- Algunos comentarios
preliminares - Los gauchos que pintó
Sarmiento - El gaucho bajo la pluma
de José Hernández
Algunos
comentarios preliminares
En el presente trabajo quiero
desarrollar dos miradas antagónicas acerca del gaucho, que
se expresan por un lado en Facundo de Sarmiento y por otro
en la obra de José Hernández. Antes que nada me
gustaría hacer algunas precisiones acerca del contexto
sociopolítico en el que las distintas obras se
situaron.
Facundo ( 1845) es la obra que Sarmiento
escribe en medio del exilio, expulsado por el régimen
rosista, que lo había censurado como periodista e
intelectual, habiéndolo incluso hecho pasar por las manos
poco cariñosas de los mazorqueros.
Sarmiento, con una intencionalidad política manifiesta y
bajo el apuro de denunciar al régimen rosista y difundir
sus ideas, escribe el Facundo, en un contexto en el que
"la barbarie" se había apoderado de las ciudades,
principalmente de la que a él más le preocupaba: la
próspera Buenos Aires. Los
caudillos, erigidos sobre una base social de apoyo conformada por
el gaucho, habían ganado la guerra civil
desatada contra los unitarios, quienes se vieron obligados a
exiliarse, junto con otras tantas "mentes brillantes" a las que
el régimen rosista agredía sistemáticamente
con su política "bárbara". Sarmiento, que
había visto con sus propios ojos la prosperidad
floreciente de un proyecto
político al que Rivadavia estimulaba con sus impulsos
modernizantes, contemplaba impotente desde el exilio cómo
todo se derrumbaba bajo el régimen de los caudillos, que
se unían bajo el mando absoluto de la figura de Rosas.
Rosas y los caudillos, según nos cuenta
Sarmiento, estaban sumiendo a la Argentina en la barbarie,
imponiendo un régimen dictatorial que suprimía las
libertades y los derechos esenciales del
hombre libre.
Su forma de ejercer la autoridad era
semejante a la de los dictadores de Oriente o África, es
decir, el mundo atrasado e incivilizado, donde el temor y la
admiración que despierta el jefe político son los
principales motivos que suscitan la obediencia, a diferencia de
los "pueblos civilizados", donde lo que los líderes mandan
o lo que los súbditos obedecen, está dentro de los
parámetros que dictan las leyes, basadas en
una constitución: un pacto escrito que protege
las garantías y los derechos esenciales de las
personas.
El gaucho que va a dibujar la pluma de Sarmiento va a
estar influenciado por todo este contexto, donde la guerra civil
que sucedió al período independentista aún
no estaba saldada, el Estado
argentino era todavía un proyecto, y la
ilustración ejercía un peso decisivo en los
trazos que aquella pluma delineaba.
Para la época en que Sarmiento publica su obra,
el gaucho, para determinados sectores, va a ser un gran problema:
era la principal base social de apoyo de los caudillos que como
Facundo Quiroga, Estanislao López o Artigas, habían
cosechado un poder que los
tornaba inmanejables políticamente; se constituyeron en
los principales protagonistas de sus ejércitos -las
montoneras- que habían desplazado del gobierno a los
unitarios, derivando de ello un régimen unipersonal que
concentraba todo el poder en la figura de Rosas. Este
régimen, según nos cuenta Sarmiento,
proscribirá las libertades civiles, censurará a la
prensa, y
desarrollará una política que va a impedir a Bs.
As. y al resto de las provincias entrar en la senda del progreso:
se prohíbe la libre navegación de los ríos,
con lo cual la actividad económica que podría
florecer de las regiones cercanas a ellos queda
imposibilitada.
A su vez, como consecuencia del hostigamiento hacia los
hombres de letras y los intelectuales,
"mentes brillantes" emigran hacia otros países –como
le ocurre al propio Sarmiento o a Alberdi- con lo cual la
Argentina quedaba privada de la posibilidad de experimentar el
florecimiento intelectual del que habían gozado las
grandes naciones civilizadas de Europa o Estados Unidos,
donde la ilustración y el pensamiento
democrático habían calado tan hondo.
De esta forma, sin comercio, sin
industria, sin
hombres de letras que conocieran y difundieran las ideas de
Rousseau, Montesquieu,
Diderot o Voltaire, sin
el espíritu del progreso propio de los ciudadanos del
mundo civilizado, que habían conducido a sus naciones por
la senda de la prosperidad, Argentina no podría
modernizarse ni constituirse en una república
democrática. Por el contrario, seguiría atada al
atraso y a la "barbarie".
A partir de todas estas ideas, Sarmiento se propone
rastrear las causas históricas, sociales y culturales
–pero también medioambientales- que impiden a la
Argentina entrar en la senda del progreso. Es ahí donde
entra en escena el gaucho y la pampa, como realidades
problemáticas a las que Sarmiento intentará darle
una solución.
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