
linaje y a los criollos.
Esto terminó haciéndose evidente a lo
largo del movimiento. La participación de las masas
dará paulatinamente este matiz al proceso. La
masificación del movimiento fue un factor gravitante, ya
que ello generó una transformación en la
tónica del accionar, dando origen a liderazgos locales y a
una violencia
racista anti-blanca, cuyas consecuencias serán detalladas
más adelante. Nos detendremos un poco en la masiva
participación indígena en el movimiento.
¿Qué factores intervinieron para que el
movimiento tuviera una inmensa proyección
geográfica y humana? Uno de los enfoques que más ha
trabajado sobre éste aspecto es el de la Utopía
andina. Ha enfocado sus reflexiones en torno a la
imagen del
Inca, atribuyendo a este hecho la enorme capacidad de
convocatoria que tuvo.
Sin desmerecer este argumento, diremos que a dicho
factor se le sumaron otros, como la tradición caciquil,
importante mecanismo ideológico que unió a los
caciques con los sectores indígenas, a través de
mecanismos de reciprocidad. Tal fue el caso, por ejemplo, de las
cofradías.
Si bien es cierto que la imagen del Inca permitió
vertebrar amplios sectores no peninsulares, también es
verdad que expresaba un concepto difuso
entre los distintos sectores. O´Phelan plantea
que:
"? Para los criollos y caciques de linaje, Inca era la
estirpe de la que descendían y que legitimaba sus
derechos y su
liderazgo.
Para las masas indígenas, Inca connotaba jefe supremo,
redentor?"(5)
Existieron otros factores que gravitaron sobre la
participación indígena en el movimiento, como la
actitud de los
caciques y los curas frente a la revolución. Ha quedado
ampliamente demostrado que en las zonas donde los caciques y
curas fueron adversos al movimiento, las masas no se plegaron a
la revolución (6). Esto se aprecia más
nítidamente en el caso del Bajo Perú, mientras que
en el Alto Perú los citados lazos aparecerán
debilitados, permitiendo la participación indígena
en términos más autónomos.
En medio de todo este panorama, ¿es posible
pensar en una alianza con los criollos? ¿Su proyectada
participación no sería un planteamiento equivocado?
O´Phelan ha demostrado, a través del análisis de los libros de
aduana,
quienes conformaban la élite regional en el circuito
Cusco-Potosí. Eran españoles, los cuales
tenían poco tiempo en la cúspide social (7), los
que al comprar las propiedades jesuitas
después de su expulsión lograron, desplazar a
muchos criollos. Esto se manifestó, por ejemplo, en el
hecho que éstos últimos participaron en la
rebelión de Maras en la provincia de Urubamba en 1777,
conformando parte de una dirigencia donde también se
encontraban mestizos, élite indígena y campesinos
indios (8). Pero a la vez esta rebelión era una
manifestación de lo frágil de la alianza, ya que
apoyaban a los indígenas en su agresión al
corregidor, elemento clave en la articulación de los
mecanismos de explotación a nivel regional, pero no en el
ataque al cajero y cobrador de los reales tributos.
Esto pone en evidencia que los alcances de la alianza
proyectada no pasaba de algunas reivindicaciones inmediatas, como
eliminar a las malas autoridades.
Dentro de este contexto, y en la búsqueda por
concretizar sus objetivos políticos, no es casualidad que
Túpac Amaru iniciara su accionar capturando al corregidor
Arriaga el 4 de noviembre y lo ejecutara el 10 a manos de su
propio esclavo, el negro Antonio Oblitas(9).
Arriaga significaba, ante todo, la
personificación de las relaciones de explotación,
la señal de lo que se buscaba y contra quienes se estaba;
además se dejaba en claro que no era un movimiento
excluyente de lo no indio. Esta acción
fue un mensaje de unidad en torno a todos los sectores
explotados: El bando de libertad a los esclavos que se adhirieran
al movimiento (10).
La necesidad de un frente político anti-español
fue una de las causas por la cual José Gabriel no se
animó a realizar el ataque a la ciudad del Cusco, sino
más bién optó por esperar que las
condiciones maduraran, y al ver que el frente parecía
conformarse en ciudades como Oruro y Chuquisaca, se
dirigió al Collao.
Túpac Amaru tuvo la intención de conformar
un nuevo poder y por ello que nombró a numerosos
lugartenientes, como fue el caso de Pedro Obaya, para la zona del
Collao. El hecho de cobrar tributos es prueba de ello (11),
indicando que no estamos ante un movimiento de simple
resistencia. La lucha contra la explotación cuyos signos
más evidentes eran la mita, las haciendas y los obrajes,
no solo se ve corroborada por innumerables documentos, sino
por su propio accionar. Es así como luego de la muerte de
Arriaga, el primer acto de Túpac Amaru fue el de realizar
una campaña en Quispicanchis, en la cual proclamó
el fin de las injusticias, así como la destrucción
de las haciendas y obrajes, destrucción que también
se realizó en Pomacanchis, Quiquijana y
Parapuquio.
El logro de estos objetivos pasaba necesariamente por el
manejo del aspecto militar, que permitiera debilitar el poder
español, con el fin de consolidar zonas bajo control
Tupacamarista, y así poder concretar su proyecto
político; por lo tanto el aspecto militar, entendido como
manejo de la violencia, vale decir como accionar, debía
diferenciar a los aliados de los enemigos, a los sectores
llamados al frente político, de aquellos que no lo
estaban: los españoles peninsulares y toda la red de funcionarios al
servicio del
orden colonial.
Todo ello implicaba la existencia de una dirigencia
revolucionaria, que articulada alrededor de José Gabriel
Túpac Amaru, orientara su trabajo hacia la
conformación del frente y la consolidación de zonas
bajo poder tupacamarista, donde la garantía de su
existencia y expansión se diera a través de
acciones y
operaciones
militares. Para el logro de este fin era muy importante que
José Gabriel delegara funciones a sus
lugartenientes y autoridades, y de este modo buscara consolidar
la unidad organizativa. No es casualidad que encontremos a
familiares y allegados suyos como Diego Cristóbal
Túpac Amaru, Micaela Bastidas o Andrés Túpac
Amaru, entre los más importantes líderes
político-militares.
Durante la dirección de Diego Cristóbal
Túpac Amaru, los radicalismos, consistentes
básicamente en matanzas a los elementos no indios,
llegaron a tal extremo, que existieron líderes
autonomistas sanguinarios, que actuaban por cuenta propia y
tenían un manejo de la violencia opuesto a la línea
tupacamarista. Ese es el caso de Isidro Mamani, quien
llegó a construirse un estrado con cabezas de mujeres
españolas e incluso criollas (12).
Estas matanzas indiscriminadas tuvieron que ver mucho
con prácticas paganas, las cuales tenían un lugar
importante entre numerosos líderes, como Pablo Challco, el
líder
ayacuchano que hablaba con los cerros. El mismo Túpac
Catari tenía mucho de esto. Hubo líderes que
iniciaron acciones militares tan solo con el fin de realizar
rapiña, como fueron los casos de Nicolás Sanca,
Alejo Matos y el secretario de Túpac Catari, Bonifacio
Chuquimamani (13).
Nuestro trabajo se divide en tres capítulos. El
primero, abordará los aspectos más resaltantes de
la sociedad colonial peruana del siglo XVIII, destacando el
aspecto económico y social. El segundo, tocará
básicamente los aspectos políticos y militares,
así como el desarrollo de
las contradicciones durante la jefatura de Túpac Amaru,
ubicada básicamente en el área del Bajo
Perú. El tercero, explicará el desarrollo de las
contradicciones en el Altiplano y la aparición y
protagonismo de Túpac Catari.
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