- El proceso de la
Hegemonía - Estado y Sociedad
Civil - Hegemonía, Estado y
Educación - La Educación Popular y la
Escuela Pública - Cruzando Límites. Apostando
al desafío - Notas – Bibliografía
utilizada
El presente trabajo tiene
como objetivo
situar a la Escuela pública entre, por una lado, el
proceso de hegemonía que se manifiesta al interior
de las aulas; y, por otro lado, la Educación
Popular, ésta vista justamente como una resistencia a
ésta hegemonía, es decir, como una educación liberadora,
contrahegemónica.
Lo que éste trabajo desarrollará a lo
largo de cinco apartados es la posibilidad -necesaria por cierto-
de asumir una práctica político-pedagógica
dentro de la escuela,
revalorizando su carácter de pública y
popular.
Como mencioné anteriormente, el trabajo
está dividido en cinco apartados: el primero,
desarrollará la noción gramsciana de
hegemonía, sus funciones en la
sociedad y la
constitución del sentido común y el
"núcleo del buen sentido" en las clases subalternas; en el
segundo, se analizaré el rol del Estado y de la
Sociedad
Civil, en este punto, también trabajaré con las
nociones gramscianas de Estado Ampliado y Sociedad Civil,
haciendo una diferenciación en esta última de la
noción difundida por algunos teóricos neoliberales;
en el tercero, situaré a la escuela pública
dentro de la Sociedad Civil y su función
como aparato de hegemonía; en el cuarto,
plantearé la posibilidad de que la Educación
Popular, de inspiración Freireana, se pueda llevar a la
práctica dentro de la escuela pública vista
ésta como una contrahegemonía; y por último,
en el quinto apartado, los límites y
desafíos que se le pueden plantear a los educadores que
quieran emprender la tarea de educadores populares.
Espero que este trabajo sirva para seguir generando
reflexiones y debates en torno a esta
temática, que de cara a la construcción de un nuevo modelo
educativo, hará falta.
II.
El proceso de la
Hegemonía
Es preciso señalar que la hegemonía, en la
concepción gramsciana del término, no es igual a
dominio, entendiendo a éste último como "la
coerción directa o efectiva, que se expresa en forma
política y
en tiempos de crisis".
(1) Para Gramsci, la hegemonía que ejerce la
clase
dominante no sólo se hace través de la
coerción, sino además, a través del
consenso, logrando imponer su visión del mundo, una
filosofía, costumbres, un sentido común que
favorecen el reconocimiento de su dominación por las
clases dominadas.
"La hegemonía no es igual a la
ideología, no se reduce la conciencia a las
formaciones de la clase dominante, sino que comprende las
relaciones de dominación y subordinación,
según sus configuraciones asumidas como conciencia
práctica, como una saturación efectiva del
proceso de la vida en su totalidad (…) la hegemonía
constituye todo un cuerpo de prácticas y expectativas en
relación con la totalidad de la vida. Nuestros sentidos y
dosis de energía, las percepciones definidas que tenemos
de nosotros mismos y de nuestro mundo. Es un vívido
sistema de
significados y valores que en
la medida en que son experimentados como prácticas parecen
confirmarse recíprocamente. Es un sentido de la realidad
para la mayoría de las gentes de la sociedad
(…)".(2)
Esta clara definición de Raymond Williams me
pareció más que apropiada para exponer una clara
definición de los constituyentes del proceso de
hegemonía, el cual, en Gramsci, aparecerá definido
también como "la dirección moral e
intelectual de la clase dominante" o como "consenso +
coerción".
Sintetizando, podemos decir entonces, que la
hegemonía actúa "saturando" nuestra misma
conciencia, de modo que el mundo que vemos, con el que
interactuamos y las interpretaciones que de él hacemos, es
el "único mundo"; la hegemonía es un conjunto
organizado de significados y prácticas, valores y acciones que
son vividas. En este sentido, la cultura cumple una
función social indispensable para el mantenimiento
y reproducción del sistema
hegemónico.
Los grupos dominantes
ejercen la función de dirección cultural de
trasmisión ideológica a través de un
conjunto de organizaciones o
aparatos de hegemonía.
La hegemonía cumple en las distintas sociedades dos
funciones fundamentales:
- Su función como proceso social: tiene
la función de reproducción y consolidación
del consenso activo de las masas; ajustando y adaptando el
discurso
hegemónico y las prácticas correspondientes a las
necesidades del mantenimiento y desarrollo
del sistema en las distintas esferas (política,
económica e ideológica) y que éste
discurso debe ser actualizado en la medida que haya que
enfrentar resistencias
o contrahegemonías. - De esta manera, la hegemonía actuará
como constituyente de subjetividades, al internalizar
valores, normas,
actitudes,
representaciones del mundo, etc. a través de sus
aparatos de hegemonía, como por ejemplo, la escuela, que
actuarán en la
organización cotidiana de ciertas prácticas
de dominación que a su vez generan hábitos,
disposiciones, esquemas de percepción y comprensión del
mundo.
La hegemonía que ejerce la clase dominante, su
concepción de mundo, debe difundirse en toda la sociedad,
constituyendo nuevas subjetividades, pero éstas no
serán homogéneas, no será la misma
concepción de mundo la que elaboren las clases dirigentes
(mucho más elaborada), a la que Gramsci llamará
Filosofía, que la concepción de mundo que
elaborarán las clases subalternas (disgregada y
fragmentada), que Gramsci llamará Sentido
Común.
Éste como "la concepción más
difundida de la vida y la moral" es
una unidad mas o menos contradictoria en constante movimiento y
que se transforma continuamente.
Mientras que en la filosofía predominan "los
caracteres de la elaboración individual del pensamiento",
en el sentido común se trata esencialmente de los
"caracteres difusos y dispersos de un pensamiento genérico
de cierta época y de cierto ambiente
popular". El sentido común aparece como una amalgama de
diversas ideologías tradicionales y de la ideología de la clase dirigente: el buen
sentido.
Para las clases subalternas, su experiencia de vida
(explotación, discriminación, etc.) constituirán
el Núcleo del Buen Sentido que tiene que ver con
esta identidad de clase que establece los límites o
la separación con las otras clases y una
identificación dentro de las mismas clases
subalternas.
Para cerrar este apartado, cabe destacar la
función que Gramsci le asigna a los intelectuales,
que actúan "como funcionarios de la superestructura, y
que cimentan la unidad de la estructura y
la superestructura, constituyendo un bloque
histórico determinado, mediante la elaboración
y difusión de la ideología de la clase dominante
dando lugar a su hegemonía (…) la educación
desempeña una función esencial en la
formación de los intelectuales,
tanto del bloque emergente como en el bloque
dominante".(3)
En este segundo apartado analizaré el rol del
Estado (sin ahondar demasiado en los extensos debates que
se generaron en la corriente marxista sobre este tema) y la
Sociedad Civil, también mencionaré
brevemente la concepción neoliberal sobre la
relación Estado- sociedad civil. Asimismo, prestaré
especial atención a la noción gramsciana de
Estado Ampliado.
Considerando el planteo de N. Poulantzas, que sostiene
que "el Estado presenta como si fueran universales los
intereses particulares de una clase. Es decir, legitima la
dominación, la justifica, logra hacer aparecer como
condición de igualdad
ciudadana lo que es diferenciación económica y
social".(4) Es decir, según este planteo, la
función estatal "edulcora" la dominación de clase,
presentándola como fruto de la voluntad colectiva, ejemplo
de ello pueden ser las garantías jurídicas.
El Estado para
sostener la dominación de clase y a la vez disimularla,
tiene que ejercer alguna representación real de los
intereses de las clases subalternas. Entonces, el Estado media la
dominación que una clase realiza sobre las otras a los
fines de legitimarla y hacerla socialmente tolerable.
Es el Estado que aparece como el lugar privilegiado
donde se establecen las pujas y se materializan las correlaciones
de fuerzas, en donde una clase aparecerá como la clase
hegemónica sobre las otras clases en el poder y sobre
las clases subalternas, impregnando a todas ellas de su
"visión de mundo". Gramsci destacaba como un logro
histórico de la burguesía el haber podido imponer,
a través del Estado, una "voluntad de conformismo" en las
masas, basada en la función que aquella le cabe como clase
respecto al conjunto de la sociedad, y a la percepción que
ella tiene de sí misma.
Es importante tener en cuenta, para el posterior
desarrollo de este trabajo, que parto desde
una postura gramsciana de superestructura,
entendiendo a esta como "Sociedad Política= Aparatos de
estado (milicia, jueces, parlamento, policía, etc.),
con la función de ejercer la coerción +
Sociedad Civil = dirección intelectual y moral de un
sistema social, es decir, los aparatos de
hegemonía (escuelas, iglesia,
partidos
políticos, medios de
comunicación, etc.), con la función de ejercer
el consenso y distribución de la hegemonía de la
clase dominante.
Desde la postura neoliberal, se suele oponer la
sociedad civil al Estado como si la sociedad civil representara
lo puro y lo bueno y lo político/estatal como malo y
rechazable. De ahí que en el espacio de la sociedad civil
aparecerán las instituciones
como las ONG´s (Organizaciones No Gubernamentales),
éstas representan a un sector particular de la
sociedad y no a su conjunto. Habiéndose instalado en los
años ´90 este discurso, se produjo un corrimiento de
la participación de la sociedad civil de los sindicatos y
partidos políticos hacia las ONG´s.
Pero volviendo a Gramsci, la sociedad civil hace
referencia al "conjunto de los organismos vulgarmente llamados
privados y que corresponden a la función de
hegemonía que el grupo
dominante ejerce en toda la sociedad", es decir, es en la
sociedad civil, y más precisamente, en sus aparatos de
hegemonía, en donde se construye y se difunde la
hegemonía.
Y aquí conviene utilizar la noción
gramsciana de Estado Ampliado, entendiendo a este como
"aparato administrativo estatal+instituciones de la sociedad
civil". El Estado, entendido en el sentido restringido de
aparato Estatal, influye sobre la sociedad civil para allí
legitimarse y establecerse. La función hegemónica
que ejerce la clase dirigente en la sociedad civil es por lo que
el Estado encuentra el fundamento de su representación
como universal y por encima de las clases
sociales. Y es así que el Estado ampliado articula el
consenso necesario a través de organizaciones culturales,
sociales, políticas
y sindicales que, en el seno de la sociedad civil, se dejan
libradas a la iniciativa privada de la clase dominante, y en las
que se integran las clases subalternas.
Pero esta sociedad civil no es un lugar "incontaminado"
o "míticamente bueno", sino que es un territorio de
lucha, dado que la hegemonía nunca se acepta de forma
pasiva, está sujeta a lucha, a la confrontación.
Por eso quien la ejerce debe todo el tiempo
renovarla, recrearla, defenderla y modificarla, intentando
neutralizar a su adversario, incorporando sus reclamos pero
desgajados de toda su peligrosidad. Es decir, la hegemonía
no es un sistema formal cerrado, sus articulaciones
son elásticas y dejan la posibilidad de operar sobre
él desde otro lado, desde la crítica, desde la construcción de
alternativas contrahegemónicas.
La existencia misma de las contradicciones que se
plantean en el seno de la superestructura (sociedad
civil+sociedad política), supone la posibilidad de generar
una síntesis
superadora que las resuelva. Gramsci pondrá el acento en
la necesidad, para las clases subalternas, de librar una batalla
ideológica, "intelectual y moral", en el seno de la
Sociedad/Estado.
IV.
Hegemonía, Estado y Educación
Ya hemos visto que existe la posibilidad de que en el
seno de la sociedad civil, lugar en donde se construye y edifica
la hegemonía, hay espacio para la creación de
resistencias, de contrahegemonías.
Retomando la concepción de Estado ampliado, es
decir, "aparato administrativo estatal + instituciones de la
sociedad civil", en donde se encuentra la escuela, y
teniendo en cuenta, que la clase hegemónica para asegurar
su dominación ejerce la función de dirección
cultural de trasmisión ideológica a través
de las instituciones de la sociedad civil, podemos inferir
entonces que la escuela, como aparato de hegemonía, es
un territorio de lucha y confrontación.
La hegemonía en la escuela actuará como
constituyente de subjetividades, o sea, cuanto más penetre
el discurso hegemónico el sentido común de los
sujetos que asisten a la escuela, cuanto más sature sus
visiones del mundo, de la moral y de la vida, más se
incrementará el poder de las clases dominantes. A su vez,
al producir esta "saturación" generará un consenso
en las clases subalternas, indispensable también par el
mantenimiento y reproducción del sistema. Gramsci cita de
esta manera la función de la escuela: "el sistema
escolar es-como las demás organizaciones culturales que
actúan en la sociedad civil- uno de los factores de
hegemonía de una clase social. Y es lógico que
así sea, pues la supremacía de una clase social no
es solo dominación -como hegemonía- sino
también dirección cultural y
moral".(5)
Entonces, teniendo en cuenta que la escuela funciona
como aparato de hegemonía y que éstas son sedes de
conflictos y
contradicciones, propias del sistema capitalista, es posible que
dentro del aparato escolar se generen resistencias y
alternativas, es decir, hay espacio y posibilidad para que la
acción
humana genere una práctica educativa
contrahegemónica.
De esta manera, el espacio escolar aparece como
uno de los espacios en donde existe la posibilidad de
crear una resistencia. Pero este espacio, sin ser el
único, es quizás el privilegiado. Si tomamos el
espacio de la escuela pública como el ámbito
en donde asisten las clases populares, el "pueblo"(6), y
es justamente la red pública de
educación la que asegura la universalidad, debemos
entonces afirmar que será el espacio de la escuela
pública el ámbito primordial para asumir una
práctica educativa alternativa o
contrahegemónica que contenga un compromiso social con
las clases subalternas.
Cabe resaltar, que en la actual escuela pública,
no solo asisten niños y
niñas de hogares pobres, sino que también los
niños y niñas de hogares de clase media asisten
allí. Esto significa, que no se debe ignorar a las
clases medias para un proyecto de
educación alternativa.
Ahora bien, cómo deberá ser esta
educación alternativa?, ¿Cuál será la
tarea de los educadores que decidan "nadar contra la corriente"?
¿Y la de los educandos? Éstas preguntas las
desarrollaré con más detenimiento en el
próximo apartado, sin embargo, podemos anticipar que la
escuela alternativa, contrahegemónica, no deberá
apuntar a la formación de ciudadanos-funcionarios
(7) sino formar ciudadanos libres que cuestionen el estado de
cosas existente y orienten su conducta
política hacia la construcción de la "sociedad
regulada" (el socialismo).
La educación alternativa contrahegemónica,
que en adelante llamaré educación popular,
deberá cobrar nuevos significados y nuevas
prácticas que se constituyan como una opción
político-pedagógica de marcado carácter
contrahegemónico, ésta educación
deberá asumir la disputa por:
- los arbitrarios culturales en los que se inscriben
los contenidos escolares; - la explicitación del proyecto político
en el que se inscriben los fines educativos; - el develamiento de las relaciones de poder que se
condensan en el vínculo
político-pedagógico
V. La
Educación Popular y la Escuela
Pública
En el apartado anterior había anticipado que a la
práctica educativa de carácter
contrahegemónico la llamaría educación
popular, ahora, y antes de desarrollar mas en detalle el
porqué de la educación popular como
contrahegemonía, quiero hacer una distinción entre
dos concepciones existentes en lo que se refiere a la
educación popular, sobre todo en nuestro
país.
Por un lado, tenemos la visión liberal, o
como sostienen varios autores de matriz sarmientina, que
definía a la educación popular como la
"educación para el pueblo", la educación "que
traería ilustración al pueblo", la educación
que "civilizaría a la barbarie".
En virtud de esta finalidad política más
amplia, la educación popular era asimilada a la
acción de un Estado que se proponía incluir dentro
del sistema
educativo a toda la población educable –para la
visón xenófoba de Sarmiento, quedaban excluidos los
gauchos y los
indígenas- razón por la cual se imponía que
sus atributos fueran la gratuidad, el laicismo, el
carácter común y la obligatoriedad. Es decir, desde
esta visión, la educación popular era vista como
una acción estatal de inclusión y a la vez
constitución de un sujeto político (el
ciudadano).
Por otro lado, tenemos la visión
crítica o de raíz marxista, a la cual adscribo,
que encuentra entre sus máximos referentes en Paulo
Freire.
A lo largo de los años, Freire caracterizó
a esta educación contrahegemónica de distintas
maneras: pedagogía del oprimido, educación
liberadora, educación dialógica, etc., pero el
concepto con
que más se conoce a la propuesta educativa de Freire es la
de educación popular, entendiendo a esta como el
esfuerzo en el sentido de la movilización y la organización de las clases populares con
vistas a la creación de un poder popular (…) lo que
marca, lo que
define a la educación popular no es la edad de los
educandos sino la opción política, la
práctica política, entendida y asumida en la
práctica educativa, ya que la educación, cualquiera
que sea la sociedad en que se de, refleja los niveles de la lucha
de clases en esa sociedad. No existe la educación neutra,
apolítica, no comprometida".(8)
De esta manera, podemos observar claramente la
distinción que existe entre las dos concepciones de
educación popular; la primera claramente de raíz
liberal-positivista, que niega la acción de los
sujetos, que pretende ser neutral, apolítica, de
carácter verticalista y antidialógica, que no tiene
en cuenta el saber popular.
La segunda opción, claramente antagónica a
la primera, con raíces en el marxismo, que
promueve la acción de los sujetos aplicando el
método dialéctico, es decir, "observar la
realidad, analizar esa realidad y después transformar esa
realidad", una educación profundamente política y
comprometida con los intereses del pueblo, de carácter
pluralista y dialógico, y que parte del saber
popular (fragmentado, espontáneo, parcial), para
llegar a un saber elaborado (sistematizado, universal,
científico) como punto de llegada; esta
educación no sería la imposición de un
arbitrario cultural (9) sobre otro, sino el reconocimiento
de la superioridad de un conocimiento
sobre otro de distinta naturaleza y
menor jerarquía. Siendo entonces, diametralmente opuesta a
la educación que hoy impera en nuestras aulas, ya que se
opone a los intereses dominantes y al mantenimiento del status
quo, y que además, se plantea como una praxis
político-pedagógica de marcado carácter
contrahegemónico al oponerse a los arbitrarios culturales
y relaciones de poder que subyacen en la escuela; ahora el mayor
desafío en como llevar a la práctica un proceso de
educación popular en la escuela pública.
La educación popular que propone Paulo Freire
debe tener en cuenta "la presencia de las clases populares
como un sine qua non para la práctica realmente
democrática de la escuela pública
progresista"(10) Una educación realmente
liberadora debe respetar a los educandos cualquiera que sea su
posición de clase (…) Trabajar incansablemente por la
buena calidad de la
enseñanza (…) por mejorar los
índices de desaprobación mediante un riguroso
trabajo docente y no con flojera asistencialista (…) tener en
cuenta a los padres, a la comunidad y a los
movimientos populares en la escuela, la escuela pública
popular debe aproximarse a esas fuerzas y aprender con ellas para
poder enseñarles también, es decir, la escuela debe
ser un centro abierto a la comunidad, no un espacio cerrado (…)
(La educación popular) debe superar los prejuicios de
clase, raza, sexo y
radicalizarse en la defensa de la sustantividad
democrática, esta educación no puede estar inmune a
lo que ocurre en las calles del mundo"(11)
Para esto, se hace imprescindible, como agrega Freire,
que la tarea de los educadores progresistas sea desocultar,
develar verdades, jamás mentir. Les toca a ellos realizar
lo que es posible hoy, para que mañana se concrete lo que
hoy es imposible. Es estimular la presencia organizada de las
clases populares en la lucha a favor de la transformación
democrática de la sociedad"(12) También
Antonio
Gramsci hace un significativo aporte (en sintonía con
la propuesta de Freire) con respecto a la tarea del educador
progresista y revolucionario: el verdadero maestro, el
educador, es aquel que representando la conciencia crítica
de la sociedad, y teniendo en cuenta el tipo de hombre
colectivo que se encuentra representado en la escuela, asume el
papel de moderador entre la sociedad en general y la sociedad
infantil en desarrollo. El verdadero educador debe secundar y
estimular el proceso evolutivo a través de la
búsqueda de un equilibrio
dinámico y dialéctico entre imposición
social e iniciativa autónoma del individuo"(13)
Podemos concluir entonces afirmando que la escuela, como
aparato de hegemonía, es un territorio de lucha y
confrontación política, es un espacio en permanente
tensión y en donde la posibilidad de encarar una praxis
transformadora. Dentro de la escuela pública es posible
concebir otra educación, que realmente tenga en cuenta los
intereses del pueblo de cara a su liberación, que sea
realmente democrática e inclusiva.
Como afirma Freire no se debe rechazar el espacio de
la escuela pública, esperando el triunfo revolucionario
para convertirla en un espacio a favor de las clases populares,
sino integrar esta lucha al proceso mismo de organización
y movilización popular para la toma del poder. Un poder
que requiere ser reinventado, reinventando la producción, la cultura,
el lenguaje,
la apropiación de la teoría
por parte de las masas populares partiendo del saber popular, no
para reproducirlos, sino para
superarlos"(14)
VI.
Cruzando Límites. Apostando al
desafío
Como queda explicitado en los dos últimos
apartados, la escuela pública aparece como el espacio
privilegiado para concretar un proyecto de educación
popular, pero para esto, se hace imprescindible que sea el
pueblo el que colme las aulas de esta escuela popular, por
lo que la escuela pública debe dejar de ser
expulsiva, justamente de los sectores
populares.
Un segunda factor imprescindible es que esta
educación sea de calidad, entendiendo este concepto como
"la búsqueda de una educación seria, rigurosa,
democrática, en nada discriminatoria ni de los renegados
ni de los favorecidos. Una educación reveladora de las
tramas sociales e históricas"(15) De ahí
que la lucha por la educación pública y
popular debe ser una bandera de los sectores progresistas.
Como sostiene Tamarit "solo puede ser popular la escuela que
contribuye a constituir al pueblo en una fuerza social
efectiva".
Esta claro que la educación popular, entendida
como una praxis político-pedagógica de
carácter contrahegemónico, estará sometida a
numerosas resistencias por quienes detentan el poder,
estará sometida a límites, como ser
límites de carácter económicos,
políticos, culturales, sociales, epistemológicos,
etc., pero serán límites que deberán
cruzarse, adversidades con las cuales debemos luchar.
Será deber del educador progresista trazar el
perfil del espacio social donde actúa, que intente
reconocer quienes son sus enemigos y cuales son sus aliados (…)
trabajando al interior de la escuela burguesa, en la lucha por la
transformación de esa escuela y de la sociedad (…) para
el educador progresista, el sentimiento de amor
pasará a ser una exigencia en la práctica, sin el
cual no será posible emprender con firmeza su praxis
político-pedagógica. A él se le exige el
sentimiento de quien se dedica a una causa
político-pedagógica, condición esencial de
la
comunicación, el diálogo
entre él y las masas populares"(16)
No hace falta ser muy "crítico" para darse cuenta
que la actualidad de nuestra educación es funcional a los
objetivos de
quienes hoy detentan el poder. Basta observar la realidad para
reconocer, no sin tristeza, que dichos objetivos se han logrado
con creces, así nos lo indica la infelicidad a la que
sistemáticamente es sometido nuestro pueblo.
Quienes asuman la tarea de llevar adelante un nuevo
proyecto de país y un nuevo proyecto de educación,
debemos comprometernos por y con los oprimidos a develar la
realidad, para juntos, transformarla. La educación popular
por sí sola no implica la supresión de la
opresión, pero su importancia radica en su
condición de herramienta mediante la cual, en una
verdadera solidaridad y
compromiso con las clases populares, lleguemos a constituirnos
como sujetos, actores y protagonistas de la historia, para emprender
juntos la construcción de una nueva sociedad, de hombres y
mujeres nuevas, por que como sostenía Paulo Freire es
necesario que las mayorías trabajen, coman, duerman bajo
un techo, tengan salud y se eduquen. Es
necesario que las mayorías tengan derecho a la esperanza
para que, operando en el presente, tengan futuro"
- Raymond Williams, "Marxismo y Literatura"
- Idem.
- Antonio Gramsci, "Los intelectuales y la
organización de la cultura" - Nicos Poulantzas, "Estado, Poder y
Socialismo" - Antonio Gramsci, "Los Intelectuales y la
organización de la cultura" - "Desde la perspectiva crítica, el pueblo
aparecería por una línea inferior a la clase
media; sin embargo, hay que definir en cada momento
histórico lo que se denominaría el sujeto del
pueblo (…) Hoy se pueblo incluiría a las clases
medias", José Tamarit, "El dilema de la educación
popular" - "…todo ciudadano es funcionario si adhiere al
programa
estatal; es decir, si su conducta contribuye a mantener y
consolidar los intereses fundamentales de la clase dominante",
A. Gramsci (citado en H. Portelli, "Gramsci y el Bloque
Histórico") - Citado en R.M. Torres"Un encuentro con Paulo
Freire" - "La acción pedagógica (AP) implica
una violencia
simbólica. Esta impone e inculca los valores
de la clase dominante y lleva a la dominación a la clase
dominante. La selección de significados que define
objetivamente la cultura de un grupo o de una clase como
sistema simbólico es arbitraria (…) Esta
arbitrariedad es aquella que se expresa mas completamente, casi
siempre de forma mediata, de los intereses objetivos de la
clase dominante (…) En una formación social
determinada, la arbitrariedad cultural que las
relaciones de fuerza entre las clases o los grupos
constitutivos de esta formación social colocan en
posición dominante en el sistema de arbitrariedades
culturales es aquella que expresa más completamente", P.
Bourdieu-J.C Passeron, "La Reproducción" - Paulo Freire, "Escuela Pública y
Educación Popular" - Idem.
- Idem.
- Antonio Gramsci, "Los intelectuales y la
organización de la cultura" - Citado en R.M. Torres "Un encuentro con Paulo
Freire" - Paulo Freire, "Educación y
Calidad" - A.M. Do Vale, "Educación Popular en la
Escuela Pública"
Bibliografía utilizada:
Apple, M.: "Sobre el análisis de la hegemonía"
Do Vale, A.M.: "Educación popular en la
escuela pública"
Fernández Enguita, M.:
"Reproducción, contradicción, estructura y
actividad humana en la educación"
Follari, R.: "Lo público revisitado:
paradojas del Estado, falacias del mercado"
Freire, P.: "Escuela pública y
educación popular"
Freire, P.: "Educación y
calidad"
Freire, P.: "Política y
educación"
Gramsci, A.: "Los intelectuales y la
organización de la cultura"
Portelli, H.: "Gramsci y le bloque
histórico"
Poulantzas, N.: "Estado, poder y
socialismo"
Tamarit, J.: "La alternativa pedagógica:
pública y popular"
Tamarit, J.: "El dilema de la educación
popular: entre la utopía y la
resignación"
Thwaites Rey, M.: "La noción gramsciana de
hegemonía en el convulsionado fin de siglo: Acerca de las
bases materiales del
consenso"
Torres, R.M.: "Un encuentro con Paulo
Freire"
Vázquez, S. – Di Pietro, S.: "La
educación popular en la escuela pública: Un
desafío estratégico"
Williams, R.: "Marxismo y literatura"
Gustavo Racovschik *
Diciembre 2005
* Estudiante en Ciencias de la
Educación en la Universidad
Nacional de Luján