- Relación con su entorno:
el hábitat del hombre no adaptación sino
transformación - El hombre es un yo –
sujeto - La percepción del
espacio y del tiempo - Función
simbolizadora - El
lenguaje - El Arte
- La Esencia de la
Cultura - La cultura Subjetiva (o
Personal) - La Cultura Objetiva (o
Real) - La Ciencia y la
tecnología - La
Ética - La
Religión - Las preguntas
fundamentales - Un puente entre el hombre y el
destino - La risa y el
juego - Conclusión
En primer lugar hay que advertir que el hombre nace
mucho menos preparado para la vida que los demás animales.
Falta el revestimiento de pelo y por tanto, la
protección natural contra la intemperie; faltan los
órganos naturales de ataque y una formación
corporal apropiado para la huida; el hombre es
superado por la mayoría de los animales en la agudeza de
los sentido; tiene una carencia, mortalmente peligrosa para su
vida, de auténticos instintos y durante toda su
época de lactancia y
niñez está sometido a una necesidad de
protección incomparablemente prolongada.
Según estos datos, es
evidente que el hombre, tan mal dotado biológicamente ya
hace mucho que hubiera debido parecer. Sin embargo, ha sucedido
lo contrario: ha dominado la naturaleza ha
sucedido lo contrario: ha dominado la naturaleza ha sometido a
los animales y se ha constituido en señor de ellos.
¿como explicar este hecho? ¿ Qué hay en el
hombre que, a pesar de sus graves deficiencias biológicas
le permite ser el rey de la creación?
Precisamente porque el hombre nace como un ser indigente
e inacabado, más aún, siempre está
inacabado, tiene que recurrir continuamente a una praxis de auto
– defensas, de autoformación y de
autosuperación.
Los animales nacen especializados y por eso determinados
por la naturaleza, el hombre se hace así mismo utilizado
de modos muy distintos, las realidades naturales .
El hombre tiene una praxis inteligente, es decir, que
conoce lo real en cuanto real y puede organizar los medios al fin,
de diversas maneras, entre las cuales elige una.
El mundo animal está programado desde su primera
célula y
cumplirá el destino, inexorablemente guiado por los
instintos y las circunstancias. El mundo del hombre nunca
está terminado.
La realización del hombre no se desarrolla y se
logra por sí misma como en los animales, sino por un
esfuerzo continuo de aprendizaje,
reflexión y voluntad libre. Experimenta una continua
tensión entre lo que es y lo que quiere ser.
Relación con su entorno: el hábitat
del hombre no adaptación sino
transformación
El animal está vinculado a su entorno. Entorno en
el que encuentra satisfacción a sus estímulos y eso
le basta. Es verdad que el hombre también busca la
satisfacción de sus instintos pero, al mismo tiempo, se
hace cargo de mucho mas, conoce otras muchas realidades y se
interesa por ellas aunque no le sean útiles ni le
proporcionen una satisfacción.
Para la ardilla no existe la hormiga que sube por el
mismo árbol. Para el hombre no solo existen ambas sino
también las lejanas montañas y las estrellas, cosa
que desde el punto de vista biológico es totalmente
superfluo.
El animal capta y conoce una parte del mundo lo que
necesita del mundo, y eso es para él "Todo el mundo". El
hombre está abierto a todo el mundo, o mejor, a todo el
ser.
Esta propiedad
significa además que el hombre sujeto, y en cuanto sujeto,
puede distanciarse del objeto, comprenderlo como objeto, como
realidad distinta del mismo. Más aun, puede pensar y
valorar el objeto no sólo como útil para sí,
sino también de manera selectiva o aun desinteresada. Por
eso puede frenar sus instintos, contradecirlo
Y lo que más, sublimarlos y darles una
orientación altruista, por ejemplo. El hombre es el
único ser que puede decir "yo" y ver el mundo como "no yo"
y puede decirlo precisamente cuando, como sujeto, entre en
relación con los objetos mundanos, o con otros sujetos a
los que también capta como realidades distintas de
él y con las que, sin embargo, entra o puede entrar en
relación real.
El hombre se remite a si mismo. Es una experiencia
radical que expresamos con el pronombre "yo" cada uno de nosotros
se experimenta como yo único singular e irrepetible.
Singularizado por sus caracteres biológicos y
psíquicos adquiere poco a poco una personalidad
original que le distingue de todos los demás y que, por el
conjunto de sus opciones, asume la responsabilidad de su propio destino. Por eso,
podemos decir "yo pienso", "yo quiero", "yo sufro",
etc.
La
percepción del espacio y del
tiempo
El hombre concibe el espacio no de manera inmediata sino
mediante un proceso
mental, complejo y difícil, el hombre llega a la
representación de un espacio abstracto, homogéneo,
indefinido, totalizarte, sobre cuya naturaleza han elucubrado
mucho los filósofos. Y también el hombre no
vive sólo el ahora, porque su presente "está
cargado del pasado y henchido de porvenir" es plenamente
consiente de la continuidad y de la totalidad de su vida. Por eso
piensa en la muerte y la
previene todo ello es impensable en el animal.
Precisamente porque el existe humano está
transitado de temporalidad y porque el hombre conoce, piensa,
reflexiona sobre el pasado, el presente y el futuro, y hasta
cierto punto puede orientarlo o dominarlo, decimos que el hombre
es un ser histórico., los animales no tienen historia, ni les interesa.
Repiten indefinidamente los ciclos que les impone la naturaleza,
y si alguna vez cambian por una mutación genética,
ésta es independiente de sus decisiones, es totalmente
inconsciente en ellos.
Uno de los fenómenos más
característicos y especificativos del hombre en cuanto
hombre es su función
simbolizadora es la capacidad que tiene el hombre y, sólo
él, de expresar muchas realidades bajo formas
simbólicas.
Los símbolos son signos
convencionales y, por ello, sólo pertenecen al mundo
humano. El símbolo, viene pues, a identificarse con un
signo arbitario, una realidad que por convención admitida,
remite a otra.
Es evidente que los hombres somos creadores de
símbolos, es decir, que conocemos realidades
inmediatamente como son en sí, pero que hay otras que
sólo las conocemos o nos las representamos mediante signos
convencionales o sistemas de
símbolos.
El hombre no vive solamente en un universo
físico como el animal, sino en un universo
simbólico toma conciencia de
sí a traves de símbolos. Una clase social,
una nación,
adquieren conciencia de sí por sus símbolos (la hoz
y el martillo, la bandera, etc) el hombre ha encontrado la manera
de conocer y expresar realidades que se hacen inteligibles para
todos mediante símbolos, ya que el símbolo se hace
presente, de algún modo, lo simbolizado.
Algunos animales tienen también ciertas
expresiones de rabia, de terror, de ganas de jugar, de
satisfacciones etc. pero con ellas sólo expresan emociones
subjetivas, nunca designan ni describen objetos, en cuanto
conocibles, no dan paso del lenguaje
afectivo al lenguaje proposicional, de lo subjetivo a lo objetivo. Los
animales tienen algunos signos pero carecen de símbolos
propiamente dichos.,
Sin duda el sistema
simbólico más como ejemplo y al mismo tiempo
más humano, es el lenguaje.
Se ha estructurado mucho la comunicatividad entre animales, y
también el "lenguaje" animal.
El lenguaje es consecuencia de la capacidad de
simbolizar y está es a su vez consecuencia del pensamiento
reflexivo y relacionado exclusivo de la razón
humana.
El lenguaje potencia el
pensamiento pero sin el pensamiento nuca hubiera habido lenguaje.
Sólo el ser autoconsciente, capaz de reflexión,
capaz de estar presente a si mismo, puede distinguir entre
realidad y símbolo, puede relacionar ambos y crear ese
conjunto maravilloso de símbolos convencionales pero
transparente que son las palabras. Para hablar hace falta conocer
realidades distintas o distinguibles del sujeto cognoscente en
cuando cognoscente. Por eso, el animal no habla porque recibe
estímulos y reacciona a ellos pero no conoce reflejamente
realidades en cuanto distintas o distinguibles del
sujeto.
En las palabras toma forma sensible la idea o
representación inteligible o racional, se hace así
presente a la conciencia humana y, lo que es aún
más asombroso, el conjunto de palabras que forma el
lenguaje puede ser transmitidos a los demás.
Otra de las funciones
simbólicas más características del hombre, y
a las que ciertamente no alcanzan los animales, es la
expresión artrítica de la belleza y su
contemplación.
El arte puede ser
imitación de la naturaleza, como lo es en la pintura
costumbrista o en la del paisaje natural, pero con más
frecuencia es una idealización, un intento de perfeccionar
la naturaleza y de construir lo que ella no construye, de
transcenderla hacia formas en las que se exprese una
armonía, una perfección superior que sólo la
mente concibe e intenta plasmar después en el
mármol, en la tela de la música o en la
poesía.
Es verdad que el arte no es sólo expresión
de la belleza porque a veces puede ser expresión de
sentimientos sublimes o trágicos, alegres o dolorosos,
pero siempre requiere una intuición del artista que sabe
plasmaren el lienzo, en el mármol, en notas musicales, en
gesto teatrales, o en palabras, el sentimientos profundos y bello
con el que los demás se sienten identificados o
conmovidos. Si de laguna manera no hay belleza no hay arte en
sentido escrito. Habrá técnicas
que es otra cosa.
En toda creación artística encontramos une
estructura
teleológica definida: se busca expresar la belleza,
transmitir un sentimiento, encarnar una idea, provocar una
impresión de proporción y ritmo. El artista es un
descubrimiento de las formas que luego intenta sensibilizar.
Loenardo de Vinci habla de la finalidad de la pintura y la
escultura como un saper vedere la forma, en el sentido griego del
término para luego hacerla sensible.
En la riquísima variedad de definiciones sobre la
Cultura que en
todas la épocas se han formulado, encontramos en todas
ellas un "común denominador", en unas explícito y
en otras implícito: el cultivo por el hombre de todo lo
humano.
Ya su raíz etimológica – colere; cultivo –
nos indica que es precisamente la acción
del hombre sobre la naturaleza para fomentarla y perfeccionarla,
lo que conforma el mundo de la cultura. Toda la naturaleza es
susceptible de cultivo; así por ejemplo, la tierra sin
cultivar en estado
"natural", da frutos, pero la tierra
cultivada – agricultura –
da más y mejores frutos. Sin embargo, el sentido
más profundo y esencial de la cultura está en
el cultivo y perfeccionamiento de la naturaleza humana, en
el desarrollo y
actualización de las capacidades y aptitudes del hombre. Y
es el hombre cultivado – en mayor o menor grado – quien, por su
actividad dirigida a perfeccionar la naturaleza exterior crea las
obras culturales, que a su vez ayudan a otros hombres a
cultivarse, formándose así un "círculo
virtuoso".
De este modo encontramos que el ancho mundo de la
cultura existen dos realidades que es preciso distinguir: la
cultura subjetiva o personal y la
cultura objetiva o real, ambas interdependientes pues, como
decía Ortega y Gasset, "el hombre cultiva y humaniza el
mundo para cultivarse y humanizarse así mismo".
La
cultura Subjetiva (o Personal)
Si la cultura brota del espíritu del hombre y, al
mismo tiempo es el hombre el destinatario de la cultura, resulta
obvio que la vertiente más importante, profunda y esencial
es la "cultura subjetiva".
Juan Pablo II dice al respecto: "La cultura es aquella a
través de la cual el hombre, en cuanto hombre, se hace
más hombre, "es" más, accede más al "ser".
En esto encuentra también su fundamento la
distinción capital entre
lo que el hombre es y lo que tiene, entre el ser y
el tener. La cultura se sitúa siempre en relación
esencial y necesaria a lo que el hombre es, mientras que la
relación a lo que el hombre es, mientras que la
relación a lo que el hombre tiene, a su "tener", no solo
es secundaria, sino también relativa. Todo el
"tener" del hombre no es importante para la cultura, ni
es factor creador de cultura sino en la medida en que el
hombre, por medio de su "tener", puede al mismo tiempo "ser"
más plenamente hombre".
La "Cultura subjetiva" o "cultura personal"
tendrá siempre una dimensión de interioridad al
hombre, e inicia "de cero" en cada persona pues,
"cada niño al nacer, es un niño de la edad de
piedra"
Es por ello que Juan Pablo II recuerda que "la primera y
esencial tarea de la cultura en general, y también de toda
cultura, es la educación. La
educación
consiste, en efecto, en que el hombre llegue a ser cada vez
más hombre.. que el hombre sepa "ser más "
no sólo "con los otros", sino también
"para los otros".
Efectivamente, la intima relación existente entre
la educación y la cultura es de capital importancia. En
esta relación nos encontramos con un hecho fundamental:
en la base de cada cultura existe una conceptualización
precisa del ser humano, y como "en definitiva son los hombres lo
que educan a los hombre", de la respuesta que el propio
hombre de a la pregunta ¿qué es el hombre?
Dependerá la configuración esencial de su
cultura.
El hombre interiormente cultivado necesariamente refleja
su espíritu en el mundo exterior, en los objetivos
producidos por su actividad; esto es lo que constituye la
"cultura objetiva" o "cultura real". A diferencia de la cultura
subjetiva, la cultura objetiva no inicia "de cero"; por su
característica de exterioridad es heredable.
Como realidades objetivas concretas surgidas de las
manos del hombre, las obras culturales se incrementan de
generación en generación, formándose
así el "patrimonio
cultura" de un pueblo, de una nación,
de toda la humanidad; es por ello que la cultura objetiva tiene
más "volumen" que la
subjetiva, aunque esta última sea su origen y su
finalidad.
De igual forma también son expresiones de la
cultura objetiva: la ciencia, la
técnica, la economía, la política, el derecho,
la moral y la
religión;
y corresponde designar como civilización a: los
laboratorios y universidades, las máquinas,
los mercados, los
sistemas de gobierno, los
tribunales, las normas
éticas, los templos y ritos.
La
Ciencia y la
tecnología.
El fenómeno de la ciencia es otro exclusivo del
ser humano; sólo el ser humano ha sido capaz de alcanzar
saberse ciertos, objetivos, universales y sistemáticos
sobre la realidad, sobre todas las áreas de la realidad,
ya sea de naturaleza física, como en las
ciencias
naturales, por ejemplo en física o química; o sobre las
realidades humanas; como en las humanidades y ciencias
sociales, por ejemplo los logros en filosofía,
psicología
o en antropología.
El hallazgo científico es un avance impresionante
de la humanidad; el haber logrado leer en las estructuras de
la naturaleza, haber conseguido formular enunciados
teóricos leyes o principios que en
verdad reconocen el orden y las relaciones existentes en las
dimensiones de la realidad; el haber encontrado los principios
lógicos y las causas de los fenómenos, haber
encontrado muchos de los secretos de la Naturaleza y con ellos
lograr cierto dominio sobre
ella; todas son hazañas colosales que demuestran el
poder dela
inteligencia
humana y su afán de búsqueda incesante; el progreso
científico no ha cesado; es inherente a la humanidad; el
progreso es fruto de la ciencia; las abejas viven en panales
desde que el hombre habitaba en cavernas, peor hoy en día
el hombre puede construir casas confortables e incluso edificios
inteligentes y s abejas siguen construyendo panales. Podemos
decir que la ciencia creada por el hombre le proporciona la
seguridad de un
mundo que se mueve con leyes constantes; y la gran hazaña
científica es muestra de la
superioridad de la raza humana.
La preocupación moral es el
cuestionamiento del hombre sobre lo que debe ser y hacer; es
decir, a cerca de su coherencia de vida. La vida humana gira en
torno a la
ética
por simple naturaleza. Suele definirse a la ética como la
ciencia que versa acerca de la rectitud de los actos humanos
partiendo de os últimos principios de la
razón.
Se tiene datos de que el hombre ha comenzado a
distinguir entre el bien y el mal moral por lo menos desde hace
cuatro mil año, según lo muestra las inscripciones
sepulcrales egipcias del tercer milenio antes de
Cristo.
Aristóteles fue el primer filósofo que
escribió no uno sino cuatro tratados sobre la
ética.
La dignidad de la
persona (ser persona es ser con dignidad) se confirma y se
desarrolla a través del comportamiento
humano, por eso es necesario además de hablar de una
dignidad personal hablar de una dignidad moral.
La moral no es complicada, sino precisa y brota de la
estructura y dinámica de los actos humanos.
Al bien moral está ligada una obligación,
que no se reduce a cumplir reglas. El comportamiento moral es la
respuesta que le doy a un bien.
El hombre siempre se ha preocupado por las grandes
cuestiones del bien y del mal.
Los conflictos
éticos o morales acompañan la existencia humana
desde antes del nacimiento hasta la muerte.
El único ser que por ser libre es sujeto de un
actuar ético u opuesto al deber ser es el ser
humano.
Para poder situar un poco mejor qué es lo que
caracteriza a una conciencia religioso verdadera, es importante,
evitar reducirla a una de esas imágenes
con las que solemos representarnos la religión: unas
prácticas de piedad que solo atraen a las viejitas, unos
ritos que embellecen celebraciones sociales o, también un
moralismo cuyas reglas resultan más sofocantes que
estimulantes para la vida o un ritualismo que en el mejor de los
casos queda reducido a simbolismo de paz, de unidad, de
espiritualidad, etc.
Además debemos distinguir entre religiosidad y
confesionalidad. Afrontar la pregunta por la religiosidad
autentica a partir de la opción por la confesionalidad es
tomar ya un punto de partida equivocado, porque no se trata en
primer término de saber cuál es la confesión
verdadera, como si se tratara de un partido al cual adherirse, o
un sistema de verdades teóricas que nos resultan
más persuasivas; se trata de saber qué es la
religiosidad como factor estructural de lo humano.
Para ubicar correctamente la religiosidad
auténtica no partimos de la religión, sino de la
vida humana, porque la religiosidad es una dimensión
estructural de la vida humana. Y no precisamente porque como se
suele decir "todos tenemos que creer en algo" que en el fondo
puede ser una renuncia a buscar razones.
El hombre es hombre porque incesantemente se interroga
por el sentido de las cosas, no sólo actúa sino que
necesita tener una "justificación" para hacer lo que hace
y esta justificación es una razón, un sentido; el
preguntar es tan constitutivo del hombre, incluso más que
la ciencia misma, que no es sino una forma de lograr algunas
respuestas, dentro de un campo muy limitado de la
experiencia.
De hecho, el hombre ha existido mucho antes de que
existiera la ciencia, en cambio, la
inteligencia humana persiste una y otra vez en recapitular lo
humano, en cuanto exigencia de sentido, al nivel de
ciertas preguntas que llamamos fundamentales, precisamente porque
en ellas se juega la conciencia que tiene el hombre de sí
mismo y de toda la realidad.
La presencia del hombre en la naturaleza introduce un
factor peculiar: la conciencia y el afán de significado;
el hombre no solo es consciente de que las cosas existen, sobre
todo, se interroga por qué existen, para qué, de
qué están hechas.
Sin la presencia del hombre, es decir, sin esta
conciencia de lo real que se interroga y se afana por comprender
el sentido de todo, la naturaleza sería como opaca, ella
misma sería para sí una soledad inmensa por el
vacío de sentido.
Esta necesidad del hombre no es un pasatiempo ni un lujo
producto del
ocio; es una tarea en la cual se haya comprometida su propia
conciencia y su propio significado como ser humano, por eso es
una tarea dramática.
Aspiramos a comprender nuestra vida no de manera
teórica ni abstracta, sino en algo que responda de manera
concreta a las preguntas fundamentales: ¿Hay algo que le
da sentido a cada jornada, a cada momento que vivimos, al hecho
de nacer, de trabajar, de amar, a tener que sufrir y morir? O en
definitiva cada minuto y cada hora, así como las personas
que amamos y los encuentros que hacemos ¿están
destinados a perderse en la nada?
De muchas maneras el hombre ha intentado establecer un
contacto con el significado de todo y, sin embargo, a esta meta,
como a la línea del horizonte, no se llega nunca. La
palabra que las religiones han inventado
para indicar esta realidad, que al mismo tiempo se muestra y se
oculta, que es cercana y lejana, presencia y ausencia, es
Dios.
Dios es el objeto de este deseo irrefrenable de
búsqueda de sentido que la razón advierte y concibe
como misterio. Misterio tremendo y fascinante, que
San
Agustín, un hombre de una profunda sensibilidad
religiosa ha descrito así: "¿Qué es esto que
me deslumbra, que estremece mi corazón y
no lo hiere, que me hace temblar y me enardece? Tiemblo por
parecerme tan poco a ello y ardo porque me parezco
tanto"
De este modo se comprende que el ser humano se expresa
en sus preguntas, de tal manera que: "La religiosidad coincide
con la naturaleza de nuestro yo en cuanto se expresa en ciertas
preguntas: ¿Cuál es el significado último de
la existencia?, ¿Por qué existe el dolor y la
muerte?, ¿Por qué vale la pena vivir realmente?
O…¿De qué y para qué está
hecha la realidad? "La religiosidad es una de las dimensiones
constitutivas del hombre, precisamente en cuanto que este
preguntar está siempre presente, trascendiendo las
preguntas que son pertinentes o inevitables sólo para una
época o momento histórico.
Una dimensión no es una parte, o un fragmento
separable del todo, sino un aspecto en el que se refleja y se
expresa todo el yo como anhelo de verdad, de bien y de belleza,
en una palabra como deseo de satisfacción
plena.
Podría decirse además que el sentido
religioso, permea y exalta cualquier otra dimensión de lo
humano, la sociabilidad, la historicidad, la moralidad, por
lo cual podemos llamarlo "síntesis
del espíritu".
Un
puente entre el hombre y el destino
Si la religiosidad es esta exigencia de significado que
podemos traducir como exigencia de verdad, de belleza, de
justicia, de
felicidad, que son como la raíz desde la cual brota la
vida y la
personalidad de cada uno, las religiones son
el intento de una respuesta adecuada que abarque integralmente al
hombre, un modo de establecer ese nexo entre la vida presente y
el Destino.
Cada religión es como una hipótesis de significado global de la vida
y su valor reside
en que corresponde a un tipo de sensibilidad humana, a la de un
pueblo o incluso varios pueblos, que encuentran en sus
representaciones de la divinidad, en su moral y en sus ritos una
correspondencia a sus necesidades de significado. Por eso son
como un intento de tender un puente entre el hombre y Dios. Un
puente in-finito porque la distancia entre el hombre y
Dios no puede ser nunca superada. De aquí que no solo el
temor ante lo santo sino también la esperanza sean algo
esencial a toda religión y a toda religiosidad verdadera.
Cuanto mayor es la sensibilidad religiosa de un hombre tanto
más se percibe esta desproporción entre el intento
humano y su objetivo último.
Las religiones no son una solución al enigma de
Dios, sino una vía a través de la cual el hombre
camina delante de esa Presencia que nunca acaba de
mostrarse:
1 Esta conferencia
sigue, a modo de una reflexión o relectura, las
líneas centrales de la obra de Luigi Giussani La
conciencia religiosa del hombre moderno.
La risa como expresión de un bienestar, de una
alegría interior, de la captación de lo
ridículo o lo desproporcionado, o bien el todavía
misterioso por qué nos reímos; son fenómenos
exclusivos del ser humano.
Los animales sólo manifiestan estados de euforia,
pero la risa humana proviene de la percepción de lo
favorable o de lo gracioso.
Los animales no conocen ni el humorismo ni el
ridículo.
La risa también comunica, es un gesto social rico
y expresivo; la risa transmite gozo y alegría.
Vinculados generalmente con la risa, están los
fenómenos del juego y la
fiesta.
El juego es una actividad humana en la que los hombres
utilizando su libertad crean
un sistema de reglas cuyo objetivo es competir y lograr el
éxito a
la par de obtener momentos placenteros.
La fiesta es una celebración y celebramos para
recordar, recordamos para volver a vivir y vivimos porque
comprendemos, porque volvemos una vez más sobre hechos que
nos representan una significación especial; sólo el
ser humano celebra.
Así podríamos seguir enumerando
fenómenos y datos específicamente humanos que nunca
realizan los animales, pero lo que hemos comentado son
suficientemente elocuentes para demostrar la superioridad
cualitativa del género
humano que no hace otra cosa que señalar su especial
dignidad.
Se pudo concluir que en si el comportamiento humano en
su totalidad son las acciones de
las personas en el ambiente
físico y social en el que se encuentra.
También podemos decir que el comportamiento es
una función de la persona y de su ambiente.
PERSONA Y AMBIENTE
no son independientes entre si se entre ellos
interdependencia de manera que la situación de la persona
depende de su ambiente.
Por otro lado se hablaron de otros términos como
el lenguaje, el arte, las culturas desde diferentes puntos de
vistas entre otros aspectos.
MERCADO M. Osmar J.
REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA.