Monografias.com > Educación
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Nuevos tiempos y nuevos docentes



     

     

    Introducción.

    El texto que sigue tiene por
    objeto reflexionar sobre algunos factores que contribuyen a
    modificar el rol tradicional de los docentes de la educación básica en América Latina.

    Para ello será preciso realizar un análisis de las
    tendencias generales de cambio y transformación
    del oficio de enseñar, a la luz de ciertas evidencias relacionadas con
    cambios en diversas esferas de la vida social y sobre esta base
    desarrollar algunas líneas de propuestas acerca de las
    implicaciones que tienen los nuevos desafíos sobre la
    definición del rol docente.

    Si alguien quisiera hacer un listado de lo que se
    consideran las "características deseables" del "nuevo
    docente" a partir de una revisión de la literatura contemporánea, seguramente
    encontraría una serie de elementos muy variados y hasta
    contradictorios. Por una parte, aparecerían cualidades
    relacionadas con el conocimiento y los valores que el docente
    debe poseer y desarrollar en los alumnos, a lo que se
    agregarían una serie de competencias relacionadas con el
    modo de facilitar o lograr los aprendizajes deseados: manejo de
    métodos de enseñanza relacionados
    con los contenidos, competencias relacionales que lo habiliten
    para interactuar con alumnos, padres, colegas y miembros de la
    comunidad, el dominio de técnicas relacionadas con
    los avances más modernos de las tecnologías de la
    información y la comunicación, sus
    propias capacidades de aprendizaje y actualización
    permanente, sus competencias para la investigación y
    reflexión acerca de sus prácticas, etc. La lista
    sería interminable y la comprensión de los diversos
    sentidos que va adquiriendo el oficio en el tiempo presente sería un
    tanto dificultosa. Es más, si uno llegara a creer que el
    "nuevo maestro" debería reunir todas estas
    características señaladas por los expertos y
    especialistas en diversos documentos, el resultado
    sería algo así como un tipo ideal tan contradictorio
    como de imposible realización práctica.

    En verdad, el discurso genérico acerca
    de "los docentes" está plagado de peligros. En efecto, es
    fácil caer en los lugares comunes cuando se habla de un
    objeto tan genérico y común como "el profesorado
    latinoamericano". Sin embargo, es posible identificar problemas comunes y al mismo
    tiempo señalar diferencias y especificidades.

    Por otro lado, no puede hablarse de los docentes de hoy
    y del futuro mediato sin reconocer que se trata de un
    categoría social que tiene una larga historia. El oficio de maestro tal como hoy
    lo conocemos, es decir, como actividad que se desarrolla en el
    contexto de los sistemas escolares formales,
    tiene la misma edad que el estado capitalista. Y el
    peso de la historia está presente no sólo en las
    dimensiones materiales del sistema educativo republicano
    (los edificios, las aulas, los textos escolares, los recursos didácticos, etc.)
    sino que también está en los agentes, es decir en las
    mentalidades de los maestros, sus identidades y sus
    prácticas.

    Es obvio que los maestros de hoy son distintos a los
    maestros del momento constitutivo del Estado y de los sistemas
    educativos modernos. Sin embargo, parte de ese pasado fundacional
    está todavía presente en la conciencia práctica e
    incluso en la conciencia reflexiva de los docentes de hoy. Por
    eso, si uno quiere efectivamente captar qué hay de nuevo en
    el oficio de enseñar, no puede dejar de referirse a los
    momentos fuertes de su trayectoria en el tiempo.

    Sólo una visión de largo plazo permite
    apreciar el sentido de las diversas imágenes con que se piensa
    el magisterio de hoy, desde la del
    maestro-sacerdote-apóstol, a la del trabajador- militante, o
    la del maestro-profesional. A su vez, cada uno de estos tipos
    ideales de docente responde a un conjunto de determinaciones
    sociales de orden general.

    El más importante tiene que ver con el sentido que
    tiene la educación escolar en el mundo que
    vivimos. La definición del "maestro ideal" no es
    independiente del sentido y función que se asignan a los
    sistemas escolares en las sociedades latinoamericanas
    contemporáneas en cada etapa de su desarrollo.

    El momento fundacional del oficio de maestro permite
    analizar la lógica de los ajustes y
    determinaciones recíprocas entre los hombres y los puestos
    definidos institucionalmente.

    Uno hace al otro. El maestro se hace tal al ocupar un
    cargo en la escuela y al mismo tiempo "hace
    al cargo". En el proceso histórico, la
    coherencia entre ambas dimensiones tendió a desaparecer. Hoy
    en día existen múltiples configuraciones del oficio de
    enseñar, pero más allá de las diferencias es
    preciso encontrar algunos factores sociales que favorecen la
    emergencia de diversos principios estructuradores que
    organizan la construcción social de la
    docencia como actividad. Al
    hacerlo estaremos reconociendo cuáles son los principales
    conflictos y tensiones que
    están presentes en el campo de la política educativa latinoamericana en
    este nuevo milenio.

     

    Tres principios
    históricos que estructuran el oficio del
    maestro.

    El momento del origen es fundamental porque constituye
    la base sobre la que se asientan las construcciones siguientes.
    El período fundacional se caracteriza por una tensión
    muy particular entre dos paradigmas: el de la
    vocación y el apostolado vs. el del oficio aprendido. Lo que
    distingue al momento del origen es precisamente la lucha entre
    estos dos polos que remiten a intereses prácticos y a
    lógicas discursivas específicas. El peso que tienen las
    representaciones relacionadas con la vocación y las
    cualidades morales del docente se explica por la función que
    se asigna al sistema educativo en el momento
    constitutivo del estado y la sociedad capitalista moderna
    (TEDESCO J.C., 1986). La ciencia racional y la
    escuela eran el equivalente funcional de la religión y la iglesia en las sociedades
    occidentales precapitalistas. La ideología positivista que
    presidió el proceso de secularización que
    acompañó la conformación de los sistemas
    educativos reivindicó para la ciencia y la escuela un
    carácter y una dignidad moral casi sagrados. La
    escuela del Estado tenía por función construir esa
    nueva subjetividad que se le asignaba al ciudadano de la
    república moderna. La tarea del maestro era el resultado de
    una vocación, su tarea se asimila a un "sacerdocio" o
    "apostolado" y la escuela es "el templo del saber".

    La enseñanza, más que una profesión, es
    una "misión" a la que uno se
    entrega, lo cual supone una gratuidad proclamada que no se
    condice con lo que la sociedad espera de una profesión,
    entendida como actividad de la cual se vive, es decir, de la que
    se obtiene un ingreso y una serie de ventajas instrumentales
    (salario, prestigio, etc.). De
    todos modos, desde el origen, existió una tensión entre
    estos componentes pre-racionales del oficio de enseñar y la
    exigencia de una serie de conocimientos racionales (pedagogía, psicología infantil, didáctica, etc.) que el
    maestro debería aprender y utilizar en su trabajo.

    Esta dosificación contradictoria pero efectiva hace
    del maestro una categoría social con perfil propio y
    diferenciado del resto de los profesionales e intelectuales clásicos.
    Este equilibrio inestable entre
    elementos distintivos diversos y hasta opuestos constituye la
    particularidad del oficio de enseñar.

    En el plano del discurso se enfatizará uno u otro
    conjunto de componentes, según el interlocutor. Si se trata
    de ganar terreno contra la tradición (como en el caso de las
    luchas por la imposición del título para el ejercicio
    de la docencia) se insistirá en las competencias
    técnico-pedagógicas modernas pero cuando se pretende
    limitar el cientificismo y el afán reglamentarista y
    tecnicista de los nuevos especialistas en pedagogía, se
    levantarán las banderas del particularismo, la
    vocación, la intuición y la creatividad inherentes del
    oficio de enseñar. (TENTI FANFANI E., 1988).

    Pese a su antigüedad, esta representación
    "vocacional" todavía está presente en las propias
    autorepresentaciones de maestros y alumnos de los institutos del
    profesorado.

    También está presente en las expectativas de
    vastos sectores de la sociedad, que distinguen al maestro del
    resto de las profesiones y oficios, precisamente por el peso
    específico que se adjudica a este elemento tan tradicional,
    pero poderoso de la vocación, relacionada con el apostolado
    y el sacerdocio. Asociado con esto también se registra una
    fuerte vigencia de una definición del oficio que enfatiza el
    papel del maestro como "moralizador" en desmedro de su
    función técnica de desarrollar
    aprendizajes.2 La maduración del sistema de
    educación básica que acompaña el proceso de
    modernización de las sociedades occidentales tiende a una
    progresiva secularización del oficio del maestro. En la
    década de los años 60 y 70 las representaciones del
    maestro como sacerdote ya no ocupan un lugar dominante en la
    sociedad. La masificación de los puestos de maestro, la
    elevación de los niveles de escolaridad media de la población, el deterioro
    del salario y las condiciones de trabajo y otros fenómenos
    conexos (pérdida de prestigio relativo del oficio, cambios
    en el origen social relativo de los maestros, etc.) constituyen
    las bases materiales sobre la que se va estructurando una
    representación de la docencia como un trabajo. La
    sindicalización del magisterio contribuirá a imponer
    una imagen social del maestro como
    trabajador que es asumido por porciones significativas de
    docentes.

    Al menos en la Argentina, el modelo del maestro-trabajador
    está presente en el seno mismo del cuerpo magisterial. Se
    trata de una denominación generada al calor de la lucha contra
    ciertas representaciones originadas en el campo del Estado, que
    algunos no dudaron en calificar como "tecnocráticas".
    Durante la década de los años 70's las luchas por las
    condiciones de trabajo y salario docente se desenvuelven en un
    contexto de reformas que buscaban avanzar en el proceso de
    modernización del sistema educativo.

    En el polo del poder se tiende a desarrollar
    una definición del oficio que en gran medida es un
    "aggiornamento" del clásico "mix" de profesionalización con
    vocación. Para contrarrestar esta tipificación, los
    docentes agremiados reivindican el nombre de "trabajadores",
    homologándose de esta a manera al resto de los asalariados
    en su reivindicación de la convención colectiva para
    fijar salario y condiciones de trabajo y legitiman el recurso a
    la huelga, las movilizaciones,
    etc. como instrumentos de lucha . El énfasis puesto en la
    condición de trabajador asalariado constituye un freno a
    toda pretensión de exigir al docente prestaciones que vayan
    más allá de lo explícitamente establecido en el
    estatuto del docente y la convención colectiva de
    trabajo.

    La homología tendencial en las condiciones
    objetivas de trabajo y de vida entre maestros y trabajadores
    asalariados se expresa en el plano de la subjetividad colectiva
    como discurso de identificación y como toma de posición
    explícita en favor de los intereses del conjunto de la
    clase de los trabajadores. A
    fines de la década pasada, Marcos Garcetti, máximo
    dirigente nacional del gremio docente se pronunciaba claramente
    en esta dirección cuando
    expresaba: "Nuestro lugar por historia es junto al pueblo y en lo
    orgánico gremial junto a los demás trabajadores
    expresados por la CGT". Para que no queden dudas del sentido de
    esta definición, ale rtaba contra "nuestras veleidades como
    profesionalistas (sic), a las que entre otros males les debemos
    la postergación sectorial y la tardía llegada al
    conjunto de los demás trabajadores" (Citado en BATALLAN G. y
    GARCÍA F.J., 1992, pág. 230). Desde entonces, el
    antiprofesionalismo es una posición de lucha ya instalada en
    el campo del gremialismo docente argentino, posición que se
    renueva toda vez que desde el campo del Estado se reiteran
    proyectos de
    profesionalización del magisterio de educación general
    básica.

    En la actualidad y pese a las radicales transformaciones
    acontecidas en todos los niveles básicos de las sociedades
    latinoamericanas, la lucha por la definición dominante del
    oficio todavía supone combinaciones variables de estos tres
    elementos: vocaciónapostolado, trabajo asalariado y
    profesionalidad.

    El carácter profundamente relacional de la
    actividad docente, es decir, el hecho de que se despliega en una
    interacción cara a cara e
    intensiva maestro-alumno la convierte en una función
    directamente relacionada con la reproducción de la
    sociedad y por lo tanto le da un carácter cuasi sagrado. En
    este terreno, el proceso de secularización no avanzó
    tanto como en otros campos de actividad social, como por ejemplo,
    las actividades políticas, científicas
    o productivas. La formación de las nuevas generaciones tiene
    un contenido fuertemente ético-moral que constituye como una
    valla para el avance de cualquier proceso de racionalización
    radical. Por lo tanto, para ser un buen maestro (al igual que en
    el caso de otros servicios personales tales
    como la enfermería, el trabajo social, etc.) no basta el
    dominio de competencias científico-técnicas
    específicas, ni un compromiso ético genérico
    (principio de honradez, ética profesional, etc.).
    Por el contrario, en la definición de la excelencia docente
    el compromiso ético moral con el otro, una cierta actitud de entrega y
    desinterés adquieren una importancia fundamental en el
    desempeño del
    oficio.

    Por otro lado, el oficio docente está en las
    antípodas del trabajo
    autónomo. Salvo en los casos (hoy excepcionales) del
    "maestro particular" que trabaja directamente para el aprendiz o
    su familia, la mayoría de
    los docentes prestan servicios en instituciones escolares. Por
    lo tanto el docente es, en la mayoría de los casos un
    funcionario asalariado, que trabaja en relación de
    dependencia y recibe un salario (y no honorarios).

    Como tal es un trabajador que en muchos casos está
    sindicalizado y lucha colectivamente por la defensa y mejora de
    sus condiciones de trabajo.

    Por último su condición de profesional deviene
    del hecho de que el desempeño de su actividad requiere el
    dominio de competencias racionales y técnicas que son
    exclusivas de su oficio y que se aprenden en tiempos y espacios
    determinados. Por otra parte el docente, pese a que
    tradicionalmente trabaja en contextos institucionalizados, en el
    aula goza de un margen variable de autonomía. Competencia técnica y
    autonomía son componentes clásicas de la
    definición ideal de una profesión.

    Las tipologías son (o deben ser) claras por
    definición. La realidad no tiene esta "obligación". Las
    representaciones reales del oficio de maestro que compiten por la
    hegemonía, siempre constituyen una articulación de
    estos tres elementos estructurales: el apostolado, el trabajo y la
    profesión. La lucha está dada por la imposición
    del principio estructurador dominante de la definición. Las
    polémicas actuales por la redefinición del oficio del
    maestro no transcurren en el vacío y no se resuelven
    únicamente en el plano de lo simbólico-discursivo. La
    crisis en las representaciones
    siempre tienen algún fundamento en el plano de las
    "realidades objetivas" que en cierta medida trascienden la
    conciencia, la voluntad y la intencionalidad humanas. Pero la
    objetividad es siempre "polisémica", es decir, puede ser
    objeto de diferentes interpretaciones. Por lo tanto las luchas no
    son ni puramente simbólicas ni puramente
    materiales.

    A continuación se examinan algunos procesos sociales generales
    que hoy tienden a introducir elementos de novedad en la
    definición del rol docente en la mayoría de las
    sociedades latinoamericanas.

     

    Transformaciones
    actuales.

    De un modo esquemático, se podrían distinguir
    una serie de factores que operan como elementos transformadores del oficio
    docente que, en casi todos lo s casos, tienen un sentido doble.
    Por un lado, constituyen desafíos que favorecen
    potencialmente un avance en el proceso de profesionalización
    (en los sentidos arriba explicitados)
    del oficio docente. Pero, al mismo tiempo, pueden tener efectos
    contrarios y constituirse en obstáculos poderosos para el
    avance de dicho proceso. En algunos casos pueden considerarse
    como factores que alientan una lisa y llana
    desprofesionalización del oficio.

    Al igual que en otros campos de actividad, las nuevas
    condiciones de vida plantean nuevos desafíos a las
    instituciones y roles tradicionales, pero las respuestas que se
    producen pueden tener signos opuestos y
    contradictorios que merecen ser tenidos en cuenta en el
    análisis que sigue a continuación.

     

    1. Cambios en la familia, los medios de
    comunicación de masas y otras instituciones de socialización.

    La mayoría de las sociedades actuales se
    caracterizan por un cambio profundo en las instituciones que
    acompañan los procesos de construcción de la
    subjetividad de las nuevas generaciones. El papel que juegan la
    escuela y el maestro en la reproducción de la sociedad
    depende del lugar que ocupa en la estructura del sistema de
    instituciones que cumplen funciones sociales análogas.
    En el origen del estado moderno, la socialización de las
    nuevas generaciones descansaba sobre un trípode conformado
    por la familia, la iglesia y la escuela. Esta última fue
    adquiriendo un peso cada vez más importante con el avance de
    los procesos de industrialización y urbanización.
    Iglesia y familia han experimentado transformaciones muy
    profundas como resultado de una serie de macro procesos de largo
    plazo, tales como el avance contradictorio de los procesos de
    secularización (ya que están acompañados del
    desarrollo de nuevas formas de religiosidad), la presencia cada
    vez más sistemática de los medios de comunicación de
    masas y otros consumos culturales, la incorporación de
    la mujer al mercado de trabajo, la
    fragmentación e inestabilidad de las configuraciones
    familiares, los cambios en los modelos de autoridad, etc. Estos procesos
    han producido cambios profundos en el sistema de instituciones
    responsables de la socialización infantil y juvenil. La
    escuela está sometida a un nuevo conjunto de demandas
    sociales. En algunos casos se llega a pedir a la escuela lo que
    las familias ya no están en condiciones de dar:
    contención afectiva, orientación ético- moral,
    orientación vocacional y
    en relación con el diseño de un proyecto de vida, etc. Estos
    nuevos desafíos se traducen en nuevas exigencias para el
    perfil de competencias del docente.

    Puesto que no existe una clara división del trabajo
    entre instancias de socialización, el conflicto entre las mismas se
    vuelve cada vez más probable. Los valores que circulan en la
    escuela, la familia y los medios de comunicación de masas no
    siempre son coincidentes o complementarios, sino que con
    frecuencia pueden ser contradictorios. El trabajo del maestro se
    inscribe en este nuevo cuadro de relaciones, lo cual le agrega
    una dosis creciente de complejidad (TEDESCO J.C.,
    1995).

    Las nuevas generaciones, en promedio, son fuertes
    consumidoras (consumidoras intensivas) de bienes simbólicos
    producidos y distribuidos por poderosas empresas culturales. La acción del maestro se
    inscribe en un nuevo contexto general que ordena la
    socialización de los niños y jóvenes.
    Cabe agregar que tanto las transformaciones en la estructura
    familiar como el tipo y frecuencia de consumos culturales
    varían fuertemente según cuál sea la posición
    de las nuevas generaciones en la estructura social.

    Ser maestro en el nuevo contexto familiar y de los
    sistemas de producción y
    difusión de sentidos puede constituir una ocasión para
    profesionalizar al maestro o bien puede tener un efecto
    contrario. La respuesta es una cuestión de cultura y de política. Si
    se decide que el maestro simplemente "sustituya" a la familia en
    el cumplimiento de ciertas tareas de contención afectiva o
    de orientación ético-moral (como es ciertamente el caso
    en ciertos contextos) el resultado es un retroceso en el perfil
    profesional de la actividad. La maestra "madre-sustituta"
    está lejos de la maestra profesional especialista en
    enseñanza y aprendizaje de determinados contenidos
    culturales socialmente válidos. Es más difícil
    aprender a ser madre que desarrollar competencias en el campo de
    la enseñanza aprendizaje. Pero, los cambios en el contexto
    de socialización pueden ser una ocasión para avanzar en
    el proceso de racionalización del oficio del docente, por
    ejemplo, mediante el diseño de una nueva división del
    trabajo en las instituciones escolares.

    Podrían diseñarse nuevos roles escolares tales
    como psicólogos escolares dotados de las competencias
    necesarias para acompañar el desarrollo afectivo de las
    nuevas generaciones, orientarlas en la formulación de su
    proyecto de vida, garantizar la integración y sentido de
    pertenencia de los alumnos en las instituciones escolares y que
    trabajan en equipo con pedagogos expertos en enseñanza
    aprendizaje. En síntesis, ser maestro en
    este nuevo contexto de socialización puede alentar el
    desarrollo de nuevas y complejas competencias profesionales o
    bien provocar un empobrecimiento del oficio si se lo reduce a una
    simple función de sustitución de la familia.

     

    2. Las nuevas demandas de
    la
    producción y el mercado
    de trabajo modernos.

    Los cambios en la economía y el mercado de trabajo que
    viven la mayoría de las sociedades latinoamericanas
    presentan nuevos desafíos a los viejos sistemas
    escolares.

    Vivimos la expansión permanente de la denominada
    "sociedad del conocimiento". En casi todos
    los campos de actividad se tiende a incorporar dosis crecientes
    de conocimiento científico y
    tecnológico que es preciso aprender en instituciones
    formales y no ya en el trabajo, como era frecuentemente el caso
    en las sociedades precapitalistas. Se espera que la escuela y el
    maestro no sólo formen sujetos en sentido genéricos,
    sino que contribuyan a la producción de capital humano o fuerza de trabajo entrenada.
    En muchos casos se espera que esta formación comience en los
    niveles educativos considerados como "generales y básicos"
    (en especial cuando se trata de la educación de los sectores
    más pobres y excluidos de la sociedad).

    Esta demanda introduce nuevos
    desafíos a la institución educativa y sus agentes.
    Estos últimos deben estar más informados acerca de la
    lógica de desarrollo de la ciencia y la tecnología modernas y de su
    incorporación en todas las esferas de la vida social. El
    maestro debe ser también un orientador vocacional y como tal
    debe tener un conocimiento del comportamiento del mercado de
    trabajo. Formar recursos humanos obliga a la
    escuela y a los docentes a multiplicar las ocasiones del
    aprendizaje más allá de los límites de la escuela, lo
    cual, su vez, requiere nuevas actitudes y
    competencias.

    La demanda por la formación para el trabajo induce
    a reconocer que existen otros ámbitos de aprendizajes
    legítimos, en primer lugar las mismas organizaciones donde se realiza
    la producción de bienes y servicios. Las prácticas de
    vinculación escuela/trabajo suponen un reconocimiento de que
    el maestro no tiene el monopolio de la
    enseñanza, que otros agentes, en especial aquellos que
    desarrollan actividades de producción también pueden
    cumplir tareas auxiliares en materia de pedagogía. El
    reconocimiento de que existen otras instituciones y otros agentes
    pedagógicos "no especializados" (ingenieros de planta,
    médicos de hospitales, obreros especializados, gerentes,
    etc. etc.) puede ser considerado como una amenaza al monopolio
    educativo de los docentes profesionales.

    Por último, la aceleración de los cambios
    sociales en la ciencia, la tecnología y la producción
    social obliga a una actualización permanente de los docentes
    para que la formación que ofrecen esté a la altura de
    las demandas sociales. Es bastante conocido el carácter
    estructuralmente conservador de las instituciones escolares. Esta
    característica derivaba de la función que se
    asignó en las primeras etapas del desarrollo de las
    sociedades capitalistas. Hoy los docentes, al igual que otros
    agentes profesionales, están sometidos a una exigencia de
    cambio rápido, que requiere la movilización de recursos
    de aprendizaje que no siempre han tenido oportunidad de
    desarrollar durante su etapa formativa o en su experiencia de
    trabajo.

     

    3. Los fenómenos de
    exclusión social y los
    nuevos desafíos de la educabilidad.

    En la mayoría de nuestras sociedades se registran
    procesos de desarrollo y cambio económico, social,
    político y cultural que tienen signos contradictorios. Por
    un lado se desarrollan sectores de la vida económica que
    incorporan dosis crecientes de conocimiento científico y
    tecnológico y adquieren una conformación organizacional
    novedosa (desburocratización, desarrollo de organizaciones
    inteligentes, etc,). Pero por otro lado, vastos sectores
    productivos siguen ajenos a estas transformaciones. La
    mayoría de la fuerza de trabajo está inserta en los
    sectores más atrasados y de menor productividad, cuando no
    están completamente excluidos del trabajo
    productivo.

    Mientras los sectores más concentrados y modernos
    de la economía demandan una fuerza de trabajo dotadas de
    competencias éticas, relacionales y cognitivas muy
    complejas, el resto de la economía se reproduce conforme a
    patrones productivos y de gestión muy tradicionales
    y rutinarios. Este desarrollo desigual en la economía y el
    mercado de trabajo contribuye a volver cada vez más
    desiguales las oportunidades de vida de las personas y los
    grupos sociales según su
    grado y tipo de inclusión (en el sector formal o en el
    informal, de alta o baja productividad, moderno o tradicional,
    etc.) en los mercados de trabajo.

    La expansión del fenómeno de la pobreza extrema, la
    vulnerabilidad y de la exclusión de grandes grupos de familias, niños y
    adolescentes del sistema
    productivo y del consumo (y sus fenómenos
    asociados de violencia social,
    desintegración familiar y social, etc.) tiene efectos
    directos sobre el trabajo e identidad profesional de los
    docentes de educación básica. Estos pueden analizarse
    en dos ejes fundamentales. Por una parte las dimensiones más
    dolorosas de la exclusión afectan la misma "educabilidad" de
    las nuevas generaciones. Por otro lado las dificultades propias
    de la vida en condiciones de pobreza extrema (desnutrición, enfermedad,
    violencia, abandono, etc.) se
    manifiestan en la vida cotidiana de la escuela e inciden sobre el
    contenido del trabajo de los docentes.

    En muchos casos están obligados a desempeñar
    tareas asistenciales socialmente consideradas como urgentes
    (alimentación,
    contención afectiva, moralización, etc.) que
    obstaculizan el logro de la misión tradicional de la
    escuela: el desarrollo de los aprendizajes. Estos fenómenos
    ponen en crisis determinadas identidades profesionales y
    requieren una discusión: o bien el magisterio opta por la
    profundización de su especialización profesional o bien
    desarrolla una nueva profesionalidad pedagógico/asistencia l
    (organizador y movilizador de recursos sociales para la infancia en función de
    objetivos de aprendizaje y
    desarrollo de subjetividades).

     

    4. La evolución de las
    tecnologías de la comunicación y la
    información.

    Las extraordinarias innovaciones en el campo de las
    tecnologías de la información y la comunicación
    pueden tener efectos completamente contradictorios sobre la
    evolución del oficio docente. El sentido de los impactos de
    las innovaciones científicas y tecnológicas nunca
    está predeterminado ni es unidireccional, sino que depende
    de decisiones y políticas específicas. Mientras algunos
    celebran el advenimiento de las NTIC como el principio del fin
    del oficio de enseñar, otros consideran que ellas ofrecen
    una inmejorable oportunidad para completar el proceso de
    profesionalización de los docentes. En efecto, algunos creen
    que esas innovaciones potencialmente tienen un carácter
    sustitutivo del docente ya que permiten una relación directa
    entre el aprendiz y el capital cultural acumulado por
    la humanidad. Las escuelas como instituciones que se desarrollan
    en espacios físicos determinados y los maestros que realizan
    su tarea de enseñanza-aprendizaje en relaciones cara a cara
    con un grupo de alumnos serían
    obsoletas y al decir de algunos "tan productivas como un kolhoz"
    (PERELMAN L., 1995). En vez de seguir invirtiendo sumas
    cuantiosas y crecientes en escuelas y maestros se aconseja que
    estos recursos se orienten hacia el desarrollo y difusión de
    los "multimedia y la telemática". De este modo
    el problema docente se resuelve por sustitución. La educación a distancia y
    el autodidactismo reemplazarían esos viejos y costosos
    dispositivos que se desarrollaban en tiempos y espacios
    exclusivos y que empleaban a una fuerza de trabajo especializada.
    Este escenario no es de realización probable, al menos en el
    corto y mediano plazo y no hay política educativa nacional
    que tenga este proyecto en su agenda. Sin embargo existe como
    propuesta de ciertos grupos de interés que, aunque son
    minoritarios y débiles en el campo político han tenido
    cierta difusión y funcionan como amenaza, al menos para
    ciertos grupos de docentes. Según los resultados de las
    encuestas a docentes
    realizadas por el IIPE en Argentina, Uruguay y
    Perú3. la actitud desconfiada respecto de los
    impactos de las NTIC aparece en proporciones variables. Por
    ejemplo, el temor de que las tecnologías educativas
    reemplacen al docente es compartido por un 18.5% de los docentes
    argentinos, un 20 % de los uruguayos y un 28 % de los
    peruanos.

    Pese a estos temores, lo más probable es que los
    nuevos recursos tecnológicos contribuirán a elevar
    sensiblemente la profesionalidad del docente. Al igual que la
    vinculación entre formación y trabajo, las nuevas tecnologías
    obligarán al docente a constituirse en una especie de gestor
    y organizador de procesos de aprendizaje. El docente del futuro
    será un movilizador de recursos múltiples,
    tradicionales (la palabra, el cuaderno, el libro) y modernos (PC,
    internet,
    etc.)4.

     

    5. Origen social,
    reclutamiento y
    características sociales de los docentes.

    Además de la formación y las condiciones de
    trabajo, el origen social de los docentes y su posición
    actual en la estructura social también contribuyen a la
    conformación de su propia identidad como categoría
    social.. Las evidencias indican que en la mayoría de los
    países latinoamericanos los docentes se reclutan en casi
    todos los segmentos de la estructura social. Sin embargo, algunos
    estratos sociales están más representados que muestran
    algunas evidencias acerca del origen social de los docentes y de
    su posición en la estructura social del presente.

    En Uruguay un informe preliminar señala
    que "la distribución por quintiles
    de ingreso nacional de los docentes es mejor que la
    distribución por quintiles del resto de los hogares de la
    población general"; a su vez "los docentes están sobre
    representados en los hogares del quintil tres y cuatro (27.1% y
    28.6%, respectivamente) y sub-representados en los hogares del
    quintil uno y dos (6,5% y 16,4%, respectivamente). En el quintil
    más rico la proporción de docentes es de 21,4%, lo cual
    implica una muy leve sobre representación"
    (ANEP-IIPE-UNESCO, 2002).

    En la Argentina el panorama se presenta bastante
    parecido al de Uruguay. En este país "los docentes tienen
    una fuerte sobrerepresentación en los quintiles 3 y 4, que
    representan la franja media y media alta de ingresos" (…) mientras que
    sólo el 6% de los hogares docentes se ubican en el quintil 1
    (donde se encuentra el 20% más pobre del total de los
    hogares urbanos. Este hecho da cuenta de que sus familias no se
    encuentran entre las más desfavorecidas de la estructura
    social argentina. (IIPE-UNESCO, Ministerio de Educación,
    2000).

    Sin embargo pese a esta concentración de los
    hogares docentes en los niveles medios de la estructura de
    distribución del ingreso, es preciso tener en cuenta dos
    fenómenos significativos que tienen que ver con sus
    percepciones subjetivas y con el fenómeno de la
    pobreza.

    Además del análisis de las
    características objetivas de los hogares docentes tales como
    el ingreso que perciben, los bienes de consumo duradero que
    poseen, etc. los estudios arriba citados informan acerca de su
    percepción en cuanto a la
    trayectoria social a lo largo del tiempo. En el caso de la
    Argentina, los datos muestran que los docentes
    actuales se caracterizan por tener experiencias bien
    diferenciadas. Mientras un tercio dice que su situación
    socioeconómica actual es peor que la que tenías sus
    padres cuando ellos eran niños, otro tercio dice que es
    mejor y otro tercio dice que es igual. En el Perú una
    mayoría de maestros (42%) dice que está mejor, un 30%
    que está peor y un 27 dice que está igual. Desde este
    punto de vista, las autopercepciones de los docentes muestran la
    existencia de situaciones bien diferenciadas.

    Por último cabe señalar que existe
    también un subgrupo significativo de docentes que considera
    que vive en hogares que pueden definirse como pobres. En efecto,
    el 52% de los docentes peruanos y el 20% de los argentinos
    manifestaron estar en esa situación.

    Esta aproximación muy general está indicando
    que existe una significativa minoría de docentes
    latinoamericanos que viven en condiciones objetivas y subjetivas
    de pobreza.

    Por otro lado existe una elevada probabilidad de que los maestros
    más pobres se encuentren desempeñando funciones en
    establecimientos que también son "pobres" (en términos
    de calidad de la infraestructura
    física, equipamientos
    didácticos, etc.) y que son frecuentados por niños y
    adolescentes que provienen también de los grupos más
    desfavorecidos y excluidos de la sociedad. Esta conjunción
    de pobrezas seguramente afecta el contenido y la forma del
    trabajo docente constituye un fuerte obstáculo a la
    profesionalización de un grupo considerable de docentes
    latinoamericanos5.

    Por último, es preciso tener en cuenta un hecho
    paradojal: allí donde el salario docente constituye un
    componente fundamental del total de los ingresos percibidos por
    el hogar de referencia (en la Argentina, sólo para el 30% de
    los docentes el salario que perciben por desempeñar esa
    actividad representa 70% o más del total del ingreso de los
    hogares donde viven) mayor es la probabilidad de experimentar
    situaciones de pobreza. Es obvio que la posición en la
    estructura de la distribución de los ingresos determina la
    calidad, variedad e intensidad de los consumos culturales de los
    docentes así como el acceso a las oportunidades de
    perfeccionamiento profesional.

     

    6. Nuevos alumnos: las
    características, sociales y cultura les de los destinatarios
    de la acción educativa.

    Los docentes de hoy se encuentran en las aulas con
    nuevos alumnos. Estos poseen características socioculturales
    inéditas. Aquí interesa reflexionar sobre dos ejes. El
    primero tiene que ver con la modificación significativa en
    el "equilibrio de poder entre las generaciones". La segunda con
    la cultura propia de los niños, adolescentes y jóvenes
    de hoy. Muchos educadores no poseen las competencias
    actitudinales y cognitivas necesarias para responder a los
    desafíos propios de la formación de las nuevas
    generaciones. Estos desfases están en el origen de algunos
    problemas de comunicación que dificultan tanto la
    producción de un orden democrático en las instituciones
    como el desarrollo de aprendizajes significativos en los alumnos.
    Estas nuevas condiciones del trabajo docente pueden producir
    dosis significativas de frustración y malestar profesional.
    Las instituciones encargadas de la formación inicial y
    permanente de docentes no han incorporado en forma
    sistemática esta temática a sus programas.

    Por una serie de razones estructurales que se despliegan
    en el tiempo largo de la historia, el equilibrio de poder entre
    las generaciones ha sufrido cambios sustanciales (ELIAS, N.,
    1999). En la actualidad, aunque las relaciones
    intergeneracionales siguen siendo asimétricas y a favor de
    los "mas grandes", esta asimetría se ha modificado
    profundamente en beneficio de las nuevas generaciones. Hoy los
    niños y adolescentes son considerados como sujetos de
    derecho. No sólo tienen deberes y responsabilidades vis
    à vis de los mayores, sino que se les reconoce capacidades y
    derechos.

    La incorporación prácticamente universal de la
    Convención Internacional de los derechos del niño (aun falta
    una firma significativa, la de los EE.UU.) es un indicador del
    grado de institucionalización alcanzado por estas nuevas
    relaciones de poder intergeneracional.

    Las instituciones educativas tienen que tomar nota de
    esta realidad y transformar sus dispositivos, en especial
    aquellos que regulan las relaciones de autoridad entre
    profesores, directivos y alumnos, las que organizan el orden y la
    disciplina y aquellas que
    estructuran los procesos de toma de decisión.

    Habrá que reconocer que los adolescentes y
    jóvenes tienen derechos específicos (a la identidad, a
    expresar sus opiniones, a acceder a la información, a
    participar en la definición y aplicación de las reglas
    que organizan la convivencia, a participar en la toma de decisiones, etc.) y
    habrá que diseñar los mecanismos institucionales que
    garanticen su ejercicio (reglamentos, participación en
    cuerpos colegiados, recursos financieros, de tiempo y lugar,
    competencias, etc.) (TENTI FANFANI, 2001).

    El reconocimiento de derechos a los adolescentes aunado
    a la erosión de las instituciones
    escolares (producto de la
    masificación con subfinanciamiento y a la pérdida de
    monopolio en el campo de las agencias de imposición de
    significados) están en el origen de la crisis en la
    autoridad pedagógica como un efecto de institución. En
    las condiciones actuales, los agentes pedagógicos (maestros,
    directivos, expertos, etc.) no tienen garantizada la escucha, el
    respeto y el reconocimiento de
    los jóvenes. Pero la autoridad pedagógica, entendida
    como reconocimiento y legitimidad sigue siendo una condición
    estructural necesaria de la eficacia de toda acción
    pedagógica. El problema es que hoy el maestro tiene que
    construir su propia legitimidad entre los jóvenes y
    adolescentes. Para ello debe recurrir a otras técnicas y
    dispositivos de seducción. Trabajar con adolescentes
    requiere una nueva profesionalidad que es preciso definir y
    construir.

    Por otra parte, los niños y adolescentes de hoy no
    sólo son portadores de una nueva cultura hecha de nuevos
    saberes y valores (en cierta medida siempre fue así) sino
    que son portadores de una nueva relación con la cultura.
    Algunos autores (SIMONE R., 2001) llegan incluso a formular la
    hipótesis de que los
    cambios en los medios de producción y difusión de la
    cultura introducen modificaciones en los contenidos y modos de
    pensamiento. La
    predisposición de las nuevas generaciones por el uso de la
    "visión no alfabética" (a través de la imagen)
    como vía de acceso y disfrute de productos culturales puede
    constituirse en un obstáculo para acceder y usar la
    tradicional visión alfabética propia de la cultura
    escolar y docente. Sucede que el tipo de sentido que se moviliza
    determina un tipo de cultura. La visión no alfabética
    se asocia con el desarrollo de un lenguaje "no proposicional"
    distinto del lenguaje proposicional que es típico de la
    cultura escolar, basada en la escritura y la lectura de textos. Los
    jóvenes, en tanto, consumidores intensivos de imágenes,
    tienden al lenguaje no proposicional, que es genérico, vago,
    "no da nombres a las cosas, sino que alude, usando
    ‘palabras generales’, dentro de las cuales se puede
    incluir lo que se quiera" (SIMONE R., 2001, pag. 148), y rechaza
    la estructura, la distinción entre elementos, el
    análisis, la contextualización, la referencialidad, las
    taxonomías, etc.

    Si es cierto que la cultura de nuestro tiempo tiende a
    privilegiar la visión no alfabética y a debilitar el
    peso de la visión alfabética como medio de acercamiento
    al conocimiento, este es un dato que hace más difícil
    la tarea de la escuela y el maestro, en la medida en que para
    lograr sus objetivos tienen que producir una especie de
    "conversión" cultural en los educandos, cuyas condiciones de
    éxito necesitan ser
    explicitadas.

    En síntesis, puede decirse que siempre existió
    un conflicto o una distancia entre la cultura de la sociedad (en
    especial la cultura que se usa en la vida cotidiana), la cultura
    de los jóvenes y la cultura de la escuela encarnada en los
    docentes. Pero en la etapa donde predominaba la visión
    alfabética podría suponerse que existían dos
    factores que facilitaban la tarea de la escuela:.

    a) ella y su cultura gozaban de una alta legitimidad
    social en la medida en que tenía una especie de monopolio
    sobre los procesos de distribución del conocimiento
    evolucionado;.

    b) existía una alta demanda de conocimiento
    basado en la lectoescritura y
    proposicional.

    Incluso muchos niños llegaban a la escuela sabiendo
    leer y escribir o al menos dotados de cierto aprestamiento que
    facilitaba su alfabetización..

    Las condiciones en que hoy se desenvuelve la
    relación sociedad escuela son distintas.

    Las nuevas generaciones tienen otras oportunidades de
    aprendizaje antes y durante la etapa de la escolarización.
    Su experiencia escolar tiene un significado que deviene de la
    relación que mantienen con otras ofertas culturales. El
    conflicto cultural entre las nuevas generaciones y sus docentes
    no es sólo y sobre todo una cuestión de valores sino
    que remite a la difícil cuestión de la coexistencia de
    dos modos de apropiación y uso de la cultura, uno
    tradicional y proposicional, que reina en las cosas de la escuela
    y otro que tiende a lo no proposicional y que los jóvenes
    "experimentan" y viven en su vida cotidiana y que se ejercita y
    aprende al mismo tiempo en la relación con los medios
    masivos de comunicación (sobre todo la televisión) y el resto
    de la oferta de bienes culturales
    (internet, video, videojuegos, música, etc.).

    En las condiciones actuales se vuelve cada vez más
    problemática la vieja cuestión de la relación
    entre "experiencias" y "vivencias" de la vida cotidiana y su
    expresión en términos de determinadas tradiciones
    culturales que todavía reinan en el mundo de la escuela y la
    educación formal. El trabajo docente en estas condiciones
    implica un desafío particular que pone a prueba todo el
    sistema de competencias implicado en la definición
    clásica del maestro.

    La escolarización masiva y obligatoria de
    adolescentes y jóvenes parece constituir una "tendencia
    pesada" del desarrollo de nuestras sociedades y en este contexto
    tanto la modificación del equilibrio de poder entre las
    generaciones como la emergencia de nuevos modos de producción y
    apropiación de cultura impactan directamente sobre la
    profesionalidad de los docentes. En ambos casos éstos
    necesitan desarrollar un conjunto de competencias
    específicas que los vuelvan aptos para el diálogo con estos nuevos
    alumnos con el fin de garantizar las condiciones sociales
    (convivencia) y pedagógicas (comunicación e
    interacción) que hagan posible el desarrollo de aprendizajes
    significativos. Los docentes deberán ser cada vez más
    "expertos en cultura de las nuevas generaciones", en la medida
    que la transmisión de la cultura escolar (el curriculum) deberá tener
    en cuenta no sólo las etapas biopsicológicas del
    desarrollo infantil, sino también las diversas culturas y
    relaciones con la cultura que caracteriza a los destinatarios de
    la acción pedagógica. Esta exigencia es aún
    más pertinente en un mundo donde el multiculturalismo tiende
    a convertirse en una situación cada vez más frecuente e
    incluso cada vez más valorada. El nuevo docente deberá
    ser capaz de comprender, apreciar y "hacer dialogar" las culturas
    incorporadas por los alumnos de las instituciones
    escolares.

     

    7. El contexto
    organizativo/institucional del trabajo docente y la emergencia
    del docente colectivo.

    El contexto del trabajo docente está experimentando
    transformaciones profundas, muchas de ellas como resultado de
    políticas educativas específicas. Estos cambios avanzan
    con ritmo y modalidades desiguales en el conjunto del sistema
    educativo y tienen efectos significativos en la definición
    del rol docente. Los viejos sistemas centralizados, cerrados,
    jerárquicos, caracterizados por una rígida
    división funcional del trabajo, extremadamente regulados,
    etc. están transformándose en sistemas
    descentralizados, que alientan la autonomía de las
    instituciones en el territorio, la participación de agentes
    escolares y extraescolares en todos los niveles y la
    interacción con otros ámbitos (productivos, culturales,
    científico-tecnológicos, artísticos, etc.) de la
    vida social. Poco a poco se van perfilando nuevos modelos de
    organización y nuevos
    estilos de gestión que generan nuevas demandas a los agentes
    escolares. Este paso de la escuela burocrática a la escuela
    posburocrática (con todas las contradicciones y conflictos
    asociados a este proceso) pone en crisis tanto la profesionalidad
    de los gestores educativos como la de los docentes. El trabajo
    docente cambia de contenido en las organizaciones educativas
    posburocráticas. El nuevo docente se encuentra situado en un
    contexto donde la división del trabajo pedagógico es
    mucho más compleja en la medida en que se incorporan nuevas
    figuras profesionales (orientadores, animadores culturales,
    productores de texto, especialistas en evaluación, expertos en
    tecnologías educativas, bilingüismo, multiculturalismo,
    etc.). Su actividad es cada día más relacional y la
    polivalencia, la capacidad de tomar iniciativas y asumir
    responsabilidades, la evaluación, el trabajo en equipo, la
    comunicación, la resolución de conflictos,
    etc. se convierten en competencias estratégicas que definen
    su nuevo rol profesional.

    Es obvio que este cambio cualitativo del contexto
    organizacional que enriquece la profesionalidad del docente no es
    todavía un fenómeno masivo en las instituciones
    educativas. Por lo general su emergencia es más probable en
    las ins tituciones más ricas y que atienden a los grupos
    más privilegiados de la sociedad. Por lo general muchos
    establecimientos públicos para los grupos más
    desfavorecidos y empobrecidos no sólo conservan las
    características más típicas de las organizaciones
    burocráticas. En muchos casos, el camino de la burocracia a la posburocracia (o
    las organizaciones inteligentes) pasa por una estación
    intermedia, donde muchas instituciones permanecen ancladas: la
    burocracia degradada. Este es el caso de un vasto conjunto de
    instituciones educativas que sufren los rigores de la crisis
    fiscal con todos los efectos
    de empobrecimiento de recursos, deslegitimación y
    confusión normativa, conflictos crecientes entre los
    miembros de la comunidad escolar, etc. situación que
    contribuye a debilitar las instituciones y a degradar las
    condiciones de trabajo del docente.

    En realidad puede decirse que el "sistema" educativo
    tiende no solo a diferenciarse (lo cual puede tener un signo
    positivo de adaptación a las necesidades y condiciones de
    vida de la población a la que atiende) sino a fragmentarse y
    jerarquizarse en instituciones "ricas" en recursos, inteligentes,
    fuertes, capaces de cumplir sus funciones de transmisión
    cultural e instituciones "pobres" y por lo tanto débiles,
    ineficientes e incapaces de cumplir con la función que la
    sociedad espera de ellos. Esta heterogeneidad regresiva (porque
    tiende a reproducir las jerarquías sociales en vez de
    contribuir a superarlas) se asocia con una diferenciación de
    los roles docentes que terminan por fragmentar la profesión
    y a constituirla en un archipiélago con islas dotadas de
    calidad, complejidad y recompensas materiales y simbólicas
    muy desiguales y jerarquizadas.

    Entre las numerosas consecuencias que produce la
    incorporación de mayores niveles de autonomía
    institucional en los establecimientos escolares sobre el
    desempeño profesional de los docentes, la principal de ellas
    es la exigencia de trabajar en equipo. Esta exigencia implica una
    ruptura importante en la cultura tradicional de los docentes,
    basada en la idea de autonomía individual, asociada a un
    alto nivel de regulación y control burocrático de sus
    actividades. Como lo han señalado varios estudios, la
    actividad de los profesores se caracteriza por el anonimato y el
    reglamentarismo, lo cual permite concebir la docencia como un
    "oficio de individualistas" (CHAPOULIE J.M, 1987; DUBET F. et
    MARTUCCELLI D., 1996) . La impersonalidad burocrática
    constituye la mejor garantía de la autonomía en la
    relación pedagógica. Por ello es que si bien los
    profesores perciben negativamente la inspección, pocos la
    desaprueban, ya que los protege de toda intervención
    externa. En este esquema de acción educativa, basada en el
    individualismo docente, la unidad de trabajo es el salón de
    clase y no la ins titución escolar, la escuela.

    Varias tendencias, cuya vigencia ya está presente
    en el desarrollo de la educación, indican que este rasgo de
    la cultura profesional de los docentes no podrá mantenerse
    en el futuro. En primer lugar, la heterogeneidad de los alumnos
    obliga a trabajar en equipo para atender las diferentes
    exigencias tanto de tipo cognitivo como cultural que presentan
    los estudiantes; en segundo lugar, la diversificación de las
    demandas a la educación, no pueden ser satisfechas
    individualmente por cada docente sino por la institución en
    su conjunto; en tercer lugar, el reconocimiento cada vez más
    evidente de la continuidad del proceso de formación de la
    inteligencia y de la personalidad, requiere un
    trabajo articulado entre los docentes que trabajan en las
    diferentes etapas del proceso educativo; por último, el
    desarrollo de la capacidad de trabajar en equipo constituye una
    exigencia para los alumnos, cada vez más intensamente
    requerida tanto por el desempeño en el mercado de trabajo
    como por el desempeño ciudadano.

    Pasar de una cultura de ejercicio individual del oficio
    a una cultura de profesionalismo colectivo no es un proceso
    fácil. En primer lugar, es importante reconocer que si bien
    la reforma institucional basada en la mayor autonomía y la
    existencia de proyectos por establecimiento es un paso muy
    importante, ello no agota el proceso. La autonomía
    institucional es una condición necesaria, pero no suficiente
    para el trabajo en equipo.

    En segundo lugar, también es importante reconocer
    que no existe un sólo tipo de equipo.

    Utilizando una metáfora deportiva, Peter Drucker
    definía tres grandes categorías de equipos: la primera
    se refiere al tipo de equipo que se establece en el juego de tenis en pareja; en
    ese caso, los equipos son de pocos miembros y cada uno trata de
    adaptarse a la personalidad, las fortalezas y
    las debilidades del compañero. La segunda categoría se
    encuentra en el juego de baseball, o en el desempeño de las
    orquestas, donde cada miembro tiene posiciones y funciones fijas
    a desempeñar. La tercer categoría se basa en el juego
    del fútbol, donde cada jugador tiene posiciones fijas pero
    el conjunto del equipo se mueve simultáneamente y adopta
    para ello una determinada estrategia (DRUKCER, 1995). La
    definición de cuál será el tipo dominante de
    equipo en una determinada institución constituye un paso
    importante en la elaboración del proyecto
    institucional.

    En tercer lugar, el análisis y las propuestas de
    trabajo en equipo en instituciones educativas se apoyan
    fundamentalmente en las experiencias efectuadas en el sector
    privado, donde la adhesión a determinados principios suele
    ser un requisito de entrada y donde los líderes de la
    institución tienen posibilidades de tomar decisiones para
    garantizar la coherencia del proyecto. Estos dos rasgos –
    adhesión a principios y poder de decisión – no aparecen
    de la misma manera en las instituciones públicas, que se
    orientan por principios formales de funcionamiento
    burocrático. Cómo introducir en las instituciones
    educativas públicas los rasgos que permitan un
    funcionamiento más comprometido con determinados objetivos y
    más cooperativo desde el punto de vista del trabajo
    profesional es, precisamente, uno de los problemas más
    importantes que se presenta a la política educativa actual,
    particularme nte desde el punto de vista de la administración y de la
    gestión (TEDESCO J.C., 1998).

    Al respecto, es importante recordar que la
    incorporación de la idea del equipo docente tiene
    implicaciones importantes sobre las condiciones de trabajo.
    Preguntas tales como, ¿Cómo permitir la movilidad de
    los docentes si se pone el acento sobre la autonomía
    institucional y si el desempeño está asociado al perfil
    de cada institución? ¿Cómo definir una
    política salarial por equipos y no por individuos aislados?.
    ¿Cómo garantizar niveles adecuados de objetividad en la
    evaluación del
    desempeño docente cuando el rendimiento es por equipo y
    no por individuo?, aparecerán a
    medida que se avance en el desarrollo de estrategias educativas basadas en
    la idea de promover una educación adecuada a los nuevos
    desafíos. Estas preguntas no tienen respuestas únicas
    ni a-priori y será necesario aceptar que no existe una
    manera única de resolver los problemas. La elaboración
    de las respuestas exigirá, en consecuencia, un cierto grado
    de experimentación y de evaluación de resultados, donde
    las tradiciones de cada país jugarán un papel
    fundamental.

    Las tendencias mencionadas pueden producir dos
    fenómenos interrelacionados: la polarización y la
    heterogeneización del campo docente (TENTI FANFANI E.,
    1995).

    Los recientes procesos de privatización y descentralización de los
    sistemas educativos empujan hacia la misma dirección. Por
    una parte se ampliará la distancia entre los modelos
    típicos situados en los extremos (polarización), por la
    otra, se registrará un aumento de los particularismos que
    aumentarán la segmentación del mercado
    del trabajo docente (heterogeneización).

    Próximo al primer polo se irá conformando una
    minoría de docentes cuyo trabajo los asimilará al
    modelo de los "analistas simbólicos", es decir, a ese
    subconjunto de individuos cuya actividad, en lo esencial,
    consiste en identificar, definir y resolver problemas nuevos y
    cuyo capital cultural se asienta en cuatro habilidades
    básicas: abstracción, pensamiento sistémico,
    experimentación y colaboración. En el otro polo se
    aglutina la mayoría de los maestros. Estos, a diferencia de
    los analistas simbólicos, realizan "servicios de persona a persona" que consisten
    en tareas simples y repetitivas para los cuales no se requieren
    competencias de un alto grado de formalización. Estos
    agentes cobran "en función de las horas trabajadas o el
    rendimiento laboral; están estrechamente
    supervisados (como sus jefes), no necesitan haber adquirido
    demasiada formación (como máximo, un título
    secundaria, o su equivalente, además de cierto entrenamiento vocacional)"
    (REICH, R., 1992, pág. 175).

     

    8. Cambios en las
    teorías pedagógicas
    y representaciones sociales sobre el rol del
    maestro.

    El rol del maestro depende en gran medida de la
    función social que en cada momento histórico se asigna
    al sistema educativo. De hecho en la mayoría de nuestras
    sociedades se espera que el sistema educativo escolar cumpla no
    una, sino varias funciones. En otras palabras, no todos los
    miembros de la sociedad tienen las mismas expectativas o esperan
    las mismas cosas de las instituciones donde se educan las nuevas
    generaciones.

    En verdad, la escuela es una institución
    multifuncional y cada vez se esperan más cosas de la escuela
    y los maestros. A modo de ejemplo podría decirse que
    mientras algunos esperan que el sistema escolar desarrolle
    conocimientos relevantes en las personas relacionados con
    el lenguaje, las matemáticas y las ciencias naturales y sociales,
    otros demandan una formación moral y ciudadana, la
    apropiación de lenguajes extranjeros, una formación
    para el trabajo, el dominio de herramientas informáticas
    (computación), la
    formación de competencias artísticas y deportivas, la
    preservación de determinadas tradiciones culturales y/o
    religiosas, etc. etc. En otras palabras, la escuela es una
    institución mucho más compleja y multifuncional que
    una empresa productora de
    automóviles o camisas.

    Es probable que no todos los miembros de una determinada
    comunidad escolar compartan la misma visión respecto a los
    objetivos prioritarios que la escuela debe perseguir, por lo
    tanto no todo el mundo posee los mismos criterios de
    evaluación para definir lo que es una "buena escuela". Por
    eso resulta particularmente interesante preguntarse cuáles
    son las opiniones de los docentes respecto de los fines de la
    educación, ya que ellas estarán asociadas con ciertas
    imágenes acerca del papel que ellos juegan en la
    sociedad.

    Las encuestas del IIPE-UNESCO arrojan datos
    significativos tanto de lo que los maestros definen como
    funciones prioritarias de la educación como respecto a la
    definición de su propio rol profesional. El cuestionario aplicado invitaba
    a los docentes a elegir "los dos fines más importantes" y
    "los dos menos importantes" de la educación y a optar entre
    dos formulaciones de su rol: una como "facilitador del
    aprendizaje de los alumnos", la otra como "transmisor de cultura
    y conocimiento". Los resultados muestran que existe una
    diversidad de orientaciones al respecto.

    De una lista propuesta de fines de la educación, el
    que obtuvo la mayoría de las preferencias de los docentes
    argentinos es el que se relacionaba con el desarrollo "de la
    creatividad y el espíritu crítico" (61%). En segundo
    lugar aparece la preparación para la vida en sociedad",
    finalidad señalada como prioritaria por poco menos de la
    mitad de los docentes encuestados (45%). Sólo en tercer
    lugar y un con un porcentaje mucho más bajo (28%) aparece la
    transmisión de "conocimientos actualizados y relevantes". O
    sea, que menos de un tercio de los docentes se pronunció en
    favor de esta finalidad clásica del sistema educativo. El
    transmitir "valores morales" fue
    señalado como un objetivo prioritario por un
    cuarto de los docentes argentinos. Sólo una minoría
    (13%) de docentes se pronunció por la "formación para
    el trabajo". A su vez, entre los fines menos importantes, el de
    "seleccionar a los sujetos más capacitados" fue el que
    concita el consenso de casi tres cuartos (73%) de los docentes
    argentinos.

    Más allá de los significados que los docentes
    le dan a cada uno de los fines señalados (aspecto que una
    encuesta no está en
    condiciones de explicitar), pueden hacerse varias lecturas de
    estos resultados. En primer lugar puede señalarse el
    consenso absoluto alrededor de una formulación no
    tradicional de fines de la educación tal como "el desarrollo
    de la creatividad y el espíritu crítico". Pero este
    consenso adquiere un significado particular cuando se la compara
    con la minoría (menos de un tercio) que concibe la
    transmisión de conocimiento como el objetivo principal de la
    educación escolar. Cabe señalar que esta preferencia no
    es una exclusividad de los docentes argentinos, sino que, en
    términos generales, es compartida por los docentes uruguayos
    y peruanos a quienes se aplicó un cuestionario análogo.
    Todo parece indicar que estamos en presencia de un paradigma o modo de ver las
    cosas de la educación que es relativamente hegemónico
    entre los docentes latinoamericanos. El predominio de esta
    preferencia, más allá de su contenido, puede estar
    asociada al peso de ciertas corrientes pedagógicas
    contemporáneas que se han desarrollado al calor de la
    crítica a un modo
    tradicional y esquemático de entender los fines de la
    escuela que en su forma caricaturesca fue calificado como de
    "educación bancaria". En otras palabras, muchos pedagogos
    prestigiosos reivindicaron el valor del desarrollo de
    ciertas facultades intelectuales y ético- morales en los
    educandos, contra el énfasis dado a la transmisión de
    conocimientos entendidos como información, que los alumnos
    deberían aprender. En su forma más esquemática, la
    educación tradicional se reduciría a la
    memorización de un conjunto de conocimientos que la sociedad
    había acumulado a lo largo de su historia y que se
    consideraban valiosos para la solución de problemas tanto
    individuales como derivados de la convivencia social.

    Sin embargo, podría decirse que éste
    énfasis en el desarrollo de facultades complejas, cuando va
    de la mano de una desvalorización de la idea de
    educación como apropiación de conocimientos y capital
    cultural en general, puede tener consecuencias negativas. En
    efecto, la preferencia exclusiva por "la creatividad y las
    capacidades críticas" puede quedar en buenas intenciones
    cuando se separa y opone a la idea de educación como
    apropiación de los frutos de la cultura y la
    civilización humanas. Salvo que se conciba a la creatividad
    como una cualidad casi mágica, es decir, como una capacidad
    de hacer algo con nada (al igual que una capacidad divina),
    ésta no es más que una simple expresión de deseos
    si no va acompañada por un fuerte énfasis en la
    apropiación de aquellas herramientas de pensamiento y de
    acción que los hombres han desarrollado, codificado y
    acumulado a lo largo de su historia. En cualquier campo de
    actividad compleja, tanto científico-técnica como
    estética o deportiva,
    tienen mayor probabilidad de inventar y de crear aquellos que
    previamente se han apropiado de aquellos elementos culturales
    previamente desarrollados que proveen una capacidad concreta de
    hacer y de pensar lo nuevo. Son quienes más se han apropiado
    del capital literario acumulado quienes tienen mayores
    probabilidades de hacer literatura de valor. Lo mismo puede
    afirmarse de cualquier campo disciplinario o científico. El
    saber acumulado tiene esta virtud: no sólo es conocimiento
    hecho, sino también método, estrategia,
    instrumento, recursos para criticar y superar lo dado. Esta es
    una característica distintiva de la cultura
    contemporánea. En otras palabras, cuando se trata de saberes
    y competencias complejas, la reproducción está
    íntimamente ligada a su propia producción renovada. La
    cultura compleja se conserva y transforma en un mismo movimiento.

    Si esto es así, el énfasis excluyente en la
    creatividad, cuando no va acompañada de una constituirse en
    una frase vacía, en un objetivo declarativo de dudosa
    realización práctica.

    Esta hipótesis es plausible cuando se
    observa la subvaloración de la idea de transmisión
    cultural6, la cual puede asociarse con un cierto
    vaciamiento en materia de aprendizaje de contenidos culturales
    básicos tales como el dominio del lenguaje, el cálculo, los elementos
    básicos de las ciencias sociales y naturales,
    las competencias relacionadas con la búsqueda y
    análisis de la información, los idiomas extranjeros,
    etc. No está de más recordar que el dominio de estos
    contenidos se constituye en una condición ineludible de
    cualquier actividad creativa y crítica.

    El cuestionario aplicado en Argentina, Uruguay y
    Perú ofrecía al entrevistado dos definiciones
    típicas del rol docente. Una decía "el docente es,
    más que nada, un transmisor de cultura y conocimiento". La
    otra afirmaba que "el docente es sobre todo un facilitador del
    aprendizaje de los alumnos". La primera se corresponde con una
    concepción más clásica y "dura" del oficio
    mientras que la segunda expresa una formulación más
    contemporánea y probablemente más "blanda" del rol
    docente. La preferencia de los docentes argentinos se
    orientó decididamente (72.8%) hacia el segundo término
    de la opción. Sólo el 12.9% se identificó con la
    primera, mientras que una minoría de 11% no se
    identificó con ninguna de las definiciones ofrecidas. Esta
    estructura de preferencias se reproduce en los otros dos
    países estudiados. Estos datos están indicando que las
    definiciones citadas organizan bastante bien el espacio de las
    alternativas posibles en materia de función
    docente.

    El predominio de la idea del docente como "facilitador"
    es generalizado en todos los subgrupos que pueden construirse en
    el universo estudiado. Sin
    embargo su intensidad varía en función de ciertas
    características de los sujetos. En el caso argentino los
    datos indican que los maestros se inclinan más por esta
    imagen que sus colegas profesores del secundario. La diferencia
    es particularmente fuerte cuando se trata de profesores
    varones.

    Casi un cuarto de estos últimos optan por la
    definición más clásica del docente como
    "transmisor de cultura y conocimiento" Las preferencias de los
    docentes, tanto en lo que respecta a la definición de las
    funciones de la educación como a la de su propio rol indican
    la presencia de una subvaloración relativa del conocimiento
    como acervo cultural que debe ser transmitido a las nuevas
    generaciones. Esta actitud generalizada, que constituye un
    indicador de la difusión de ciertas orientaciones
    pedagógicas durante las últimas décadas del siglo
    pasado en el cuerpo docente latinoamericano entra en
    contradicción con determinadas expectativas sociales
    respecto de la escuela como institución responsable de
    desarrollar conocimientos que sean significativos tanto para la
    construcción de subjetividades autónomas como para la
    formación de recursos humanos y la ciudadanía
    activa.

    En síntesis, es probable que la subvaloración
    relativa del tema de la transmisión cultural en la
    definición del oficio del docente desdibuje la especificidad
    de su trabajo y se constituya en un obstáculo de peso para
    el logro de nuevos y más complejos niveles de
    profesionalización de esta actividad.

    El carácter integral de las políticas futuras
    Afirmamos en este trabajo que los factores que de una manera u
    otra inciden en la configuración actual de la actividad
    docente tienen efectos ambiguos e incluso contradictorios. Ellos
    no determinan en un sentido único la evolución de este
    oficio en el presente y en el futuro inmediato. Esta
    dependerá en gran medida de una política realista, es
    decir, que parta de un conocimiento del sentido, la amplitud y
    características específicas de las transformaciones que
    se desarrollan en todos los ámbitos de la vida social
    contemporánea.

    El análisis del rol de los docentes en este momento
    de profundos cambios sociales, pone de manifiesto la enorme
    complejidad de los problemas y la necesidad de enfrentarlos con
    estrategias sistémicas de acción y no con
    políticas parciales. Durante las últimas décadas y
    como estrategia frente al deterioro de las condiciones de trabajo
    y el prestigio de la profesión, existió una tendencia
    natural a focalizar la discusión del papel de los docentes
    en términos de su situación material. Este enfoque
    parcial ha mostrado sus limitaciones y actualmente existe un
    consenso cada vez más importante en reconocer la necesidad
    de enfrentar el problema desde las múltiples dimensiones que
    lo integran. Pero como ya se ha dicho repetidamente con respecto
    al enfoque sistémico de las estrategias educativas,
    reconocer la necesidad de enfrentar el problema en todas sus
    dimensiones no significa que sea posible ni aconsejable intentar
    resolver todo al mismo tiempo. El carácter sistémico
    debe ser entendido como la necesidad de definir una secuencia en
    las acciones, a través de la
    cual se ponga de manifiesto cuando y cómo las distintas
    dimensiones del problema serán enfrentadas. Los momentos
    más relevantes de esta secuencia tienen que ver con los
    criterios de selección de los estudiantes
    de los institutos de formación docente, sus
    programas y estrategias pedagógicas, las modalidades de
    inserción profesional, la carrera y criterios de evaluación de
    desempeño y las recompensas materiales y simbólicas
    que se asocian con la profesión. La enorme diversidad de
    situaciones existentes actualmente en nuestras sociedades indican
    que es imposible definir una secuencia de validez general. Las
    estrategias deben adaptarse a las condiciones locales y es
    allí donde pueden definirse en forma adecuada.(TEDESCO J.
    C., 1999).

    En síntesis, el enfoque integral de las
    políticas docentes implica aceptar la complejidad de las
    situaciones que se enfrentan. Pero han un punto sobre el cual es
    necesario insistir: la complejidad, a diferencia de lo que
    suponen muchos enfoques, también existe en situaciones de
    pobreza y subdesarrollo. En esas
    situaciones, lo único pobre es la disponibilidad de
    recursos, pero no complejidad de la realidad.

    Es probable que aquí, como en los países
    más desarrollados, el camino de la profesionalización
    de los docentes se encuentre lleno de obstáculos. Vale la
    pena reproducir una lista extensa y exhaustiva de los mismos, tal
    como la presenta un especialista, en la medida en que la
    mayoría de ellos son operantes en una gran actividad tan
    masiva; la devaluación de las
    credenciales como consecuencia de una elevación de los
    requisitos de formación docente; la tendencia a la
    nivelación y la homogeneidad de condiciones que es
    típica del sindicalismo docente; los
    límites políticos y presupuestarios a una
    elevación significativa de los salarios docentes; la
    posición histórica de la enseñanza como una forma
    de trabajo para las mujeres; la resistencia política de los
    padres de familia, los ciudadanos y políticos a una
    afirmación del control profesional sobre las escuelas; la
    entrada tardía de la docencia en el nutrido campo de las
    ocupaciones profesionalizadas; la previa profesionalización
    de los administradores escolares y el poder de las burocracias
    educativas; la larga tradición de introducir reformas educativas con medios
    burocráticos; el problema de convencer al público de
    que el conocimiento acerca de temas escolares aparentemente no
    esotéricos es una forma de "expertise" profesional
    exclusiva; la dificultad de constituir a la pedagogía en un
    sistema formal de conocimiento profesional; el rol extendido de
    los no profesionales (padres de familia y otros ciudadanos) en la
    instrucción de los niños; el bajo estatus de las
    escuelas de educación y de los educadores de maestros; la
    resistencia de las universidades para relajar el monopolio sobre
    el conocimiento de más alto estatus; y la diversidad de
    sitios en que se realiza la formación de maestros"
    (LABAREE, D.F., 1992, pp. 126-127). La conciencia y el
    conocimiento del alcance y profundidad de estas dificultades se
    constituye en una condición necesaria para el éxito de
    cualquier política de profesionalización de los
    docentes.

    Una política integral que busque favorecer una
    nueva profesionalidad docente deberá contemplar
    intervenciones articuladas en tres dimensiones básicas: la
    formación, las condiciones de trabajo y de carrera y el
    sistema recompensas materiales y simbólicas que se ofrecen.
    La experiencia indica que ninguna reforma parcial, es decir, que
    se concentra exclusivamente en una de estas dimensiones (el
    salario, la formación docente o el estatuto que regula el
    trabajo y la carrera) podrá favorecer esa profunda "reforma
    intelectual y moral" que necesita la profesión docente para
    garantizar niveles básicos de equidad en la
    distribución de ese capital estratégico que es el
    capital cultural.

    (Versión preliminar, junio de 2002),

     

    Bibliografía
    citada.

    ALLIAUD, Andrea (1995); Los estudiantes de magisterio
    como grupo social. Programa de Investigación
    sobre formación docente. Documento Final. Buenos Aires.

    BATALLAN Graciela y GARCIA F.J. (1992); La especificidad
    del trabajo docente y la transformación escolar. En:
    Maestros. formación, práctica y transformación
    escolar.A. ALLIAUD y L. DUSCHATZKY comps.). Miño y
    Dávila Editores, Buenos Aires.

    CHAPOULIE, Jean.Marie (1987); Les professeurs de
    l’enseignement secondaire. Un métier de classes
    moyennes. Paris, Ed. de la MSH.

    DUBET François. et MARTUCCELLI Danilo. (1996). A
    l’école; Sociologie de l’éxperience
    scolaire. Paris, Seuil, 1996 (Versión en español: En la escuela.
    Sociología de la
    experiencia escolar. Losada, Buenos Aires 1998).

    DRUCKER Peter, (1995); Managing in a Time of Great
    Change. New York, Truman Talley, 1995.

    ELIAS Norbert (1999); La civilización de los
    padres. Editorial Norma. Bogotá.

    IIPE/UNESCO-MINISTRERIO DE CULTURA Y EDUCACION DE LA
    ARGENTINA (2000); Los docentes y los desafíos de la
    profesionalización. Informe de investigación. Buenos
    Aires. Dos vol.

    IIPE/UNESCO-MINISTERIO DE EDUCACION DEL PERU (2002); Los docentes y
    los desafíos de la profesionalización en el Perú.
    Primeros resultados encuesta nacional a docentes del Perú.
    Lima.

    IIPE/UNESCO-ANEP (2002); Los docentes uruguayos y los
    desafíos de la profesionalización. Informe de
    investigación. Montevideo.

    LABAREE David F. (1992); Power, Knowledge, and the
    Rationalization of Teaching: A Genealogy of the Movement to
    Professionalize Teaching. En: Harvard Educational Review, Vol.
    62, No. 2, Summer.

    PERELMAN Lewis. J. (1995) ; School out: Hyperlearning,
    the New Technology and the End of Education), William Morrow and
    Co., New York..

    REICH, Robert (1992); El trabajo de las naciones.
    Vergara, Buenos Aires.

    TEDESCO Juan Carlos (1986); Educación y Sociedad en
    la Argentina (1880-1945). Buenos Aires, Ediciones Solar, Bib.
    Dimensión Argentina, 285 págs.

    TEDESCO Juan Carlos (1995); El nuevo pacto educativo;
    Educación, competitividad y
    ciudadanía en la sociedad moderna. Madrid, Alauda-Anaya, 190
    págs.

    TEDESCO Juan Carlos (1998); Profesores de Enseñanza
    Secundaria: papel de futuro. En: Aprender para el futuro; La
    educación secundaria, pivote del sistema educativo. Madrid,
    Fundación Santillana.

    TEDESCO Juan Carlos (1999); "Fortalecimiento del rol de
    los docentes", en Beatrice Avalos y María E. Nordenflycht.
    La formación de profesores. Perspectiva y experiencias.
    Chile, Ediciones Santillana.

    TENTI FANFANI Emilio (1988); El arte del buen maestro. Pax
    México-Césarman,
    México D.F.

    TENTI FANFANI Emilio (1995); Una carrera con
    obstáculos: la profesionalización docente. En: IICE,
    Revista del Instituto de
    Investigaciones en Ciencias de la Educación.
    Año IV, No. 7, Diciembre ,pp. 17-25.

    TENTI FANFANI Emilio (2001); La escuela desde afuera.
    Diogenis/Lucerna, México.

    TENTI FANFANI Emilio (1999); Teacher’s Training,
    Work Conditions, and Salary in Argentina. En: RANDALL L. And
    ANDERSON J.B. Editors; Schooling for Success.

    Preventig Repetition and Dropout in Latin American
    Primary Schools. M.E. Sharpe, New York 1999. Pp.
    265-276.

     

    Notas

    1. Documento presentado en la Conferencia Regional "O
    Desempenho dos professores na América Latina e Caribe:
    Novas Prioridades. BID/UNESCO/MINISTÉRIO DA EDUCAÇAO,
    Brasilia, 12 de julio de 2002.

    2. En un estudio de ALLIAUD A. y colaboradores (1995)
    los motivos de elección de la carrera docente más
    frecuentemente mencionados por una muestra de alumnos de Institutos
    de profesorado de la Ciudad de Buenos Aires fueron la
    "vocación" (48%) y "el amor a los niños"
    (42%). Por otro lado, el 36% de los estudiantes opina que es
    función del maestro "transmitir valores morales" (contra un
    15% que opta por la alternativa "transmitir saberes").

    3. Dichos estudios forman parte del programa de
    investigación titulado "Los docentes y los desafíos de
    la profesionalización" que se lleva a cabo en diversos
    países de América Latina desde el año
    2000.

    4. Una discusión sobre esta dimensión de las
    nuevas tecnologías puede verse en J. J. BRUNNER y otros;
    Educación y nuevas tecnologías: ¿Esperanza o
    incertidumbre? IIPE/UNESCO, Buenos Aires (en prensa).

    5. A modo de hipótesis puede afirmarse que el
    docente que trabaja en contextos de pobreza goza de un respeto y
    una consideración (fruto de la distancia social y cultural)
    que fortalece su autoridad pedagógica, lo cual es una
    ventaja ya que la misma es un componente fundamental de su propia
    condición profesional. Otros. Las encuestas llevadas acabo
    por el IIPE en la Argentina, Perú y Uruguay

    6. Cabe recordar que para "compensar" esta
    operación de "sustracción" de contenido, ciertos
    discursos insisten en definir
    al maestro como un "investigador y creador", más que un
    simple transmisor de cultura y conocimiento. La experiencia
    indica que esta aparente enriquecimiento de la definición
    del oficio docente, al basarse en consideraciones poco realistas
    acerca de la especificidad propiamente pedagógica del
    trabajo docente y acerca de las condiciones sociales en que
    éste se desarrolla, se reduce a un discurso vacío y
    voluntarista carente de toda implicación
    práctica.

     

    Juan Carlos TEDESCO / Emilio TENTI FANFANI

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter