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Sab, Francisco y Cecilia Valdés como modalidades del discurso novelado sobre la esclavitud en Cuba (página 2)



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EL COSTUMBRISMO
EN LA LITERATURA
CUBANA

En Cuba a lo
largo de todo el siglo XIX el artículo o la
narración costumbrista, (17), llega a constituir un
género
caudaloso. En el Papel Periódico, que fundó
en 1790 el gobernador español
Luís de las Casas, se encuentran pasajes bien elocuentes
de ello. Los hay también en el capítulo de la obra
de Félix de Arrate, Llave del Nuevo Mundo, una de
las primeras obras históricas, donde habla este regidor de
La Habana sobre El aseo y compostura de sus
vecinos
.

La estampa pintoresca, ya con satírica
intención, ya simplemente narrativa, espejo de usos o
imagen de
vicios, tiene en las primeras décadas acento
romántico por la vibración colorista, el movimiento o
el sentido histórico y se enlaza con una tradición
nacional: la novela
picaresca, principalmente en su última etapa, cuando
comienzan a sentirse en ella cierta amarga visión de los
males patrios.

Unas veces, esa literatura costumbrista no tiene
más profundas pretensiones que la de arrancar a la vida el
aguafuerte de unas escenas; otras la de zaherir con el
mohín de la burla nuestro carácter o la de dibujar, a través
de algunos apuntes, un cuadro histórico general. Los
periódicos y revistas cubanos de toda la centuria, El
Faro Industrial, El Álbum, El Aguinaldo Habanero, El
Siglo
, llenan sus columnas con escenas y cuadros de
costumbres.

A través de ellos percibimos la existencia de
algunos cubanos de antaño en amplias y frescas casonas
coloniales, sus paseos en quitrines y calesas, sus ingenuas
reuniones de familia. Y
chocamos, con dolor y con tristeza con el espectáculo
repugnante de una sociedad
apoyada en el trabajo
esclavo, en los sufrimientos y en las vejaciones de miles de
hombres.

Todas las zonas de nuestro país, los varios
segmentos de la sociedad cubana colonial, las profesiones y los
oficios, las costumbres urbanas y rurales, las figuras más
pintorescas, acumulan su anacrónica estampa en estos
cuadros. En la variedad de las observaciones costumbristas puede
establecerse una clara división: las que centran sus temas
en la vida del campo y las que se interesan por la vida de la
ciudad. Pero pronto las sátiras y burlas a unas costumbres
se transforman en un ataque a la realidad política
colonial.

El gobierno
metropolitano de España
resultaba causante indirecto de estos ataques, ya que estos
articulistas de costumbres, nacidos en su mayoría en Cuba
y con ideas de independencia,
no se limitaban a exponer objetivamente los hábitos del
pueblo, sino que los defectos de toda índole, en la
administración
pública, en los usos sociales, etc., los consideraban
producto de la
arbitrariedad y de las erróneas medidas de los
gobernadores que España enviaba a Cuba.

El costumbrismo se introduce también en la
novela y le
imprime esa peculiar fisonomía localista de nuestra
novelística regional que en el comienzo del siglo XIX
ofrece un curioso fenómeno de descentralización literaria. La novela de
costumbres, es, además, síntesis
de la intención realista posromántica y de todo el
contenido sentimental del romanticismo que
en la segunda mitad del siglo se fundirá a la influencia
naturalista llegada de Francia.

La novela costumbrista y regional que se contempla desde
las escuelas realista y naturalista fue cultivada por
múltiples escritores de Hispanoamérica, y
según entramos en el siglo XIX, paralelamente al
crecimiento de la noción, todavía muy vaga de una
patria, y a la aspiración a conseguir la libertad
política que ya habían conquistado otros pueblos
hispanoamericanos, se acrecienta extraordinariamente en Cuba el
cultivo de esta modalidad literaria.

En la década de 1830 – 1840, la novela cubana
ofrece un carácter particular, que vincula a su valor
literario un gran valor histórico. Nuestra literatura se
adelantó a la española en la novela costumbrista,
aunque no puede negarse que de España vino la
inspiración por medio de escritores que ofrecían,
en relatos cortos la vida de la metrópoli.

En realidad podemos indicar que en la primera mitad del
siglo XIX, los escritores cubanos prefieren dos géneros:
poesía
y narración, mientras que en la última mitad del
siglo se inclinan hacia el periodismo, la
crítica
y la oratoria. El
incremento de las luchas separatistas, según avanza el
siglo, hace que los géneros funcionales (periodismo,
crítica, oratoria) predominen sobre los géneros
puros (poesía, narración) ya que los primeros
sirven mejor para utilizarlos en la propaganda
ideológica, política.

Indudablemente en algunos cuadros de costumbres
publicados en el Papel Periódico advertimos genuino
material novelesco. Pero solamente en plena etapa
romántica, (1830 y 1840), comienzan a atraer a los
criollos los géneros narrativos. Durante la etapa de
relativa paz que transcurre entre el Pacto del Zanjón
(1878) y el estallido de la segunda guerra de
independencia en 1895, el cultivo de la novela y el cuento recibe
un nuevo impulso. Estas obras narrativas se publican durante el
auge del realismo y del
naturalismo pero aún conservan muchos rezagos
románticos.

Es de observar que entre ellas observamos un mejor
cuidado por las técnicas
narrativas, un cierto deseo de superar las deficiencias de estilo
y los procedimientos
algo flojos que predominaban entre los narradores de la
época de Villaverde, Palma y Suárez y Romero. Pero
la experiencia de la guerra de 1868 penetra en los temas de estos
novelistas de la segunda mitad del siglo y su posición
frente a la realidad colonial es más definida que la de
sus predecesores.

Entre muchos cubanos había cundido el desaliento
ante el fracaso de la revolución
de 1868- 1878, y, aún más, porque los gobiernos
españoles habían incumplido los acuerdos que
pusieron fin a la Guerra de los diez Años. Mas los
narradores no dejan por un momento de observar con mirada
crítica la realidad que los rodea.

Estos años suponen una etapa de nuestra narrativa
mucho más compleja que las anteriores, pues las
temáticas y tendencias estilísticas que
venían cultivándose desde antes se mantienen
aún activas y a veces logran obras de madurez; pero
también otras perspectivas históricas y nuevas
influencias literarias se ponen de manifiesto.

Así, de las dos más importantes novelas del
período, una es la culminación de una etapa del
pasado: Cecilia Valdés, de Cirilo Villaverde,
mientras que la otra se abre con perspectivas de futuro: Mi
tío el empleado
, de Ramón
Meza. En el fondo hay una línea romántico –
idealista que parece vertebrar la mayor parte de la producción, aunque ya hay acusados ejemplos
de acercamientos naturalistas, y la misma vida cotidiana de la
isla incita ciertos tonos caricaturescos que anticipan un
incipiente expresionismo.
El tema esclavista, por supuesto, continúa,
cultivándose, ahora ya con la perspectiva que provoca la
inminente abolición, y en mayor o menor medida está
presente en muchas obras del momento.

CECILIA
VALDÉS

Contexto histórico

Los diez años de lucha que libraron los cubanos
de 1868 hasta 1878 sirvieron de catalizador al proceso de
concentración de la industria
azucarera, ya iniciado antes de la contienda como consecuencia
inevitable de la competencia
capitalista. En las regiones occidentales, no afectadas por la
guerra, aumentó la producción total de azúcar
a lo largo de los diez años heroicos, a tal punto que esa
producción cubrió los gastos
bélicos de España, lo que significa que los
ingenios habían aumentado considerablemente su capacidad
productiva y esto sólo era posible mediante la
modernización de la técnica.

Como consecuencia de este proceso de
modernización tecnológica y de competencia se
arruinaron aquellos propietarios occidentales con menores
recursos
financieros para acometer la necesaria sustitución de los
equipos, y sus propiedades pasaron a manos de los más
ricos. La burguesía azucarera del centro y oriente de la
isla, sobre todo esta última quedó totalmente
arruinada.

La ruina de la burguesía azucarera y ganadera de
las regiones oriental y central del país, determinó
su desaparición como clase. La
mayor parte de sus integrantes tendrán que arrendar a
partir de 1878 sus tierras a comerciantes y prestamistas
españoles, quienes se apoderan de ellas como botín
de guerra; por lo que surgió de las cenizas de la
burguesía nacional cubana una burguesía agraria,
esta vez española.

Durante este período también
desapareció la esclavitud en la
isla y, por tanto, el esclavo como clase social. Como resultado
directo de la Guerra de los Diez Años ganaron su libertad
aquellos que al firmarse el Pacto del Zanjón militaban en
las filas mambisas. Desde el punto de vista político era
muy peligroso que mientras que los esclavos que se habían
rebelado contra el régimen español eran libres, los
que habían permanecido sumisos continuaran
esclavizados.

Eso por una parte, y por la otra, el hecho
económico irreversible de que la revolución
tecnológica hacía imponderante el trabajo del
esclavo, determinó que en 1880 se decretase la ley del
patronato, mediante la cual España aparentaba liquidar la
esclavitud sin tener que indemnizar a los antiguos esclavistas ni
estos pagar salarios
decorosos a sus nuevos trabajadores. En lo adelante los esclavos
serían patrocinados y sus antiguos amos patronos. A
cambio de su
trabajo el patrono estaba en la obligación de
alimentarlos, vestirlos y pagarles de uno a tres pesos mensuales,
según la edad del interesado. Este sistema
subsistió hasta 1886, cuando su esterilidad
económica determinó la abolición total de la
esclavitud y las grandes masas recién liberadas pasaron a
engrosar las filas de la naciente clase obrera cubana que dio sus
primeros pasos en la industria tabacalera.

Aunque en los años previos a la gesta de los Diez
Años esa incipiente clase obrera presenta gérmenes
de organización, con la fundación de
sociedades de
socorros mutuos y cooperativas
de consumo, la
misma no participa en la guerra por ser de origen español
en su inmensa mayoría. Por otra parte los elementos con
tendencias revolucionarias fueron perseguidos y obligados a
emigrar, al tiempo que
algunas fábricas, para huir de la guerra eran trasladadas
a Tampa, Cayo Hueso y Nueva York, y tras ellas marchó un
gran número de tabaqueros de Cuba. Circula también
la prensa obrera y
comienzan a debatirse en el seno de la clase las ideas sociales,
entre las que prevalecen las anarcosindicalistas, preconizadas
por el tabaquero Enrique Roig San Martín.

Estos primeros años concluyen en 1887 con el
intento de Roig de crear una Federación de los
Trabajadores de Cuba, cuyos estatutos acusaban una marcada
tendencia anarquista. Ese mismo año se celebra el Primer
Congreso Obrero con representantes de distintas regiones del
país. Roig defendió la jornada de ocho horas, la
propiedad
colectiva de la tierra y la
solidaridad
obrera internacional. Posteriormente del 16 al 19 de enero de
1892 se celebró en Cuba un Congreso Regional Obrero, con
la asistencia de delegados de toda la isla.

El mismo se pronunció partidario del socialismo
revolucionario (anarquista), pues consideraba que tales ideas no
resultaban un estorbo para la lucha independentista. De
más está decir que las autoridades coloniales
clausuraron el Congreso y detuvieron a los firmantes de la
moción. Sin embargo, es necesario señalar que los
trabajadores empleados en otros sectores de las provincias
occidentales eran mayoritariamente españoles, por lo cual
se mantuvieron al margen del conflicto o
asumieron una actitud hostil
hacia el mismo.

En cuanto a los esclavos recién liberados y
convertidos en asalariados, aunque fervorosos de la
independencia, tendrían que andar un largo trecho para
desarrollar una conciencia
proletaria. Los trabajadores se hallaban separados por
diferencias culturales y hasta étnicas. Todavía la
discriminación racial tenía gran
influencia. La brevedad del lapso en que trabajaban juntos y su
atraso cultural eran factores que les impedían organizarse
para luchar por sus derechos.

A partir de 1878 se conceden a Cuba algunas libertades
políticas y se modifica el régimen
de facultades omnímodas, aunque sin suprimir por completo
las prerrogativas extraordinarias y las extralimitaciones de los
gobernadores generales. Entre las concesiones se encontraban el
derecho a organizarse en partidos
políticos, el de realizar propaganda política
pacífica por medio de la prensa y la tribuna y el de
elegir organismos locales de gobierno, es decir, ayuntamientos y
diputados provinciales. Surge entonces por medio de la
burguesía cubana un partido que en 1878 recibe el nombre
de Partido Liberal y que es cambiado por Partido
Liberal Autonomista
en 1881. Su aspiración
máxima era el logro de un gobierno autonómico para
Cuba.

Los autonomistas fueron partidarios de la
abolición de la esclavitud, aunque condicionaban la misma
con el establecimiento de una inmigración exclusivamente blanca para
mantener la supremacía racista blanca sobre los negros.
Desde el punto de vista económico pedían la
supresión de los derechos que tenían que pagar los
productos
cubanos que se exportaban a España, de los altos aranceles que
pagaban los productos extranjeros en Cuba y la
concertación de tratados de
comercio entre
España y las naciones extranjeras, especialmente los
Estados
Unidos, sobre la base de la igualdad
arancelaria entre Cuba y éstas.

El rápido crecimiento
económico de los Estados unidos después de la
Guerra de Secesión propició el aumento
extraordinario de las relaciones económicas, establecidas
desde antaño con Cuba, mientras disminuían las que
la isla sostenía con España. Es interesante que
mientras la burguesía autonomista extraía de esta
experiencia una conclusión anexionista, el pueblo cubano,
encabezado por la pequeña burguesía se reafirmaba
en la idea de que la solución a los problemas de
la isla radicaba en la independencia. Manuel Sanguily y Juan
Gualberto Gómez fueron destacados promotores de esta
corriente de pensamiento
social.

La actividad revolucionaria nunca cesó en Cuba.
El Zanjón fue una tregua para que las tropas cubanas se
organizaran bajo una nueva dirección. Este proceso de
reorganización fue largo y tuvo que analizar y superar los
errores de las fuerzas revolucionarias durante la gesta pasada.
En él desarrolló un papel destacado José
Martí.

Por otra parte Estados Unidos ambicionaba la
posesión de Cuba. Esta y Puerto Rico eran
los residuos del antaño poderoso imperio colonial
español. España para entonces resultaba un
país muy débil. El escenario estaba preparado para
la primera guerra imperialista de la historia, por un nuevo
reparto de un mundo ya repartido. La etapa que sigue al cese de
las actividades bélicas iniciadas en 1868 debe verse
fundamentalmente como un proceso de reencuentro y
organización, que culminará con el nuevo y
definitivo brote insurreccional de 1895.

Es una etapa compleja, en la que se manifiestan
antagónicamente las tendencias que se venían
gestando a través de todo el siglo XIX, hasta que la
línea de la lucha armada independentista se impone de
manera definitiva, la cual tiene su mejor representante en la
figura de José Martí,
que culturalmente también centraliza este período,
que es de crisis y
reflexión y donde parece ser la prosa el vehículo
expresivo más idóneo, y así en la narrativa
se produce la obra cumbre de nuestro siglo XIX, Cecilia
Valdés
.

En esta etapa el ensayo y la
crítica son cultivados con abundancia y calidad, sin
olvidar la oratoria y los testimonios sobre la contienda
independentista que comienzan a aparecer por esta época.
Predominan las publicaciones de corte independentista.

Análisis de
la obra

Cuando la narrativa como género dio sus primeros
y poco firmes pasos en nuestra literatura, el nombre de Cirilo
Villaverde, (18), se encontraba entre sus cultivadores más
asiduos. Esto fue lo que en un principio lo hacía
destacarse del resto de los narradores de la época, Palma,
Echeverría, Suárez y Romero, etc., que
también cultivaban la poesía y a veces el teatro.
Villaverde se concentraba en la prosa, ya fuese a través
del artículo de costumbres, la crónica de viajes o, muy
cercana a éstos, la narrativa (cuento, novela, noveleta,
etc.), dentro de la que produjo más de veinte
títulos entre 1837 y 1846.

Aunque sin librarse de muchos de los defectos de
nuestros primeros narradores, donde falsos convencionalismos
románticos se mal llevaban con el reflejo de una
insoslayable realidad, Villaverde, ya con su producción de
estos años, se situaba a la cabeza de ellos.

Villaverde publicó en 1839 en La
siempreviva
un relato breve titulado Cecilia
Valdés
que fue núcleo de su novela. La primera
redacción de la obra apareció
publicada en la Imprenta
Literaria de Lino Valdés a fines de ese año.
Cuarenta y tres años más tarde apareció la
segunda y definitiva edición
de Cecilia Valdés o la Loma del Ángel. Esta
obra puede ser clasificada como una novela costumbrista y
está tan minuciosamente pintada la sociedad colonial que
hoy podemos darle el título de novela histórico –
costumbrista.

Es de interés
conocer estos antecedentes para comprender algunas de las
virtudes y limitaciones de esta novela, considerada por casi
todos los críticos como la más importante de
nuestro siglo XIX. Las primitivas versiones de Cecilia
Valdés
eran anécdotas amorosas ambientadas en
forma costumbrista, al estilo de muchas otras que Villaverde
escribió. Se le ve entusiasmado con el personaje
protagónico, que al parecer copió de uno de carne y
hueso, ya que incluso se ha hablado de la poca imaginación
narrativa de Villaverde, que sólo logra convencer cuando
contaba cosas que él personalmente conocía, como
la familia de
Cándido Gamboa que parece haber sido modelada sobre la de
Cándido Rubio, amigo y condiscípulo del
autor.

Más de una vez había utilizado en sus
narraciones ese tipo de mulata hermosa y sensual, pero Cecilia
aventaja a todas. Esto lo hace centrar su historia en el mundo
habanero de los mulatos libres, al cual contrapone el de los
blancos ricos a través de la familia Gamboa, cosa que se
encuentra ya en las primeras versiones. Pero no es hasta la
definitiva cuando Villaverde decide hacer un corte vertical en la
sociedad cubana de la época para, en una u otra forma,
presentar las capas que la componían, incluyendo a la
más inferior, la de los más oprimidos esclavos, no
sólo en la ciudad, sino también en el campo, en
donde llegaba al máximo la brutalidad en su
explotación.

Por supuesto, cuando se publica la última
versión de la novela, la esclavitud ya no era el tema
candente y peligroso que había sido en 1839. La guerra
independentista del 68 y la gradual abolición de la
esclavitud, ya aprobada, habían hecho variar el
panorama.

Además, existían antecedentes narrativos
conocidos en el tratamiento del tema, como La Cabaña
del Tío Tom
, de la norteamericana Harriet Beecher
Stowe, de 1852, y los cubanos Sab (1841) de Gertrudis
Gómez de Avellaneda, El negro Francisco (1875), de
Antonio Zambrana y el Francisco de Anselmo Suárez y
Romero, publicado en 1880 en Nueva York, más de cuarenta
años después de escrito. Así que cuando
Villaverde decide darle peso dentro de su novela al problema de
la esclavitud, tenía modelos y
perspectivas suficientes para ofrecer una visión
más totalizadora.

Es por eso que si en cierta medida Cecilia
Valdés
culmina la narrativa cubana sobre el tema de la
esclavitud, debe situarse aparte de los primeros intentos del
género, más limitados en todos sus aspectos, pero
avalorados por haberse producido en el momento en que más
candente era su tratamiento.

La sociedad cubana hacia 1830 es pintada en la novela
como una pirámide en cuya cúspide se encontraba el
Capitán General y cuya base estaba formada por esclavos.
Entre esos extremos existían varias capas intermedias,
separadas por un límite racial al parecer infranqueable:
blancos arriba, negros abajo. Sin embargo, en este preciso
momento que capta la novela, las capas étnicas no
están en la práctica tan delimitadas como en un
principio pudiera creerse; y uno de los aspectos más
importantes que se plasma en la novela es la captación del
embrionario pero ya muy marcado nacimiento de la sociedad cubana
como típicamente mulata.

La antinomia negro – blanco se ve permeada por otras,
como las de cubano – español y explotado –
explotador, sin que en esto último tengan que
identificarse siempre sus elementos con los estrictamente
raciales. Si analizamos bien la citada pirámide, veremos
aspectos curiosos, como el que la nobleza nativa no tiene que
identificarse tampoco con la clase más poderosa de
criollos así como que la clase explotada no depende
exclusivamente del color de la
piel, ya que
por esta época se va fortaleciendo una burguesía
mulata o negra que hasta es propietaria de esclavos y contra la
cual va a ser fundamentalmente dirigida la represión de La
Escalera en 1844. El negro explotado puede estar también
al lado de un blanco explotado, y ambos sentirse cubanos,
(19).

Se está produciendo una tremenda simbiosis de la
cual surgirá una Cuba Mulata; mulata como la propia
protagonista de la novela, que no por gusto ha llegado a
convertirse quizás en el único mito que
nuestra literatura ha incorporado al pueblo cubano. Villaverde
capta un momento de transición, de fermentos y de
frustraciones, cuyos elementos fundamentales van a ser de
gérmenes, no de plenitud.

Esta no es aún la época que encuentra sus
héroes idóneos que lleven al país a una
lucha independentista. Varela, Aponte, Heredia, parecen ser
opciones en este último aspecto, pero ninguna llega a
cumplirse. Posteriormente Villaverde tendrá la experiencia
del anexionista Narciso López, a la cual estuvo muy
ligado. Quizás por eso cuando vuelve su mirada hacia
atrás, después de la Guerra del 68, no descubre, a
la altura de 1830, una figura en la cual reflejar lo más
positivo de la conciencia cubana, aún no plenamente
desarrollada; y en ninguno de los personajes de la novela se
puede encontrar un verdadero personaje positivo.

Como realista que trata de captar ese momento
histórico se le ha reprochado la falta de un protagonista
que tipifique los gérmenes más positivos de nuestra
formación histórica. Hay algunos rasgos más
vigorosos en las cotrafiguras, como José Dolores Pimienta
(el Águedo Falcón de la primera versión) e
Isabel Ilincheta (antes Isabel Rojas), que en los protagonistas
de la anécdota amorosa, Leonardo Gamboa y Cecilia
Valdés. E incluso mucho menos rasgos positivos se
encuentran en un aparente personaje secundario, que bien
analizado es quizás el que más peso y control tenga en
toda la trama: la madre de Leonardo, doña Rosa Sandoval,
la mejor encarnación del tipo de criolla adinerada que
aparece en otros muchos relatos referidos a esa época,
situada en el mismo centro de la clase explotadora.

Sucede que el método
realista que Villaverde sigue lo lleva desde cierto punto de
vista, a no centrarse en un personaje determinado (cuando no le
salen retazos romanticoides), y por eso el verdadero protagonista
de la novela es colectivo: esa masa dividida y subdividida, pero
a su vez revuelta, entrecruzada y hasta fundida de las más
diversas maneras, que llena toda la obra y hace en ocasiones
moroso su desarrollo, al
parecer perdido en anécdotas marginales (reprochadas por
muchos críticos), pero que le confieren esa talla
protagónica a todo el colectivo humano que la puebla y que
en conjunto no podemos dudar de que tenga vida, fuerza y
tipicidad suficientes como para permitir que esta épica
del siglo XIX cubano, sin héroes, permanezca
incólume como una de las lecturas preferidas de nuestro
pueblo. No sólo después del peso de varias
generaciones, sino hasta del cambio de régimen
social.

Artísticamente se han hecho innumerables
objeciones a Cecilia Valdés, comenzando por su
estilo, calificado de desigual y hasta incorrecto en ocasiones.
Se ha señalado la frecuente aparición de
arcaísmos en su lenguaje, y
esto puede provenir de la larga estancia del autor en los Estados
Unidos. Tal congelación del habla pudo observarse
también en un prosista de la calidad de Félix
Varela. Igualmente pudo deberse a la influencia de sus primeras
lecturas orientadas por Domingo Delmonte hacia los
clásicos españoles.

Sin embargo, Villaverde es hábil en la
captación de la expresión lingüística que caracteriza a cada
capa social. A veces es inconsecuente y se encuentra más
allá o acá algún tono falso o
diálogos demasiado prolijos; pero el conjunto convence e
inclusive sus arcaísmos le dan una especie de encanto
añejo que hace más creíble el reflejo de
aquella época. Al comparar las distintas versiones de
Cecilia Valdés es obvio que Villaverde fue
depurando su estilo haciéndolo más conciso y
concreto.

Obra compleja, Cecilia Valdés ha sido un
poco maltratada por la crítica, a veces demasiado
encandilada por sus externos elementos de folletín
romántico como para poder
descubrir otros aspectos internos, que han garantizado su
permanente comunicación con el pueblo cubano. Esta
comunicación es llevada a cabo hoy día con
entusiasmo no sólo mediante sus páginas impresas,
sino a través de su traslado a los medios masivos
de comunicación, como la
televisión o la radio, y a
nuestros escenarios, en los cuales los personajes de Villaverde
perduran.

En su larga vida de más de ocho décadas,
mucho vio y sintió este hombre de
indudable cubanía. Las mismas corrientes
ideológicas en pugna durante su época en su
país, fueron en algún momento las suyas:
reformismo, anexionismo, independentismo, abolicionismo. Pero su
evolución fue positiva, hacia las posturas
más progresistas. Limitaciones tuvo que tener, pero en la
Cecilia Valdés que publica en 1882 predomina la
visión de un hombre que, consciente de las injusticias de
la esclavitud y ansioso de la independencia de su patria, trata
de captar una etapa de la formación de nuestra nacionalidad
que él conocía bien.

Cecilia Valdés queda como el más
ambicioso y logrado esfuerzo narrativo por presentar un panorama
de la sociedad colonial cubana, y como tal aún es fuente
inapreciable para el
conocimiento de la época, sin dejar de ser lectura
siempre renovada de nuestro pueblo, pues sus valores
indudablemente no son sólo documentales, sino
también artísticos.

Trama de la
novela

Aunque la extensión del relato y la variedad de
personajes y situaciones hacen imposible sintetizar toda la trama
de la novela, el núcleo de su argumento está dado
por el eje amoroso que impulsa la acción
de la novela. Leonardo Gamboa, hijo de un comerciante
español enriquecido en el comercio de esclavos, se enamora
de una joven mulata, Cecilia Valdés. No sabe él que
esta muchacha es hija ilegítima de los amores de su padre
Cándido Gamboa, con la mestiza Charo
Alarcón.

Poco después de nacer la niña fue
entregada a la Casa Cuna, lo cual da al traste con la cordura de
su madre. Allí recibe el nombre de Cecilia Valdés,
quien llega a ser en su juventud la
mayor atracción de los bailes de cuna que eran celebrados
por la raza de color y a los que solían asistir jovencitos
de alta sociedad.

La llamaban La Virgencita de bronce debido a su
belleza y su color. Apasionado por ella está el sastre y
músico José Dolores Pimienta, pero la joven se
encuentra prendada de su medio hermano, que representa a su vez a
la juventud pudiente de su época, adormecida en el vicio,
deslumbrada por la fortuna, instigada por el egoísmo,
desocupada e indiferente, sin más anhelo que el juego, el
baile y la pasión salvaje; juventud que no
respondió, por no entenderla, a la voz de otra juventud
constructora y viril que se alzaba altiva, y a la que
prestigiarían nombres tales como Heredia, Lemus, Teurbe
Tolón, y otros.

Leonardo y Cecilia, que ignoran los lazos de sangre que los
unen, se abandonan a la voluptuosidad de una vehemente
pasión. Son vanos los esfuerzos de Cándido Gamboa y
de Josefa, la abuela de Cecilia, para evitar estos amores.
Leonardo les concede más seriedad cada día. Le
ofrece a Cecilia un hogar y la hace su cortesana. Don
Cándido denuncia el caso al alcalde quien decreta la
reclusión de Cecilia en la Casa de Recogidas; pero
Leonardo pone en práctica todos los medios posibles, y
auxiliado por su propia madre, airada al enterarse del origen de
la muchacha y ávida de vengar su afrenta, extrae a la
joven de la reclusión y llevándola a la prometida
morada, se consagra con ella a una luna de miel que le abstrae de
todo.

El entusiasmo de los primeros meses va
mitigándose paulatinamente por parte de Leonardo y sus
visitas a casa de Cecilia son cada vez menos frecuentes. La
ardiente muchacha, herida en lo más íntimo de sus
sentimientos atrae a José Dolores Pimienta al enterarse de
la boda de Leonardo con Isabel Ilincheta. Los celos la llevan a
pactar con el mulato quien se dirige a la Iglesia del
Ángel sintiendo como suyo el deseo de venganza de Cecilia
y al llegar a la puerta clava su cuchillo en Leonardo que cae
exánime. Como cómplice, Cecilia es internada en el
Hospital de Paula, donde es reconocida por su madre, vuelta a la
cordura poco antes de morir. Isabel ingresa en un
convento.

No está en la trama sentimental el valor de la
novela, sino en el cúmulo de personajes que viven en la
acción, en el pensamiento y en el diálogo;
en las situaciones y múltiples descripciones de la vida de
la época. Villaverde dejó en sus páginas
frescos colosales que evocan con poder incontrastable un
período de nuestra historia colonial y el canto de
exuberancia y belleza de la cultura
criolla. Porque en Cecilia Valdés lo que importa no es el
relato de los amores incestuosos entre Cecilia y Leonardo, sino
la pintura total
de la sociedad cubana en la primera mitad del siglo XIX, con la
multitud de esclavos de la ciudad y del campo, los jóvenes
pudientes de la época, la burguesía enriquecida,
las fiestas y hábitos de aquellos tiempos.

Tratamiento de los
personajes

Villaverde se destaca como un gran creador de
personajes. Presenta un corte sensacional de la sociedad cubana,
desde el Capitán General Vives, la aristocracia de la
sangre, representada por el joven Fernando O’ Reilly, amigo
de Leonardo, la burguesía adinerada, cuyo ejemplo mejor es
Cándido Gamboa; la burguesía liberal, integrada por
profesores, médicos, abogados y estudiantes, y debajo, los
esclavos, verdadero protagonista colectivo. Esta división
por clases acrece el valor social de la novela, pero no disminuye
el gran mérito de la creación de personajes
individuales.

Los dos protagonistas principales, Cecilia y Leonardo,
están formados psicológicamente de la misma manera,
ambos son superficiales, amigos del placer, caprichosos,
poseídos por externas reacciones, son extravertidos.
Cecilia está impulsada por un deseo de ascender en la
escala social,
mientras que el abúlico Leonardo no sabe decidir su vida
entre la novia Isabel y la amante Cecilia. Isabel Ilincheta tiene
rasgos de la mujer actual,
es deportista, maneja los negocios del
cafetal propiedad de su padre. Leonardo advierte que Isabel es
superior a él en todos los sentidos.

Cándido Gamboa es un español de humilde
origen que se ha enriquecido gracias a su laboriosidad y sobre
todo por el tráfico de esclavos, (20). Es un verdadero
hombre de empresa, con muy
pocos matices; en su hijo se reflejan muchos rasgos de su
carácter. Rosa de Sandoval, su esposa, mujer dominante,
se deja llevar por los celos, y con Leonardo resulta demasiado
complaciente, mimando con exceso a su hijo mayor. Las tres
hermanas de Leonardo, Antonia, Carmen y Adela, no tienen mayor
importancia.

Los tipos de clase media como el escribano, el
picapleitos, no representan mucha profundidad, salvo el
médico Montes de Oca y su esposa Águeda, que
demuestra la predilección de Villaverde por los personajes
dementes, por los enfermos mentales. De los personajes blancos
peninsulares, el novelista ofrece un cuadro variado, desde el
administrador
de Gamboa, hasta los mayorales isleños.

Los negros y mestizos, libertos y esclavos, constituyen
el cuerpo de la obra, desde la familia materna de Cecilia, su
madre Charo, su abuela Chepilla, el sastre mestizo Uribe, con el
cual Pimienta entabla una conversación
interesantísima por los puntos de vista de los libertos
que presenta. Los esclavos del ingenio La Tinaja, peor tratados
que los de la ciudad o los del cafetal de la familia Ilincheta,
sabe caracterizarlos Villaverde adecuadamente. La esclava
María de Regla, nodriza de Adela, la hermana de Leonardo,
es un tipo patético. Memesia, íntima amiga de
Cecilia y hermana de Pimienta, se enamora de Leonardo y quiere
atraer a Cecilia hacia el músico.

Sería interesante señalar todos los
personajes: tipos colocados en lo más bajo de la sociedad,
los esclavos de la casa como el calesero, Caimán el
guardiero del ingenio, Tondá, el negro protegido de Vives,
etc. Todos los personajes tienen vida propia, aún aquellos
que pasan apresuradamente por alguna página de la novela.
Cirilo Villaverde se revela, ante todo como un gran creador de
personajes vivos, individualizados.

Influencias y
valoración de la novela

La trama de Cecilia Valdés está concebida
dentro del molde romántico, no obstante la fuerte
tendencia realista de mediados del siglo XIX que en ella se
manifiesta al describir las costumbres. En el prólogo,
fechado en Nueva York, Villaverde confiesa dos influencias, la de
Walter Scott, el novelista histórico escocés, y la
de Alejandro Manzoni, el novelista romántico italiano.
Pero a esas dos podrían añadirse otras, por
ejemplo, la novela realista española está presente
en Cecilia Valdés y una indudable influencia de
Cervantes se
observa en Villaverde. Podrían señalarse otros
influjos más particulares como, por ejemplo, el tipo de
Cecilia que en ciertos aspectos parece inspirado en la Esmeralda
de Nuestra Señora de París, de Víctor
Hugo.

La prosa novelesca de Villaverde no es muy correcta, se
aprecian ene ella muchos arcaísmos. Pero el novelista supo
acertadamente captar el lenguaje de
los personajes de su obra: el lenguaje de los esclavos, las
peculiaridades del habla de los guajiros, la de los blancos
peninsulares como los isleños y catalanes, etc. Esa
reproducción del lenguaje típico de
cada clase resulta uno de los méritos de la
novela.

Lo cierto es que Cecilia Valdés puede
compararse con las grandes novelas hispanoamericanas del siglo
XIX y colocarse al lado de Amalia de José
Mármol, tanto como de María de Jorge Isaacs.
Sus méritos consisten en la profundidad y variedad de la
mirada observadora de su autor, su capacidad para crear
personajes y para reproducir escenas y costumbres de la vida
colonial, así como para representar nítidamente una
serie enorme de esclavos y libertos.

Hoy podemos estimar a Cecilia Valdés no
sólo como un alegato contra la esclavitud, aunque este no
fuera el propósito deliberado del autor, sino
también como una gran novela histórica que recoge
la sociedad colonial con todos sus estratos y todos sus conflictos.
Cierto es que en esta obra no predominan los valores de
estilo, pero es indudable el hondo sentido novelesco que preside
sus peripecias y sus observaciones. Cecilia Valdés
es el único mito literario que han conseguido crear
nuestros novelistas, una figura de ficción tan
singularmente arraigada en nuestras gentes que muchos la conocen
sin haberse acercado nunca a las páginas de
Villaverde.

Cecilia Valdés fue calificada desde su
aparición como la mejor novela cubana escrita hasta
entonces, por su admirable reconstrucción de la vida y las
costumbres de todo un período histórico.
Ningún historiador ha podido igualar a Villaverde para dar
a conocer aquella época. Nadie ha descrito con mayor
seguridad ni
más honda emoción humana la vida del esclavo en el
ingenio, ni las diferencias sociales entre la privilegiada clase
de los amos y de los desheredados libertos, relegados al
más bajo peldaño de la sociedad porque fueron
esclavos y eran descendientes de esclavos.

CONCLUSIONES

Como modalidades del discurso
novelado sobre la esclavitud en Cuba Sab, Francisco
y Cecilia Valdés presentan ciertas similitudes que
a continuación se enumeran:

  • Pertenecen al romanticismo como corriente
    literaria.
  • Sus autores pertenecían a familias
    esclavistas.
  • Figuran entre los primeros documentos
    antiesclavistas escritos en Cuba.
  • Fueron escritas en el mismo contexto histórico
    social y por tanto lo reflejan.
  • La trama de las novelas termina
    trágicamente.
  • Se manifiesta de una u otra forma la atracción
    romántica entre blancos, negros esclavos y mulatos
    libres.
  • Exponen las gradaciones internas de los
    esclavos.
  • Se resaltan las costumbres y el lenguaje de la
    época.
  • Existen numerosos cuadros descriptivos de nuestra
    naturaleza y
    del trópico.

A su vez, entre estas novelas hay ciertas
diferencias:

  • Aunque pertenecen al romanticismo como corriente
    literaria, Sab se encuentra matizado por una
    visión idealista, subjetiva, con predominio de temas
    sentimentales y exóticos.
  • Por su parte Francisco y Cecilia
    Valdés
    se encuentran bajo la influencia de un
    romanticismo realista, destinado a observar y a reflejar la
    realidad, las costumbres, el contorno social. En el caso
    específico de Cecilia Valdés se le considera como
    una novela de corte histórico – costumbrista que
    recoge la sociedad colonial con todos sus estratos y
    conflictos.
  • Francisco fue escrita por encargo con el
    objetivo
    específico de denunciar la esclavitud.
  • Sab fue escrita sin esa intención y
    aunque logra ese mismo propósito, el tema principal
    parece estar fundamentado en las tesis
    feministas de liberación de la autora.
  • Cecilia Valdés es considerada como un
    alegato contra la esclavitud, aunque este no fuera el
    propósito deliberado del autor.
  • Francisco se publicó mucho
    después de la muerte de
    su autor.
  • Sab y Cecilia Valdés fueron
    publicadas en vida de sus respectivos autores.
  • Sab y Francisco no pudieron circular en
    Cuba a causa de la censura existente en su época. Para
    el tiempo en que se publica la versión definitiva de
    Cecilia Valdés la esclavitud ya no era el tema
    candente y peligroso que había sido en 1839, aunque ya
    desde entonces la obra circulaba en el país.
  • En Sab y Francisco se pinta
    excelentemente la vida del ingenio con todas sus
    particularidades. Cecilia Valdés se centra
    más en describir la vida citadina de la
    época.
  • En Sab y Francisco los personajes
    negros manifiestan cualidades excepcionales, propias del hombre
    blanco de la época ya que son tratados de acuerdo a la
    concepción humanística. Cecilia
    Valdés
    , por su parte centra su historia en el mundo
    habanero de los mulatos libres, el cual contrapone al de los
    blancos ricos.
  • En Sab y Francisco la historia se
    centra en los personajes protagonistas. Cecilia
    Valdés
    no se centra en un personaje determinado y
    por eso el verdadero protagonista de la novela es el
    colectivo.
  • En Sab y Francisco los personajes
    negros que no componen la trama central son tratados de forma
    muy superficial, sin acercárseles mucho, como cuadro de
    sombras despersonificadas, lo que no sucede con Cecilia
    Valdés
    donde los negros y mestizos, libertos y
    esclavos, constituyen el cuerpo de la obra.
  • La producción de Francisco y Cecilia
    Valdés
    estuvo vinculada al círculo literario
    de Domingo Delmonte. Fueron escritas en Cuba, aunque la
    versión definitiva de Cecilia Valdés se
    editó finalmente en Nueva York.
  • Por otra parte Sab fue escrita fuera de Cuba y
    la Avellaneda no tuvo ningún contacto con las tertulias
    delmontinas.
  • Uno de los aspectos más importantes que se
    plasma en Cecilia Valdés es la captación
    del embrionario pero ya muy marcado nacimiento de la sociedad
    cubana como típicamente mulata, cosa que no ocurre en
    Sab y Francisco.
  • En Cecilia Valdés se capta el lenguaje
    de los esclavos, las peculiaridades del habla de los guajiros y
    las de los blancos peninsulares. Esa reproducción del
    lenguaje típico de cada clase resulta uno de los
    méritos de la novela. En Sab y en
    Francisco si bien se recogen muchos modismos y
    cubanismos, no se llega a plasmar esto con tanta
    claridad.
  • En Cecilia Valdés la antinomia negro –
    blanco se ve permeada por otras, como las de cubano –
    español y explotado – explotador, sin que en esto
    último tengan que identificarse siempre sus elementos
    con los estrictamente raciales. El negro explotado puede estar
    también al lado de un blanco explotado, y ambos sentirse
    cubanos. Esto no se verifica ni en Sab ni en
    Francisco.
  • En Cecilia Valdés se ofrece una
    visión más totalizadora con respecto al tema de
    la esclavitud que en Sab y en
    Francisco.
  • Francisco ha sido aceptado por su contenido
    como una novela antiesclavista y abolicionista.
  • Sab no ha gozado de la misma aceptación
    en todas las épocas.

El estudio de estas obras nos permite apreciar los
horrores de una institución tan antigua como la historia
de la humanidad, en el contexto de una Cuba colonial en la que
empiezan a manifestarse los primeros brotes de cubanía.
Los escritores cubanos de las primeras décadas del siglo
XIX no fueron inmunes a esta problemática y la reflejaron
consciente o inconscientemente, siendo este el caso de La
Avellaneda, en sus textos.

Hoy, en Cuba socialista predomina en el pueblo una
concepción científica del mundo y, de acuerdo con
nuestra propia ideología, valoramos dialécticamente
cada uno de los aportes de los pueblos, su valentía, su
poesía, sus mitos, su
fuerza de trabajo y su amor, nunca
desmedidos a la libertad. Los muchos esclavos traídos
desde África en el transcurso de varios siglos nos legaron
antecedentes imprescindibles de nuestra cultura nacional, el
escudo más seguro para
resistir cualquier embate del enemigo que ose destruir al pueblo
que se formó a sí mismo en los palenques de los
montes de Cuba libre.

NOTAS Y CITAS
BIBLIOGRÁFICAS

1- Gertrudis Gómez de Avellaneda
nació en Puerto Príncipe, hoy Camagüey, el 23
de marzo de 1814. Fue una niña precoz que escribía
versos desde muy temprana edad. Su madre queda viuda y se vuelve
a casar con el Teniente Coronel Isidoro de Escalada, no siendo
buenas sus relaciones con su padrastro. Era de temperamento
fogoso y vivo. Un amor adolescente le hizo conocer muy pronto
tristezas y desengaños. Su viaje a España en 1836,
a pesar de su dolor de partida fue para ella una llamada a
más amplios horizontes. Publica sus primeros versos en
Cádiz bajo el seudónimo: "La
Peregrina"
.

En 1840 se instala en Madrid. En
1844 lleva a escena su drama Munio Alfonso. Fue propuesta
como candidato a un puesto en la Real Academia Española,
pero su condición de mujer se lo impide. En 1839 conoce a
Ignacio Cepeda con quien tiene amores tormentosos. En 1846 se
casó con Pedro Sabater y tras la muerte de este
al poco tiempo pasa un período recluida en un convento de
Burdeos. En 1855 se casa de nuevo con Domingo Verdugo con quien
regresa a la isla de Cuba en 1859.

El Liceo de La Habana le ofrece un gran homenaje y Luisa
Pérez de Zambrana coloca en sus sienes una corona de
Laurel. Colaboró en varios periódicos. Fundó
la revista
Álbum Cubano de lo Bello y de lo Bueno y publica su
novela El artista Barquero. Tras la muerte de su madre
regresa a España en mayo de 1864. Visita nueva York,
Londres y París. Se instala en Sevilla donde se dedica a
revisar sus trabajos literarios. Murió en Madrid el 1 de
febrero de 1873, pasando su muerte casi desapercibida.

Cuando se publicaron sus cartas amorosas
se pudo saber que en ella no había solamente aquella
extremidad de sus poesías, sino un genuino espíritu
que se revelaba con toda su integridad, con todo su desasosiego.
Poseyó una interesante y avasalladora personalidad.
Su carácter apasionado, recio, se palpa en toda su obra,
singularmente en sus poesías eróticas, sus dramas y
sus cartas.

Su obra literaria puede ser dividida en dos grandes
campos: poesía y prosa. Dentro de la primera encontramos
su lírica y su dramática. En su prosa encontramos
sus novelas, cuentos.
Leyendas,
impresiones de viajes, artículos periodísticos, su
autobiografía y numerosas cartas. A diferencia de los
poetas cubanos del siglo XIX La Avellaneda pudo desarrollar a
plenitud su obra literaria. Su poesía posee un tono
ampuloso, retórico, en buena parte de su producción
que la aleja de nuestro gusto y sensibilidad actuales. El
dominio que
ejercía sobre sus versos les quita espontaneidad. Sin
embargo, en sus poesías de mayor calidad lírica
supera todos esos rasgos negativos. No fue una poetisa
romántica, sino neoclásica. La avasalladora fuerza
de su personalidad otorga a sus versos esa majestuosidad, esa
grandeza que está por sobre las variaciones del gusto.
Estas cualidades se reiteran en las mejores piezas de su teatro y
en las acongojadas páginas de su epistolario.

En buen número de sus obras se refiere a Cuba
para engrandecer sus bellezas naturales. Otros temas recurrentes
en su producción literaria son el de la libertad y
el amor y
algunos temas de inspiración religiosa.

2- Harriet Beecher Stowe, (1811- 1896),
nació en Connecticut y en 1832 fue a vivir a Cincinnati,
ciudad separada de las tierras de los esclavos por el río
Ohio. Sus primeros bocetos y cuentos, reunidos en 1843 en un
volumen
titulado The Mayflower tratan en su mayor parte de
recuerdos de su antiguo hogar, expuestos con el cariño de
quien se ha alejado de él.

En 1850 regresó a Nueva Inglaterra porque
su esposo Calvin E. Stowe, había aceptado una
cátedra en el Bowdoin College. Allí, profundamente
emocionada con la Ley del Esclavo Fugitivo, desafío y
grito de alarma y de guerra para todos los norteños
conscientes, empezó a escribir La Cabaña del
Tío Tom
que cuando se publicó en 1852 tuvo una
acogida popular que hasta entonces no había encontrado
ninguna novela. Se vendieron millones de ejemplares. Más
de quinientas mil mujeres inglesas firmaron un escrito de gracias
a la autora. En Escocia se recaudaron mil libras esterlinas,
penique a penique, entre la gente más pobre, para ayudar a
la liberación de los esclavos.

En Francia y en Alemania se
leyó y se discutió el libro en todas
partes; a consecuencias de la compasión que inspiraba,
algunos propietarios rusos emanciparon a sus siervos. Es Estados
Unidos, gracias en parte al teatro, pues ya en 1852 se
representaba una versión teatral, la obra pertenece no
sólo a la literatura sino al folklore.
La Cabaña del Tío Tom ocupa un puesto
más elevado en la historia de la reforma de la esclavitud
que en el de la novela.

3- Romanticismo: En la literatura alemana, donde
nació la escuela,
predomina una organización medular, filosófica,
surgida de una visión estética nueva y autóctona. Es
España, Italia y Francia
el romanticismo llegó a ser un arma de combate contra los
preceptos del neoclasicismo
que dominaba tiránicamente en las literaturas de estos
pueblos. Para ellos el romanticismo fue lo opuesto a lo
clásico.

Se caracterizó por la libertad de formas,
anulación del principio de las unidades clásicas,
espíritu nacionalista, choque de pasiones, arrebatos
líricos, idealismo
trascendental y retorno a tradiciones populares. En la literatura
cubana, la influencia romántica se operó como
es lógico por medio de las obras de los escritores
españoles: Esponceda, Zorrilla, García
Gutiérrez, así como de algunos escritores alemanes:
Heine, Korner, Ossian, Ruckert; franceses: Musset y Dumas; el
novelista inglés
Walter Scott, así como Lord Byron; y los poetas italianos:
Leopardi, Rosmini, Alfieri, Grossi y el novelista Manzoni. Dentro
de los escritores cubanos románticos encontramos a
Plácido, La Avellaneda, Suárez y Romero,
Ramón de Palma, Tanco, Orgaz y otros.

4- Gómez de Avellaneda, Gertrudis. Sab. La
Habana: Ed. Arte y
Literatura, 1920. p. 5.

5- Remos y Rubio, Juan J. Historia de la
literatura cubana.1945. T II. p. 150.

6- Bueno, Salvador. Historia de la literatura
cubana. La Habana: Ed. Nacional de Cuba, 1963. pp.
140-141.

7- Gómez de Avellaneda, Gertrudis. Sab. La
Habana: Ed. Pueblo y Educación, 1963. p.
2.

8- Henríquez Ureña, Max. Panorama
histórico de la literatura cubana. La Habana: Editorial
Arte y literatura, 1978.T. I. p.273.

9- Instituto de Literatura y
Lingüística de la Academia de Ciencias de
Cuba. Perfil histórico de las letras cubanas desde los
orígenes hasta 1898. La Habana: Ed. Letras Cubanas, 1983.
p. 231.

10- Anselmo Suárez y Romero nació
en La Habana el 21 de abril de 1818. Inició sus estudios
con los religiosos dominicos y pasó luego al colegio que
primero dirigió el presbítero José Benito
Ortigueira y después Francisco González Santos.
Alumno del Seminario de San
Carlos estudió filosofía y derecho. Se
gradúo en 1837 en la Real y Pontificia Universidad de La
Habana, de bachiller en leyes. Sin
embargo, las dificultades familiares surgidas en 1838 con motivo
de cierta acusación de que fue objeto su padre José
Idelfonso Suárez, amigo y asesor legal del capitán
general Miguel Tacón, lo obligaron a interrumpir los
estudios.

El 11 de mayo de 1838 su padre partió para
Europa y Anselmo
en compañía de su madre Lutgarda Romero y de sus
seis hermanos fueron a vivir a Puentes Grandes. Al cabo de un
año se trasladó con su familia al ingenio Surinam
ubicado en Güines. Su padre, tras intensos esfuerzos por
obtener su rehabilitación en España, arruinado y
enfermo, falleció en Sevilla el 30 de enero de
1843.

De este forcejeo dramático con la vida, de esta
penosísima etapa de su juventud, hubo de salir al cabo
gracias a la intervención oportuna y casi providencial de
uno de sus amigos, José Zacarías González
del Valle quien urgido por la necesidad inaplazable de ir a
España para graduarse de licenciado en leyes, le
instó animosamente para que en su ausencia, lo sustituyera
en las clases de latinidad, gramática general y literatura que
profesaba en el colegio de Santa Teresa de
Jesús.

No sin oposición y ciertas reservas,
Suárez y Romero entraba de lleno por primera vez en la
ardua labor de la enseñanza, a la que habría de
consagrar para siempre sus mejores esfuerzos y sus más
elevados entusiasmos. En 1841 concurrió a las clases de
economía
política que daban Antonio Bachiller y Morales y
Ramón de Armas,
asistió al curso que explicó José Antonio
Cintra en el Liceo y practicó en los bufetes de
José Calixto Bernal, Isidro Carbonell y Padilla y
Ramón de Armas.

De allí en adelante comienza a desarrollarse su
carrera como pedagogo. Su dedicación al magisterio fue
constante y activa. Se gradúo de licenciado en derecho el
30 de abril de 1866, aunque no ejerció la labor de abogado
sino para defender sus propios asuntos. Publicó muchos
trabajos, reunidos en 1859 en un volumen titulado:
Colección de Artículos, importantes por las
observaciones de la naturaleza y el cuidado de su estilo.
Escribió dos novelas: Carlota Valdés,
publicada en El Álbum, (1838) y Francisco
que apareció en Nueva York muchos años
después (1880). Publicó además
artículos de carácter pedagógico,
jurídico y de crítica
literaria. Murió en La Habana el 7 de enero de
1878.

11- Suárez y Romero, Anselmo. Francisco.
El ingenio o las delicias del campo. La Habana: Ed. Arte y
literatura, 1974. pp. 49-51.

12- Suárez y Romero, Anselmo. Francisco.
El ingenio o las delicias del campo. La Habana: Ed. Arte y
literatura, 1974. p. 193.

13- Remos y Rubio, Juan J. Historia de la
literatura cubana.1945. T II. p. 135.

14- Bueno, Salvador. Historia de la literatura
cubana. La Habana Ed. Nacional de Cuba, 1963. p. 180.

15- Henríquez Ureña, Max. Panorama
histórico de la literatura cubana. La Habana: Ed. Arte y
Literatura, 1978.T. I. pp. 291-293.

16- Instituto de Literatura y
Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba.
Perfil histórico de las letras cubanas desde los
orígenes hasta 1898. La Habana: Ed. Letras Cubanas, 1983.
pp. 228-230.

17- Costumbrismo: Forma de la literatura realista
característica de la burguesía en ascenso, que se
preocupa por retratar y describir los tipos representativos de
esa misma clase. Según Salvador Bueno el costumbrismo pone
un dique a los excesos de los románticos, apunta un
objetivo de la realidad y se impone la obligación de
reproducir seres, cosas y hábitos con ceñida pluma,
sin vuelos emotivos, sin sentimentales impulsos.

Los artículos de costumbres constituyen un eficaz
medio de conocimiento
de aquella sociedad. Durante la etapa de 1844 a 1878 el
costumbrismo alcanza su consagración como medio capaz de
reflejar la realidad circundante en sus disímiles facetas,
tanto para criticar los rasgos negativos como para resaltar los
aspectos que van conformando la nacionalidad.
Se manifestó a través de diversas formas
literarias: la poesía, el teatro, la narrativa y el
artículo, género que aunque se venía
cultivando desde hacía tiempo adquiere ahora su mayor
relevancia.

18- Cirilo Villaverde nació en el ingenio
Santiago cerca de San Diego de Núñez (Pinar del
Río), el 28 de octubre de 1812. Se trasladó a la
capital y en
1820 comienza a estudiar en el Seminario de San Carlos. Graduado
en leyes se dedica al periodismo y a la enseñanza. Es
profesor en
colegios de La Habana y Matanzas. Amigo de Narciso López,
es apresado cuando el general venezolano es perseguido por las
autoridades españolas. Escapa de prisión y se
instala en los Estados Unidos donde trabajará como
maestro, escribirá en diversos periódicos y
revistas y continuará su labor separatista.

En 1858 volvió a Cuba, pero pronto tuvo que
regresar al exilio, se había casado con Emilia Casanova,
una de las mujeres que más incrementaron la propaganda
separatista. Murió el 28 de octubre de 1894. José
Martí le dedicó un artículo fúnebre
muy valioso en las páginas del periódico
Patria.

En su obra se destacan varios cuentos y sobresalen las
novelas Cecilia Valdés, La joven de la flecha de
oro, El
guajiro, Dos amores y El penitente
. Está
todavía bajo el signo romántico e idealista en sus
cuentos y relatos breves y solamente en su novela mayor,
Cecilia Valdés supo vencer las incitaciones de su
época. Entre sus cuentos encontramos: El ave muerta y
La peña blanca
. Ambas son leyendas románticas,
quiméricas y convencionales, así como El
perjurio y La cueva de Taganana
, aparecidas igual que las
anteriores en Miscelánea de lo útil y agradable
recreo
(1837). En El Álbum publicó
durante el año siguiente dos narraciones flojas y sin
ninguna importancia. El espetón de oro y
Engañar con la verdad.

Algún valor tiene un cuento que apareció
en 1839 en Obsequio de las damas titulado Lola y su
periquito
, al cual se le atribuye por ciertos críticos
gran fascinación, encanto y naturalidad en la
narración, aunque su argumento y el desarrollo de los
caracteres posean poco mérito. Teresa y Una cruz
negra
son, igualmente, cuentos que no sobresalen por ninguna
cualidad, fondo o forma.

Después de la edición en 1839 de la
primera redacción de Cecilia Valdés el
novelista incidió de nuevo en el cuento. Se le encuentran
casi todos publicados en El faro industrial. Entre otros
hallamos: El ciego y su perro, Declaración de un
marinero náufrago,
y Generosidad fatal. Un poco
más extensa es La peineta calada, floja historia
sobre el poeta Plácido. La tejedora de sombreros de
yarey, Comunidad de
nombres y apellidos
y El misionero de Caroni aparecen
entre 1844 y 1846.

Otras muchas obras en prosa escribió Villaverde,
entre las que debemos destacar: Excursión a la Vuelta
Abajo
publicada en El faro industrial en 1843 y 1844,
llena de apuntes interesantísimos sobre su región
natal. El penitente es una novela histórico –
legendaria. Se desarrolla en La Habana hacia 1780 y los rasgos
realistas y románticos están mezclados en esta
obra. Por otra parte Dos amores cabe perfectamente dentro
de la modalidad del romanticismo idealista. Villaverde la
escribió para defenderse de quienes lo estimaban
más novelista que escritor. Cuidó su estilo, mas no
mejoró los méritos de la trama ni la escasa calidad
psicológica de sus personajes.

En sus primeras obras se había caracterizado por
un romanticismo sentimentaloide, artificial en su
reiteración de recursos truculentos y
melodramáticos. Mas sus dotes agudas de observación lo hacen ir captando,
intercalados en relatos de convencional anécdota, trozos
realistas, particularmente tomados de los escenarios habaneros y
vueltabajeros que él conocía bien. Toda la variedad
de títulos que va acumulando parecen vertebrarse en
líneas bastante precisas que culminarán en la
amplia versión de Cecilia Valdés, publicada
de forma completa en Nueva York en 1882.

19- Según Fernando Ortiz los negros
debieron sentir, no con más intensidad pero quizás
más pronto que los blancos, la emoción y la
conciencia de cubanía. Fueron muy raros los casos de
retorno de negros al África. El negro africano tuvo que
perder muy pronto la esperanza de volver a sus lares y en su
nostalgia no pudo pensar en una repatriación como retiro
al acabar su vida. El negro criollo jamás pensó en
ser sino cubano. El blanco poblador, en cambio, aun antes de
arribar a Cuba, ya pensaba en su regreso. Si vino fue para
regresar rico y ennoblecido por gracia real.

El mismo blanco criollo tenía por padres y
familiares conexiones con la península y se sintió
por mucho tiempo ligado a ellos como un español insular.
Nativos blancos de Cuba fueron en ultramar, generales,
almirantes, obispos y potentados, y hasta hubo
catedráticos habaneros en la Universidad de Salamanca.
Nada de eso pudo lograr ni apetecer el criollo negro, ni siquiera
el mulato, salvo los pocos casos de hijos pardos de nobles
blancos que obtuvieron privilegio de pase transparencial y real
cédula de blancura.

En la capa baja de los blancos desheredados y sin
privilegios, también debió chispear la
cubanía, que es conciencia, voluntad y raíz de
patria, surgió primero entre las gentes aquí
nacidas y crecidas, sin retorno ni retiro, con el alma arraigada
a la tierra. La
cubanía fue brotada desde abajo y no llovida desde
arriba.

Hubo que llegar al ocaso del siglo XVIII y al del XIX,
para que los requerimientos económicos de esta sociedad,
ansiosa de intercambio libre con los demás pueblos,
hicieran que la clase hacendada adquiriera conciencia de sus
discrepancias geográficas, económicas y sociales
con la península y oyera con agrado, aun entonces
pecaminoso, las tendencias de patria, libertad y democracia que
nos venían de Norteamérica independiente y de
Francia revolucionaria.

20- En su libro Nuestra América,
Antonio Núñez Jiménez explica como una
importante fuente para la investigación de los horrores de la
esclavitud en Cuba y otros países de América
la constituyen los anuncios clasificados publicados en los
periódicos, mediante los cuales se ve la impudicia de los
esclavistas y otros datos muy
útiles para la investigación histórica. En
esos anuncios vemos no sólo cómo se venden los
esclavos, sino también por qué se cambian a veces,
la etnia a que
pertenecen, su vestimenta y, entre otros datos si se han fugado
de sus amos.

En el Papel Periódico de La Habana del 14
de noviembre de 1790 aparece un ejemplo de venta: "Se
vende una negra de casta mandinga como de edad de 30 años;
con su cría de 6 meses, sabe guisar más que
regular: se da en precio de 325
pesos libres de todos los derechos. Darán razón en
la imprenta."

En la misma publicación del 7 de agosto de 1791
vemos la venta de un niño: "Un negrito de dos
años y medio; también se cambia por otro que sea
como de 14 a 16, ó, de 16 a 18 años, dando encima
lo que fuere necesario hasta el completo de su cantidad. Quien lo
tuviere y quisiera entrar en dicho cambio o venta, acuda a esta
imprenta y se le dará razón del sujeto que lo
propone."

Uno de los crímenes más grandes dentro del
gran crimen de la esclavitud consistía, durante la captura
y venta de los esclavos en África, en separar a la madre
del hijo, al hombre de la mujer, para después volver a
sufrir igual disolución familiar en América, tal
vez para siempre.

En otro clasificado se propone la venta de la madre y la
hija, o del matrimonio y su
vástago, y si esto no es posible por el adquiriente, se
vende sola a la madre o al crío. Generalmente se hace
alusión en esos anuncios a la abundante leche de la
madre negra, pues como factor económico, sobre todo para
las amas que utilizarían aquella leche para alimentar a
sus hijos.

El 28 de noviembre de 1790 el mencionado
periódico anuncia: "Una negra embarazada de algunos
meses, casta Arará de edad de 26 a 28 años con dos
hijos criollos de edad, el uno cuatro años y medio, y el
otro cerca de tres, en cantidad de 675 pesos libres en que fueron
tasados por el corredor de Lonja el 29 de julio del corriente
año. Es muy buena cocinera, ágil, lava, plancha y
cose regular; el que quisiera comprarla acuda a la imprenta donde
le darán razón de su amo."

Los esclavos no sólo se venden, también se
alquilan. En el Diario de La Habana correspondiente al 4
de diciembre de 1852 vemos este anuncio: "Se alquila en 6
pesos al mes un negrito propio para criado de mano. Calle de la
Estrella esquina el rayo."
Igualmente los esclavos se cambian
por mercancías o animales. Un
ejemplo de ello aparece en el periódico habanero El
Aviso
, del 16 de julio de 1794: "Otra esclava buena
lavandera y cocinera, coartada en 240, y un negro su hijo de seis
años en 250, y también se cambia por mulas
caleseras, sanas y sin resabios."

Las terribles condiciones en que viajaban los esclavos
hacia América las describe de manera magistral y bien
breve el negrero inglés Falcombridge al decir en 1778, que
el espacio que ocupan aquellos es el de un cadáver en su
ataúd. Los viajes de África a América, de
acuerdo a los vientos o la ausencia de los mismos, demoraban en
aquellos veleros cargados de piezas africanas, como se les
llamaba entonces, hasta ochenta días.

Existen testimonios de los horrores del hacinamiento de
las negradas en aquellas travesías: falta de aire, de comida,
llenos de excrementos y orines, en el caso de las mujeres con
menstruación sus fluidos corporales, enfermedades y todo
género de sufrimientos. En el Ministerio de Colonias de
París se encuentra el testimonio de un capitán que
al escasear los víveres en medio del Atlántico
"tomó la resolución de matar a parte de sus
negros para alimentar con sus carnes al resto del
armazón".

En otros casos, cuando se desataban epidemias o el barco
podía ser capturado, simplemente echaban al agua a
aquellos infelices para que murieran ahogados. Innumerables
testimonios históricos indican la crueldad infinita de
aquella trata. Se sabe que cuando la nave El
intrépido
llega a La Habana en 1828, había
salido de África con 342 esclavos y durante la
travesía murieron 208. Hubo barcos norteamericanos como el
Waren que en un solo viaje transportó hasta La Habana 718
esclavos de los que 106 eran mujeres y 612 niños.
Su capitán Nathaniel Gordon fue ajusticiado el 12 de
febrero de 1812, siendo el único caso de un negrero
sentenciado a la máxima pena en la historia de la
esclavitud norteamericana.

Entre las principales etnias africanas de los esclavos
traídos a Cuba y a América en general se encuentran
los mandingas, yolofes, fulaces, gangaes, longobáes,
maní, quisí, mina, lucumíes,
carabalíes, suamos, bibí, brícamos, congos,
motembos, musundis, mombasas, macuaes, mondongos, luangos,
mumbonas, mumbalas, masingas, banguelas, achantis, dahomeyanos,
fantís, ararás, entre otros.

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Autor:

Antonio O. Tarajano Roselló

Técnico en Bibliotecología y Ciencias de la Información

Alumno de 4 to año. Licenciatura en Estudios
Socioculturales

Universidad de Camagüey, Cuba.

Año: 2005.

Categoría: Literatura

Partes: 1, 2
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