Pautas para una gestión comunitaria con enfoque microempresarial
- Resumen
- Pautas para la reducción
de la pobreza - Gestión comunitaria con
enfoque microempresarial - Propuesta de
acción
La pobreza es el
resultado de una inequidad social en la distribución de los ingresos y de las
oportunidades para accederlas. Su problema central es el desempleo y la
ignorancia. Su abordaje implica crear fuentes de
ingresos sostenibles para las poblaciones pobres e instruirlos
para escalar en cualquier actividad económica o apropiarse
de nuevas
tecnologías.
La verdadera esencia de los programas para la
reducción de la pobreza debe ser dotar a las poblaciones
desfavorecidas de medios
sostenibles para satisfacer sus necesidades básicas y
posibilitar su desarrollo social
y económico. Por tanto, es esencial iniciar el desarrollo
sobre la base de una participación social y ocupacional
amplia, no sólo en la explotación de los recursos
naturales propios, sino también en la creación
y desarrollo de una economía comercial e
industrial propia.
ABSTRACT
The poverty is the result of a social inequity in the
distribution of the incomes and opportunities to consent them.
Their central problem is the unemployment and the ignorance.
Their confrotation implies to create sources of sustainable
incomes for the poor populations and to instruct them to improve
in any economic activity or to appropriate of new
technologies.
The true essence of the programs for the reduction of
the poverty should be to endow the affected populations of
sustainable means to satisfy its basic necessities and to
facilitate its social and economic development. Therefore, it is
essential to begin the development on the base of a wide social
and occupational participation, not only in the exploitation of
the own natural resources, but also in the creation and
development of an own commercial and industrial
economy.
La pobreza no es un estado en
sí, sino consecuencia de una inequidad social en la
distribución de los ingresos y de las oportunidades para
accederlas.
Los sistemas
políticos, económicos y jurídicos han sido
diseñados para favorecer a las élites pudientes, de
manera puedan ejercer dominio y
control sobre
las riquezas naturales, financieras y tecnológicas. Por
tanto, la pobreza es un fenómeno estructural, no cultural
ni coyuntural.
Erradicar la pobreza en un país implica una
transformación radical en su estructura
política,
económica y social, que conlleve una distribución
justa de las riquezas entre todos los estratos de la población y una igualdad de
oportunidades para accederlas, no sólo de manera
retórica en los discursos y
leyes, sino
ajustando los mecanismos y disposiciones a las realidades
socioeconómicas de cada grupo social,
de manera frene la expansión desmedida del capital y el
uso de la mayoría de los pobladores como simple mano de
obra barata al servicio del
mismo.
Sin embargo, ante la realidad social, política y
económica vigente e imperante en los países, lo
anterior resulta una utopía y su propuesta una demagogia,
ya que para los no pobres la existencia de la pobreza es una
necesidad y ventaja económica, pues les garantiza
perpetuar su status socioeconómico y reproducir sus
riquezas de manera sustancial.
Por muy duro que parezca, la única alternativa
viable en torno a la
pobreza es paliarla, o sea, emprender acciones
tendientes a reducir la brecha financiera existente entre los
pobres y no pobres; acciones que impliquen que los pobres puedan
mejorar sus condiciones de vida y obtener recursos
suficientes para satisfacer, con una holgura mínima, sus
necesidades básicas. Un primer escalón en esta
tarea sería lograr que los pobres pudieran contar con
ingresos estables, al menos, en una relación 2 a 1, o sea,
por cada $ 1 que necesiten, puedan contar con $ 2.
También es evidente que la reducción de la
pobreza no podrá ser posible vía institucional,
pues sus intereses no conjugan con las necesidades y realidades
que viven a diario los pobres ni tienen la suficiente independencia
decisoria para su accionar, sus actuaciones están sujetas
a las concepciones y decisiones de las clases
gobernantes.
Por tanto, reducir la pobreza involucra un trabajo
directo y activo con las poblaciones desfavorecidas, trabajo que
conlleve el cumplimiento ineludible de dos premisas
básicas:
- Asegurar que cada familia cuente,
al menos, con una fuente de ingreso monetario, permanente y
sostenible, que garantice su subsistencia básica en
cuanto a alimentación, vestuario, salud y educación. - Acortar el desfase escolar prevaleciente en la
población económicamente activa pobre, de manera
éste no sea una fuerte limitante para su desarrollo
social y económico.
Es decir, el problema central de la pobreza es el
desempleo y la ignorancia. Su solución es el primer paso
para paliar las condiciones precarias en que viven los pobres,
principalmente los de extrema pobreza, ya que ello conlleva
mitigar sus necesidades de aprovisionamiento y estar más
aptos para escalar en cualquier actividad económica o en
el apropiamiento de nuevas tecnologías.
Por tanto, los programas de reducción de la
pobreza no deben convertirse en meras pautas de publicidad
política o institucional de que algo se está o se
pretende hacer por los pobres, ni deben medirse por su
visibilidad propagandística.
Tampoco pueden concentrarse en promover
únicamente proyectos de
agua potable,
electrificación o letrinificación, pues, si bien es
cierto son necesarios y contribuyen a mejorar las condiciones de
vida de las poblaciones beneficiarias, no son determinantes en la
reducción de la pobreza, ya que, tarde o temprano,
resultarán una carga financiera para el presupuesto
familiar, pues, obviamente, cada familia tendrá que pagar
por la prestación de estos servicios.
Es decir, la verdadera esencia de los programas para la
reducción de la pobreza debe ser dotar a las poblaciones
desfavorecidas de medios de vida sostenibles, a través de
los cuales no sólo satisfagan sus necesidades
básicas, sino también posibiliten su desarrollo
social y económico. Por tanto, es esencial iniciar el
desarrollo sobre la base de una participación social y
ocupacional lo más amplia posible, no sólo en la
explotación de los recursos naturales propios, sino
también en la creación y desarrollo de una
economía comercial e industrial propia.
Sin embargo, no se puede pretender que estos programas
lo resuelvan todo, pero sí sean el semillero del cual
germinarán mejores condiciones de vida para los pobres a
mediano plazo. Dicho de otra manera, crear las condiciones
necesarias para que los pobres puedan, a través de la
unificación de esfuerzos y voluntades, impulsar el
progreso de sus propias comunidades, y esto sólo
será posible si ellos cuentan con fuentes de
generación de ingresos, un nivel escolar y técnico
satisfactorio y los insumos básicos con que emprender su
desarrollo.
PAUTAS PARA LA
REDUCCIÓN DE LA POBREZA
La aplicación de un enfoque empresarial para el
tratamiento de la pobreza es decisivo para el desarrollo
económico de cualquier localidad, ya que no
sólo dinamiza el quehacer de sus pobladores, sino que
promueve las libertades personales y públicas. La fuerza con que
se aplique expresará la creatividad
del entramado social y la capacidad de los pobladores para
afrontar los desafíos económicos, sociales y
culturales presentes y futuros.
Pero, encontrar una metodología que se aplique de manera
universal a todos los modelos de
expresión de la pobreza es una ficción
académica, pues ésta tiene características
propias y contexto socioeconómico específico acorde
al grupo social donde se manifieste.
Por otra parte, las bases para un desarrollo duradero en
una comunidad se
obtiene cuando sus pobladores se liberan de la apatía
producida por las muchas esperanzas truncadas y de la vida pobre,
e incluso miserable, que puedan afrontar; cuando se llenan de
confianza en su futuro y advierten que está en su poder el
mejorar sus condiciones de vida y el dominar su propio
destino.
Por eso, un modo práctico y eficaz de abordar la
reducción de la pobreza es por conglomerados sociales
pequeños (comunidades) que posean afinidad cultural,
homogeneidad de condiciones sociales y habiten en un área
geográfica común.
Lo cual implica que este abordamiento será
particular y específico a sus condiciones de vida social,
económica y cultural, y dependerá de factores tales
como ámbito social (urbano o rural), nivel de tenencia de
medios de producción, acceso a mercados internos
y externos (real y potencial), capacidad productiva y de
generación de ingresos sostenibles, calificación
escolar y técnica de la mano de obra disponible, estado de
los recursos naturales y nivel de cohesión de los
pobladores.
Por tanto, el éxito o
fracaso de este abordamiento dependerá de la objetividad y
efectividad con que se resuelvan los principales factores que
inciden en la existencia del estado de pobreza en dicho
conglomerado.
O sea, del conocimiento
real que se tenga de los mismos y de la intervención
concertada que se realice en la comunidad. Para ello es necesario
e imprescindible la elaboración y ejecución
emprendedora de un plan
estratégico, de mediano y largo plazo, que se derive
de un exhaustivo y objetivo
estudio de
factibilidad real y específica de la comunidad para el
tratamiento de su situación socioeconómica y
contemple alternativas de financiación de sus acciones, al
menos para los tres primeros años de
operativización.
Dicho estudio debe responder a tres interrogantes
fundamentales: ¿con qué se cuenta?,
¿qué se podría hacer con lo que se cuenta? y
¿cómo podría mejorarse o ampliarse la
capacidad productiva ya existente?. A la vez, debe contener una
panorámica de ¿qué se hace actualmente con
lo que se cuenta?, ¿cómo se hace?, ¿para
quién se hace?, ¿qué resultados se obtienen?
y ¿bajo qué presiones socioeconómicas se
hace?
Obviamente que, para la puesta en marcha de cualquier
programa de
reducción de la pobreza, se debe contar con un
acompañamiento técnico y financiero que proporcione
los insumos necesarios y básicos para su ejecución
y afianzamiento de los resultados, ya que será una
realidad inequívoca que la población beneficiaria
no contará con los recursos necesarios ni con el nivel
técnico y tecnológico apropiado para garantizar el
éxito de la intervención.
Sin embargo, debe concebirse que la tarea de la ayuda al
desarrollo debe ser una unidad conexa y coherente, una unidad que
no puede ni debe dividirse ni dirigirse en sectores sociales. A
la vez, para que la misma sea realmente fructífera tiene
que estar consciente de lo que el programa puede dar y de lo que
la comunidad puede o quiere aceptar. Este es el verdadero punto
de partida para una actuación conjunta.
Por tanto, en todo programa debe contemplarse, como
principales providencias, la responsabilidad compartida, la concertación
de acciones, el no asistencialismo y el involucramiento proactivo
organizado de sus pobladores, en el que tengan cabida, en
términos de equidad, tanto
hombres como mujeres, tanto pobladores activos como
pasivos. Evitar la discriminación y polarización social
son premisas que asegurarán la aceptación,
inserción y apropiación social del
mismo.
GESTION
COMUNITARIA CON ENFOQUE MICROEMPRESARIAL
Esta perspectiva de gestión comunitaria es una
propuesta metodológica para afrontar la reducción
de la pobreza en una comunidad rural, ya que es en éste
ámbito donde se sufre con mayor rudeza la severidad de
este flagelo social.
Se trata de entender a la comunidad como una microempresa de
actividad múltiple y diversificada, la cual se
cimentaría sobre siete ejes fundamentales:
- Organizar a sus pobladores bajo un modelo de
división y distribución racional del quehacer
económico y productivo de la comunidad, convenido bajo
una actitud
solidaria entre los mismos. Esto no implica (ni niega) la
conformación de cooperativas
ni de sociedades
comunitarias, sino lograr una sinergia
social y económica entre pobladores y demás
agentes sociales, para la concertación de alianzas
económicas estratégicas grupos
interactivos, de modo exista una comprensión y
asimilación consciente de la necesidad de aunar
esfuerzos y recursos en pro de objetivos e
intereses comunes, principalmente el de superar su
situación de pobreza, contar con fuentes, permanentes y
sostenibles, de ingresos y encauzar el desarrollo
económico paulatino de su comunidad. O sea, es concebir
la comunidad como una gran microempresa donde cada poblador es
un socio económico y, a la vez, un trabajador activo
remunerado; por tanto, estará sujeta a las leyes del
mercado y la
competitividad mercantil, es decir, no es
impulsar actividades económicas por impulsarlas, no es
producir por producir, sino porque esta producción
tendrá un mercado donde posicionarse, será
factible de ofertarse y será rentable. - Dividir el quehacer económico en dos grupos de
trabajo productivo, uno para el autoconsumo comunitario y el
otro para la capitalización social y financiera de la
comunidad. Es decir, el primer grupo producirá para
garantizar la subsistencia alimentaria de cada familia en la
comunidad y el segundo para la conquista de mercados
exógenos. Con esta división se pretende minimizar
la dispersión de esfuerzos y aprovechar al máximo
las capacidades productivas con que se cuenta en la comunidad.
El actual modelo productivo comunitario es individualista,
donde cada quien sobrevive como pueda, lo que ocasiona que cada
familia tengan que dirigir gran parte de sus esfuerzos
productivos hacia el autoconsumo familiar, o algunos miembros
de la misma tienen que emigrar hacia otras localidades o
países, o, en el peor de los casos, a deteriorarse
socialmente. Económicamente, la rentabilidad
mercantil se logra a través de la producción y
distribución de productos a
gran escala, por lo
que es imprescindible no sólo la búsqueda de
alternativas productivas rentables y factibles de producir,
sino también el acopio de recursos y esfuerzos que
permitan ubicar a la comunidad como distribuidor mayorista
dentro de la cadena mercantil, ya que ello le permitirá
negociar mejores precios,
obtener un mejor conocimiento del mercado y encontrar nuevas
formas de dar valor
agregado a sus productos. - Nivelar escolar y técnicamente a la fuerza
productiva (población económicamente activa),
bajo un programa sistemático de formación y
habilitación, priorizando hombres y mujeres con
responsabilidad familiar. Este programa debe cubrir dos
aspectos fundamentales: completar la formación escolar
por lo menos a un nivel de 9 años de estudio,
priorizando la erradicación del analfabetismo, y habilitar técnicamente
sobre aquellas actividades potenciales y factibles de
explotación económica dentro de la comunidad. Por
tanto, este programa, además de ser específico y
propio de la comunidad, impone considerar las
características agroecológicas y los recursos
potenciales existentes en la misma y generar valores de
identidad
territorial y compromisos conscientes para la sustentabilidad
de los recursos. Por otra parte, es importante promover
acciones de intercambio cognoscitivo que tome en cuenta y
aproveche los niveles de instrucción escolar y
técnica ya existente dentro de la comunidad y en
comunidades aledañas, de manera que el argumento de
"carencia de maestros o de especialistas, no obstaculice la
ejecución del programa ni el logro de sus
objetivos. - Poner en marcha un plan de manejo
sostenible de los recursos naturales, financieros, humanos y
tecnológicos, el cual comprenderá cinco principios
básicos: rechazar todas aquellas acciones que atenten
contra la conservación y preservación de estos
recursos; reducir los usos y consumos innecesarios de modo
prevenga su deterioro y despilfarro; reutilizarlos, una y otra
vez, mientras sean susceptibles de aprovechamiento productivo y
económico sin que ello implique una
sobreexplotación de los mismos; reparar o readecuar
aquellos que aún poseen vida útil y prestan un
beneficio económico, y, finalmente, reciclar todo aquel
recurso posible de ser transformado en uno nuevo y de utilidad
económica para la comunidad (esto último implica
la promoción y fomento a la innovación tecnológica). La
aplicación de estos principios debe adecuarse a las
características y necesidades propias de cada recurso
existente en la comunidad, de manera se garantice tanto su
explotación sostenible a largo plazo como el intercambio
de aquellos recursos no necesarios pero existentes con otras
comunidades que sí los requieren, para ello resulta
imprescindible la participación y el compromiso
incondicional de todos los pobladores y agentes sociales
involucrados. - Crear una instancia gestora y comercializadora de la
producción comunitaria. Ningún programa de
desarrollo económico o de reducción de la pobreza
tendrá éxito si no resuelve, con especial
atención e interés,
la comercialización de los productos que se
produzcan en la comunidad. Se podrán alcanzar altos
niveles de productividad y
producción, así como una excelente calidad
competitiva, pero si estos no cuentan con un mercado donde
comercializarlos, de nada habrá servido todo el esfuerzo
ni los recursos consumidos, ni podrá superarse la
situación de pobreza de los pobladores. Por tanto, es de
carácter ineludible la creación y
consolidación de una instancia comunitaria que se
especialice y encargue en la búsqueda de mercados donde
posicionar los productos de la comunidad y garantizar el
retorno de lo invertido con niveles de rentabilidad
satisfactorios y suficientes que posibiliten el crecimiento
económico paulatino tanto a nivel de cada familia
como comunitario. - Adecuar la infraestructura vial y medios de transporte a
los requerimientos de intercambio comercial de los productos, a
través del trabajo participativo de la comunidad. Un
elemento importante del costo de un
producto es
su traslado hacia los mercados donde se comercializa o puede
comercializarse, ya que éste puede incidir de tal manera
que resulte no rentable dicha comercialización y, por
ende, impida el posicionamiento
mercantil del mismo. Contar con vías de acceso vial
adecuadas y en buen estado es esencial para distribuir y vender
cualquier producto. En muchas comunidades rurales se evidencia
la carencia de una infraestructura vial o el mal estado de la
misma, lo que dificulta o encarece el transportar los productos
hacia otras localidades, siendo un factor de
desmotivación para la mayoría de pobladores,
quienes optan y se conforman por dedicarse a una
producción de autoconsumo o, simplemente, a la no
producción. Generalmente los gobiernos locales y
centrales no cuentan o no conceden la suficiente
asignación presupuestaria para resolver esta
situación, y los pobladores, lamentablemente, asumen una
posición inerte ante la misma, esperando que "un
día" alguna autoridad
gubernamental u organismo social la resuelva. Por tanto, se
trata de movilizar a los pobladores a apropiarse de esta
problemática y aunar esfuerzos, junto con aquellas
comunidades también afectadas, para encontrar soluciones
paliativas, inmediatas y factibles de realizar con su propio
trabajo y recursos. Asimismo, inventariar y valorar los medios
de trasporte propios con que cuentan y encontrar alternativas
conjuntas de aprovechamiento que faciliten y agilicen el
traslado de sus productos sin que implique su
encarecimiento. - Establecer mecanismos básicos y expeditos de
control y seguimiento productivo y financiero de la
gestión económica comunitaria. Así como es
difícil el crecimiento de una empresa sin
la información exacta y oportuna de sus
operaciones,
así también es difícil la
elaboración o readecuación de planes y estrategias
para la reducción de la pobreza en una comunidad, si no
se cuenta con información base ni se aplican procedimientos
e instrumentos objetivos de seguimiento y control de las
actividades que se realicen en atención a su desarrollo
económico y social. Hay que tomar en cuenta, sí,
que cualquier sistema de
seguimiento y control debe diseñarse para obtener
únicamente la información necesaria e
imprescindible para la toma de
decisiones, por tanto debe ser simple, ágil y no
entorpecer las gestiones a realizar. El control por el control
mismo sólo conlleva a la burocracia y
lentitud de las acciones, ocasionando incumplimientos en los
planes y fracasos en las estrategias.
Todo programa de reducción de la pobreza debe
considerar, en sus proyecciones a mediano y largo plazo, que la
población de cualquier comunidad sigue creciendo y que
esas personas se expanden hacia nuevos territorios deshabitados,
perturbando y presionando el equilibrio
ecológico de sus recursos naturales, por tanto, la
demanda de
recursos para la sobrevivencia es cada vez mayor y, generalmente,
las formas con que se usan esos recursos no siempre respetan sus
ritmos de recuperación.
Por otra parte, las condiciones económicas que
predominan en los países pobres, o en vías de
desarrollo, son inestables y dependen, en gran medida, de lo que
ocurra en la economía
mundial. Aunque los discursos pregonen que el comercio
internacional, la producción global, las finanzas
internacionales, las migraciones, la propagación de
nuevas tecnologías, los tratados de
libre
comercio, etc. vinculan las economías nacionales con
la economía mundial, el resultado no es homogéneo
ni equitativo, para lo cual basta observar el desigual
crecimiento económico de los distintos países,
mientras unos pocos se desarrollan y crecen velozmente, la
mayoría empobrecen con igual dinamismo.
Otra gran dificultad es que el quehacer económico
y político mundial está dominado por grandes
corporaciones transnacionales, las cuales producen a escala
internacional, comercializan sus productos en todo el mundo e
invierten en muchos países, imponiendo valores,
hábitos de consumo,
costumbres culturales y condicionando la vida de la
mayoría de las personas; es decir, marcan y controlan el
destino del mundo. Esta es la base de la
globalización o internacionalización de los
procesos
productivos, por lo que la libertad de un
país (peor aún, de una comunidad) para elegir un
modelo de desarrollo propio (sustentable o no) está
fuertemente limitada.
Aunque los grandes paradigmas
sociales de los tiempos actuales apuntan hacia un desarrollo
económicamente viable, socialmente equitativo y
ecológicamente sustentable, para los países pobres,
además de las limitantes señaladas, puede resultar
no más que un engaño político, pues este
desafío, por lo general, no se plantea ni discute en toda
la sociedad y
mucho menos entre todos los actores sociales.
Su enfoque, proyecciones y puesta en marcha se reserva a
unas minorías intelectuales
y a personas, que con frecuencia, están más
preocupadas por resultados e intereses particulares que por
soluciones concretas y sociales, lo que provoca que esta lucha
contra la pobreza nunca haya sido, ni sea, ni vaya a ser pareja
para todas las comunidades que conforman un territorio
nacional.
Por eso, la aplicación de este enfoque plantea,
como pauta inicial, la delimitación de la zona
geográfica a intervenir, tomando en cuenta factores de
afinidad cultural, homogeneidad agroecológica e
importancia estratégica económica en su
región, esto último implica ser capaz de provocar
un efecto económico expansivo en su región, o sea,
que su desarrollo y crecimiento económico incida y
promueva el desarrollo y crecimiento económico de otras
comunidades, o sea, provocar un efecto dominó con su
accionar.
Si la verdadera intención es la reducción
de la pobreza en un territorio dado, la delimitación de la
extensión territorial y el número de familias a
intervenir no debe hacerse por lo atractivo que suene la cantidad
a cubrir, ya que, si bien es cierto que a mayor cantidad
territorial y/o poblacional se obtiene mayor visibilidad
publicitaria, también es cierto que dicha premisa puede
provocar una mayor presión en
los recursos disponibles para la intervención y poner en
peligro el logro de las metas e impactos sociales
planteados.
La lógica
de intervención, por tanto, debe apuntar hacia territorios
viables y factibles de manejar y de lograr resultados concretos e
integrales con
los recursos disponibles y las condiciones socioeconómicas
y culturales objetivas e imperantes para el
territorio.
Para poder lograr la reducción de la pobreza en
una comunidad, ineludiblemente deben involucrarse todas las
fuerzas sociales y económicas de la misma,
transmitiéndose y apropiándose de valores de
equidad y solidaridad
comunitaria que permitan modificar las situaciones y actitudes
negativas sobresalientes que contribuyen, inequívocamente,
a la existencia de ese estado social.
No hay fatalidad histórica que resista a la
acción
de un pueblo, afirmaba Carlos Quintana. Esto implica que, aunque
la situación se presente "extrema", siempre hay espacio
social para plantear y ejecutar soluciones. Si se reflexiona
objetivamente sobre dichas soluciones, se planean cambios
estratégicos y se tiene el coraje y la perseverancia para
llevarlas a la práctica, se podrá protagonizar un
operativo de rescate económico y social sin precedentes de
la comunidad.
Por eso, involucrarse en las tareas de la
reducción de la pobreza en una comunidad no es sólo
cuestión de sensibilidad social, sino también
porque ello incorpora principios éticos e intereses
comunes que pueden posibilitar el progreso de todos sus
pobladores. Para ello, hay que orientar suficientes esfuerzos
para que las acciones se realicen como comunidad y no como
individuos, tratar de evitar que los distintos actores de la
economía local estén dominados por un
propósito eminentemente utilitarista o que pierdan la
medida de lo factible y de lo conveniente para el bien
comunitario.
Es decir, se debe impulsar, de manera permanente, un
proceso de
concientización comunitaria y de orden social, de manera
que, la esperanza de un futuro mejor, no vuelva a las personas
más codiciosas, ni se miren unos a otros con envidia
ciega, ni intenten enriquecerse a sí mismo o a su capa
social a costa de otros; ni se obcequen pensando que pueden ganar
o gastar más de lo que la economía local
está en condiciones de dar.
No es fácil movilizar a las personas para
trabajar en pro del bien comunitario, sin embargo es necesario
hacer un intento serio y convincente para que todos sean capaces
de asumir su papel importante en esta lucha. Por tanto, hay que
renovar el concepto y
accionar de todos los actores sociales, tanto los que operan in
situ como los que lo hacen ex situ. Es decir, no basta
sólo con aportar soluciones, sino también ayudar a
quienes se esfuerzan por generar cambios, lo cual, de seguro,
facilitará que todo funcione mejor.
Pensar en un desarrollo económico y social en un
100 % es no ser realista ni objetivo. Tampoco lo es el plantear
los problemas y la
lucha de su solución como una polarización entre
"buenos" y "malos". Para obtener resultados positivos, hay que
sentarse a dialogar y construir soluciones conjuntas y
concertadas entre todas las partes involucradas.
Y esto es un gran desafío, pues una buena parte
de los pobladores no está dispuesta a escuchar lo que
muchas veces hay que decir, sino sólo lo que ellos desean
escuchar. Creer que sólo hay un método
para atender a todos los problemas (como el choque frontal e
intransigente) es un error, se requiere, hoy más que
nunca, de relaciones inteligentes, que permitan neutralizar las
actitudes indiferentes.
Por tanto, el segundo paso de este enfoque es impulsar
un proceso de integración comunitaria, intentar un
involucramiento consciente, decidido y enriquecedor en pro del
desarrollo de la comunidad desde una perspectiva conjunta e
integral. Es agrupar a los pobladores como actores responsables,
críticos, creadores y transformadores
de su realidad comunitaria.
Para ello, es importante motivar e impulsar espacios de
acción individual y colectiva, donde el poblador no
sólo escuche, llene fichas o
participe en discusiones rutinarias y carentes de objetividad,
sino que desempeñe un papel activo y protagónico en
el que sienta que realmente está haciendo algo, tanto por
su familia como por su comunidad.
En estos espacios es importante lograr que todos los
actores sociales se enfoquen, como ya se ha planteado, en tres
centros de interés fundamentales:
- Impulsar actividades económicas viables,
rentables y sostenibles que permitan la generación de
ingresos permanentes y suficientes para todas las familias de
la comunidad. - La búsqueda de mercados óptimos donde
posicionar los productos de las actividades económicas
que impulsen. - Reducir el déficit escolar y técnico de
la población económicamente activa.
En esta fase es importante el uso de visitas casa por
casa con aquellos pobladores difíciles de insertarse en la
lucha de la reducción de la pobreza de su comunidad.
También deben utilizarse técnicas
grupales de discusión y concertación de
acciones, cuyo resultado final deben ser compromisos solidarios
donde cada quien asuma con responsabilidad su papel
protagónico.
Un elemento importante de esta fase es la
realización de un estudio de factibilidad
económica de la comunidad, en el que se planteen la
disponibilidad y potencialidad de los recursos
humanos, naturales y tecnológicos con que se cuenta
para despegar económicamente, y la viabilidad y
factibilidad mercantil que tengan las diferentes alternativas
económicas (productivas y/o de servicios) posibles, tanto
tradicionales como no tradicionales.
Pero tal estudio no debe ser un patrimonio
elitista, sus resultados deben ser conocidos y analizados en su
totalidad por todos los actores de la comunidad. Asimismo, debe
servir de base para la discusión, formulación y
ejecución concertada de un plan estratégico de
desarrollo económico que permita a la misma paliar su
situación de pobreza.
Por otra parte, no se trata de un simple diagnóstico socioeconómico, en el
que figure la composición demográfica y la
situación de tenencia familiar de medios
económicos, sino una valoración objetiva y
exhaustiva de los recursos con que se cuenta y de su
aprovechamiento (actual y potencial) para poder rediseñar
u optimizar el engranaje económico de la comunidad, desde
una perspectiva de crecimiento y mejoramiento de las condiciones
de vida de sus pobladores y de su impacto benéfico para
los territorios aledaños, teniendo en cuenta, sí,
la restauración y sostenibilidad de los mismos.
Lo anterior implica que el estudio debe abarcar todo
territorio a intervenir, de manera puedan analizarse y valorarse
todas las alternativas posibles de impulsar para lograr reducir
los niveles de pobreza de la comunidad, planteadas a partir de
sus principales oportunidades y amenazas políticas,
sociales y mercantiles para su explotación.
O sea, es un estudio para la toma de decisiones y el
diseño
de estrategias económicas concertadas entre todos los
actores sociales involucrados. No es un ejercicio
académico. Por tanto, sus resultados deben ser difundidos
entre todos ellos, entendiéndose por difusión no
una simple charla de presentación de los mismos, sino la
entrega y discusión de un documento legible (según
el grado de escolaridad de la mayoría de los pobladores)
donde se plasmen en su totalidad las cifras, interpretaciones y
valoraciones obtenidas.
La discusión completa de los resultados debe
permitir llegar acuerdos y compromisos serios, en los que se
planteen objetivos y metas de interés común, y
acciones concretas para alcanzarlos, las cuales deben incluir
estrategias viables para su puesta en marcha.
Hay que tomar en cuenta que ninguna comunidad
podrá afianzar con éxito su desarrollo
económico sino es a través de una buena estrategia
concertada. Se podrá contar con la mano de obra adecuada,
tener una actitud positiva, utilizar las herramientas
apropiadas, diseñar un modelo de desarrollo eficiente o
lograr la
organización más conveniente, pero, si bien es
cierto que todo ello ayuda, no aseguran que el plan sea excelente
y alcance los resultados propuestos, la clave para ello es la
estrategia que aplique en su quehacer
económico.
Es decir, no debe verse la formulación de la
estrategia como un elemento agregado al plan, sino como la clave
fundamental de su éxito, ya que fijará la dirección del accionar comunitario hacia
una posición de competitividad frente a otras comunidades
afines, dictará el tipo de planes operativos requeridos
para el desarrollo paulatino de la misma, determinará las
relaciones internas y externas necesarias para su posicionamiento
mercantil, y brindará las pautas técnicas y
de mercadeo en que
debe centrarse la actividad productiva.
Esta fase de planteamientos y concertación de
acciones y estrategias incorpora, implícitamente, tres
premisas básicas:
- No debe ser una tarea elitista ni de personas
"preparadas", peor si, por su condición
académica, se consideran sus conclusiones y criterios
inobjetables e invariables, imponiéndose como verdades
absolutas y otorgando al resto de actores sociales un rol de
receptor pasivo e inerte de las mismas. Esto no desdice la
importancia de un acompañamiento técnico
especializado, sino que establece la necesidad de brindar un
papel protagónico a todas las partes involucradas y
responsables del quehacer y desarrollo socioeconómico de
la comunidad, limitando el papel de los técnicos y
especialistas al de facilitadores sociales, cuya función
primordial es la de encauzar y orientar la participación
conjunta y efectiva de todos ellos. - Se debe escuchar y analizar toda propuesta planteada
sin discriminación alguna. Asimismo, si
ésta, después de valorarse, resulta viable y
factible de aplicar, tiene que ser tomada en cuenta, sea total
o parcialmente, en la elaboración de los planes y
estrategias. Esto significa participación amplia y
efectiva de todos los actores sociales, donde cada uno de ellos
sienta que es parte incidente y determinante en la planeación y ejecución del
progreso socioeconómico de su comunidad, lo cual
abonará a la apropiación y apoyo decidido de
cualquier plan estratégico que se formule por parte de
los mismos. - La finalidad debe ser llegar a acuerdos y compromisos
de acciones concertadas, no a imposiciones mayoritarias y
elitistas. Por tanto, un acuerdo no puede ser acuerdo viable
mientras no cuente con la aceptación y compromiso
responsable de todas las partes involucradas, Asimismo, cada
asignación de responsabilidad debe tener nombre y
apellido, plazo y metas, recursos y procedimientos, fuera de
esto el plan no sería más que un simple documento
carente de objetividad y significado.
En otras palabras, se trata de fomentar una actitud y un
rol proactivo y comprometido con el desarrollo
sustentable de la comunidad y, por ende, de sus pobladores,
bajo la premisa que mientras todos y cada uno de los actores
sociales no se involucren, apropien, asimilen y comprometan,
consciente y responsablemente, con la estrategia de desarrollo
propuesta en consenso, ésta no podrá arrojar
resultados positivos y contundentes para toda la
comunidad.
Se podrán alcanzar logros parciales y/o
particulares que incidan en el bienestar de sus protagonistas
inmediatos, pero que no repercutirán en el resto de la
comunidad, mucho menos en zonas aledañas, por lo que su
impacto social no será sobresaliente.
Una vez que se haya logrado la formulación, en
consenso y concertada, de un plan estratégico de
desarrollo a mediano plazo, éste deberá ser
traducido a fases de ejecución anuales, lo que
servirá de base para la elaboración del plan
operativo inmediato para los próximos 12 meses, ya que
éste no puede discrepar ni disociarse de la estrategia
establecida.
Para que el plan operativo resulte un instrumento eficaz
para la orientación del quehacer socioeconómico
comunitario, deben contener tanto las actividades cotidianas
necesarias e imprescindibles para la sobrevivencia de los
pobladores como las nuevas acciones a emprender para su paulatino
desarrollo. Asimismo, debe ser realista y objetivo, de manera no
incluya acciones no factibles de resolver con los recursos reales
y disponibles, a lo inmediato, en la comunidad, o cuya
obtención no esté totalmente (100%)
asegurada.
El plan operativo no estará terminado sin una
adecuada división y asignación de actividades entre
todos los actores sociales de la comunidad, agrupados por grupos
de interés o afinidad económica. O sea, sin una
apropiada división del trabajo.
Es decir, la realización de las diferentes
actividades contenidas en el plan no deben ser ejecutadas por
ás personas que las necesarias para satisfacer los
requerimientos y expectativas de la comunidad, caso contrario
implicaría una dispersión y despilfarro de
esfuerzos y recursos, además de peligrar su
consecución.
Para que esta división del trabajo sea eficaz,
hay que determinar, en consenso, que parte de los actores
sociales se encargará de garantizar el aprovisionamiento
básico y necesario para la sobrevivencia de todas las
familias de la comunidad, esto implica tanto desde el punto de
vista productivo (granos básicos, productos lácteos y
pecuarios, etc.) como de abastecimiento de bienes y
servicios (abarrotes, insumos, medicinas, educación,
etc.), y que parte se responsabilizará de la
producción mercantil, o sea, la producción de
aquellos productos (o servicios) que identificarán y
promoverán la naturaleza de
la actividad económica de la comunidad en los mercados
externos.
Esta división del trabajo no implica una carga
adicional de trabajo a cada actor social, de manera voluntaria y
sin retribución alguna, sino una redefinición del
quehacer económico comunitario, donde a cada quien le
corresponda, de manera racional, una actividad específica
con la que garantizará la generación de sus propios
ingresos (sin abusar de la necesidad de los demás), de
manera no se tenga una gran cantidad de actores concentrados en
una misma actividad, con una consecuente saturación del
mercado y abandono de otros rubros quizás más
rentables y sostenibles.
Tampoco consiste en señalar únicamente,
con nombres y apellidos, responsables o encargados de tal o cual
actividad, sino también el de asignar los recursos
necesarios mínimos para poder concretarla. Algunos
recursos podrán resolverse con la disponibilidad existente
en la comunidad, pero otros requerirán de apoyo financiero
y acompañamiento técnico por parte de organismos o
instituciones
externas. Esta asignación de recursos comprende tanto
humanos como financieros, técnicos y
tecnológicos.
Para que el plan operativo pueda ejecutarse
satisfactoriamente, los recursos deben asignarse desde la
perspectiva de 4 acciones interdependientes e interactuantes, a
saber:
- Nivelación escolar y técnica de la
población económicamente activa. No se trata de
desarrollar acciones de capacitación de corta duración,
aisladas e independientes, sino de impulsar todo un programa
formativo sistemático que comprenda tanto
habilitación técnica como instrucción
general (lenguaje,
matemáticas, ciencias,
etc.), en el que los participantes tengan, como
condición ineludible, presencia permanente hasta haber
alcanzado un nivel adecuado para afrontar las tareas
pertinentes requeridas para el desarrollo de la comunidad. Para
ello, además de proveer la logística básica e involucrar a
aquellos pobladores con niveles de instrucción
competentes, es importante realizar las gestiones y alianzas
correspondientes para avalar y certificar el nivel de
aprovechamiento de cada participante, así como
establecer un programa de incentivos
monetarios para las personas que aporten tiempo y
conocimientos para su ejecución. - Realización de actividades económicas y
productivas a partir de una adecuada planificación que dinamice la
economía local y asigne a cada actor una
ocupación económica que le provea los ingresos
necesarios para su sobrevivencia. Esto implica definir dos
tipos de estrategias, una a corto plazo que proporcione
resultados inmediatos a nivel básico y otra a mediano y
largo plazo que oriente el progreso económico-social de
la comunidad. Para ello es imprescindible una valoración
exhaustiva de la disponibilidad de recursos para determinar su
grado de aprovechamiento y el tiempo necesario para alcanzar
sus beneficios económicos, así como encontrar
mecanismos accesibles para el incremento de la productividad a
bajo costo y con calidad competitiva, sin deteriorar
ecológicamente el territorio. Obviamente, esta
acción no será posible sin un
acompañamiento financiero inicial para su puesta en
marcha por parte de organismos o instituciones de gobierno. - Posicionamiento mercantil de la actividad productiva.
Comprende encontrar mercados externos donde colocar,
después de abastecer el mercado local, la
producción excedente o no consumible en la comunidad, a
precios que cubran los costos de
producción y generen utilidades que permitan tanto
la manutención del productor como la reinversión
financiera para el desarrollo y mejoramiento de la actividad
productiva. Para ello es necesario crear y consolidar una
instancia de acopio y comercialización de los productos
de la comunidad, de manera que el productor no pierda al vender
sus productos por cuenta propia y rematarlos a precios
inadecuados, a la vez pueda concentrar sus esfuerzos para
mejorar técnica y tecnológicamente su actividad
productiva y darle valor agregado a la misma de acuerdo a las
exigencias del mercado. - Adecuación de los medios e infraestructura de
transporte, de modo se garantice la adecuada
distribución de los productos a los mercados, así
como el abastecimiento de productos para la comunidad y la
movilización de sus pobladores. Evidentemente, esta
acción tendrá que ser un esfuerzo conjunto y
compartido entre todos los actores sociales de la comunidad,
desde aportes monetarios o de recursos materiales
hasta jornadas de trabajos voluntarios, sin obviar un posible
apoyo de algún organismo o institución de
gobierno, en lo referente a la infraestructura vial. En cuanto
a los medios de transporte, deberán existir alianzas y
convenios formales, en los que se estipulen las condiciones y
obligaciones
básicas para la prestación del servicio, sin que
ello implique un encarecimiento de los costos de los
productos ni imposibilite el mercadeo o adquisición de
los mismos, tanto en lo que refiere a su venta como a
su compra.
A la vez, debe contar con un sistema de control y
seguimiento que permita disponer de la información
necesaria y oportuna para la evaluación
conjunta de la ejecución del plan y concertar los ajustes
pertinentes y correctivos al mismo.
Pero este sistema no debe promover el entorpecimiento de
las actividades ni saturar de formatos a los actores sociales, si
es posible, crear una instancia que ejecute esta acción y
difunda los resultados a todas las partes involucradas
según la actividad económica que se
trate.
Finalmente, concebir todo este proceso de manera
cíclica y sistémica, donde los resultados de la
ejecución de un plan operativo sirva como insumo para
ajustar la ejecución de las actividades subsiguientes del
plan estratégico y perfeccionar su continuidad.
Juan Bautista Ramos Rivas
Investigador nicaragüense sobre temas
socioeconómicos con más de 20 años de
experiencia. Nacido en Managua en 1953, ha ejercido labor docente
por más de 30 años en los diferentes niveles de
escolaridad y en las distintas modalidades de enseñanza. Autor del libro "10
Lecciones de Mercadeo que un Microempresario Jamás debe
olvidar" (aún sin publicar) y de diferentes ensayos
sociales. Actualmente se desempeña como consultor
independiente.