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Laureano Vallenilla Lanz (página 2)




Enviado por miguelcevedo



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Cesarismo
Democrático.

Comienza señalando Vallenilla Lanz, que la
llamada Guerra de Independencia que se dio en Venezuela,
como en el resto de la América
Latina no fue tal, sino una Guerra Civil. La
explicación resulta muy sencilla cuando se hace una
comparación numérica. Al respecto, dice Vallenilla
que:

"¿Cómo podría explicarse la
prolongación de aquella guerra, la
más encarnizada de Hispanoamérica, si nuestros
próceres hubieran tenido que combatir únicamente
contra los quince mil soldados que vinieron de España
durante todo el curso de la guerra?".

Por eso, no para Vallenilla de hacer
comparaciones cuando relata que después de la derrota
sufrida por el español
realista Monteverde en Maturín en el año 1813,
sucumbiendo la poca tropa española que quedaba en
Venezuela, desde ahí en adelante, apenas llegaron 1.500
hombres desde España para continuar la guerra. La inmensa
mayoría de la población era venezolana para ese entonces.
De un total de ochocientas mil personas que vivían en
Venezuela, 120.000 eran de raza indígena pura; 62.000
esclavos negros; 200.000 criollos blancos; 406.000 pardos y,
apenas, blancos europeos y canarios. Era imposible, que tan
insignificante cantidad europea, pudiera de algún modo,
enfrentarse a la población local.

Luego, la guerra se produce, porque una significativa
parte de los blancos criollos eran partidarios de la referida
independencia.
Pero otra no menos importante, estaba a favor de los derechos de Fernando VII. La
inmensa mayoría de los pardos y de las otras razas,
estaban en contra del proceso
emancipador. Por eso, Vallenilla indica lo siguiente:

"Hasta 1815, la inmensa mayoría del pueblo de
Venezuela fue realista o goda, es decir, enemiga de los
patriotas".

Haciendo referencia al historiador Restrepo, recuerda
Vallenilla lo siguiente:

"A fines del año 13 ─dice más
adelante─ ningún patriota podía habitar en
los campos ni andar sólo por los caminos. Era necesario
vivir en las ciudades y lugares populosos o marchar reunidos en
cuerpos armados".

El mismo Libertador Simón Bolívar se
quejaba amargamente de esta situación, y al ganar la
batalla de Araure, en un manifiesto que hace desde San Carlos,
dice lo siguiente:

"La buena causa ha triunfado de la maldad: la justicia, la
libertad y
la paz empiezan a colmaros con sus dones… Tenemos que
lamentar, entre tanto; un mal harto sensible: el de que
nuestros compatriotas se hayan prestado a ser el instrumento
odioso de los malvados españoles. Dispuestos a tratarlos
con indulgencia a pesar de sus crímenes, se obstinan no
obstante en sus delitos, y
los unos entregados al robo han establecidos en los desiertos
su residencia, y los otros huyen por los montes, prefiriendo
esta suerte desesperada a volver al seno de sus hermanos, y a
acogerse a la protección del Gobierno que
trabaja por su bien. Mis sentimientos de humanidad no han
podido contemplar sin compasión el estado
deplorable a que os habéis reducido vosotros,
americanos, demasiado fáciles en alistaros bajo las
banderas de los asesinos de vuestros
conciudadanos".

Estas expresiones de Bolívar, hechas en el
año de 1813 cuando realizaba su gloriosa campaña,
fueron más dramáticas, en 1814 cuando por esta
falta de solidaridad de
sus compatriotas venezolanos, comienzan las derrotas y ve caer la
República. En ese momento, afirma el
Libertador:

"Vuestros hermanos y no los españoles han
desgarrado vuestro seno, derramado vuestra sangre,
incendiado vuestros hogares y os han condenado a la
expatriación. Vuestros clamores deben dirigirse contra
esos ciegos esclavos que pretenden legaros a las cadenas que
ellos mismos arrastran. Un corto número de sucesos por
parte de nuestros contrarios ha desplomado el edificio de
nuestra gloria, estando la masa de los pueblos descarriada por
el fanatismo religioso y seducida por el incentivo de la
anarquía".

Las fuerzas militares enviadas por España,
ellas por sí mismas, eran totalmente ineficaces para
restaurar el orden colonial y doblegar a las autóctonas
independentistas. Por ello, Vallenilla observa lo
siguiente:

"La lucha entre los patriotas y los españoles
enviados expresamente de la Península a sostener la
guerra, no llena sino unas pocas páginas de nuestra
historia. Los
ejércitos de Morillo no podían de ningún
modo enfrentarse, en un territorio y un clima como los
nuestros, a aquellas montoneras heroicas, a aquellos
formidables llaneros que atravesaban a nado ríos
caudalosos cuando los europeos habían menester puentes.
Estos pedían los alimentos a que
estaban habituados y las asistencias todas de los
ejércitos regulares, cuando los venezolanos
comían carne sin sal, andaban desnudos y se curaban las
heridas con cocuiza".

Por ello, no era de extrañar (según
Vallenilla), que cuatro años después de haber
llegado a costas venezolanas el ejército español de
Morillo, el mismo estuviera reducido a menos de su tercera parte.
El relato que nos trae Vallenilla de Morillo es trágico y
espantoso cuando este último dice:

"La infantería europea que vino conmigo a Apure
se ha disminuido en muy pocos días de marcha a una
tercera parte, por las calenturas y las llagas, quedando el
resto débil y sin fuerzas para continuar la fatiga en
algún tiempo, no
tanto por el sufrimiento de los ardores del sol y de marchar
constantemente por barrizales y agua hasta
la cintura, como por la falta de alimento que nunca ha sido
más que carne, con falta de sal muchas veces, y siempre
con la de toda clase de
recursos…mientras que en los llaneros el
equipaje no les estorba, porque todos están en cueros, y
las subsistencias no les dan cuidados porque viven sanos y
robustos con la carne; hacen movimientos rápidos y
felices que no pueden evitarse por más esfuerzos que en
las marchas hagan nuestros soldados. Los llaneros se arrojan a
caballo desde la barranca del río, con la silla en la
cabeza y la lanza en la boca, y pasan dos o tres mil caballos
en un cuarto de hora como si pasasen por un ancho puente, sin
temor de ahogarse ni perder el armamento ni la
ropa…".

Esto por supuesto, grafica como el
ejército español no hubiera podido sobrevivir por
mucho tiempo en las regiones venezolanas, si no hubiera
encontrado una enorme parte de la población que lo
apoyara. El motivo era que la independencia estaba motorizada por
una clase blanca propietaria de grandes fincas en Venezuela que
no habían podido convencer a la mayoría de los
venezolanos de la razón de la emancipación, que
según Juan Germán Roscio en 1820 señala
Vallenilla lo siguiente:

"A este paso llegaremos menos tarde al término
que aspiramos, porque la España nos ha hecho la guerra
con hombres criollos, con dinero
criollo, con provisiones criollas, con frailes y
clérigos criollos y con casi todo lo criollo; y mientras
pueda continuarla del mismo modo y a nuestra costa, no hay que
esperar de ella paz con reconocimiento de nuestra
independencia". Esto lleva a exclamar a Vallenilla lo
siguiente: "Por eso afirmamos, que ocultar el carácter de guerra civil que tuvo la
revolución, no sólo en Venezuela,
sino en toda Hispanoamérica, es no sólo amenguar
la talla de los Libertadores, sino establecer soluciones
de continuidad en nuestra evolución social y política, dejando
sin explicación posible los hechos más
trascendentales de nuestra historia".

La declaración de independencia y el proceso que
le sucedió produjo tanto en el lado patriota como en el
realista, la proclamación de los derechos del hombre que
eliminaba las desigualdades de los individuos cualquiera que
fuera el color de su
piel, credo o
ideología. Inclusive, los españoles
fueron más allá que los propios venezolanos, al
ofrecer la libertad total de los esclavos y la
confiscación de las tierras de los patriotas, para ser
repartidas entre las clases de menores recursos.

Existían todavía, muchos resabios de la
herencia
colonial dentro de la sociedad
venezolana como aquel que creaba el colegio de abogados que
dice:

"Instituimos y mandamos ─dice la Real
Cédula que crea el Colegio de Abogados de Caracas─
que para ser recibido cualquier abogado en nuestro Colegio,
haya de ser de buena vida y costumbres, apto para
desempeñar su oficio, hijo legítimo o natural
(?), de padres conocidos, y no bastardo ni espúreo, que
así los pretendientes como sus padres y abuelos paternos
y maternos hayan sido cristianos viejos, limpios de toda mala
raza de negros, mulatos u otras semejantes, y sin nota alguna
de moros, judíos ni recién convertidos a
nuestra Santa Fe Católica, ni otra que irrogue infamia,
y que faltando algunas de estas circunstancias, no sea
admitido…"

Más adelante escribe Vallenilla:

"Este colegio fue instituido en 1792, dieciocho
años antes de la Revolución, y sus estatutos
fueron redactados por los abogados criollos y aprobados por el
Rey".

Entre los redactores de estos estatutos,
aparecían personas cuyas memorias hoy
son muy reconocidas como las de Miguel José Sanz,
Francisco Espejo, José Antonio Arzola y Bartolomé
Ascanio. La participación mayoritaria de plebeyos y gentes
de color dentro del partido godo o realista estaba originada
según Vallenilla, por la participación inconsciente
de los empleados españoles que trabajaban en la
evolución democrática a través de la
igualación de las castas. Así lo concluye cuando
dice:

"De manera que en todo el proceso justificativo de la
Revolución no debe verse sino la pugna de los nobles
contra las autoridades españolas, la lucha de los
propietarios territoriales contra el monopolio
comercial".

Mientras la colonización se hizo inicialmente con
razas definidas como la blanca europea, la india y la
negra, era fácil determinar el origen étnico de las
personas que vivían dentro del territorio colonial. Pero
una vez, que comienza a producirse el proceso de mezcla entre
blancos e indias (con hijos mestizos), blancos y negras (con
hijos mulatos o pardos); y a su vez, blancos y mestizas (con
hijos castizos), y mulatos cuarterones, quinterones, etc., va
siendo cada vez más difícil diferenciar a estos
blancos lavados, blancos de orilla, en fin, blancos
criollos con europeos que muchas veces, su piel tampoco es muy
blanca, y posiblemente, sea producto de un
mestizaje cercano o lejano con moros, sefardíes, o
cualquiera otra raza de las tantas, que durante siglos han
transitado el continente europeo ─incluyendo los
mongoles─. Esto lleva a Vallenilla a
señalar:

"Refiriéndose a las inquisiciones de limpieza
de sangre, dice con toda propiedad el
doctor Gil Fortoul, que: el color más o menos claro u
oscuro de la piel, apenas podía servir de criterio a las
indagaciones de origen, porque muchos peninsulares, mezclados
de sangre arábiga, eran más prietos que los
mismos mestizos"
.

La insurrección popular que se produce a
raíz de la Declaración de Independencia,
tiene para Vallenilla como elemento fundamental la
Revolución Francesa, en sus teóricos y en
sus agitadores. Así lo observa cuando dice:

"Es en el nombre de la Enciclopedia, en nombre de la
filosofía racionalista, en nombre del optimismo
humanitario de condorcet y de Rousseau,
como los revolucionarios de 1810 y los constituyentes de 1811,
surgidos en su totalidad de las altas clases
sociales, decretan la igualdad
política y civil de todos los hombres
libres".

Y aquí es donde Vallenilla Lanz se coloca
en la acera de enfrente de sus propios hermanos masones, y
hace causa común a los criterios positivistas más
enmarcados en procesos
históricos y evolutivos, que en teorías
idealistas. Como sabemos, la Revolución Francesa es
un paradigma del
ideal masónico. Su lema "libertad, igualdad y
fraternidad"
ha sido exaltado durante muchos años por
la masonería universal. Y la legión de miembros
suyos que participó a favor de la causa revolucionaria
francesa también así lo fue. El hecho es que
Vallenilla entiende esto como un error al aplicarlo al caso
venezolano, y así lo señala al referir:

"En este sentido, nuestra revolución fue
también un error de psicología.
Considerando el hombre
natural como un ser esencialmente razonable y bueno, depravado
accidentalmente por una organización social defectuosa, creyeron,
como los precursores y los teóricos de la
Revolución Francesa, que bastaba una simple
declaración de derechos para que aquellos mismos a
quienes el bárbaro sistema
colonial tenía condenados al abyecto estado de
semi-hombres o semi-bestias
se transformaran con
increíble rapidez en un pueblo noble y virtuoso,
consciente de su misión y
árbitro de sus derechos
.

En Venezuela, el problema no era declarar los
derechos iguales de los ciudadanos, ya que tanto españoles
como patriotas lo hacían simultáneamente. El
problema realmente radicaba en quien los otorgaba. La inmensa
mayoría de los llaneros venezolanos, que siguieron al
realista Boves en contra de los patriotas; una vez muerto
éste en los campos de batalla, acompañaron al
patriota Páez en contra de los realistas.

Eran gente (parda o mulata) que seguían
órdenes de comandantes catires (rubios), pero no de
terratenientes, y en este caso, los españoles no
tenían el poder
territorial y económico que tenían los patriotas.
La mayoría de las veces, eran funcionarios de segundo
orden, que venían huyendo de su pobreza personal en
España. Al llegar a este territorio americano,
sufrían también de las burlas y desaires de los
poderosos criollos venezolanos; a tal punto, que éstos les
prohibían o desaconsejaban a sus hijas el matrimonio con
europeos.

Por ello, comenzaron pronto a tener simpatías con
mestizos, mulatos y otros grupos
étnicos. La causa patriota adelantada por los mantuanos
era vista por la mayoría como una revolución ajena,
y por ello, no caía extraña la frase que nos
recuerda Vallenilla:

"Blanco, propietario y patriota, era todo uno para los
soldados de Boves y de Yánez; blanco, propietario y godo
continuó llamándose para los mismos beduinos
todo el que tenía algo de perder".

Por eso, la tesis del
gendarme necesario de Vallenilla Lanz, para corregir y
emprender en todos los países y en todos los tiempos, la
conquista para la razón humana, de aquellas porciones de
terreno, en las que antes imperaban los instintos absolutamente.
Por ello, define a este gendarme de la siguiente
manera:

"el gendarme electivo o hereditario de ojo avizor,
existe siempre, como una necesidad fatal "el gendarme inspira
el temor y que por el temor mantiene la paz", es evidente que
en casi todas estas naciones de Hispanoamérica,
condenadas por causas complejas a una vida turbulenta, el
Caudillo ha constituido la única fuerza de
conservación social, realizándose aún el
fenómeno que los hombres de ciencia
señalan en las primeras etapas de integración de las sociedades:
los jefes no se eligen sino se imponen. ** La
elección y la herencia, aún en la forma irregular
en que comienzan, constituyen un proceso posterior".

Disgregación e
Integración.

El presente escrito de Vallenilla Lanz, corresponde a
una publicación hecha en 1930 debido a la
conmemoración del Centenario de la muerte de
El Libertador Simón Bolívar. En él,
se comienza con un análisis del innumerable número de
constituciones que ha tenido la nación
venezolana en los últimos cien años, después
de la muerte de
Bolívar.

Esto ha producido, un sin fin de cambios de la geografía
política, de las tradiciones locales, sin ningún
efecto racional o estable. Considera que la influencia metafísica
que trata de explicar, como por arte de magia, la
tendencia del espíritu humano de buscar en vaguedades
teológicas, en influencias extranaturales o en la voluntad
libre del hombre, las causas esenciales de todo fenómeno
social; la han apartado ─en su época─, de
realizar una importante labor científica
─positivista─, para explicar con exactitud, la
correspondiente evolución histórica.

Durante generaciones ─continúa Vallenilla
haciendo referencia a L. Gumplovicz─, se ha desconocido
que: "todo fenómeno social, político o
económico, tiene su razón de ser en una o en varias
causas sociales; que como en los dominios físicos e
intelectual, existe una relación de igualdad y de
proporcionalidad entre la causa y el efecto, y que por
engañosas que puedan ser las apariencias, un hecho
individual no producirá jamás un hecho social; el
acto de un individuo no
creará por sí solo un estado
social".

Esta explicación metafísica*
del hecho ocurrido espontáneamente y no como un proceso
evolutivo, aparece en Vallenilla disfrazado, más como un
discurso
especulativo y demagógico, que como una resultante, de un
proceso sistemático. La consigna utilizada por la
metafísica para Vallenilla siempre es la misma, la de
hablar de un pueblo embrutecido, esclavizado, fanatizado y
ultrajado por el despotismo colonial en el cual brotan los
llamados "héroes de la libertad" y "defensores
del derecho"
; los cuales se encuentran sojuzgados por
criollos indolentes, educados en "las abstracciones de la
teología
y en las disquisiciones del peripato".
Y por supuesto ─según Vallenilla─, viene un
final feliz gracias a estos "justicieros" o "paladines
de la justicia"
.** Así lo
señala cuando dice:

"La libertad, empero alma de lo
bueno, de lo bello y de lo grande, diosa de las naciones,
brilló por fin sobre la patria nuestra; y en ese
día, ¡cuánta luz no
brotó de aquellas tinieblas, cuántos
héroes no salieron de aquella generación de
esclavos!".

Y con este mismo fantástico criterio, se cree
─según Vallenilla─, que del mismo modo que los
hombres, surgieron también las instituciones
del régimen despótico de la Colonia, pasando sin
ningún tipo de evolución a la República
democrática-federativa. Estos conceptos
"metafísicos" que prevalecieron en la primera Constitución de Venezuela en 1811, al igual
que en la totalidad de las naciones hispanoamericanas, eran
implantes traídos de los filósofos europeos del Siglo XVIII como
"Moldes de fabricar pueblos".

A pesar de que los revolucionarios franceses que
inspiraron a los próceres americanos habían luchado
en contra de la dogmática medieval; sin embargo,
todavía no se habían percatado del método
positivista, ya que en la América
hispana, es conocido, a pocos años antes de 1840. Y
aún pasando un siglo, se lamenta Vallenilla de este
desconocimiento patente y patético del positivismo en
Hispanoamérica cuando señala:

"Por desgracia son muy contados, no sólo entre
nosotros sino en casi toda Hispanoamérica, los
escritores que hayan realizado trabajos de esa naturaleza;
y si en otros ramos de la literatura y de
la ciencia pueden señalarse progresos de bastante
entidad, en lo que se refiere a las ciencias
sociales y políticas, los prejuicios han sido
más poderosos que los conocimientos adquiridos; y por
esa razón los hechos más claros y evidentes a la
luz de la observación científica, se juzgan
con el viejo criterio racionalista, que "como un precipitado
químico"
, se ha quedado fuertemente adherido a las
paredes del espíritu".

Por ello, considera Vallenilla que sus "abuelos"
* de hace un siglo, fueron burlados una vez más
por la realidad, al pensar que con la implantación de las
teorías liberales, republicanas y democráticas,
conseguirían el engrandecimiento de sus respectivas
nacionalidades. De tal manera, tomando las ideas de H. Taine,
piensa que: "la forma social y política a que un pueblo
puede llegar y hacerla permanente, no depende de su voluntad,
sino que está determinada por su carácter y su
pasado. Es preciso que esa forma se amolde hasta en sus menores
rasgos a los rasgos vivientes sobre a lo que se aplica: de otro
modo se quebrará y caerá hecha pedazos, ha de ser
estudiándonos a nosotros mismos, y cuanto con mayor
precisión sepamos lo que somos, con tanta más
seguridad
distinguiremos lo que nos conviene".

Considera Vallenilla, que cien años de vida
independiente y de demoliciones revolucionarias que ha tenido
Hispanoamérica no ha acabado todavía con la obra
material de la Colonia, que se manifiesta a través, de los
instintos políticos del pueblo venezolano. Así lo
manifiesta cuando anota:

"No abrigamos una sola preocupación, no
obedecemos a un solo móvil inconsciente, no existe en el
espíritu de las masas populares un solo sentimiento, ni
una sola inclinación, ni un solo instinto, en
política, en religión, en todas
las múltiples manifestaciones de la vida social, que no
tenga su causa determinante en aquellos tres siglos de
coloniaje, que prepararon el advenimiento de la nacionalidad
venezolana por una evolución lógica y necesaria en todo organismo
social".

Por eso, cree Vallenilla que aún persisten
esos rasgos atávicos de las viejas teorías
teológicas, metafísicas y racionalistas, que
desconocen por completo las leyes
fundamentales de la evolución y del determinismo
sociológico, cuando asignan un imperio absoluto a la
razón y al libre albedrío en la posibilidad de
reformar la sociedad, según el método especulativo
y deductivo; bautizando Von Savigny a esos filósofos de la
Pura Razón y del Derecho Natural, como la
escuela
antihistórica. Se pensaba, que cada partido, cada
revolución no abrigaba otro propósito que el de
destruir para crear.

La tradición era totalmente desconocida, y los
grandes hombres (incluyendo a Simón Bolívar), eran
"enviados" o representantes de la Omnipotencia
Divina
, y no del medio y del momento, sometidos a las leyes
de la evolución y del determinismo psicológico. Sin
embargo, Vallenilla pareciera contradecirse poco más
adelante con relación a Simón Bolívar cuando
refiere:

"De la Gran Colombia si
puede decirse, en cierto modo, que fue una
creación del Libertador Simón
Bolívar.

Pero aquel Estado militar constituido por las
necesidades de la guerra, ¿llegó a ser
jamás una verdadera nacionalidad?

Todo el poder deslumbrador y absorbente del caudillo,
todas las glorias conquistadas por los ejércitos de la
Gran República fuera de su territorio, fueron ineficaces
para estrechar con los lazos de la unidad nacional a pueblos
profundamente separados por la tradición y por la
naturaleza".

Vallenilla piensa que la magna obra de Simón
Bolívar, es decir, la independencia y la
unificación de los pueblos hispanoamericanos, es producto
de una "creación" de naturaleza artificial; y que
por ser ajena al sentido histórico positivista, resulta,
como en efecto ocurrió, impertinente en la historia.
Pensamos al respecto, que ciertamente, la obra de Bolívar
era extemporánea pero no impertinente, ya que su
visión era la de un hombre adelantado a su
tiempo.

Hoy a casi doscientos años de su muerte,
Hispanoamérica se está preparando para dar ese gran
paso que los contemporáneos de Bolívar, y ni
siquiera los de Vallenilla, podían advertir. Claro
está, que la consecuente disgregación de estas
naciones para ese entonces (Venezuela, Nueva Granada y
Cundinamarca), produjo el resultado anárquico que durante
un siglo prevaleció hasta casi, la fecha misma, en que
Vallenilla escribió este ensayo.
Así al referirse al caso venezolano, como a las
demás naciones libertadas por Bolívar, Vallenilla
expresa lo siguiente:

"Y del mismo modo que no puede juzgarse la
disolución de la Gran Colombia como la "obra de la
deslealtad de Páez", ni "del odio de Miguel
Peña", ni del maquiavelismo de Santander, ni como
la consecuencia inmediata del asesinato jurídico del
coronel venezolano Leonardo Infante perpetrado por el
Vice-Presidente, la reconstitución de la
República de Venezuela no debe verse sino como la
sanción legal de un hecho preparado ya por el medio
geográfico; consumado por la tradición y por la
guerra, y consagrado en la Historia por las glorias
continentales de sus hijos".

Y este espíritu disgregacionista ─en
este caso segregacionista─, estaba también presente
en la propia Nueva Granada (hoy Colombia), ya que a pesar de
haberse privilegiado a Bogotá como la capital de la
nueva República; sin embargo, la clase dirigente
venezolana que había tenido una mayor participación
por la guerra de Independencia, era a su vez, superior a la
neogranadina en su formación intelectual. Así lo
relata Vallenilla cuando indica que Morillo observó:
"que la guerra de Independencia de Venezuela fue la que dio a
todas las otras provincias Jefes y Oficiales, pues son más
osados e instruidos que los de los demás
países".

Pero referencias como ésta, de la superioridad en
la que se encontraban los venezolanos con relación a su
capacidad e inteligencia,
en detrimento de los neogranadinos para ese entonces, no
sólo la hallamos en boca de un general español;
sino lo que es más grave, la tenemos más clara y
explícita, de parte de un oficial neogranadino
(colombiano) llamado Bonifacio Rodríguez, quien urgiendo
al General Santander para que dividiera la Gran Colombia
expresó lo siguiente: "conocen mis paisanos lo
necesario que es la separación absoluta de los granadinos
con los venezolanos en cuanto a gobierno, para vivir tranquilos y
porque no pueden ver con indiferencia y frialdad que más
de 80 (ochenta) generales que tiene Colombia, apenas se enumeran
seis de los primeros (granadinos); que casi todos los coroneles
son venezolanos, los empleados, venezolanos, los que se apropian
la voz del pueblo y la opinión, venezolanos, los
dueños de la prensa,
venezolanos, y en fin, que nosotros somos el patrimonio de
los venezolanos".

Mucho más adelante, ocurre que al comparar otra
vez la Nueva Granada (Colombia) con Venezuela en relación
a la revolución federalista, la cual estalló a un
mismo tiempo en ambas naciones, Vallenilla señala que la
misma culminó en una anarquía en las ciudades
colombianas; mientras en Venezuela, la Federación fue
caudillesca, individualista y hasta comunista. Igual ejemplo
"mutatis mutandi" lo hace con Argentina al
narrar:

"Bolívar creó su Patria dejando una
tradición de unidad que cobró mayor fuerza cuando
los venezolanos pasaron la frontera
para ir a librar las batallas finales de la Independencia de
América; al general San Martín, que poseyó
en el más alto grado las dotes necesarias, le
faltó desgraciadamente la ocasión y con la
ocasión el poder y la autoridad
para crear la suya".

Pero antes de llegar a esta conclusión, piensa
Vallenilla que fue con la Federación que se
desarrolló y se solidificó el proceso de
disgregación en Venezuela. Se pensaba imitar con ello la
Federación de los Estados Unidos,
sin haber leído su Constitución y sin reflexionar
que la misma, era la expresión más evidente de la
herencia española, la cual se pretendía renunciar
para crear una nueva República.

Estas ideas federativas eran contrarias al unionismo y
centralismo
proclamados por el Libertador Simón Bolívar, y era
producto de conceptos oportunistas de Antonio Leocadio
Guzmán quien había confesado: "no sé de
donde han sacado que el pueblo de Venezuela le tenga amor a la
Federación, cuando no sabe ni lo que esta palabra
significa. Esta idea salió de mí y de otros que nos
dijimos: supuesto que toda revolución necesita bandera, ya
que la Convención de Valencia (en 1858) no quiso bautizar
la constitución con el nombre de federal, invoquemos
nosotros esa idea; porque si los contrarios hubieran dicho
Federación, nosotros hubiéramos dicho
Centralismo"
. Este federalismo que
fue tan popular en casi todo el continente hispanoamericano, era
para Vallenilla la manifestación más ejemplar de la
disgregación colonial producida por la
revolución.

En España se había llegado a tal extremo,
que tomando la comparación de Víctor Cherbuliez
alude Vallenilla lo siguiente: "no sólo cada provincia
sino cada ciudadano si no se le contenía, terminaba por
convertirse en una entidad federal"
. Por ello,
continúa la descripción que refiere Cherbuliez cuando
ejemplariza: ¿Qué es una revolución en
Málaga? Un día de fiesta en que el pueblo se da el
placer de expulsar a los aduaneros. ¿Qué es una
revolución en Sevilla? Un día de embriaguez en que
se suprime el papel sellado y la alcabala. Y esto mismo sucede en
toda la península".
Esta herencia española que
veía en catalanes, gallegos, malagueños diferencias
entre sí, fue la que se transfenomenalizó en
América bajo el concepto de
Federación, que significaba ─según
Vallenilla─, separación, antagonismo,
disgregación del cuerpo social. Bolívar es visto
por Vallenilla, como el espíritu de la unidad y del
centralismo que impuso el sistema de gobierno, el régimen
efectivo, venezolano, bajo el cual se ha ido realizando la
integración de la Patria.

Las tres décadas del gobierno centralista del
General Juan Vicente Gómez, de quien Vallenilla fue su
ministro, su defensor y uno de sus principales mentores,
acabó con las innumerables guerra civiles que azotaron la
Venezuela del Siglo XIX; y que como corolario, la habían
colocado en el gobierno de Castro en la bancarrota total,
viéndose humillada ante un bloqueo naval que le fue
impuesto por
las principales potencias europeas.

El concepto federal contemporáneo, se entiende
como un proceso de descentralización de los servicios
públicos y de fortalecimiento de los poderes locales,
que cimientan su autonomía y se confederan en un
sentimiento de unión nacional, donde privan los intereses
de la Patria por encima de los de sus propias regiones. No
sólo eso, sino que también, se ha generado en estas
latitudes casi un siglo después de este discurso de
Vallenilla, la idea de una nación
o comunidad de
naciones hispanoamericanas tal como lo soñó el
propio Bolívar en el Congreso de Angostura, con el
espíritu confederativo que encuentra su símil en la
Unión Europea, donde la democracia, la
libertad y el interés
común sean su sino.

Vallenilla Lanz tenía como experiencia más
próxima la disgregación de su patria. Un gobierno
autoritario como el que él apoyaba, había logrado
la estabilidad de la misma como Estado Nacional evitando
con ello, la desintegración ─al igual, que lo hizo
posteriormente Franco en España, y quizás Pinochet
en Chile─; y de ahí, que estas dictaduras de
derecha, hayan tenido como resultado, más para bien que
para mal, la resultante estabilidad que tienen estas modernas
naciones. De lo contrario, quizás hoy otro más
desgraciado hubiera sido el resultado de las disensiones sociales
que con antelación eran víctimas. ¿Hasta
donde tendría razón Vallenilla Lanz? Por lo que no
resulta exagerada la apreciación de Sosa sobre la obra de
Vallenilla Lanz cuando nos señala:

"Laureano Vallenilla se nos presenta, pues, como uno
de los más preclaros integrantes del pensamiento
positivista de Venezuela, fundamentalmente por su clara
actitud
científica frente al método, el modo de plantear
y el tratamiento de los problemas
que afronta en su estudio, por la introducción de categorías
intelectuales positivas en sus trabajos y la
crítica continua a la forma
acientífica en que han sido tratados
estos temas anteriormente. Además veremos que las
fuentes de
su pensamiento son connotados autores positivistas como Comte,
Spencer, Taine, Le Bon, etc.".

Esta honda y angustiosa reflexión de Vallenilla
Lanz sobre el pasado, presente y destino de su patria Venezuela,
aunada a la rigurosa investigación histórica y el
método
científico positivista empleado; conjuga la
importancia y seriedad del aporte histórico,
jurídico, social, político y filosófico de
su pensamiento.

Frases de Laureano
Vallenilla Lanz.

"En el estado actual de las ciencias
sociales toda afirmación que no se base en hechos
positivos es inconducente y errónea. La política
no puede tener otro fundamento que la evolución
histórica de cada país, porque sencilla o
complicada, estable o mudable, bárbara o civilizada, la
sociedad tiene en sí misma su razón de
ser".

"Durante una centuria, del mismo modo que todas las
otras naciones hispanoamericanas, no hemos hecho otra cosa que
evolucionar hacia la integración de los elementos que
necesariamente debían formar la nacionalidad, tras una
lucha incesante, fatalmente impuesta a todo organismo que
tiende a constituirse, para dejar de ser una simple
ficción oficial y convertirse en una entidad real y
efectiva".

"Por eso vivimos durante cien años,
destruyendo, demoliendo el pasado. "Romper con la
tradición" fue el precepto sacramental de nuestras
revoluciones desde la Independencia…Pero la herencia
psicológica más fuerte, más poderosa, con
mejores títulos al predominio social, ha resistido
impasible a los ataques de los teóricos y a las
demoliciones revolucionarias, demostrando que las sociedades
como la Naturaleza, no marchan a saltos".

"Una sociedad política, cuando llega al
extremo de que sus hombres sólo ejercitan los medios de la
violencia,
reconoce su incapacidad para gobernarse por la sola virtud de
las leyes y no encontrará reposo sino al abrigo del
despotismo, y no respetará otros gobiernos que aquellos
que la hieran, y no tendrá más derechos que
aquellos que le conceda la voluntad del sable que la
domine".

"De las luchas entre españoles y criollos y
de las de éstos entre sí, están llenos los
anales de todas las ciudades coloniales de
Hispanoamérica".

 

Miguel Cevedo

 

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