José de Urquiza – Empresario En Medios De Transportes y Comunicación
Con el triunfo de Caseros en 1852 se inició en el
país una etapa de transición que apuntó
esencialmente a lograr la institucionalización y
modernización de la nación
argentina.
La dirigencia litoraleña conducida por el General
Justo José de Urquiza consiguió, bajo el amparo de la Constitución de 1853, que
trece provincias intentaran concretar un proyecto nacional de desarrollo capitalista
orientada por el Estado. Uno de los pilares
para lograrlo fue el afianzamiento del mercado interno. Para
concretarlo, se tomaron numerosas medidas referidas al
mejoramiento del transporte y las comunicaciones, ya que la
integración efectiva
solamente podía concretarse a través del contacto
eficiente y regular entre regiones tan diversas y
distantes.
El General Justo José de Urquiza impulsó como
Presidente de la Confederación Argentina, numerosas medias y
proyectos tendientes a superar
el asilamiento y a fortalecer la relación entre las
distintas regiones del país, adecuando las estructuras de
comunicación a los nuevos tiempos y condiciones. Muchos de
las iniciativas se limitaron en su realización a los
estudios preliminares, porque todo estaba por hacerse, la tarea
titánica y los recursos escasos. Se emprendieron
entre otros proyectos, la investigación sobre factibilidad de la
navegación de ríos Pilcomayo y Bermejo, el trazado de
líneas férreas entre Rosario y Córdoba y a partir
de este último punto a la región noroeste para
después continuar la vinculación Chile, un ambicioso
sueño americanista. Se contrató para la
realización de los trabajos a personal de origen extranjero, en
general con experiencia en los temas aún novedoso en esta
zona.
Los resultados son magros en función de las metas
propuestas, pero demostrativos de la voluntad política tendiente a expandir los
sectores vinculados a la comunicación.
Necesidad de integración a un mundo que marchaba hacia la
más férrea globalización.
Para consolidar la posición de país agro
exportador en el concierto internacional, el comercio y el transporte,
especialmente marítimo y fluvial, se constituían en
pilares decisivos. Paralelamente, para poder cumplimentar las
entonces vigentes premisas de Orden y Progreso con las que
ideólogos del siglo XIX signaban como condiciones de
desarrollo, a la comunicación externa debía
sumársele la vinculación interna, y hacia ambos
aspectos emprendieron la acción.
El General Urquiza ratificó plenamente su
convencimiento de la trascendencia del desarrollo de los medios de
comunicación como medio de crecimiento e
integración regional y nacional, y como tarea ineludible del
Estado Nacional, pero
también como fuente de inversión de capitales
privados, tanto nacionales como extranjeros. Y su convicción
no solamente se registró en el plano ideológico, lo
hizo efectivo en el plano fáctico con su propio peculio,
como empresario particular
invirtió cuantiosas sumas en compañías de
navegación, ferrocarriles y mensajerías. Con resultados
diversos, algunas empresas fueron signadas por el
éxito económico y
otras por el fracaso, pero todas demuestran su adaptación a
una modernidad que apenas comenzaba a
insinuarse en el país.
Estancias, Saladeros y Empresas
Navieras
El análisis del cuantioso
patrimonio personal del
General Urquiza nos ofrece datos de las más variadas
actividades económicas por él emprendidas. Muchas
empresas fueron novedosas en su tiempo y en un país que
comenzaba a ofrecer las bases formales necesarias para garantizar
la seguridad jurídica,
amenazada permanentemente por los enfrentamientos armados. El
éxito obtenido en el aspecto empresarial se debió en
gran medida a dos características básicas con las que
contó: intuición y capacidad organizativa. La primera
le posibilitó reconocer a los hombres más capaces para
conseguir sus propósitos, La segunda, conformar estructuras
en las que se combinan criterios centralizadores y de descentralización,
según las circunstancias, pero que en definitiva se
resumían en el Escritorio de SE –como se lo
denominaba entonces- el que funcionaban en su residencia
particular, el Palacio San José. La dirección administrativa
practicada por hombres que dieron acabadas muestras de capacidad
y comprensión de los objetivos delineados por el
propietario; la supervisión minuciosa de los
vastos intereses realizada por el General Urquiza, además de
su espíritu arriesgado y visionario, le posibilitaron la
conformación de una cuantiosa fortuna.
Inició sus actividades económicas en 1819, a
poco de dar por concluidos sus estudios en Buenos Aires. Se dedicó
entonces en la localidad entrerriana de Concepción del
Uruguay a la explotación
de un almacén de ramos generales,
acopio de mercancías y pulpería, aunque no por
demasiado tiempo, ya que se desprendió pronto de la
actividad para dedicarse a la adquisición de campos y a la
explotación ganadera.
La ganadería constituía un
negocio muy redituable en la región. La gran cantidad de
ganado vacuno se vio favorecida por las características
climáticas y la fertilidad del suelo. Se sumó para
facilitar el incremento de ganado, las pocas exigencias de
mejoramiento de la especie, ya que el cuero constituyó el
principal elemento de aprovechamiento para la industria saladeril, exclusiva
destinataria de la materia prima obtenida.
Requería asimismo un reducido plantel de personal para
manejar un considerable número de animales, importante entonces por
la existencia de reducida mano de obra, a la par que incidía
positivamente en los costos de la explotación,
ofreciendo así la actividad pecuaria mayores incentivos para dedicarse a la
misma.
Constituyó la ganadería la fuente generadora
de las principales fortunas litoraleña. La estancia fue
sinónimo de poder económico y a ella se destinaban las
principales inversiones.
El General Urquiza no desconocía la actividad del
campo, por el contrario, había nacido en contacto con el
medio rural y estanciero. Don Josef de Urquiza, su padre se
radicó en Entre Ríos, en las proximidades de la
localidad de Gualeguaychú, donde administró la estancia
denominada La Centella, lugar en el que permaneció
poco tiempo, ya que poco después se afincó en la
estancia de Don Pedro Duval, en las proximidades de
Concepción del Uruguay, lugar donde conformó un
próspero centro de producción pecuaria con
un número considerable de peones y sus respectivas familias.
Allí nacieron varios de sus hijos, entre ellos Justo
José, el que al igual que sus hermanos recibió la
formación en la misma estancia, en el contacto con la
naturaleza y el apego al
terruño.
En su juventud se dedicó a la
adquisición de estancias en las provincias de Entre
Ríos, Santa Fe y Corrientes, también en la
República Oriental del Uruguay. Según Antonio Castro
"…en total 369 ¼ leguas de campo, que forman
923.125 hectáreas cuadradas.
A todo esto debemos agregar la enorme cantidad de
pequeñas fracciones de chacras, quintas cercanas a los
pueblos y las cuantiosas propiedades urbanas que poseía en
todas las ciudades de Entre Ríos, y Santa Fe, Córdoba,
Corrientes y Buenos Aires." (1)
Entre los establecimientos más importantes que
poseyó el General Urquiza, tanto por la extensión
territorial como por la actividad desarrollada, se destacó
El Potrero, San José, las Estancias de
Concordia, Conchera e Ibicuy.
La magnitud de la actividad pecuaria, le posibilitó
incorporar la producción saladeril, conformando entre otros,
uno de los establecimientos modelos en el país por
más de veinte años, Santa Cándida, aunque
también explotó el saladero Concordia, ubicado
en las inmediaciones de la ciudad del mismo nombre. También
contó en 1854 en Gualeguaychú con el denominado
Constancia. Otro establecimiento de gran importancia lo
constituyó el saladero 11 de septiembre en Rosario,
adquirido en 1859 en sociedad con Francisco Taurel,
Miguel Ruedas y Mardoqueo Navarro.
Se efectuaba en los saladero, y en particular en
Santa Cándida – ubicado a orillas del Arroyo de la
China en las proximidades de
la localidad de Concepción del Uruguay-un aprovechamiento
integral del animal, obteniéndose los más variados
productos: cueros, carnes
saladas, conservas, cebo, grasa, ceniza de huesos, jabones, velas,
etc.
Los productos finales, eran exportados a Europa u otros piases americanos
en compañías de navegación, algunas de las cuales
también lo contaban al General Urquiza como accionistas. De
manera que gran parte de la cadena de producción,
industrialización y distribución quedaba
cubierta. Los barcos retornaban con los insumos importados para
mantener el sistema. Cientos de obreros,
peones y empleados, contribuían a conformar un núcleo
heterogéneo diseminado en distintas zonas del país,
especialmente en Entre Ríos, contribuyendo a su vez al
desarrollo económico
provincial.
El saladero inició sus actividades en 1847. La
actividad principal –salazón y lavado de carne y
cuero- registró más de cincuenta mil cabezas en una
faena –cifra que lo ubica entre los primeros en el
país. Contaba además con una curtiembre, en la que se
procesaban cerca de cinco mil cueros de distintas especies por
año. El ganado vacuno aportaba la mayor cantidad de materia prima pero
también se faenaron yegüerizos, porcinos y lanares.
Más de 300 operarios ocupados en el establecimiento dan la
pauta de la importancia económica alcanzada por el
mismo.
Hacia 1859 fueron numerosas las construcciones
–incluidos casas, ranchos y galpones- que conformaban el
establecimiento, no obstante, la necesidad de remodelación e
incorporación de mejoras determinó que su propietario
solicitara el asesoramiento para lograr un mayor aprovechamiento
de las instalaciones. Las modificaciones no tardaron en
manifestarse. El 17 de mayo de 1860 se firmó un acuerdo con
el ingeniero brasileño Romao Antonio de Albergaría, el
cual se comprometió a
"Construir un ferrocarril en el saladero Santa
Cándida de propiedad de S. E.. Es de mi
incumbencia –agregaba el profesional- la
dirección y administración del
trabajo, comprendiendo en ello
cuanto es del resorte del ingeniero y procuración de
elementos, obra modelos y elección inteligente de materiales….De parte de SE
se proporcionarán todos los materiales y medios de
ejecución tan pronto como es menester bajo especificaciones
hecha por mi y siendo de su cuenta todos los gastos de la construcción."
(2)
Sin embargo, el convenio no se llevó a la
práctica, lo que no impidió la realización de la
obra, aunque resultante de un nuevo contrato con otros empresarios.
El 22 de septiembre de 1860 se formalizó un contrato entre
los empresarios Baltazar Fossati y Juan Cruz Ocampo, y el General
Urquiza, por el que los primeros se comprometieron a
"Construir en el saladero Santa Cándida un
muelle y puente de madera así como un
ferrocarril que sirva para la carga de los buques todo por
cantidad de veintidós mil pesos plata de diez y veinte en
onza según el plano y presupuesto que se adjuntan a
este contrato." (3)
La obra, a pesar de sufrir variados inconvenientes se
llevó a la práctica, permitiendo así economía de esfuerzo y agilidad en la
carga y descarga de las embarcaciones.
El saladero, ubicado a la vera del curso fluvial,
contaba así con un muelle, hasta donde llegaba el
ferrocarril para trasportar la materia prima desde las
instalaciones y hasta las embarcaciones. Velas y vapores en las
más variadas formas –goletas, pailebotes, bergantines,
zumacas, patachos, etc.- conectaban al centro de producción
con los principales puertos internacionales de consumo. Los ríos
Paraná y Uruguay constituyeron los ejes de la salida de la
producción e ingresos de importación a la
región.
Pero no solamente el trasporte de productos de los
saladeros constituyó el objeto de las inversiones del
General Urquiza. Las personas y las mercancías en general
necesitaban medios para concretar el traslado y los cursos
fluviales constituían el medio más económico,
razón por la que efectuó inversiones en el rubro bajo
diferentes formas.
Conformó varias sociedades en las que
adquirió la embarcación, manteniendo su propiedad y
entregando la explotación comercial a un socio,
repartiéndose por mitades las utilidades "deducidos los
gastos de sostenimientos y conservación" (4) . Así,
por ejemplo en 1860 firmó contrato con Juan Benetti
entregándole el vapor Once de Noviembre
"…completamente refaccionado y listo para entrar en
carrera. El Sr. Benetti –aclara el contrato–
mandándolo personalmente, hará el servicio comercial en los
ríos según conviniere, y empleándose desde luego
en la carrera del Uruguay, entre el puerto de este nombre
–del Uruguay– y el de Buenos Aires." (5)
Otras embarcaciones sometidas al régimen enunciado
fueron San José, Nueva Dolores, Teresa, Bella Anita,
Linda Clodomiro y Carmen.
La empresa naviera más
importante fue La Salteña, nombre derivado de su
origen constitutivo, la ciudad de Salto en la República
Oriental del Uruguay. Uno de los principales socios fue Mariano
Cabal, de gran actuación en la provincia de Santa Fe, y
amigo del General Urquiza. La firma poseyó numerosas
embarcaciones, entre ellas el vapores Montevideo,
Salto, Pampero y Menay, los que conectaban puertos
de varios países americanos. También contó con
acciones en la
Compañía de navegación a vapor Italo-
Platense con domicilio legal en Buenos Aires. Acciones en los
vapores Eva, Entre Ríos, Alto Uruguay, San José,
Colón, Joven Bianquita, y Feliz
Colón.
Las empresas y proyectos en los que participó el
General Urquiza, dan cuenta de a magnitud de los intereses
involucrados. En 1866 el Comendador J. C. Pereira Pinto,
Cónsul General de Brasil en la República
Argentina, le remitió una propuesta para constituir la
Uruguayanna, una compañía naviera destinada a
unir puertos uruguayos, argentinos y brasileños.
Las inversiones efectuadas por el General Urquiza no se
limitaron a los medios de comunicación
tradicionales a mediados del siglo XIX. Arriesgó capital en emprendimientos
novedosos para el país, pero no para el mundo moderno:
redes ferroviarias.
"El hará –decía Juan Bautista
Alberdi al referirse al Ferrocarril– la unidad de la
República Argentina mejor que todos los congresos. Los
congresos podrán declararla una e indivisible; sin el camino
de fierro que acerque sus extremos remotos, quedará siempre
divisible y dividida contra todos los decretos
legislativos.
Sin el ferrocarril no tendréis unidad
política en países donde la distancia hace imposible la
acción del poder central…" (6)
Tornar realidad las ideas de Alberdi implicaba superar
un obstáculo casi insalvable, el problema económico.
Contar con los medios técnicos y financieros indispensables
se constituyó en la principal tarea en un país en el
que estaba todo por hacerse. Para ello Alberdi
propuso:
"Negociad empréstitos en el extranjero,
empeñad nuestras rentas y bienes nacionales para
empresas que los harán prosperar y multiplicarse. Sería
pueril esperar a que las rentas ordinarias alcancen para gastos
semejantes…
Proteged al mismo tiempo a empresas particulares para
la construcción de ferrocarriles. Colmadla de ventajas, de
privilegios, de todo favor imaginable…" (7)
La separación entre el Estado de Buenos Aires y la
Confederación Argentina como consecuencia del Acuerdo de San
Nicolás, no impidió que la era del ferrocarril
se cumpliera inexorablemente, aunque con resultados dispares en
ambos Estados. En Buenos Aires la Legislatura autorizó por
ley del 9 de enero de 1854 al
Poder Ejecutivo a otorgar la
concesión de la construcción del primer ferrocarril. La
inauguración oficial se llevó a cabo el 30 de agosto de
1857, desde Buenos Aires a Floresta con un recorrido de diez
kilómetros.
Contemporáneamente el gobierno del General Urquiza
inició los estudios de factibilidad para la instalación
de las primeras vías férreas. En 1854 aceptó la
propuesta de reconocimiento y planificación presentada
por Allan Campbell, como la misma no prosperó, al año
siguiente se autorizó al banquero José Buschenthal para
contratar en Europa una empresa constructora del
ferrocarril. Idénticos resultados negativos se obtuvieron
entonces. Se incorporó con posterioridad un empresario
norteamericano: Guillermo Wheelwright, aún así, la
principal dificultad fue conseguir el capital necesario para
hacer frente a la inversión. Finalmente, se consiguió
conformar en Londres la empresa Ferrocarril Central
Argentino, dispuesta a iniciar la construcción de la
línea férrea que uniera las ciudades de Rosario y
Córdoba. Para entonces –1863 en que se celebró el
contrato respectivo- los destinos del país habían
cambiado fundamentalmente, la tan ansiada unidad nacional fue
realidad bajo la férrea dirección ejercida desde Buenos
Aires por el General Bartolomé Mitre en su carácter de Presidente de
la Nación.
En 1860 la Municipalidad de Rosario inició la
suscripción de acciones para la construcción de la
línea férrea:
"…lo que más preocupa a esta población
–decía José F. De Paz desde Rosario en carta del 22 de noviembre de
1860 al General Urquiza -, es la esperanza de que se
establezca el ferrocarril de aquí a Córdoba y al
efecto ya ha tenido lugar una reunión promovida por la
Municipalidad y se ha encontrado la mejor disposición en
los propietarios, comerciantes y hacendados para suscribirse…
trabajo en este sentido – incesantemente no solo aquí sino
también por medio de mis amigos del interior,
principalmente en Córdoba y cuento con que muy pronto
podremos reunir un número de suscripciones considerables.
Me voy a tomarla libertad de pedir a VE un
obsequio que no dudo accederá a él siendo yo miembro
Municipal y uno de los que personalmente hemos de hacer la
recolección de firmas para el ferrocarril, quisiera
merecer que VE el honor de autorizarme a suscribirlo por la
suma que estime conveniente y que el primer nombre que figure
en la lista de los firmantes del Rosario sea el muy respetable
de VE. (8)
La respuesta no se hizo esperar, ya que en menos de un
mes más tarde el mismo Paz le escribió al General
Urquiza en los siguientes términos:
" …Con íntima satisfacción recibo la
distinguida autorización de VE para suscribirlo a la
Empresa del Ferrocarril de esta ciudad a la de Córdoba, y
haciendo uso de ella voy a prevenir hoy mismo a esta
Municipalidad que encabeza la lista de suscriptores con el
glorioso nombre de VE por las acciones equivalentes a la suma
de cien mil pesos." (9)
La carta fue dada a conocer públicamente en la
ciudad santafecina a través del periódico
Confederación:
"…Considerando –decía el
informante- que es de grande importancia que el país
conozca el vivo interés manifestado por SE
el Capitán General a favor de la grandiosa empresa
proyecta del ferrocarril entre Córdoba y esta ciudad."
(10)
Rosario se convirtió después de la
separación de Buenos Aires en el puerto más importante
de la Confederación y en él cifraba su esperanza el
General Urquiza. Córdoba era el corazón del país, la
población de mayor comunicación con los restantes
centros de producción desde la época colonial. Unir
ambos centros poblacionales se constituyó por ello en una
prioridad para el gobierno de la Confederación, ya que
revitalizar la economía sin la participación de Buenos
Aires constituyó un factor decisivo para el futuro de la
Confederación. Las dificultades económicas, las luchas
internas y más tarde la guerra del Paraguay dilataron la
concreción del proyecto, aunque no impidieron su avance,
lento pero eficaz. Finalmente, por decreto se fijó el 13 de
abril de 1870 para la inauguración:
"Este Ferrocarril – dirá el Presidente
Sarmiento– fue proyectado por el gobierno de Urquiza, fue
ejecutado por la administración del
General Mitre y ha tocado a la presente presidir a su
terminación y a la fiesta que hoy lo inaugura. Que este
vínculo de fierro sea el vínculo histórico que
ligue a las tres administraciones mostrándolas ante la
posteridad consagradas a promover el bienestar de los pueblos
argentinos." (11)
El General Urquiza no participó en la
concreción obra que contribuyó a gestar. En febrero de
1870, Thomas Armstrong, Director de la empresa Ferrocarril
Central en Buenos Aires le escribía al administrador del Caudillo
Entrerriano lo siguiente:
"…Tengo el gusto de acusar recibo de su
apreciable del 25 del pasado incluyéndome poder para
vender las mil acciones en la compañía de Ferrocarril
Central Argentino, cuyas acciones las remito a Londres por el
paquete inglés que sale el l4
del presente con el objeto de vendarlas a la par o en más
si es posible…" (12)
La liquidación se practicó pocos meses
más tarde, pero no ya al General Urquiza, sino a la
Testamentería, la tragedia del 11 de abril había
terminado con la vida del ilustre Entrerriano.
Por su parte, la provincia de Entre Ríos se
integró prontamente a la era ferroviaria a través de un
emprendimiento privado presidido por Jacinto González
Calderón. La empresa construyó el Ferrocarril Primer
Entrerriano, uniendo con un ramal de 10 Km. de extensión
la localidad de Gualeguay y Puerto Ruiz. Inaugurado en 1866,
inspiró al célebre poeta Olegario V. Andrade en los
siguientes versos:
Miradlo ! va tragando las distancias.
Parece apenas que la tierra toca
Y devorado por febriles ansias
Nubes vomita de su ardiente boca.
Miradlo! Es el guerrero del presente
El genio armado de la nueva idea;
La luz del porvenir brilla en su
frente
Y su penacho de vapor ondea…
Es de progreso la primera aurora
Que irradia en esta tierra
bendecida,
En esta tierra, siempre vencedora,
En esta tierra, hidrópica de
vida.
Aquí donde la gloria su tributo
Rinde al pueblo de intrépidos
guerreros;
Donde la libertad, hermoso fruto,
Aseguró la espada de Caseros.
(13)
Este primer emprendimiento entrerriano contó con la
participación del General Urquiza como uno de sus
principales accionistas. Adquirió 300 acciones, equivalente
a una suma de 15.000 pesos fuertes, contribuyendo con esta
empresa decididamente al progreso de la región al permitir
una mayor agilidad en la salida de la producción desde el
interior hacia las vías navegables.
Sin desconsiderar la importancia de la
incorporación de nuevas formas de comunicación como lo
fueron los ferrocarriles, el General Urquiza participó
también activamente en el mejoramiento de las formas ya
existentes, los sistemas de chasquis, postas y
mensajerías.
Los servicios de Mensajerías
comenzaron a organizarse, transportando pasajeros y encomiendas
con mayor agilidad, comodidad, seguridad y sobretodo regularidad,
a partir de mediados del siglo XIX. Una de las primeras empresas
que vincularon distintos puntos del interior del país dentro
de la Confederación Argentina fue la sociedad que giró
bajo la razón social Timoteo Gordillo y
Compañía, cubriendo servicio entre Rosario y
Córdoba. Los socios capitalistas fueron el General Urquiza
–aportó 93.905 pesos fuertes- y el General
Benjamín Virasoro -aportó 33.353 pesos fuertes-,
mientras que Timoteo Gordillo lo hizo con su trabajo, ocupando la
gerencia administrativa. De
esta empresa dependían a su vez otras menores como la
Primera Cordobesa y Diligencias argentinas. La
sociedad –que poseyó además entre sus bienes una
barraca, terrenos, el molino El Saladillo, instalaciones
varias, y animales – se disolvió en 1862. La
liquidación practicada nos da la pauta de la importancia de
la misma, así, que se repartieron entre los socios 13
carros americanos, l galera, 1 volante, 1
carro, por mencionar los elementos que hacían
específicamente a la actividad al cierre de la empresa. El
reparto entre los tres socios –entre lo que se incluyó
una indemnización a Timoteo Gordillo por rescisión del
contrato- involucró una suma de 250.000 pesos. Este
último consiguió que por su
participación
"en pago le fuese adjudicado el camino postal
–valuado en 16.000 pesos– esto es, lo mejor y mas
bien parado de los intereses sociales." (Según el
Escrito presentado ante el Juez de Comercio de Rosario por
Fernando Arias en representación del Gral. Urquiza en abril
de 1863, en virtud de los litigios suscitados como consecuencia
de la finalización de la empresa.) (14)
En lo que hace específicamente a la provincia de
Entre Ríos, el General Urquiza integró como accionista
la empresa Mensajerías Entrerrianas en 1859, para
entonces dirigida por Henrique Fontana. La misma unió
distintos puntos de la provincia y se constituyó en uno de
los principales medios de transporte, a pesar de las innumerables
dificultades que la vinculación terrestre impuso en la zona
como consecuencia de los numerosos ríos y arroyos que la
atraviesan, así como su vegetación poblada de
montes bajos y colinas ondulantes; obstáculos superando muy
lentamente con la construcción de caminos y
puentes.
La comunicación entrerriana se mantuvo también
a través de los servicios de postas, varias de cuyas
paradas, especialmente en la zona de Ceibas e Ibicuy- se
localizaban en establecimientos ganaderos de propiedad del
General Urquiza, corriendo a su costo el mantenimiento de las
postas.
Las sociedades imponen condiciones a los individuos que
la integran, factores situacionales que actúan como límites del hacer, pero
también posibilitares de cambios. Son precisamente las
contingencias las que prueban a los hombres, demostrando cuales
son los mas capaces, los que logrando adelantarse marcan rumbos,
generadores de transformaciones.
El General Urquiza supo amoldarse a los nuevos procesos del contexto
histórico que le tocó vivir, propios de la modernidad
que se consolidaba en el mundo. Tiempos de formación y
consolidación de los Estados Nacionales. Uno de los
objetivos de su obrar fue dar forma al Estado Nacional Argentino.
El triunfo de Caseros viabilizó el inicio del camino hacia
la organización nacional
y la Constitución de 1853, su imperecedera
contribución, constituyó el instrumento jurídico
del cambio, el marco contenedor
para posibilitar el desarrollo y el progreso.
Una vez consagrado en la letra fue necesario plasmar en
hechos los contenidos constitucionales, sentar las bases para la
continuidad de la vida institucional de la nación. La
acción del General Urquiza fue llevada a cabo en la esfera
pública y la privada. En ambos aspectos demostró su
intencionalidad de apostar por las transformaciones y uno de los
aspectos decisivos fue el sector vinculado a las comunicaciones y
los transportes, como ejes imprescindibles para lograr la unidad
nacional. El contacto, la vinculación regular, el
afianzamiento de las relaciones nacionales e internacionales
constituyó una de las prioridades en la etapa que se
inició con la Organización Nacional. Los
avances fueron escasos, el tiempo insuficiente y la tarea
gigantesca. Construir una política nacional unificada
requirió un largo trayecto más, sin embargo se dio
comienzo a la acción, el tiempo y el esfuerzo que
adquirió una velocidad inusitada a partir
de fines del siglo XIX posibilitaran con posterioridad la
consolidación del Estado Nacional Argentino.
La presencia del Estado resultaba imprescindible en la
ordenación de las sociedades modernas. Era necesario que
consolidara su hegemonía y la concentración del poder
político, como soberano indiscutible asegurando la
supervivencia histórica de la nación argentina. Pero la
inserción y el desarrollo económico, con el auge del
intercambio comercial, exigían una red apropiada de comunicación. Los
escasos capitales públicos impedían la concreción
de este objetivo prioritario. Fue
necesaria la incorporación de capitales privados nacionales
y extranjeros para hacer frente a las inversiones
requeridas.
El General Urquiza contribuyó con su aporte privado
a diversos emprendimientos en la que respecta a los servicios de
mensajerías, ferrocarriles y navegación, demostrativos
de una forma de pensar, de hacer, de producir resultados
concretos. Siendo quizás uno de sus méritos más
valioso, el de ser precursor de una forma empresarial que se
tornaría paradigmática de los nuevos
tiempos.
(*) Trabajo presentado como ponencia en el X: Congreso
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BRANDARIZ Gustavo, La Arquitectura Italiana en la
Argentina. Siglos XVIII / XIX.
BOSCH Beatriz, Historia de Entre Ríos.
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BOSCH Beatriz, Urquiza. Gobernador de Entre Ríos
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Bosch Beatriz, Urquiza y su Tiempo. EUDEBA. Bs.
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Bruchez de Macchi, Sara Elena, Justo José de
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Dominguez Soler, Susana. Urquiza. Ascendencia
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Macchi Manuel, Urquiza El saladerista. Ediciones
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URQUIZA ALMANDOZ, Oscar. Historia de Concepción
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1983.
URQUIZA ALMANDOZ, Oscar, Historia
Económica
Archivo Histórico del Palacio San José.
Museo y Monum. Nac. Justo José de Urquiza.
Archivo Casa Delio Panizza. Concepción del
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Archivo particular Familia Barral.
DIRECCIÓN DE INFORMACIONES Y PUBLICACIONES
FERROVIARIAS. Origen y Desarrollo de los Ferrocarriles
Argentinos. Editor. El Ateneo Bs. As 1946.
- Castro Antonio. Nueva Historia de Urquiza.
p.42. - Hacienda. Legajo Otras industrias. Archivo Histórico Palacio
San José. - Libro de contratos. Archivo
Histórico Palacio San José. - Libro de Contratos. Archivo Histórico Palacio
San José. - Ibídem.
- Origen y Desarrollo de los Ferrocarriles, p.
22, - Ibídem.
- Hacienda. Archivo Histórico Palacio San
José - Hacienda. Archivo Histórico Palacio San
José. - Ibídem.
- Ibídem.
- Ibídem.
- Archivo Histórico Palacio San
José. - Hacienda. Legajos otras Industrias. Archivo
Histórico Palacio San José.
Ana María Barreto Constantín