Lo monstruoso en la novela "Una cuestión personal", de Kenzaburo Oé (página 2)
Para el estudio de la novela Una
cuestión personal recurrimos al análisis de la temática y de la
fábula o historia, a partir de los
fundamentos de Claude Bremond recogidos en la obra de Mieke Bal,
Teoría de la narrativa . Entendemos como
fábula o historia a "una serie de acontecimientos lógica
y cronológicamente relacionados que unos actores causan o
experimentan".
La novela de
Oé responde a un modelo
clásico, compuesto de tres fases: la posibilidad ("una
función
que abre la posibilidad del proceso en
forma de conducta a
observar o de acontecimiento a prever".), el acontecimiento ("una
función que realiza esta virtualidad en forma de conducta
o de acontecimiento en acto".) y el resultado ("una
función que cierra el proceso en forma de resultado
alcanzado".) En este estudio nos hemos concentrado en la lectura de
la historia, señalando el conjunto de acontecimientos que,
dentro del ciclo narrativo propuesto por Bremond, se dividen en
dos tipos de procesos: de
mejoría y de deterioro. Hemos identificado cómo se
cumplen ambos procesos a lo largo de la historia, como un soporte
de la temática de lo monstruoso y un camino hacia la
redención de Bird, el personaje.
Además de centrarnos en el estudio de la
historia, hemos incluido algunas aproximaciones puntuales sobre
elementos del discurso, es
decir sobre: el personaje, que hace las veces de
antihéroe; el narrador, que es omnisciente, muy cercano al
autor y que se introduce en la conciencia del
personaje; el tiempo, que es
lineal con breves saltos al pasado, con los que se da a conocer
mejor al personaje; y el espacio, que hemos identificado como
atmósferas
específicas propicias para el desarrollo de
presagios siniestros.
Hemos mencionado a breves rasgos algunos detalles
estilísticos como el uso de imágenes
sensoriales. Al respecto podemos decir que la narración en
Una cuestión personal consigue estremecer al
lector, demuestra la indudable capacidad del autor para expresar
estéticamente eventos
desagradables y lograr que los lectores experimenten sensaciones
intensas que van de la simpatía a la compasión,
pasando por una profunda repulsión.
La lectura y el
análisis de Una cuestión personal responde a
una necesidad de encontrar en una novela contemporánea la
sensibilidad para abordar temas sociales sin optar por posturas
moralizantes. La obra de Oé se ocupa de aquello que es
trascendente por su importancia histórica y, a la vez, de
lo que es primordial por su valor personal.
Por otro lado, la intensidad con la que la novela
refleja la caída de los personajes y su naturaleza
monstruosa, resulta fascinante. El mundo marginal y
sórdido que propone Oé es un infierno real y
cotidiano que aterra y a la vez absorbe, cautiva,
obsesiona.
Además, el estudio sobre lo monstruoso de
José Miguel Cortés ha sido una de las mejores y
más interesantes herramientas
para este análisis. En su obra se unen por el lazo de la
monstruosidad desde E.T.A Hoffman hasta David Cronemberg, de
Edvard Munch a Ingmar Bergman, en una propuesta que resulta
pertinente. Cortés abarca los fenómenos
psicológicos que hacen del monstruo una fabricación
de la mente; ofrece una breve panorámica de las
expresiones siniestras en el arte
pictórico evaluando los símbolos de la sexualidad
femenina en artistas como Munch. Presenta el temor del ser humano
de convertirse en animal con base en la teoría
darwiniana de la evolución e incluye ejemplos como los
personajes de Kafka o los del cineasta Cronemberg.
Finalmente, podemos decir que la cultura
japonesa ha sido escasamente difundida en nuestro medio y que lo
poco que conocemos ha sido la versión ambigua propuesta
por mercados como
Hollywood, o el de los escritores Best sellers. En un estudio tan
específico como es el del análisis temático
y de la fábula en una novela, es imposible abordar la
totalidad del fenómeno de una cultura tan lejana como la
japonesa, sin embargo, una aproximación parcial y
panorámica sirve, sino para profundizar en el
conocimiento de lo oriental, para eliminar ciertos
estereotipos y para tener en cuenta una historia de guerras y
violencia, que
especialmente en el siglo XX, concierne a toda la
humanidad.
En este trabajo nos
ocuparemos de la novela Una cuestión personal de
Kenzaburo Oé, siguiendo el modelo de análisis
narratológico que Mieke Bal recoge de la propuesta de
ciclo narrativo de Claude Bremond en la que la fábula o
historia se considera "como agrupamiento específico de
series de acontecimientos", y está compuesta de tres fases
que son: la posibilidad (o virtualidad), el acontecimiento (o
realización) y el resultado (o conclusión del
proceso).
Desde el punto de vista del discurso, la novela cuenta
con una estructura
temporal básicamente lineal aunque contiene algunos saltos
al pasado, a manera de retrospecciones ("momento de la
fábula en que hace acto de presencia la anacronía,
el acontecimiento que en ella se nos cuenta se sitúa en el
pasado".), a través de las que podemos profundizar en la
historia personal del protagonista y de algunos de los personajes
con los que se relaciona a lo largo de la historia.
Una cuestión personal posee un narrador
omnisciente que conoce a Bird, el protagonista, conoce su pasado,
se introduce en su pensamiento,
califica sus apreciaciones. Es capaz de describir sus
sentimientos y sensaciones, opina, presenta las circunstancias y
crea atmósferas a partir del pensamiento del protagonista.
A pesar de que la mayor parte de la narración se realiza
en tercera persona, el
narrador le da la palabra a Bird brevemente.
En esta primera parte del estudio nos ocuparemos del
primero de los catorce capítulos que contiene la novela y
nos referiremos a la fase de la posibilidad, sobre la que Bremond
afirma que abre un proceso "en forma de conducta a observar o un
acontecimiento a prever". A estos posibles sucesos y
comportamientos los identificaremos como el presagio.
El presagio es un concepto que se
ha asociado a los signos
premonitorios. En la religión y la
mitología se trata de anuncios divinos o
profecías, en el psicoanálisis se suele relacionar con los
sueños, en la literatura se convierte en
un elemento narrativo:
Más allá del reflejo de la creencia
popular y de la situación social el motivo del signo
premonitor constituye en la literatura un ingrediente
específicamente ?poético? así como un
factor estructural tanto en la narrativa como en
representación teatral y en ambientación
lírica. El motivo que señala al futuro de los
personajes sirve de medio de tensión y móvil
artístico.
Es así que las acciones de
Bird y de los personajes secundarios, así como la presión
que ejercen ciertos espacios, conversaciones y acciones son
presagios, señales
o indicaciones de un acontecimiento siniestro y del camino que
Bird elegirá hacia su monstruosidad.
En esta etapa de Una cuestión personal se
realiza la presentación de Bird a través de una
descripción de su condición física y ciertos
indicios de lo que será su comportamiento
a lo largo de la novela, y sobre los que podremos establecer su
condición de ser monstruoso según los conceptos que
ofrece José Miguel Cortés. Además, se
presentan atmósferas y presagios siniestros a los que
aplicaremos las definiciones propuestas por Eugenio
Trías.
A partir de los pensamientos del personaje, en los que
se introduce el narrador con frecuencia, se crean ámbitos
de oscuridad que pronostican el acontecimiento caótico al
que deberá enfrentarse; y este evento requerirá de
sus acciones y le destinará a cumplir una misión
durante el resto de la novela. Cumplen una función
fundamental en el presagio del acontecimiento siniestro las
relaciones que mantiene Bird, a lo largo del primer
capítulo, con algunos de los personajes secundarios. La
naturaleza y el comportamiento de estos personajes los
caracteriza como seres socialmente indeseables, marginales y
monstruosos. La aparición de estos seres en los primeros
momentos de espera y reflexión de Bird preparan el camino
para el nacimiento de su hijo anormal y anticipan su
condición monstruosa.
1.1 Bird, el protagonista
Es el mes de junio, principios del
verano y son las seis y media de la tarde cuando Bird contempla
en un escaparate un mapa de África. El narrador describe
el calor de la
tarde y el efecto que éste produce en la gente que se
refugia en la penumbra para dejar de sudar ante la intensidad del
clima. Se
introduce en el pensamiento de Bird, quien asocia el sudor de la
gente con la imagen de su
mujer quien, en
ese momento, seguramente "rezumaba sudor por todos los poros del
cuerpo mientras gimoteaba de dolor, ansiedad y esperanza, desnuda
y acostada en un colchón de caucho, con
los ojos cerrados como los de un faisán abatido del cielo
por un disparo".
El pensamiento de su mujer en la labor del parto le
estremece, pero aparta la imagen de su mente rápidamente
mientras dedica sus pensamientos más intensos y toda su
emoción a revisar uno por uno los mapas de
carreteras de África, cuyas líneas y colores evocan en
Bird sensibilidad y melancolía. Contempla extasiado
distintos mapas del continente africano y, a pesar de la
emotividad con la que los observa, éstos le sugieren "la
idea de una muerte brutal,
violenta".
Estas son las primeras impresiones que tenemos de Bird,
quien pronto será padre por primera vez, pero que por el
momento dedica sus pensamientos a su sueño de juventud:
viajar a África. Y para ello compra dos mapas por primera
vez con la intención de usarlos o al menos esa es la idea
que le da vueltas la cabeza mientras considera que en ese preciso
instante, mientras su esposa da a luz a su
primogénito, él pierde para siempre la oportunidad
de viajar a África. Y el narrador nos guía hacia la
reflexión de Bird: "¿Se vería obligado, muy
a su pesar, a despedirse de la última ocasión de
experimentar su única y obsesiva tentación de
juventud?" Y va más lejos todavía cuando expresa su
duda "Pero si fuese así, ¿qué podía
hacer para evitarlo?". Con estos pensamientos sale de la tienda
donde ha comprado los mapas y desvía su mirada de una
estatua de Buda, gastada por el contacto de muchas palmas
nostálgicas, a la que él no es capaz de mirar
siquiera.
Mientras Bird camina por la calle, se detiene frente a
la vitrina de una librería. Ese momento, a través
de la contemplación de su reflejo y la reflexión
que intuye el narrador, conocemos a Bird, quien tras mirarse
reflejado en la vitrina, siente que "su figura flota torpemente,
como el cadáver de un ahogado, en el oscuro lago de los
escaparates".
Bird, que en inglés
significa pájaro, es el apodo que recibió el
personaje a los quince años. Tras mirar su reflejo en la
vitrina, el protagonista comprende que a sus veintisiete
años con cuatro meses el apodo de la adolescencia
sigue siendo una descripción exacta de su contextura
física: flaco, con los hombros alzados hacia delante, como
alas plegadas, la frente inclinada, una sobresaliente nariz lisa
como un pico, los labios delgados y duros siempre tensos sobre
los dientes, el cabello rojizo y una mirada brillante que no
expresa emoción alguna. Bird hace de sí mismo una
descripción fría y fatalista. Se observa con
detenimiento y dictamina que parece un anciano demacrado; admite
que su propia imagen le estremece, le produce un disgusto casi
visceral y siente incluso nauseas ante la idea de ser un anciano
agotado, senil, que pronto estaría lleno de
hijos.
Como expresa José Miguel Cortés en su
estudio Orden y caos, un estudio cultural sobre lo monstruoso
en las artes, cada sociedad posee
un sistema de
jerarquías, de valores y
define a su vez las relaciones que deben existir entre las
personas. La sociedad establece normas y leyes que
aseguran una convivencia ordenada, normal y para defenderse
rechaza todo aquello que parece inapropiado o que cuestiona y
pone en peligro el orden:
Los individuos que pongan en duda este sistema
serán excluidos, perseguidos, eliminados [?]. Aquellos
que rechazan este proceso de homogeneización y la
conformidad a las leyes quedan marginados geográfica,
cultural, lingüísticamente, quedan devaluados en la
escala oficial
de valores: se convertirán en monstruos.
En esta primera parte de la novela, entendida como
posibilidad o presagio, conocemos a Bird, un hombre que a
punto de ser padre solo puede pensar en su sueño de
juventud de viajar a África. En este momento de su vida,
en el que debe asumir el rol que le impone el orden social,
él sabe que lo hará "muy a su pesar" y que
deberá sacrificar su sueño para hacerlo, pero a la
vez esta idea no le impide comprar los mapas con la
intención de poder usarlos
en la locación, gesto con el que acaricia la idea de huir.
Y más adelante al contemplar su reflejo comprenderá
que la imagen que ve en la vitrina es la de un hombre que empieza
a envejecer y la idea de la madurez, de la paternidad y por lo
tanto de mantenerse dentro del sistema que la sociedad impone, le
produce un disgusto tan intenso que siente nauseas y repele su
propia imagen.
Este comportamiento y especialmente las ideas que surgen
en la mente de Bird y que el narrador expone detalladamente son
los primeros indicios de lo que será su condición
monstruosa. Bird preferiría no asumir sus
responsabilidades o la "vida decente", como expresará
más adelante su esposa. De poder tomar en sus manos la
decisión, él viajaría a África, lo
que en su caso en particular significaría su auto
marginación tanto en el sentido geográfico como
cultural. Se excluiría, se convertiría en monstruo,
para no asumir el rol que le depara la sociedad, la paternidad
específicamente.
1.2 El pasado de Bird
Avanza la tarde y Bird espera el momento adecuado para
llamar al hospital y saber noticias de su
esposa y mientras lo hace camina por la plaza con las manos en
los bolsillos para proteger sus mapas de África. De
repente se detiene en una calle de bares baratos y siente una
necesidad profunda de beber un trago, aunque sea solo. La
vergüenza de aparecer frente a su suegra en el hospital
oliendo a whisky le disuade de la idea, pero no logra contener el
recuerdo de su pasado y el narrador se adentra en su historia
íntima para contar que:
Bird se casó en mayo, a la edad de veinticinco
años, y durante ese primer verano permaneció
borracho cuatro semanas seguidas [?] descuidó sus
obligaciones
como licenciado, su trabajo, sus estudios de postgrado. Lo
abandonó todo sin pensar, y pasaba el día entero,
e incluso hasta bastante tarde por la noche, sentado en la
cocina de su departamento, a oscuras, escuchando música y
bebiendo whisky.
Sin saber exactamente la razón de su necesidad de
beber, Bird permaneció alcoholizado durante setecientas
horas, en las que "descubrió en sí mismo,
desgraciadamente sobrio, la desolación de una ciudad
destrozada por la guerra".
Y el narrador se encarga de calificar el estado y la
situación de Bird: "Era como un débil mental al que
sólo le quedara una mínima oportunidad de
recuperarse, pero tenía que volver a ordenarlo todo, no
sólo a sí mismo sino también sus relaciones
con el mundo exterior".
Las motivaciones de su pasado alcohólico
habían permanecido, durante esos dos últimos
años, como un enigma. Nunca consiguió entender las
verdaderas razones por las que bebía de esa forma y le
estremecía el hecho de que en el preciso momento en el que
su mujer daba a luz, la idea de volver a beber se le hubiera
tornado seductora.
Esto le daba a entender que no era una etapa superada en
su vida y que se sentía absolutamente propenso a una
recaída repentina. Y mientras analiza su situación
recuerda un pasaje que había leído en uno de sus
libros sobre
África en el que se comentaba que las celebraciones
tribales en muchas aldeas africanas se realizan con mucho
alcohol, lo
que a los historiadores del libro les
hacía pensar que aquellas aldeas aún carecen de
algo fundamental ya que únicamente profundas
insatisfacciones, desesperación y abandono pueden llevar a
los habitantes a beber de esa forma. Tras recordar esta lectura,
Bird asume que en su caso podía suceder algo similar a lo
que les ocurría a los pobladores africanos y concluye que
él mismo se había negado a analizar y reconocer las
propias carencias de su vida y como no lo iba a hacer por el
momento entonces sería sencillamente mejor permanecer
alejado del alcohol.
Este retroceso en el tiempo, el reconocimiento de su
pasado alcohólico, la tentación, la seguridad con que
Bird admite su fragilidad y su predisposición a una
recaída y la certeza de que sus motivaciones del pasado no
tienen una explicación racional son por un lado un
presagio del acontecimiento siniestro y proponen una lucha
interna del personaje en la que se debate entre
asumir sus deseos o sus responsabilidades, su condición
monstruosa o su rol en la sociedad.
Por un lado Bird siente temor de sí mismo, de sus
insatisfacciones, como expresa Cortés: "El sujeto ante lo
informe
desordenado y caótico se siente amenazado, percibe un
peligro que se cierne sobre su integridad, que pone en duda su
seguridad (física y psíquica) y no puede
soportarlo".
Bird sabe que no puede lidiar con sus insatisfacciones
personales, que como los pobladores de las tribus en
África no fue ni será capaz de analizar las
carencias de su vida y por lo tanto prefiere mantenerse alejado
del alcohol y de esa forma no atentar contra sí mismo,
pero no en el sentido saludable, sino más bien reprimiendo
sus apetencias que podrían revelarse de forma siniestra
más adelante: "Lo auténticamente monstruoso es
descubrir a la bestia en el seno del ser humano y, con ello,
destruir toda la seguridad en la identidad del
hombre".
Por otro lado, su pasado confirma una tendencia hacia lo
monstruoso, un deseo de romper el esquema de normalidad. Bird,
recién casado y graduado confabula contra el orden
establecido para imponer el caos con su estado de
ebriedad prolongado e irracional. Su completa negación
ante las razones reales de su borrachera le da un toque
monstruoso que está íntimamente ligado al miedo,
"la marginación, el desprecio, cuando no la
compasión más humillante".
El mayor presagio del acontecimiento siniestro es el
hecho de que de la pugna constante que hay entre los deseos
insatisfechos y la represión nace el monstruo: un ser que
a la vez fascina y repugna; un ser que existe "basado en un
sentimiento inmanente de terror ante la profundidad misteriosa de
la existencia".
Para terminar con esa etapa de su vida Bird
recurrió a la ayuda de su suegro, uno de los hombres
más respetables que él había conocido, y
antiguo director en la escuela donde
Bird se graduó. En ese tiempo Bird era estudiante de
Literatura y de inglés, pero durante su borrachera lo
abandonó todo y una vez que dejó de beber, su
suegro le ayudó a conseguir un trabajo de profesor en
una academia preuniversitaria.
En aquella ocasión, después de su
borrachera de setecientas horas, Bird renunció al caos
generado por su estado etílico, hizo caso omiso de los
indicios de su naturaleza monstruosa y durante lo siguientes dos
años se mantuvo dentro del orden social, cumpliendo con
la moral
establecida. Ahora, era el miedo a lo desconocido y a sus propias
insatisfacciones, junto a la autoridad y
benevolencia de su suegro lo que le impedía volver a
beber, la tarde en que su mujer se encuentra en la labor de
parto.
1.3 Bird y sus relaciones con el mundo
exterior
Bird se detiene frente a una vitrina y repentinamente,
del lado oscuro de ésta, surge una figura extraña.
Bird, con la sensación de que estaba siendo atacado por un
monstruo, voltea para enfrentar su mirada y después de
escudriñarse ambos detenidamente, la mujer pasa de
la urgencia a la indiferencia total cuando descubre que Bird no
es la persona adecuada para relacionarse. "Entonces Bird
percibió lo anormal de su cara, enmarcada en un cabello
rizado y abundante [?] observó el vello rubio que
había escapado al afeitado en el labio superior:
atravesaba la gruesa capa de maquillaje y temblaba".
El travesti saluda a Bird y se aleja. Lo había
confundido con un pervertido lo que para Bird era un error
humillante, pero se había redimido su honor cuando aquel
ser anormal se había alejado. Sin embargo, el encuentro da
pie a que Bird divague e imagine lo que hubiera sucedido si
decidía acompañar al travesti durante esa
noche.
Los pensamientos de Bird se ubican en un espacio
sórdido en el que reposa junto al hombre travestido y le
cuenta que su mujer debe estar en ese mismo momento en la labor
de parto. En su imaginación Bird asume que se ha
desvestido para que el joven se sienta menos turbado y que
aprovecha que la naturaleza de un ser como aquel no le permite
emitir ningún juicio, para contarle que:
[?] durante años he querido ir a África,
y que mi mayor ambición consiste en escribir una
crónica de mis aventuras que titularé El cielo
en África. Incluso hasta le hubiese dicho que el
viaje a África será imposible si cuando nazca el
bebé me encierro en la jaula que significa la familia.
(Desde que me casé he estado en la jaula, pero hasta
ahora siempre me pareció que la puerta permanecía
abierta; el bebé a punto de llegar bien podría
cerrarla definitivamente).
Es tan personal la confesión que Bird hace
imaginariamente al joven travesti, que el narrador le cede la
palabra y se expresa en primera persona, asumiendo uno de sus
mayores temores: ser padre, abandonar sus sueños y asumir
la responsabilidad de una familia.
Bird se siente capaz de confesarle su intimidad a un
travesti pero no es capaz de aceptarla dentro de sí mismo.
Aquello que hace del travesti un ser confiable es precisamente su
anormalidad ya que en palabras del narrador dentro de los
pensamientos de Bird: "Un joven que, fiel a lo retorcido que hay
en él, termina buscando pervertidos en las calles, un
joven así tiene que poseer unos ojos, unos oídos y
un corazón
exquisitamente sensibles al terror que habita en lo más
profundo de su subconsciente".
Bird pone fin a su delirio con la idea de que hubiera
significado ir demasiado lejos pasar la noche con un travesti,
pero podría haber compartido una copa con
él.
Una vez más en esta ocasión, al igual que
con el deseo de beber, Bird se siente tentado a transgredir las
normas y poner en peligro la seguridad del sistema tras imaginar
que se relaciona con uno de los seres más indeseables,
monstruosos y temidos por la sociedad. El travesti es la muestra
más clara de aberración:
Aquel que transgrede los límites
establecidos, aquel que nos devuelve una imagen inquietante de
nuestro cuerpo que no corresponde con las viejas ideas, aquel a
quien su diferencia relega a la frontera
externa de la realidad. Su monstruosidad no le permite la
convivencia con la sociedad.
En la figura del travesti se materializa lo peligroso e
indefinible, "es aquello que debiendo permanecer oculto se ha
manifestado". Sin embargo, es un ser útil ya que la
sociedad encuentra en él la confirmación de su
normalidad. Un ser como el travesti es indispensable para
conservar el orden, justificar la moral y las
leyes sobre las que se ha constituido la sociedad y confirmar,
por oposición y contraste, lo que se considera normal,
armónico e incluso bello.
La monstruosidad del travesti que además,
confunde por un instante a Bird con un pervertido, es una
amenaza. Como retoma Trías de la teoría freudiana
sobre lo siniestro u ominoso ("lo que pertenece al orden de lo
terrorífico, de lo que excita, angustia y causa horror".),
un ser como el travesti, cuya naturaleza monstruosa es el
sinónimo mismo del caos social, no puede sino ser el
portador de un presagio funesto, lo que para el caso de esta
primera parte de la novela viene a ser un encuentro determinante
dentro de la etapa de la posibilidad.
Más tarde, a las siete Bird busca un teléfono para llamar a su suegra y pedir
información sobre el estado de su mujer,
con la esperanza de que la línea esté ocupada. Para
usar el teléfono trata de alejarse de los bares para que
su suegra no escuchara el bullicio de la gente y encuentra un
lugar que le llama mucho la atención por el colorido de los anuncios
luminosos y su nombre en inglés: Gun Corner
(Rincón de las pistolas). Es un lugar de vídeo
juegos,
dardos, juegos para probar fuerzas, etc., repleto de
jóvenes que oían rock.
Después de enterarse de que su hijo se rehusaba a
venir al mundo y que su mujer sufría lo indecible, Bird se
queda parado observando a los jóvenes, quienes
parecían hipnotizados por los diferentes juegos y sus
dificultades. Concentrados, violentos, satisfechos hasta el punto
de los alaridos, los jóvenes eran de una generación
a la que Bird no pertenecía y tampoco alcanzaba a
comprender.
Mientras mira los juegos se encuentra frente a una
pandilla cuyos integrantes usan "idénticas cazadoras de
seda, bordadas con dragones de oro y plata,
el tipo de souvenir de Hong Kong para turistas norteamericanos".
Entonces Bird decide intentar con uno de los juegos de fuerza. Era
una doncella metálica que tenía los brazos cruzados
y el competidor debía intentar abrirlos para poder ver sus
senos metálicos. La fuerza aplicada se cuantificaba en
número que se desplegaban en los ojos de la doncella y a
su lado en una tabla de equivalencias se indicaba la fuerza
promedio que correspondía a cada edad.
Bird intenta y mientras obliga a la doncella
metálica a abrir los brazos siente gran dolor en cada uno
de sus músculos y la extraña sensación de
que cometía una violación. Cuando lo consigue su
puntaje es el equivalente a la fuerza promedio de un hombre de 40
años. Bird a sus 27 años y con todo el cuerpo
adolorido se siente humillado y decide intentar en otro juego, pero su
debilidad ya había atraído las miradas de toda la
pandilla que desafiante daba muestras de su fuerza. Para el
siguiente juego Bird ya estaba rodeado de los jóvenes y
una vez más sus intentos no llegaron ni al promedio
requerido. Su puño alcanzaba apenas 300 puntos de los 2500
requeridos y en un segundo intento 500. Bird se aseguró de
no arrugar los mapas de África al ponerse su chaqueta y
huyó ante las miradas frías y las carcajadas de la
pandilla.
Se aleja de Gun Corner entre las prostitutas
alineadas en las calle, los vagabundos, el aroma de las bebidas
alcohólicas que despiden los bares hasta que llega a un
descampado donde podría superar la humillación,
pero inmediatamente descubre que detrás suyo se encuentra
toda la pandilla de jóvenes con chaquetas de Hong Kong
quienes no habían podido resistir la tentación de
amedrentar a un hombre como Bird: "su debilidad había
despertado los instintos salvajes de la pandilla".
Bird busca por todos los medios la
forma de escapar y de repente el recuerdo de los mapas en su
bolsillo y de que su mujer daba a luz en ese preciso momento a su
primogénito le dan fuerza para luchar solo, con su fuerza
de un hombre de 40 años, con toda una pandilla deseosa de
destruirlo. Bird piensa: "Si huyo ahora no sólo
perderé para siempre la oportunidad de ir a África,
sino que además mi bebé llegará al mundo sin
otra posibilidad que llevar la peor de las vidas".
Bird recibe varios golpes pero ofrece resistencia y una
voluntad que le aseguraba el júbilo de la batalla.
Golpeado, ensangrentado y con un diente roto la pandilla se
aburrió de él y se marchó. Para Bird aquel
encuentro brutal le deja una cierta paz interior y hasta un mejor
humor del que había tenido durante todo el día
desde que su mujer iniciara la labor del parto.
Con respecto a los personajes secundarios que conforman
la pandilla con la que se relaciona Bird, comenta la estudiosa de
Oé, Michiko Niikuni Wilson, en su obra The Marginal
World of Oe Kenzaburo, que cuando al autor incluye en sus
novelas
aventuras en las que se habla de personajes criminales o
antihéroes sucede que estos, sea por su decisión
personal o por las circunstancias, ocupan una posición
verdaderamente marginal, características de seres
extraños o extranjeros quienes no aceptan ni son aceptados
por la sociedad, como en el caso de la pandilla. Y Oé crea
a su vez, como complemento, personajes solitarios e incapaces de
relacionarse, pero dueños de un poder de observación de la sociedad reforzado por un
espíritu satírico.
El personaje solitario analiza el mundo desde su
posición que es un intermedio entre el mundo respetable y
el marginal tal es el caso de Bird, personaje sombrío
capaz de realizar una observación tan elemental pero a la
vez específica como la de las chaquetas que usan lo
pandilleros, como un souvenir para extranjeros.
Este detalle puesto al descubierto de una forma
satírica pero sutil, pone en evidencia la condición
marginal de estos seres, que tiene a su vez una relación
con su imposibilidad de adaptación así como con el
hecho de ser extranjeros o de las afueras de la ciudad. Por un
lado el que está al margen de la sociedad incluso de forma
territorial y física, es una especie de paria. En la
sociedad japonesa esto tiene una relación política que deriva
del estado absolutista y centralizado del tiempo del Emperador,
en el que los poblados periféricos vivían un cierto
abandono.
Por otro lado y como una consecuencia del fin de
la Segunda Guerra
Mundial se presenta primordialmente la idea de la
liberación de este Estado absolutista, libertad que
los habitantes del Japón
no supieron asumir durante varias décadas y que
originó una atmósfera de angustia en todos los sentidos.
Aquellos seguidores del régimen cometieron suicidios por
el miedo a quedar desprotegidos de la autoridad del Emperador,
aquellos sobrevivientes a la era nuclear o las generaciones que
vivieron en las siguientes décadas, como es el caso de la
generación de Bird (nacido en 1935), adoptaron una postura
de pesimismo, desarrollaron una conciencia de la
destrucción y la fragilidad humana que los sumió en
el abandono de sí mismos, de sus creencias y en una
negación del futuro.
Los nacidos en la era posterior a las bombas viven una
negación formulada en la base del desconocimiento de la
guerra y de los tiempos de enfrentamiento bélico. Son
seres apáticos, apolíticos y con una tendencia a la
amoralidad y la incapacidad total de tomar decisiones o ser parte
activa de la sociedad de alguna forma útil, entendido de
la forma política. Los jóvenes japoneses nacidos
desde los años sesenta en adelante, como en el caso de los
integrantes de la pandilla, viven el consumismo de una potencia
comercial y económica que surgió de las cenizas de
Hiroshima y Nagasaki (1945) con una vertiginosidad
asombrosa.
Así, las relaciones que entabla Bird con los
personajes secundarios durante esta primera parte de la novela
pueden considerarse como un pronóstico de lo que
serán sus relaciones en adelante y, a la vez, influyen en
su ánimo, recargan el ambiente de
una sordidez inevitable y ponen al descubierto la fragilidad del
orden y del sistema del que Bird ha pretendido ser parte. La
naturaleza monstruosa de los seres de los que se ha visto rodeado
pone a prueba su propia condición monstruosa de la que ha
tratado de mantenerse alejado, pero por la que siente cierta
fascinación. Su mundo interno inexplorado, sus
insatisfacciones por descubrir, su deseo de huir, son las
inquietudes que le inician en un proceso de ruptura con la
sociedad, con el orden, y le acercarán a lo siniestro y al
caos.
1.4 El ambiente del presagio y las condiciones
siniestras
Bird deambula por espacios marginales cuya
atmósfera grave se va creando a partir de los
calificativos oscuros que surgen de la voz del narrador. El
protagonista se aleja de su casa, de su lugar de trabajo en una
respetable academia preuniversitaria, del hospital donde su mujer
está a punto de dar a luz (instituciones
que reafirman el orden social) para refugiarse de su angustia y
de sus pensamientos en un barrio céntrico poblado de
figuras grotescas. Como las describirán Kayser y
Cortés: seres siniestros, lúgubres, que exhiben su
deformidad como un espectáculo. Y lo reafirmará
Trías, cuando recuerda que: "Lo siniestro es aquello que
debiendo permanecer oculto se ha revelado".
Estas criaturas con las que Bird se encuentra en su
camino, no se ocultan, se muestran, se ofrecen y son las que dan
un tinte marginal a los ambientes y determinan una
atmósfera de presagios siniestros.
Trías realiza a su vez un inventario
temático de motivos siniestros, en el que recopila las
asociaciones de Freud con el
concepto y determina seis condiciones en las que se produce lo
siniestro (estas se pueden identificar a lo largo de la novela en
distintas circunstancias por lo que volveremos a mencionar esta
clasificación más adelante):
1. Un individuo
siniestro es portador de maleficios y presagios funestos. Este
caso lo habíamos comentado anteriormente en
relación al encuentro de Bird con el travesti y aplica
también a su enfrentamiento a la pandilla. Ambos
personajes son portadores de un presagio funesto (el fracaso,
la muerte, la
demencia, etc.) que se confirma a continuación en el
acontecimiento central: el nacimiento de su hijo.
2. El individuo siniestro que trae presagios funestos
para el sujeto puede tener el carácter de un doble del mismo.
3. Una relación entre lo humano y lo inhumano, la
relación de promiscuidad entre lo orgánico e
inorgánico.
4. Resulta siniestra la repetición de una
situación en condiciones idénticas a la primera vez
que se presentó. Un genuino retorno de lo mismo. Esta
condición se encuentra en varias acciones de Bird durante
el desarrollo de la novela y tendrán relación con
la huida, la responsabilidad y su naturaleza propensa a los
vicios y las recaídas que se presiente cuando recuerda su
etapa alcohólica.
5. Es siniestro aquel cuerpo que presenta lesiones,
amputaciones, órgano defectuosos. Esta es posiblemente la
condición fundamental de la novela y el signo con el que
estará marcado el hijo de Bird.
6. Se da la sensación de siniestro cuando algo
presentido, sentido y secretamente deseado por el sujeto se hace
realidad. O cuando convicciones primitivas que parecían
superadas hallan su confirmación. Bird presiente desde el
inicio que el nacimiento de su niño será desastroso
para su vida, será el fin de su libertad y este
presentimiento tomará cuerpo cuando el niño
nazca.
Finalmente, los hechos, los pensamientos, los ambientes
y personajes confirman el presagio de un acontecimiento
siniestro. La atmósfera de gravedad que se cierne sobre
Bird se afianza con las imágenes de escaparates en donde
se ve reflejado como un anciano decadente primero y como un
cadáver después; calles y callejones poblados de
travestis, homosexuales y prostitutas; restaurantes y bares donde
se refugian bebedores y lugares de juegos luminosos donde se
reúnen jóvenes extranjeros, provincianos
marginales, pandilleros, seres violentos y enajenados, deseosos
de confrontar al débil. Y por último con indicios
como: dos mapas de África en el bolsillo de la chaqueta
(los dos primeros que ha comprado con la intención de
usarlos en la locación, sinónimo de
huida).
Un recuerdo pausado, casi placentero, de sus días
de alcoholismo y
la certeza de que una recaída sería posible. Una
llamada telefónica que le confirma los dolores de su mujer
y la resistencia de su hijo para venir al mundo. La seguridad de
que ser padre de familia será como cerrar la jaula en la
que se encuentra desde que se casó. Medir sus fuerzas y
comprobar su debilidad. El cuerpo golpeado, un diente roto, la
chaqueta ensangrentada y una extraña certeza de que los
enfrentamientos violentos de ese día son los únicos
que le han proporcionado un poco de paz interior antes de entrar
en lo que serán los acontecimientos o la
realización del presagio.
Capítulo 2:
La realización del presagio: el nacimiento del
monstruo
Un estremecimiento le recorrió
el cuerpo y se sintió
más víctima que nunca: el
bebé monstruo
le haría la vida
imposible.
2.1 El nacimiento del hijo
Para continuar con el modelo de análisis
narratológico de Claude Bremond, en este capítulo
de nuestro estudio nos referiremos a la segunda etapa de la
fábula que corresponde al acontecimiento o
realización, en la que se cumplen los presagios de lo
siniestro que se anunciaban con la conducta, las acciones y la
tensión narrativa; y nace el hijo de Bird, una criatura
anormal.
En la teoría de Bremond los acontecimientos se
definen como "la transición de un estado a otro que causan
y o experimentan los actores" y "adquieren sentido en
relación a un proyecto humano",
en este caso el proyecto que Bird emprenderá de ahora en
adelante consiste en decidir sobre el futuro de su hijo. Los
acontecimientos alrededor de este proyecto se pueden agrupar a lo
largo de la fábula o historia en dos tipos de procesos,
según favorezcan o contraríen la misión del
personaje, estos son: proceso de mejoría y proceso de
deterioro ("Ambos tipos se pueden hacer posibilidad. Ambos pueden
o no realizarse, y ambos pueden concluir con o sin éxito").
Según la clasificación de Bremond, los
procesos de mejoría pueden ser: el cumplimiento de la
tarea, la intervención de aliados ("en forma de un agente
que toma a su cargo del proceso de mejoramiento", sin importar si
la ayuda que se recibe del aliado es voluntaria, por
obligación o azar), la eliminación del oponente, la
negociación ("consiste en definir las
modalidades de intercambio de servicios que
constituye la finalidad de su alianza".), el ataque y la
satisfacción.
Los procesos de deterioro consisten en el tropiezo ("una
tarea cumplida al revés, el agente emplea medios aptos
para alcanzar un resultado opuesto a su fin".), el deterioro, la
creación de un deber, el sacrificio ("una conducta
voluntaria, asumida con vista a un mérito a adquirir".),
el ataque soportado y el castigo soportado. Una vez que el
protagonista se ve enfrentado a los acontecimientos, en el caso
de Bird, al nacimiento de su hijo, siente la necesidad de actuar
ante ellos, de introducir cambios, y éstos
responderán a los procesos de mejoría o deterioro
con respecto a la situación inicial.
En Una cuestión personal encontramos que
los procesos de mejoría y deterioro se combinan e incluso
en algunos casos pueden llegar a cumplir una doble función
dependiendo de la misión que asume el protagonista y
quienes le rodean (aliados u opositores). En el caso de Bird, en
esta etapa y hasta el final, encontraremos una clara diferencia
entre lo que desea y lo que realmente debe llevar a cabo y esto
se verá reflejado en los procesos que enfrentará y
que identificaremos a lo largo de este análisis. Por
ejemplo, Bird, como parte del proceso de mejoría,
deberá cumplir una tarea, que por un lado consiste en
salvar a su hijo, buscar la forma de que sobreviva y, por otro
lado, la tarea que desea efectuar es deshacerse de él y
conseguir que muera. Buscar aliados, es por una parte encontrar
alguien que le ayude a salvar a su hijo y por el otro, hallar
cómplices capaces de encubrir el asesinato del
bebé. De esta forma se cumplen y se combinan los procesos
de acuerdo a los distintos rumbos que toman los
acontecimientos.
En esta parte confirmamos que la tragedia del nacimiento
de un hijo enfermo da lugar a que Bird asuma su condición
monstruosa. A medida que el conflicto
crece, él busca refugio en el alcohol, la oscuridad y las
perversiones. Se abandona para conseguir en la perdición
un consuelo, una forma de purificación. Así
también, nos enfrentamos a otra forma de monstruosidad que
corresponde a las anomalías y lesiones físicas, que
es el caso del hijo de Bird, quien involuntariamente será
un anormal desde su nacimiento. Consideraremos al padre como un
monstruo social, que se ha posesionado, por propia
elección, de una naturaleza siniestra en contraste con la
condición monstruosa innata del hijo.
El presagio al que nos referíamos en la primera
parte se cumple cuando Bird, que dormía con su ropa
ensangrentada de la pelea de la noche anterior y soñaba
que estaba en una meseta africana, despierta a la madrugada con
una llamada que le anuncia que debe ir de urgencia al hospital ya
que su hijo ha nacido con una anomalía.
Desde que recibe la llamada telefónica Bird
sospecha lo peor de esta noticia: sale en su bicicleta a toda
velocidad
venciendo los obstáculos del camino y soportando la lluvia
y a lo largo del trayecto:
Tomó conciencia de que cualquier cosa le
sobresaltaba y que sus ojos, oídos y olfato se
habían agudizado en exceso. Tuvo la vaga
sensación de que ello era un mal presagio: lo mismo
había sucedido durante la época de interminables
borracheras.
Una vez en el hospital se dirige a una sala que
está prácticamente en tinieblas y se identifica
como el padre, pero no recibe ninguna respuesta salvo las miradas
que lo escudriñaban detenidamente. Descubre, sentada entre
los médicos, a su suegra, una figura encogida y llorosa
que se esconde detrás de las mangas del kimono y que es
incapaz de mirar a Bird a los ojos. Él se sienta y repite
que es el padre y obtiene un gesto de afirmación de parte
de uno de los médicos, el director del hospital, quien en
lugar de responder saca una pipa y la llena de tabaco. El
director:
Era un hombre bajo, con aspecto de tonel, obeso en
extremo, lo que le daba un aire
melancólico, pesado y de pretenciosa pompa. Tenía
la bata sucia y abierta a la altura del pecho, tan peludo como
el lomo de un camello. Las mejillas, el labio superior y el
buche de grasa que le colgaba hasta la garganta estaban
cubiertos de barba.
Bird, quien lo observa detenidamente, siente que hay
"algo sospechoso en ese doctor peludo y de mediana edad que le
impedía bajar la guardia. Como si, por debajo de su
piel hirsuta,
se ocultara algo peligroso".
Luego de la espera, el médico con una
expresión de extrañeza y una sonrisa ambigua
pregunta: "¿Quiere ver la cosa antes?" Bird que no asimila
el anuncio, pregunta si el bebé está muerto y como
respuesta recibe un suspiro de su suegra que le hace pensar que
"había querido indicarle cuán profunda era la
ciénaga de la calamidad en que él y su esposa
estaban metidos".
Durante estos instantes se percibe la atmósfera
de tensión y oscuridad que rodea a Bird y a su familia y
se corrobora con la presencia de un personaje de aspecto tan
grotesco como el director del hospital quien, de alguna forma, es
el responsable de haber traído al mundo a aquella criatura
a la que ahora se referirá como ?la cosa?.
Cuando Bird atina a pronunciar palabra, solicita
información antes de ver a su hijo y el médico le
da la razón diciendo que es mejor que lo sepa antes de
verlo porque definitivamente es algo que resulta chocante. Para
Bird lo chocante en ese momento es que el doctor no deja de
sonreír de una manera cínica y Bird piensa que tal
vez reía porque:
Había extraído de entre las piernas de
la mujer de otro hombre una especie de monstruo inclasificable.
Tal vez se trataba de un monstruo con cabeza de gato y cuerpo
hinchado como un globo. Aparte lo que fuera la criatura, el
doctor se sentía avergonzado por haberla traído
al mundo.
Para Bird ese no era motivo para que un médico
riera y apareciera como un comediante en lugar de un profesional
digno. Lo que Bird quería saber era qué tipo de
monstruo había engendrado, sintiéndose desde ese
mismo instante como ?el padre del monstruo?. Supo que su hijo
tenía el aspecto de un ser con dos cabezas.
Había nacido con una hernia cerebral y él
casi ingenuamente osa preguntar si hay posibilidad de que
él niño viva con normalidad. Y como si explotara,
el médico le responde a Bird: "¡Con normalidad! [?]
¡Estamos hablando de una hernia cerebral! Se podría
abrir el cráneo y meter dentro el cerebro, pero
incluso así, y con suerte, sólo conseguiremos una
especie de humano vegetal".
Bird aún completamente desconcertado piensa:
"Pobrecillo, la primera persona que mi bebé
encontró en el mundo tuvo que ser este doctor peludo y
rechoncho como un cerdo". Después de saber que ?la cosa?
era un varón, sigue las instrucciones del médico de
ir a su casa a cambiarse la ropa húmeda con la que ha
llegado al hospital, para luego preparar el trámite de
traslado del niño al hospital de la Universidad
Nacional que podrá hacerse cargo del "monstruo" de mejor
manera.
No le aseguran que muera enseguida porque es, dentro de
lo posible, un niño vigoroso, pero nadie le ofrece ninguna
esperanza. Mientras Bird camina hacia la calle y monta su
bicicleta siente una voz que le dice: "Puedes conducir esa
bicicleta hasta un paraje desconocido y atiborrarte de alcohol
durante cien días. Bird escuchó esta dudosa
revelación [?] Esperó que la voz volviera a hablar.
Pero sólo hubo silencio".Esta voz es una especie de juego
del narrador quien se atreve a hacer sugerencias a Bird, ya que
conoce su naturaleza.
El anuncio del nacimiento del niño es la
confirmación del presagio de lo siniestro que se
cernía sobre Bird. El niño ha nacido para cerrar la
jaula en la que Bird se consideraba atrapado desde su matrimonio y para
convertirse en una marca de
vergüenza, en una calamidad para su familia. El nacimiento
del niño corresponde a las condiciones en las que se
produce lo siniestro según Eugenio Trías, a las que
nos habíamos referido en el primer capítulo. Una
vez que ha nacido el niño se convierte en el portador de
presagios funestos, en este caso asociados a la demencia y la
muerte. Tras la certeza que el médico ha dado a Bird de
que el niño no podrá crecer con normalidad, para
Bird la única opción que queda es esperar su
muerte.
En la segunda condición Trías menciona que
el individuo siniestro puede tener el carácter de doble
del sujeto y asegura que en esta clasificación se
considera la relación entre el padre y el hijo como la de
un doble. Bird es el sujeto que confirma su naturaleza siniestra
en la medida en la que encuentra en su doble, (su hijo) a un
monstruo.
Como menciona Trías en la quinta condición
de lo siniestro: es siniestro aquel cuerpo que presenta lesiones,
amputaciones, órgano defectuosos. El médico
dirá del niño que le recuerda la obra del
compositor austriaco Josef Wagner (1856-1908) "Bajo la doble
águila", marcha que hace referencia al águila de
dos cabezas distintiva del Imperio Austro-Húngaro. El
bebé es un ser con dos cabezas al que se atreve a llamar
?la cosa?.
Trías indica, además, que se da la
sensación de siniestro cuando convicciones primitivas que
parecían superadas hallan su confirmación. En
primer lugar se ratifica la sospecha de Bird de que el nacimiento
de su niño le traerá desgracia. Pero más
adelante encontraremos un importante acontecimiento que
dará un nuevo sentido a esta condición de lo
siniestro. Bird al relacionarse sexualmente con una mujer
confesará su miedo a los órganos sexuales femeninos
como cavidades de donde solo puede surgir el mal. Esta
convicción primitiva encuentra sus razones en una extensa
y antigua mitología en la que la mujer se consideraba
generadora de caos, perdición y muerte, conceptos sobre
los que profundizaremos más adelante.
A continuación, Bird experimentará el
primero de los procesos de mejoría que consiste en el
cumplimiento de la tarea: asumir su paternidad y hacerse cargo de
su hijo y de su futuro. Para esto deberá trasladarlo a un
nuevo hospital y desde ese momento esperará que el
bebé muera.
De vuelta al hospital, Bird es recibido por otro de los
médicos, un joven que tiene un ojo de vidrio y lleva
una pequeña cesta cubierta y un cilindro de oxígeno. No podía verlo pero
podía escuchar "por el débil siseo del
oxígeno [?] que aquello vivía". Todo estaba
preparado para el viaje en ambulancia. Bird se sienta frente a la
canasta donde iba su hijo y el viaje en la ambulancia con sirena
empieza él mientras piensa a través del narrador
omnisciente: "Hasta ahora, las sirenas siempre habían sido
objetos en movimiento que
pasaban a toda velocidad. Sin embargo, ahora Bird llevaba una
sirena adherida al cuerpo como una enfermedad: esta sirena nunca
se alejaría".
El médico joven intenta entablar una
conversación con Bird, pero él no responde a sus
preguntas. El médico le cuenta a Bird la
fascinación que ha producido un caso como el de su hijo,
único en la historia del hospital donde trabaja, y se
sincera diciendo que sería bueno para la medicina,
después de la autopsia del
niño, saber cuál fue el mal que le aquejó.
Después de mencionar la autopsia comenta: Además,
si me permite ser sincero, creo que el bebé estará
mejor muerto, y lo mismo le ocurrirá a usted y a su mujer.
Algunas personas son extrañamente optimistas en este tipo
de casos, pero créame, cuanto antes muera el niño
mejor para todos.
Con este comentario el médico sentencia al
bebé y de alguna forma consuela a Bird, quien no guarda la
esperanza de su mejoría y se prepara con cierto alivio
para la muerte de su hijo. Bird alcanza a ver al niño en
la canasta y descubre que:
es un bebé feo, de cara apretada, colorada,
llena de arrugas, residuos de grasa, los ojos completamente
cerrados como las conchas de un bivalvo, y unos tubos de goma
penetraban por las fosas nasales; la boca permanecía
abierta en un grito mudo [?] logró ver la cabeza
vendada. Bajo el vendaje, el cráneo estaba recubierto de
algodón ensangrentado. Pero no
había manera de ocultar que allí había
algo anormal.
A continuación vemos a Bird experimentar una
cierta melancolía frente a la visión del
niño y llora mientras piensa que el bebé tiene la
cabeza vendada como Apollinaire cuando fue herido en el campo de
batalla. El narrador da paso a la reflexión precisa y casi
poética que hace Bird: Cómo Apollinaire, mi hijo
fue herido en un campo de batalla oscuro y silencioso que no
conozco, y ha llegado con la cabeza vendada. Tendré que
enterrarlo como a un soldado muerto en combate".
Desde este momento Bird entiende que espera la muerte
del niño para cumplir con la tarea de enterrarlo como un
héroe.
2.2 El bebé monstruoso
El hijo de Bird ha nacido con una hernia cerebral,
parece que tiene dos cabezas. Cuando Bird puede conocerlo, en las
incubadoras del hospital al que ha sido trasladado
éste:
Ya no tenía la cabeza vendada como Apollinaire.
A diferencia de los demás bebés, tenía la
piel roja como la de un langostino hervido y con un
extraño aspecto lustroso. El rostro resplandecía
como recubierto por un tejido nuevo procedente de una quemadura
recién sanada. Considerando el modo en que tenía
cerrados los ojos, parecía como si soportara una gran
incomodidad, sin duda originada por el bulto que
sobresalía de la parte posterior del cráneo como
otra cabeza roja. Seguro que
producía una sensación de pesadez, de molestia,
como un ancla sujeta a la cabeza. ¡Esa cabeza larga y
afilada, modelada por el útero! Machacaba dentro de Bird
las aristas del shock con más brutalidad que el
propio bulto, y le producía una náusea espantosa [?] el bebé ya no
estaba al borde de la muerte, ¿Crecería con un
bulto craneal? El bebé seguía vivo [?] envuelto
en esa piel roja de langostino, el bebé comenzaba a
vivir ferozmente con un ancla a rastras en el cráneo.
¿Una existencia vegetativa? Quizá. Un cactus
mortal.
Como hemos mencionado anteriormente, según las
reflexiones que hace Cortés, en la sociedad "el ser humano
se construye un mundo estable en el que los objetos y las
personas tienen formas reconocibles y permanentes". En contraste
con este sistema, entendemos que los monstruos son seres vivos
(no minerales o
mecánicos) que han transgredido las fronteras establecidas
y se contemplan básicamente dos categorías en las
que se puede agrupar a estos seres: "unos monstruos traspasan las
normas de la naturaleza (los aspectos físicos), otros las
normas sociales y psicológicas". Con respecto al segundo
caso, Cortés comenta que la sociedad se basa en reglas y
obligaciones, exige de las personas un comportamiento
cívico "el cual
tiene como principal objetivo
refrenar los impulsos y censurar los más profundos
deseos."
Es así que la sociedad se protege a sí
misma de la amenaza de aquello que puede perturbar el orden y
rechaza todo lo inapropiado. Los seres monstruosos encarnan el
caos porque son "manifestaciones de todo aquello que está
reprimido por los esquemas de la cultura dominante". Bird,
convertido en un monstruo social, representa todo lo que la
sociedad repudia: es un depredador que desea la muerte, que
ocasiona una ruptura en las jerarquías, que amenaza la
estabilidad de las instituciones básicas.
Considerando el caso del bebé, quien ha
transgredido las normas de la naturaleza con su hernia cerebral,
podemos también contemplar los conceptos que propone
Cortés retomando a Freud, en los que explica que el ser
humano experimenta dos grandes temores: el primero es el miedo a
la castración y a la transgresión de las fronteras
corporales y el segundo la prevención que siente el hombre por
la sexualidad de la mujer (tema que abordaremos luego
detalladamente).
A este temor se asocia el acto sexual, la
procreación y sus resultados. Específicamente sobre
los nacimientos expresará que "cada vez que nace un
niño, un monstruo potencial está en camino. La
amenaza constante. Toda tentativa de transmitir vida constituye
un riesgo".
Bird se ve afectado por ambos temores, en su hijo se
plasma el temor a la deformidad: su hijo es ?la cosa? a quien los
médicos consideran un caso clínico único que
podría ser utilizado como un antecedente para prevenir
casos similares. Y es además un nacimiento que confirma
que cada niño puede ser un potencial monstruo, lo que se
asociará más adelante con el temor de Bird por la
sexualidad femenina: de las cavidades de su mujer han
extraído al monstruo que él ha
engendrado.
La percepción
del monstruo depende de algunas variantes como son: aquello para
lo que fue creado y lo que ha podido significar en una
época o lugar ya que cada pueblo y cada cultura tiene un
diablo, un monstruo al que se enfrenta.
En este caso es pertinente hacer una relación con
el ámbito social. Hay que tomar en cuenta la sociedad que
se describe en Una cuestión personal. Bird vive en
la década de los sesenta en un Japón que empieza a
vivir la regeneración económica pero que lleva a
sus espaldas el estigma de la destrucción y el caos.
Después de las bombas atómicas de Hiroshima y
Nagasaki, hay que tener en cuenta que la sociedad se enfrenta a
una seria proliferación de seres monstruosos. En el caso
de aquellos cuya naturaleza (aspectos físicos) los excluye
se puede enumerar a los miles de sobrevivientes de las bombas:
ciegos, sin piel, con cánceres de distintos tipos, tanto
los afectados, como aquellos que los auxiliaron y los habitantes
de zonas aledañas que vivieron durante décadas
expuestos a los efectos de la radioactividad.
Esta contaminación sería la causante del
nacimiento de niños
deformes y enfermos, un temor social que confirmaba que cualquier
nacimiento podría ser el de un potencial monstruo.
Además, aquellos monstruos que amenazan las condiciones
sociales y psicológicas con los "que la sociedad fabrica
(guerra, accidentes,
crueldad, psicosis?)". En
este caso soldados, sobrevivientes y no sólo asociados a
la guerra sino al crecimiento de las ciudades, al resurgimiento
económico en el que se contemplan siempre seres que no se
adaptan a las condiciones, los veteranos seguidores del
Emperador, por ejemplo. Y sectores marginales compuestos de
homosexuales, travestis y prostitutas, que pueblan también
los ámbitos sórdidos que presenta Una
cuestión personal.
Para referirnos más específicamente al
bebé, retomamos una clasificación que hace
Cortés de monstruoso en la literatura, en la que menciona
que su aparición empieza como una variación de la
novela gótica inglesa en el último tercio del siglo
XVIII y el primer cuarto se siglo XIX. Y considera a los cuatros
seres monstruosos más significativos del siglo XIX y
principios del XX, quienes tienen en común entre ellos y
con el hijo de Bird, la privación del uso de la palabra,
es decir una imposibilidad de comunicarse.
Si contemplamos la primera película de James
Whale sobre Frankstein, el personaje de Mr. Hyde en la famosa
novela de Robert-Louis Stevenson, la versión de Murnau
de Drácula, o a Gregorio Samsa, en La
metamorfosis de Kafka, podemos apreciar como a todos ellos
se les ha condenado al silencio. Se les ha confinado a una
comunicación no verbal, hecha de toscos y
bruscos gestos que enfatizan su diferencia y su pertenencia a
otros mundos, al tiempo que se rompen los lazos de semejanza
con las personas, evidenciando la imposibilidad de pactar con
ellos porque son el otro.
El bebé no podrá nunca comunicarse con su
padre de manera verbal y es así que "frente al mutismo al
que la bestia se ve reducida, se alza implacable el discurso de
las instituciones (el de la medicina, el de la ley, el de la
familia, el de la racionalidad), que no tiene otra función
que reestablecer el orden. El razonamiento de la sociedad no
puede contradecirse, no hay contestación posible ya que
los monstruos no pueden hablar". En este caso la curiosidad y el
juicio determinante de los médicos, el de Bird, su suegra,
que sufre lo indecible porque considera que su familia ha sido
marcada por la vergüenza, e incluso no entiende por
qué Bird debe ir al hospital a ver el progreso del
bebé, insinuando así que este ser debería
ser abandonado y olvidado, sin nada que él pueda decir en
su defensa, quedando desamparado a merced de la
sociedad.
2.3 El mundo del bebé
La condición monstruosa del bebé se hace
eco de la atmósfera siniestra que le rodea y de la propia
monstruosidad que va creciendo en Bird como un presagio de la
muerte del niño. Bird reflexiona sobre la naturaleza de su
hijo y sobre su paso por el mundo:
La muerte de un bebé vegetal, sólo tiene
funciones
vegetativas, no va acompañada de sufrimiento. Muy bien,
pero ¿pero qué significa la muerte para un
bebé así? ¿O la vida? El germen de una
existencia que aparece sobre una llanura de nada extendida
durante millones de años, y de allí crecen
durante diez meses. Evidentemente, un feto no
tiene conciencia, tan sólo se acurruca formando una bola
y existe en un mundo oscuro y mucoso. Luego sale peligrosamente
al mundo exterior, donde todo es duro, frío, estridente,
seco y de un fulgor impetuoso. Un mundo que el bebé no
puede abarcar por entero y se ve obligado a vivir con numerosos
entes extraños.
El bebé estuvo desde el inicio de su existencia
rodeado de atmósferas tétricas y seres
extraños. La clínica privada donde nace es un lugar
lúgubre de largos pasillos y salas oscuras y a
continuación el hospital a donde lo trasladan es un lugar
burocrático y frío donde ni las enfermeras escuchan
a los parientes de los enfermos y solo insisten en que se ocupen
del papeleo de los trámites de
hospitalización.
Los médicos con los que Bird debe tratar son
seres grotescos, de comportamiento miserable como es el caso del
director del hospital, un hombre grande, peludo como el lomo de
un camello, que se ríe como un comediante barato de las
anomalías del hijo de Bird. Luego le atiende un doctor con
un ojo de vidrio que anhelaba la autopsia del niño, sin
disimular su curiosidad. Más tarde otro de los
médicos "con ojos de tortuga [?] la garganta colgante y
flácida de una tortuga brutal y altanera" se
ofrecería a racionar la leche del
bebé y darle como sustituto agua azucarada
para que se vaya debilitando y finalmente muera.
Mientras Bird camina por los corredores del hospital que
parecían "alcantarillas oscuras" se encuentra con un
paciente joven en una silla de ruedas con la que obliga a Bird a
retirarse de su camino con una mirada hostil "como si Bird
simbolizara a todos los que llevaban su cuerpo sobre dos pies".
Más adelante se encontrará con el padre de otro de
los pacientes, un hombrecillo de aspecto vulgar y manos sudorosas
"el cabello pegado a la frente y tenía un gran
cráneo plano; el conjunto daba un aspecto aceitoso
indecente". Este hombre extraño y de aspecto desagradable
era el padre de un bebé que había nacido sin
hígado. Bird deambula indeciso por el hospital, y observa
a través de las puertas de las habitaciones a los enfermos
"parecidos a animales sucios,
acostados o sentados en las camas con gestos inexpresivos" y en
la puerta de uno de los cuartos:
Una joven delgada, joven y completamente desnuda
permanecía de pie junto a la puerta [?] en la penumbra su
cuerpo parecía no haber llegado todavía a la
plenitud. Mientras se apretaba con una mano los diminutos pechos,
con la otra se acariciaba un vientre plano y se tironeaba del
vello púbico. Luego separó los pies poco a poco y
hundió un dedo suavemente en su vulva perfilada con toda
claridad.
Así, tras huir de la imagen de la
ninfómana, Bird se enfrenta al médico que se
hará cargo del bebé: un abortista inescrupuloso con
la cabeza en forma de huevo y que usa una bata salpicada de
sangre.
Los personajes son a menudo comparados con animales,
él mismo Bird ha sido comparado desde los quince
años con un pájaro. Aquellos seres con los que Bird
se encuentra en su camino y que componen el mundo del bebé
se pueden agrupar en las categorías de monstruos
físicos y sociales. En el primer caso están los
enfermos: una ninfómana, un niño sin hígado,
un inválido. Y luego el grupo
más numeroso en el que se puede mencionar a cada uno de
los médicos cuyo aspecto es grotesco y su comportamiento
es cruel, frío y en el mejor de los casos irónico.
"Pero ambos (lo físico y lo moral) se juntan en el campo
del significado, en la medida que normalmente, lo físico
simboliza y materializa lo moral" y en este caso todos se
consideran monstruos que transgreden el orden establecido y
generan el caos.
Para poder hablar de la naturaleza de los monstruos
podemos tomar la clasificación que Cortés recoge de
la teoría de G. Lascault, según la cual existen
tres tipos de seres monstruosos. En primer lugar está
aquel ser en el que se combinan las formas, los géneros,
etc. Son el producto de
metamorfosis, composiciones o desplazamientos de órganos,
etc. En este grupo, al que pertenece también el hijo de
Bird, encontramos al niño sin hígado y al joven
inválido.
El segundo caso es el del monstruo simbólico que
encarna el desbordamiento afectivo de los deseos, la
exaltación imaginativa en su paroxismo, las intenciones
impuras. Podemos considerar al mismo Bird dentro de esta
categoría, así como a los médicos, que
además de constituirse como monstruos sociales, simbolizan
el deseo de la muerte de la criatura y en el caso del abortista
un deseo perverso e impuro.
La última categoría es la de los fantasmas de
la mente. En este caso lo monstruoso se deriva del
miedo:
Si el monstruo nos asusta es porque nos está
mostrando los deseos propios [?] nos fascina y atrae porque nos
inquieta, nos tienta, nos obliga a salir de lo cotidiano y
banal [?] al observar a un ser monstruoso, se nos revela una
parte de nosotros mismos, que desconocemos, se despierta en
nuestro interior la ocasión de expresar, de proyectar
los deseos y los temores.
Esta resulta una categoría particular ya que de
alguna forma todos aquellos monstruos sociales, en especial Bird
y los médicos, frente al niño anormal, han
despertado a su propia monstruosidad.
2.4 La relación del padre y el
hijo
Desde el anuncio del nacimiento de su hijo anormal, Bird
busca la forma de librarse de aquello y para poder seguir
con su vida, la que tomaría, sin duda, un nuevo rumbo ya
que sin la presencia del hijo, su mujer le pediría el
divorcio y
esto implicaría su libertad y la posibilidad de viajar a
África.
Bird se convence, desde que le anuncian que su hijo
nació anormal, que el niño morirá en uno o
dos días. Junto a su suegra deciden ocultarle la verdad a
su esposa para que después de muerto el niño ella
piense que fue su corazón el que falló y no tenga
que vivir con la imagen del bebé de dos cabezas grabada en
su mente.
Después de trasladar a su hijo al hospital donde
los especialistas del cerebro podrían ocuparse de su caso,
deja muy en claro que él no quiere hacerse cargo de un
niño vegetal y pacta con un médico para que
disponga que el niño solo sea alimentado con agua
azucarada para que se debilite y muera cuanto antes.
Cuando Bird comenzó a cruzar la plaza del
hospital [?]. A mitad de camino se dio la vuelta y
contempló el edificio donde acababa de abandonar a su
primer hijo, un bebé al borde de la muerte. El edificio
era gigantesco [?], hacía que el bebé que
gemía en alguno de sus rincones pareciera más
insignificante que un grano de arena.
Y aquella imagen le reconfortaba por instantes y pensaba
que de cualquier forma un niño vegetal no podía
sentir cosa alguna. Después de dos días el
niño se fortalece en lugar de morir como su padre
esperaba. Bird se siente indignado al confirmar que había
entre los médicos un grupo dispuesto a operar a su hijo y
salvarle la vida. "esos médicos que pretendían
probar sus conocimientos en el bebé y luego
cargárselo a él por el resto de su vida". Bird
únicamente piensa:
Tengo que librarme de él. Además,
¿qué ocurriría con mi viaje a
África? En un impulso como de autodefensa como si el
bebé estuviera atacándole desde la incubadora,
Bird se preparó para la batalla al mismo tiempo se
ruborizaba, avergonzado de sí mismo [?] si al menos
pudiera librarme de la carga que implica un bebé
vegetal.
Eugenio Trías propone en su estudio de lo bello y
lo siniestro un concepto usado por Kant que es el de
lo sublime, sentimiento que incluiremos en este punto del
análisis para explicar en parte la relación de Bird
con su hijo o principalmente para expresar aquello que el
protagonista siente frente a su hijo. Según el
análisis kantiano del sentimiento de lo
sublime:
El sujeto aprehende algo grandioso (muy superior a
él en extensión material) que le produce la
sensación de lo informe, desordenado y caótico.
La reacción inmediata al espectáculo es dolorosa:
siente el sujeto hallarse en estado de suspensión ante
ese objeto que le excede y le sobrepasa. Lo siente como amenaza
que se cierne sobre su integridad. A ello sigue una primera
reflexión sobre la propia insignificancia e impotencia
del sujeto ante el objeto de magnitud no mesurable. Pero esta
angustia y ese vértigo, dolorosos del sujeto son
combatidos y vencidos por una reflexión segunda,
supuesta y confundida con la primera, en la que el sujeto se
alza de la conciencia de su insignificancia física a la
reflexión sobre su propia superioridad moral.
A continuación Trías propone un proceso de
cinco pasos para la contemplación del objeto. Primero la
aprehensión de lo grandioso que se presenta como el caos,
la deformidad y el infinito. El segundo paso será el temor
y la angustia. Luego la conciencia de la propia insignificancia
frente al objeto que se contempla. Después una
reacción al dolor mediante la búsqueda de placer. Y
finalmente la mediación: el hombre se acerca y toca
aquello que teme y descubre su condición
finita.
Bird, el sujeto, experimenta lo sublime al enfrentarse
al monstruo. Siente la magnitud del peso del niño y su
destino se revela a través de este sentimiento en el que
lo sublime es el comienzo de lo terrible y lo
siniestro.
El niño es el objeto de dimensiones
inconmensurables que Bird contempla, un ser imperfecto que genera
caos, amenaza su integridad y que es capaz de destruir su vida.
La contemplación y cercanía del bebé como un
objeto siniestro despierta dolor y amenaza la tranquilidad del
padre. Cuando Bird contempla a su hijo se encuentra frente al
caos. Su entendimiento es superado por la monstruosidad del
objeto que excede los límites de lo establecido. A
continuación Bird sentirá pánico
y para calmar su sensación de insignificancia
buscará en el alcohol, y en las relaciones
sexuales con su amiga Himiko una redención a
través del placer y la perversión, usando al
objeto, el niño, como un pretexto para remover represiones
sexuales, familiares y laborales.
Finalmente al acercarse Bird a su hijo y contemplar que
es apenas un niño indefenso, descubre la condición
finita del niño y alcanza conciencia de su propia
superioridad, o en este caso, de su capacidad de decidir sobre la
vida de un monstruo que no puede negociar y decide ser "el gran
enemigo de su bebé, el primer enemigo que tenía en
la vida, el peor" y conducirlo hacia la muerte, para poder decir
al fin: "He vencido al monstruo, he librado la última
batalla".
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